EL Rincón de Yanka: LOS EUROPEOS CADA DÍA MÁS TONTOS E IDIOTAS 😛

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sábado, 23 de noviembre de 2019

LOS EUROPEOS CADA DÍA MÁS TONTOS E IDIOTAS 😛

Los europeos, 
cada día más tontos

¿Qué es el cociente de inteligencia?

La definición dice que el cociente de inteligencia es una medida del rendimiento intelectual. El coeficiente intelectual a menudo se confunde con un servicio existente o incluso con la educación. Sin embargo, es la "capacidad" de realizar este servicio. En otras palabras, la capacidad de comprender y combinar y la capacidad de aprender.

Por lo tanto, una persona no es menos inteligente sólo porque hasta ahora ha alcanzado un nivel de educación más bajo. Sin embargo, aquellos que pueden lograr la misma educación con mucho menos esfuerzo pueden ser clasificados como más inteligentes. En algunas pruebas de inteligencia, por ejemplo, se plantea la cuestión de los políticos actuales. Esto determina si y qué tan bien el encuestado puede recordar un nombre y su posición únicamente a través de la presencia en los medios.
La inteligencia no es una habilidad que se aprende libremente, pero se puede aumentar consciéntemente. A través de un entrenamiento cerebral regular, por ejemplo en la escuela, las habilidades individuales se abordan específicamente y se logran a través de un aumento en el rendimiento. Por lo tanto, la capacidad general de pensar puede ser influenciada hasta cierto punto por cada uno de nosotros. La fase más importante en la formación de la inteligencia es en la infancia y disminuye considerablemente con la edad. Parte de la inteligencia también se hereda del padre y de la madre.
Desde la Segunda Guerra Mundial las puntuaciones de coeficiente intelectual (CI) de los jóvenes no habían parado de crecer. Pero ha llegado un momento en que no solo se han estancado, sino que están bajando a gran velocidad. El declive, de al menos 7 puntos por generación, comenzó con los nacidos en 1976, que alcanzaron su edad adulta a mediados de la década de los noventa.
Los investigadores del Ragnar Frisch Center for Economic Reserach apuntan, en un estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), que el deterioro podría deberse a cambios en la forma en que se enseñan las matemáticas y los idiomas o al hecho de abandonar progresivamente la lectura de libros para pasar el tiempo ante la televisión y los ordenadores.
Entre estos factores determinantes se incluyen los cambios en el sistema educativo, en la nutrición, la importancia de la lectura, la importancia de internet... El aumento de hace 60 años se debió al “efecto Flynn”, una subida continua, año por año, de las puntuaciones de cociente intelectual y que se vio en la mayor parte del mundo.

El investigador neozelandés James R. Flynn estableció también que no aumentaba toda la inteligencia de igual forma. Entre las explicaciones a este fenómeno se encontraban el hecho de tener una mejor nutrición, una tendencia hacia familias más pequeñas, una mejor educación, una mayor complejidad en el ambiente y la heterosis (mejoramiento selectivo).
La teoría de Flynn daba una importancia a los genes en el crecimiento de la inteligencia. La inteligencia es hereditaria y, durante mucho tiempo.
Los expertos destacan que el acceso a la educación es actualmente el factor más concluyente que explica las disparidades en inteligencia. Incluso hay estudios que afirman que permanecer en la escuela durante más tiempo equivale directamente a resultados de CI más altos.

Décadas creyendo que nunca la Humanidad había andado más lista, para terminar descubriendo que, lejos de rozar la excelencia intelectual, resulta que cada día somos más tontos. Eso es, al menos, lo que asegura el investigador Evan Horowitz en un artículo publicado recientemente por 'NBC News'. «Europa es el hogar de un grupo de economías desarrolladas que impulsan algunos de los estándares de vida más altos del mundo, pero todo eso podría cambiar en un futuro inmediato. La puntuación de Cociente Intelectual (CI) de los ciudadanos de países como Francia, Escandinavia, Alemania o Gran Bretaña está comenzando a disminuir», alerta Horowitz.

El investigador y periodista está convencido de que una crisis de inteligencia dinamitará nuestra capacidad de resolución de problemas y debilitará las perspectivas de la economía global. Y, aunque algunos puedan creer que eso es ponerse demasiado tremendista, él insiste en que, de seguir así, el desastre acecha a la vuelta de la esquina.
Partiendo de la base de que el CI medio en España asciende a 97, no todos podemos aspirar al de Ashton Kutcher, con 160, o al de Meryl Streep, 143. Vaya por delante que los tres dígitos no tienen por qué estar relacionados con las posibilidades de éxito profesional o personal. Sin embargo, en términos generales, los expertos coinciden en que el promedio del cociente intelectual de un país está directamente relacionado con su desarrollo económico y la innovación científica.

Horowitz mantiene que el hecho de que la estimación de la inteligencia esté a la baja no solo augura nuevos éxitos del 'reality' de las Kardashian, sino que certifica el principio del fin del progreso en muchos ámbitos. En otras palabras, que habrá menos avances científicos y más economías estancadas. «Décadas de investigación han demostrado que los índices individuales de CI predicen cosas como el rendimiento educativo y la longevidad. En términos más globales, el nivel promedio de CI de un país está vinculado a la innovación», explica. Reconoce, no obstante, que es complicado manejar datos fiables al respecto; en parte porque no todos los países se han preocupado de analizar el asunto con la seriedad requerida, y en parte porque los que sí lo hacen se pusieron a ello hace demasiado poco tiempo para tener resultados concluyentes.
Según parece, el grado de inteligencia de noruegos y daneses está menguando, como reflejan unas pruebas que desde hace décadas se realiza a los reclutas del Ejército en ambos países. La información sobre Francia se basa en una muestra más pequeña y en una prueba diferente, pero las conclusiones de cualquiera de ellas son exactamente las mismas, e igualmente descorazonadoras: a comienzos del siglo XXI, muchas de las naciones económicamente más avanzadas comenzaron a experimentar algún tipo de disminución en la capacidad intelectual de sus súbditos.

Móviles y trabajo repetitivo

En un mundo en el que todo es terriblemente inteligente –ciudades, teléfonos, coches, viviendas...– va a ser difícil encajar que las personas hacemos el camino inverso. Especialmente cuando, durante siglos, el aumento del CI parecía ser una clara evidencia de progreso social, una prueba palpable de que la humanidad avanzaba hacia la perfección e incluso podría ser capaz de aumentar su capacidad intelectual de forma indefinida.
A ese camino hacia la excelencia supina los académicos lo llamaron 'efecto Flynn', en homenaje a J.R. Flynn, un científico que acreditó la escalada continua, año tras año, de las puntuaciones de cociente intelectual en la mayor parte del mundo. De hecho, una serie de investigaciones realizadas en Reino Unido desde 1938 hasta 2008 estimaron la tasa de crecimiento en torno a 2 ó 3 puntos de CI por década. Pues bien, el propio Flynn admite ahora que esto ya no es así. «Los aumentos del cociente intelectual del siglo XX se han detenido», ha sentenciado el investigador neozelandés, cerrando la puerta al consuelo.

Dicho esto, solo queda pensar en las causas por si hay manera de remediar el desastre. Pues bien, va a ser complicado. Algunas investigaciones apuntan al hecho de que la llegada a países con un cociente intelectual medio alto de inmigrante menos formados ha dinamitado los puentes que los llevaban a ser cada día más espabilados. Pero también hay quienes apuestan por otras explicaciones. Unos señalan a los teléfonos inteligentes, otros apuntan a los trabajos repetitivos y mentalmente poco estimulantes, o incluso al calentamiento global, que ha modificado nuestra dieta. Pero nadie lo tienen muy claro. Lo único que parece incontestable es que, o espabilamos, o en el futuro los tontos se contarán por millones.






La cuestión de la inteligencia de una determinada nacionalidad o población puede ser controvertida. De hecho, la inteligencia está influenciada por factores nacionales, políticos y geográficos. A menudo, sorprendéntemente, pero científicamente probado, un clima más cálido tiene una marcada mala influencia en el cociente intelectual.
Con un CI promedio de 86 puntos, México se ubica en el puesto 63 de este ranking. España ocupa el 33° puesto con 97 puntos.
Con 108 puntos, los habitantes de Singapur alcanzan las cuotas de inteligencia más altas del mundo. El último lugar con sólo 56 puntos lo ocupa Guinea Ecuatorial.
Los países con un elevado gasto en educación casi siempre tienen una población inteligente. Sin embargo, a la inversa, esto no se aplica, ya que también hay países con un gasto medio a bajo entre los 30 primeros. La clasificación está encabezada exclusivamente por los países populosos de Asia oriental, que son los que mejor ilustran este hecho: No es costumbre que el estado pague por la capacitación. Por lo general es llevada por la familia. Por lo tanto, el gasto financiero que se destina a la educación no es menor, sino que ya no está controlado por el gobierno.




¿Y qué lo enfurece hoy de España?
España y la Argentina son parte de un sistema que se está yendo al carajo. Se está terminando porque todos los imperios se terminan. Y esto se está acabando. No me enfurece la decadencia, porque es inevitable. Y, además, hay los suficientes libros de Historia como para comprender que son las reglas: hay que asumir que esto es así. Pero me enfurece la estupidez. Me enfurece la ceguera. Me enfurece que, habiendo libros de Historia que explican lo que está ocurriendo, ningún político, ningún periodista, ningún escritor –bueno, es una generalidad: muy pocos de ellos– acudan a esas fuentes para comprender. 
Me enfurece ver cuando un cretino dice: “Ahora estamos abriendo el paso a un mundo nuevo”. Pero, ¿qué dices, idiota? El mundo nuevo que viene no es el que tú crees: vienen los chinos, con su esclavitud laboral; viene el islam, con su fanatismo. Eso es lo que viene. 
El Occidente de Aristóteles, de Platón, de Erasmo de Rotterdam, de los derechos humanos, de la Enciclopedia... ¡Se ha ido al carajo! Se acabó. Entonces, piensan que por salvar a las focas, a las ballenas y por hacer una colecta o una conferencia sobre de qué va a ser la literatura del próximo milenio, con eso creen que han abierto caminos nuevos. Son tan idiotas, tan soberbios, tan arrogántemente estúpidos... Y no comprenden que son vanos intentos crepusculares.
¿Se puede evitar la caída?
Lo que hay que hacer es educar a los jóvenes, no para ese mundo nuevo y maravilloso que nunca va a existir y que cuando se enfrenten a él se les caiga todo el castillo de naipes, sino para decirles que siempre hay un iceberg delante del Titanic, que siempre hay un tsunami en la playa paradisíaca. Educarlos para eso: para sobrevivir, para soportar, para no ser excesivamente infelices en un mundo que se acaba. Dotarlos de las herramientas intelectuales, morales y de solidaridad del peón del tablero para que puedan soportar el dolor y la soledad y el fracaso del mundo que viene. En mis novelas, los personajes con los que trabajo son, justamente, personas que buscan mecanismos para sobrevivir a ese final del mundo. Ahí estoy: es posible sobrevivir, pero no colectívamente. Ya no es posible la barricada todos juntos. Eso no. Pero sí es posible a través de combates personales, amigos, grupos pequeños, solidarios, francotiradores que se montan su primera trinchera.

¿Y con una Historia que parece tan cíclica?
Es que no parece, es. Hay dos grandes tendencias históricas. Una era de Spengler, que decía que la Historia es un movimiento circular, que volvemos al mismo sitio, se va repitiendo. Y Toynbee decía que es una situación de sube y baja, pero siempre igual. Es cíclica, en cualquier caso. Y es verdad: la Historia siempre tiene pequeños cambios, pero las grandes líneas se mantienen siempre. Entonces, vemos los mismos procesos en los imperios: civilizaciones de auge, de salida, de vigor, de consolidación, de decadencia, de bárbaros que llegan y actúan, de destrucción final. Ha ocurrido mil veces. Entonces, si lees, conoces los síntomas. Por eso sé que nos estamos yendo al carajo. El imperio romano tardó siglos en caer. No se puede saber cuándo va a pasar pero sé que, cuando suceda, no estaré aquí. Ni tú tampoco. Pero, igual, ¿qué más da? 

La cuestión es darte todas las herramientas para poder sobrevivir en la fase en que te ha tocado vivir. Y si tienes hijos o gente a la que ames, darles herramientas para que se estén defendiendo cuando llegue el turno. Y todo pasa por la biblioteca. Antes había élites cultas que, al menos, nos transmitían su análisis de lo que estaba ocurriendo. En este siglo están desapareciendo, por lo cual no habrá una transmisión a la posteridad de las circunstancias de esta decadencia.


MAMONCRACIA

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LA ESTUPIDEZ PERJUDICA GRAVEMENTE LA SALUD

"La Estupidez es una enfermedad extraordinaria: 
No es el enfermo el que sufre por ella, sino los demás".  Voltaire
"Si eres superficial, egotista, consumista, materialista, marquista, crédulo, relativista, partidista, consumes mucha televisión y eres como Vicente; entonces, considérate un estúpido, antes de que sea demasiado tarde". Yanka
"El sistema imperante patogeniza, "mamoniza", desculturaliza y deshumaniza a la sociedad". Yanka


"La forma inteligente de mantener a la gente en un estado de pasividad y obediencia es moverse siempre en el espectro de opiniones respetables, con enorme debate dentro de ese espectro, incluso animando a las personas más críticas y disidentes. De ese modo, la gente tiene la sensación de tener un pensamiento libre, mientras que, en realidad, sólo se refuerzan los preceptos del sistema dentro de los límites del debate acordados". Noam Chomsky