EL RETRATO DE JENNIE
(The portrait of Jennie, William Dieterle, 1948):
sobre el amor en cualquier dimensión
sobre el amor en cualquier dimensión
"Es difícil pensar que este mundo tan rico fuese demasiado pobre como para no poder ofrecer un objeto al amor de una persona. Ofrece espacio infinito para cada uno. Antes bien es la incapacidad de amar la que roba al hombre sus posibilidades. Este mundo solamente es vacío para aquel que no sabe dirigir su libido a las cosas y personas para hacérselas vivas y bellas". (C. G. Jung), Sobre el amor. Minima Trotta
Pero lo que hace de esta película una obra única en la historia del cine es la forma en que está filmada, pues se trata de una de las ocasiones en que el arte cinematográfico más se ha acercado al ambiente de los cuentos (otro momento sería con "En compañía de lobos" de Neil Jordan). La acción tiene lugar en un Nueva York fantasmal, donde todo parece posible, el tiempo y el espacio parecen meros conceptos sin importancia.
Esa capacidad para crear unos ambientes irreales y fantásticos está sustentada principalmente en la fotografia, obra de Joseph H. August, y en la música de Dimitri Tiomkin, pero que usa recurrentemente, el Arabesque No.1 de Claude Debussy.
Una obra maestra de la época dorada de Hollywood para redescubrir, que injustamente ha quedado relegada a un olvido incomprensible, debido tal vez, a su inclasificablidad (al no tratarse de cine negro, comedia, drama al uso, ni ningún otro de los géneros clásicos).
"El retrato de Jennie" (The portrait of Jennie, 1948) es considerada una obra maestra del cine producida por el gran David O. Selznick y dirigida por uno de los directores más originales y profundos de la década de los 40, el judío-alemán William Dieterle.
Luis Buñuel la consideraba una de las diez películas más bellas de la historia y no nos sorprenderá que Hitchcock se inspirara en ella para su gran película Vértigo.
Luis Buñuel la consideraba una de las diez películas más bellas de la historia y no nos sorprenderá que Hitchcock se inspirara en ella para su gran película Vértigo.
Es sorprendente que, en referencia a este director, tanto él como su obra siguen siendo, en general, desconocidos por el gran público. Autor de otras grandes películas como la obra con la que debutó "The last flight" (1930), o toda una serie de películas como "La tragedia del doctor Pasteur" (1936), "La vida de Emile Zola" (1937), Juárez (1939), "Esmeralda, la zíngara" (1939), "Cartas a mi amada" (1945) o la película que aquí nos trae, se caracteriza su cine por temáticas complejas y reflexiones profundas, si bien quizá sea una de sus grandes características la utilización de la imagen. Influenciado por Max Reinhardt, F. W. Murnau o Paul Leni, este tratamiento de la imagen alcanzará con "El retrato de Jennie" su culminación. Con la colaboración de Joseph H. August (fotografía)
"Juntos proceden a largos experimentos a fin de acentuar la delicada poesía de lo fantástico, con pinturas sobre cristal, efectos de filtro y contraluz, así como con la luz del norte. Desarrollan un estilo de iluminación "impresionista" que mantiene pequeñas manchas de luz junto a zonas de penumbra en un mismo plano. Y usan también blancos y grises velados, creando así una atmósfera de extrañeza, que acaban de completar unos encuadres extremadamente estudiados y las tonalidades fascinantes de la música de Debussy".
La película, y a modo de introducción de la historia que se nos va a exponer, ya empieza con la siguiente reflexión:
"Desde el principio de los tiempos el hombre ha sido consciente de su pequeñez, su insignificancia ante el tiempo y el espacio, el infinito y la eternidad, y se ha estremecido ante el misterio de lo que el hombre llama vida y llama muerte. Porque... ¿quién sabe si morir no será vivir, y lo que los mortales llaman vida no será la muerte?".
Hay algo en estas palabras que nos indican algunos elementos fundamentales de la película: lo eterno en relación a la pequeñez, a lo ínfimo y la vida en relación a la muerte o viceversa. A la última frase, correspondiente a Eurípides (¿quién sabe si morir no será vivir, y lo que los mortales llaman vida no será la muerte?) sigue la del poeta romántico de corta vida (veintiséis años) John Keats: "Belleza es verdad, verdad es belleza, es todo cuanto sabemos en la tierra, y todo cuanto necesitamos saber", a la que quiero relacionar con la de otro gran poeta, Rainer Maria Rilke, quien dijo: "Lo bello es el comienzo de lo terrible que todavía podemos soportar". Frase que nos dirige hacia las reflexiones de Freud (partiendo de los trabajos de Kant) acerca de lo bello y lo siniestro. Y todo ello, como veremos, reflexionado a través de la importancia del amor.
La película acaba con la imagen en color del retrato de Jennie ya en el museo. Como ella le dijo tras contemplar su propio retrato: "quiero que pintes todas las cosas bonitas que hay en el mundo".
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Fue llamado el pintor perfecto. Y su obra, diseminada por los museos del mundo entero, sigue desconcertando por la precisión del detalle, el colorido y la humanidad que se desprende de cada imagen. Más allá aun, la espiritualidad de sus figuras sagradas no dejan de conmovernos. Sin embargo, en los siglos recientes Andrea del Sarto (1486-1530) fue dejado de lado. Los historiadores y estudiosos se abocaron a Leonardo, Miguel Ángel y Rafael, prefiriéndolos sobre otros nombres del arte italiano de entonces. Del Sarto quedó oculto, a la espera de despertar el interés que tuvo en vida e incluso después, como cuando el poeta Robert Browning compuso el magnífico poema “Andrea del Sarto” (1855), un monólogo donde el artista reflexiona sobre su poder creador y las miserias de este mundo.
La primera vez que presté atención al nombre de Andrea del Sarto no fue en los museos ni en los libros de arte. Fue más bien en una de mis películas favoritas, “El retrato de Jennie” (1948), de William Dieterle. En ella se discute el genio creativo de un pintor, y una vieja galerista interpretada por Ethel Barrymore lo menciona: “Andrea del Sarto, el pintor perfecto… Proporción, anatomía, color. Él lo tenía todo y a la vez nada. Pintó una mano perfecta, mientras que Rafael dibujó una garra amorfa. Pero Rafael amaba su trabajo. ¡Pobre Andrea!”.
Retrato de Jennie (obra maestra) película completa
Qué grande es el cine - Jennie
José Luis Garci modera el debate en torno a la película 'Jennie', de William Dieterle (1948). Participan Andrés Amorós, Juan Tebar y Antonio Giménez Rico.
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