EL Rincón de Yanka: 📗📕 LIBROS "LOS MITOS QUE NOS DIERON TRAUMAS" Y "MASIOSARE: NUESTRO EXTRAÑO ENEMIGO" POR JUAN MIGUEL ZUNZUNEGUI 🌵

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miércoles, 6 de noviembre de 2019

📗📕 LIBROS "LOS MITOS QUE NOS DIERON TRAUMAS" Y "MASIOSARE: NUESTRO EXTRAÑO ENEMIGO" POR JUAN MIGUEL ZUNZUNEGUI 🌵



LOS MITOS QUE NOS DIERON LOS TRAUMAS


Después del éxito rotundo de "Los mitos que nos dieron traumas", llega la esperada segunda parte. México necesita una transformación. Sólo tú puedes hacerla.


La terrible desunión y divisiones que imperan en la cultura mexicana y que básicamente son la causa de la mediocridad y fracasos de México

Juan Miguel Zunzunegui nuevamente nos quita la venda de los ojos para hacernos responsables del país y de sus circunstancias. Masiosare se esconde en el pasado, en la profundidad de nuestra mente, y detrás de muchos de nuestros mitos. Está oculto en lo profundo del inconsciente colectivo de México y el mexicano, en sus condicionamientos psicológicos y patrones de conducta, en su gandallismo y su chingonería, en su violencia disfrazada de machismo y de honor herido, en su mente racista e inquisidora, clasista e intolerante.


"Masiosare, nuestro extraño enemigo", es un libro que hace una serie de viajes al pasado de México y la mente de los mexicanos, para comprender los mitos y traumas que nos destruyen como país y nos dividen como pueblo. En un México que no cesa de destruirse a sí mismo, Juan Miguel Zunzunegui hace, en esta revisión histórica, el llamado a la paz y la colaboración que el país necesita para sobrevivir.

"Masiosare: 
Un Extraño enemigo"


Masiosare, ese extraño enemigo del que se hace mención en nuestro himno nacional, ha reaparecido y está nuevamente entre nosotros: profanó con su planta nuestro suelo y está listo para destruir a México.
Lo triste es que Masiosare es extraño pero no extranjero y de hecho ha estado eternamente entre nosotros; el principal y más terrible enemigo que ha tenido por siempre el mexicano y es el mexicano de al lado, dispuesto a hacerlo pedazos.


Mexicanos, al grito de guerra

El acero aprestad y el bridón
Y re tiemble en sus centros la tierra
Al sonoro rugir del cañón.


Ciña ¡Oh Patria! tus sienes de oliva

de la paz el arcángel divino,
que en el cielo tu eterno destino
por el dedo de Dios se escribió.
Mas si osare un extraño enemigo
profanar con su planta tu suelo,
piensa ¡Oh Patria querida! que el cielo
un soldado en cada hijo te dio.

Los mexicanos tenemos esa terrible y maravillosa tendencia a achacar todos nuestros problemas a alguna misteriosa y maquiavélica fuerza ajena a nosotros: perdemos el mundial porque el árbitro está en contra nuestra; en las olimpiadas los jueces de la caminata están en contra de los mexicanos; Fernando Platas no le cae bien a los jueces de clavados y por eso lo califican mal; seríamos ricos si los españoles no nos hubieran conquistado; seriamos potencia si los gringos no nos hubieran quitado el territorio del norte y hubiéramos ganado el mundial del 94 si Bora hubiera hecho los cambios y metido a Hugo Sánchez. Por supuesto, López Obrador hubiera ganado si no fuera por el complot de la derecha internacional orquestado, con el cariño de siempre, por el osito Bimbo.

Nunca se nos ocurre pensar que los problemas de los mexicanos pueden ser culpa de los mexicanos, principalmente porque somos enemigos unos de otros. En casi todos los países del mundo, el ataque de un extranjero provoca la unión del pueblo por más dividido que esté. Aquí nos divide mas.
El presidente de TODOS los mexicanos (aunque hayan votado por otro (partido) se llama Felipe Calderón. El señor se fue a una gira por Europa que tuvo bastante éxito y en la que desde luego nos dejó mucho mejor parados que su antecesor. En esta gira hubo cosas interesantes, se promovió al país, se le dio buena imagen, se dio confianza al inversionista. .., pero las noticias en México le dieron más importancia a los berrinches del Mico Mandante Chávez.
Calderón, representante de todos los mexicanos, habló de unidad en Latinoamérica por encima de izquierdas y derechas.
Mico Mandante Chávez no perdió oportunidad para arremeter en su contra, insultarlo y burlarse de él y por tanto, del pueblo de México.
De inmediato los diputados y senadores del PRD y otros partidos hicieron la 'Cargada'... , pero del lado del Venezolano: es necesario restablecer la relación con Venezuela, sin importar los insultos que su presidente inflija al nuestro.
Calderón va a España a hablar con el presidente Zapatero y ese mismo día se le adelanta el líder de su propio partido, un loco, radical, megalómano ansioso de salir en los medios; para decir que Zapatero hace mal las cosas y que en realidad no está combatiendo el crimen organizado y el terrorismo.

Fox era muy malo para la diplomacia, terrible; pero lo que le hizo Castro de grabarle conversaciones y publicarlas es una canallada, digna eso si, de un dictador senil. Los diputados y senadores de la oposición fueron al monumento a José Martí a colocar una ofrenda al pueblo cubano en desagravio.. ., ¡y nuestro agravio... ¿qué?!
Hace cien años decía Porfirio Díaz: la razón por la que le va mejor a Estados Unidos es que una vez que alguien gana la presidencia, el pueblo y los políticos se le unen para trabajar por la nación. En cambio en México, en cuanto alguien toma el poder, todos, enemigos y
antiguos amigos, se ponen en su contra. Eso fue hace cien años y pudo haber sido dicho ayer.

Mexicanos al grito de guerra... pero entre nosotros. Y este es el meollo del asunto, nos atacamos entre todos cuando deberíamos unirnos porque es una costumbre histórica heredada de generación en generación. Cuando México firmó su acta de independencia, el 27 de septiembre de 1821, nuestro primer día como nación libre, comenzaron los golpes. Unos querían un imperio, otros monarquía.
De ellos, cada quien con un rey distinto, Otros más se decantaban por la república, pero unos la querían federal y otros centralista. Eso nos hizo pelearnos todo el siglo XIX.

Cuando por fin los más importantes paladines de la independencia se pusieron de acuerdo, formaron un congreso que nombró emperador a Iturbide como Agustín I; al día siguiente, aquellos que pelearon a su lado ya peleaban en su contra. Nuestro primer presidente, Guadalupe Victoria, encontró a su peor enemigo en su vicepresidente, Vicente Guerrero, quien al llegar a la presidencia encontró a su peor enemigo en su vicepresidente, Anastasio Bustamante. Otros grandes antagonistas fueron Benito Juárez y Valentín Gómez Farías, siempre que fueron fórmula de gobierno.
Y esa tan lamentada invasión gringa en la que perdimos medio territorio todo mexicano la recuerda, pero casi ninguno conoce los pormenores. Mientras los ejércitos invasores avanzaban por territorio nacional nuestros líderes se peleaban entre si por el poder. Dos Marianos eran los protagonistas políticos de la época; el presidente Mariano Paredes,
al mando del mejor ejército del que México había dispuesto en su historia, en vez de defender a la nación de la invasión lo usó para conservar el poder. El otro Mariano; Salas, estaba en la capital proclamando la monarquía. Los yanquis desfilaban sin mucho disturbio a Palacio Nacional.

Y en la famosa Revolución Mexicana todos nuestros 'héroes' se mataron entre si. Todos han pasado a la historia como buenos y tienen sus nombres en oro en el Congreso; pero el héroe Carranza mató al héroe Zapata, el héroe Obregón mató a los héroes Villa y Carranza y el héroe Plutarco Elías Calles mató al héroe Obregón. Por cierto que el héroe Calles fue expulsado del país por el héroe Cárdenas.
El proyecto de Guerrero era quitar a Victoria, el proyecto de Bustamante era quitar a Guerrero; el proyecto de Santa Anna era quitar al que estuviera; el de Juárez fue quitar a Santa Anna y el de Díaz quitar a Juárez. Madero tuvo un proyecto: quitar a Díaz; Obregón quitar a Carranza y Calles quitar a Obregón. El proyecto de Fox era quitar al PRI...El proyecto del ciudadano López es quitar a Calderón.
Y en torno a esto último deberíamos reflexionar, sobre aquellas palabras citadas de Porfirio Díaz: ya es hora de que dejemos de unirnos para atacar al presidente, ya es hora de que el proyecto de nación deje de ser quitar al que tiene el poder.

Aunque el gringo promedio es Homero Simpson, son potencia mundial porque trabajan en equipo y porque a pesar de todo respetan a sus instituciones y a su presidente, mientras aquí Fernández Noroña trata de salir en la tele golpeándose contra el Estado Mayor.
En este momento decisivo de nuestra historia vemos una vez más a Masiosare enfrentando a todos contra todos. El ciudadano López Obrador está dispuesto a destruir y reventar este país antes de dejar que lo gobierne alguien que no sea él.

Dicen que el pueblo unido jamás será vencido...
¿Cuándo será el día en que México esté unido?
Tal vez ese día si logremos derrotar a Masiosare, ese extraño enemigo.

Qué bonita es la venganza cuando dios nos la concede. 
Yo sabía que en la revancha te tenía que hacer perder. 
JOSÉ ALFREDO JIMÉNEZ
Los hombres fueron cayendo víctimas 
de los mitos sin oponer resistencia. ERNST CASSIRER
Para el mexicano la vida es una posibilidad 
de chingar o de ser chingado. OCTAVIO PAZ
No se establece una dictadura para salvaguardar una revolución. 
Se hace una revolución para establecer una dictadura. 
GEORGE ORWELL
Y cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba ahí. 
AUGUSTO MONTERROSO

¿QUIÉN ES EL CULPABLE?

México agoniza. El enfrentamiento fue simplemente épico, de magnitudes heroicas inconcebibles, todo un duelo de gigantes. Pero tras siglos y siglos de cruenta y terrible batalla, de eternos enfrentamientos, de un constante grito de guerra, xico cayó herido fatalmente. Derrotado, sí, pero como un gigante, con la frente en alto, con pundonor y luchando hasta el final, con orgullo y bravía. Como deben caer los buenos machos.

Sí, pero cayó. México perdió tras siglos de guerra continua. Fue encontrado enojado, triste, confundido, aparentemente herido a traición, por la espalda, pues de otra forma jamás habría sido derrotado. Herido fatalmente, pero aún con vida... en un endeble intento por sobrevivir.

xico agoniza. El águila y la serpiente contemplan confundidas al moribundo; todos están presentes en el lugar de los hechos, los eternos protagonistas y los compañeros de su vida. Ahí está el triunfante guerrero águila, el estoico tlatoani, el humilde Juandieguito, el glorioso charro cantor, el inocente de Pepe el Toro, el folclórico mariachi, el macho bravío, la madre sumisa y abnegada, la ruda Adelita. Pero ahí están también los despreciables villanos: el infame conquistador, el miserable vendepatrias, el dictador maldito, la india ladina, el político corrupto, el árbitro vendido, el holandés clavadista, el despreciable malinchista, el dinosaurio pelón... los temibles extranjeros.

Todos se presumen inocentes y se dedican miradas de "yo te lo juro que yo no fui". Todos ocultan la mano; pero es obvio que México ha sido apuñalado por la espalda. En el fondo todos saben quién es el culpable. Todos lo saben pero temen siquiera pronunciar su nombre; sólo hay un ser tan vil y tan monstruoso como para cometer ese crimen: Masiosare, el eterno, misterioso y extraño enemigo de México y los mexicanos.

En su lecho de muerte, México no deja de culpar al resto del mundo. Todos buscan culpables; es imperativo encontrar y señalar a Masiosare de una vez por todas, aunque en eso se vaya el último aliento. Ahí mismo, contemplando los estertores del agonizante, el águila y la serpiente no dejan de pelear.
Masiosare se esconde en el pasado, en la profundidad de nuestra mente, y detrás de muchos de nuestros mitos y traumas que nos destruyen como país, nos dividen como pueblo, y siguen alimentando a nuestro extraño enemigo. Por eso es imperativo recorrer nuestras mentes, nuestros mitos y nuestro pasado, descubrir a Masiosare y salvar a México.

NOSOTROS LOS POBRES: EL MITO DEL PUEBLO BUENO

El culpable de la desgracia de México no podría ser el pueblo, siempre tan bueno y noble. Qué buenos somos los mexicanos y cómo nos encanta repetir eso. Somos honestos y trabajadores, tenemos grandes valores y tradiciones hermosas. Somos pobres pero honrados y consentidos de la virgencita; grandes creyentes en un país siempre fiel. Somos bailadores y cantadores, siempre generosos y siempre solidarios.
Somos un maravilloso y gran pueblo que vive de la chingada por culpa de una serie de factores ajenos a nuestra inocencia. Ya sabemos que nos jodieron los gachupines y los gringos, que nos saquean los extranjeros, que conspiran árbitros y jueces, que no era penal. Todo lo hacemos bien, pero todo nos sale mal.
Después de que los gachupines nos conquistaron y saquearon durante 300 años comenzó la verdadera rapiña: nos invadieron los franceses, los gringos y otra vez los franceses, ahora con un emperador austriaco traído con mentiras por los mexicanos.
Fuimos grandes pero nos conquistó el desgraciado de Cortés. Éramos libres y con futuro, pero el méndigo de Santa Anna vendió la mitad deshabitada del país; éramos una gran república liberal pero el cabrón de don Porfirio se hizo dictador. Tuvimos una gloriosa revolución social, pero... pero... pero nadie sabe muy bien qué pasó después. Luchamos por la democracia, pero nos sometió el PRI; podíamos ser ricos pero nos lo impidieron los pinches gringos. Votamos por Fox, pero el maldito no hizo el cambio... como Mejía Barón cuando, sólo por joder, a México o a Hugo, da igual, tampoco hizo los cambios .
Nosotros los pobres, tan inocentes... pero ustedes los ricos, tan cabrones, como evidencian las canciones y las telenovelas.

Nosotros el pueblo, tan bueno... pero el maldito gobierno siempre tan malo. Una democracia donde el gobierno, así de ladrón, mañoso y corrupto, evidentemente llegó de otro planeta, porque sería imposible que surgiera de un pueblo tan bueno.
El gobierno cínico y ratero, los políticos corruptos, los partidos avorazados, los burócratas huevones, los ricos tan abusivos, los intelectuales tan arrogantes, los nacos tan malandros, los mirreyes tan insensibles, los banqueros tan ladrones, los partidos tan coludidos, los empresarios tan ambiciosos, el pueblo tan apático, los sindicatos tan mafiosos, los cárteles tan violentos...
...Qué raro; de dónde saldrá tanto delincuente en un país tan noble, habitado por un pueblo tan bueno y piadoso.
El amanecer de 2017 llegó con una decisión huérfana, ya que al final nadie se adjudicó su paternidad: el gasolinazo. Los méndigos, desgraciados y malditos de nuestros gobernantes, que llegaron de Marte -pues sería imposible que la democracia los extrajera de un pueblo tan bueno y noble-, nos endilgaron otra medida más para seguir saqueando al pueblo, que como no está unido sigue siendo vencido diariamente.

Con petróleo que, según la leyenda patriotera, es de todos los mexicanos, el gobierno nos dio el feliz Año Nuevo con un alza al precio de 40% por vía de los impuestos, que definitivamente no son de todos los mexicanos, ni para pagarlos ni para disfrutarlos.
El pueblo se encabronó, no era para menos, por otro abuso más, de uno de los gobiernos más abusivos, que ha dado uno de los partidos políticos más abusivos en un pueblo que, según el mito que hace de sí mismo, no es abusivo.

La indignación contra el gobierno era totalmente justificada... así que en algunos puntos del país, parte del pueblo salió a las calles a entregarse al saqueo de tiendas de abarrotes, supermercados y almacenes... ninguno de ellos, por cierto, propiedad del gobierno, sino de otros elementos del mentado pueblo.

A primera impresión, el pueblo, enojado con el gobierno, se desquitó con el pueblo. De inmediato surgió la versión aclaratoria: el gobierno, siempre tan cabrón y tan marciano, había contratado a saqueadores para dar la imagen de que el bueno del pueblo no era tan bueno y debía ser reprimido. El pueblo de México es inocente: el saqueo lo hicieron alborotadores pagados, originarios de... vaya, de México, al parecer.

El bueno del pueblo se encabrona con el malo del gobierno, y sale a las calles a chingarse al pueblo. No es la primera vez en nuestra historia que ocurre algo similar. De hecho, la primera vez ocurrió nada más y nada menos que en la primera elección democrática de la historia del país, en 1829. Primera elección que nos trajo al primer candidato derrotado que no aceptó su derrota, levantó al bueno del pueblo en armas y dio el primer golpe de Estado de nuestra historia.

En 1821 Iturbide obtuvo la independencia y fue aclamado por el pueblo, en 1822 fue vitoreado como emperador por el pueblo, y en 1823 fue derrocado por Guadalupe Victoria y Santa Anna... con apoyo del pueblo. En 1824 se juntó el primer congreso que proclamó la primera constitución, en la que se establece a México como una república federal con un sistema presidencial de periodos de cuatro años. Ese congreso eligió a Guadalupe Victoria como primer presidente de México... fue el único que terminó su mandato en los siguientes treinta años.

Durante su presidencia, el embajador gringo en México, Joel Poinsett, creó en nuestro país la Logia Masónica del rito de York y la Logia Masónica el rito escocés, ambas dependientes de la Gran Logia de Filadelfia, de la que casualmente Poinsett era gran maestro. Sin entrar ahora en detalles sobre la masonería, es suficiente saber que las logias eran los partidos políticos de entonces.

Para la elección de 1828 había varios candidatos, dos de ellos muy valientes y antiguos insurgentes, pero casi analfabetas: Vicente Guerrero y Nicolás Bravo, líderes de las respectivas logias. Ante este panorama, en que, sin importar quien ganara, quedaría bajo la influencia del embajador estadounidense, Victoria colocó a otro candidato: su ministro de guerra, Manuel Gómez Pedraza.
La elección se llevó a cabo, Gómez Pedraza ganó, Guerrero desconoció el resultado, y aunque Victoria lo invitó a aceptar la decisión y mantener la paz, el antiguo insurgente, con apoyo de algunos militares como José María Lobato, algunos políticos como Lorenzo de Zavala, algunos intrigosos como Santa Anna, y el respaldo del embajador gringo, desconoció los resultados y comenzó a buscar el poder por la vía de las armas.
El 30 de noviembre de 1828, con un gobierno y un congreso temeroso (hay cosas que no cambian), y ya que no se anunciaba un ganador, José María Lobato comenzó un levantamiento en nombre de Guerrero.
Entonces la multitud, el pueblo bueno, salió a las calles a protestar, hoy como entonces sin saber muy bien por qué, y ya entrados en gastos saquearon los comercios del Zócalo y el cercano mercado del Parián, que era como la central de abastos de entonces. El grito de guerra, el lema legitimador, el cántico heroico del bueno del pueblo, entregado al saqueo, era: ''Viva Guerrero, viva Lobato, y viva lo que arrebato".

LOS TRAUMAS DEL MEXICANO.
Y SUS CONSECUENCIAS EN LA SOCIEDAD A TRAVÉS DE LA HISTORIA 
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LOS MITOS QUE NOS DIERON LOS TRAUMAS

NOTA DEL AUTOR 

xico al psicólogo 

Vamos a mandar a México a unas cuantas sesiones de psicoterapia, cinco serán suficientes para que, analizando algunos de sus mitos, supere los más perjudiciales de sus traumas; lo acostaremos en el diván y lo enfrentaremos contra sí mismo, para ver si la lógica y la razón logran imponerse contra dogmas históricos ridículos que lo atan al pasado. El mexicano es poco colaborador, personalista, egoísta, y no tiene en definitiva el espíritu de colaboración de otros pueblos; el mexicano no sabe y no quiere trabajar en equipo; es desconfiado y ve principalmente por su bienestar sin importarle el valor de la comunidad. El mexicano vive el hoy volteando al ayer; sin pensar en absoluto en el mañana, tiene una extraordinaria visión a corto plazo, lo que en definitiva no lo hace nada visionario. Pero finalmente es imposible llegar a un destino cuando sólo se voltea hacia atrás y se sigue viendo el puerto de partida. Nunca llegará al futuro un pueblo tan obsesionado con su pasado… peor aún, con un pasado mítico. Ese carácter del mexicano es una ineludible consecuencia histórica; entendiendo por historia de México a partir de la conquista del territorio mesoamericano por parte de los exploradores españoles. Tenemos una personalidad como pueblo que no nos ayuda a superarnos y deberíamos llevar a cabo una especie de revolución cultural si es que aspiramos alguna vez a ser algo más de lo que somos. Un pueblo es su historia; los acontecimientos que se suceden en el devenir del tiempo, y la forma en que afectan y se perciben, van marcando la idiosincrasia de una nación, su forma de ser, sus complejos y sus traumas. El hombre es finalmente un ser histórico, y la sociedad, conformada precisamente por un conjunto de seres históricos, se hace así de un inconsciente colectivo, una especie de espíritu popular que rige en gran medida los pensares y actuares de una nación. Ésta es la única forma de explicar que, a pesar de que los seres humanos que forman la sociedad son perecederos, el espíritu de estas sociedades no cambia. Podemos hablar de la arrogancia de los argentinos, la flema aristócrata de los ingleses, lo aguerrido de los alemanes, la sensibilidad de los franceses y la visión mesiánica de los gringos, por poner sólo algunos ejemplos. Y aunque toda una generación muera, estos pueblos no cambian su forma de pensar, es parte de su inconsciente colectivo, y éste tiene que ver con su historia.

PRIMERA SESIÓN 

Viaje al inconsciente del mexicano

Es que los españoles nos conquistaron y nos saquearon, por eso somos pobres… Es que la Malinche nos traicionó y se unió a Cortés (en todos los sentidos posibles), y por eso los españoles pudieron conquistar México. Es que los españoles trajeron todas las maldades y todas las enfermedades, porque aquí no existía ni la malicia ni la corrupción (ni siquiera había caries)… de hecho la gente no se embriagaba (aunque hubiera pulque y dioses del pulque) y los conquistadores se dedicaron a enviciar a los indios. 
Es que México tiene más de 3 000 años de historia, pero los españoles destruyeron nuestra cultura. 
Es que aquí vino de lo peorcito de la escoria de España (y aunque sólo eran 400 de la peor calaña, conquistaron a millones de magníficos ejemplares aztecas). 
Es que no ganamos porque los españoles nos dejaron su mentalidad (aunque España, llena de españoles, que se presume tendrán mentalidad de español, ya ganó el mundial de futbol y se ve lejanísimo el día en que México lo gane). 
Es que la conquista espiritual terminó de destruir a las culturas antiguas (aunque la idolatrada virgencita de Guadalupe sea el principal producto emanado de esa conquista espiritual). 

Lo bueno es que somos humildes… aunque presumimos con orgullo ser los consentidos, nada más y nada menos que de la mismísima madre de Dios (lo cual es bastante soberbio)… que, obvio, nos quiere porque somos pobres… porque los pobres se van al cielo. 

Lo malo es que somos pobres (pensaría uno), lo bueno es que la pobreza es una virtud (dicen los que dicen que saben). Lo malo es que los españoles nos humillaron (según cuenta el mito y su trauma)…, lo bueno es que la humildad (aunque humildad viene de humillarse) es una virtud (según dicen los humildes). 

Lo malo es que ningún país ha salido de pobre gracias a la humildad…, lo bueno es que no nos importa, porque somos pobres pero honrados. Es que Cortés (trauma específico de Diego Rivera) era deforme, jorobado y sifilítico (y aun así conquistó a millones de aztecas que nos describen casi como semidioses).

Es que durante 300 años conquistados, los españoles se llevaron toda nuestra plata y todos nuestros recursos (aunque sigamos siendo primer productor mundial de plata), y por eso somos tercermundistas. 
Lo bueno es que la virgencita de Guadalupe se apareció para traernos consuelo por la conquista. (Lo malo es que la Virgen hizo que el pueblo se conformara con la derrota, y fue de hecho la principal herramienta conquistadora de los conquistadores.) 
Lo bueno es que tuvimos una guerra de independencia, donde el pueblo mexicano, como un solo ser, se levantó en armas contra la tiranía y la opresión de los españoles, y durante 11 años luchó por su libertad, que le debemos, evidentemente, al cura Hidalgo. (Lo malo es que esa guerra, en todas sus etapas, fue encabezada por criollos, comenzando por Hidalgo, básicamente los descendientes de los conquistadores; que durante años los insurgentes, supuéstamente un solo ser, se pelearon entre ellos en vez de atacar al ejército virreinal; que Hidalgo murió a los 10 meses de que comenzara esa guerra de 11 años, y que en 1821 la independencia se dio al amparo de la Iglesia.) Es que los gringos (nuevo conquistador para proyectar nuestro trauma) nos robaron el territorio del norte, por eso no somos una potencia…, o dicho de otro modo: es que somos pobres porque a los gringos no les conviene que prosperemos. 

Lo bueno es que uno de los Niños Héroes se envolvió en la bandera para que los gringos no la mancillaran. (Lo malo es que desde entonces todos los políticos patrioteros se envuelven en la bandera para cometer cualquier tropelía disfrazada de patriotismo…, bueno, y lo malo es que los gringos de cualquier forma capturaron la bandera y se la llevaron como trofeo, y al día siguiente el pabellón de las barras y las estrellas ondeaba en Palacio Nacional.) 
Es que Santa Anna, ese maldito, desgraciado, infame, traidor y pérfido vendepatrias (que no era español sino mexicano) se puso de acuerdo con los gringos y por eso perdimos la guerra contra ellos… porque si esos territorios (que nos robaron arteramente) fueran nuestros, seríamos superpotencia (porque, obvio, desde que se los robaron ya estaba ahí Disneylandia, Las Vegas, el River Mall de San Antonio y los pozos petroleros, que se explotan con capital privado). 
Lo bueno es que somos mejores que los gringos en futbol… (Lo malo es que eso no es cierto.) Es que los franceses intervinieron en México en dos ocasiones, y hasta trajeron a un monarca extranjero (aunque a ese monarca extranjero lo trajeron en realidad otros mexicanos). 
Lo bueno es que el 5 de mayo de quién sabe qué año (1862), en Puebla, las armas mexicanas se cubrieron de gloria cuando Zaragoza derrotó al ejército más poderoso del mundo (eso dicen del ejército francés) y nos dio una gran victoria para la República. (Lo malo es que un año después la bandera francesa ondeaba en la capital mexicana, ya que en el contraataque nos derrotaron, con lo que celebrar el triunfo de la Batalla de Puebla es como festejar que uno termina ganando el primer tiempo en el futbol, aunque al final se pierda el partido… igualito que con el caso de los Niños Héroes.) Es que Porfirio Díaz se convirtió en un terrible dictador y por su culpa hubo una revolución… y claro, por culpa de don Porfirio, no del PRI, no hubo democracia en México en todo el siglo XX. 

Lo bueno es que hubo una revolución social en la que el pueblo mexicano, como un solo ser (otra vez), se levantó en armas contra la dictadura represiva y luchó por democracia, por justicia social, por igualdad, y por hacer de México un país de instituciones y no de caudillos. (Lo malo es que el México emanado de esa revolución, encabezada por el apóstol de la democracia, tuvo una antidemocrática dictadura de partido, tiene más de 50 millones de pobres sin justicia social, sigue sin vivir la igualdad, y aún se tambalea cada que un caudillo amenaza a las instituciones, o las manda al diablo.) Es que Huerta traicionó a Madero. Es que Orozco traicionó a Madero. Es que Zapata traicionó a Madero. Es que Bernardo Reyes traicionó a Madero. (Es que Madero era un incompetente con buenas intenciones al que el país se le caía en pedazos.) Es que Carranza traicionó a Zapata. Es que Obregón traicionó a Carranza. Es que Calles traicionó a Obregón. Es que Cárdenas (sí, el Tata Cárdenas) traicionó a Calles…, cabe señalar que toda esta traicionadera de todos contra todos se dio entre puros mexicanos, y los españoles no tuvieron nada que ver en el asunto. 
Lo bueno (para el gobierno) es que el pueblo mexicano no sabe su historia ni tiene memoria, y entonces todos los que se mataron entre sí en la revolución pueden aparecer como héroes en el mismo monumento. (Lo malo…, lo malo es exactamente lo mismo.) Es que las potencias extranjeras siempre han querido nuestros recursos, por eso los gringos… y los ingleses y los holandeses se robaban nuestro petróleo en el Porfiriato. Lo bueno es que Cárdenas expropió el petróleo, que ahora es de todos los mexicanos y el fundamento de nuestra soberanía. (Lo malo es que tenemos la única empresa petrolera del mundo que está quebrada, que su sindicato la hace del todo improductiva, que extraemos petróleo pero no lo refinamos, y que como el gobierno tiene las ganancias petroleras para vivir, nunca se ve en la verdadera necesidad de hacer reformas económicas… ah, y que el petróleo es un recurso primario no renovable que está por terminarse en nuestro país.) Lo bueno es que después de Cárdenas tuvimos la época del Milagro Mexicano. (Lo malo es que no supimos aprovecharlo.)

Es que el PRI impidió que hubiera democracia. (Lo paradójico es que el PRI fue el resultado de esa supuesta revolución que teóricamente se hizo por democracia.) 
Es que la culpa la tiene el PRI… pero festejamos la revolución que finalmente dio origen al PRI. 
Es que el capitalismo mundial se ha dedicado a hundirnos en nuestra pobreza (aunque ese mismo capitalismo haya sacado de su pobreza a países más pobres, como Corea del Sur, Vietnam o China). 
Es que todos los ricos son malos, malísimos, desgraciados… y todos los pobres son buenos. Ahí están las telenovelas y películas para demostrarlo… por eso Pepe el Toro es inocente… y por eso Juárez es bueno, porque era pobre, y por eso no fue dictador, aunque gobernara 15 años consecutivos sin ganar elecciones y ejerciendo un poder por encima de la Constitución que él mismo apoyó. 
Es que somos pobres pero honrados… con lo que justificamos y hasta enaltecemos la pobreza, razón por la cual nunca saldremos de pobres… lo cual ni queremos, porque los ricos son malos, porque el cochino dinero todo lo ensucia… aunque nos quejamos por no tener dinero… Es que la globalización… Es que el neoliberalismo… Es que Salinas de Gortari no supo llevarnos al Primer Mundo… Es que Mejía Barón no hizo los cambios, no metió a Hugo contra los búlgaros, y por eso perdimos el Mundial del 94. (De hecho Salinas le habló a Mejía Barón para que no hiciera los cambios y perdiéramos…, sólo por fastidiar, porque Salinas es malo… y rico, lo cual corrobora la teoría de que los ricos son malos.) Es que jugamos como nunca…, y perdimos como siempre (igual que nuestros héroes patrios). Es que lo importante no es ganar sino competir… por eso perdemos… eso sí, con la frente en alto… y así, al no ganar, no somos tentados por la soberbia de sentirnos ganadores, y mantenemos la más digna y alta de nuestras virtudes empobrecedoras: la humildad. Es que los árbitros están en nuestra contra, por eso no ganamos los mundiales (aunque no sean los árbitros los que tiran los penaltis, y haya sido Luis Hernández, no un árbitro, el que falló un tiro contra Alemania, a dos metros de la portería, y sin portero). Es que los jueces de los clavados olímpicos están del lado de los chinos… Es que los jueces de la caminata olímpica están en contra de los marchistas mexicanos… Es que el Tratado de Libre Comercio jodió a México (aunque desde 1995 hasta la fecha la balanza comercial del tratado sea favorable a México).

Es que el TLC destrozó el campo mexicano (aunque México sea de los principales exportadores de productos agrícolas a Estados Unidos, y aunque al campo mexicano lo destrozaran entre la revolución y los ejidos cardenistas, totalmente improductivos). Es que Fox no supo hacer el cambio (aunque todos esperaban que el país cambiara sin que nadie en lo personal tuviera que cambiar). 
Es que nuestra soberanía reside en el petróleo, por eso no puede haber ni un centavo de capital privado en Pemex, porque los inversionistas privados sólo quieren saquearnos. (Aunque hasta Cuba y la China supuestamente comunista saquen petróleo con inversión privada.) 
Es que los inversionistas extranjeros sólo quieren volver a saquear a nuestro país (aunque haya inversionistas mexicanos en otros países y productos mexicanos en todo el mundo, pero eso está bien). Es que los capitalistas españoles quieren reconquistar México (aunque Pemex tenga acciones en Repsol y no al revés). Bueno… es que al final nos va mal porque somos un pueblo conquistado… Y ahí está el detalle (como diría Cantinflas): es que hace más de cinco siglos unos 400 aventureros castellanos, guiados por Hernán Cortés, junto a 150 000 indígenas, tomaron Tenochtitlan… y por alguna razón extraña hay un vínculo entre ese lejano acontecimiento y TODAS nuestras desgracias de hoy. —Además de esquizofrenia, presenta usted síntomas preocupantes de ESQUEzofrenia…, pero dígame, señor México… ¿desde cuándo sufre usted de todos estos delirios de persecución? Es decir, supongo que está consciente de todas las contradicciones que ha estado diciendo. —¿Contradicciones, doctor?…, ¿dónde? —Bueno, si usted no es capaz de descubrirlas yo no puedo ayudarle…, es importante que usted mismo descubra el origen de ese terrible complejo de conquistado. —¿COMPLEJO? No se burle, doctor, es que de verdad nos conquistaron, esos méndigos españoles nos fastidiaron y nos destruyeron. —Bueno, pero algo de español tendrá usted… —No me chingue, doctor, yo no tengo nada que ver con esos desgraciados gachupines. —Tlan ti nijpeualtis ka se tlamanti ayohui. ¿Ti mati tlen tlahtolli ti camanalua? —No le entiendo nada, doctor, hábleme en español. —¿EN ESPAÑOL?… pero cómo, si ése es el idioma de los que lo conquistaron, por eso le hablo en náhuatl, para que me entienda, de hecho precisamente sólo le pregunté si comprendía el idioma. —¿En náhuatl?, ¿pues qué me ve cara de indio o qué?

EL TRAUMA DE LA CONQUISTA 

¿Qué tienen en común países como Brasil, Chile, China, Corea, Vietnam, Camboya, Libia, Costa Rica, Filipinas, Holanda o Irlanda? 

Todos en su momento fueron territorios conquistados, colonias del imperialismo europeo del siglo XVII al XIX. Brasil fue de Portugal y Chile de España hace tanto tiempo como México y también durante siglos. China fue invadida y humillada a lo largo del siglo XIX por casi todas las potencias europeas más Japón. Vietnam y Camboya fueron la indochina francesa, se liberaron hace apenas pocas décadas y después de una guerra tan despiadada como fue la de Vietnam. Libia fue parte de Roma, del Imperio Turco y conquistada en tiempos tan recientes como el siglo XX por Mussolini. Costa Rica, Filipinas y hasta Holanda fueron, al igual que México, territorio español. Irlanda fue conquistada y devastada por los ingleses. 

Todos esos países podrían ir por la historia lamentándose de ser pueblos y países conquistados y, desde luego, hacer que las culpas de todas sus miserias recaigan sobre ese hecho. La propia España, antes de conformarse como reino, como la España que hoy conocemos, estuvo siete siglos bajo dominio árabe. Todos esos países, España incluida, están en el siglo XXI por encima de México, desde mucho más abajo nos han superado y se encaminan al futuro. Lo que tienen en común es que todos fueron, en su momento, países conquistados, y también tienen en común que superaron el trauma. México ha visto pasar los siglos y sigue usando la Conquista como trauma fundamental de su identidad y como pretexto para todas sus desgracias. 

México tiene el trauma de la Conquista, pero tiene ese trauma derivado, y esto es lo peor, de un gran mito, de un terrible mito que se ha enseñado de generación en generación como estigma que nunca debe ser olvidado: SOMOS UN PUEBLO CONQUISTADO, NUESTRO ORIGEN ES UNA DERROTA… pero eso nunca ocurrió; el trauma de la conquista se origina en un mito, pues México nunca fue conquistado. Somos el mayor país hispanohablante del mundo, lo cual le demostraría a casi cualquiera que acepte razones y use la lógica, que algo de hispanidad tendremos. Con esa lengua, que determina nuestro pensamiento (es decir que PENSAMOS EN ESPAÑOL), vemos y comprendemos el mundo; con esa lengua le mentamos la madre al español y con ella cantamos y gritamos todo lo que nos enorgullece de México: la música, su gastronomía, sus ciudades coloniales, su vestimenta, su folclor, el guadalupanismo, el barroco, el neoclásico…, todo ello rebosante de hispanidad. Somos un contradictorio pueblo muy necio, que acepta que somos mestizos, pero aun así pretende que México existía milenios antes de la llegada de los españoles. Cada quien tiene derecho a sentirse conquistado, a sentirse olmeca o pretender que desciende directamente de Chimalpopoca. También podemos usar la lógica que intentó extirparnos el gobierno posrevolucionario, y aceptar que nuestro origen está directamente relacionado con España. 

EL SÍNDROME DE MASIOSARE 

Si aceptamos la ridícula idea de que México existe desde hace 3 000 años, porque consideramos que los olmecas eran mexicanos, y de ahí todas las demás culturas, desde teotihuacanos (a quienes desconocemos) hasta aztecas… pues vaya que nos conquistaron. Claro, hablaríamos náhuatl, tendríamos basamentos piramidales, y culto a Quetzalcóatl… lo cual es evidentemente falso, porque el germen de México se levantó sobre las ruinas de culturas mesoamericanas en decadencia, que habían visto su mejor época en los tiempos de la ciudad de los dioses, en el siglo VIII.

Si en vez de aceptar dogmas míticos volteásemos a nuestro alrededor a ver nuestro México, y a nuestro interior, para vernos a nosotros mismos, tendríamos que aceptar que lo que más caracteriza a México, como su idioma predominante, su religiosidad, su arte, podríamos aceptar lo que en realidad siempre aceptamos aunque sea medio forzados, que México es un país mestizo…, lo curioso es que ese mestizaje, lo indio con lo hispano, se acepta, pero aun así se insiste en el México prehispánico. La mezcla de dos componentes no puede existir antes de que existan y se junten esos dos componentes…, lógica simple que nos dice que México, lo que hoy es México, lo que somos, no existiría si no hubiese llegado Hernán Cortés. Si aceptamos eso NO HAY CONQUISTA… no conquista de México, quizás de Tenochtitlan y de los aztecas, y en manos de 150 000 indígenas guiados por Cortés. 

Somos el resultado de la unión y el triunfo. Aprender eso podría hacer que nos uniéramos… y triunfemos. Pero como toda la educación posrevolucionaria se basa en el mito de la conquista, ésa es la idea que no puede soltar el mexicano, y como es un buen pretexto, nos aferramos al mito…, de ello se deriva en México la idea de que el mundo entero es nuestro enemigo: los españoles, Cortés, la Malinche, Santa Anna, Porfirio, los gringos, la globalización, el capitalista extranjero; ahí está la tendencia del mexicano a achacar todos sus problemas a alguna maquiavélica fuerza ajena. Nunca se nos ocurre pensar que los problemas de los mexicanos pueden ser culpa de los mexicanos, principalmente porque somos enemigos unos de otros, lo cual ha ocurrido desde tiempos virreinales, y desde la misma independencia. 

Con la conquista como base, sumada a otros mitos que nos dieron traumas, se deriva el SÍNDROME DE MASIOSARE…, el miedo, el miedo a todo: al otro mexicano, al triunfo, al dinero, a los grandes proyectos, a la verdadera independencia, que es la mental, al pensamiento libre, a asumir la responsabilidad de nuestras elecciones libres… y por supuesto, al español, al gringo, y a cualquier extranjero que conceptualicemos como poderoso y por lo tanto como posible nuevo conquistador. Así pues, el síndrome de Masiosare (nuestro extraño enemigo) está conformado por varios complejos y traumas: • Complejo de conquistado. La idea permanente de que somos un pueblo conquistado y que ese evento marca nuestro destino. Este complejo está determinado por nuestra visión de la historia que nos identifica como descendientes de aztecas conquistados. Se mantiene el trauma porque se mantiene el mito, y se mantiene el mito porque es cómodo y justifica muchas realidades. 

Individualismo y desconfianza. 

Como resultado de los traumas y complejos tenemos a un mexicano metido en sí mismo, desconfiado, cerrado a la colaboración y que desarrolla un comportamiento de individualismo. Una sociedad formada por individuos que no están dispuestos al trabajo en equipo está también condenada al fracaso. 

• Crisis de identidad. Un conflicto del mexicano por definir su origen y su esencia, caracterizado por un enfrentamiento entre lo indígena, lo mestizo y lo criollo. Esta crisis de identidad provoca una desintegración del pueblo. El mexicano reniega en español de su hispanidad y le mienta la madre al español en español; dice aceptar el mestizaje como origen, pero se empeña en un México prehispánico; dice sentirse orgulloso del pasado indígena, pero usa las palabras indio e indígena de manera despectiva. 

• Polarización de la sociedad. Como tenemos políticos ruines y mezquinos, el trauma de la conquista siempre ha formado parte de sus discursos arrastramasas…, pero claro, lo usan porque está arraigado, y lo reiteran desde las canciones populares hasta las telenovelas. Este trauma se convierte en un discurso de ricos contra pobres, malos contra buenos… conquistadores contra conquistados. De este modo, al tiempo que nos sentimos orgulloso de nuestro pluralismo y nuestro pueblo multicolor… no deja de haber discriminación, clasismo y racismo. 

La traición es parte esencial de nuestra historia, tristemente, pero de hecho se nos ha enseñado que nacimos no sólo de la derrota (la Conquista), sino también de la traición, la Malinche y los tlaxcaltecas unidos con el invasor… cuando en esa época no había mexicanos… en cambio sí éramos ya todos mexicanos cuando muchos grupos sociales Aprendemos y enseñamos que todo aquel que no piensa como nosotros es un traidor, así lo manejan los políticos, y así se deja convencer el pueblo. 

• El culto a la pobreza. Amamos la pobreza, le cantamos, le hacemos telenovelas, la enaltecemos y la convertimos en virtud: “soy pobre pero honrado”. La virgencita, elemento de la conquista espiritual, nos quiere porque somos pobres y humildes, con lo que permaneceremos humillados y pobres. Y claro, al ser pobres, un buen remedio psicológico contra la frustración es convertir la pobreza en virtud, pero al convertir la pobreza en virtud nunca salimos de pobres. Cada día de nuestra vida, cada segundo, en cada canción popular y en cada libro de historia regeneramos esos valores que nos alejan del progreso, que nos atan al pasado, que siguen marcando nuestro destino…, y que nos alejarán para siempre del futuro si no logramos cambiar nuestra mentalidad.

ESQUIZOFRENIA Y ESQUEZOFRENIA 

La ignorancia es el mejor aliado de las tiranías, de los que engañan, de los que manipulan masas y pueblos. El conocimiento, la verdad, en efecto, es lo único que nos hace libres; libres de pensar, de elegir, de cuestionar… de tener un futuro. En nuestro país los mitos históricos siempre han servido políticamente, han sido eternamente útiles para mover masas, y ciertos personajes siguen siendo usados en los discursos patrioteros para manipular al pueblo. Mitos hay en todos los países y los ha habido desde el principio de la civilización, el problema es que los mitos terminan por ser parte de la historia, y la historia forma el alma colectiva de un pueblo, forma nuestras ideas, principios y valores. 

Una determinada visión de la historia puede catapultarnos al progreso futuro, o anclarnos a las supuestas glorias del pasado, darnos triunfos o derrotas, sueños o proyectos. Muchos países han despegado gracias a sus mitos, otros, como México, cada vez echan más raíces. Diciéndolo con todas sus letras: la visión oficial de la historia le ha causado a México una terrible patología psicológica que yo he llamado "EL SÍNDROME DE MASIOSARE", esa terrible combinación de males donde se mezclan y se funden todos los trastornos del país y el pueblo: un gran complejo de inferioridad, crisis de identidad, un terrible trauma de conquistado, individualismo, apatía… y ante todo, un terrible delirio de persecución, de miedo al extranjero, todo sumado a una inmadurez crónica que provoca ESQUEzofrenia; la tendencia al “Es que”… al eterno pretexto que nos exculpe de todas nuestras desgracias. Es vital hablar de los mitos de nuestro México, del lado oculto de nuestra historia. ¿Para qué?, para comprendernos mejor a nosotros y a nuestro país, para entender y analizar nuestros errores, para poder corregirlos, analizar nuestra forma de pensar, corregirla en lo que sea necesario y superar traumas y complejos. 

Nos dicen que la historia sirve para no repetir los errores del pasado, pero cuando ésta se enseña dogmáticamente y sin crítica no sirve para nada; la prueba es que los problemas de México a principios del siglo XIX y a principios del XXI son básicamente los mismos: crisis de identidad, individualismo, falta de proyecto, políticos incapaces de negociar, huecos en las finanzas públicas, pobreza, ignorancia… No se puede construir un nuevo país con los mismos viejos mitos de siempre. La desmitificación es a un país lo que la psicoterapia a un individuo; es dolorosa, pero es vital para cerrar ciclos y seguir adelante. Algunos individuos logran superarse a sí mismos gracias a un autoanálisis, y lo mismo puede suceder con un país a través de una buena crítica histórica. Mirar al pasado ayuda a comprender la vida, pero sólo voltear al futuro ayuda a vivirla. Juárez, a quien tanto veneramos en este país, aunque la mayoría no sepa nada de él, dijo alguna vez: “presente y no pasado es lo que México necesita”. 

¿POR QUÉ LOS MITOS? 

Todos los pueblos tienen mitos, ¿pero será que todos los pueblos tienen traumas derivados de sus mitos? Todos los pueblos, naciones y comunidades tienen mitos porque todos tienen historia, y el mito es parte fundamental de la historia. Los mitos cuentan muchas historias y la historia está llena de mitos, formada por ellos. Probablemente el primer mito de la historia en general sea el decirnos que la historia estudia el pasado… es imposible estudiar el pasado, nadie ha estado ahí; la Historia interpreta el pasado. La historia no estudia los hechos del pasado, estudia los discursos que, en el presente, se elaboran sobre los hechos del pasado, y que siempre se llenan de mitos que justifiquen o expliquen dicho presente… finalmente la razón de ser del mito ha sido siempre la misma: dar explicaciones… aunque no sean verdad. Claro que la interpretación que la Historia hace del pasado tiene que estar sustentada en algo, y surge entonces otro mito; es lugar común decir que la historia comienza junto con la escritura, ya que al existir documentos escritos podemos saber lo que ocurrió. Pero es necesario aquí hacer la precisión: al existir un documento escrito, no sabemos lo que pasó, sabemos únicamente lo que aquellos que escribieron dicen que pasó, que no es lo mismo. Todo aquel que escribe, escribe versiones, normalmente con la intención deliberada de alterar, modificar, aumentar, corregir o adornar los hechos de la Historia para que se ajuste a los intereses y necesidades de aquellos que la escriben, como se dice comúnmente: los vencedores. 

La Historia no hace al mito, el mito hace a la historia. 

Pero resulta que es el hombre quien, socialmente y con el paso del tiempo, crea el mito. Así pues, el hombre construye el mito, con mitos se hace a la Historia, el mito se vuelve historia, y entonces el hombre se cree el mito, porque es parte de la historia, porque está escrito (en los libros de historia oficial) o sale en la tele (en series históricas, por ejemplo), y por tanto debe ser cierto. Cuando los vencedores escriben la Historia, escriben la versión más conveniente para sus intereses; se escucha decir que los buenos siempre ganan, pero tal vez sea que los que ganan siempre aparecen como los buenos, precisamente porque ellos escriben la historia. Es decir, la historia es una construcción, se convierte en una herramienta ideológica, y es finalmente un instrumento de la clase en el poder para mover masas y conservar el dominio. De ahí que los héroes y villanos también cambien con los regímenes.

La historia mexicana está llena de mitos por algo muy simple: porque la historia de todos los pueblos y naciones los tiene. Desde los mitos antiguos, como los dioses griegos, hasta los mitos modernos, como ese en el que los gringos salvan al mundo de todos los malos, desde terroristas hasta alienígenas. 

La historia y sus mitos sirven para generar cohesión nacional, para enaltecer a un pueblo, para crear identidad, para que los miembros de una comunidad sientan orgullo de pertenecer a ella… vaya, para impulsar más al pueblo. En este sentido México está lleno de mitos, antiguos, como el águila y la serpiente de los aztecas, o modernos… como el águila y la serpiente de los aztecas. Es decir, en tiempos del tlatoani Itzcóatl, su consejero Tlacaelel inventó el mito del águila y la serpiente para justificar la realidad de su propio pueblo mexica en esa época y situación específica. La historia moderna de México recogió ese mito, dijo que es verdad, lo plasmó en los textos oficiales y en el escudo de la bandera… pero claro, si los analizamos fríamente, que el mexicano se crea como verídica la historia de un pueblo migrando por órdenes de un dios hasta encontrar un águila en un nopal, devorando una serpiente; es como si los italianos se creyeran que Roma fue fundada por dos gemelos que fueron amamantados y criados por una loba, que en realidad era el dios fauno. 

Los mitos de México están en nuestra bandera, en nuestro dinero, en nuestros libros escolares y hasta en las paredes de los edificios importantes, donde los muralistas, al amparo del gobierno posrevolucionario, plasmaron un idílico y perfecto mundo indígena, alterado y corrompido por la llegada de los españoles. Decimos tener 3 000 años de historia porque pretendemos que hasta los olmecas eran mexicanos… y luego, claro está, “todos sabemos” que fuimos conquistados… del mismo modo que “todos sabemos” que Hidalgo es padre de la patria, Iturbide un traidor, Santa Anna un vendepatrias, Juárez el pastorcito que llegó a presidente, Díaz el dictador, la Malinche la traidora. “Todos lo sabemos” aunque nunca nos lo hayamos cuestionado. 

¿POR QUÉ LOS TRAUMAS? 

Está claro entonces que todos los pueblos y los países tienen mitos, pero resulta que el que tiene traumas derivados de sus mitos es México y el mexicano, y eso es porque nuestra historia oficial creó mitos derrotistas y héroes derrotados. Si queremos una historia llena de mitos sólo hay que voltear al norte y ver a nuestro odiadoenvidiado vecino. Un país de más de 300 millones de habitantes de más de 80 orígenes diversos, donde cohabita cualquier cantidad de etnias, culturas, lenguas y religiones, necesariamente requiere mitos de unidad nacional. 

En Europa el mito básico es el nacionalismo, es decir la idea de la lengua y la raza como símbolo de unidad… pero eso es imposible en Estados Unidos. Así pues, lo que une al norteamericano es un ideal, y la idea de que es posible alcanzar este ideal. Le llaman “sueño americano” o American way of life; anhelar el sueño americano, por mítico que resulte, sirve para generar cohesión. Este gran mito tiene varios soportes, y quizás el principal de ellos es la libertad, probablemente la palabra más usada en los discursos políticos de aquel país, seguida de la palabra democracia. Como todo país tiene también un mito fundacional, y en este caso es la migración de un grupo de disidentes religiosos ingleses y neerlandeses en 1620 a las costas norteamericanas. Un grupo de calvinistas puritanos, envueltos en las persecuciones religiosas de la Europa de entonces, decide dejar para siempre el viejo mundo en busca de libertad, religiosa y de todo tipo, y se embarca en el Mayflower, hacia un futuro incierto, pero con una fe inquebrantable en que Dios guiaba su destino. De ese mito fundacional se deriva otro de los pilares básicos del sueño americano: el Destino Manifiesto; la idea de que el mismísimo Dios tiene a un nuevo pueblo elegido; los peregrinos originales y sus descendientes, que hay una nueva Tierra Prometida ofrecida por Dios a su nuevo pueblo, que es América, y que hay un nuevo pacto del pueblo elegido con Dios, y es civilizar el mundo, es decir, moldearlo al estilo norteamericano. Otro pilar fundamental de la estructura mítica de Estados Unidos es el enemigo, el país siempre tiene un enemigo, real o ficticio, de hecho si no lo tiene debe construirlo. 

El primer enemigo fue la propia Inglaterra, luego México, después España, más adelante los alemanes, luego los alemanes convertidos en nazis, después los soviéticos y su comunismo y ahora los terroristas musulmanes que odian la libertad. En el mundo imaginario, plasmado en libros, televisión y películas, están todos esos, más el cambio climático, los asteroides, el Y2K, los alienígenas y demás seres amenazantes. Todo es mito, pero el estadounidense promedio lo cree… y esos mitos gringos impulsan al gringo, lo arrojan hacia arriba, se cree un verdadero adalid de la libertad. No importa si es verdad o no, los mitos nunca han buscado la verdad, pero ese imaginario colectivo impulsa hacia arriba a todo un país multicultural. 

En Grecia su arquetipo heroico son los héroes clásicos de hace siglos, muchos de ellos míticos, los semidioses, o mejor aún, sus grandes pensadores y filósofos. En Francia son expertos en hacer mitos históricos; el mundo occidental entero toma su revolución como la cuna de la democracia moderna y la libertad, y aunque sólo pelearon cuatro semanas en la segunda Guerra Mundial, se rindieron ante Hitler y colaboraron con el régimen nazi… lograron pasar a la historia dentro del bando de los vencedores. 

Tienen a creadores de imperios como Carlomagno y Napoleón… esto aporta a la arrogancia del francés, pero desde luego impulsa su espíritu. Y si de arrogancia hablamos, pasemos con los ingleses; sus arquetipos heroicos son los grandes guerreros, corsarios, soldados, exploradores, conquistadores y políticos que generaron y mantuvieron el imperio británico, desde Sir Francis Drake y Walter Raleigh hasta Winston Churchill, tan desgraciado como Hitler, pero con la ventaja de estar en el lado de los que escriben la historia: los vencedores. Los españoles tienen al Cid campeador y a los caballeros medievales que reconquistaron para la cristiandad las tierras tomadas por el Islam, los noruegos tienen a los grandes exploradores árticos que lograron llegar a donde ni los ingleses llegaron, los italianos tienen al Imperio Romano… todos los países tienen mitos, y esos mitos tienden a encumbrar a grandes triunfadores, precisamente para que ése sea el ideal que persiga el pueblo. 

En México nos hicieron una telaraña mítica de derrotas y derrotados: somos indígenas conquistados por los méndigos españoles, y de ahí en adelante todo es derrota. Cuauhtémoc perdió, luchando con la frente en alto, del mismo modo que perdieron Hidalgo, Allende, Aldama, Morelos, los Niños Héroes (aunque no existieron, pelearon y perdieron). También perdieron Madero, Villa, Zapata… todos lucharon, todos dieron todo, todos mostraron pundonor… y todos perdieron. Jugaron como nunca… y perdieron como siempre. 

¿Es que entonces no hay triunfadores en la historia de México? 

Claro que los hay, pero han pasado a la historia como malvados. Agustín de Iturbide, guste o no a los sacros guardianes de la historia oficial, escribió el Plan de Independencia (Plan de Iguala), negoció con Juan de O'Donojú, firmó con él los Tratados de Córdoba, en los que el último Jefe Político Superior de la Nueva España reconoce la independencia; entró triunfante en la capital, recibió el poder de las autoridades españolas y firmó el acta de independencia el 28 de septiembre de 1821… todo negociando, sin más guerras fratricidas… y es malo. Preferimos como padre de la patria a un cura revoltoso, nada negociador, que inflama a las multitudes y las lanza al saqueo, que a un hombre negociador que logró unir los intereses de todas las partes en conflicto, llegar a acuerdos, firmar la paz y obtener la libertad. Claro que si vemos a los políticos de hoy y a sus seguidores, es evidente que tenemos mucho más del cura Hidalgo que del coronel Iturbide. También tenemos a don Porfirio Díaz, el hombre que terminó con casi siete décadas de matanzas entre mexicanos, de guerra continua, el que pacificó al país, le dio estabilidad, lo hizo respetable y respetado, lo industrializó y lo llevó al progreso…, el hombre que, antes de eso, derrotó a las últimas tropas del imperio de Maximiliano el 2 de abril de 1867 y entregó la ciudad de México a Benito Juárez. Tenemos a un gran hombre, indígena por cierto, que catapultó a México al progreso…, pero lo tenemos como villano, porque eso dice la historia oficial, que en su afán de glorificar una revolución plantea a Díaz como el tirano dictador que la hizo necesaria. 

Tenemos, claro, a don Hernán Cortés, el creador de México, el hombre que se enfrentó a lo desconocido, el que entró a un continente incógnito, indómito e inhóspito con sólo 400 aventureros y derrotó al poderoso señorío azteca; el que supo poner de su lado a decenas de pueblos enemigos y tomar la ciudad más importante de Mesoamérica para dar origen a un reino hispano que con el paso del tiempo se convirtió en el país que hoy somos… pero también quedó del lado de los malos. México nació como país en 1821 y sin identidad alguna, el hombre más rico de aquel tiempo compartía patria con campesinos miserables; evidentemente ninguno de esos dos extremos podía sentir algún lazo de afinidad con el otro. Había una gran diversidad étnica y lingüística que hacía verdaderamente difícil generar un sentimiento de pertenencia. Pasó en México, ¡qué cosas!, como en España: lo único que nos hacía iguales era la religión católica en su versión más fanática y supersticiosa. La no identidad fue problema en todo el siglo XIX, un problema en el que comenzaron a trabajar Juárez y luego Díaz, pero que no quedó solucionado. Tras la sanguinaria guerra civil que los sacros guardianes de la historia oficial llaman revolución, el régimen emanado intentó generar una identidad… y lo logró: la identidad de la derrota, la del indígena, la del conquistado. Ahí, a partir de Álvaro Obregón, pero sobre todo con Cárdenas, se estableció la nueva versión de la historia, la que hasta hoy es incuestionable. 

El gobierno posrevolucionario se dedicó a construir una historia, con sus respectivos mitos, cosa normal, que, como se ha visto, pasa en todos los países; pero para esa construcción tenía que exaltar a la revolución; ésta, y todo lo surgido de ella, tenía que ser gloriosa; así pues, fue necesario que todos los participantes de aquel baño de sangre fueran convertidos en héroes, aunque no compartieran proyecto, aunque se traicionaran, aunque se asesinaran entre sí. Del mismo modo fue necesario deplorar lo anterior a la supuesta Revolución, y a Porfirio Díaz le tocó ser el malo del cuento. La verdadera guerra indiscriminada se dio en tiempos de Madero y a causa de su incompetencia…, pero Madero fue demasiado ingenuo como para ser un buen villano, el papel le quedaba que ni mandado a hacer a don Porfirio. Como don Porfirio, ya etiquetado en el bando de los malos, en su momento luchó por el poder contra Juárez, éste quedó automáticamente dentro de los buenos, aunque también haya sido dictador. Al retomar a Juárez como bandera, se tuvo que retomar el liberalismo que él encabezaba en el siglo XIX, y entonces todos los conservadores, sin distinguir a uno de otro, se fueron al infierno de la historia: Iturbide, Santa Anna, Miguel Miramón… y claro, también se pretendió que la historia de México es una especie de evolución, de transición de lo conservador a lo liberal… aunque en el siglo XXI seamos un país recalcitrantemente conservador, arcaico y supersticioso. 

Ojalá fuésemos lo liberales que pretendemos ser. Pero una vez más, las mitologías no buscan encontrar la verdad sino dar explicaciones, y eso es lo que hace la mitología nacional creada por el régimen revolucionario. Nos crearon mitos, como en cualquier país, pero en vez de mitos que nos arrojaran hacia arriba, aquí nos construyeron una serie de mitos que nos dieron traumas: EL SÍNDROME DE MASIOSARE. 

LA HISTORIA QUE NO SIRVE PARA NADA 

Todos en algún momento nos hemos preguntado la utilidad de estudiar Historia. Desde la primaria nos dijeron que se debe estudiar historia para conocer el pasado, pero ésa es una respuesta demasiado simplista que sólo nos lleva a otra pregunta: ¿para qué sirve conocer el pasado?…, finalmente ya pasó. Entonces de manera más profunda se argumenta: al estudiar historia conocemos el pasado, sólo así podemos comprender el presente… y quizás hasta conocer, prevenir, corregir o asegurar el futuro. A los muy preguntones estas respuestas no les satisfacen, así es que siguen (seguimos) preguntando: ¿cómo?, es decir, qué relación hay entre saber fechas, nombres y datos del pasado, y comprender lo que hoy sucede…, más aún, cómo es posible que eso nos haga adelantarnos al futuro y tomar las medidas adecuadas para corregirlo. Para muchos al final no hay respuesta satisfactoria y entonces la respuesta es más simple aún: pues por cultura. Digamos una cosa claramente: NO tiene caso estudiar historia por cultura general, para ser una enciclopedia ambulante retacada de datos del ayer… eso es inútil, los datos están en los libros, y ahora en internet. 

La historia sólo debe estudiarse si es útil, y es particularmente el historiador el que debe ocuparse en que lo sea… útil para la vida diaria, para solucionar problemas, para, efectivamente, corregir el rumbo. Gran parte de la historia es inútil en México, y a eso se han dedicado los sacros guardianes de la historia oficial, a hacerla del todo obsoleta. Repetir eternamente los mismos dogmas históricos es una labor fatua, por más títulos doctorales que tengan los que a eso se dedican. Estudiar el mito de nuestro pasado perfecto jamás nos dará lección alguna. La historia no sirve para nada…, no por lo menos como se explica en México. Por un lado se enseña de forma dogmática y en un estilo más ortodoxo y hasta inquisitorial que la religión… y cuando la historia no sirve para generar pensamiento crítico, es del todo inútil. 

También dicen que estudiar el pasado sirve para no repetir errores en el futuro… pero cuando lo que se enseña dogmáticamente son mitos, es imposible corregir el futuro con esa base. Finalmente el mayor problema: se nos ha enseñado en México que tenemos una historia gloriosa… y si todo ha sido perfecto y glorioso, pues no hay errores de los cuales aprender. Claro que si todo esto fuese verdad, si México tuviera un pasado glorioso, y entendiéramos que la historia es una serie de causas y efectos, tendríamos claro que un pasado glorioso sólo podría causar un presente glorioso, y que por lo tanto el presente malogrado en que vivimos sólo puede entenderse si asumimos que el pasado ha sido bastante devastador. 

Si fuéramos todo lo que decimos que somos seríamos una potencia mundial, y no lo somos. En nuestro nefasto juego de máscaras nos hundimos en el pasado, con un ancla enorme y una más grande venda en los ojos. Un México que vive del mito de sí mismo y donde tenemos que reafirmar nuestra identidad de forma agresiva gritando: ¡Viva México cabrones! Adicción al pasado y adicción a los mitos; eso es lo que México y el mexicano padecen. Como el adicto de cualquier tipo, el primer paso para solucionar un problema es aceptar que se tiene. 

El mexicano puede aceptar que estamos como estamos porque somos como somos, o vivir en la fantasía de que somos gloriosos, aunque la realidad demuestre lo contrario como parte de un complot mundial contra el país. La primera versión de la historia nos ofrece un futuro… la que se enseña en general hasta el día de hoy es absolutamente inútil y sólo nos hundirá más en el pasado. Mitos y más mitos, la historia y los mitos se entrelazan hasta ser uno mismo, cuando se han enseñado por generaciones y sin derecho a cuestionarlos… pero así como la historia oficial está grabada en piedra, es inamovible y existen aún sus sacros guardianes, evitando toda revisión o reinterpretación, también hay que decir que en el siglo XXI de pronto se puso de moda la desmitificación, que a veces termina por ser igual de estéril o más que la historia de la SEP. 

Durante el siglo XX el régimen estableció quién era el bueno, quién era el malo y quién era el feo, el héroe y el villano, el abnegado prócer y el vendepatrias, no inventaron glorias inexistentes y triunfos que nunca se convirtieron en victorias. Pero de pronto hay epidemia de desmitificadores estériles, de esos que simplemente rechazan de tajo TODO lo que nos han dicho hasta ahora, hacen buenos a todos los malos y viceversa… eso es igual de inútil. El desmitificador estéril es un mercader del mito al que no le importa México sino el dinero, y suele partir de la base de decir al lector: no le creas a la SEP, créeme a mí… con lo que sólo cambiamos un dogma por otro; pero hacer una lista de mitos y más mitos, o meterse a la cama de los héroes que nos dieron patria, tampoco sirve para cambiar al país. Están los que piensan que para desmitificar hay que ser contestatario, y simplemente van en contra por principio, y están los peores de todos, los que pretenden interpretar más de dos siglos de historia desde la óptica de su ideología de hoy, sea de izquierda o de derecha. 

La historia es a un pueblo como su propio pasado a un individuo; hurgar en el pasado sirve para comprendernos, pero luego sólo es útil si lo soltamos y volteamos al futuro. El análisis histórico sirve para psicoanalizar a un pueblo. México tiene muchos traumas que le evitan progresar, que lo hacen enemigo de sí mismo… desmitificar debe hacerse para superar el pasado y soltarlo para siempre, para superar traumas, para poder llegar a un futuro que hoy nos está negado. La historia dogmática y sus sacros guardianes no sirven para nada, el desmitificador estéril tampoco. Hay que desconfiar de todo aquel que, en historia o en lo que sea, pretenda tener la verdad absoluta y la única versión posible. La historia debe servir para generar pensamiento crítico, para hacer análisis, para comprender a profundidad el origen de nuestros traumas, para unirnos como pueblo y no para separarnos más.
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