El protagonista, Johann Moritz es el hombre que sufre las crueles ideologías totalitarias del siglo XX. Moritz es un joven e ingenuo granjero rumano que padece durante la II Guerra Mundial la invasión alemana de su tierra; después, la soviética; y, por último, la `liberación´ americana. Falsamente acusado de ser judío por un vecino -que codiciaba a su mujer, Susana-, es internado en un campo de concentración rumano.
A partir de aquí sufrirá un prolongado ultraje, absurdo hasta el punto de ser propuesto por las SS como modelo del ario a imitar. Precisamente él, que fue acusado de judío. Y hasta fue enjuiciado como criminal de guerra aún cuando no había matado a nadie...
Es deportado a un centro húngaro, a un campo nazi. A un batallón de las SS, donde será propuesto por las SS ¡como un ario a imitar!, él, que fue acusado de judío. Finalmente, caerá en manos de los aliados pero proviene de territorio enemigo y sufrirá todas las torturas y abominaciones, todas las mentiras y las bajezas; incluso así, no perderá la dignidad y la esperanza…
La hora 25 es la hora que sigue al momento final, cuando ya no es posible la esperanza, es “el momento en que toda tentativa de salvación se hace inútil”, en palabras de Traian, uno de los personajes de la obra.
Al final, las ideologías totalitarias –sean del color que sean, de derechas o de izquierdas- terminan siendo opresoras y deshumanizando al hombre hasta extremos insospechados.
La hora 25 es una de las novelas definidoras de nuestro tiempo, una defensa apasionada de la libertad y de la dignidad del hombre en la que millones de europeos reconocieron su drama y su esperanza.
Son los años de la II Guerra Mundial. La osadía de los malvados recae salvajemente sobre los inocentes.
Sobre una base autobiográfica, Constantin Virgil Gheorghiu presenta el drama impresionante de un mundo en el que las formas de opresión se apoyan en la técnica deshumanizadora, en ideologías mesiánicas de signo diverso pero igualmente opresor.
- ¿Qué necesita este niño? (Pregunta el sacerdote al padrino)
- Fe, Esperanza y Bautismo.
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Eleonora West responde a Mr. Lewis:
"Ningún hombre de su Civilización es capaz de alentar una pasión. El amor, esa pasión suprema, no puede existir más que en una sociedad que estime que cada ser humano es irremplazable y único. La sociedad a la que usted pertenece cree justamente lo contrario: que cada hombre puede ser reemplazado. No ven ustedes en el ser humano, y por lo tanto tampoco en la mujer que pretenden amar, un ejemplar único creado por Dios o la Naturaleza en una sola edición.
Para ustedes, cada hombre ha sido creado en serie. A sus ojos, cada mujeres igual a sus semejantes. Y partiendo de ese concepto,es imposible amar. Los amantes pertenecientes a mi sociedad saben que si no logran ganar el corazón de la mujer amada, les será imposible reemplazarla por ninguna otra en el mundo. Esa es la causa de que se maten con frecuencia por esa mujer. Su amor rechazado no puede hallar sucedáneo en ningún otro. Un hombre que me amara de verdad, me daría la impresión de que soy la única mujer que podía hacerle feliz. Me demostraría que soy el ejemplar único, que no puede tener igual en toda la superficie de la tierra. Entonces me convencería de ese hecho.
Un hombre que no dé la sensación de que soy un ser único e inigualable, es que no me ama. Y una mujer que no reciba esa confirmación del ser que ama, es que no es amada. Y no creo que ninguna mujer pueda casarse con el hombre que no ama..."
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"El hombre ha sido reducido a una sola de sus dimensiones: la dimensión social. Ha sido transformado en ciudadano, que no es ya sinónimo del concepto de hombre.
»La Sociedad técnica lo ignora. No le conoce más que en su forma abstracta de ciudadano. Y desde el momento que no le conoce, ¿cómo iba a hacer una revolución por él?
»La revolución actual —dado su carácter específicamente occidental— permanece extraña a todos los intereses de los seres humanos como individuos, como personas".
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