Decálogo de la disciplina
Lo más importante que los padres y madres deben enseñar a sus hijos e hijas después del amor, es la disciplina. La palabra disciplina quiere decir simplemente enseñanza. Y por tanto, no tiene nada que ver con el capítulo de «penitencias y castigos». Aquí les presento diez simples reflexiones sobre la disciplina.
1. La disciplina nace más de los ojos que de las orejas. No se hace con prédicas. Los padres no pueden olvidar nunca que son modelos y espejos para los reclamos y el comportamiento que piden a sus hijos. Tienen que expresar una autoridad que derive de su credibilidad personal. No quiere decir que tengan que ser perfectos, sino que se estén en tensión permanente hacia el testimonio sapiente de la ley que fundamenta la persona humana.
2. La disciplina surge del amor. Sólo puede pretender mucho quien da mucho. Todo aprendizaje, aún el de los límites y estructuras, empieza por la cercanía, de la que los niños aprenden la confianza, el calor, la intimidad y el vínculo afectivo en las relaciones con quienes los rodean. Los niños buscan la felicidad: aman a quienes se ocupan de ellos y quieren su aprobación y su respeto. Si la disciplina se considera como una enseñanza, y se la transmite con afecto, atención y capacidad de dedicación, los niños se sentirán bien cuando tengan que cumplirla. Saber ser luz de los ojos de otros es una sensación que realiza e infunde el amor.
3. Como todas las formas de enseñanza, la disciplina es una tarea de largo alcance. Los golpes y los castigos son sólo una respuesta a la tentación de encontrar una salida ilusoria. Se trata de construir una estructura, y por eso se exige mucho trabajo de base. Los padres tienen que aprovechar cada oportunidad que tengan para sentarse con sus hijos y decirles: «Cuando te comportes de este modo tendré que reprenderte siempre, hasta que aprendas a ser responsable y a saber actuar bien por ti mismo». Es una verdadera declaración de amor. Es como decir: «Te quiero tanto y por eso, a cualquier precio, impediré que te equivoques».
4. El padre y la madre tienen que trabajar juntos, en equipo. Esto sólo sucederá si se nutren alternativamente de intimidad, afecto y comprensión. Muchos padres no se ocupan de sus hijos porque no se ocupan de sí mismos.
5. La disciplina no es una guerra. No hay vencedores y mucho menos, vencidos. Hay que hacer el mayor esfuerzo posible para que las reglas sean construidas entre todos y sean respetadas por todos. Esto hará que los hijos estén más dispuestos a aceptar lo que han contribuido a elaborar, pero sobre todo descubrirán la idea de fondo de que cada existencia y cada forma de convivencia necesitan una «plataforma» que dé sentido, coherencia y cohesión a todo lo que se quiere poner en común. Es también un modo de ayudarlos a comprender que la libertad no es una falta de límites sino un criterio de orientación que necesita un sistema concreto de normas que ayuden a ubicarse de manera consciente y correcta en el mundo.
6. La buena disciplina es preventiva. Las reglas tienen que estar claramente definidas y acordadas. Los padres tienen que ser claros y precisos, porque la disciplina es fuente de seguridad. Tienen que decidir con anticipación qué conductas quieren que sus hijos cambien, y ser concretos con ellos. No sirve de nada decirle a un niño que tiene que ser ordenado. Hay que explicarle que tiene que recoger sus juguetes antes de salir. Hay que decirles exactamente qué se quiere de ellos y demostrarles cómo se hacen. Tienen que aplaudir sus comportamientos correctos y gratificar a los hijos que se portan bien, para que la disciplina exterior no se transforme en el «placer de la autodisciplina».
7. A medida que crecen, los hijos tienen que ir aprendiendo, comprendiendo y aceptando los límites. Los «no» tiene que animar a la relación y no incitar al aislamiento. Hay que hacer participar a los hijos en la discusión. De hecho, después del «no» de los padres, llega enseguida el «¿por qué?» de los hijos. Y ellos tienen derecho a recibir una respuesta. Hay que tener en cuenta la personalidad y el temperamento de cada hijo: en cierto sentido, los límites tienen que estar hechos «a la medida». Respetar las necesidades y los deseos de los niños es algo esencial.
Los padres y madres tienen que aprender a descubrir las diferencias entre necesidades y caprichos. Desde el punto de vista del niño, los límites pueden significar restricciones y generarle malestar y molestias; pero pueden significar también las puertas que los protegen y ayudan a sentirse seguros. Hay muchas buenas razones para poner límites, además de aquellas obvias, que tienen que ver con el cuidado de su integridad física como, por ejemplo, prohibirles jugar con objetos peligrosos como los toma corrientes de la electricidad, el fuego o los cuchillos. Las cosas se complican cuando hay que decidir si un hijo puede volver de la escuela solo, si puede salir a la calle con la bicicleta o si puede quedarse a dormir en la casa de la abuela.
8. Los límites ayudan a crear personalidades fuertes. Si los padres satisfacen cada capricho de sus hijos, los niños crecerán débiles y serán cada vez más incapaces de soportar las frustraciones. Los padres que con la mejor intención buscan evitar a sus hijos cualquier sufrimiento, pueden llegar a privarlos de la posibilidad de desarrollar capacidades para saber enfrentar las dificultades.
9. Los límites ayudan a desarrollar las propias capacidades. El niño que quiere llamar la atención, o reclama un determinado juguete o quiere desarrollar una determinada actividad y tiene que esperar o renunciar, aprende también a ser flexible y paciente, a buscar alternativas, a ser creativo, todas cualidades que serán muy útiles para su vida. La frustración estimula al niño a utilizar sus propios recursos, siempre que el «no» sea naturalmente razonable y no le genere desesperación.
10. Las reglas deberían tener siempre consecuencias. Es importante que las consecuencias estén determinadas siempre con coherencia y antes de que la regla sea violada. Si el niño reconoce que la regla es justa, seguramente no se rebelará cuando sus padres la hagan aplicar. Como en todas las cosas de la vida, las reglas no pueden ir contra las necesidades y los deseos de las personas. La disciplina tiene que tener un carácter propositivo y promocional; no puede ir nunca separada de aquél «si quieres» que caracterizó de un modo tan especial la pedagogía de Jesús con sus contemporáneos.
Decálogo de la autodisciplina
1. Trate de hace todo bien, desde el principio hasta el final, cuidando los detalles.
2. Planee con tiempo cada una de las actividades; así se evitarán las improvisaciones.
3. Ponga atención y concentración: requiere esfuerzo pero vale la pena por la calidad obtenida.
4. No se acelere; serenidad, calma, pero sin pausa.
5. Revise las cosas dos veces. Tenga una actitud permanente de autoevaluación de sí mismo y de todo lo que hace. No se conforme, vuelva a intentarlo.
6. Cuidando las cosas pequeñas, la calidad se convierte en excelencia: cada vez poco mejor.
7. Tenga ojos para ver lo que otros no ven: detalles que pueden ser mejorados. Detecte los problemas cuando son pequeños y soluciónelos en ese momento.
8. Una persona sana es aquella que mantiene un equilibrio en los aspectos físico, mental, emocional y social.
9. Son muchas alternativas que tenemos para desarrollar la disciplina, como las actividades al aire libre, los deportes, juegos de mesa, culturales y las bellas artes.
10. Disciplina en nuestro ser, mas calidad en nuestras actividades, da igual a excelencia.
Que implica la disciplina en la familia:
-Conceder prioridad a los compromisos de la familia
-Estar a tiempo en nuestros compromisos para no tener contratiempos
-Realizar oportunamente las actividades sin necesidad de que nos lo pidan
-Mostrar estima por otros, haciendo lo que es correcto en el momento oportuno
Estrategias de Disciplina
para los Niños Pequeños
La disciplina no es un castigo. La disciplina ayuda a que los niños aprendan a comportarse de manera adecuada para su edad y su nivel de desarrollo. Los niños nunca deben sentirse amenazados ni temerosos. Debemos enseñarles con amor y respeto.
DESDE EL NACIMIENTO HASTA LOS 3 AÑOS
Los niños muy pequeños no tienen razonamiento suficiente y necesitan algún tipo de intervención por parte de los adultos que los oriente o proteja. A veces los niños lloran o tienen rabietas porque están enfermos, o tienen hambre, sed, o mucho calor; o están muy cansados, demasiado estimulados, o se sienten abandonados. Los adultos deben reconfortar a los niños y evitar que se sientan incómodos, tratando de satisfacer sus necesidades físicas y
emocionales. Cuando un niño muy pequeño se porta mal, las formas básicas de disciplinarlo son la supervisión, la distracción y la reorientación.
DE LOS 3 A LOS 8 AÑOS
Los especialistas en materia de disciplina infantil siempre recomiendan las siguientes estrategias para niños a partir de los 3 años:
1. Establecer límites. El establecer límites de manera coherente ayuda a que los niños se sientan tranquilos y seguros.
• Reduzca sus expectativas a los términos más básicos y sea constante. (por ejemplo: "Sé bueno con tu amigo").
• Use instrucciones positivas con un tono amable (por ejemplo: "Por favor guarda tu juguete ahora mismo").
• Cuando le pida algo, hágalo de forma positiva (por ejemplo: "Por favor, habla en un tono más
bajo y calmado", en lugar de decir: "¡No grites!").
2. Ignorar. Algunos comportamientos que no son
peligrosos para el niño o para los demás
deberían ser ignorados (por ejemplo: el tono
quejoso, el discutirlo todo, el usar malas palabras,
o el tener alguna rabieta). Si usted no
ignora algunos de estos comportamientos, se la
pasará corrigiendo al niño y le estará prestando
atención a comportamientos negativos en lugar
de positivos. A menudo es difícil ignorar a los
niños. Las siguientes son algunas pautas que se
pueden seguir cuando uno está tratando de
ignorar ciertos comportamientos:
- Evite discutir o mirar al niño a los ojos
- Aléjese del niño, pero permanezca en la habitación.
- Decida cuáles son los comportamientos que usted puede ignorar.
- Distraiga al niño haciendo algo que le guste compartir con usted (por ejemplo: "¡Mira el elefante que hay en este libro!".)
- Alabe un comportamiento positivo (por ejemplo: "Me gusta mucho cuando en vez de gritarme me explicas por qué estás enojado").
3. Tiempo Aparte. ("Time out" en inglés; se trata de apartar al niño de los demás por un periodo de tiempo limitado.) Es un método que usan algunas familias para ayudar a los niños a calmarse y recuperar auto-control, y también le permite tiempo al adulto para recuperar su propio sentido de autocontrol. No todos los expertos en el desarrollo infantil están de acuerdo sobre si el uso de este método es bueno para los niños. Para las familias que decida usar el tiempo aparte recomendamos lo siguiente:
- Nunca use el tiempo aparte con niños menores de dos años.
- Elija un lugar donde el niño pueda recuperar el control y calmarse.
- Sea selectivo y decida cuáles son los comportamientos negativos que indican que la penitencia es un método apropiado.
- Decida el período de tiempo en que el niño estará aparte y comuníqueselo al niño. Sugerimos: si los niños tienen 3 años, un máximo de 3 minutos; si tienen 4 años, un máximo de 4 minutos; y para los que tienen 5 años, un máximo de 5 minutos.
- Empiece a contar el tiempo de penitencia después que el niño se haya tranquilizado por o menos por dos minutos. Es importante darle al niño cierta práctica para que aprenda a calmarse y a recuperar el control.
- Para aquellos niños que no quieren permanecer en penitencia por un cierto período, se debe agregar la pérdida de algún privilegio (por ejemplo: "Hoy no podrás andar en bicicleta").
- Use las palabras "si" y "entonces" para dar las advertencias, y sea constante. ("Si no te quedas en silencio, en penitencia, durante 3 minutos, entonces esta noche no podrás ver televisión.)
- Cuando el niño haya cumplido su tiempo aparte, hay que buscar oportunidades para enseñarle comportamientos positivos (por ejemplo: "José busquemos una mejor manera de demostrarle a Pedro que estás enojado con él, en lugar de pelear").
4. Enseñar las Consecuencias. A veces los padres le pueden enseñar al niño a no repetir un comportamiento negativo si le advierten o le avisan lo que le puede pasar como consecuencia de su acción. Cuando la seguridad del niño (por ejemplo: si está jugando con fósforos y se puede quemar) está en peligro, este método no debe ser usado. Ejemplos de las consecuencias podrían ser: (1) El niño continúa tirando la pelota a la calle después de que se le ha pedido que no lo haga, y la pelota desaparece por el agujero de la alcantarilla;(2) el niño dibuja sobre la pared y el
padre le quita los lápices de color; (3) el niño llora sin parar porque quiere un juguete de una tienda y los padres se lo llevan a la casa. Siempre hay que explicarle al niño cual es la conexión
entre su comportamiento y las consecuencias.
5. Pérdida de privilegios. Cuando un niño tiene edad suficiente para entender que se le quitará un privilegio, si continua comportándose mal, esto puede ser una experiencia instructiva:
- Le ofrece al niño la opción de controlarse o de perder un privilegio y le enseña que sus opciones o sus acciones tienen consecuencias. No es justo quitarle un privilegio a un niño si no se le ha advertido sobre cuáles van a ser las consecuencias. Es importante tener en cuenta el nivel de desarrollo del niño al determinar si el comportamiento merita la suspensión de un privilegio en particular. Por ejemplo:
- A LOS 3 AÑOS: Si el niño le tira arena repetida mente a los otros niños, pierde el privilegio de quedarse jugando en la arena.
- A LOS 4 AÑOS: Si bota la muñeca de su hermanita en el basurero, pierde el privilegio de jugar con los juguetes de su hermana.
- A LOS 5 AÑOS: Si le escupe a su hermano mayor, no se le lee un cuento antes de acostarse.
- A LOS 6 AÑOS: Si destroza el rompecabezas de su hermano o hermana, debe quedarse adentro de la casa mientras sus hermanos monta bicicleta.
- A LOS 7 AÑOS: Si contesta faltando el respeto, no se le permite que mire su programa de televisión preferido.
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