Te encontré y no lo sabía
TRABAJABAS EN UNAS MINAS
Jesucristo, yo Te encontré y no lo sabía. Caminaba yo
por los senderos de la vida, buscando y pensando. Quería conocer sobre todo al
Hombre y al Universo. Y, sin saberlo, Te encontré. Estabas solo. Y parecías algo
tímido. Descansabas, sentado a la vera de un camino escondido. Jamás he podido
olvidar aquellos tus ojos, grandes y profundos y aquella tu mirada que parece
ver cosas diferentes, ocultas para nosotros: todo lo que está más allá de ese
velo opaco y pegajoso que es la materia. Esa mirada da a tu rostro una
transcendencia, serena y precisa, pero algo melancólica, profunda,
exclusiva.
Tu blanca túnica, inconsútil, ligera, sacudida por el
viento, estaba manchada y rasgada. Sobre tu cara brillaban las oscuras gotas de
sudor mezcladas con lo que podía ser carbón o estaño.
Tú me miraste unos segundos largos, y me dijiste:
"Trabajo en las galerías de esas minas donde mueren de silicosis los hombres".
No sé si había una sonrisa o una amenaza en tus ojos. Te levantaste y comenzaste
a caminar, atravesando los campos y las montañas. Yo no sabía que eras Tú.
TE ENCONTRÉ EN UN HOSPITAL
Te hallé otro
día en la mañana ardiente de un verano pastoso. Estabas tendido en la cama de un
hospital mugriento. Respirabas con dificultad. Se oían los quejidos largos de
los tuberculosos, de los alcohólicos, de los drogadictos, de los sidatas, de los
incurables. Yo pasaba, observando, buscando al Hombre y la Vida. Tú abriste los
ojos enfermos hacia mí. Había mucho dolor y mucha soledad en tu mirada. Tus
labios resecos dijeron algo que yo no comprendí. Y cerraste los párpados, como
si quisieras dormir. Cuando, al día siguiente, regresé al Hospital para verte de
nuevo, ya no estabas. La cama vacía me hizo pensar, y pregunté por Tí. Una
enfermera me dijo: "Se lo llevaron. Murió ayer. Era un leproso, enfermo de SIDA,
drogadicto y anciano que cumplía una condena". Yo no sabía que eras Tú.
EN UN CEMENTERIO CÓSMICO TE REVELASTE
Otro día
visitaba yo aquello que parecía un cementerio cósmico. En él se van amontonando
los cadáveres abandonados, desconocidos, de desaparecidos, de todos los hombres
y mujeres, niños y jóvenes, de todas las ideologías y religiones, pueblos y
razas que murieron injustamente, colgados, guillotinados, fusilados, torturados,
quemados, destrozados. No sé si era una enorme cárcel del pueblo, una checa o un
gran campo de concentración, un sótano oscuro y helado de algún palacio, o un
Gólgota Universal. Ignoro en qué país o continente estaba. Sólo sé que Tú
también estabas allí, pero vivo, y que en aquel día amarillento, crepuscular,
silencioso, Te acercaste a mí, y me revelaste sin amargura y con mucho dolor en
tu rostro: "Yo soy Jesucristo: el Obrero, el Incurable moribundo, el
Encarcelado, el Torturado, el Ajusticiado, el Asesinado". Y allí en la húmeda
tranquilidad de aquel cementerio, cárcel, campo de concentración, sótano, checa
o Calvario, Te quitaste la brillante túnica blanca, inconsútil, y yo pude ver
las llagas de tu cuerpo hermoso, y las señales de espinas clavadas en tu cabeza,
y las huellas de los vibrantes latigazos, y las lanzadas, y los clavos de
hierro.
LA ENCARNACIÓN DE TODOS LOS QUE
SUFREN
Tú, Resucitado,
eras el Hombre: el Hombre Torturado, el Condenado, el Sacrificado. Tú eres la
Encarnación de todos los que sufren. Te comprendí, aunque no completamente.
Desde entonces Te admiro y Te amo, y siempre Te recordaré. Aquel fue el día de
la grande e inesperada Revelación.
REGRESA AL MUNDO Y
HABLA
Quiero también
decirte que deseo mucho verte. Han pasado varios años, y tu imagen se desvanece
ya en mí y en el mundo. Si regresaras, podrías devolvernos la sonrisa a los
hombres que sentimos dificultad en ser felices. Yo sé que lo sabes todo porque
eres el Hijo de Dios. Pero permíteme que Te comunique mis temores, si decides
regresar.
LO QUE SUCEDERÍA
Si defiendes la
pobreza y a los pobres, y atacas tan duramente a los ricos como lo hiciste en
Palestina, dirán que eres un demagogo y un subversivo, y para muchos, serás
sospechoso. Los que ahora defienden o dicen defender a los Obreros, afirmarán
que eres un Utópico Soñador y que la Sociedad del Amor que proclamas, no es más
que "el opio del pueblo". Te exigirán que seas "neutral", porque Neutral debe
ser la Religión, como si Tú hubieras podido ser Neutral ante Juan Bautista y
Herodes, a quien llamaste "Zorro", ante la mujer adúltera y los hipócritas que
la querían apedrear. Ahora no podrías llamar "Zorro", ni "Sepulcros
Blanqueados", ni "Raza de Víboras" a nadie ni a ningún dirigente, porque los
servicios de inteligencia de algún país. Te seguirían los pasos, Te ficharían y
Te harían desaparecer. No podrías acusar a los Fariseos y Fariseas actuales (Las
mujeres de ahora son iguales a los Hombres en todo), porque son demasiados y no
se vería bien.
Aquellos que cargan sobre los demás pesos y leyes que
ellos mismos no pueden soportar, Te acusarán de anárquico, ácrata y
desestabilizador. Dirán que tu Ley del Amor no es suficiente para que los
hombres sepan qué hacer. Te harán escoger y pronunciarte a favor o en contra de
los bloques en que está dividido el mundo.
Si trabajas por la Justicia Social en favor de los pobres y obreros te
llamarán "Rojo". Y si no lo haces, Te tildarán de "Neo-Capitalista",
"Explotador" o "Involucionista". El pueblo Te aclamará cuando Tú les hables del
Reino de Dios que es de los pobres, pero luego pedirá tu crucifixión de nuevo,
cuando les digas que no es de este mundo, y que Tú no quieres ser un Jefe, ni un
Mesías Político. Entre todos, Te matarían otra vez, aun aquellos que
curiosamente repiten tu Nombre y utilizan tus imágenes. Por favor, no traigas
contigo los látigos que hiciste contra los mercaderes del Templo. Tendrías que
usarlos, y Te perseguirían por "Revolucionario". Hay tantos
mercaderes...!
Te encuentro en los sitios más inesperados. Pero después
Te vas y desapareces. Los que Te encarnan, no lo saben. Y se vuelven violentos y
aman lo terreno. Esta es la realidad. ¿Te parece triste?. El otro día Te ví
hurgando en un contenedor. Tenías hambre y eras forastero. ¿Es así?. Lo he leído
en Mateo, 25.
En este capítulo del Evangelio según Mateo, he leído la
descripción que hiciste del llamado “Juicio Final”. Y Tú dijiste textualmente:
“Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles,
entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de Él todas
las naciones, y Él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las
ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su
izquierda”.
“Entonces dirá el Rey a los de su derecha: Venid,
benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros
desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de
comer; tuve sed y me disteis
de beber; era forastero y me
acogisteis; estaba desnudo y
me vestisteis; enfermo y me
visitasteis; en la cárcel y
vinisteis a verme”.
Entonces los justos Te preguntarán cuándo sucedió todo
esto.
Y el Juez Supremo, que serás Tú, Jesús, les responderás:
“En verdad os digo que cuanto
hicisteis a unos de estos hermanos mios más pequeños, a mí me lo
hicisteis”.
Con estas palabras y esta descripción, Tú, Jesucristo, te
identificabas con los más pobres, los marginados, los que sufren, hasta con los
encarcelados. Jesucristo, Te vemos cada día, Te escuchamos, hablamos contigo. Y
no lo sabemos. No caemos en la cuenta de esta revolucionaria realidad.