EL Rincón de Yanka: marzo 2020

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martes, 31 de marzo de 2020

¿CÓMO HACÍAN ORACIÓN LOS PRIMEROS CRISTIANOS? 🙌




¿Cómo hacían oración los primeros cristianos?

LA ORACIÓN EN LOS PRIMEROS CRISTIANOS

¿COMO HACÍAN ORACIÓN?


La oración cristiana hay que situarla en línea de continuidad con la tradición orante del pueblo de Israel. Lógicamente los cristianos van a estar muy vinculados a la oración de Jesús, puesto que el mismo Señor les indicó la forma de hacerlo, cuando se lo pidió uno de sus discípulos y les enseñó el Padrenuestro (Lc 11, 1-4).
Como textos representativos de la primitiva oración cristiana figura lo dispuesto en la Didaché donde se señala un criterio oracional distinto de la praxis judaica y se hace hincapié en seguir la recitación de Padrenuestro, «como mandó el Señor en su Evangelio (…). Así orad tres veces al día» (Did., VIII, 2-3). En la misma Didaché encontramos, a continuación, unas oraciones de acción de gracias, que debieron formar parte de la plegaria eucarística de una comunidad judeocristiana (Did., IX-X).

La Carta a los Corintios de san Clemente Romano termina con una larga oración de clara textura eucarística (Ad Cor. LIX-LXI). Un carácter más dramático nos ofrece la breve oración pronunciada por san Policarpo poco antes de consumar su martirio (Mart. Poly., 14).
De los testimonios que acabamos de presentar, aunque existen motivos y contenidos diversos en la oración cristiana, el cañamazo literario sobre el que se expresa es el de la berekah, la bendición judía, cuyo esquema comprendía una invocación divina –recuerdo de las intervenciones divinas del A. Testamento–, y una doxología.
Otra observación que aflora inmediatamente es que se mantiene la tradición de la plegaria horaria judía (mañana, mediodía y tarde), pero se cambia el contenido; no será el Shemá Israel («escucha Israel») (Dt 6, 4-7), sino el Padrenuestro. Otro tanto se podría decir de las celebraciones dominicales de la eucaristía, atestiguadas por san Justino (I Apol., LXVII, 3), que recuerdan las del shabat judío.

En el momento de amanecer y al caer la noche, el cristiano se recoge en oración, medita la Escritura o canta un salmo (Tertuliano, De orat., 23). También era una herencia judía la oración de bendición antes de las comidas (Tertuliano, De orat., XXV, 4). Se puede decir que el carácter religioso de mesa era tal que los cristianos excluían de ella a los paganos.
Si fijamos nuestra atención en naturaleza de la oración cristiana, Clemente de Alejandría, no sin cierta vacilación, nos la definirá como trato o «conversación con Dios» (Strom., VII, 39, 6). De ahí que la oración, por muy vocal que sea, requerirá siempre la atención de la mente de quien la recite, precisamente por ser una forma de interlocución. Al verdadero sabio cristiano (gnostikós) las oraciones cotidianas se convierten en camino que lleva a la contemplación. Escuchemos de nuevo a Clemente:
«También sus ofrendas son plegarias, alabanzas, lecturas de la Escritura antes de la comida, salmos e himnos para las comidas y antes del descanso, y de nuevo plegarias por la noche. Con esto él [el sabio] se une al divino coro, inscribiéndose para una contemplación eterna por su constante recuerdo (…). Reza de cualquier modo y en todos los sitios: en el paseo, en la conversación, en el descanso, durante la lectura y en las tareas intelectuales; y aunque sólo reflexionara en el aposento, sin embargo, Él esta cerca e incluso delante del que conversa» (Strom., VII, 49, 4-7).
Como Clemente, Orígenes está también profundamente convencido de que la vida del cristiano ha de ser una continua oración, dentro de la cual la oración diaria tiene un lugar insustituible (De orat., XII, 2). El gran pensador alejandrino escribe un breve tratado Sobre la oración, en el que comenta el Padrenuestro y da valiosos consejos para hacer mejor la oración.
Sugiere para que la oración sea fructuosa, tener como disposición inicial una actitud que la lleve al apartamiento constante del pecado y al empeño incesante de liberarse de las afecciones y pasiones. Como actitud positiva aconseja situarse en la presencia de Dios:

«Es sumamente provechoso al pretender hacer oración ponerse –durante toda ella– en actitud de presencia de Dios y hablar con Él como quien está presente y lo ve. Pues así como ciertas fantasías recordadas por nuestra memoria suscitan pensamientos que surgen cuando aquellas se contemplan en el ánimo, así también hay que creer será útil el recuerdo de Dios que está presente y que capta todos los movimientos, aún los más leves, del alma mientras ésta se dispone a sí misma para agradar a quien sabe que está presente, y que va y examina el corazón, y que escruta las entrañas.

Pues en la hipótesis de que no recibiese otra utilidad quien así dispusiera su mente para la oración, no se ha de considerar pequeño fruto el hecho mismo de haber adoptado durante el tiempo de la oración una actitud tan piadosa» (De orat., VIII, 2).
Con estas disposiciones previas, la oración de cristiano se debe desarrollar en una ascensión gradual. El primer escalón está representado por la oración de petición. Otro grado de oración es el de quien acompaña la alabanza de Dios con la oración de petición. El punto más alto del orar cristiano se alcanza en la oración interior, sin palabras, que une al alma con su Dios (Orígenes, In Num. hom., X, 3).

Orígenes no sólo era un excelente biblista y un gran teólogo, sino que como subraya Benedicto XVI: «A pesar de toda la riqueza teológica de su pensamiento, nunca lo desarrolla de un modo meramente académico; siempre se funda en la experiencia de la oración, del contacto con Dios».

Su doctrina sobre la oración contribuyó decisivamente a fomentar la piedad en el Oriente cristiano, especialmente en el mundo monástico, a partir del siglo IV. También influirá en la mística de Occidente, a través, sobre todo de san Ambrosio.
En el Occidente surgen igualmente tratados sobre la oración, que son comentarios al Padrenuestro, debidos a la pluma de dos autores latinos, Tertuliano y Cipriano. Coinciden con los alejandrinos en la necesidad de orar y en las disposiciones del alma, pero difieren al centrarse más en la nueva forma de oración, que enseñó Cristo y sólo los cristianos conocen, porque sólo ellos tienen a Dios por Padre (Tertuliano, De orat., 2). San Cipriano sitúa al cristiano que reza el Padrenuestro en el contexto de la filiación divina. Escuchemos lo que nos dice:
«Oremos, hermanos amadísimos, como Dios, el Maestro, nos ha enseñado. Es oración confidencial e íntima orar a Dios con lo que es suyo, elevar hasta sus oídos la oración de Cristo. Que el Padre reconozca las palabras de su Hijo, cuando rezamos una oración» (De orat. dominica., 3).
LA POSTURA AL REZAR

Las posturas que utilizaban los primeros cristianos para orar eran variadas y estaban inspiradas en la Biblia: de pie, de rodillas, inclinado y en postración. La forma más común es la del «orante», que aparece en numerosas representaciones iconográficas, a partir de los primeros siglos.

Tertuliano le da a esta manera de orar un valor de símbolo, porque imita al Señor sobre la cruz (De orat., 18-25). Por su parte, Orígenes prefiere esta postura orante:
«Siendo innumerables las posiciones del cuerpo, la postura de manos extendidas y ojos alzados ha de preferirse por reflejar así la misma disposición corporal una como imagen de las disposiciones interiores que son convenientes al alma en la oración. Y decimos que esta es la postura que se ha de guardar, si no hay alguna circunstancia que lo impida» (Orígenes, De orat., XXXI, 2).
La postura de poner las manos juntas no se empleaba en la Antigüedad, es un gesto de origen germánico de carácter feudal que el vasallo hacia a su señor, y que en la Edad Media se incorporaría en algunos usos litúrgicos.
La oración dirigida a Cristo se muestra, especialmente, en la orientación que adoptan los cristianos, a comienzos del siglo II, y que se impone ampliamente en Oriente y Occidente, durante el siglo III. Se ora vuelto al Oriente, porque de Oriente se espera que venga de nuevo Cristo, y en Oriente está el paraíso, anhelado por todos los cristianos. No hay que olvidar que la “luz viene del Oriente” (Ex oriente lux), y que esa luz la entendían los primeros fieles como referida específicamente a Cristo (Jn 3, 9. 19; 8, 12; 12, 46).
A la «orientación» se añade, ya desde el siglo II, la práctica de orar ante una cruz, que se coloca en la pared (en madera o pintada), de forma que quien vaya a rezar esté de cara al Oriente. La cruz como signo glorioso precederá al Señor en su segundo advenimiento desde el oriente. El uso de la señal de cruz estaba muy arraigado entre los primeros creyentes. A finales del siglo II, Tertuliano escribía:
«En todos nuestros viajes, en nuestras salidas y entradas, al vestirnos y al calzarnos, al bañarnos y sentarnos a la mesa, al encender las luces, al irnos a la cama, al sentarnos, cualquiera que sea la tarea que nos ocupe signamos nuestra frente con la cruz» (De cor., 3).
En resumen, podríamos decir que hacer este signo es ya hacer oración. O mejor, dicho por Benedicto XVI:
«Hacer la señal de la cruz (…) significa decir un sí público y visible a Aquél que murió y resucitó por nosotros, a Dios, que en la humildad y debilidad de su amor, es el Todopoderoso, más fuerte que todo el poder y la inteligencia del mundo».

VER+:

Las catacumbas: los símbolos

El orante: esta figura, representada con los brazos abiertos, es símbolo del alma que vive ya en la paz divina.
(Según mi humilde opinión, es símbolo del cristiano que vivió -"Vivir en el Espíritu"- alabando, glorificando y adorando al Señor de Señores. Ya que, por nuestra Fe en Cristo, ya hemos resucitado en y por Cristo Jesús).


Cuando levanto mis manos. SAMUEL HERNÁNDEZ



lunes, 30 de marzo de 2020

BAJEZAS DE LOS PAÍSES BAJOS: HOLANDA NO HOSPITALIZA ANCIANOS NI DÉBILES: GERONTOFOBIA, EDADISMO Y GERONTOCIDIO 👴👵

Mark Rutte, el demagogo-liberal 
primer ministro holandés que niega ayuda 
de la UE a ItaliaEspaña


Bajezas de los Países Bajos

¿QUÉ HAN APORTADO A LA HUMANIDAD ÉSTOS BÁRBAROS? Ah sí, el casete, una de sus mayores aportaciones a la humanidad, creada por Philips en 1962.

"En Holanda las primeras ciudades -pequeñas- son apenas del siglo XIII: Brujas, Gante, Amberes, Amsterdam. Los holandeses solo llevan 700 años civilizados -viviendo en ciudades- y se les nota. Su comportamiento es de vergüenza ajena, pues ellos son tan bestias que no la tienen, es de racistas, engreídos y estúpidos". Luis Racionero 
Holanda es el país de las hermosas ciudades patricias, con tejados de gabletes y muros de ladrillo, con canales, esclusas, jardines primorosamente cuidados e, incluso, hospitales alegres, como el que pude visitar en Groninga, donde debe ser de mal gusto estar enfermo. Holanda la habita gente agradable, educada, discreta, realista y bastante guapa, alta y atlética. En fin, Holanda es un país más perfecto que la pretendida utopía nórdica, ese infierno sin sol donde la gente se suicida y la depresión alcohólica es el humor predominante entre los beneficiarios del Estado del "Bienestar". Vivero de excelentes pintores, audaces marinos y célebres científicos, Holanda, el país de Erasmo y de Huizinga, es el ejemplo de nación burguesa, más que Inglaterra y Francia. Tolerante, juiciosa, nada heroica, rebosante de buenos alimentos, comodidades y sentido común, encarna el ideal del liberalismo burgués de los últimos tres siglos.


Pero de los Países Bajos también han salido la desesperación trágica del Rembrandt viejo, la esquizofrenia de van Gogh y las siniestras cuadrículas de Mondrian. Allí, durante el siglo XX, eclosionaron los peores engendros del racionalismo, y el viajero que se dé un paseo por los nuevos barrios de Amsterdam o por las ciudades de Flevoland podrá entender hasta qué punto la razón es una droga y su abuso uno de los peores vicios. Por eso, no me ha sorprendido nada la reacción de rechazo de los holandeses ante el cuidado y los sacrificios "irracionales" que españoles, italianos, griegos y supongo que todos los europeos bien nacidos hacemos por nuestros padres, abuelos, tíos, madres y demás parentela que ha superado la sesentena. Es curioso que los defensores del relativismo sean inflexibles y nada tolerantes a la hora de imponer ciertos derechos como el aborto, la eutanasia o el triaje, al mismo tiempo que impiden que la sociedad castigue de manera ejemplar a los peores criminales.

La práctica del triaje, llevada con singular frialdad por los neerlandeses --tan amantes de los animales y los tulipanes, tan progresistas y delicados defensores de los derechos de todas las minorías--, no se origina, como algunos insinúan, en el protestantismo (y también, por qué no), por lo menos del clásico, que sigue fiel al Decálogo de Moisés y a eso de honrarás a tu padre y a tu madre. Aunque con el caos que reina entre los evangélicos del norte de Europa, cualquiera sabe... El triaje tiene su origen en los hospitales de campaña, no viene ni de Lutero ni de Calvino, pero se adapta muy bien al fría tecnocracia de Max Weber y sus émulos, expertos en aplicar la lógica de la economía y de la sociología ilustrada a sus cobayas: nosotros y nuestros mayores. El progreso ha ocasionado un feliz alargamiento de la vida humana porque las condiciones materiales de nuestra existencia han mejorado; eso también causa un mal sobrevenido, que es el deterioro progresivo de la calidad de esa vida tan larga. Morir se ha convertido en un proceso complejo y, sobre todo, caro. Los buenos burgueses, extremadamente parsimoniosos con sus fondos, no pueden dejar de pensar como lo que son, racionalistas, economicistas y materialistas. "Los viejos ya han vivido demasiado, no tienen nada que ofrecer a la sociedad, mientras que los jóvenes tienen largos años por delante, su mantenimiento es menos costoso y pueden aportar su trabajo e innovación. En casos de emergencia, pues, concentremos los recursos sanitarios en los jóvenes y dejemos morir a los viejos. Así, además, aligeraremos el presupuesto en pensiones". Un razonamiento impecable, sobrio, lógico, económico, científico, inexorable, coherente, de una rentabilidad clara. Qué pena que no sea humano. No por algo nos llevan dos siglos y medio de adelanto en eso de la Ilustración.

Hace más de tres centurias que el pasado, la religión, el sufrimiento y los lazos de patria, sangre y fe fueron tildados de irracionales y condenados a una desaparición progresiva. Todo lo que no estuviera encaminado a hacernos mas ricos, saludables y felices en un plano absolutamente individual y material no merecía la pena que existiera. Desde que salió de Holanda en el siglo XVII, el liberalismo clásico se ha centrado en la búsqueda de la libertad y la felicidad del individuo abstracto, sin patria ni fe ni familia, un ciudadano del mundo-mercado, un fiel que deserta de los templos paternos y adora a un Becerro de Oro automático, productor infatigable de monedas y juguetes que entretengan al homo oeconomicus y lo alejen de mirar hacia su interior.

Pero, pese a todo, ni la muerte, ni la enfermedad ni el sufrimiento han dejado de existir. La vida se ha alargado pero se acaba , el sufrimiento se puede paliar pero no del todo y todas las enfermedades se curan... menos la última. Ahí siguen los mismos interrogantes que obsesionaban a nuestro antepasados, entre los que la muerte, el sufrimiento, la pobreza y la enfermedad eran cotidianos y visibles --evidentes--, como verdades que ningún progreso va a poder liquidar, a no ser que se acabe con el propio ser humano. Por eso se sigue leyendo a Dostoievski y se olvidan las novelas pastoriles. En ese aspecto, nuestros "socios" holandeses están muy avanzados. La felicidad es un perpetuo presente sin pasado, pero con ficticias anticipaciones de un futuro que no llega. Pero es que la felicidad no existe, sino los momentos de dicha. Es difícil suponer que ser feliz sea lo mismo que ser confortable, pero nuestros tecnócratas siguen creyendo que una población bien cebada, sedada y entretenida lo es: confunden la ambrosía de los dioses con el prozac de los farmacéuticos.

Todo pasado, todo lazo de sangre y de fe es un obstáculo para la felicidad del individuo abstracto de la Ilustración, ese ser sin ataduras, salvo las del mercado, y sin señas de identidad, sin memoria y sin alma, simple instrumento de las fuerzas económicas. ¿Qué tiene de extraño que quieran borrar del mapa a los ancianos, que son historia, pasado, raíces? ¿No es mucho más alegre y rentable un mundo sin viejos? ¿No es mejor abreviar sus sufrimientos y arrojarlos al nirvana del no ser? Han caducado, son chatarra humana.

Sé que muchos pensarán que los holandeses tienen razón. Simplemente les digo: algún día seréis viejos. Pero cuando dejamos que ciertos poderes se permitan el capricho de dictar quién debe vivir y quién debe morir, puede que no se detegan sólo en los ancianos. ¿Por qué no liquidar a todo aquel cuyo mantenimiento suponga un coste excesivo para el Estado? ¿por qué permitir que siga alentando gente que nunca va a tener las condiciones para una vida "digna" según los doctores Simón del Estado del Bienestar? Curiosa sociedad la nuestra, que protege a los criminales y extermina a los inocentes e indefensos. Hoy más que nunca deberíamos leer a Dostoievski.



HOLANDA NO ES PARA VIEJOS




La gripe de 1918 se llevó por delante a entre 40 y 50 millones de personas. Está demostrado que comenzó en Estados Unidos y se extendió por una Europa en guerra en la que era fácil el contagio. En ningún país europeo se informaba de aquella pandemia para no desmoralizar más a la población y al ejército. Millones de europeos morían de gripe, pero eso se censuraba y no se podía contar en los periódicos.

En España era diferente. No estábamos en guerra y aquí las 300.000 muertes que se produjeron no se podían achacar más que a la maldita gripe, así que los periódicos informaban profusamente de la pandemia. En resumen, parecía que la gripe solo afectaba a los españoles y cuando la guerra acabó y las muertes en el resto de Europa ya no se podían achacar a las balas y las bombas, la epidemia cobró protagonismo y como solo se había informado de ella en España, ha pasado a la historia como la gripe española.

Algo parecido sucedió con la sífilis durante el siglo XVI, que era conocida en Holanda, Italia, Portugal y el norte de África como la sarna española. Ese mal nos permite comprobar cómo la xenofobia y la enfermedad están estrechamente relacionadas desde hace más de 500 años. Así, la sífilis fue llamada mal napolitano por los franceses, enfermedad polaca por los rusos, británica por los haitianos y cristiana por los turcos. Ahora, con el coronavirus sucede algo parecido en Estados Unidos, donde Trump no deja de referirse al virus chino.

En Europa, ningún país culpa a otro del continente directamente de la pandemia, pero sí se ocultan datos y, sin poder ocultar la xenofobia, se aprovecha para culpar a otros países de no saber enfrentarse a la pandemia y luego pedir ayuda económica a la Unión Europea. Es el caso, fundamentalmente, de Holanda. Allí, altos responsables de la lucha contra la epidemia acusan a España de admitir a ancianos en las unidades de cuidados intensivos mientras en los Países Bajos no permiten que lleven a sus hospitales a viejos ni a personas muy débiles. Es como si estuvieran dando argumentos a su primer ministro para que no apoye la solidaridad económica en forma de coronabonos o mutualización de la deuda y le dijeran: «No les des dinero porque luego se lo gastan en intentar salvar la vida a los mayores y eso no es rentable«».

La transparencia española a la hora de facilitar los datos de los muertos por coronavirus está provocando una situación parecida a la de la gripe de 1918-1920. En Holanda, los ancianos muertos no computan porque no son hospitalizados, en Francia no contabilizan a los muertos en las residencias de mayores y en Europa, en general, solo cuentan los muertos directamente por coronavirus mientras que aquí cuentan los muertos por y con coronavirus. Al no ocultar muertos, las cifras son mayores y la xenofobia, siempre latente, hace el resto.

La secuenciación genética Nextstrain demuestra que los primeros casos de coronavirus en España llegaron desde Alemania (Canarias) y el Reino Unido (Baleares), también señala a Suiza como país importador de casos por sus relaciones bancarias con China. Es decir, el relato que Europa del norte se cree es el de que el virus se extiende por lo mal que lo hacen los países del sur y por lo bien que tratamos a los mayores. Pero el relato que ocultan es que fueron los turistas y los ejecutivos de esos países ricos quienes trajeron el virus a países como Italia o España, que tuvieron que hacer recortes en sanidad por las imposiciones de la crisis de 2008, países ricos que no toman medidas drásticas y que no son para viejos: allí, si te mata el coronavirus, no te cuentan.

Los que nos niegan el pan y la sal

Leo estos días unos mensajes que circulan por Internet diciendo que Alemania y Holanda nos niegan el pan y la sal en el Consejo Europeo mediante un bloqueo.

Tienen razón, pero no toda, en su negativa a ayudar al eje mediterráneo. Y tienen razón en el sentido de que España e Italia no hacen los esfuerzos necesarios para controlar ese caballo desbocado que es el gasto público y una deuda que nuestros nietos nos la echarán en cara cuando tengan edad de entender la herencia envenenada que les vamos a dejar. Yo al menos me siento avergonzado y cuando tengan la madurez suficiente para entenderlo les pediré perdón en nombre de mi generación.

No tenemos derecho a hipotecar su futuro, cuando mis padres y los padres de la gente de mi generación tuvieron que sacrificarse sufriendo grandes penurias para sacar a España de la miseria, de una economía arrasada por la guerra, de un soporte inexistente del valor de la moneda
provocado por el latrocinio de aquellos expoliadores del tesoro nacional y de las cajas de seguridad de particulares del Banco de España, y del robo de los fondos de, por ejemplo, el Museo de Numismática; o de una liquidación de los depósitos de oro para nutrir las ansias devoradoras del régimen de Stalin. De estas cosas hay que seguir hablando porque, aunque no nos dejen hacerlo, eso también es Memoria Histórica.
Pues bien, cuando yo mire los ojos de mis nietos no quiero avergonzarme.
No quiero sentirme un pedigüeño más que va a pedir a quienes han sido enemigos seculares de lo que fue el Imperio español de Carlos I y V de Alemania porque no querían perder su situación privilegiada de príncipes del Sacro Imperio Romano Germánico con sentimiento y valores feudales, esclavizando a los campesinos e impidiendo el surgimiento de una burguesía urbana, y las bases de lo que ahora hubiera sido una unión cultural y política del conjunto de Europa.

Sí. A mí me da vergüenza ajena al comprobar que tenemos el doble de cargos políticos que Alemania teniendo ésta el doble de población, cuando ese país ha cruzado por el desierto económico tras la II Guerra Mundial, y tras los sacrificios con sobrecostes tributarios para lograr la unificación de dos partes de la Alemania escindidos por un Muro de separación, con sangre, sudor y lágrimas, con mucho esfuerzo y austeridad. Han logrado ser la cabeza económica de Europa, cuando hace tan solo ochenta años fueron abatidos y arrasados por segunda vez en menos de medio siglo. Alrededor de Alemania giramos como satélites los países del Mediterráneo, que se dedican a gastar y a gastar. Sobre todo, España. Y sus políticos son gente muy bien adiestrada en eso del gasto superfluo, no generador de riqueza. El gasto público improductivo sobre el PIB es alarmantemente superior a cualquier país de nuestro entorno, lo cual no es nada saludable para la economía de un país que no tiene materias primas.

Pero dicho esto, tengo que decir que la construcción de Europa, si realmente cree alguien en eso, que parece es una pamema en la realidad de las prácticas cotidianas, no se puede hacer a partir de la desigualdad.
Ellos liquidaron las fuentes de la riqueza en España para admitirnos como socios de eso que llaman la familia europea. Nos desmantelaron la industria para gozo y disfrute de los países del centro de Europa, nos quitaron la viabilidad del sector primario haciendo inservibles las producciones, y contentando a nuestros agricultores con estipendios económicos que son pan para hoy y hambre para mañana; y así, un largo etcétera, dejando a España como país de sol y turismo barato. Sé que esta descripción es algo así como una caricatura, pero representa realmente las condiciones con las que entramos en Europa, liquidando las fuentes del progreso económico que posibilitaron el desarrollo en los años sesenta del siglo pasado y que llevaron a España desde la autocracia a un relativo bienestar económico; sin que faltara trabajo para los que hasta poco antes vivían con las tarjetas de racionamiento.

No fue una entrada gloriosa. Fue un trágala a cambio de fondos estructurales y de cohesión que permitieron mejorar las infraestructuras viales de nuestro país, pero que eran pan para hoy y hambre para mañana. Un motivo para que hoy nos lo pasen por los morros, rebajando nuestra autoestima nacional, precisamente por los eternos enemigos de la Hispanidad generadora de un espíritu civilizador y humanizador de un nuevo mundo cuya sangre hibridada forma parte de nuestra herencia genética mestiza. Es en ese espacio de la Hispanidad donde teníamos que haber desarrollado nuestras sinergias y no destruir nuestra antropología teleológica.
No y sí. No tienen razón y sí la tienen, las dos cosas a la vez, pero si estamos en el mismo barco estamos, y no somos mediopensionistas. No tenemos por qué estar minusvalorados por culpa de una clase política que no ha generado más que pobreza futura con la apariencia engañosa de que éramos nuevos ricos, sin fuentes reales de riqueza para ser autosuficientes.
Quiero tener el orgullo de ser español, pero eso hay que trabajarlo, hay que hacer méritos para merecerlo. Y a mí, los holandeses no me van a enseñar nada. Ellos han creado un paraíso fiscal, ventajas para su tejido industrial que rompe la competencia. Un sistema que rompe la igualdad de condiciones. Por lo tanto, a mí, como español, no me van a enseñar a ser digno. Tengo el orgullo de venir de donde vengo, de un país grande, hermoso, con gente de la que me siento orgulloso pese a la indignidad y bajeza de unos pocos que arrastran por el barro nuestro prestigio como comunidad. No me avengo a que me pongan en entredicho lo que son los sentimientos nobles, el honor, y la riqueza cultural; la grandeza de nuestra historia. Por culpa de unos representantes impresentables que no merecemos los españoles de bien.

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Italia en un futuro hipotético. Los italianos mayores de cincuenta años se ven obligados a jubilarse y a trasladarse a una urbanización. Un profesional de la radio, a punto de cumplir los 50 y en la cumbre de su carrera, visita ese lugar con su mujer. Allí observan que, periódicamente, se celebra un sorteo y que los ganadores son enviados a un lugar paradisíaco.



🔅 EL CORONAVIRUS HACE SALIR NUESTRAS PARANOIAS EGOCÉNTRICAS Y EGOTISTAS

El coronavirus y
 los trastornos delirantes


Vivimos días de vulnerabilidad psicológica: la pandemia ha hecho saltar un miedo ancestral que en ocasiones torna en paranoia.

El psicólogo y analista jungiano James Hillman sostiene que la paranoia es el desorden mental por excelencia. Es un fenómeno que no puede reducirse a una explicación científica; un pensamiento torcido que se manifiesta con acciones delirantes.

Desde que la OMS ha declarado el coronavirus como pandemia global, hemos reducido nuestra libertad de movimiento como primera medida de precaución. Desde ese preciso instante, nos hemos visto sumidos en una paranoia global, alimentada por los medios de comunicación, todo sea dicho. Con ello, hemos de reconocer que estamos viviendo momentos de auténtica vulnerabilidad psicológica.

Es curioso, pero cada vez que las autoridades aparecen en los distintos medios para hacer un comunicado, el papel higiénico se agota. Lo estamos viviendo, no como una broma, pues el asunto no tiene gracia alguna, sino como una anécdota reveladora de nuestra condición paranoica. El relato que estamos protagonizando nos acerca más a la ciencia-ficción que a una realidad científica. Es una distopía que pone de manifiesto que todo lo que permanecía escondido en nuestro inconsciente, se revela en momentos críticos. Porque hay un orden oculto, más agresivo si cabe, que el orden superficial al que nuestra sociedad consumista nos tiene sometidos. La acumulación de mercancía -volvemos al papel higiénico- es tan solo un ejemplo de cómo la paranoia transgrede nuestras leyes de orden social.
Aunque se asemeje a una ficción, la verdad en la vida nunca es idéntica a la verdad en la literatura. La verdad en la vida requiere rigor mientras que en la literatura requiere imaginación. Ya puestos, imaginemos un mundo mejor y hagámoslo posible...
En estos días de pensamiento torcido, también hemos podido observar que la gente lee poco o nada y que, ante tal asunto, poco o nada podemos hacer. Las grandes superficies, o libródromos, no se han visto afectadas, como si los libros, es decir, la lectura, no fuesen artículos de primera necesidad para el confinamiento.



Con todo, desde aquí, no vamos a dejar de recomendar lecturas; letra impresa que, una vez leída, penetra en el cerebro para sanarlo. Es el caso de Philip K. Dick, autor estadounidense famoso por haber inspirado la película "Blade Runner" con su relato titulado "¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?" El bueno de Philip K. Dick no llegó a ver el resultado cinematográfico. Murió en 1982, poco antes del estreno, víctima de un derrame cerebral que le tuvo hospitalizado durante varios días.
Porque hay un orden oculto, más agresivo si cabe, que el orden superficial al que nuestra sociedad consumista nos tiene sometidos.
La editorial Minotauro acaba de reeditar sus cuentos completos. Se trata de historias cortas, plenas de obsesión, donde la paranoia es la verdadera protagonista. El desorden mental que la provoca añade una nota con la que se abre el segundo volumen de los citados cuentos. Se trata de un par de párrafos extraídos de una entrevista al propio Dick, en 1974, donde el autor explica que la paranoia es la evolución de un sentido tan antiguo como el mundo; un mecanismo fisiológico de supervivencia por el cual los animales advierten que están siendo amenazados.

Según explica Dick, la paranoia es un sentido persistente “que tuvimos hace mucho tiempo, cuando éramos muy vulnerables a los depredadores”. Sin duda, sus personajes no están exentos de dicho sentido. Por eso mismo, en cada uno de sus cuentos, “tanto las maquinarias como los escenarios son futuristas, pero las situaciones provienen del pasado”.



Sin duda, Philip K. Dick sabía de lo que hablaba. La pandemia que estamos viviendo ha hecho saltar un miedo ancestral que nos supera y que se hace evidente ante la amenaza de acabar contagiados. Nos estamos rayando mucho, tal vez demasiado, pero esto no es un cuento de Philip K. Dick. Para nada. Aunque se asemeje a una ficción, la verdad en la vida nunca es idéntica a la verdad en la literatura. La verdad en la vida requiere rigor mientras que en la literatura requiere imaginación. Ya puestos, imaginemos un mundo mejor y hagámoslo posible.


El hacha de piedra es una sección donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad científica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento. 



- Es toda una experiencia vivir con miedo, verdad, Eso es lo que significa ser esclavo. Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhauser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir. (Una paloma blanca sale donde él volando hacia el cielo).
- No se por que me salvó la vida. Quizas, en esos últimos momentos amaba la vida más de lo que la había amado nunca; no solo su vida: la vida de todos, mi vida. Todo lo que él quería eran las mismas respuestas que todos buscamos: de dónde vengo, adónde voy, cuánto tiempo me queda… Todo lo que yo podía hacer era sentarme allí y verle morir. Blade Runner


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domingo, 29 de marzo de 2020

LA PRIMAVERA LLEGARÁ: POEMA DE LA HERMANA LUCÍA CARMEN DE LA TRINIDAD 🌷🌸🌹🌺🌻🌼


El poema de una monja de Málaga frente al Covid-19.
Ese es el esperanzador mensaje que lanza alguien que sí eligió la vida contemplativa por convicción y no por imposición.

LA PRIMAVERA LLEGARÁ
🌷🌸🌹🌺🌻🌼

Lucía Carmen de la Trinidad, 
hermana del Carmelo Teresiano de Antequera

«Si sabrá la primavera
que la estamos esperando...
Si se atreverá a cruzar
nuestros pueblos despoblados,
colgando en nuestros balcones
la magia de sus geranios.

Si dejará su sonrisa
esculpida en nuestros campos,
pintando nuestros jardines
de verde, de rojo y blanco.
Si sabrá la primavera
que la estamos esperando...

Cuando llegue y no nos vea
ni en las calles ni en los barrios,
cuando no escuche en el parque
el paso de los ancianos,
o el bullicio siempre alegre
de los chiquillos jugando.

Si creerá que equivocó
la fecha del calendario,
la cita que desde siempre
la convoca el mes de marzo.
Si sabrá la primavera
que la estamos esperando...

Cuando estalle jubilosa
llenando de puntos blancos
los almendros, los ciruelos,
los jazmines, los naranjos…
una lluvia de azahar
refrescando nuestros patios.

Y no vea que a la Virgen
la engalanan para el Paso,
y nadie alfombra sus pies
con pétalos y con nardos.
Que se ha guardado el incienso,
el trono, la cruz y el palio.

Y que Cristo, igual que todos,
está en su casa encerrado,
y no lo dejan salir
ni el Jueves ni el Viernes Santo...
¿Pensará la primavera
que tal vez se ha equivocado?

¿Escuchará los lamentos
de quien se quedó en el paro,
de quien trabaja a deshoras
por ayudar a su hermano,
de aquél que expone su vida
en silencio y olvidado?

¿Escuchará cada noche
los vítores, los aplausos
que regalamos con gozo
al personal sanitario?
¿Pensará la primavera
que tal vez se ha equivocado
y colgará sus colores
hasta la vuelta de un año?

Si sabrá la primavera
que la estamos esperando...
Que se nos prohíbe el beso,
que está prohibido el abrazo;
el corazón, sangre y fuego,
el corazón desangrado.

Si sabrá la primavera
que ya la estamos soñando...
Asomados al balcón
de la Esperanza, esperamos
como nunca, que ella vuelva
y nos regale el milagro
de ver florecer la vida
que hoy se nos va de las manos...

¡Bienvenida, primavera!
Hueles a incienso y a ramos,
con tu traje de colores
y los cantos de tus pájaros.
Ven a pintar de azul-cielo
esta tierra que habitamos.
¿No sentís que en este mundo
algo nuevo está brotando?
Si será la primavera
que está apresurando el paso…»

Lucía Carmen de la Trinidad.
Carmelita descalza. (Antequera).



La primavera de la Hermana Lucía de Antequera



LIBRO "LA CENA DEL CORDERO. LA MISA, EL CIELO EN LA TIERRA" 🍷🍞


LA CENA DEL CORDERO
La Misa, el cielo en la tierra
SCOTT HAHN
PRÓLOGO

Este notable libro reúne varias poderosas realidades espirituales, todas ellas importantes para el creyente cristiano y aparentemente tan diversas, que en una consideración superficial se ven como inconexas: el fin del mundo y la Misa diaria; el Apocalipsis y la Cena del Señor; la rutina de la vida diaria y la parusía, la venida del Señor.

Si eres católico de toda la vida como yo, el Dr. Hahn probablemente te dejará con una apreciación de la Misa totalmente nueva. Si has ingresado en la Iglesia o estás pensando en llegar a una plena comunión con ella, entonces te mostrará una dimensión del catolicismo en la que probablemente nunca habías pensado: su escatología o enseñanza acerca del final de los tiempos. De hecho, relativamente pocos católicos se dan cuenta del vínculo que existe entre la celebración de la Eucaristía y el fin del mundo.

El rasgo sobresaliente de La cena del Cordero es su conmovedora y lúcida visión de la realidad de la liturgia de la Eucaristía, el acto de culto que nos dio nuestro Sumo Sacerdote la víspera de su muerte.

El Dr. Hahn explora esta misteriosa realidad con todo el celo y el entusiasmo de un neoconverso. Solamente puedo contrastar esto con mi propia experiencia: este año celebraré (pacíficamente) mi cincuenta y siete aniversario como monaguillo. Pero cuando Scott me llamó y me pidió, algo cautamente, que le escribiera un Prólogo para su nuevo libro, basado en la más primitiva interpretación escatológica de la Eucaristía dada por los Padres orientales del siglo II al VI, le respondí con: «bien, por supuesto, eso es lo que he pensado de la Eucaristía durante decenios».

La Misa, o Divina Liturgia, como se la llama con más precisión en las Iglesias orientales, es una realidad tan rica que admite tantas aproximaciones teológicas válidas como el entero Misterio de Cristo. La Eucaristía es parte del gran monte vivo que es Cristo, según un símil trazado por los antiguos santos de Tierra Santa. Se puede alcanzar esta montaña desde muchos lados. Esta aproximación escatológica es una de las más fascinantes y fructíferas.

Siento siempre una punzada de fastidio cuando veo en una residencia o en un hotel una lista de «servicios religiosos» y observo que se incluye la Misa a las 9 de la mañana. La Misa no es un servicio religioso.
Cuando los católicos dicen las oraciones de la mañana, o rezan el rosario, o incluso tienen la Bendición con el Santísimo Sacramento..., eso es un servicio. Es algo que hacemos por Dios, similar a la plegaria pública de cualquier denominación religiosa. Pero el santo sacrificio de la Eucaristía, la Divina Liturgia, no está hecha precisamente, en su esencia, por ningún hombre.

Déjame que te diga que soy sacerdote desde hace cuarenta años y nunca he dirigido un «servicio» llamado Misa. He actuado como «sustituto» del Sumo Sacerdote, por usar las palabras de la Iglesia, que enseña que yo estaba ahí actuando in persona Christi, en la persona de Cristo, el Sumo Sacerdote de la Epístola a los Hebreos. La gente no viene a Misa para recibir mi cuerpo y mi sangre, y yo no habría podido dárselos si vinieran a eso. Vienen a una comunión con Cristo.
Éste es el elemento misterioso en todos los sacramentos cristianos, incluido el Bautismo. Por esta razón, en caso de gran necesidad cualquiera puede actuar in persona Christi para bautizar, porque es Cristo quien en ese momento bautiza. Es Cristo quien perdona los pecados, Cristo quien prepara tu muerte, Cristo quien ordena o quien bendice el matrimonio.

Como los católicos y cristianos ortodoxos que reflexionan sobre este tema (al igual que algunos anglicanos e incluso algunos luteranos), creo que Cristo es el Sacerdote de todos los sacramentos, del mismo modo que nos habla desde cada página de la Sagrada Escritura. Nos sirve en cada sacramento... y nosotros experimentamos de esta manera la vitalidad de su Cuerpo místico.
Cuando leas el relato, tan bien expuesto, del Dr. Hahn sobre la Eucaristía entendida como el culto celestial del que habla el Apocalipsis, empezarás a estremecerte con la vitalidad de la gracia.

La Misa que celebramos en la tierra es la presentación de la cena de bodas del Cordero. Como pone de relieve el Dr. Hahn, la mayoría de los cristianos o dan de lado al Apocalipsis y sus misteriosos signos, o dan vueltas a sus propias, peculiares y pequeñas teorías sobre quién es quién y a dónde se encamina todo para su final. Como habitante de Nueva York (candidata del siglo xx para el título de Babilonia), me siento encantado con la expectativa de que todo se acabe pronto, incluso la próxima semana. Pero estoy cansado de todos esos profetas de desgracias y sus interpretaciones. ¡Promesas, promesas! A principios del siglo xx, sobreviví a la carrera de varios muchachos que estaban en la corta lista de candidatos al gran anticristo, y al final, nada.

Mi amor por el Apocalipsis no se basa en toda esta paranoia de Guerra de las galaxias, sino en la maravillosa visión de la Jerusalén del cielo que se presenta en los capítulos finales del Apocalipsis. Vienen a describir, tanto como se puede, lo que el ojo no vio, ni el oído oyó.
Ahora, con la lectura y relectura de La cena del Cordero, muchos otros capítulos se me han abierto con más claridad... describiendo con una forma simbólica a qué se puede parecer la vida eterna de los santos, por usar una frase de San Agustín.

Como sabes, fue San Agustín el que insistió en poner el Apocalipsis, junto con la Carta a los Hebreos, en el Canon del Nuevo Testamento en un concilio de obispos africanos reunido a finales del siglo IV. Por citar de nuevo a San Agustín, en la oración podemos, por su gran misericordia, «tocar por un instante esa Fuente de la Vida donde alimenta a Israel para siempre». Pero aparte de estos momentos especiales de contemplación, podemos ver simbólicamente en la celebración diaria de la Misa las realidades del culto celestial del Sumo Sacerdote y su Cuerpo místico.

Estoy agradecido al Dr. Hahn por encontrar y devolver a la vida esta visión de los primeros Padres de la Iglesia. Adorar con Cristo en la liturgia es la única cosa que podemos hacer en este mundo que sea una participación real en la vida que esperamos vivir para siempre. Por muy humilde que sea el mobiliario de las iglesias, por muy limitado que sea el entendimiento espiritual de los participantes, cuando estamos en la liturgia de la Misa, Cristo está allí y, misteriosamente, estamos por un momento en la Cena Eterna del Cordero. Lee con atención este libro y aprenderás cómo y por qué.

BENEDICT J. GROESCHEL, C.F.R.
«Mira, estoy a la puerta y llamo: si alguno escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo (... Después tuve una visión: una puerta abierta en el cielo».(Apoc 3, 20; 4, 1)
PRIMERA PARTE: EL DON DE LA MISA

Líbranos de todos los males, Señor, 
y concédenos la paz en nuestros días, 
para que ayudados por tu misericordia, 
vivamos siempre libres de pecado 
y protegidos de toda perturbación, 
mientras esperamos la gloriosa venida 
de nuestro Salvador Jesucristo. 
Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, 
por siempre, Señor.
(RITO DE LA COMUNIÓN)

INTRODUCCIÓN
CRISTO ESTÁ A LA PUERTA
LA MISA REVELADA

De todas las realidades católicas, no hay ninguna tan familiar como la Misa. Con sus oraciones de siempre, sus cantos y gestos, la Misa es como nuestra casa. Pero la mayoría de los católicos se pasarán la vida sin ver más allá de la superficie de unas oraciones aprendidas de memoria. Pocos vislumbrarán el poderoso drama sobrenatural en el que entran cada domingo. Juan Pablo II ha llamado a la Misa «el cielo en la tierra», explicando que « la liturgia que celebramos en la tierra es una misteriosa participación en la liturgia celestial»1.

La Misa es algo próximo y querido. En cambio, el libro del Apocalipsis parece lejano y desconcertante. Página tras página nos deslumbra con imágenes extrañas y aterradoras: guerras y plagas, bestias y ángeles, ríos de sangre, ranas demoníacas y dragones de siete cabezas. Y el personaje que despierta más simpatía es un cordero de siete cuernos y siete ojos. «Si esto es solamente la superficie, dicen algunos católicos, no creo que quiera ver las profundidades».

Bien, en este pequeño libro me gustaría proponer algo insólito. Mi propuesta es que la clave para comprender la Misa es el libro bíblico del Apocalipsis; y, más aún, que la Misa es el único camino por el que un cristiano puede encontrarle verdaderamente sentido al Apocalipsis.

Si te sientes escéptico, deberías saber que no estás solo. Cuando le dije a una amiga que estaba escribiendo sobre la Misa como una clave del libro del Apocalipsis, se echó a reír y dijo «¿Apocalipsis?, ¿no es esa cosa tan extraña?».

Nos parece extraño a los católicos, porque durante muchos años lo hemos estado leyendo al margen de la tradición cristiana. Las interpretaciones que la mayoría de la gente conoce hoy son las que han hecho los periódicos o las listas de libros más vendidos, y han sido mayoritariamente protestantes. Lo sé por propia experiencia. Llevo estudiando el libro del Apocalipsis más de veinte años. Hasta 1985 lo estudié como ministro protestante y en todos esos años me encontré enfrascado, una tras otra, en la mayoría de las teorías interpretativas que estaban en boga o que ya estaban pasadas de moda. Probé con cada llave, pero ninguna pudo abrir la puerta. De vez en cuando oía un clic que me daba esperanzas. Pero sólo cuando empecé a contemplar la Misa, sentí que la puerta empezaba a ceder, poco a poco. Gradualmente me encontré atrapado por la gran tradición cristiana y en 1986 fui recibido en plena comunión con la Iglesia católica. Después de eso, las cosas se fueron aclarando en mi estudio del libro del Apocalipsis.

«Después tuve una visión: ¡una puerta abierta en el cielo!» (Apoc 4, l). Y la puerta daba a... la Misa de domingo en tu parroquia. En este momento, puedes replicar que tu experiencia semanal de la Misa es cualquier cosa menos celestial. De hecho, se trata de una hora incómoda, interrumpida por bebés que chillan, sosos cantos desafinados, homilías que divagan sinuosamente y sin sentido, y gente a tu alrededor vestida como si fuera a ir a un partido de fútbol, a la playa o de excursión.
Aun así, insisto en que realmente estamos en el cielo cuando vamos a Misa, y esto es verdad en cada Misa a la que asistimos, con independencia de la calidad de la música o del fervor de la predicación.

No se trata de aprender a «mirar el lado bueno» de liturgias descuidadas. Ni de desarrollar una actitud más caritativa hacia los que cantan sin oído. Se trata, ni más ni menos, de algo que es objetivamente verdad, algo tan real como el corazón que late dentro de ti. La Misa y me refiero a cada una de las misas es el cielo en la tierra.
Puedo asegurarte que no se trata de una idea mía; es la de la Iglesia. Tampoco es una idea nueva; existe aproximadamente desde el día en que San Juan tuvo su visión del Apocalipsis. Pero es una idea que no la han entendido los católicos de los últimos siglos. La mayoría de nosotros admitirá que queremos «sacar más» de la Misa. Bien, no podemos conseguir nada mayor que el cielo mismo.

Me gustaría decir desde el principio que este libro no es un «tratado bíblico». Está orientado a la aplicación práctica de un único aspecto del Apocalipsis, y nuestro estudio está lejos de ser exhaustivo. Los escrituristas debaten interminablemente sobre quién escribió el libro del Apocalipsis, cuándo, dónde y por qué, y en qué tipo de pergamino. En este libro, no me voy a ocupar de esas cuestiones con gran detalle.
Tampoco he escrito un manual de rúbricas de la liturgia. El Apocalipsis es un libro místico, no un vídeo de entrenamiento o un manual de hágalo-usted mismo.

A lo largo de este libro, probablemente te acercarás a la Misa por nuevos caminos, caminos distintos de los que estás acostumbrado a recorrer. Aunque el cielo baja a la tierra cada vez que la Iglesia celebra la Eucaristía, la Misa parece diferente de un lugar a otro y de un tiempo a otro. Donde vivo, la mayoría de los católicos están acostumbrados a la liturgia de rito latino (de hecho, la palabra «Misa» propiamente se refiere sólo a la liturgia eucarística de rito latino). Pero hay muchas liturgias eucarísticas en la Iglesia católica: ambrosiana, armenia, bizantina, caldea, copta, malabar, malankar, maronita, melquita y rutena, entre otras. Cada una tiene su propia belleza; cada una tiene su propia sabiduría; cada una nos muestra un rincón diferente del cielo en la tierra.

Investigar La cena del Cordero me ha dado nuevos ojos para ver la Misa. Rezo para que la lectura de este libro te dé el mismo don. Juntos, pidamos también un corazón nuevo para que, a través del estudio y la oración, crezcamos más y más en amor a los misterios cristianos que nos ha dado el Padre.

El libro del Apocalipsis nos mostrará la Misa como el cielo en la tierra. Ahora, sigamos adelante, sin dilación, porque el cielo no puede esperar.

1 La afirmación de Juan Pablo II está tomada de su Discurso en el Angelus (3 de noviembre de 1996). Juan Pablo II dirigió también un «Discurso sobre la Liturgia» a los Obispos de los Estados Unidos en su visita ad limina de 1998, en el que declara: «el desafío ahora consiste [...] en alcanzar el punto exacto de equilibrio, en especial entrando más profundamente en la dimensión contemplativa del culto [...]. Esto sucederá sólo si reconocemos que la liturgia tiene dimensiones tanto locales como universales, tanto temporales como eternas, tanto horizontales como verticales, tanto subjetivas como objetivas. Precisamente estas tensiones dan al culto católico su carácter distintivo. La Iglesia universal está unida en un gran acto de alabanza, pero es siempre el culto de una comunidad particular en una cultura particular. Es el eterno culto del cielo, pero a la vez está inmerso en el tiempo». Y concluía: «en el centro de esta experiencia de peregrinación está nuestro viaje de pecadores a la profundidad insondable de la liturgia de la Iglesia, la liturgia de la creación, la liturgia del cielo que, en definitiva, son todas culto de Jesucristo, el eterno Sacerdote, en quien la Iglesia y toda la creación se ordenan a la vida de la Santísima Trinidad, nuestra verdadera morada» (9 de octubre de 1998; traducción de L'Osservatore Romano, ed. esp., en DP 130/1998). Cf. Juan Pablo II, Springtime of Evangelization, Basilica Press, San Diego 1999, pp. 130, 135. Juan Pablo II desarrolla más a fondo esta visión en su Carta Apostólica de 1995 Orientale lumen («La Luz de Oriente»).




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TESTIMONIO DE CATALINA RIVAS 

Oración Penitencial, dijo la Santísima Virgen: 

“Desde el fondo de tu corazón, pide perdón al Señor por todas tus culpas, por haberlo ofendido, así podrás participar dignamente de este privilegio que es asistir a la Santa Misa”.
“¿Por qué tienen que llegar en el último momento? Ustedes deberían estar antes para poder hacer una oración y pedir al Señor que envíe Su Santo Espíritu, que les otorgue un espíritu de paz que eche fuera el espíritu del mundo, las preocupaciones, los problemas y las distracciones para ser capaces de vivir este momento tan sagrado. Pero llegan casi al comenzar la celebración, y participan como si participaran de un evento cualquiera, sin ninguna preparación espiritual. ¿Por qué? Es el Milagro más grande, van a vivir el momento de regalo más grande de parte del Altísimo y no lo saben apreciar. 

Era día de Fiesta y debía recitarse el Gloria. Dijo nuestra Señora: -“Glorifica y bendice con todo tu amor a la Santísima Trinidad en tu reconocimiento como criatura Suya”. 

Llegó el momento de la Liturgia de la Palabra y la Virgen me hizo repetir: “Señor, hoy quiero escuchar Tu Palabra y producir fruto abundante, que Tu Santo Espíritu limpie el terreno de mi corazón, para que Tu Palabra crezca y se desarrolle, purifica mi corazón para que esté bien dispuesto”. “Quiero que estés atenta a las lecturas y a toda la homilía del sacerdote. Recuerda que la Biblia dice que la Palabra de Dios no vuelve sin haber dado fruto. Si tú estás atenta, va a quedar algo en ti de todo lo que escuches. Debes tratar de recordar todo el día esas Palabras que dejaron huella en ti. Serán dos frases unas veces, luego será la lectura del Evangelio entera, tal vez solo una palabra, paladear el resto del día y eso hará carne en ti porque esa es la forma de transformar la vida, haciendo que la Palabra La Santa Misa de Dios lo transforme a uno”. “Y ahora, dile al Señor que estás aquí para escuchar lo que quieres que El diga hoy a tu corazón”. 

Un momento después llegó el Ofertorio y la Santísima Virgen dijo “Reza así: ( y yo la seguía) Señor, te ofrezco todo lo que soy, lo que tengo, lo que puedo, todo lo pongo en Tus manos. Edifica Tú, Señor con lo poco que soy. Por los méritos de Tu Hijo, transfórmame, Dios Altísimo. Te pido por mi familia, por mis bienhechores, por cada miembro de nuestro Apostolado, por todas las personas que nos combaten, por aquellos que se encomiendan a mis pobres oraciones... Enséñame a poner mi corazón en el suelo para que su caminar sea menos duro. Así oraban los santos, así quiero que lo hagan”. 

Dijo nuestra Madre: “Observa, son los Ángeles de la Guarda de cada una de las personas que está aquí. Es el momento en que su Ángel de la Guarda lleva sus ofrendas y peticiones ante el Altar del Señor.” Algunos de ellos tenían como una fuente de oro con algo que brillaba mucho con una luz blanca-dorada, dijo la Virgen: -“Son los Ángeles de la Guarda de las personas que están ofreciendo esta Santa Misa por muchas intenciones, aquellas personas que están conscientes de lo que significa esta celebración, aquellas que tienen algo que ofrecer al Señor...” “Ofrezcan en este momento..., ofrezcan sus penas, sus dolores, sus ilusiones, sus tristezas, sus alegrías, sus peticiones. Recuerden que la Misa tiene un valor infinito por lo tanto, sean generosos en ofrecer y en pedir.” 

Detrás de los primeros Ángeles venían otros que no tenían nada en las manos, las llevaban vacías. Dijo la Virgen: -“Son los Ángeles de las personas que estando aquí, no ofrecen nunca nada, que no tienen interés en vivir cada momento litúrgico de la Misa y no tienen ofrecimientos que llevar ante el Altar del Señor”. En último lugar iban otros Ángeles que estaban medio tristones, con las La Santa Misa 5 manos juntas en oración pero con la mirada baja. -“Son los Ángeles de la Guarda de las personas que estando aquí, no están, es decir de las personas que han venido forzadas, que han venido por compromiso, pero sin ningún deseo de participar de la Santa Misa y los Ángeles van tristes porque no tienen qué llevar ante el Altar, salvo sus propias oraciones.” “No entristezcan a su Ángel de la Guarda... Pidan mucho, pidan por la conversión de los pecadores, por la paz del mundo, por sus familiares, sus vecinos, por quienes se encomiendan a sus oraciones. Pidan, pidan mucho, pero no sólo por ustedes, sino por los demás”. “Recuerden que el ofrecimiento que más agrada al Señor es cuando se ofrecen ustedes mismos como holocausto, para que Jesús, al bajar, los transforme por Sus propios méritos. ¿Qué tienen que ofrecer al Padre por sí mismos? La nada y el pecado, pero al ofrecerse unidos a los méritos de Jesús, aquel ofrecimiento es grato al Padre. 

Llegó el momento final del Prefacio y cuando la asamblea decía: “Santo, Santo, Santo” de pronto, todo lo que estaba detrás de los celebrantes desapareció. Del lado izquierdo del señor Arzobispo hacia atrás en forma diagonal aparecieron miles de Ángeles, pequeños, Ángeles grandes, Ángeles con alas inmensas, Ángeles con alas pequeñas, Ángeles sin alas, como los anteriores; todos vestidos con unas túnicas como las albas blancas de los sacerdotes o los monaguillos. Todos se arrodillaban con las manos unidas en oración y en reverencia inclinaban la cabeza. Se escuchaba una música preciosa, como si fueran muchísimos coros con distintas voces y todos decían al unísono junto con el pueblo: Santo, Santo, Santo… 

Había llegado el momento de la Consagración, el momento del más maravilloso de los Milagros... Del lado derecho del Arzobispo hacia atrás 6 La Santa Misa en forma también diagonal, una multitud de personas, iban vestidas con la misma túnica pero en colores pastel: rosa, verde, celeste, lila, amarillo; en fin, de distintos colores muy suaves. Sus rostros también eran brillantes, llenos de gozo, parecían tener todos la misma edad...”. Dijo nuestra Señora: -“Son todos los Santos y Bienaventurados del cielo y entre ellos, también están las almas de los familiares de ustedes que gozan ya de la Presencia de Dios”. Entonces la vi. Allá justamente a la derecha del señor Arzobispo... un paso detrás del celebrante, estaba un poco suspendida del suelo, arrodillada sobre unas telas muy finas, transparentes pero a la vez luminosas, como agua cristalina, la Santísima Virgen, con las manos unidas, mirando atenta y respetuosamente al celebrante. Me hablaba desde allá, pero silenciosamente, directamente al corazón, sin mirarme. -“¿Te llama la atención verme un poco más atrás de Monseñor, verdad?. Así debe ser... Con todo lo que Me ama Mi Hijo, no Me Ha dado la dignidad que da a un sacerdote de poder traerlo entre Mis manos diariamente, como lo hacen las manos sacerdotales. Por ello siento tan profundo respeto por un sacerdote y por todo el milagro que Dios realiza a través suyo, que me obliga a arrodillarme aquí”. ¡Dios mío, cuánta dignidad, cuánta gracia derrama el Señor sobre las almas sacerdotales y ni nosotros, ni tal vez muchos de ellos estamos concientes! Delante del altar, empezaron a salir unas sombras de personas en color gris que levantaban las manos hacia arriba. Dijo la Virgen Santísima: - “Son las almas benditas del Purgatorio que están a la espera de las oraciones de ustedes para refrescarse. 

“Todos se arrodillaban también ante el canto de “Santo, Santo, Santo, es el Señor...” Dijo nuestra Señora: -“Son todos los Santos y Bienaventurados del cielo y entre ellos, también están las almas de los familiares de ustedes que gozan ya de la Presencia de Dios.

Delante del altar, empezaron a salir unas sombras de personas en color gris que levantaban las manos hacia arriba. Dijo la Virgen Santísima: - “Son las almas benditas del Purgatorio que están a la espera de las oraciones de ustedes para refrescarse. No dejen de rezar por ellas. Piden por ustedes, pero no pueden pedir por ellas mismas, son ustedes quienes tienen que pedir por ellas para ayudarlas a salir para encontrarse con Dios y gozar de Él eternamente”. -“Ya lo ves, aquí Estoy todo el tiempo... La gente hace peregrinaciones y busca los lugares de Mis apariciones, y está bien por todas las gracias que allá se reciben, pero en ninguna aparición, en ninguna parte Estoy más tiempo presente que en la Santa Misa. Al pie del Altar donde se celebra la Eucaristía, siempre Me van a encontrar; al pie del Sagrario permanezco Yo con los Ángeles, porque Estoy siempre con Él.” Ver ese rostro hermoso de la Madre en aquel momento del “Santo”, al igual que todos ellos, con el rostro resplandeciente, con las manos juntas en espera de aquel milagro que se repite continuamente, era estar en el mismo cielo. 

Dijo la Virgen: “Dile al ser humano, que nunca un hombre es más hombre que cuando dobla las rodillas ante Dios”. 

Por instinto quise bajar la cabeza y dijo nuestra Señora: “No agaches la mirada, levanta la vista, contémplalo, cruza tu mirada con la Suya y repite la oración de Fátima: Señor, yo creo, adoro, espero y Te amo, Te pido perdón por aquellos que no creen, no adoran, no esperan y no Te aman. Perdón y Misericordia... Ahora dile cuánto lo amas, rinde tu homenaje al Rey de Reyes”. 

Dijo la Virgen en ese momento: “-Este es el milagro de los milagros, te lo He repetido, para el Señor no existe ni tiempo ni distancia y en el momento de la consagración, toda la asamblea es trasladada al pie del Calvario en el instante de la crucifixión de Jesús. ¿Puede alguien imaginarse eso? Nuestros ojos no lo pueden ver, pero todos estamos allá, en el momento en que a Él lo están crucificando y está pidiendo perdón al Padre, no solamente por quienes lo matan, sino por cada uno de nuestros pecados: “¡Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen!”. 

Cuando íbamos a rezar el Padrenuestro, habló el Señor por primera vez durante la celebración y dijo: “Aguarda, quiero que ores con la La Santa Misa 9 mayor profundidad que seas capaz y que en este momento, traigas a tu memoria a la persona o a las personas que más daño te hayan ocasionado durante tu vida, para que las abraces junto a tu pecho y les digas de todo corazón: “En el Nombre de Jesús yo te perdono y te deseo la paz. En el Nombre de Jesús te pido perdón y deseo mi paz. Si esa persona merece la paz, la va a recibir y le hará mucho bien; si esa persona no es capaz de abrirse a la paz, esa paz volverá a tu corazón. Pero no quiero que recibas y des la paz a otras personas cuando no eres capaz de perdonar y sentir esa paz primero en tu corazón”.
“Cuidado con lo que hacen”. 

Llegó el momento de la comunión de los celebrantes, ahí volví a notar la presencia de todos los sacerdotes junto a Monseñor. Cuando él comulgaba, dijo la Virgen: “Este es el momento de pedir por el celebrante y El Señor quiere que la gente dl rebaño que le ha encomendado Dios ore y ayude en la santificación de su Pastor. Algún día, cuando estemos al otro lado, comprenderemos la maravilla que el Señor ha hecho al darnos sacerdotes que nos ayuden a salvar nuestra alma. Empezó la gente a salir de sus bancas para ir a comulgar. Había llegado el gran momento del encuentro, de la “Comunión”, el Señor me dijo: - “Espera un momento, quiero que observes algo...” por un impulso interior levanté la vista hacia la persona que iba a recibir la comunión en la lengua de manos del sacerdote. Debo aclarar que esta persona era una de las señoras de nuestro grupo que la noche anterior no había alcanzado a confesarse, y lo hizo recién esa mañana, antes de la Santa Misa. Cuando el sacerdote colocaba la Sagrada Forma sobre su lengua, como un flash de luz, aquella luz muy dorada-blanca atravesó a esta persona por la espalda primero y luego fue bordeándola en la espalda, los hombros y la cabeza. Dijo el Señor: “¡Así es como Yo Me complazco en abrazar a un alma que viene con el corazón limpio a recibirme!”. 

Cuando me dirigía a recibir la comunión Jesús repetía: - “La última cena fue el momento de mayor intimidad con los Míos. En esa hora del amor, instauré lo que ante los ojos de los hombres podría ser la mayor locura, hacerme prisionero del Amor. Instauré la Eucaristía. Quise permanecer con ustedes hasta la consumación de los siglos, porque Mi Amor no podía soportar que quedaran huérfanos aquellos a quienes amaba más que a Mi vida...”. Recibí aquella Hostia, que tenía un sabor distinto, era una mezcla de sangre e incienso que me inundó entera. Sentía tanto amor que las lágrimas me corrían sin poder detenerlas... 

Jesús me pidió que me quedara con Él unos minutos más luego de terminada la Misa. Dijo: “No salgan a la carrera terminada la Misa, quédense un momento en Mi Compañía, disfruten de ella y déjenme disfrutar de la de ustedes...” Había oído a alguien de niña decir que el Señor permanecía en nosotros como 5 o 10 minutos luego de la comunión. Se lo pregunté en ese momento: - Señor, verdaderamente, ¿cuánto tiempo te quedas luego de la comunión con nosotros? Supongo que el Señor se debió reír de mi tontera porque contestó: “Todo el tiempo que tú quieras tenerme contigo. Si me hablas todo el día, dedicándome unas palabras durante tus quehaceres, te escucharé. Yo estoy siempre con ustedes, son ustedes los que Me dejan a Mí. Salen de la Misa y se acabó el día de guardar, cumplieron con el día del Señor y se acabó, no piensan que Me gustaría compartir su vida familiar con ustedes, al menos ese día.” “Ustedes en sus casas tienen un lugar para todo y una habitación para cada actividad: un cuarto para dormir, otro para cocinar, otro para comer, etc. etc. ¿Cuál es el lugar que han hecho para Mí? Debe ser un lugar no solamente donde tengan una imagen que está empolvada todo el tiempo, sino un lugar donde al menos 5 minutos al día la familia se reúna para agradecer por el día, por el don de la vida, para pedir por sus necesidades del día, pedir bendiciones, protección, salud... Todo tiene un lugar en sus casas, menos Yo”. “Los hombres programan su día, su semana, su semestre, sus vacaciones, etc. Saben qué día van a descansar, qué día ir al cine o a una fiesta, a visitar a la abuela o los nietos, los hijos, a los amigos, a sus diversiones. ¿Cuántas familias dicen una vez al mes al menos: “Este es el día en que nos toca ir a visitar a Jesús en el Sagrario” y viene toda la familia a conversar Conmigo, a sentarse frente a Mí y conversarme, contarme cómo les fue durante el último tiempo, contarme los problemas, las dificultades que tienen, pedirme lo que necesitan...



VER+:

Es un libro realizado por la Ing. Nélida Pizarro 
en base a sus estudios de las escrituras y revelación.




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