En este Adviento voy a preparar la “Corona de Adviento”, pero no sólo en mi casa como un signo externo,
sino más bien en lo más profundo de mi ser.
Sólo así tiene sentido.
Voy a preparar cuatro cirios, para iluminarlo todo.
Los pondré indicando los cuatro rincones de la tierra.
Seré “luz” al norte y al sur, en el este y en el oeste.
Iluminaré arriba y abajo, a la derecha y a la izquierda.
Con esta actitud mía, los distintos habitantes de la tierra,
-especialmente los que comparten conmigo-
podrán ver y acoger al Emmanuel – el Dios con nosotros.
La primera vela será la luz de mi alegría y mi sonrisa.
La ofreceré a todos, sin distinción, generosamente
y por propia iniciativa.
Será “mi” regalo para todos.
La segunda vela será la luz de mi plegaria sencilla y sincera.
Ofreceré mi oración al Señor.
Miraré el mundo, el país, mi barrio,
mi familia con afecto y comprensión.
Miraré al Señor llevándole el vistazo
que he echado al mundo y le rogaré con mi oración
que mire El con su bondad al mundo entero.
La súplica de una bendición de Dios será
“mi” regalo para todos.
La tercera vela será la luz de mi perdón.
Tenderé mi mano a todos para que me perdonen.
He faltado de pensamiento, palabra, obra y omisión.
Tenderé mi mano para ofrecer reconciliación y perdón.
Me dice Jesús: “Si tú quieres que Dios te perdone,
debes ser capaz de perdonar”...
Y en estas situaciones es más grande el que da que el que recibe.
Será “mi” regalo para todos.
La cuarta vela será la luz de mi cariño.
Repartiré buenas palabras, gestos amables
como pan sabroso, como la pizca de sal
que le dan buen sabor a la vida.
Que mi intención sea amar, porque Dios nos amó primero.
Que mi actitud sea amar,
porque donde hay verdadero amor, allí está Dios,
porque Dios es amor.
Será “mi” regalo para todos.
Y cuando llegue la Navidad habrá luz en las casas
y en los corazones, se habrán transformado mentes y voluntades.
Y después... ¡Seguirá siendo Navidad!