EL Rincón de Yanka: octubre 2024

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jueves, 31 de octubre de 2024

MARÍA SABINA MAGDALENA GARCÍA, MUJER MEDICINA MAZATECA 🙌

(Huautla de Jiménez, Oaxaca, 22 de julio de 1894, - 23 de noviembre de 1985) fue una mujer medicina mexicana y chamana mazateca del estado de Oaxaca.]
La poesía en sus cantos llevó a María Sabina a ser considerada la mejor poeta en español de las últimas décadas, de acuerdo con el escritor mexicano Homero Aridjis.
Ya sea bajo la forma de conjuros, cantos, u oraciones, su poder para utilizar la palabra está siempre presente.
Sin leer, ni escribir o haber escrito en español su profunda poesía es hasta ahora la más profunda, auténtica y duradera del habla hispana.

Esto lo constata el escritor mexicano Homero Aridjis, en entrevista para la agencia DPA, declarándola la mejor poeta, en español, de las últimas décadas: 
Sus singulares ceremonias con los hongos psicodélicos de la Sierra Mazateca o niños santos como ella los llamaba atrajeron a figuras como John Lennon, Janis Joplin, Bob Dyla, Jim Morrison, los Rolling Stones, Aldous Huxley y hasta Walt Disney.

Su fama internacional le llegó en su mayor parte gracias al investigador Robert Gordon Wasson y su esposa Valentina Pavlovna, considerados los padres del estudio de los hongos, quienes han escrito invalorables libros, estudiando entre otros los usos de la amanita muscaria. 

A continuación, algunos de sus poemas:

CÚRATE

“Cúrate mijita, con la luz del sol y los rayos de la luna.
Con el sonido del río y la cascada.
Con el vaivén del mar y el aleteo de las aves.
Cúrate mijita, con las hojas de la menta y la hierbabuena,
con el neem y el eucalipto.
Endúlzate con lavanda, romero y manzanilla.
Abrázate con el grano de cacao y un toque de canela.

Ponle amor al té en lugar de azúcar
y tómalo mirando las estrellas.
Cúrate mijita, con los besos que te da el viento
y los abrazos de la lluvia.
Hazte fuerte con los pies descalzos en la tierra
y con todo lo que de ella nace.
Vuélvete cada día más lista
haciendo caso a tu intuición,
mirando el mundo con el ojito de tu frente.
Salta, baila, canta, para que vivas más feliz.

Cúrate mijita, con amor bonito,
y recuerda siempre…tú eres la medicina.”
MUJER ESPIRITU
Soy la mujer que sólo nací.
Soy la mujer que sola caí.
Soy la mujer que espera.
Soy la mujer que examina.
Soy la mujer que mira hacia adentro.
Soy la mujer que mira debajo del agua.
Soy la nadadora sagrada
porque puedo nadar en lo grandioso.

Soy la mujer luna.
Soy la mujer que vuela.
Soy la mujer aerolito.
Soy la mujer constelación huarache.
Soy la mujer constelación bastón.
Soy la mujer estrella, Dios
porque vengo recorriendo
los lugares desde su origen.
Soy la mujer de la brisa.
Soy la mujer rocío fresco.
Soy la mujer del alba.
Soy la mujer del crepúsculo.
Soy la mujer que brota.

Soy la mujer arrancada.
Soy la mujer que llora.
Soy la mujer que chifla.
Soy la mujer que hace sonar.
Soy la mujer tamborista.
Soy la mujer trompetista.
Soy la mujer violinista.
Soy la mujer que alegra
porque soy la payasa sagrada.
Soy la mujer piedra del sol.
Soy la mujer luz de día.
Soy la mujer que hace girar.
Soy la mujer del cielo.
Soy la mujer de bien.
Soy la mujer espíritu
porque puedo entrar y puedo salir
en el reino de la muerte.

«Hay un mundo más allá del nuestro, un mundo que está lejos, también cercano e invisible. Ahí es donde vive Dios, donde vive el muerto y los santos. 
Un mundo donde todo ha pasado ya, y se sabe todo. Ese mundo habla. Tiene un idioma propio. Yo informo lo que dice. 
El hongo sagrado me toma de la mano y me lleva al mundo donde se sabe todo. 
Allí están los hongos sagrados, que hablan en cierto modo que puedo entender. Les pregunto y me contestan. 
Cuando vuelvo del viaje que he tomado con ellos, digo lo que me han dicho y lo que me han mostrado».
María Sabina


Natalia Lafourcade - María la Curandera (Video Lyric)

La Historia Detrás Del Mito | María Sabina


miércoles, 30 de octubre de 2024

LIBRO "APRENDIENDO A SER PADRES": UN REVOLUCIONARIO MÉTODO PARA MEJORAR LA EDUCACIÓN DE NUESTROS HIJOS 👪 por DR. FRANCISCO KOVACS


APRENDIENDO 
A SER 
PADRES

Un revolucionario método para mejorar 
la educación de nuestros hijos

El libro de parenting perfecto para estimular y sacar lo mejor de cada pequeño y ayudarles a desarrollar todo su potencial.
El doctor Francisco Kovacs, formado por su padre con técnicas especiales de educación temprana, terminó sus estudios de Medicina con diecinueve años y se doctoró summa cum laude a los veintidós. Su propia experiencia personal y su enfoque profesional como investigador médico le han servido para desarrollar el revolucionario método educativo que aquí se presenta.
Aprendiendo a ser padres es un manual de consulta indispensable a lo largo de todo el proceso educativo. Sus páginas describen actividades variadas que estimulan el desarrollo cerebral de los niños y aportan soluciones a los problemas que surgen durante su educación. También definen las claves necesarias para prepararlos de cara a enfrentarse a los retos que les esperan durante su vida y capacitarlos para superar las incoherencias y las amenazas que se ciernen sobre nuestra sociedad actual, a fin de facilitar que se conviertan en adultos felices.
Una obra imprescindible para conseguir que nuestros hijos lleguen a ser adultos libres y preparados.
OBJETIVOS DE LA EDUCACIÓN

Al educar a sus hijos, distintas personas pueden tener fines diferentes. Este libro asume que el objetivo de la educación es contribuir a formar adultos: 

Libres, capaces de forjarse un criterio, fijar sus objetivos y vivir según su propio albedrío. 
Dignos, dispuestos a vivir con acuerdo a sus principios y capaces de mantenerse por sí mismos. 
Firmes, leales consigo mismos y capaces de mantener sus principios en cualquier entorno. Capaces, al haber desarrollado todas sus aptitudes potenciales. 
Responsables, acostumbrados a asumir sus responsabilidades y las consecuencias de sus decisiones, y a cumplir siempre sus compromisos. 
Resolutivos, enfocados a analizar los problemas para hallar soluciones apropiadas por sí mismos y aplicarlas eficazmente. 
Emprendedores, capaces y dispuestos a contribuir a su propio progreso y bienestar, así como al de la sociedad. 
Estables emocionalmente, capaces de percibir y transmitir afecto, sentir y expresar emociones, y ser felices. 
Empáticos, capacitados para relacionarse con los demás y entender sus sentimientos, dispuestos a ayudar a los necesitados e intere - sados en contribuir al progreso común. 
En evolución constante, autocríticos para definir los campos en los que mejorar, y disciplinados para lograrlo. 

Evidentemente, estos objetivos son opinables. De hecho, solo reflejan el criterio del autor y no pretenden ser universales. Pero los métodos educativos que aquí se recogen probablemente serían ineficaces para alcanzar objetivos distintos. Por ejemplo, no servirían para desarrollar adultos sumisos, pusilánimes o influenciables.

FUNDAMENTO BIOLÓGICO DE LA EDUCACIÓN

El sistema nervioso central y, en especial, las funciones cerebrales son la base de características esenciales y diferenciadoras del ser humano. Desarrollarlas hasta su máxima expresión individual debe ser un objetivo fundamental de la educación. Para definir cómo hacerlo es necesario repasar algunas nociones fundamentales sobre el desarrollo y el funcionamiento del cerebro.

DESARROLLO Y FUNCIONAMIENTO BÁSICO DEL CEREBRO

La neurona es la célula «noble» básica del cerebro. Una de sus virtudes esenciales es emitir prolongaciones y establecer conexiones con otras neuronas. Aunque hace años se creía que cada neurona solo podía contactar con otra, actualmente se sabe que una misma célula puede recibir conexiones procedentes de otras muchas, modulando su funcionamiento según la información que recibe del resto. La importancia fundamental de este sistema radica en que permite que múltiples factores, algunos influenciados por el medio interno y otros por el entorno, influyan en el estado de activación, reposo o inhibición de una misma neurona. 
Ese sistema permite el trabajo en equipo, o en «circuito», entendiendo por tal un grupo de neuronas conectadas que está implicado en la regulación de una función corporal y es capaz de modularla según distintos parámetros. Cuanto mayor sea el número de neuronas incluidas en un circuito, cada una de las cuales puede integrar información de distinta procedencia, mayor será el grado de complejidad de ese circuito y más numerosos y sutiles los factores que podrán influir en esa función.

Por tanto, más importante que el número total de neuronas que existen en el cerebro es el número de conexiones que las interrelacionan. Cuanto mayor sea el número de conexiones, a más aptitudes y habilidades darán soporte. 
El desarrollo orgánico de las estructuras que configurarán el cerebro adulto comienza desde el momento de la concepción y no termina al nacer, sino que sigue desarrollándose durante la infancia. Las neuronas del niño van desarrollando prolongaciones que las conectan entre sí, haciendo que el peso y el volumen del cerebro se duplique en los primeros años de vida. Las prolongaciones necesitan estar aisladas del entorno para que los impulsos eléctricos que transmiten sean conducidos adecuadamente. Con ese fin se rodean de una sustancia, denominada «mielina», que es fabricada por células especializadas del cerebro. El proceso de «mielinización» es una parte esencial del proceso de maduración del cerebro y no se completa definitivamente hasta finalizar la primera década de vida.

GENES O EDUCACIÓN, UNA DISCUSIÓN ESTÉRIL

Algunos aspectos del proceso madurativo del cerebro son expresión directa del código genético. Se sabe que este condiciona el número total de neuronas que llega a tener el adulto, su agrupación y ubicación definitiva dando lugar a los núcleos o centros nerviosos, y las características básicas de la arquitectura del cerebro. Se sospecha que el código genético también induce directamente algunas conexiones entre neuronas que forman parte de circuitos básicos. Un ejemplo es la conexión entre las neuronas implicadas en el circuito que incita y coordina la succión, cuyo establecimiento previo al nacimiento es necesario para que el bebé pueda alimentarse. 
Por otra parte, la educación influye también de forma decisiva en el desarrollo de la estructura orgánica del cerebro. Los estímulos del entorno son capaces de inducir el desarrollo de las prolongaciones de las neuronas y el establecimiento de las conexiones entre ellas, así como de modificar las características de las capas cerebrales que no están marcadas genéticamente, aumentando el peso y tamaño del área cerebral estimulada.

FUNDAMENTO BIOLÓGICO DE LA EDUCACIÓN

Así, es un error pensar que exista un «gen de la inteligencia» que asegura la brillantez de quien lo posee y condena a la estupidez a quien carece de él. Ni la inteligencia ni prácticamente ninguna función cerebral dependen de un solo gen. Es el conjunto de la carga genética, más que un gen concreto, la que puede hacer que a unos sujetos les resulte más fácil, por ejemplo, mantener el equilibrio, memorizar o deducir. 

Pero «tener los genes que generan el desarrollo de las estructuras cerebrales implicadas en una función» no garantiza poder realizar esa función en la realidad; en gran medida, eso dependerá de que a lo largo de su proceso educativo esas estructuras hayan recibido los estímulos necesarios para que las neuronas implicadas establezcan entre sí las conexiones requeridas. El código genético aporta posibilidades, pero que esas posibilidades fructifiquen depende en gran medida de los estímulos que aporte la educación. La información genética contenida en una semilla permite que se desarrolle una planta y dé frutos, pero es necesario que el medio aporte los nutrientes y estímulos necesarios —agua, sol...— para que esas potencialidades genéticas fructifiquen. En el desarrollo de un humano y de sus funciones, el concepto es el mismo, pero los márgenes de máximo o mínimo desarrollo son mucho más amplios. 

La carga genética puede facilitar que algunos individuos sean más altos que los demás (aunque incluso en eso también influye el entorno; por ejemplo, a través de la alimentación y las enfermedades que padezca durante su etapa de crecimiento). Es cierto que ser más altos les puede suponer ventajas para jugar al baloncesto, pero para que esa potencial ventaja fructifique tienen que aprender a jugar y entrenarse; de lo contrario, solo será una potencialidad jamás desarrollada. De hecho, estudios realizados con gemelos univitelinos (que tienen la misma carga genética) demuestran que los estímulos del entorno (es decir, la educación) influyen en que se materialicen o no las posibilidades que el código genético depara. Aun con el mismo código genético, el hermano que hace deporte tiene una musculatura más desarrollada, el que se entrena mejora sus reflejos y el que se desarrolla en un ambiente musical desde su infancia capta mejor los matices de los sonidos. Los estudios realizados demuestran que lo mismo ocurre con la inteligencia, aunque no existan pruebas concluyentes —ni, por tanto, acuerdo— sobre cuál es la magnitud exacta de esa influencia.

Desde el punto de vista práctico, lo fundamental es que esa influencia existe. Actualmente no resulta viable modificar el elenco de genes implicados en una función cerebral (como la inteligencia). Y aunque en el futuro fuera factible, sería éticamente inaceptable hacerlo a capricho, en ausencia de enfermedades graves subsidiarias de resolverse con esa manipulación genética, o sin conocer las consecuencias que acarrearían esos cambios. Entre otros motivos porque su variabilidad genética es la que asegura la capacidad de adaptación de la humanidad a los cambios del entorno y, por tanto, su supervivencia como especie. Modificar la carga genética para que los niños fueran más altos, con el fin de mejorar sus posibilidades de ser jugadores profesionales de baloncesto, también supondría mermar la capacidad de adaptación de nuestra especie a aquellas situaciones en las que la baja estatura suponga una ventaja competitiva. 

Sin embargo, sí es factible (y no supone ningún problema ético, sino todo lo contrario) asegurar que el entorno fomenta el mejor desarrollo que permita la carga genética de cada humano. Por tanto, es estéril discutir si el desarrollo del humano y su cerebro dependen del código genético o de la educación que impone el entorno; para que el desarrollo sea óptimo es tan necesaria una carga genética sana como una educación adecuada. Y sobre este último aspecto sí se puede actuar. 

PLAZOS CRÍTICOS: LOS OBJETIVOS EDUCATIVOS 
DESDE EL PUNTO DE VISTA CEREBRAL 

El código genético condiciona el número de neuronas y sin estas no podrían existir circuitos. Pero para que estos se constituyan es necesario que crezcan prolongaciones de las neuronas y se conecten entre sí. Y para que estas conexiones se establezcan son fundamentales los estímulos del medio. Así, el código genético aporta la posibilidad de que exista desarrollo. Los estímulos del medio (incluyendo los educativos) condicionan que esa posibilidad fructifique o no. 

La capacidad de las neuronas para emitir prolongaciones y formar circuitos no es constante a lo largo de la vida. El desarrollo de algunos circuitos esenciales está determinado genéticamente y existen al nacer, para atrofiarse cuando, al no ser necesarios, dejan de utilizarse. A la inversa, los estímulos que aporta el entorno inducen el crecimiento de prolongaciones de neuronas previamente «desconectadas», que las conectan con aquellas otras neuronas con las que establecen los circuitos necesarios para procesar esos estímulos y coordinar la respuesta que requieran. Una vez que una conexión está establecida y ha funcionado, puede ser utilizada en distintos circuitos. Lo esencial es que exista. 
La facilidad para constituir estos circuitos es máxima en la vida intrauterina y al nacer, y decrece constantemente a partir de ese momento, con un punto principal de inflexión hacia los 7-10 años. Eso significa que los educadores disponen de aproximadamente ese período de tiempo para asegurar que el entorno aporta al niño los estímulos que este precisa, pues después va a ser mucho más difícil crear nuevas conexiones. A partir de entonces, las nuevas habilidades y conocimientos se adquieren esencialmente usando de nuevas maneras las conexiones ya existentes. 

Algunos casos ilustran este hecho. En 1972 fueron hallados en un bosque de Japón un niño y una niña que habían sido abandonados y probablemente fueron criados por animales. No sabían hablar, pero las radiografías demostraron que la maduración de sus huesos correspondía a una niña de 5 años y a un niño de 6. A esa edad sabían trepar y gatear a cuatro patas mejor que los niños de su edad, y tenían un olfato más desarrollado. Sin embargo, presentaban grandes limitaciones en el resto de sus aptitudes. En 1990, cuando tenían 23 y 24 años, seguían padeciéndolas: no podían andar erectos con habilidad, usar sus manos para tareas finas ni comprender ni expresar lenguaje hablado o escrito. También estaban muy restringidas sus facultades mentales superiores: eran incapaces de manejar conceptos abstractos y tenían serias dificultades de relación con otros humanos. 

Nada hace pensar que esos niños tuvieran un código genético radicalmente distinto al de los demás japoneses. Más probable es que sus limitaciones se deban a que en sus primeros años desarrollaron aquellas conexiones cerebrales que fueron estimuladas por el medio (como las necesarias para trepar o gatear) y no las demás. Dada la edad a la que fueron hallados (5 y 6 años) y a pesar de los programas de estimulación que se aplicaron desde entonces, han podido desarrollar muy pocas de las conexiones que no se habían establecido previamente. Y la falta de estimulación en los primeros años les condena a padecer limitaciones durante toda su vida.

Es obvio que el adulto solo es libre para escoger entre aquellas opciones que le resultan viables. El adulto que de niño solo desarrolló los circuitos cerebrales precisos para andar a cuatro patas nunca podrá elegir libremente andar erecto. Preservar la libertad de elección del adulto requiere una educación eficaz, que garantice durante su infancia el establecimiento del mayor número posible de conexiones cerebrales que permite su código genético. 
Una vez constituidas las conexiones, hay que hacerlas funcionar para que no se atrofien. Para ello, el sistema educativo debe potenciar las funciones en las que participan los circuitos que han sido constituidos. Por ejemplo, debe plantear ejercicios para acelerar la constitución de los circuitos implicados en la coordinación de los movimientos y el equilibrio, y, tan pronto como lo ha conseguido, iniciar la práctica de deportes que las sigan haciendo funcionar y refinen su coordinación. 

Con ese fin, el calendario de maduración del cerebro es la guía para definir el programa de estimulación. Por una parte, no tiene sentido aportar estímulos cuando todavía no se ha desarrollado la estructura necesaria para percibirlos. Por otra parte, una vez constituida, no hay por qué esperar más. En cuanto se desarrolla una estructura, se deben aplicar estímulos que fomenten las conexiones de sus neuronas entre sí y con las demás. Cuando esas conexiones se constituyen, el niño desarrolla nuevas aptitudes o funciones que deben fomentarse para que las conexiones establecidas se mantengan. 

En el cerebro maduran antes las estructuras simples que las complejas. Por eso, también la complejidad de los estímulos que se deben aportar va creciendo con el paso del tiempo. Las áreas cerebrales se clasifican en tres niveles, en función de su complejidad y de las funciones que permiten. Básicamente, las áreas primarias perciben estímulos, las secundarias los identifican y las terciarias los relacionan. Por ejemplo, el área visual primaria detecta un objeto negro, fino y alargado, de unos 14 centímetros de longitud y una punta de color distinto. El área visual secundaria identifica que es un bolígrafo. La terciaria lo analiza de modo distinto en función del contexto; por ejemplo, si se trata de escoger uno para regalar o de tomar una nota apresurada. 

Para que un área compleja comience a funcionar es necesario que la más simple haya madurado. Así, en las primeras fases de desarrollo, durante la vida intrauterina y los primeros meses de vida, la estimulación debe ser esencialmente sensorial, puesto que solo las áreas primarias están funcionando y su maduración es necesaria para que comience la de las secundarias. A medida que la maduración orgánica del cerebro avanza, los estímulos deben ser cada vez más complejos. 

El calendario de desarrollo y maduración del cerebro es la guía que define los estímulos que el medio debe aportar en cada momento y, por tanto, la pauta educativa. Por su especial influencia en la configuración definitiva del cerebro del adulto, los primeros 7 a 10 años de vida del niño son probablemente los más importantes de su vida. 
El mecanismo de desarrollo, maduración y funcionamiento del cerebro debe servir también para identificar los contenidos formativos de cada período y seleccionar el método de aprendizaje. El objetivo general consiste en fomentar la constitución de todas las conexiones que el niño puede desarrollar en todas las áreas de su cerebro, entrenándole a utilizar cada una de ellas con actividades racionales, creativas, deportivas y artísticas.

IDEAS BÁSICAS 
  • El código genético marca las posibilidades de desarrollo cerebral, pero es la educación la que determina en qué medida fructifican esas posibilidades.
  • Más importante que el número de neuronas presentes en el cerebro es la cantidad de conexiones que establecen entre sí, puesto que estas son la base de las funciones cerebrales.
  • Las conexiones cerebrales se establecen más fácilmente cuanto más joven es el niño. Es más eficiente fomentar su desarrollo antes de los 7 años.
  • Desde el punto de vista cerebral, la educación consiste en aportar en cada momento los estímulos necesarios para fomentar la constitución de conexiones entre las células cerebrales.
  • Las áreas cerebrales simples maduran antes que las complejas. El calendario de maduración del cerebro es la guía para definir los estímulos que se aportan a cada edad y establecer la pauta educativa.
Francisco Kovacs presenta su libro

Aprendiendo a Ser Padres de Francisco Kovacs: 
Claves para una Educación Temprana y Revolucionaria


martes, 29 de octubre de 2024

MÚSICA E INSPIRACIÓN: VIDA SECRETA DE LOS GRANDES MAESTROS: 🎶CONVERSACIONES TRASCENDENTES CON BRAHMS, PUCCINI, STRAUSS Y OTROS GENIOS por ARTHUR M. ABELL


VIDA SECRETA DE LOS 
 GRANDES MAESTROS
🎶
Conversaciones trascendentales 
con Brahms, Puccini, Strauss y otros genios

El libro «Vida secreta de los grandes maestros” de Arthur M. Abell nos habla de la capacidad de conectar con una fuerza espiritual superior a la hora de componer y estar inspirados los grandes músicos del siglo XIX cómo Brahms, Puccini, Strauss o Wagner.
«Los compositores somos proyectores del infinito en lo finito»

¿Qué inspira la creatividad?

Entre los años 1890 y 1917, Arthur M. Abell entabló conversaciones largas y sinceras con los mejores compositores de su época: Johannes Brahms, Giacomo Puccini, Richard Strauss, Engelbert Humperdinck (hablando sobre Wagner), Max Bruch y Edvard Grieg, sobre lo intelectual, lo psíquico y espiritual de sus grandes esfuerzos creativos. El resultado es una obra maestra donde se revelan la agonía, los triunfos y la religiosidad inherente a la mente creativa.
Los seis compositores acordaron explorar con Abell sus pensamientos más íntimos sobre la psicología del proceso creativo. Sin embargo, Brahms insistió en que sus divulgaciones no se publicaran hasta cincuenta años después de su muerte, porque, dijo, «no encontraré mi verdadero lugar en la historia musical hasta al menos medio siglo después de que me haya ido».

Esta obra es un homenaje a la inspiración creativa, y brilla por su ingenio, sinceridad, humor y, sobre todo, por dar a conocer la genialidad de los compositores más apreciados de todos los tiempos.
El proceso creativo es una mezcla de técnica, entendimiento, fuerza de voluntad, don de la imaginación, fantasía, determinación, deseo ardiente. Y por muy buena que sea la ejecución, no habrá ninguna composición que perdure si no tiene inspiración. Cuando viene, la inspiración es de tal sutileza y finura (como un fuego fatuo) que escapa a casi toda clasificación.

La inspiración es un despertar, una activación de todas las facultades humanas. El gran secreto de todos los genios creadores se encuentra en el hecho de que poseen la fuerza de apropiarse de la belleza, riqueza, grandeza y excelsitud que hay dentro de su alma y, al mismo tiempo, de comunicar tal riqueza a los demás. En este libro, Arthur M. Abell recoge el testimonio de seis importantes figuras de la música occidental —Brahms, Strauss, Puccini, Humperdinck, Bruch y Grieg— en relación con sus experiencias espirituales, psíquicas y mentales en el momento del impulso creador. Además, nos invita a conocer el contexto cultural europeo de principios del siglo xx a partir de la experiencia vital de sus protagonistas.

Arthur M. Abell, músico y periodista norteamericano, entrevistó entre 1890 y 1917 a varios grandes compositores sobre la psicología del proceso creativo, conversaciones de las que escribió un libro publicado cincuenta años después, en 1947, por expreso deseo de Brahms y que ahora recupera la editorial Luciérnaga.

Abell mantuvo una larga conversación con Brahms en 1896 sobre la creatividad gracias a la intermediación de un amigo íntimo del músico, Joseph Joachim, y que fue transcrita por un taquígrafo bilingüe de la embajada estadounidense en Viena.
“Toda inspiración verdadera emana de una fuerza espiritual que es Dios, y que los psicólogos modernos llaman el subconsciente, una experiencia que pocas personas pueden sentir y es por ello que hay tan pocos grandes compositores”, según Brahms.
Para el músico austriaco, “cuando voy a componer atraigo hacia mí el creador y primero le formuló las tres preguntas más importantes relativas a nuestra vida en este mundo: desde dónde, por qué y hacia dónde”.
“Inmediatamente noto vibraciones que me estremecen y que es el poder iluminador del Espíritu y, en este estado de exaltación, distingo con claridad lo que está oscuro en mi interior. Después me siento capaz de sacar inspiración de ello, como hizo Beethoven”.

El compositor lo explica como un entrar en un estado ensoñación similar a un trance, un momento en el que las ideas emergen con tal fuerza y rapidez que le es imposible retener todas, ya que llegan como flashes instantáneos y desaparecen rápidamente a no ser que las haya plasmado en un papel.

Wagner coincide con Brahms en que componer es captar “una energía universal que conecta el alma humana con la fuerza suprema del universo, de la que todos formamos parte”.
El compositor alemán decía que había descubierto que este poder transmitido por el espíritu no se manifestaba a través de la fuerza de la voluntad, sino de la imaginación y la fantasía. 
“A través del ojo de mi mente, veo visiones muy concretas de los personajes de mis dramas musicales”, explicó.
También él entraba en un estado de trance, “que es el requisito para cualquier intento creativo. Siento que me fundo con esta fuerza, que es omnisciente, y que puedo recurrir a ella con mis capacidades como única limitación”.

Strauss dijo a Abell que componer es un procedimiento que no es fácil de explicar y la inspiración es algo “tan sutil, tan tenue, que casi desafía definirla. Cuando estoy inspirado, tengo visiones muy persuasivas y claras que me envuelven y siento que estoy bebiendo de la fuente de energía infinita y eterna de la que todas las cosas proceden. La religión lo denomina Dios.”

Según Puccini, la inspiración es algo tan intangible, “que no puedo definirla. Me llega cuando me llega, pero no sé expresarlo con palabras. Por experiencia sé que cuando compongo es porque una influencia sobrenatural permite que reciba las verdades divinas y que las pueda comunicar al público a través de mis óperas”.

En lo que también coinciden todos es en el trabajo y la necesidad de evitar distracciones y ruidos. Para Brahms, “mis composiciones no son solo el fruto de la inspiración sino también de una dedicación laboriosa y minuciosa” y Puccini trabajaba de noche porque decía que durante el día había demasiado ruido en su casa.

Brahms y Joachim hablan de la inspiración 

Una tarde, Johannes Brahms y Joseph Joachim se sentaron en el estudio de la casa del famoso compositor de Viena para hablar de la fuente de inspiración en los grandes genios de la creación. Era finales del otoño de 1896 y el encuentro había sido concertado por el famoso violinista como un favor especial para mí, estando él también muy interesado en mi intención de escribir un libro sobre la genialidad y la inspiración. 

Yo estaba totalmente hechizado porque el tema siempre me había fascinado, y el lugar del encuentro no podía ser mejor, pues estábamos en una habitación en la que habían nacido muchas de las obras inmortales de Brahms. Sin la cooperación de Joachim, nunca habría logrado convencer a Brahms para que me revelara sus secretos acerca de cómo componía, inspirado con la fuerza de su alma e iluminado por el espíritu del Todopoderoso. 

En los repetidos empeños míos por convencerle, me di cuenta de que escondía algún tipo de tema sagrado y que no quería hablar de ello. De hecho, al inicio de la conversación esa tarde, Brahms le dijo a Joachim: 

—Joseph, todavía no he olvidado que tú y Clara Schumann a menudo me habíais hecho preguntas similares a aquellas con las que el señor Abell ha estado incordiándome los últimos cuatro años, y que siempre he rehusado contarte mi experiencia interior al componer. Es un tema del que no me apetece nada hablar, pero dado que Clara falleció el mes de mayo pasado, he empezado a ver las cosas de forma distinta. De hecho, siento que mi muerte se está acercando velozmente. Al final, quizá en el futuro pueda tener algo de interés saber cómo el espíritu habla cuando tengo la urgencia de crear. Por ello, te revelaré ahora mi proceso intelectual, físico y espiritual al componer. Beethoven declaró que sus ideas procedían de Dios, y yo puedo decir lo mismo. ¿Qué opinión tienes sobre la valía del libro que el señor Abell quiere escribir, Joseph? 

—Johannes, no hay duda de su valía. Tal libro, basado en tus propias experiencias, puede tener una incidencia cultural inmensa, no solo para el mundo de la música, sino para cualquiera que esté interesado en grandes valores estéticos. La inspiración pertenece a todos los genios creadores, desde poetas, pintores, escultores y dramaturgos hasta los compositores. 
¿No te gustaría leer con todo lujo de detalle el proceso espiritual de Mozart, Bach y Beethoven si nos hubieran dejado dicha crónica? 
—Por supuesto que sí, Joseph, y es una pena que lo poco que haya de ellos sea tan escaso. Entonces ¿crees realmente que merece la pena que mi propio proceso espiritual esté registrado en un libro? 

—Esta es una pregunta extraña, Johannes. Cuarenta y tres años antes, cuando solo tenías veinte años y estabas en el umbral de tu carrera, Schumann dijo que tú eras el nuevo mesías musical, y treinta y cinco años después, en 1888, nada menos que Hans von Bülow te comparó con Bach y Beethoven. A través de tu ego espiritual vibran armonías celestiales; estás dejando a la humanidad una herencia incalculable, Johannes, y el mundo musical se enriquecerá inmensamente si dejas testimonio de cómo el Espíritu te emociona cuando estás creando tus obras maestras. 
—Muy bien [es sei denn]. Os contaré a ti y a tu joven amigo cómo es mi método para comunicar con el infinito, para inspirarme ideas procedentes de Dios. Beethoven, que es mi modelo, lo conocía muy bien.

Brahms toma a Beethoven como guía 

—Beethoven siempre ha sido mi modelo. Las pocas cosas que sabemos acerca de cómo se inspiraba a través del Gran Creador han sido de una ayuda incalculable para mí. Bach y Mozart también son grandes fuentes de inspiración, pero la atracción de Beethoven es más universal. 

En ese momento, Brahms se giró hacia Joachim y dijo: 

—Joseph, háblale al señor Abell acerca de Beethoven y Schuppanzigh. 

A lo que Joachim me contó la siguiente historia: 

—Cuando era un niño estudié violín aquí, en Viena, durante tres años con Joseph Böhm, que también era el profesor de Ernst. Viví en casa de Böhm, y frau Böhm siempre supervisaba mi práctica. Con frecuencia se hospedaba en esta casa tan acogedora un violinista muy mayor que se llamaba Grünberg, que había tocado durante muchos años en la orquesta de Beethoven. Grünberg contó que, durante el primer ensayo de una nueva obra, Schuppanzigh, el concertino, se quejaba a Beethoven de que había una parte que estaba tan mal compuesta para la mano izquierda que resultaba casi imposible tocarla. A lo que Beethoven le respondió chillando: 

«Cuando compuse este pasaje, era plenamente consciente de estar siendo inspirado por Dios Todopoderoso. ¿Crees que puedo tener en cuenta tu violinito cuando Él me está hablando?». 
El violinista anciano citó las propias palabras de Beethoven con un gran entusiasmo y me impresionó profundamente. —Igual que yo, cuando cuentas esta historia, Joseph —exclamó Brahms—. Beethoven se sentía como yo cuando compuse el concierto para violín. 
¿Recuerdas cómo toda la comunidad de violinistas se escandalizó y Hellmesberger declaró que «el concierto de Brahms no está escrito para, sino contra el violín»? 
—Por supuesto que lo recuerdo, Johannes, y también recuerdo cómo Hellmesberger predijo que rápidamente caería en el olvido porque era intocable. 
—Beethoven hizo declaraciones similares —prosiguió Brahms—, en particular, a Bettina von Arnim en 1810. A esta mujer remar cable le confesó que era consciente de estar más cerca de su Creador de lo que estaban otros compositores. Declaró: 

«Sé que estoy más cerca de Dios que el resto de los compositores. Me acerco a él sin temor». Esta es una afirmación extraordinaria del mejor de los compositores, y corrobora lo que dijo Jesucristo, embebido de la presencia de Dios, en Juan 14, 10: «Las palabras que yo les digo no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí es el que hace las obras». Jesús proclamó una gran verdad cuando dijo esto, y cuando estoy en mi punto álgido componiendo, también siento un poder superior que trabaja a través de mí. Es interesante remarcar que estas palabras de Beethoven, expresadas ciento cuarenta y cinco años atrás, todavía se citan de vez en cuando. Por ejemplo, Ernest Newman, el destacado musicólogo inglés, las menciona en un artículo sobre Beethoven que apareció en The Atlantic Monthly, en marzo de 1953. 

Cómo Brahms contactó con Dios 

—Señor Brahms, ¿cómo contacta con la Omnipotencia? —le pregunté—. 
La mayoría de la gente la siente bastante distante. 

—Esta es una gran pregunta —contestó Brahms—. No se puede hacer con fuerza de voluntad, con un deseo que se busca a través de la conciencia, que es un producto de la evolución del reinado de lo físico y que desaparece con la muerte. Solo puede alcanzarse con el poder del alma, con el ego auténtico que sobrevive a la muerte del cuerpo. Este poder es inalcanzable para la conciencia, a no ser que esté iluminada por el Espíritu. Además, Jesús nos enseñó que Dios es el Espíritu, y también dijo: «Yo y el Padre somos uno» (Juan 10, 30). 

«Darse cuenta de que se es uno con el Creador, como hizo Beethoven, es una experiencia maravillosa e impresionante. Pocas personas pueden sentir esto, y es por ello que hay tan pocos grandes compositores o genios. Siempre pienso en eso antes de empezar a componer. 
Es el primer paso. Cuando siento la necesidad, empiezo atrayendo hacia a mí al Creador, y primero le formulo las tres preguntas más importantes relativas a nuestra vida en este mundo: desde dónde, por qué y hacia dónde. »Inmediatamente noto vibraciones que me estremecen —prosiguió Brahms—. 
Es el poder iluminador del Espíritu y, en este estado de exaltación, distingo con claridad lo que está oscuro en mi interior. Después me siento capaz de sacar inspiración de ello, como hizo Beethoven. Por encima de todo, en esos momentos me doy cuenta de la extraordinaria importancia de la mayor revelación de Jesús: 

“Yo y el Padre somos uno”. Estas vibraciones toman la forma de distintas imágenes mentales tras haber formulado mi deseo y escoger lo que quiero (en concreto, inspirarme para componer algo que eleve y beneficie a la humanidad): algo con un valor imperecedero. 

»De inmediato empiezan a brotar ideas de mí, directamente dictadas por Dios, y no solo puedo distinguir melodías con el ojo de mi mente, sino que toman formas específicas, armonías y orquestaciones. Poco a poco, se me va revelando el producto final en un estado de inspiración, como los que tuvo Tartini cuando compuso su mejor obra, la sonata El trino del diablo. Debo mantenerme en un estado de semitrance para alcanzar tales resultados; un estado en el que la conciencia está temporalmente en suspensión y el subconsciente toma el control, dado que es a través de este, que forma parte de la Omnipotencia, que llega la inspiración. Sin embargo, tengo que ser cuidadoso y no perder la consciencia, porque en tal caso las ideas se desvanecen. 

Brahms toma a Mozart como modelo 

—Este es el modo en el que Mozart componía. Una vez le preguntaron cuál era su proceso para componer, y respondió: «Es geht bei mir zu wie in einem schönen, starken Traume» [‘Mi proceso es como un sueño vívido’]. »Después prosiguió describiendo cómo las ideas, vestidas con la puesta en escena adecuada, se iban construyendo a través de él, gual que lo hacen conmigo. Por supuesto que es indispensable que un compositor domine las técnicas de composición, la teoría, la armonía, el contrapunto, la instrumentación…, pero cualquier persona puede hacer esto con su correcta aplicación. Sin embargo, tengo que decir que dominar la orquesta en la forma en que lo hace mi joven amigo Richard Strauss requiere una habilidad excepcional. Acuérdate de lo que te estoy diciendo, Joseph, llegará lejos. —Sigue, Johannes —dijo Joachim—. 

Estoy fascinado con tus revelaciones. Para mí es tan nuevo como lo es para el señor Abell. Por favor, sigue contándonos cómo el Espíritu trabaja a través de ti para componer obras. 
—El Espíritu es la luz de mi alma —prosiguió Brahms—. El Espíritu es universal. El Espíritu es la energía creativa del cosmos. El alma del hombre no es consciente de su poder hasta que el Espíritu la ilumina. De este modo, para crecer y evolucionar, el hombre tiene que aprender a usar y a desarrollar la fuerza de su propia alma. Todos los genios creadores lo hacen, aunque algunos son más conscientes del proceso que otros. 

—Por ejemplo —interviene Joachim—, aquellos genios tan dotados, como Shakespeare, Milton y Beethoven, que fueron conscientes de que eran inspirados y que dejaron información sobre ello. Joachim hablaba el inglés casi tan bien como el alemán. Tenía un marcado acento de Oxford y una pronunciación fantástica. Su inglés era majestuoso, y su voz profunda impresionaba bastante. Poseía un gran conocimiento de los poetas británicos y, durante esa maravillosa tarde, citó varios versos de Milton, Wordsworth y Tennyson que ilustraban el tema que se estuviera hablando (primero a mí en inglés y, después, traducidos al alemán para Brahms). Es más, señaló que la «superalma» de Emerson había aportado un maravilloso análisis del alma del hombre, de ese poder omnisciente con el que Brahms conectaba tanto. Estaba tan impresionado con todos los conocimientos y la amplitud de vista de Joachim que le dije: 
—Profesor Joachim, ¿dónde obtuvo tal grado de dominio del inglés y tantos conocimientos acerca de la literatura inglesa?

A lo que me respondió: 
—Cuando era joven y estaba estudiando en la Universidad de Gotinga, hice una asignatura dedicada a ello. Mi profesor era inglés, graduado en la Universidad de Oxford, y de él adquirí el acento. Es más, he pasado mucho tiempo en Inglaterra. He tocado allí cada temporada durante cuarenta años. Cuando Mendelssohn me introdujo en Londres, en 1844, toqué el concierto de Beethoven con la orquesta filarmónica bajo su dirección, y experimenté amor por esa ciudad y por su idioma. Siempre he sido fiel a este sentimiento. 

Brahms y la invocación de la musa 

Brahms tenía un modo desconcertante de dar la vuelta a la conversación de forma abrupta, y su siguiente pregunta me cogió totalmente desprevenido. 

—¿Alguna vez ha leído la Odisea o la Eneida? 
—Sí, he estudiado tres años de griego y cuatro de latín, y he leído ambas obras en su idioma original. —Muy bien. Cíteme la primera línea de la Odisea. 
—«Háblame, musa, del varón de gran ingenio». 
—¿Qué significa para usted? ¿Cómo lo interpreta? ¿Qué pensaban sus compañeros de clase cuando leían a Homero? 
—Puesto que la musa griega era una entidad imaginaria que no existía realmente, pensábamos que era una mera forma poética de expresión. No le atribuíamos ningún significado especial. —¿Y sigue pensando igual? 
—Sí. De hecho, no he pensado en ello desde que hice el examen de admisión en Yale, en 1889. —Bueno, con esta declaración acaba de demostrar una profunda ignorancia acerca de la gran ley de la sugestión. Esta invocación a la musa expresa una realidad psicológica suprema, y Homero y Virgilio eran conscientes de ella. Sentían cómo les llegaba ayuda desde una entidad superior, una entidad externa a ellos mismos, cuando componían sus grandes obras épicas. En otras palabras, sentían cómo les llegaba la inspiración, como me pasa a mí cuando compongo y como le pasaba a Beethoven. 

Por supuesto que eran paganos; tenían muchos dioses y no habían alcanzado el grado de espiritualidad al que llegaron los antiguos profetas hebreos en el Antiguo Testamento cuando se dieron cuenta de que solo existía un Dios. La idea que se había sostenido de un dios monoteísta por parte de estos genios espirituales ancestrales fue uno de los grandes hitos de la historia de la humanidad, y créeme, Joseph, siempre reflexiono sobre este hecho antes de empezar a componer. 

Resulta más inspirador y estimulante pensar en estas cosas antes de entrar en un estado de trance a través del que llega la inspiración. »Como he dicho antes, cuando entro en un estado de ensoñación es como si estuviese en trance, entre estar despierto y dormido; estoy consciente, pero al borde de perder la consciencia, y en esos momentos es cuando llega la inspiración. Toda inspiración verdadera emana de Dios, y Él se revela a sí mismo ante nosotros a través de esta chispa divina (a través de lo que los psicólogos modernos llaman el subconsciente). En ese momento, Joachim dijo: 

—Siempre me ha parecido, Johannes, que el término subconsciente [Unterbewustein] es una apelación inadecuada para tal poder omnipotente. 
¿Qué piensas? —Estoy bastante de acuerdo contigo, Joseph. Es un término muy inapropiado para algo perteneciente a la divinidad. Superconsciencia sería un término más adecuado, pero la mejor respuesta a tu pregunta se halla en el versículo 11 del capítulo 14 del Evangelio de san Juan, en el que nada menos que a través de una autoridad como Jesús, Él dijo: «El Padre está en mí y yo en el Padre». 

—¿Crees que Jesús quería decir que ese poder omnipotente que él denominaba Padre está en todos nosotros, y que cualquier compositor puede entrar en ese estado de ensoñación que describes y crear obras inmortales como las que tú has hecho? 
—El propio Jesús responde a esta pregunta en el mismo capítulo. En el versículo 10, dice: «El Padre que mora en mí es el que hace las obras». Y, en el versículo 12 del mismo capítulo, añade:

«El que en mí cree, las obras que yo hago las hará también». 

Esta es una de las declaraciones más trascendentales de Jesús, y una que la Iglesia ortodoxa ignora. Entonces, girándose hacia mí, preguntó: 

—¿Alguna vez ha oído en misa este texto? 

El Brahms religioso, pero no ortodoxo 

—Nunca antes lo había pensado, habiendo crecido con la Iglesia ortodoxa —contesté—. Pero ahora que lo pienso debo confesar que nunca he escuchado un sermón basado en el texto de Juan 14, 12. 
—Y nunca lo hará —contestó Brahms—, porque es una gran contradicción con Juan 3, 16, que es la piedra angular sobre la que la Iglesia ortodoxa se ha construido. 
La importancia de ese versículo es que son las propias palabras de Jesús y no las de los evangelistas o las del apóstol Pablo de Tarso. Recuerde esto, amigo mío. En ese momento, Joachim interrumpió la conversación y dijo: 

—Me encanta verte, Johannes, hablando de nuevo de esas cuestiones cruciales de las que tanto habíamos hablado hace años en Hannover. Tus observaciones perspicaces me apartaron de las creencias ortodoxas y, desde entonces, he abrazado la fe cristiana. Luego, girándose hacia mí, prosiguió: 

—Como ve, señor Abell, crecí en la fe judía ortodoxa. Cuando era un niño, ni siquiera se me permitía leer el Nuevo Testamento. Pero después me convencí de que las enseñanzas de Jesús eran más elevadas y más universales para ser aplicadas a las necesidades de la humanidad que la antigua doctrina judía, así que me bauticé y me uní a la Iglesia cristiana ortodoxa. Sin embargo, nunca me he atrevido a decírselo a mi padre porque es un judío ortodoxo muy estricto y se habría horrorizado si hubiera descubierto la verdad. 

Pero, más adelante, encontré algunas cosas en las creencias y dogmas de la Iglesia cristiana ortodoxa con las que no estoy de acuerdo, como Juan 3, 16, y fue un gran alivio descubrir que mi amigo Brahms compartía mis reparos. Nunca pude interiorizar la idea de que Jesús es el «Hijo unigénito» de Dios, como se declara en Juan 3, 16. Este es el motivo por el que Johannes —en ese momento Joachim se giró hacia Brahms— ha citado el versículo 14, 12 del Evangelio de san Juan, que se contradice con el versículo 3, 16, pero no debemos olvidar que las del 14, 12 son las propias palabras de Dios, mientras que las del 3, 16 son las del evangelista. 

Esta es una enorme diferencia. »Pero, por favor, sigue y cuéntale al señor Abell tus razones para creer que el gran Nazareno proclamó una verdad profunda cuando dijo: “El que en mí cree, las obras que yo hago las hará también, y hará otras todavía más grandes”. 
Entonces, me giré hacia Brahms y le pregunté: 

—Pero, señor Brahms, ¿qué tiene que ver la divinidad de Jesús con cómo se inspira cuando compone? 
—Tiene todo que ver, mi joven amigo, como verá si tiene un poco de paciencia. Todas estas cosas de las que estamos hablando mantienen una estrecha relación con lo que desea saber acerca de mi proceso mental, físico y espiritual cuando compongo. 
El poder desde el cual se inspiraron grandes compositores como Mozart, Schubert, Bach y Beethoven es el mismo poder que hizo posible que Jesús obrara sus milagros. Lo llamamos Dios, Omnipotencia, Divinidad, Creador, etc. Schubert lo llamó die Allmacht, pero, como bien preguntó Shakespeare: 

«¿Qué hay en un nombre?». «Es el poder que ha creado nuestra Tierra y todo el universo, incluyéndonos a usted y a mí, y este nazareno “intoxicado de Dios” nos enseñó que podemos apropiarnos de este poder para construirnos a nosotros mismos, aquí mismo y ahora, y también aprender de la vida eterna. 

Brahms cita a Mateo 7, 7  

—Jesús es muy explícito con esto al decir: «Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá». No se echarían a perder tantos intentos de componer buena música si se entendieran mejor estas palabras. Pero volvamos a Juan 14, 12. En ese instante, Brahms me sorprendió con una pregunta inesperada: 

—¿Alguna vez ha escuchado el prestigioso sermón de Dwight Moody? 
—Sí, vino a mi ciudad natal, Norwich, en 1886, con Ira Sankey, el tenor, que viajó con él a todas partes y cantó los himnos. Predicó su sermón cada noche durante una semana en la iglesia Broadway, en Norwich. 
—Bueno, debe provocar bastante revuelo, por lo que he leído en los periódicos de Viena. Él cree, según tengo entendido, que Jesús era el mismo Dios en forma humana, ¿verdad? 
—Sí, es lo que en Estados Unidos llamamos un fundamentalista; eso es que se cree, literalmente, todo lo que dice la Biblia. 
—Bueno, si lo que cree fuera verdad, los milagros de Jesús no tendrían nada de extraordinario, puesto que Él habría sido la gran excepción y no podríamos ni llegar a soñar en imitarlo. Pero, si lo que nos enseñó en Juan 14, 12 es verdad, hay mucha esperanza para nosotros. De acuerdo con las palabras de Jesús, él no era en este caso una excepción, sino el gran ejemplo para que nosotros lo imitáramos. —Entonces, ¿no cree que Jesús fuera el hijo de Dios? 
—Por supuesto que creo que era el hijo de Dios; todos lo somos, ya que no podemos haber salido de ninguna otra parte. Sin embargo, la gran diferencia entre Él y nosotros, mortales ordinarios, radica en que Él se apropió de más divinidad que el resto de nosotros. Entonces Joachim exclamó: 
—Johannes, estoy encantado de oírte decir el término apropiarse, porque me recuerda a un poema de solo dos estrofas que un autor británico famoso, Bulwer-Lytton, me dio en Londres, en 1853. Pasó mucho tiempo en la India y tenía un don especial para el misticismo, como revelaba en sus novelas.

Cómo Lao-Tse se apropia de la divinidad 

—En la India, Bulwer-Lytton conoció a un anciano monje budista que estaba totalmente entregado a la sabiduría tradicional oriental, y del que aprendió muchas «verdades eternas», en palabras del autor. Una de ellas forma parte de este poema pequeño, cuya traducción al inglés me dio. Dijo que su autor probablemente era Lao-Tse, el filósofo chino y fundador de la antigua religión taoísta. Voy a citar las palabras de Bulwer-Lytton tal y como las recibió del monje budista: Lao-Tse, que vivió en el año 500 a. C., era un hombre más importante que Confucio, pero no tan famoso. 

El confucianismo no es una religión, es un sistema ético que proporciona normas de conducta para nuestro mundo. En muchos aspectos es maravilloso, porque nos enseña a ser honestos, igual que hizo Jesús. Sin embargo, no hay ninguna mención a Dios o al Más Allá. Por otro lado, Lao-Tse era un hombre muy religioso. Creía firmemente en la vida después de la muerte y en el poder benevolente omnipotente del que nos podemos beneficiar todos nosotros para avanzar en la vida. Denominaba a este poder Espíritu, como Jesús haría quinientos años después, cuando declaró que «no podemos definir el Espíritu, pero podemos apropiarnos de él». 

—¡Eso es! —dijo Brahms—. Cuando compongo, siempre siento que me estoy apropiando del mismo Espíritu al que Jesús tanto se refiere. 
—¿Cuál es su proceso al apropiarse de él? —pregunté—. Debe de poseer una actitud especial hacia este poder, pero me gustaría saber cómo contacta con él. 
—En primer lugar, sé que este poder existe. No te lo puedes apropiar si no crees que este poder es una entidad viva real, y cuya fuente es nuestro propio ser. Esto no lo puedes saber desde tu mente consciente, que es un producto de la evolución en el reino de lo material. Solo se puede percibir con el eterno y real ego, el poder del alma.

Entonces Joachim intervino: 
—Johannes, antes de que nos digas nada más acerca de cómo contactas con este poder, deja que cite esas dos estrofas que proporcionan la fórmula de cómo Lao-Tse se apropió de él quinientos años antes de Cristo. Y, por cierto, Bulwer-Lytton me dijo que algunos investigadores creyeron que era un poema de origen hindú, otros que era de origen egipcio, y otros incluso lo atribuyeron a Zoroastro. Dice: 

La afirmación del yo 

Todo lo que necesitas está cerca de ti, 
Dios te provee de todo, 
confía, ten fe y escúchate, 
atrévete a afirmar tu yo. 

El poder está en ti, 
guíate por la luz de tu ojo. 
Nada puede derrotarte 
si te has atrevido a afirmar tu yo. 

—¡Espléndido! —exclamó Brahms—. 
Qué fórmula tan concisa y breve, y cómo se mantiene igual en el propio precepto que Jesús reveló a través del discurso de Dios, en el que encontramos siete súplicas, todas ellas una afirmación. Siempre me ha parecido que una afirmación es mucho más efectiva que una mera petición para atraer la inspiración cuando se está componiendo. En ese momento, Brahms se dirigió al piano y tocó tres fuertes acordes en do mayor, mientras exclamaba: 
—¡Esto es lo que opino de este poema!


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Giacomo Puccini cuando le preguntaban acerca de cómo había compuesto “La Bohème” o “Madama Butterfly” decía que “soy el obrero del todopoderoso. Es la conciencia primera la que me da nota por nota, campo por campo en el pentagrama, para que lo transmita a la humanidad”.
Y esto lo dijo no solo Puccini. También Brahms, Strauss, Griek, Beethoven, Mozart, Händel.
Arthur M. Abell, periodista norteamericano, entrevistó a músicos de renombre y todos llegaban a la misma conclusión. Que hay una conciencia interior a través de una conciencia primera y es la que les inspira a componer estas obras.

Platicando Con Johannes Bra... by Mafalda Mo