ORACIÓN DEL ALMA ENAMORADA
San Juan de La Cruz
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DIOS PADRE SÓLO AMA A SU HIJO JESUCRISTO
Y NOS AMA EN Y POR MEDIO DE ÉL
26. ¡Señor Dios, amado mío! Si todavía te acuerdas de mis pecados para no hacer lo que te ando pidiendo, haz en ellos, Dios mío, tu voluntad, que es lo que yo más quiero, y ejercita tu bondad y misericordia y serás conocido en ellos. Y si es que esperas a mis obras para por ese medio concederme mi ruego, dámelas tú y óbramelas, y las penas que tú quisieras aceptar, y hágase. Y si a las obras mías no esperas, ¿qué esperas, clementísimo Señor mío? ¿Por qué te tardas? Porque si, en fin, ha de ser gracia y misericordia la que en tu Hijo te pido, toma mi cornadillo, pues le quieres, y dame este bien, pues que tú también lo quieres.
¿Quién se podrá librar de los modos y términos bajos si no le levantas tú a ti en pureza de amor, Dios mío?
¿Cómo se levantará a ti el hombre, engendrado y criado en bajezas, si no le levantas tú, Señor, con la mano que le hiciste?
No me quitarás, Dios mío, lo que una vez me diste en tu único Hijo Jesucristo, en que me diste todo lo que quiero. Por eso me holgaré que no te tardarás si yo espero.
¿Con qué dilaciones esperas, pues desde luego puedes amar a Dios en tu corazón?
27. Míos son los cielos y mía es la tierra; mías son las gentes, los justos son míos y míos los pecadores; los ángeles son míos, y la Madre de Dios y todas las cosas son mías; y el mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y todo para mí. Pues ¿qué pides y buscas, alma mía? Tuyo es todo esto, y todo es para ti. No te pongas en menos ni repares en meajas que se caen de la mesa de tu Padre.
Sal fuera y gloríate en tu gloria, escóndete en ella y goza, y alcanzarás las peticiones de tu corazón.
28. El espíritu bien puro no se mezcla con extrañas advertencias ni humanos respetos, sino solo en soledad de todas las formas, interiormente, con sosiego sabroso se comunica con Dios, porque su conocimiento es en silencio divino.
29. El alma enamorada es alma blanda, mansa, humilde y paciente.
30. El alma dura en su amor propio se endurece.
31. Si tú en tu amor, ¡oh buen Jesús! no suavizas el alma, siempre perseverará en su natural dureza.
32. El que la ocasión pierde, es como el que soltó el ave de la mano, que no la volverá a cobrar.
33. No te conocía yo a ti, ¡oh Señor mío!, porque todavía quería saber y gustar cosas.
34. Múdese todo muy enhorabuena, Señor Dios, porque hagamos asiento en ti.
35. Un solo pensamiento del hombre vale más que todo el mundo; por tanto, sólo Dios es digno de él.
36. Para lo insensible, lo que no sientes; para lo sensible, el sentido; y para el espíritu de Dios, el pensamiento.
37. Mira que tu ángel custodio no siempre mueve el apetito a obrar, aunque siempre alumbra la razón; por tanto, para obrar virtud, no esperes al gusto, que bástate la razón y entendimiento.
38. No da lugar el apetito a que le mueva el ángel cuando está puesto en otra cosa.
39. Secado se ha mi espíritu, porque se olvida de apacentarse en ti.
40. Eso que pretendes y lo que más deseas no lo hallarás por esa vía tuya ni por la alta contemplación, sino en la mucha humildad y rendimiento de corazón.
41. No te canses, que no entrarás en el sabor y suavidad de espíritu, si no te dieres a la mortificación de todo eso que quieres.
42. Mira que la flor más delicada más presto se marchita y pierde su olor; por tanto, guárdate de querer caminar por espíritu de sabor, porque no serás constante; mas escoge para ti un espíritu robusto, no asido a nada, y hallarás dulzura y paz en abundancia; porque la sabrosa y durable fruta en tierra fría y seca se coge.
43. Cata que tu carne es flaca y que ninguna cosa del mundo puede dar fortaleza a tu espíritu ni consuelo; porque lo que nace del mundo, mundo es, y lo que nace de la carne, carne es; y el buen espíritu sólo nace del espíritu de Dios, que se comunica no por mundo ni carne (Jn. 4, 6).
44. Entra en cuenta con tu razón para hacer lo que ella te dice en el camino de Dios, y valdráte más para con tu Dios que todas las obras que sin esta advertencia haces y que todos los sabores espirituales que pretendes.
45. Bienaventurado el que, dejado aparte su gusto e inclinación, mira las cosas en razón y justicia para hacerlas.
46. El que obra razón es como el que come sustancia, y el que se mueve por el gusto de su voluntad, como el que come fruta floja.
47. Tú, Señor, vuelves con alegría y amor a levantar al que te ofende y yo no vuelvo a levantar y honrar al que me enoja a mi.
48. ¡Oh poderoso Señor!, si una centella del imperio de tu justicia tanto hace en el principe mortal, que gobierna y mueve las gentes, ¿qué hará tu omnipotente justicia sobre el justo y el pecador?
49. Si purificares tu alma de extrañas posesiones y apetitos, entenderás en espíritu las cosas; y si negares el apetito en ellas, gozarás de la verdad de ellas entendiendo en ellas lo cierto.
50. ¡Señor, Dios mío!, no eres tú extraño a quien no se extraña contigo; ¿cómo dicen que te ausentas tú?
51. Verdaderamente aquél tiene vencidas todas las cosas que ni el gusto de ellas le mueve a gozo ni el desabrimiento le causa tristeza.
52. Si quieres venir al santo recogimiento, no has de venir admitiendo sino negando.
53. Yéndome yo, Dios mío, por doquiera contigo, por doquiera me irá como yo quiero para ti.
54. No podrá llegar a la perfección el que no procura satisfacerse con nonada, de manera que la concupiscencia: natural y espiritual estén contentas en vacío; que para llegar a la suma tranquilidad y paz de espíritu esto se requiere; y de esta manera el amor de Dios en el alma pura y sencilla casi frecuentemente está en acto.
55. Mira que, pues Dios es inaccesible, no repares en cuanto tus potencias pueden comprehender y tu sentido sentir, porque no te satisfagas con menos y pierda tu alma la ligereza conveniente para ir a él.
56. Como el que tira el carro la cuesta arriba, así camina para Dios el alma que no sacude el cuidado y apaga el apetito.
57. No es de voluntad de Dios que el alma se turbe de nada ni que padezca trabajos; que, si los padece en los adversos casos del mundo, es por la flaqueza de su virtud, porque el alma del perfecto se goza en lo que se pena la imperfecta.
58. El camino de la vida, de muy poco bullicio y negociación es, y más requiere mortificación de la voluntad que mucho saber. El que tomare de las cosas y gustos lo menos, andará más por él.
59. No pienses que el agradar a Dios está tanto en obrar mucho como en obrarlo con buena voluntad, sin propiedad y respetos.
60. A la tarde te examinarán en el amor; aprende a amar como Dios quiere ser amado y deja tu condición.
61. Cata que no te entremetas en cosas ajenas, ni aun las pases por tu memoria, porque quizá no podrás tú cumplir con tu tarea.
62. No pienses que porque en aquél no relucen las virtudes que tú piensas, no será precioso delante de Dios por lo que tú no piensas. 63. No sabe el hombre gozarse bien ni dolerse bien, porque no entiende la distancia del bien y del mal.
64. Mira que no te entristezcas de repente de los casos adversos del siglo, pues que no sabes el bien que traen consigo ordenado en los juicios de Dios para el gozo sempiterno de los escogidos.
65. No te goces en las prosperidades temporales, pues no sabes de cierto que te aseguran la vida eterna.
66. En la tribulación acude luego a Dios confiadamente, y serás esforzado, y alumbrado y enseñado.
67. En los gozos y gustos acude luego a Dios con temor y verdad, y no serás engañado ni envuelto en vanidad.
68. Toma a Dios por esposo y amigo con quien te andes de continuo, y no pecarás, y sabrás amar, y haránse las cosas necesarias prósperamente para ti.
69. Sin trabajo sujetarás las gentes y te servirán las cosas si te olvidares de ellas y de ti mismo.
70. Date al descanso echando de ti cuidados y no se te dando nada de cuanto acaece, y servirás a Dios a su gusto y holgarás en él.
71. Mira que no reina Dios sino en el alma pacífica y desinteresada.
72. Aunque obres muchas cosas, si no aprendes a negar tu voluntad y sujetarte, perdiendo cuidado de ti y de tus cosas, no aprovecharás en la perfección.
73. ¿Qué aprovecha dar tú a Dios una cosa si él te pide otra? Considera lo que Dios querrá y hazlo, que por ahí satisfarás mejor tu corazón que con aquello a que tú te inclinas.
74. ¿Cómo te atreves a holgarte tan sin temor, pues has de parecer delante de Dios a dar cuenta de la menor palabra y pensamiento?
75. Mira que son muchos los llamados y pocos los escogidos (Mt. 22, 14), y que, si tú de ti no tienes cuidado, más cierta está tu perdición que tu remedio, mayormente siendo la senda que guía a la vida eterna tan estrecha (Mt. 7, 14).
76. No te alegres vanamente, pues sabes cuántos pecados has hecho y no sabes cómo está Dios contigo, sino teme con confianza.
77. Pues que en la hora de la cuenta te ha de pesar de no haber empleado este tiempo en servicio de Dios, ¿por qué no le ordenas y empleas ahora como lo querrías haber hecho cuando te estés muriendo?
78. Si quieres que en tu espíritu nazca la devoción y que crezca el amor de Dios y apetito de las cosas divinas, limpia el alma de todo apetito y asimiento y pretensión, de manera que no se te dé nada por nada. Porque, así como el enfermo, echado fuera el mal humor, luego siente el bien de la salud y le nace gana de comer, así tú convalecerás en Dios si en lo dicho te curas; y sin ello, aunque más hagas, no aprovecharás.
79. Si deseas hallar la paz y consuelo de tu alma y servir a Dios de veras, no te contentes con eso que has dejado, porque por ventura te estás, en lo que de nuevo andas, tan impedido o más que antes; las deja todas esotras cosas que te quedan y apártate a una sola que lo trae todo consigo, que es la soledad santa, acompañada con oración y santa y divina lección, y allí persevera en olvido de todas las cosas; que, si de obligación no te incumben, más agradarás a Dios en saberte guardar y perfeccionar a ti mismo que en granjearlas todas juntas; porque ¿qué le aprovecha al hombre ganar todo el mundo si deja perder su alma? (Mt 16, 26).
Cántico
Descubre tu presencia,
y máteme tu vista y hermosura;
mira que la dolencia
de amor, que no se cura
sino con la presencia y la figura.
San Juan de la Cruz
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Dios es amor, pero ese amor
no responde a nuestra idea del amor.
Dios es El que ama, el amado y el amor.
Los tres a la vez.
Incomprensible para nosotros,
porque en nosotros son realidades diferentes.
En nosotros siempre habrá un sujeto que ama,
un objeto amado y el amor mismo.
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La creación no es más que
la manifestación de ese Dios.
En toda criatura queda
reflejada su manera de ser.
En todo ser creado está el amante,
el amado y el amor.
El hombre tiene la capacidad de entrar
consciéntemente en esa dinámica.
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No puede haber meta más alta,
que dejarse arrastrar por ese torbellino.
Es Vida en el sentido más profundo
de lo que podemos entender.
Vida que me lleva más allá de mí mismo
y colmaría mi ser.
Vida que colmaría mi ansia de felicidad.
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Romance sobre el Evangelio
de San Juan de la Cruz
"In principio erat Verbum",
acerca de la Santísima Trinidad
1. En el principio moraba
el Verbo, y en Dios vivía,
en quien su felicidad
infinita poseía.
5. El mismo Verbo Dios era,
que el principio se decía;
él moraba en el principio,
y principio no tenía.
10. El era el mismo principio;
por eso de él carecía.
El Verbo se llama Hijo,
que del principio nacía;
hale siempre concebido
y siempre le concebía;
15. dale siempre su sustancia,
y siempre se la tenía.
Y así la gloria del Hijo
es la que en el Padre había
y toda su gloria el Padre
20. en el Hijo poseía.
Como amado en el amante
uno en otro residía,
y aquese amor que los une
en lo mismo convenía
25. con el uno y con el otro
en igualdad y valía.
Tres Personas y un amado
entre todos tres había,
y un amor en todas ellas
30. y un amante las hacía,
y el amante es el amado
en que cada cual vivía;
que el ser que los tres poseen
cada cual le poseía,
35. y cada cual de ellos ama
a la que este ser tenía.
Este ser es cada una,
y éste solo las unía
en un inefable nudo
40. que decir no se sabía;
por lo cual era infinito
el amor que las unía,
porque un solo amor tres tienen
que su esencia se decía;
45. que el amor cuanto más uno,
tanto más amor hacía.
En aquel amor inmenso
que de los dos procedía,
palabras de gran regalo
50. el Padre al Hijo decía,
de tan profundo deleite,
que nadie las entendía;
sólo el Hijo lo gozaba,
que es a quien pertenecía.
55. Pero aquello que se entiende
de esta manera decía:
Nada me contenta,
Hijo, fuera de tu compañía;
y si algo me contenta,
60. en ti mismo lo quería.
El que a ti más se parece
a mi más satisfacía,
y el que en nada te semeja
en mí nada hallaría.
65. En ti solo me he agradado,
¡Oh vida de vida mía!.
Eres lumbre de mi lumbre,
eres mi sabiduría,
figura de mi sustancia,
70. en quien bien me complacía.
Al que a ti te amare,
Hijo, a mí mismo le daría,
y el amor que yo en ti tengo
ese mismo en él pondría,
75. en razón de haber amado
a quien yo tanto quería.
Una esposa que te ame.
Mi Hijo, darte quería,
que por tu valor merezca
80. tener nuestra compañía
y comer pan a una mesa,
del mismo que yo comía,
porque conozca los bienes
que en tal Hijo yo tenía,
85. y se congracie conmigo
de tu gracia y lozanía.
Mucho lo agradezco, Padre,
el Hijo le respondía;
a la esposa que me dieres
90. yo mi claridad daría,
para que por ella vea
cuánto mi Padre valía,
y cómo el ser que poseo
de su ser le recibía.
95. Reclinarla he yo en mi brazo,
y en tu ardor se abrasaría,
y con eterno deleite
tu bondad sublimaría.
Hágase, pues dijo el Padre,
100. que tu amor lo merecía;
y en este dicho que dijo,
el mundo criado había
palacio para la esposa
hecho en gran sabiduría;
105. el cual en dos aposentos,
alto y bajo. dividía.
El bajo de diferencias
infinitas componía;
mas el alto hermoseaba
110. de admirable pedrería,
porque conozca la esposa
el Esposo que tenía.
En el alto colocaba
la angélica jerarquía;
115. pero la natura humana
en el bajo la ponía,
por ser en su compostura
algo de menor valía.
Y aunque el ser y los lugares
120. de esta suerte los partía,
pero todos son un cuerpo
de la esposa que decía;
que el amor de un mismo Esposo
una esposa los hacía.
125. Los de arriba poseían
el Esposo en alegría;
los de abajo, en esperanza
de fe que les infundía,
diciéndoles que algún tiempo
130. él los engrandecería
y que aquella su bajeza
él se la levantaría
de manera que ninguno
ya la vituperaría;
135. porque en todo semejante
él a ellos se haría
y se vendría con ellos,
y con ellos moraría;
y que Dios sería hombre,
140. y que el hombre Dios sería,
y trataría con ellos,
comería y bebería;
y que con ellos continuo
él mismo se quedaría,
145. hasta que se consumase
este siglo que corría,
cuando se gozaran juntos
en eterna melodía;
porque él era la cabeza
150. de la esposa que tenía,
a la cual todos los miembros
de los justos juntaría
que son cuerpo de la esposa,
a la cual él tomaría
155. en sus brazos tiernamente,
y allí su amor la diría;
y que, así juntos en uno,
al Padre la llevaría,
donde del mismo deleite
160. que Dios goza, gozaría;
que, como el Padre y el Hijo,
y el que de ellos procedía
el uno vive en el otro,
así la esposa sería,
165. que, dentro de Dios absorta,
vida de Dios viviría.
Con esta buena esperanza
que de arriba les venía,
el tedio de sus trabajos
170. más leve se les hacía;
pero la esperanza larga
y el deseo que crecía
de gozarse con su Esposo
continuo les afligía;
175. por lo cual con oraciones,
con suspiros y agonía,
con lágrimas y gemidos
le rogaban noche y día
que ya se determinase
180. a les dar su compañía.
Unos decían: ¡Oh si fuese
en mi tiempo el alegría!
Otros: ¡Acaba, Señor;
al que has de enviar, envía!
185. Otros: ¡Oh si ya rompieses
esos cielos, y vería
con mis ojos que bajases,
y mi llanto cesaría!
¡Regad, nubes, de lo alto,
190. que la tierra lo pedía,
y ábrase ya la tierra,
que espinas nos producía,
y produzca aquella flor
con que ella florecería!
195. Otros decían: ¡Oh dichoso
el que en tal tiempo sería,
que merezca ver a Dios
con los ojos que tenía,
y tratarle con sus manos,
200. y andar en su compañía,
y gozar de los misterios
que entonces ordenaría!
En aquestos y otros ruegos
gran tiempo pasado había;
205. pero en los postreros años
el fervor mucho crecía,
cuando el viejo Simeón
en deseo se encendía,
rogando a Dios que quisiese
210. dejalle ver este día.
Y así, el Espíritu Santo
al buen viejo respondía;
Que le daba su palabra
que la muerte no vería
215. hasta que la vida viese
que de arriba descendía
y que él en sus mismas manos
al mismo Dios tomaría,
y le tendría en sus brazos
220. y consigo abrazaría.
Ya que el tiempo era llegado
en que hacerse convenía
el rescate de la esposa,
que en duro yugo servía
225. debajo de aquella ley
que Moisés dado le había,
el Padre con amor tierno
de esta manera decía:
Ya ves, Hijo, que a tu esposa
230. a tu imagen hecho había,
y en lo que a ti se parece
contigo bien convenía;
pero difiere en la carne
que en tu simple ser no había
235. En los amores perfectos
esta ley se requería:
que se haga semejante
el amante a quien quería;
que la mayor semejanza
240. más deleite contenía;
el cual, sin duda, en tu esposa
grandemente crecería
si te viere semejante
en la carne que tenía.
245. Mi voluntad es la tuya
el Hijo le respondía,
y la gloria que yo tengo
es tu voluntad ser mía,
y a mí me conviene, Padre,
250. lo que tu Alteza decía,
porque por esta manera
tu bondad más se vería;
veráse tu gran potencia,
justicia y sabiduría;
255. irélo a decir al mundo
y noticia le daría
de tu belleza y dulzura
y de tu soberanía.
Iré a buscar a mi esposa,
260. y sobre mí tomaría
sus fatigas y trabajos,
en que tanto padecía;
y porque ella vida tenga,
yo por ella moriría,
265. y sacándola del lago
a ti te la volvería.
Entonces llamó a un arcángel
que san Gabriel se decía,
y enviólo a una doncella
270. que se llamaba María,
de cuyo consentimiento
el misterio se hacía;
en la cual la Trinidad
de carne al Verbo vestía;
275. y aunque tres hacen la obra,
en el uno se hacía;
y quedó el Verbo encarnado
en el vientre de María.
Y el que tenia sólo Padre,
280. ya también Madre tenía,
aunque no como cualquiera
que de varón concebía,
que de las entrañas de ella
él su carne recibía;
285. por lo cual Hijo de Dios
y del hombre se decía.
Ya que era llegado el tiempo
en que de nacer había,
así como desposado
290. de su tálamo salía
abrazado con su esposa,
que en sus brazos la traía,
al cual la graciosa Madre
en un pesebre ponía,
295. entre unos animales
que a la sazón allí había.
Los hombres decían cantares,
los ángeles melodía,
festejando el desposorio
300. que entre tales dos había.
Pero Dios en el pesebre
allí lloraba y gemía,
que eran joyas que la esposa
al desposorio traía.
305. Y la Madre estaba en pasmo
de que tal trueque veía:
el llanto del hombre en Dios,
y en el hombre la alegría,
lo cual del uno y del otro
tan ajeno ser solía.