EL UNDÉCIMO MANDAMIENTO
👪
👪
“Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; (con la misma intensidad con que Yo os amo), que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros’’. Juan 13:34, 35
Me encontraba encajonado en la última fila de nuestro vuelo de escala entre South Bend, Indiana, y Chicago. A mi lado iba un asesor de gestión empresarial para empresas integradas en la lista Fortune 500. No tardamos en entablar conversación, sacando el mayor provecho de nuestro breve vuelo sobre el lago Michigan. Él iba camino de otra empresa, y yo a predicar en otra parte del país. Él era judío; yo, cristiano.
-¿Y de qué va a hablar usted? -preguntó él.
-Del undécimo mandamiento -respondí.
-¿El undécimo mandamiento? -inquirió incrédulo-. ¡Ya lo hemos pasado bastante mal con los diez! ¡Qué íbamos a hacer con uno más…
Perspicaz pregunta la suscitada por el caballero judío. Me pregunto: ¿Qué haremos con el undécimo?
Otro judío, y, verdaderamente, otro caballero (aunque este es mucho más joven), está a punto de hablar. Estará muerto en menos de veinticuatro horas, y él lo sabe. Y cuando un hombre sabe que está a punto de morir, puedes estar seguro de que sus últimas palabras estarán llenas de aquello que más le afecte. Cuando estás en una cuenta regresiva, cada palabra cuenta.
“Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros” (Juan 13:34, 35). En caso de que te sientas tentado a concluir que este mandato de amarse es simplemente un aparte, un pensamiento aislado de pasada pronunciado por el Maestro, debes saber que aquí, entre esas cuatro paredes del aposento alto, Jesús declarará estas palabras cinco veces: Ámense mutuamente, ámense mutuamente, ámense mutuamente, ámense mutuamente, ámense mutuamente. Y cuando lees el contexto de su llamamiento en vísperas de la crucifixión, no puedes evitar observar que la palabra “amar” o una de sus derivadas aparece 31 veces en los labios de un Jesús que está en el corredor de la muerte, 33 veces en total aquí en Juan 13 a 17. El amor está de manera inequívoca, en el pensamiento del Maestro.
“Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros”. Un undécimo mandamiento para los elegidos; porque, sin duda, lo que estaba en su pensamiento debe estar en nuestro corazón: el amor mutuo.
Oración de una niña: "Señor, haz que la gente mala se haga buena, y haz que la gente buena sea simpática".
EXAMEN DE CONCIENCIA
(Sin examen de conciencia
no hay arrepentimiento ni reconciliación)
“Se os pidió despojarse del hombre viejo al que vuestras pasiones van destruyendo, pues así fue vuestra conducta anterior, y renovarse por el espíritu desde dentro.”. Ef 4, 22-23
"No entristezcan al Espíritu santo de Dios; Éste es el sello con el que vosotros fuisteis marcados y por el que serán reconocidos en el día de la salvación. Ef 4, 30
"Hay un remedio para las culpas, reconocerlas". Franz Grillparzer
Antes que nada pedimos al Espíritu Santo, la Sabiduría para RECONOCER nuestros pecados, la Gracia para arrepentirnos de ellos y el Temor (Respeto) de Dios para no ser indiferentes a Su Real Causa: Su Reinado.
Yo confieso que he dividido y dado mal testimonio a la Iglesia por mi soberbia, mis celos, mis envidias, mi egocentrismo egotista y ególatra, por mis normas y códigos. He contribuido a deshacer los puentes de Dios y de la comunidad y de la fraternidad.
Hemos pasado de la simpatía empática de Dios a la antipatía de los hombres: mira como se odian y se desunen esos antípáticos para todo el pueblo entero.
Yo confieso que soy dominante y controlador. Soy perfeccionista y muy exigente en lo que hacen los demás hermanos. Me gusta tomar decisiones sin contar con la comunidad para hacer siempre lo que quiero yo creyendo que es lo perfecto. Porque hago mi voluntad. O no tomo ninguna decisión cometiendo pecado de omisión.
Yo confieso que he pensado más en mis razones o conveniencias sin pensar en las consecuencias de la división entre hermanos y grupos. Porque he elegido lo urgente por lo importante; he cambiado los medios en fines; y, he usurpado Su pertenencia, Su propiedad y Su Gloria.
Yo confieso que he expulsado y separado a nuestros jóvenes de nuestros grupos y encuentros generales. No he querido delegar ni ceder el ministerio. No he tenido la paciencia y la pedagogía con los nuevos servidores como la que yo sí tuve de mis servidores cuando empezaba en esta corriente de gracia que yo he ayudado a estancar...
Yo confieso que he entristecido al Espíritu Santo por mi hipocresía, mi incoherencia, mi frialdad con mi prójimo; mis miedos, mis ídolos, mi ingratitud, mi arrogancia, mi superficialidad, mi tibieza, mi indiferencia.
Yo confieso que he buscado la gratificación de mis obras y mis devociones, y no he dejado a Dios ser Dios. De perder el respeto al Mismo Dios. De que no me doliera que siempre me esté repitiendo su mensaje en su palabra. De no hacerle caso. De no quebrantarme. De no dar más testimonio de vida. De no ser testigo de su amor.... De no hacer llevar más hermanos a la fuente de Vida Misma.
Yo confieso de no ser testigo de su Gratuidad; de no ser místico en la acción. De confiar más en mi ascética.
Yo confieso ante Dios Todopoderoso,
y ante vosotros hermanos que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión.
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a Santa María siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos y a vosotros hermanos,
que intercedan por mí ante Dios, Nuestro Señor.
Amén.
0 comments :
Publicar un comentario