EL Rincón de Yanka: FUNDAMENTALISMO

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martes, 16 de septiembre de 2025

"LA DECADENCIA DE OCCIDENTE": LOS ESTADOS ENEMIGOS DE LA NACIÓN por FERNANDO DEL PINO CALVO-SOTELO y "ABSOLUTISMO DEMOCRÁTICO" OLIGÁRQUICO


La decadencia de Occidente


En las últimas décadas los países occidentales han tendido hacia un menor crecimiento económico, un mayor endeudamiento y una creciente desintegración familiar y social, como muestran una variedad de indicadores. Por lo tanto, la apreciación subjetiva de que vivimos una época de cierta decadencia está refrendada por la evidencia.
La pérdida de valores es patente tanto en la esfera privada como en la pública, como lo es el aumento de familias destruidas y la correspondiente disminución de felicidad individual. Asimismo, se constata una falta de cohesión social que promueve los conflictos internos, una irritación creciente ante la percepción de que el sistema no funciona y un empobrecimiento encubierto bajo las irreales estadísticas oficiales.
Por último, el Estado y su maquinaria burocrática gozan de un poder desorbitado que ha crecido de forma paralela a la tremenda disminución de la libertad personal de los ciudadanos, hoy claramente inferior a la que disfrutábamos hace cuarenta o cincuenta años (también en España).
A lo largo de una serie de cuatro artículos, que amplían el texto de una conferencia que pronuncié este verano, intentaré dar luz sobre este asunto, que suele pasarse por alto en el debate público.

Los Cinco Experimentos

¿Estamos mejor o peor que hace cincuenta años? ¿Qué está ocurriendo en Occidente? ¿Qué ha cambiado? Fundamentalmente, lo que ha cambiado es que las sociedades occidentales están llevando a cabo cinco experimentos, idea que concebí por primera vez en una charla que di en Inglaterra hace una década, pero que nunca había sido corregida ni publicada en español.
Un experimento significa probar las virtudes y propiedades de algo para ver si funciona bien o mal. El problema es que estamos llevando a cabo dichos experimentos sin ser conscientes de que se trata solamente de eso: experimentos. No estamos juzgando si funcionan bien o mal, sino que los consideramos avances axiomáticos de la civilización, es decir, “progreso”, esa palabra fetiche. Sin embargo, como dijo Churchill, «por muy hermosa que sea la estrategia, de vez en cuando habrá que observar sus resultados». Eso es lo que pretendo hacer.

El primer experimento: el Estado Leviatán

El primer experimento es el Estado Gigante o Estado Leviatán, en acertada expresión del profesor Dalmacio Negro. Poca gente es consciente de hasta qué punto el tamaño del Estado que hoy tomamos como normal es una anomalía histórica.

Midamos el tamaño del Estado por las cifras de gasto público. Hasta principios del s. XIX, el gasto público en los países occidentales oscilaba entre el 5 % y el 7% del PIB, y la mitad era gasto militar; a principios del s. XX el gasto público seguía siendo inferior al 10 % del PIB, incluyendo los países nórdicos, hoy conocidos como paradigmas del Estado de Bienestar. Pues bien, hoy el gasto público en Europa se acerca al 50% del PIB, lo que significa que se ha multiplicado por diez en dos siglos.

Los impuestos elevadísimos: otra novedad histórica

Este gasto público se ha financiado, en primer lugar, con impuestos, arma coercitiva-extractiva del Estado cuyo componente principal son los impuestos permanentes sobre la renta. Este es también otro invento reciente que ha acompañado a la creación del Estado Leviatán. De hecho, el primer impuesto permanente no se introdujo hasta 1842 en Gran Bretaña, mientras que EEUU, Francia, Alemania y otros no lo introdujeron hasta 1913 y 1925. España no tuvo impuesto de la renta permanente hasta 1932, y Suiza no ha tenido un impuesto federal sobre la renta permanente hasta 1983. En términos históricos esto es el equivalente a ayer mismo.

Cabe destacar que, al principio, los tipos impositivos sobre la renta oscilaban entre el 1 % y el 7 % de los ingresos anuales (como fue el caso de España en 1932). Hoy en día no es raro encontrar tipos impositivos marginales sobre la renta del 50%, que se toman como “normales” (debe mencionarse que los países anglosajones tuvieron tipos marginales aún más elevados en algunos años de la segunda mitad del s. XX).

El expolio fiscal no se limita al impuesto sobre la renta, sino que se completa con una miríada de impuestos directos e indirectos a los que se aplican retenciones y fechas de pago distintas para que el nivel abusivo de fiscalidad pase desapercibido. Sumando todos ellos, a cada trabajador español los impuestos le quitan de media un 65% de lo que gana: dos de cada tres euros son robados por el Estado ante la extraña pasividad de la población (robar: «quitar o tomar para sí con violencia o fuerza lo ajeno»).

La vocación totalitaria del Estado de Bienestar

La excusa creada para justificar este expolio es el llamado Estado de Bienestar, que Peter Sloterdijk denomina «Estado Impositivo», y Gustave Thibon, de forma aún más acertada, “Estado Vampiro”. Naturalmente, cualquier sociedad que aspire a llamarse civilizada tiene el deber moral de cuidar de los más débiles, de aquellos que no pueden valerse por sí mismos, ya sea de forma temporal o permanente. Sin embargo, los más débiles, por definición, son una minoría, y las minorías interesan poco al Estado de Bienestar, que es un concepto político.

El Estado de Bienestar o Estado Vampiro no persigue acabar con la pobreza, sino dar más poder a la clase política utilizando como coartada fines supuestamente benéficos. Conceptualmente, se basa en un fraude, pues promete una seguridad ficticia a cambio de algo muy real: 
nuestra libertad, que siempre cuenta —pobrecilla— con menos defensores de lo que parece. En efecto, libertad conlleva responsabilidad, esfuerzo, tomar decisiones, equivocarse y asumir las consecuencias, y puede llegar a dar miedo, lo que es hábilmente explotado por la clase política.

Esta naturaleza ambivalente de la libertad (atracción/rechazo) no es nueva, precisamente. El libro del Éxodo ―escrito hace 3.500 años― narra cómo el pueblo judío murmuró contra Moisés a pesar de que éste acababa de liberarles de la esclavitud: «¡Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos alrededor de una olla de carne y comíamos pan hasta hartarnos!» (Ex. 16, 3). Éste era el valor de la libertad: una olla de carne y pan abundante. La naturaleza humana no ha cambiado, y los ciudadanos de los modernos Estados de Bienestar hacen exactamente el mismo trueque.

«Tú trabaja, que yo reparto», nos dicen los políticos. En efecto, el expolio se maquilla con el engañoso concepto de redistribución de la riqueza, destructor soterrado de la propiedad privada —y, por tanto, de la libertad— y que constituye otra falacia más: como dice Jouvenel, la redistribución de riqueza es en realidad una redistribución de poder, del individuo al Estado, esto es, a la clase política que lo controla. Esto explica que la vampírica clase política defienda la redistribución de la riqueza con tanto ahínco.

Decía el pensador colombiano Nicolás Gómez-Dávila que «la política sabia es el arte de vigorizar la sociedad y de debilitar el Estado». Pues bien: hemos hecho exactamente lo contrario: la política necia de debilitar a la sociedad y vigorizar al Estado.

El segundo experimento: una deuda gigantesca

Cuando los impuestos son insuficientes para alimentar la voracidad insaciable del Estado Leviatán, los políticos nos endeudan, en nuestro nombre, pero sin nuestro consentimiento. Por tanto, el segundo experimento es un endeudamiento gigantesco.
La deuda constituye un espejismo; implica consumir en el presente la riqueza del futuro; es pan para hoy y hambre para mañana, y, como nos permite vivir por encima de nuestras posibilidades, implica también una huida de la realidad.
La deuda también es injusta: la generación presente vive a costa de las generaciones futuras. Finalmente, es una adicción que sólo puede curarse a través del dolor de la abstinencia. Sin embargo, en nuestras sociedades democráticas en las que los políticos se dedican a adular a las masas, ¿quién va a votar a quien prometa dolor?

Resulta revelador, una vez más, realizar una comparación histórica. A principios del siglo XX el equilibrio presupuestario era la norma salvo en tiempos de guerra y la deuda pública oscilaba entre el 7%-10 % del PIB. Hoy en varios países occidentales la deuda pública supera el 100% del PIB. Del mismo modo, hace un siglo el empleo público como porcentaje de la población activa era minúsculo, entre el 3 % y el 5 %. Hoy, en los países de la OCDE esta cifra es el 19%.
España es un ejemplo perfecto: en 1974 la deuda pública se situaba en torno al 7 % del PIB y hoy supera el 103%, la presión fiscal era la mitad de lo que es hoy y había 800.000 funcionarios, mientras que hoy constituyen una marabunta de más de 3 millones de los que una parte son parásitos sólo se dedican a sancionar y poner trabas a la población que trabaja y produce.

El tercer experimento: la inflación real

Tras el Estado Leviatán y la deuda gigantesca, el tercer experimento es el sistema de moneda fiduciaria, por el que la moneda de cada país no tiene otro respaldo que el de la confianza en el poder político, que no me atrevería a calificar precisamente de AAA.
Bajo este sistema, instaurado en 1971 tras el final de Bretton Woods, el poder político —a través de los bancos centrales, que no son sino otra rama del poder— puede aumentar a voluntad la base monetaria e influir decisivamente en la oferta monetaria. Salvo en la China del s. XI, prácticamente no se encuentran precedentes históricos de este sistema. En efecto, en 1971 el gobierno de EEUU cortó toda ligazón del dólar con el oro concediéndose a sí mismo la potestad de imprimir billetes a voluntad para hacer frente a un gasto público descontrolado. Lo hizo, por cierto, de forma «temporal», según afirmó sin ruborizarse el secretario del Tesoro Connally para tranquilizar a los mercados, pues los políticos siempre tildan inicialmente de temporal todo impuesto o medida disparatada permanente.

Pues bien, 1971 marca el momento en que, tras hacer promesas, subir los impuestos y endeudarse hasta las cejas, y cuando ningún prestamista en su sano juicio les prestaría un solo céntimo más, los políticos occidentales decidieron que era más fácil imprimir billetes, y no han vuelto la vista atrás. Desde entonces, la vida es para ellos mucho más sencilla, y su acción mucho más perturbadora para las sociedades que lideran.

Este sistema parece inofensivo durante un tiempo, pero acaba siempre sucumbiendo a esa fuerza destructiva llamada inflación, la cual conduce a la erosión lenta pero inmisericorde de las economías domésticas causando el empobrecimiento paulatino de la población, que ve cómo sus gastos (que aumentan al ritmo de la inflación real) crecen más rápidamente que sus ingresos (que, en el mejor de los casos, aumentan al ritmo de un IPC cocinado y, por tanto, irreal)[1].

Conclusión

Como hemos visto, los tres primeros experimentos que está llevando a cabo Occidente son el aumento desorbitado del tamaño del Estado (y de sus impuestos), un endeudamiento gigantesco y una inflación real (no publicada), provocada por el sistema monetario vigente, que carcome sigilosamente la riqueza de los ciudadanos y ante la cual estos se encuentran completamente inermes.
Estos tres experimentos son corolarios lógicos del cuarto experimento, que supone la mayor vaca sagrada de nuestros tiempos y que merece por ello un artículo propio.
____________________________

[1] A efectos simplificadores he sacrificado el rigor conceptual de que el aumento de precios es la consecuencia de la inflación monetaria.


Absolutismo 
democrático


Pero lo ocurrido allá por los siglos dieciocho y diecinueve es algo que puede repetirse perfectamente en la actualidad. En el momento presente, por supuesto, hay varios estados totalitarios, fundamentalmente en los inspirados por la ideología comunista, como Cuba o Corea del Norte, entre otros. No esperemos encontrar en ellos la deseada división de poderes. Se trata de auténticas dictaduras, pero que son perfectamente compatibles con estados teóricamente democráticos, en los que cada cierto tiempo se convoca a los ciudadanos a las urnas. Es lo que nos hemos atrevido a describir con dos palabras contradictorias: absolutismo democrático. ¿Cómo es posible esto?
Basta con que llegue a gobernar alguien cuya obsesión sea la propia supervivencia en la poltrona y que necesite el apoyo de un apóstol del más rancio comunismo. Dado que no les queda más remedio que convocar elecciones, necesitan tener totalmente controlado el poder judicial para que cualquier tropelía, irregularidad o pucherazo quede totalmente impune.
Si a esto añadimos el control y manipulación de los medios de comunicación o la obsesión por aprovechar la educación para imponer sus ideologías, veremos que la democracia puede convertirse en una palabra vacía de contenido, pues en definitiva el ciudadano tiene que conformarse con depositar su voto en una urna, consciente o no de que su voto no impedirá que sigan gobernando los de siempre. Como en Venezuela, Cuba, Nicaragua y ESPAÑA SANCHISTA y partidocrática.

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lunes, 15 de septiembre de 2025

HISPANIDAD O 'HISPANCHIDAD' ('HISPANCHISMO') por JUAN MANUEL DE PRADA y por HUGHES

 


HISPANIDAD O ‘HISPANCHIDAD’


Entre las generaciones más jóvenes aflora un malestar que se desagua de las formas más variopintas, desde la flojera y pesadumbre de vivir hasta la rabia más feroz; expresiones todas ellas propias de pueblos sin futuro. Y entre estas expresiones se cuenta un rechazo creciente a los «panchitos», que es como ahora llaman a las gentes procedentes de la América hispánica. En ese rechazo se entremezclan en zurriburri todos los detritos del pensamiento antiespañol y anticatólico, desde el «supremacismo» racial más abyecto hasta el europeísmo más servil; y, para denigrar el concepto de Hispanidad, se ha acuñado el parónimo burlesco de «Hispanchidad». Curiosamente, este rechazo a los «panchitos» está aflorando sobre todo en ámbitos derechoides, donde en apariencia más se promueve la idea de Hispanidad. ¿O será que en realidad se promueven sucedáneos?

Hace algún tiempo un líder de la derecha autóctona, invitado por un lobi gringo, remató su lamentable discurso con un grotesco «God bless America and Hispanicity». Donde por «America» no se refería al continente americano, sino a los Estados Unidos, según la abusiva sinécdoque que los yanquis han convertido en lema de su imperialismo rapaz. Pero pedir a Dios que bendiga de una tacada a Estados Unidos y a la Hispanidad es tan delirante (y maligno) como pedir que bendiga a la vez la gonorrea y el amor conyugal. Esta misma confusión se ha naturalizado en Madrid, donde se engalanan las calles y se disponen recursos públicos para que diversas comunidades hispanoamericanas celebren ignominiosamente las «independencias» de sus respectivos países. Permitir que se celebren esas festividades antiespañolas (sufragándolas, para más inri, a costa del erario) nada tiene que ver con la Hispanidad; como tampoco tiene nada que ver con la Hispanidad contratar por cifras millonarias a cantantes «latinas» más viejas que la Tana que han probado su servilismo a los Estados Unidos. Desde la derecha se está promoviendo desnortadamente una «Hispanchidad» que acabará convirtiendo nuestras capitales en imitaciones casposas de la muy casposa Miami, donde las sectas protestantes hacen su agosto entre los hispanoamericanos más pobres, mientras los más ricos acaparan los pisos de los barrios pijos, inflando el mercado inmobiliario, y nos advierten de los peligros de las dictaduras bolivarianas fumándose un puro. La derecha española, en fin, está promoviendo una «Hispanchidad» colonizada mentalmente por los Estados Unidos que es la antítesis de la Hispanidad. Frente a la unidad civilizadora y orgánica de la Hispanidad, bajo el fundente de una fe común, se promueve la unidad de hormiguero que interesa al mundialismo, con pueblos hispánicos convertidos en masa colectánea degradada por los subproductos culturales gringos.

Y esa «Hispanchidad», en una sociedad desnortada, está engendrando rechazo hacia los pueblos de la América hispánica, que es la mayor vileza en la que un español puede incurrir.


HISPANCHISMO

Ahora resulta que la culpa de que en Madrid en verano sólo haya ancianos solitarios e hispanoamericanos currando y que al poner un café alguien diga «preciosura» no es de la política inmigratoria del PSOE o del peperismo «de todos los acentos» o de la natalidad por los suelos; la culpa es de la Hispanidad.
O como dicen algunos: de la hispanchidad o del hispanchismo, jugando con lo de «panchos» (Internet está dando un Losantos Colectivo igual de desorientador).

Ya sabíamos que muchos españoles no entendían «la idea de España»; no debe extrañarnos que a muchos, algún amigo entre ellos, no les entre fácilmente la «idea de Hispanidad».
Algunos la rechazan porque se quedan en la raza. Son etnonacionalistas, o algo así, que ignoran la importancia de la lengua española y cuyo etnicismo, al final del día, no distingue entre un marroquí y uno de Caracas.
Son «basados». Bros que miran la ventana de Overton como Bin Laden las Torres Gemelas. Pero ¿por qué se quedan ahí, en lo de «panchitos»? Yo extendería la exigencia al producto nacional y pediría certificados de limpieza de sangre, acreditación de hidalguía (basta con ver el semblante) y un CI superior a 120. Los que no, a nadar al mar, ¡que están sobrando!

Estas personas han amenizado el verano ignorando o queriendo ignorar que lo que llaman hispanchidad lo pensaron Zacarías de Vizcarra, el párroco vasco que escribiera Vasconia españolísima, Ramiro de Maeztu, mártir del nacionalismo español, Francisco Franco o Blas Piñar, que ahora serían unos boomers, unos masonazos, disidencia controlada o incluso juguetes del sionismo.
Entre los moderados de la prensa tradicional y los inmoderados del Interné la verdad es que estamos apañaos…
Esto de arremeter contra la hispanidad se parece un poco a aquello de «que se vayan los catalanes» y tras el error se adivina también un comprensible hartazgo y algunas razones.

Porque no se puede disculpar el impacto en el precio de la vivienda, por poner un ejemplo, con el camelo cateto de convertirnos en Miami; la Hispanidad tampoco deja de tener un aire elitista e intelectual que nada consuela al que ve empeorar sus condiciones de vida (en servicios, salario, vivienda o seguridad, que hay donde elegir) y no pocas veces se presenta como una forma de escapismo persiguiendo los molinos de la Leyenda Negra; adopta ahora la hispanidad, para colmo, una forma nueva e izquierdista que pretende «derrotar al anglo» con una geopolítica como de película de Tony Leblanc.

La hispanidad tiene, por su misma definición y catolicidad, un ecumenismo, un universalismo que a veces puede ignorar la estricta y amenazada españolidad. Pero decía Morente que España sin hispanidad sería el hueco, la tumba de España, y es verdad que la hispanidad parece la idealidad o sustancia de lo español, lo superespañol o lo que siendo español ya no sólo le pertenece a España; su herencia y proyección.

Esto del hispanchismo, mezclar las churras de la hispanidad con las merinas de la inmigración, lleva una clara intención política, aunque guiado por la buena fe (que no es el caso) podría conducir a una discusión sobre los límites, impactos y maneras de la inmigración legal. Asunto que algunos países ya juzgan con la pesarosa sensación de haber llegado tarde. Un debate pertinente que exige realismo y pluralidad de enfoques y que se hará mejor (suicida sería lo contrario) con la óptica de la hispanidad que sin ella.

lunes, 25 de agosto de 2025

LIBRO "DEMOCRACIA: EL dios QUE FRACASÓ" por HANS-HERMANN HOPPE

DEMOCRACIA 
El dios que fracasó


El núcleo de este libro es un análisis sistemático de la transformación histórica de Occidente de la monarquía a la democracia. De carácter revisionista, concluye que la monarquía es un mal menor que la democracia, pero señala las deficiencias de ambas. Su metodología, axiomático-deductiva, permite al autor derivar teoremas económicos y sociológicos y aplicarlos para interpretar acontecimientos históricos. Un capítulo convincente sobre la preferencia temporal describe el progreso de la civilización como una disminución de las preferencias temporales a medida que se construye la estructura del capital, y explica cómo la interacción entre las personas puede reducir el tiempo en general, con interesantes paralelismos con la Ley de Asociación Ricardiana. Al centrarse en esta transformación, el autor puede interpretar numerosos fenómenos históricos, como el aumento de la delincuencia, la degeneración de las normas de conducta y moralidad, y el crecimiento del megaestado. Al subrayar las deficiencias tanto de la monarquía como de la democracia, el autor demuestra cómo ambos sistemas son inferiores a un orden natural basado en la propiedad privada.

Hoppe deconstruye la creencia liberal clásica en la posibilidad de un gobierno limitado y aboga por la alineación del conservadurismo y el libertarismo como aliados naturales con objetivos comunes. 
Defiende el papel adecuado de la producción de defensa, tal como la realizan las compañías de seguros en un mercado libre, y describe el surgimiento del derecho privado entre aseguradoras competidoras. Tras establecer un orden natural como superior por razones utilitaristas, el autor evalúa las perspectivas de alcanzar dicho orden. Basándose en su análisis de las deficiencias de la socialdemocracia y con la ayuda de la teoría social de la legitimación, prevé la secesión como el futuro probable de Estados Unidos y Europa, que resultará en una multitud de regiones y ciudades-estado. 
Este libro complementa la obra previa del autor en defensa de la ética de la propiedad privada y el orden natural. Democracia: 
El dios que Falló será de interés para académicos y estudiantes de historia, economía política y filosofía política.


Prólogo

La mentalidad política, la visión de lo político que de ella se deduce y también las doctrinas e ideologías vigentes en una época histórica deben contemplarse en su relación existencial con la forma política, vieja categoría historiográfica referida a la ordenación concreta del vivir político de una comunidad. En ese orden geopolítico y cliopolítico (La influencia de la historia en la política) singular vienen trenzados los elementos políticos sustantivos de la convivencia humana: 
los modos del mando y la obediencia políticos; la regulación de lo público y lo privado; la designación de amigos y enemigos. También la representación política, una cierta idea del derecho -ligada al Bien común- y los expedientes de solución y neutralización de conflictos -condicionados por el empleo, como ultima ratio legis, de una fuerza reactiva cuya legitimidad se presupone- o Puesto que toda asociación humana está proyectada en la historia, la política tiene, en último análisis, una dimensión narrativa. 

La política es pues, en este sentido, la actualización permanente del hecho político fundacional, nunca exento de violencias. El recuerdo de los Patrum Patriae o los Foundíg Fathers está siempre presente, acompañando a las generaciones, en las divisorias históricas. Su herencia es vindicada o impugnada según las necesidades de la élite o partido discrepante. A la imagen especular que de todo ello nos ofrecen contemporáneamente la sociología, la filosofía o la ciencia políticas se la suele denominar «cultura política».

Liberalismo y pensamiento estatal Ahora bien, esta suele ser, al menos en Europa, una visión determinada radicalmente por la concepción excluyente de la política como actividad estatal. Se diría, a juzgar por cierta literatura, a la sazón vastísima, que no hay más politicidad que la conformada por el Estado. Suelen quedar así fuera del razonamiento académico que se estila entre los meridianos de Lisboa y Berlín tres realidades políticas del máximo interés: el Common Wealth como forma política; las constelaciones espaciales futuras que ya apuntan en algunas regiones de la tierra (Grossraume), a pesar incluso de las formas políticas de compensación, retardatarias de los procesos históricos (Unión Europea); y, por último, la idea de un «Anarquismo de la propiedad privada» u Orden natural, según reza en el título de este libro. Estos olvidos explican, tal vez, la frecuencia con que la visión liberal de lo político, consubstancial a la tradición occidental!, aparece desvirtuada o reducida interesadamente a una supuesta escolástica económica. 

El liberalismo no se agota en la visión que de él han ofrecido sus críticos, desde Sismondi [1773-1842l hasta las versiones actualizadas o disimuladas del neokeynesianismo, pasando por la Escuela histórica alemana, confundiendo generalmente el paradigma cataláctico con la tópica de la Economía neoclásica2. Mas la tradición liberal tampoco puede quedar circunscrita a las interpretaciones de las escuelas que después de la II Guerra Mundial le devolvieron su lustre secular, particularmente el Ordoliberalismo y la Escuela austriaca. Hay en esta última, bajo la inspiración de Ludwig van Mises [1881-1973l y Friedrich A. von Hayek [1899-1992l, una cierta prevención antipolítica, consecuencia de su crítica del constructivismo social, que, sin embargo, se resuelve equívocamente en la aceptación de una suerte de Estado mínimo, cuya magnitud espacial coincide, idealmente en el caso de Mises, con el Estado mundial, lo que no deja de resultar paradójico tratándose de un defensor del derecho colectivo de autodeterminación. 

La ambigüedad de esta posición política la han puesto de manifiesto precisamente los discípulos de Mises, haciendo cabeza Murray I\. Rothbard [1926-1995l, en cuyo «Manifiesto libertario»3 se abrió una nueva vía a la indagación ética y política apelando a lo que se ha llamado el «legado libertario» (the Libertarían Heritage)4.

Murray N. Rothbard como pensador político

Rothbard ha desarrollado axiomáticamente su sistema a partir de los postulados de la no agresión y de la propiedad privada, deducidos originariamente de una concepción realista del Derecho natural. El Estado, opuesto polarmente a la sociedad anarquista, debía ser a su juicio erradicado. Sin embargo, no puede decirse que el antiestatismo rothbardiano sea necesariamente antipolítico, al menos desde el punto de vista de la estrategia revolucionaria liberal. 

En todo caso, convendría recordar ahora que ha habido antiestatismos políticos, es decir, no negadores de la centralidad de la políticas5, como demuestra el ejemplo de la Revolución americana, y claramente antipolíticos, como el socialismo utópico. Por otro lado, tampoco las ideologías antipolíticas son unívocas, pues las hay de raíz antiestatista, como el anarquismo clásico, y estatista, como el socialismo marxista y la socialdemocracia hoy predominante. El anarcocapitalismo que representan, entre otros, Rothbard y su discípulo Hans-Hermann Hoppe [1949] entraría, con ciertas reservas, dentro de la categoría del antiestatismo no necesariamente antipolític6. Si este detalle suele pasar inadvertido a los comentaristas, incluso a los propios libertarios, ello es debido a la confusión general entre los conceptos de Estado y Gobierno. Así lo reconocía el propio Rothbard: 
«Uno de los más graves problemas que se plantean en los debates acerca de la necesidad del gobierno es el hecho de que tales discusiones se sitúan inevitablemente en el contexto de siglos de existencia y de dominio del Estado»7.

Acostumbradas las gentes a la monopolizadora mediación del Estado, les resulta extraordinariamente difícil comprender que su concurso no es perse necesario para el sostenimiento del orden, incluso puede convertirse, como viene sucediendo desde 1945, en el mayor impedimento para la persistencia de un orden social sano. Sucede, en el fondo, que una cosa es el Estado -«forma política concreta de una época histórica»- y otra el Gobierno -«mando jurídicamente institucionalizado»8

El Estado es accidental, pero el Gobierno, al menos en términos de la durée humana, es eterno. Por eso, no sólo como economista teórico, sino como crítico de los sistemas políticos contemporáneos, escribió Rothbard que «el gran non sequitur en que han incurrido los defensores del Estado, incluidos los filósofos clásicos aristotélicos y tomistas, es deducir de la necesidad de la sociedad el Estadü»9. Esto ha sido así desde finales del siglo XV, fecha a partir de la cual esta forma política operó en etapas sucesivas la pacificación del continente, neutralizando los conflictos y sometiéndolos, si no había más remedio, al juicio de unas guerras limitadas, ante las que todos los Estados se presentaban como justus hostis. Pero ello no quiere decir que la estatal sea la forma definitiva de la convivencia política. 

El Estado sucedió a otras formas premodernas, incluso convivió con algunas de ellas10, y será sucedido por ordenaciones de los elementos básicos de la convivencia política desconocidas hasta ahora. La filosofía política de Hans-Hermann Hoppe El análisis en profundidad de estos asuntos, en el que las contribuciones de los saberes político y económico resultan imprescindibles por igual, se va abriendo camino en el pensamiento contemporáneo. De ahí el interés que tiene la publicación en España de los trabajos de Hoppe agrupados en su libro Monarquía, Democracia y Orden natural. 

La obra de Hoppe, economista alemán afincado en los Estados Unidos, en donde imparte clases de Economía política en la Universidad de Nevada-Las Vegas, no desmerece de las enseñanzas de sus dos maestros, Mises y Rothbard. Vale la pena que reparen en estas páginas los juristas y politólogos de formación europea. También cualquier persona preocupada como «ciudadano-contribuyente» por el derrotero de la política contemporánea, objeto que Hoppe examina siempre desde perspectivas insólitas para los lectores habituados a las categorías políticas estatales. 

Sin embargo, no puede decirse que al autor le resulten ajenas estas últimas. De hecho las ha estudiado con gran aprovechamiento, de ahí que sus planteamientos, particularmente los relativos al fenómeno bélico y a la destrucción del orden interestatal europeo -Jus gentium europaeum- a partir de la I Guerra Mundial coincidan con los de cualquier escritor de la tradición del realismo político, entendida en un sentido amplio: Carl Schmitt, Raymond Aran [1905-1983], Bertrand de Jouvenel [1903-1987] o Gianfranco Miglio [1918-2001]11. Con este libro pretende su autor ofrecer algunos de los argumentos definitivos en contra de la política estatista y sus consecuencias de todo orden: económicas y éticas particularmente -explotación fiscal y exclusión del derecho de autodefensa-, pero también culturales, pues el estatismo, que altera la preferencia temporal de los individuos, opera en su opinión como un elemento descivilizador. El Estado, en último análisis, es para Hoppe el gran corruptor.

Crítica de la mitología política del siglo XX

Por otro lado, al recorrer las vías incoadas por sus maestros, Hoppe aspira a introducir algunas rectificaciones en la benévola visión que estos tenían de la forma de gobierno democrática. Demostrará además, indirectamente, la potencia científica del método deductivo (teoría social a priori), que para evitar confusiones sería preferible denominar, con Eugen Bbhm-Bawerk [1851-1914], axiomático. «Me gustaría fomentar y desarrollar --escribe Hoppe en su introducción-la tradición de una gran teoría social, abarcadora de la Economía política, la Filosofía política y la Historia». El resultado es la revisión sistemática de tres grandes mitos del siglo XX:

a) la presunción de la bondad del proceso que, iniciado con la Revolución francesa, culminó después de la I Guerra Mundial con la liquidación del principio monárquico; 
b) la presunción de que la forma de gobierno democrático constituye la fórmula óptima de gobierno 
y c), la presunción de la legitimidad de la forma política estatal. El autor desmonta sistemáticamente estas creencias y profundiza en la concepción del gobierno como objeto de apropiación dominical. 
Ello le permite elaborar una sugestiva teoría de las formas de gobierno, pues, más allá de las clasificaciones tradicionales 12, desde el punto de vista de la propiedad los gobiernos pueden ser «privados» o «públicos».

La renovación de la teoría de las formas de gobierno: el Estado socialdemócrata.

En la práctica, las monarquías europeas tradicionales pertenecen a la primera categoría, a la de los gobiernos de titularidad privada, mientras que las democracias, generalizadas desde la nefasta intervención del presidente Woodrow Wilson [1856-19241 en la Gran guerra y universalizadas, bajo la égida de la mentalidad socialdemócrata, después de los acuerdos de Potsdam, pertenecen a la de los gobiernos públicos. Mas esta distinción, por otro lado, también le permite apuntar las diferencias de todo orden que marcó la injerencia norteamericana en los asuntos europeos. Su apología de los regímenes democráticorrepublicanos («gobiernos públicos»), mezclada con otros factores internos al continente europeo -crisis de civilización, debilidad de la tradición liberal, estrategia oportunista de la socialdemocracia-, abocó al modo de vida político a cuyo sostenimiento se intima a todo el mundo a contribuir, a saber: 
el Welfare State o Estado de bienestar, según la terminología despolitizada impuesta por los sociólogos, o el Sozialstaato Estado social y democrático, terminología acuñada en el siglo XIX pero naturalizada políticamente por el constitucionalismo de la II postguerra. 

En realidad, aunque el asunto no se ha estudiado como merece, las constituciones posteriores a la última contienda mundial no han disimulado su afiliación ideológica, pues al declararse «Estados sociales y democráticos de  derecho» apenas ocultan su verdadera naturaleza -la del «Estado socialdemócrata»)13-, rindiendo así homenaje al SocialdemokratFerdinand Lasalle [1825-1864], enemigo declarado, por cierto, del movimiento asociativo alemán de base liberal.

Una mentalidad política infleri

Toda la potencia de los conceptos austriacos, incluida la dimensión temporal de toda acción humana, está en estas páginas al servicio de una revisión sistemática de una tópica político-económica que reclama, con urgencia, ser puesta al día. Así procede Hoppe, denunciando las transformaciones de la guerra o la fiscalidad que han tenido lugar con la sustitución de los gobiernos privados por gobiernos públicos. Su examen de la guerra resulta particularmente oportuno, pues destaca que la democratización de los regímenes políticos ha operado como elemento totalizador de aquella. Las guerras de las monarquías, que respondían a la visión clásica de los conflictos interestatales del Derecho de gentes europeo, pero también, aunque a veces se olvide, a la racionalización y al buen sentido introducidos por el liberalismo decimonónico en estos asuntos14, fueron siempre guerras limitadas.

También la fiscalidad de las monarquías ha estado orientada por la prudencia, es decir, la «baja preferencia temporal» de la teoría austriaca. Así, al príncipe que posee como dueño su Estado no le interesa aumentar más allá de cierto límite la presión fiscal, pues eso, a medio plazo, empobrece a los súbditos y descapitaliza su patrimonio. En cambio, recuerda Hoppe, el custodio Ccaretaker) o representante democrático se desentiende del futuro, pues su cargo es provisional. Ello le aboca a maximizar sus utilidades, pues los beneficios que no pueda realizar a corto plazo aprovecharán a otro cuando sea removido de su cargo. Con esta óptica, elabora también el autor soluciones concretas para la regulación de los flujos migratorios internacionales, la proscripción de la corrupción democrática, el desmantelamiento del Estado nación, la devolución de las propiedades públicas a sus legítimos dueños, la reordenación política de los regímenes sucesores del Imperio soviético y, en última instancia, la transformación del Nuevo Orden Mundial en una agregación de pequeñas y pacíficas ciudades según el modelo de San Marino o Liechtenstein. 

Sería deseable que este libro contribuyera a la difusión en el mundo hispánico de la teoría político-social del liberalismo anarquizante, al que su autor, libre del prejuicio europeo de la forma de gobierno óptima15, se adscribe. Hoppe, presente ya en las bibliografías inglesa, alemana, francesa, italiana, rumana, checa, rusa o coreana, es uno de los representantes más brillantes de esa tradición intelectual, renovada por Rothbard en los años 70 y a la que él mismo ha aportado los notables desarrollos, en algún caso originales, comprendidos en estas páginas. De su lectura cabe esperar, en suma, un impulso para la renovación de la inteligencia de lo político.

Jerónimo Molina
Universidad de Murcia
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1 Es la tesis sostenida por Dalmacio Negro [1931] en su magnífico libro, hasta cierto punto heterodoxo en el planteamiento historiográfico, "La tradición liberal y el Estado". Madrid, Unión Editorial, 1995.
2 Una comparación sistemática de la Escuela austriaca y la Economía neoclásica en J. Huerta de Soto [1956], «El Methodenstreit, o el enfoque austriaco frente al enfoque neoclásico en la ciencia económica (997»>. Nuevos estudios de Economía política. Madrid, Unión Editorial, 2002.
3 Murray N. Rothbard, For a New Liberty. Tbe Libertarian Manifesto 09731'). San Francisco, Fax and Wilkes, 1996.
4 Los resultados de estas investigaciones aparecen sistematizados como una teoría ética en M.N. Rothbard, La ética de la libertad 09821'). Trad. Marciano Villanueva Salas. Madrid, Unión editorial, 1995.
5 Sobre la «centralidad» de lo político: Alessandro Campi [1961], el retorno (necesario) della politica. Roma, Antonio Pellicani, 2002.
6 Como ha recordado]. Huerta de Soto, «el sistema de Estados mínimos y ciudades libres concebido por Hoppe» tiene, «en última instancia, carácter gubernamental, por lo que podrían seguir coaccionando a sus ciudadanos mediante el sistema fiscal, las regulaciones intervencionistas, etc ...». Véase «El desmantelamiento del Estado y la democracia directa (2000)», op. cit., p. 244.
7 M.N. Rothbard, La ética de la libertad, p. 242.
8 Véanse sobre estos asuntos: Carl Schmitt [1888-1985], «Staat als ein konkreter, an eine geschichtliche Epoche gebundener Begriff (941)», en Velfassungsrechtliche Aufsatze. Berlín, Duncker und Humblot, 1958, pp. 375-85. Jerónimo Malina [1968], Ju/ien Freund, lo político y la política. Madrid, Sequitur, 2000, pp. 187-89. Dalmacio Negro, Gobierno y Estado. Madrid, Marcial Pons, 2002.
9 M.N. Rothbard, op. cit, p. 259. Cfr. Julien Freund [1921-19931, L'essence du politique 09651')' París, Sirey, 1992, p. 32: «Lo Político está en el corazón de lo social. En este sentido, lo Político es una esencia, es decir, un elemento constitutivo de la sociedad y no una simple institución inventada por la maldad de los hombres o por el designio de unos pocos».
10 Con la Monarquía austrohúngara hasta 1918 y con la Monarquía hispánica hasta 1931-36. Mientras que la sustitución de la primera por una pluralidad de Estados obedecía, según Hoppe, a la obsesión antiaustriaca de la elite norteamericana favorable a la intervención en la Gran guerra. la transformación de la segunda en Estado obedece. a nuestro juicio, a factores internos, genuinamente españoles.
11 Gianfranco Miglio, cultivador clásico de la teoría política, adquirió un enorme protagonismo en el panorama intelectual italiano al vincularse a principios de los 90 a la Lega Nord de Umberto Bossi [1941J, partidario de la secesión padana, y defender una visión de Europa como un gran espacio político constituido por las viejas ciudades europeas y sus respectivas áreas de influencia, liberadas finalmente de la dominación estatal que se impuso progresivamente a partir de la Baja Edad media. Véase G. Miglio, Le regolarita della politica. 2 tomos. Milán, Giuffre, 1988.
12 La teoría clásica de la formas de gobierno, de origen griego, nunca experimentó modificaciones sustantivas, pues su trilogía resulta praxeológicamente insuperable. Lo cierto es que o manda uno (monocracia), o mandan varios (aristocracia) o mandan casi todos o la mayoría (democracia). La elaboración de Hoppe, que contrapone «gobiernos públicos» y «gobiernos privados», no sólo resulta original, sino que además puede llegar a ser de mucha utilidad en el campo de la ciencia y la filosofía políticas.
13 El jurista alemán Ernst Forsthoff [1902-19741 ha explicado suficientemente la incompatibilidad del elemento liberal de las constituciones contemporáneas (<<Estado de derecho») con su elemento socializante (<<Estado social»). La experiencia constitucional demuestra que la ambigüedad constitucional se resuelve siempre, con raras excepciones, a favor de los elementos antiliberales. Véase Ernst Forsthoff, «Problemas constitucionales del Estado social», en Ernst Forsthoff et alii, El Estado social. Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1986.
14 El liberalismo político del siglo XIX, cuyo espíritu reguló el concierto de las potencias europeas, haciéndose depositario de la visión estatal de lo político, nunca fue en realidad partidario de la teoría de las causas justas de las guerras. En rigor, todas las guerras europeas posteriores a las campañas napoleónicas y anteriores a la 1 Guerra Mundial fueron justas desde la óptica del Derecho de gentes. Si todos los enemigos estatales son justos y así mismo, por definición, son justas sus causas, ambos supuestos operan como factores moderadores de la violencia que los enemigos pueden recíprocamente aplicarse. En cambio, cuando la causa del enemigo es considerada injusta y el enemigo mismo reducido a un hors l'humanité, su propia existencia resulta odiosa. Se allana así el camino a las guerras de exterminio. Aquí han tropezado no pocas de las ideologías que durante el siglo XX han reivindicado para si la ascendencia liberal, pues han terminado defendiendo causas liberticidas como la del «progreso» frente a la «reacción». 
15 Expresión máxima de esta actitud intelectual es el esquemático enunciado de los artículos de una constitución genuinamente liberal, en la que no hay lugar para los principios orgánicos de las convenciones constitucionales. He aquí su contenido, recogido por Hoppe en el capítulo VI: «Todas las personas, además de ser los únicos propietarios de su cuerpo. tienen derecho a utilizar su propiedad como estimen oportuno mientras no perturben la integridad física o la propiedad de los demás. Todo intercambio de títulos de propiedad entre propietarios particulares debe ser voluntario (contractual). Estos derechos de una persona son absolutos. Cualquier persona que los infrinja podrá ser legítimamente perseguida por la víctima o por su mandatario y podrá ser procesada de acuerdo con los principios de proporcionalidad del castigo y de la responsabilidad absoluta».


jueves, 21 de agosto de 2025

LA VERDAD SOBRE EL CAMINO NEOCATECUMENAL (KIKOS) DEL SOBERBIO Y EGÓLATRA KIKO ARGÜELLO

La verdad sobre el 
Camino Neocatecumenal (KIKOS)

Cuando tenía dos años, mis padres entraron en el Camino Neocatecumenal. En 2003, con 13 años, me tocó formar parte. En 2007, con mis 18 pude salir y comencé a contar todo lo que me había pasado dentro del movimiento.
Escribí varias entradas en el blog que tenía entonces, luego me pasé a un WordPress y hace cinco o seis años hice una entrada muy completa en esta página.

A mediados de febrero de 2021, un intento de hackeo hizo que mi contenido desapareciera y la web se desconfigurase. Afortunadamente, he podido recuperar parte del contenido, aunque otra parte se ha perdido definitivamente.
Me hubiera resultado más cómodo no recuperar la entrada. Me habría evitado las amenazas que acostumbro a recibir, los intentos de hackeos y los insultos.

Pero, a la vez, siendo uno de los pocos contenidos críticos con el Camino que se pueden encontrar en la web, creo que es mi obligación estar aquí.
Ahora tengo 31 años, llevo fuera de casa y de las influencias del Camino desde que cumplí los 18, pero en todos estos años muchas y muchos de vosotros habéis compartido conmigo vuestra historia.
Así que recupero el contenido, de momento sin editar, que escribí hace varios años explicando qué es el Camino Neocatecumenal y por qué es una secta.

El paraguas de la Iglesia Católica

El Camino Neocatecumenal, como el Opus Dei o los Legionarios de Cristo, está reconocido como un movimiento interno de la Iglesia Católica. Si le dices a cualquier miembro que forma parte de una secta, es probable que sea lo primero que te diga.

No somos una secta. Nuestros estatutos fueron aprobados por el papa Juan Pablo II (te quiere todo el mundo) 

Tener el visto bueno del Catolicismo no implica que no cumplan todas las características para ser una secta y aquí te lo voy a explicar. Además, hay casos notables en los que se incumplen puntos claves de los estatutos del Camino (por ejemplo en lo referente al patrimonio).
Hay quien dice que la única diferencia entre una religión y una secta es el número de fieles pero podemos dar otras características. Siguiendo al sociólogo B. Wilson (1970) podemos aportar estos puntos clave.

Características de las sectas según Wilson

Esta parte la tenía separada por pestañas y es lo que he perdido. En cuánto tenga un rato lo desarrollo, dejo lo más importante.

Un acto voluntario

Este punto es muy importante. Mucha gente afirma que el Camino Neocatecumenal no es una secta porque nadie les ha obligado a estar dentro.
En realidad, a las sectas se entra por propia voluntad. Y también se puede salir, aunque conlleva una serie de consecuencias de las que hablaremos posteriormente.

Exclusividad

Una secta requiere dedicación exclusiva. En el Camino se van haciendo cada vez más celebraciones y actividades para que todo el ocio se produzca dentro del mismo.
También se intenta evitar las relaciones con miembros que no caminen y que cualquier evento social se realice con otros miembros casi en exclusiva.

Necesidad de méritos

Hay un sistema de pasos que van haciendo el Camino. Cada paso es una prueba o test de su adhesión al mismo. Cuánto más pasos hayas hecho, mejor será tu valoración interna.

Fuerte identidad personal y social

Sentimiento de superioridad y estatus de élite

Por supuesto, ellos son superiores al resto de las personas, que viven en la oscuridad. Son una élite de privilegiados que conseguirán la salvación y la vida eterna, una cuestión repetida en todas las sectas.
Además, suelen sentirse superiores al resto de los católicos por estar en el Camino.

Autolegitimación

Una secta comienza por ella misma como el Camino comenzó con la «visión» de la Virgen que tuvo Kiko Argüello. La visión, que ellos mismos han inventado, legitima todo el movimiento. Es común en todas las sectas.

Intransigencia moral y ética

Su doctrina es diferente a la de la religión, tienen celebraciones específicas y unos valores éticos muy marcados. No hay lugar para los grises. Existe el bien y el mal.
Y sus valores y ritos son el bien bendecido por Dios y el Espíritu Santo.

El aislamiento

Como en cualquier secta, una de sus características más importantes es el aislamiento. Aislarte de todos los que no comparten tu ideología es fundamental para evitar que te salgas.
Si solo te relacionas con personas que piensan de una forma, acabas viendo que se trata de lo normal.
En general, el aislamiento se consigue por distintas fórmulas bastante inocuas en un principio. Se trata de equilibrar el sentimiento de comunidad con la necesidad de conseguir nuevos miembros.
Si tienes un amigo, un familiar o una pareja que no pertenece al movimiento, primero te dirán que le invites a las catequesis (el proceso de inicio en el Camino). Si no quieren ir o acuden y descubren que no les interesa, entonces comenzará la presión para que abandones tu relación con esa persona.

En el caso de los amigos o la pareja sucede de forma mucho más evidente. Con la familia, pilar del cristianismo, de forma más velada. Puedes mantener la relación pero no puedes dejar que te influyan. La cantidad de actos también influye de forma libre para no dejarte tiempo libre para nada.
Como mínimo, dos días a la semana tienes una actividad, que en semanas fuertes pueden acabar siendo cinco o incluso todos. Incluso hay “pasos”, exámenes avanzados, que te requieren a diario, lo que hace imposible mantener otros hobbies o amistades reales y productivas.

Igualmente, te preparan para todo lo que pueda ser problemático con tu fe.

Por ejemplo, cuando los adolescentes comienzan a dar clase de filosofía los catequistas le llevan a unas charlas especiales en las que les dicen que no suspendan pero que sepan de antemano que todo es totalmente mentira. Antes de casarte, por supuesto, tienes que pedir permiso al catequista, igual que antes de cualquier decisión importante, volviéndote completamente dependiente de la dirección del Camino.

Te dejo un resumen del calendario habitual y el organigrama.

El Calendario Neocatecumenal
  • Eucaristía: Una vez a la semana, Similar a la misa, sábados por la noche para evitar el ocio.
  • Convivencia: Un domingo al mes durante todo el día para generar sensación de comunidad.
  • Convivencia de trasmisión de la fe: Un fin de semana al año completo en otoño para el lavado de cerebro general.
  • Paso: Fin de semana con carácter variable (anual, bianual). Prueba fuerte de adhesión.
  • Palabra: Semanal. Celebración para el estudio de la Biblia. Primero son términos, luego personajes, etc
  • Preparaciones: Cada celebración anterior requiere uno o dos días a la semana de reunión preparatoria.
  • Actos especiales: Celebraciones especiales. 4 días en Semana Santa, Pentecostés, varios en Navidad, etc.
  • Peregrinaciones: Viajes para ver a Kiko Argüello y/o al Papa por todo el mundo. Periódicos.
El organigrama

A continuación, os voy a explicar el organigrama de la organización a baja escala. Es probable que me falten miembros en los más altos escalones. Si alguien lo lee y puede ayudarme a completarlo lo agradeceré.

Primero explicar que en cada iglesia donde el Camino está presente hay una gran comunidad formada por pequeñas comunidades.
Cada comunidad corresponde a un curso que ha comenzado en un año determinado las catequesis, un proceso de charlas semanales antes de la conformación de la misma que se produce en un retiro de fin de semana.
Normalmente, las comunidades suelen perder con los años alrededor del 50 o el 70% de sus miembros. Cuando esto sucede se fusionan con otras comunidades que estén en el mismo paso o examen de adhesión.
Las comunidades se denominan a sí mismas por su antigüedad y la iglesia a la que pertenecen. Por ejemplo, la primera comunidad que se crea en la Catedral de la Almudena se llamaría la 1ª Comunidad de la Almudena. La del año siguiente sería la 2ª Comunidad de la Almudena y así sucesivamente. En unos años, es bastante probable que la 2ª y la 1ª terminaran siendo la 1ª comunidad.

Si alguien quiere pasar a otra Iglesia debe incorporarse a la comunidad que vaya por los mismos pasos que ellos.
Por ejemplo, mis padres pasaron de la 7º comunidad de una iglesia a la 3ª al cambiar de localidad. Por tanto, ser de la 1ª o la 9ª no supone tener un mayor prestigio.

El prestigio depende de los pasos que se hayan realizado y de si se ha acabado el Camino (ya hay comunidades que han terminado todo el proceso de pasos, que se culmina con un viaje a Israel).
Dentro de las comunidades los cargos se eligen mediante votación secreta. En un primer momento solo se elige al responsable de la comunidad. Posteriormente, y después de algunos pasos, se eligen a los demás.
Los salmistas (cantantes) y lectores se eligen después de que todos hayan cantado y leído y se pueda elegir a los que lo hacen mejor.
En el caso de los matrimonios, cargos como los de catequistas, responsables, misioneros o corresponsables son conjuntos, no para salmistas y lectores.
Los cargos se renuevan de forma anual, con lo que todo el mundo tiene algún cargo en algún momento y puede sentirse lo suficientemente importante.

Hay una fórmula, la cadena, para dar las noticias, en la que los miembros más implicados se encargan de llamar a los menos, de forma que toda la información siempre lleguen a cada uno de ellos. Imagino que, en la actualidad, utilizan grupos de Whatsapp.

Puestos del Camino Neocatecumenal
  • Los líderes: Kiko Argüello, Carmen Hernández (fallecida) y un cura italiano, Mario Pezzi.
  • Catequistas itinerantes: Se encargan de poner en marcha y dirigir las comunidades en lugares donde no los hay. En España suele haber un responsable provincial.
  • Catequistas: Toman el testigo de los itinerantes y se encargan de liderar una gran comunidad y evangelizar a los miembros así como responsabilizarse del proceso de los pasos.
  • Catequistas infantiles: Son los encargados de evangelizar a los más pequeños. Les llevan a excursiones a piscinas, parques infantiles, etc… y entre juegos les introducen en sus creencias. También se encargan de ellos durante las convivencias mensuales.
  • Responsable de Comunidad: Es el máximo responsable de cada pequeña comunidad y debe encargarse de que todo funcione perfectamente así como trasmitir las órdenes que le dan los catequistas. Gestiona el dinero de la comunidad.
  • Corresponsables: Ayudan a los responsables en su labor y toman responsabilidades cuando el responsable no está disponible.
  • Salmistas: Se encargan de cantar las canciones especiales que el Camino ha creado.
  • Lectores: Leen las lecturas de la Biblia.
  • Diáconos: Hasta donde sé, gestionan todo lo relacionado con la comunión, siendo los que dan el pan y el vino a los fieles en la eucaristía.
  • Misioneros y familias en misión: Se van sin nada a otros países como Japón, Perú o Casta Rica para mostrar el poder de Dios. En la actualidad el Camino se ha extendido por más de 120 países gracias a la labor de sus misioneros.
El dinero

Una de las relaciones más complejas del Camino Neocatecumenal la tienen con el dinero. El discurso oficial es que el dinero es basura y que no debería existir.
El dinero es tan basura, literalmente, que cada vez que lo necesitan para algo lo recogen en bolsas de basura. Es un rollo, “lo necesitamos, pero que no se note”.
(Con los años, he recibido comentarios de iglesias en los que no se hace en bolsas de basura y otras que sí. En mi experiencia se hacía así, pero no peudo garantizar que se haga tal cual en todo el mundo).

Para que se note que el dinero no es importante las aportaciones son siempre anónimas. Cuando vas, por ejemplo, a una convivencia de fin de semana y tienes que pagar el hotel te dicen el precio es de 50€, paga lo que puedas pagar.
La bolsa de basura se pasa entre los asistentes las veces necesarias hasta que termina saliendo el importe total -o cuando ellos dicen que ha salido-. Lo mismo cuando hay que pagar a niñeras, un vuelo de avión a Japón por más de 1000€ para una misionera con una hora de margen (experiencia propia) o algo similar.

Por supuesto, el dinero que se saca en cada ronda es completamente secreto, solo los responsables o los catequistas lo conocen.
Después de los segundos escrutinios, el tercer paso, los catecúmenos pagan diezmo. Ese dinero va -oficialmente- a un fondo para cubrir las distintas contingencias que pueda haber en la comunidad.

Si alguien es muy pobre y necesita ayuda se le devuelve su diezmo y si necesita más, se le da del aporte de todos. Así lo pueden justificar. Aunque hay que destacar que nadie sabe dónde va el sobrante, una cantidad que en muchas ocasiones es la totalidad del diezmo de todos los miembros ya que pedirlo de vuelta no está bien visto.

(Con los años, también he aprendido casos de responsables que se han comprado unifamiliares o han pagado universidades privadas y similares)
Otras veces, simplemente, piden dinero porque sí. Recuerdo una vez, cuando era bastante pequeño, que la responsable de la comunidad de mis padres, que terminó suicidándose sin razón aparente, pidió un millón de pesetas en una semana (aún no había llegado el euro). Así, porque sí.
Y, por supuesto, todos aportaron y lo pagaron. Aunque no sé cómo.

La culpa

¿Por qué la gente está dentro? Muy fácil. Por el sentimiento de culpa. Todo el Camino Neocatecumenal es un camino hacia la humildad, ante el reconocimiento de la propia fragilidad del hombre ante Dios.
Hablando en pagano, todo está enfocado para que reconozcas que eres un mierda y sin el apoyo constante de la comunidad no habrías conseguido seguir vivo sin caer en tus vicios. Vicios de todo tipo que pueden abarcar desde los afectos, las drogas, la masturbación, el egoísmo o la ira…
Por supuesto, no la falta de razonamiento o de personalidad. Alguna vez me dijeron, literalmente: “la razón es del Demonio”.

El Demonio, of course, es el que está detrás de todo. Y la sugestión crea dentro situaciones increíbles. En una ocasión dormí en una habitación durante una convivencia de fin de semana donde el “demonio” se apareció ahogó a un compañero y le amenazó:

Nos vas a poder conmigo
Satanás

Otra vez alguien me contó que presenció, a lo lejos, un delito muy grave y no pudo llamar a la policía. “Sé que el demonio existe porque me paralizó la mano mientras iba a coger el teléfono”.
Tener al demonio como excusa también es perfecto para crear dependencia e histeria colectiva. Y, por supuesto, los catequistas hacen lo posible por alimentarlo.
En el primer caso, por ejemplo, el sacerdote, también miembro del Camino, le comentó que no era la primera vez que el demonio se manifestaba en esa habitación. OK. Me lo imagino hablando con los catequistas (que realizan el reparto de habitaciones):

Vamos a meter a estos tres en una habitación satánica, why not?Cura a catequista en 2005 en El Puerto de Santa María (Cádiz)
Y puede que a ti te parezca increíble. Pero estás dentro de un grupo en el que parece lo más normal del mundo y donde todo el mundo asiente convencido. Si expresas tu duda, la presión del grupo te hará pensar que eres tú el que te estás equivocando.
Recuerdo en una ocasión, en una peregrinación en Ámsterdam en 2005 con Kiko Argüello, que un compañero me señalaba el estadio del Ajax, lleno de catecúmenos de toda Europa y me decía:

Mira, Pablo, tanta gente no puede estar equivocada.
Hermano catecúmeno

Mi compañero olvidaba que si la cuestión es cuantitativa, es el islam la religión con mayor número de adeptos y el millón de miembros del Camino no deja de ser anecdótico en comparación con otras sectas y religiones del mundo.

En las convivencias cuentas tu “experiencia”, tus miedos y tus pecados. Te ponen en círculo, como en una reunión de Alcohólicos Anónimos donde todo el mundo es igual y nadie está por encima del otro. Sin embargo, en lugar de utilizar esos datos –completamente confidenciales en un primer momento- para que te sientas apoyado lo utilizan para humillarte posteriormente.
¿Cuándo? Cuando ya llevas bastantes años en el Camino y te toca realizar los polémicos Segundos Escrutinios, el tercero de los pasos tras los Primeros y el Shemá.

En esos años te ha dado tiempo a contar todos tus secretos y vergüenzas. Los catequistas te llevan a un escenario, con otras comunidades de otras parroquias que se encuentran en el mismo paso. Escriben los nombres en un papel y lo meten en una bolsa.
Van sacando uno a uno. Y comienzan a humillarte. Tal cual. Tienes la oportunidad de hacerlo tú. Si no, esa gente en la que has confiado durante años comenzará a sacar a la luz tus secretos. Luego, tú harás lo propio en venganza. Al final, todos acabaréis humillados y soportando que sin Dios seríais las peores personas de la tierra, putas, yonkis o suicidas.
El paso se repite varios años hasta que la humillación es correcta y saben que tu dependencia es total. Es en ese momento cuando te piden el diezmo.

Sin embargo, el origen de la dependencia es anterior, no solo por el calendario que ya hemos comentado, sino por la primera gran prueba que debes hacer. Hablamos de los Primeros Escrutinios, que se realizan tras unos dos o tres años de camino. Donde yo me quedé.

La prueba es muy simple. Hay que demostrar la adhesión al movimiento.

¿Cómo?

Demostrando que Dios (aka la secta) es lo más importante para nosotros. Vendiendo lo que más nos guste y dando el dinero a los pobres. He visto gente vender su coche, su ordenador o sus joyas de oro (vengo de una ciudad muy kani).

No importa el valor concreto del objeto, lo único que importa es que sea lo que más te guste.

Una vez que te has desprendido de lo que más te gusta porque Dios (aka ellos) te lo pide, qué no harás cuando pasen unos años más y os vengan pidiendo una décima parte de tu sueldo. Pues ya sabes la respuesta.

(Aun así los segundos escrutinios es uno de los momentos en los que hay más bajas).

En este tipo de pasos la presión del grupo es también muy importante. Os voy a contar mi experiencia en los Primeros Escrutinios:​

Mis primeros escrutinios

Como muchos sabéis, tuve mi primera crisis de fe bastante temprano. Los dogmas de fe del catolicismo eran absurdos y los milagros del Camino tenían explicaciones científicas completamente coherentes. Unido a mi homosexualidad, no había razón por la que quisiera formar parte del movimiento.

Los catequistas, sin embargo, aconsejaron a mis padres que me siguieran obligando hasta que sus métodos de persuasión acabaran anulándome (pese a que el Camino es, oficialmente, algo completamente voluntario).
Una vez, incluso el sacerdote decidió desafiarme en público y callar mis dudas como escarmiento.
Lamentablemente para él, no tuvo forma de explicarme las contradicciones de la doctrina católica y se excusó diciendo que había que estudiar muchos años de teología para poder entender mis dudas y que me leyera un libro sobre la Sábana Santa, como si tuviera algo que ver o no existieran enigmas en el mundo que no estuvieran relacionados con su religión.

Así que, de pronto, me encontré en un hotel realizando, por obligación paterna, mi primer paso. Y llegó el momento cumbre, antes de un exorcismo grupal.
Como en todas los ritos y celebraciones del Camino Neocatecumenal nos encontrábamos sentados en círculo y debíamos comprometernos con la venta de lo que más quisiéramos para darle el dinero a los pobres. Era sencillo.
En el momento que decidías te ponías de pie y te comprometías públicamente con tus compañeros de comunidad, que posteriormente te presionarían para realizar la venta y la donación.

Yo tenía un amigo de mi edad que tampoco creía en el movimiento y al que su madre, vecina y de la misma comunidad de mis padres, también le obligaba a ir. Pasó algo menos de una hora y ya todos se habían comprometido, menos mi amigo y yo. Había un silencio sepulcral.
Todos nos miraban. Era domingo y no podíamos avanzar hasta que nos comprometiéramos.

Llevábamos en ese hotel desde el viernes por la tarde, sin hacer nada más que escuchar a los catequistas las 24 horas del día. Estábamos cansados y queríamos ir a casa, en otra localidad.
La presión del grupo pudo con mi amigo que se levantó y comprometió por salir del paso, pese a llevar tres años yendo, como yo, por obligación. En la actualidad tiene una pareja de su comunidad y camina (el verbo utilizado por los que están dentro de la secta) por gusto.
Yo era más cabezón que él y no pensaba comprometerme a algo que no quería hacer porque ese catequista que me miraba inquisitivamente hubiese dicho a mis padres que debían obligarme a estar allí. No tenía prisa. ​Peor para ellos.

Gané el pulso y mi libertad. Un par de horas después de presión grupal (igual fue menos pero lo recuerdo como interminable, todos en silencio, mirándome fijamente esperando que me levantara y me comprometiera y odiándome por no hacerlo) el catequista me dio permiso para abandonar el rito.
No podía estar presente en el exorcismo si no me había comprometido de antemano. De paso, me amenazó.

Citando un pasaje de la Biblia que no recuerdo, me contó que si contaba algo de lo que allí pasaba me pasaría algo peor que si me tiraban al mar con una piedra de molino, o algo similar. Aclaro (yo) que lo haría Dios, por supuesto, no él.
Según he leído después, se trata de una amenaza establecida por Kiko Argüello y conocida como el secreto de arcano para proteger el contenido de los pasos.

De momento, sigo en tierra firme y lo he contado en multitud de ocasiones, incluyendo el vídeo de Youtube por el que ocho años después (perdón por la calidad pero acababa de empezar la carrera y aún no sabía editar en condiciones), siguen llegándome todo tipo de amenazas de palizas y muerte, incluyendo algunas con tan poco sentido como «Jesucristo va a ir a por ti», como si el Jesucristo bíblico (he de confesar que personalmente no creo ni en el religioso ni el histórico) fuese un pandillero.

Machismo y sexo

Por supuesto, el Camino Neocatecumenal está formado por personas como tú y yo. Personas infelices con problemas en su vida. Sin embargo, están convencidos que son más felices que los demás porque han sido elegidos por Dios para ofrecer luz al mundo.
Ser un elegido no es fácil y requiere de grandes sacrificios, ya que son la última esperanza de la Iglesia.
Como prácticamente todo en la Iglesia Católica, el tufillo rancio y machista está por doquier. No quiero acabar este post interminable (perdón), sin mencionar la relación enfermiza que tienen con el sexo, siguiendo las normas sin sentido de la jerarquía eclesiástica.

En las familias del Camino, el marido es la persona más importante. De hecho, uno de los consejos más comunes que acostumbran a dar es que si solo hay un plato de comida en la mesa, esta no debe ser para los hijos pequeños -que sería lo obvio en cualquier familia normal- sino para el hombre, el encargado por Dios de proveer a la familia. (Aunque sea la mujer la que trabaje y el hombre esté en paro, por ejemplo)
El servicio de la mujer a su marido y su dependencia es total. Otro de los consejos que dan es que las mujeres no se estropeen con el tiempo, y se arreglen para ellos, siendo una de las obligaciones del matrimonio. Por supuesto, a ellos no le dicen nada. Y otra de las cuestiones más sangrantes tiene que ver con el sexo.

El sexo se realiza exclusivamente para la procreación, estando prohibidos los juegos preliminares y, atención, el orgasmo femenino, ya que no es imprescindible para la misma.
Por tanto, el hombre tiene a una mujer arreglada para él, sometida, a la que le puede meter la polla, correrse y tener su orgasmo, pero ​a la que no puede hacer disfrutar. Y a todo el mundo le parece normal.
El condón también está prohibido y por eso la gente suele conocer a familias de kikos con decenas de hijos. Lo que quizás no sabéis es que está prohibido en todos los casos.
Uno de los casos que más me impactó, cuando era bastante pequeño, era el de una familia en el que él era seropositivo, no sé si tenía VIH o ya había desarrollado SIDA, se casó y le dijeron que tenía que estar abierto a la vida. En aquella época los medicamentos no estaban tan avanzados como actualmente.

La conclusión fue que su mujer se contagió, varios de sus hijos también y conocí a una niña con cinco años a punto de morir. ​ Yo tendría siete u ocho, y le dije que a mi madre que la niña, que tenía su propio poni, me parecía que estaba completamente mimada.
Ella me respondió que le quedaban menos de dos meses de vida y me contó la historia. Dios no había querido curarla. Que se hiciera su voluntad.

Lo mismo ocurre con las cesáreas, llegando a ver gente que ha tenido cuatro cesáreas en sus partos, cuando no se recomienda tener más de una. Pero si Dios manda un hijo -que tu marido se corra en tu coño y tenga su orgasmo mientras tú te juegas la vida- bienvenido sea. ​
Por supuesto, el divorcio está prohibido, aún en los casos de violencia de género. Pegar a tu mujer o ser infiel no está bien, pero ​no es nada que los catequistas no puedan arreglar. Nada justifica el divorcio.

Los milagros

Muchos neocatecúmenos te dirán que han visto grandes milagros que le demuestran que Dios existe. Yo te recomiendo que les preguntes cuáles. En mi época en el camino hubo uno que se hizo especialmente popular en toda mi zona. Lo llamaban «el milagro de Alfonso».
Alfonso era un hombre que había desarrollado cáncer y se lo había tomado muy bien. Creía firmemente en Dios y pensaba que acabaría en el Cielo una vez fallecería. Los catecúmenos iban a verle al hospital y siempre volvían asombrados. Habían contemplado el milagro. Un milagro que era, exclusivamente, ver a un hombre aceptar su mortalidad. Algo que pensaban que solo podía pasar en el Camino y que demostraba que Dios lo había elegido.

En mi propia familia ocurrió otro milagro. En este caso a mi madre. Después de tenerme a mí y a mi hermano mayor, mi madre se pasó años queriendo tener otro hijo. Sin embargo, parecía imposible. Mi madre tenía un mioma uterino y según le dijo el médico, eso impedía su fertilidad en más de un 95%.
Mi madre se quedó embarazada dos veces más, demostrando que Dios hacía milagros. Ese % restante en el que entraba dentro de la estadística científica nunca contó para ella.
Lo que quiero decir con esto es que si quieres ver un milagro, lo ves. Si quieres ver a Dios en tu vida, lo ves. Solo tienes que creértelo. Y en creer los miembros del Camino tienen mucha experiencia.

Las víctimas

Con los años, he terminado conociendo a varias personas que pasaron por situaciones traumáticas como la mía con mi homosexualidad. Las víctimas del Camino Neocatecumenal se encuentran por millares y es fácil encontrárselas en lugares como mi antiguo blog, La verdad de los kikos o diversos foros de internet.
Las familias destrozadas son lo más habitual, los y las ex parejas que buscan respuestas o los padres que no saben por qué sus hijos han desaparecido. Una de las frases preferidas de mi madre es «el que obedece no se equivoca» y es lo que piensan muchos de los miembros del Camino. Con la obediencia ciega a sus catequistas, obsesionados con fortalecer sus comunidades, las víctimas crecen en los márgenes.

Yo he encontrado amigos que aún mantengo y hasta algún que otro trabajo ocasional de manos de otras de las víctimas. Y es que al final parece que la verdadera comunidad que se ayuda se encuentra fuera, donde la gente ha visto cómo este movimiento anula a las personas y destruye las familias que no consigue engullir.

Esta es mi pequeña y moderna aportación a todos aquellos que quieran saber algo más de lo que pasa dentro. Como dije al principio, puedo contar muchas más anécdotas y puede que haya muchas cosas que todavía se me escapan. Solo te diré una cosa: si ves a alguien con una palma colgada en su ventana que empieza a hablarte de Dios, estate alerta, torres más altas han caído.

Si quieres, he creado una página para las víctimas del Camino Neocatecumenal.


Por unanimidad, los académicos de Bellas Artes rubricaron un comunicado en el que consideran que las modificaciones en la decoración de la Catedral de la Almudena con motivo del matrimonio de S. A. R. el Príncipe de Asturias (consistentes en la colocación de una serie de pinturas y vidrieras sobre el presbiterio) «alteran de forma muy negativa la visión de la girola de la Catedral. Por ello, la Corporación deplora que los encargos realizados por el Cabildo para el ornato y decoración de interiores de un monumento arquitectónico tan significativo no se hayan hecho con el rigor y la exigencia profesional mínimamente necesarios». Los encargos fueron realizados a Kiko Argüello. ABC habló con diversos académicos de Bellas Artes, que confirman esta impresión.

No me gustan las pinturas de Kiko Argüello. Se ha intentado recrear un estilo desfasado y no encaja en la mentalidad actual. Por mucho que quiera recordarnos que los colores puedan ser picassianos o evocarnos a los de Matisse, esa decoración interior de la Almudena es anacrónica. De poca ventura buscando una especie de fluido gótico-bizantino. Esas pinturas no están hechas con el espíritu de esa época que buscaba retratar. Faltaba, precisamente, espíritu de lo bizantino y de lo gótico. Son, por supuesto, deplorables. A-fortunadamente, en los fotogramas que hemos visto de la boda o en la realización televisiva prácticamente no se apreciaron esas pinturas de Kiko Argüello. ¿Qué solución cabe? Someterlas a un velo tremendo. Tendríamos que buscar un método para velarlas, sin duda. Otro asunto es el de los tapices: creo que agobiaron el templo con tanto tapiz para tapar las capillas laterales. Mire, aquello es la locura. Cada uno ha pintado como ha querido. Es muy difícil crear clima en un templo que es producto del amor y del espíritu. Se ha pensado más en el ornamento, en la decoración, que en la aportación de la fe.

Me parece totalmente inadecuado y además en las catedrales góticas no se acostumbra a pintar ese interior. El estilo no le va para nada, no sé lo que han pretendido. No tiene nada que ver el bizantino con el lenguaje actual. ¿Cómo se podía haber hecho? No soy muy partidario de los concursos, porque antes los encargos se hacían a dedo y a veces acertaban. Es verdad que en un concurso se evita lo peor, pero también lo mejor. No sé qué se puede hacer y lo tendremos que soportar durante tiempo y tiempo... Además, con ese Cristo del XVII, es un contrasentido.

Pablo Herrera: ex adepto de Camino Neocatecumenal

ARGÜELLO, FUNDADOR DE "KIKOS" (NEOCATECUMENALES) 
DESEANDO MUERTE DE BXVI Y AGRADECIENDO A BERGOGLIO!