LA LEYENDA
DE LOS NOMBRADORES
Comentan que ha sido Adán,
de la magia en los albores,
quien por ser de Dios el hijo
a las cosas puso nombre,
y como no estaba en él
elegir sus sucesores,
ni a quien, a modo de herencia,
pudiera legar sus dones,
del nombrador los secretos,
poderes y otras cuestiones,
por las noches revelaba
a los hijos de los hombres.
Sin mezquinar su sapiencia
enseñó sin condiciones
cuando no existían las letras,
ni los signos, ni escritores.
Enseñó desde el instinto
y desde las emociones.
Enseñó hasta que su alma
se fue a otras dimensiones.
Luego, a su falta de aliento,
de calor y de reacciones
muerte acordaron llamarla
los noveles nombradores.
Desde allí vienen nombrando
misterios y tradiciones
y todo aquello que existe
aún carente de nombre.
Algunos de ellos crearon
varios signos decidores
que al ser conjugados nombran
igual que nombran las voces,
que perduran en el tiempo
más que charlas por las noches
y unifican los conceptos
para poner nuevos nombres.
Así, aquellos que nombraban
se hicieron más que rumores,
transmisores de la magia
sin mezquinas presunciones.
Y nombraron las palabras,
y fueron mujeres y hombres
que no se diferenciaban,
y así por generaciones.
Cada día los aprendices
sin un por qué, sin un dónde,
surgen igual que la hierba
en un prado de ilusiones
y les acerca la brisa
magia en forma de oraciones,
sentimientos, fantasías,
realidades, intensiones…
que ellos en forma de poemas
escriben sin pretensiones,
que los poetas de ahora
son aquellos nombradores.