EL Rincón de Yanka: CRIMEN

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domingo, 14 de septiembre de 2025

LIBROS DEL ASESINADO LIBERTARIO CHARLIE KIRK 🎗 "LA ESTAFA DE LA UNIVERSIDAD" y "REVOLUCIÓN DE LA DERECHA POLÍTICA": CÓMO VENCER A LOS PROGRES Y SALVAR A OCCIDENTE

«Nunca permitas que nadie silencie tu voz, incluso cuando sea impopular». Durante una charla tipo 'Prueba que me equivoco' ('Prove me wrong').
«La batalla espiritual está llegando a Occidente y los enemigos son el progresismo o el marxismo, que se combina con el islamismo para perseguir lo que llamamos el estilo de vida americano u occidental. Ese estilo de vida es muy simple: Quiero poder casarme, comprar una casa, tener hijos, permitirles montar en bicicleta hasta que se ponga el sol, enviarlos a una buena escuela, tener un vecindario con baja delincuencia. No que a mi hijo le enseñen contenidos basura de lesbianas, gays y transgénero en su escuela; y al mismo tiempo, no tener que escuchar la llamada musulmana a la oración cinco veces al día. Y estas dos amenazas están uniendo fuerzas para perseguirnos», afirmó en una conferencia que él mismo reposteó en X un día antes de su asesinato.
«¿Es el marco islamista válido para las naciones occidentales? Por supuesto que no. Hay muchas razones: el Islam no cree en en libertad de expresión, ni libertad religiosa, ni en la separación entre estado y religión. Esas tres posturas son antitéticas al pensamiento occidental. En un país de mayoría musulmana, no se puede criticar al profeta Mohammed. En muchos de esos países, tampoco hay una protección robusta a la libertad de culto y religiosa. Mientras occidente se preocupa de mezclar internamente diferentes creencias y religiones, ellos tienen el deber de entrar en el Estado para cambiarlo y que sea más islamista. Por último: no conozco ninguna nación occidental que al hacerse más islámica sea un mejor lugar para vivir, más feliz o más libre».

«Las personas blancas son más propensas a ser atacadas, especialmente per cápita, por personas negras en este país. La narrativa que han promovido durante los últimos diez años es que existe un ataque implacable contra las personas negras por parte de las personas blancas. Y los datos no lo demuestran. De hecho, ¡es exactamente lo contrario!».

«Las mujeres más felices de Estados Unidos están casadas y tienen hijos. Las más infelices son las solteras sin hijos. Cásate y ten hijos. Ignora a los envidiosos. ¡Vive la vida al máximo!».

«Permitimos la masacre de un millón y medio de bebés al año con el pretexto de la salud reproductiva de las mujeres. Permitimos que cada año se lleven y se desechen bebés, simplemente diciendo que no son seres humanos. –Se le pregunta sobre si está comparando el aborto con el Holocausto– Es peor: son 45 millones de bebés».

¿Por qué enviamos a nuestros hijos a la universidad? ¿Por qué gastamos cientos de miles de dólares en un título inútil? ¿Por qué dejamos que nuestros hijos sean adoctrinados por quienes discrepan fundamentalmente con la grandeza de Estados Unidos? En su nuevo libro, "La Estafa de la Universidad" (The College Scam: How America's Universities Are Bankrupting and Brainwashing Away the Future of America's Youth), Charlie Kirk responde a todas estas preguntas y más. Desde la fundación de (Momento Crucial) Turning Point USA, Charlie Kirk ha sido la voz líder en los campus universitarios estadounidenses que defiende a los estudiantes conservadores. Todos sabemos que las universidades están llenas de profesores de extrema izquierda, pero la verdad es mucho peor. Los ideales antiamericanos prosperan, los progresistas reprimen la libertad de expresión y el lavado de cerebro es la norma. En "La Estafa de la Universidad", Charlie Kirk lleva a la industria universitaria a juicio con una acusación de diez cargos que explica por qué el mundo académico ha perdido toda credibilidad. ¡Una lectura imprescindible para todo estudiante, padre o madre y ciudadano estadounidense preocupado!

Revolución de la derecha política: Cómo Vencer a los dormidos progres y Salvar a Occidente (Right Wing Revolution: How to Beat the Woke and Save the West) ha sido durante mucho tiempo el único faro de libertad y sensibilidad en un mundo caótico. Ahora, está bajo la amenaza de una ideología letal que busca humillar y borrar a cualquiera que no se incline ante su altar. 
¿La amenaza en cuestión? El progresismo. La corrección política. Las ideologías como dogmas. 
En Revolución del sentido común y del patrimonio cultural: Cómo Vencer a los progres y Salvar a Occidente, el fundador de (Momento Crucial) Turning Point USA, Charlie Kirk, saca al "wokeismo" de las sombras y detalla los pasos exactos necesarios para detener su propagación tóxica. Revolución de la política de Derecha no es una historia con moraleja. El "wokeismo" ya se ha filtrado en todos los aspectos de la sociedad estadounidense y occidental. En cambio, Charlie Kirk busca informar y preparar a cada lector para la próxima confrontación contra una de las amenazas más existenciales que Estados Unidos y Occidente haya enfrentado jamás.




   DESPIERTA OCCIDENTE: LO MATARON 
POR DECIR LA VERDAD LIBERTARIA




El Guerrero 
Levanto su mano
Señalando hacia el infinito
El guerrero
Dice que estas lagrimas
Son la risa del mañana que me espera
El guerrero
Cabalgando entre las nubes
Me ha enseñado
Que estos prismas terrenales
No son nada, comparado con mi pueblo
Que desde sus entrañas se libera
El guerrero
Sin miedo fue buscando
Hermandad buscando fortaleza
Con el alma, con el alma limpia
Con la sonrisa (con la sonrisa plena)
El guerrero
Dice que estas lagrimas
Son la risa del mañana que me espera
Y no es nada
Comparado con un pueblo 
que desde sus entrañas Se libera
El guerrero
Sin miedo fue buscando
Hermandad buscando fortaleza
Con el alma, con el alma limpia
Con la sonrisa (con la sonrisa plena)
Y que esta lagrima es
La sonrisa que me espera
Al desenvainar su espada el guerrero
Ha iluminado el futuro
Y ha dicho que crea en mi tierra
Que avance tranquilo y seguro el gerrero
Y que esta lagrima es
La sonrisa que me espera
Sobre las nubes lo vi cabalgando
Con el alma limpia el guerrero
Y la sonrisa, y la sonrisa plena
El guerrero
Iluminando el futuro
Dice que me espera
Que me espera en las estrellas
El guerrero
Que profundamente quiera a mi tierra
Dice que me espera
Oye y tambien respete 
a mis hermanos del mundo


En la mayoría de las iglesias españolas
no se mencionó al asesinado Charlie Kirk. 
¿Pero esto qué es?
@prensaCEE Galicia Coruña España

domingo, 7 de septiembre de 2025

PELÍCULA "RED DE LIBERTAD": LA MONJA QUE SALVÓ A MILES DE JUDÍOS DE LOS NAZIS


Película que, con un limitado presupuesto, se centra en la heroica labor de Helena Studler, Hija de la Caridad, francesa nacida en Amiens en 1891.
Este año 2017 se cumple el 400º aniversario del carisma recibido y extendido por San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac, que la Familia Vicenciana está conmemorando con el lema “Fui Forastero y me recibiste...”. Uno de los hitos más mediáticos de la celebración ha sido el estreno de la película Red de Libertad el 20 de octubre de 2017.

Como Oskar Schlinder, también Sor Helena Studler elaboró una lista para salvar a los perseguidos de las garras nazis. El drama biográfico Red de Libertad -de la mano de la distribuidora Proyec Film-, último trabajo del joven y laureado director de cine salmantino de 42 años, Pablo Moreno (Pablo de Tarso, el último viaje; Un dios prohibido, Poveda, Luz de Soledad).

La historia se ambienta en Francia, a principios de la II Guerra Mundial. Helena Studler es una religiosa que desde joven se dedica al cuidado de los huérfanos y los abandonados. Pero los tiempos han cambiado, el pueblo vive toda una revuelta, los alemanes han entrado en su ciudad y la realidad a la que ahora se enfrenta supera con creces la dureza a la que está acostumbrada: 
Helena descubre que cerca de su localidad los nazis han instalado un campo de concentración. Junto a algunos hombres de la ciudad, varias de sus Hermanas, Hijas de la Caridad, traman todo un plan para liberar a los cautivos de su trágico final.

Pablo Moreno, que ha ido ganando en experiencia tanto en la dirección como en el guión de cine, presenta un lúcido biopic sobre Sor Helena Studler (1891-1944), una monja francesa que trabajó para mejorar las condiciones de vida de los presos de guerra en la ciudad de Metz y así liberó de las garras nazis a más de 2.000 personas.
No en vano, se va corriendo la voz de que esta religiosa está al mismo nivel de heroicidad que Oskar Schlinder, el empresario alemán que salvó a unas 200.000 personas del holocausto nazi y que el cine reflejó con sabiduría en La lista de Schlinder, el popular y oscarizado drama de Steven Spielberg.

Lo que más llama la atención de esta película es su tono humanizador a todos los niveles, de tal modo que sus personajes resultan creíbles. Esto no quiere decir que el filme bendiga ni justifique las acciones de los militares nazis, pero Moreno sí consigue que se dé carta de naturaleza a la crisis humanitaria de los refugiados, eso que a los mortales no nos gusta tanto mirar.

En realidad, cuanto acontece no está tan lejos del problema con Siria en estos momentos, por ejemplo. Y este trabajo de Red de Libertad ha sido posible gracias a la habilidad, tiento y sabiduría que el director ha puesto en la escritura del guión: ofrece una estructura nítida de cada acto, los perfiles de cada personaje están hechos a medida, los diálogos suponen la otra parte más enriquecedora del filme, si bien se encuentran apoyados por un elenco coral de lujo donde cada uno interpreta el suyo como cualquier don permita.

Red de Libertad no es, pues, sólo una historia bonita de una monja que hace el bien hacia sus semejantes, casi en línea con su vocación, porque eso lo podríamos hacer perfectamente todos con algo más de voluntad.
Pablo Moreno va mucho más allá, no sólo al ser el primer director en el mundo en dar a conocer este episodio nazi, sino en el recordatorio de que la vida en sí misma, hay que saber vivirla, cada uno tiene un objetivo en ella y tiene que aprender a defenderlo con abrazos y caricias, a pesar de los reveses que las circunstancias nos presenten.

Por tanto, esta película supone un resorte en la vida del ser humano donde se recuerda que no hay que juzgar las apariencias y donde queda al margen cualquier discusión teológica. El filme no propone pedagogía en ese sentido, la película despliega un amplio abanico donde poder encajar el mundo de los valores, en todas sus facetas y dimensiones.
Dirige de nuevo Pablo Moreno, que recibió el encargo tras sus exitosas experiencias con Un Dios prohibido, Poveda, Luz de Soledad y Fátima, el último misterio. El director de Ciudad Rodrigo ha ido configurando un creciente y compenetrado equipo de profesionales (“como una familia”, asegura él) que han dando vida a Three Columns Entertainment, la marca comercial de la compañía creada por Moreno: Contracorriente Producciones.

Con un limitado presupuesto de unos 480.000 euros, Red de Libertad se centra en la heroica labor de la hermana Helena Studler, Hija de la Caridad francesa nacida en Amiens en 1891. En 1918 comenzó a vivir en Metz, donde atendía el Asilo de San Nicolás. En 1940 la ciudad fue ocupada por los nazis y Sor Helena se implica de tal modo en la atención y rescate de los prisioneros franceses, que compromete su vida y la de quienes le ayudan. Una tarea desproporcionada y agotadora, que realizó movida por su compasión, apoyándose en la oración y poniendo en juego el coraje que Dios le había dado. Con su “red” salvó a más de 2.000 prisioneros −algunos de ellos judíos−, entre los que se encontraba, por ejemplo, François Mitterrand, futuro presidente de Francia.

Desde el punto de vista interpretativo, la “reina de la función” es Assumpta Serna, que compone a una Sor Helena creíble y convincente, algo que quizá tiene que ver con las propias vivencias actuales de la actriz: 
“El personaje fue un regalo −ha declarado−. Para mí, ha significado reivindicar la figura de una mujer que quiso, con su obra y con su vida, dejar un mensaje muy claro: necesitamos amarnos los unos a los otros. Es algo que parece evidente pero hay que recordarlo de tanto en tanto”. Mención especial merece también Luisa Gavasa, ganadora de un Goya en 2016 en el papel de Sor Luisa.

¡NO PODEMOS SEGUIR SIENDO CÓMPLICES!
TENEMOS QUE SER VALIENTES

RED DE LIBERTAD - TRAILER OFICIAL 

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PELÍCULA AQUÍ


RED DE LIBERTAD EN ÚLTIMAS PREGUNTAS


viernes, 29 de agosto de 2025

LIBRO "UN SIGLO DE CRÓNICA ROJA (1894 - 1984): QUINCE HISTORIAS SOBRECOGEDORAS DE VENEZUELA 💥💀 por PEDRO REVERTE y MARIANA ALARCÓN

 
UN SIGLO DE
CRÓNICA ROJA
1894 - 1994

QUINCE HISTORIAS SOBRECOGEDORAS

PEDRO REVERTE y MARIANA ALARCÓN

«Un siglo de crónica roja», de Pedro Revete y Mariana Alarcón, es una obra que sumerge al lector en el fascinante y a menudo perturbador mundo de la crónica de sucesos en Venezuela. Este libro, publicado como un compendio de historias que abarcan cien años de crímenes y tragedias que marcaron la memoria colectiva del país, destaca por su rigor investigativo y su narrativa envolvente.
Los autores, con una trayectoria destacada en la investigación de la crónica roja, logran tejer un relato que no solo documenta los hechos, sino que también explora las complejidades humanas detrás de cada caso.
Desde asesinatos que conmocionaron a la sociedad hasta misterios sin resolver, el libro ofrece una mirada cronológica que refleja cómo la violencia y el crimen han evolucionado en paralelo con los cambios sociales, políticos y económicos de Venezuela.
Esta obra equilibra el detalle periodístico con un estilo literario accesible y atrapante. Los autores no se limitan a relatar los eventos; también contextualizan las motivaciones de los protagonistas —víctimas, victimarios y testigos—, así como el impacto de estos sucesos en la opinión pública. Además, la inclusión de fotografías, enriquece la experiencia, dotando al texto de una dimensión casi tangible.

Un siglo de crónica roja es una pieza imprescindible para los amantes del periodismo narrativo. Revete y Alarcón no solo preservan un archivo histórico, sino que invitan a reflexionar sobre la naturaleza humana y el peso de la memoria en un país marcado por la turbulencia. Una lectura tan inquietante como reveladora.

¿Qué casos contiene?

Las dos muertes de Madame Balou
El asesinato del gobernador de Caracas Luis Mata Illas
El puñal que mató a Juanita Vega
El crimen de El Silencio: la maestra del Bloque 7
El mito del negro Antonio
El secuestro de Vallita
La muerte de Pancho López. (Actor de Radio Rochela)
Señuelo mortal: el caso de la hija de Eva Blanco
El crimen de la bañera
El carnicero de Maracay
El bulto macabro
El monstruo de Guarenas
El monstruo de Carayaca
La descuartizada de Pipe
La viuda negra de Santa Fe

Razones para adquirir este libro

Exploración histórica única: El libro ofrece un recorrido por cien años de crónica roja, un género periodístico fascinante que combina investigación, narrativa y hechos reales, permitiéndote entender cómo han evolucionado los crímenes y su cobertura a lo largo del tiempo.
Narrativa envolvente: Los autores, reconocidos por su habilidad para contar historias, transforman casos reales en relatos que enganchan, haciendo que la lectura sea tanto informativa como entretenida.
Perspectiva cultural: A través de las crónicas, se refleja la sociedad, sus valores, miedos y cambios a lo largo de un siglo, ofreciendo una ventana a la historia desde un ángulo poco convencional.
Trabajo riguroso: Pedro Revete y Mariana Alarcón son investigadores experimentados, lo que garantiza un enfoque detallado y bien documentado sobre los casos más emblemáticos.
Atractivo para amantes del true crime: Si disfrutas de historias de crímenes reales, este libro promete satisfacer tu curiosidad con casos que han marcado época.
Relevancia contemporánea: Al analizar un siglo de crónica, el libro conecta eventos del pasado con cuestiones actuales sobre justicia, crimen y medios de comunicación.

¿A qué esperas? Haz clic en el botón COMPRAR AHORA y sumérgete en este viaje en el tiempo. Conoce en detalle 15 crímenes que impactaron a la sociedad venezolana.

Prefacio

En 1972 durante una de mis incursiones infantiles por la casa tropecé con una caja llena de viejos libros. Entre un montón de novelas, que ha­bría de devorar con fruición, estaba un ejemplar de la Historia Mundial de la Prensa que 20 o 30 años atrás se usara en los cursos de Periodismo, impartidos a distancia, por academias asentadas en los Estados Unidos. De tapa dura, impreso en papel glasé y con abundantes ilustraciones ese libro despertó en mí el gusto por la comunicación, del tipo que toda­ vía se hacía en aquella época: 
la del tecleo en las máquinas, la del plomo fundido, la del olor a tinta y papel y la del estrépito de las rotativas. 
Este sentimiento se afianzó cuando al poco tiempo tuve la suerte de visitar con mi madre, en un mismo día, el taller donde imprimían el diario La Religión y el local en el que Distribuidora Continental encuadernaba las revistas extranjeras.

Quizás por eso entre mis precoces y desordenadas lecturas nunca llegó a faltar la prensa, sobre todo la dominical, tan copiosa y variopinta. Allí conocí a Max Haines, escritor canadiense que desde hacía poco producía Crime Flashback, columna que en América Latina conocimos con el nombre de «Los crímenes más sonados», y en la que Haines reconstruía con singular destreza sucesos ocurridos en décadas anteriores. Aunque ya para entonces había disfrutado de las aventuras de los héroes y heroínas de la literatura policial, me incliné en favor de la crónica por lo que tenía de no ficción. Al crecer además en un período particular­ mente estremecido por la violencia, con casos como el de Vegas Pérez, León Taurel o la masacre de la calle Páez quedó sembrado en mí el inte­rés por este género. Con el paso de los años la vida me regaló la dicha de conocer a mi alma gemela, mi par en el apego por la investigación rigu­rosa. Con ella, hace doce años, inicié la feliz aventura de crear Crónicas del Tánatos, revista digital que trajo a la memoria casi un centenar de los más sensacionales crímenes cometidos en Venezuela.

Ahora, tras un intenso trabajo de clasificación, arqueo, verificación y composición queremos presentarles Un Siglo de Crónica Roja, obra que rescata de polvorientos archivos quince casos, que pese a ser hoy poco o nada conocidos, causaron en su tiempo un fuerte impacto. Le adver­timos que los crímenes que vamos a narrar y algunas de las imágenes que los ilustran podrían llegar a perturbarle, por lo que recomendamos cautela.

Aclarado ese punto dejamos abierta para usted, la puerta de acceso que le llevara a un viaje por el tiempo. Los relatos reconstruidos aquí arran­can con la llegada de un tren a Turmero en 1894 y terminan cien años después con el asesinato de un joyero húngaro, en el momento justo en que abordaba un taxi con la intención de salir del país.

Crónicas del Tánatos, 
crímenes que se convirtieron en Historia. 
Caracas, 20 de septiembre de 2023.

Hoy en la Biblioteca del Crimen te hablamos de los libros 
y otras publicaciones que se realizaron por el caso del padre Biaggi.

VER+:


jueves, 7 de agosto de 2025

RENNY OTTOLINA PRESENTE y NUNCA, AUSENTE

 
RENNY 
PRESENTE

Renny Ottolina: De locutor a candidato 

Renny Ottolina fue noticia. Esto es un hecho innegable. Toparse con un venezolano que no sepa su nombre o reconozca su trayectoria, es una tarea difícil, porque incluso de manera efímera, ha tenido un encuentro con alguno de sus logros. No han sido necesario grandes textos que hablen sobre su vida, los cuentos populares son el mejor libro de historia, porque son narrados por la voz de la experiencia; llena de suspiros y lamentos, deja en claro que existió una gran admiración por este periodista. El propósito fue hacer en todo momento algo distinto, que innovara y que diferenciará su trabajo de los demás, siempre con una razón social. Era parte del despertar del venezolano; cualquiera se tomaba un buen café escuchando o viendo algunos de sus programas, incluso, era el entretenimiento de las tardes, pues, al pasar de los años era imposible ignorarlo. Ya era un buen amigo, estaba ahí en los espacios donde el ciudadano buscaba entretenerse, de ser así 

¿Cómo van olvidarlo? 

Razón social; ese sentimiento que une a todos los periodista, es el compromiso de ser el puente entre la información y el ciudadano. La búsqueda de la verdad, es su principal objetivo, justo ahí, en los lugares donde no todos llegan, pero hay voces que necesitan ser escuchadas. Renny dedico su carrera en trabajar en función de la cultura, la sociedad y la identidad nacional. Cada uno de sus programas estaba dedicado a crear un estado de conciencia en cualquier venezolano, que lo incentivará a seguir adelante. Tema que actualmente se ha dejado a un lado y ha sido desplazado por el sensacionalismo. Si los programas de entretenimiento educaran más, los conocimientos e ideas fueran la mejor arma de los ciudadanos para defenderse ante cualquier injusticia; más allá de los programas informativos o de opinión que llegan solo a un público en especial. Por mucho tiempo la televisión ha decidido que se debe ver y que no, pero con periodistas capaces de poner en marcha ideas distintas, es posible poner de moda programas de pensamiento crítico. Cada vez es mas necesario que existan iniciativas que superen las astucia política y la sobrepasen cualquier nivel, a tal punto, de crear un respeto por los derechos en cualquiera de sus ámbitos. La posibilidad de comunicarse es la herramienta natural que poseen todas las personas, el detalle está en cómo emplearlo de tal manera que transmita de efectivamente un mensaje. 
Estás cualidades comunicativas de crear sensibilidad en las personas las poseía Renny, por eso es tan importante saber como crear un vínculo con los ciudadanos. 
Aún hay quienes dicen: “él hubiese sido un gran presidente”. Sin saber, que podía resultar de este experimento político, los venezolanos convirtieron esta idea en un sueño porque en su discurso, seguía siendo distinto a los demás. Su mensaje era real, movía multitudes y llegaba a los corazones. Otra característica que debe tomarse en cuenta es el manejo de los medios de comunicación. Al ser buenos periodistas, la ética obliga a defender los hechos reales, el medio principal de llegar a las personas deber ser tratado con respeto y responsabilidad, es posible considerar que muchas de las decadencias que han tenido los medios se basa en quienes hacen uso de ellos. Por eso es tan fundamental prepararse y formarse para ejercer de forma correcta un profesión que va más allá de “cámaras y acción”, si no, de cumplir su razón social. Si bien es cierto, el pasar de los años, no borra los ideales de los grandes. Aún hay quienes ruegan por un próximo líder como lo fue Renny Ottolina.


Legado político de Renny Ottolina, más allá de su fama como animador. A través de sus pensamientos inéditos reunidos en Renny Presente, descubrimos a un líder ético, crítico del clientelismo y defensor de una "revolución del carácter" basada en disciplina, educación y honestidad.
Una voz que, aunque silenciada en su momento, sigue interpelando al ciudadano que sueña con una República decente.


VER+:



Renny Ottolina: El Número Uno de la Televisión
La Vida y Muerte de Renny Ottolina - Megadocumental
Estreno de RENNY PRESENTE

Renny Presente by Antonio Puerta


martes, 5 de agosto de 2025

LIBRO "LOS DESAPARECIDOS DEL CASTRISMO": CUBA DESDE 1959 por DANIEL I. PEDREIRA 👥💥💀



LOS  DESAPARECIDOS  
DEL  CASTRISMO:
CUBA  DESDE  1959

“El objetivo es que la verdad no sea enterrada con las víctimas”, afirma el autor, que rinde tributo a los desaparecidos con una investigación que recorre más de sesenta años de represión en Cuba.
Los desaparecidos del castrismo, de Daniel I. Pedreira, documenta con rigor los crímenes extrajudiciales y desapariciones forzadas cometidos por el régimen cubano desde 1959. Desmonta el mito de que las dictaduras ideológicas no recurren a tales prácticas, evidenciando que en Cuba existen numerosos casos de personas detenidas, torturadas y desaparecidas sin dejar rastro. 
Relata el emblemático caso de Andrew de Graux Villafaña, joven guerrillero capturado herido, hospitalizado y desaparecido sin explicación, a pesar de los esfuerzos de su familia por conocer su paradero. Se citan otros casos similares, como los de los hermanos Pedrozo y Becerra, Orlando Collazo, Carlos Ibáñez y Alberto Sigas. Muchos fueron fusilados, otros se presume murieron en combate, pero en todos los casos, los cuerpos nunca fueron entregados ni se informó oficialmente sobre su destino. 
La obra de Pedreira rompe el silencio impuesto por la tiranía castrocrática y promueve futuras investigaciones sobre estos crímenes silenciados.
El castrismo, como todo régimen tiránico y totalitario, ha sido históricamente hábil con el relato, y ha cubierto con un velo de secretismo oficial y falta de prioridad institucional las decenas de desapariciones de personas que han ocurrido en la Isla en los últimos años. Pero, más allá del trasfondo social, síntoma del resquebrajamiento integral de la sociedad cubana, el libro "Los desaparecidos del castrismo: Cuba desde 1959", publicado recientemente por el académico en Ciencias Políticas y autor de DIARIO DE CUBA Daniel Pedreira, analiza el carácter político de más de 600 de estos hechos y cómo las autoridades de La Habana se han servido de las desapariciones para deshacerse de personas incómodas y conservar el poder.

PRÓLOGO
Pedro Corzo Eves

Los desaparecidos del castrismo: Cuba desde 1959, de Daniell. Pedreira, es una obra fundamental para conocer los extremos a los que ha llegado el régimen totalitar io castrista para conquistar el poder y conservarlo.
Se suele creer que las dictaduras ideológicas no incurren en crímenes extrajudiciales y menos aún practican la desaparición de quienes se les oponen, no porque sean más tolerantes que el despotismo uniformado, sino porque al controlar las instituciones del estado tienen la capacidad de legitimar cualquier crimen por horrible que este haya sido.
No obstante, Pedreira demuestra que, en Cuba, aunque hay le­yes que contemplan la pena de muerte, aplicada miles de veces en estos 66 años de tiranía, hay muchos desaparecidos por la vesania de los esbirros del régimen y la maldad de sus dirigentes.

El caso más notorio de los desaparecidos es el de Andrew de Graux Villafaña, cuya hermana, Mary, lleva décadas reclamando a la dictadura totalitaria cubana información sobre su hermano.
Andy, también ciudadano estadounidense por vla paterna, se unió a las guerrillas del Escambray para luchar contra el castrismo cuando tenía 18 años. El joven guerrillero fue herido en la finca Limones Cantero durante un enfrentamiento con las milicias el 13 de septiembre de 1962, recibió dos balazos, uno de los proyectiles le entró por el hombro y terminó alojándose en la quinta vértebra, dejándolo inmóvil.

Capturado, fue conducido al hospital de Trinidad, su pueblo na­tal, a dos cuadras de la casa de sus padres. Conocía al médico y le pidió que avisara a su madre, pero otro galeno, más represor que curador, Cuco Lara, ordenó que el herido fuera sacado de la sala y recluido en un cuarto aislado, en consecuencia, cuando los padres llegaron al sanatorio, no lo pudieron ver.
No recibió atención médica. Después de ser torturado física y psicológicamente, le trasladaron por orden de la Seguridad del Estado al hospital de Cienfuegos.
Mientras, la madre de Andy, Maria, visitó a la delegación sui­za en La Habana, que representaba a Estados Unidos en Cuba. Se entrevistó con un funcionario, aunque las gestiones resultaron infructuosas.
Recuerda Mary ,en entrevista concedida a Pedreira, que ya en ese momento su hermano había sido operado por el doctor Rodríguez Marcoleta, resultando la cirugía un éxito, aunque la familia desco­nocía por completo lo acaecido y seguía ignorando donde se en­contraba su deudo.

El 18 de septiembre el galeno Rodriguez Marcoleta fue a ver a Andy. No lo encontró. Preguntó por el operado y le respondieron que había muerto. En la morgue pidió ver el cadáver, tampoco es­taba. Días después, la Seguridad del Estado le pidió al médico que firmara el certificado de defunción de Graux Villafaña, a lo que el galeno se negó rotundamente.
Mary Louise de Gramc Villafaña, quien no cesa en la búsque­da de su hermano a pesar de las muchas décadas transcurridas, también manifiesta preocupación por otros jóvenes desaparecidos que se alzaron en armas contra la dictadura.
Los hermanos Pedrozo y los igualmente hermanos Becerra, quienes también habían sido guerrilleros contra el totalitarismo son otros desaparecidos. Estos cuatro jóvenes trinitarios fueron absorbidos por la tierra en la que habían nacido por voluntad de la dictadura.

Otros desaparecidos son Orlando Collazo y Lázaro Fernández. Se supone que murieron en combate. Los restos de Fernández se­gún algunas versiones fueron expuestos en el parque del pueblo de Guao, pero sus familiares nunca vieron su cadáver. Tampoco fueron informados de su muerte.
Hace varios años, la señora Yolanda Ibáñez presentó al Comité Cubanos Pro-Derechos Humanos en La Habana, Cuba, una de­nuncia por la desaparición de su padre, el agricultor Carlos M. lbáñez, quien según las autoridades habla sido arrestado y fusilado sumariamente en 1965. La familia Ibáñez nunca ha visto el cuerpo de su deudo, ni tampoco donde fue sepultado.

Esta es una situación que sufren otros miles de familias cuba­nas. Suponen que sus familiares fueron sepultados o muertos en combate, pero nunca tuvieron la oportunidad de velarlos, ni se­pultarlos, aún peor, ignoran donde están los restos mortales de sus parientes.
Los restos mortales de las más de 70 personas fusiladas y se­ pultadas en una fosa común en la Loma de San Juan, Oriente, el 12 de enero de 1959 por orden de Raúl Castro, ha n desaparecido del lugar donde fueron enterradas, según denuncia el exprisionero político Ramiro Gómez Barruecos.

Según investigaciones de José Luis Fernández Maymó, en la fin­ca San Gabriel, Las Villas, los guerrilleros Juan Antonio Benítez, Gabriel Morales y Onelio Pérez fueron abatidos por la milicia, sin embargo, es un supuesto. No hay quien atestigüe que vio los cadá­veres o diga conocer donde están enterrados.

Alberto Álvarez Bravo ha denunciado públicamente la desapa­rición de Alberto Sigas, avalada con los testimonios de su esposa, Carmen Núñez Armesto y su señora madre, Elia Echevarría.
Alberto Sigas le dijo a su esposa que iría a casa de su madre el 18 de enero del 2010. Nunca llegó. Núñez Armesto hizo la denuncia y horas más tarde le informaron que Sigas estaba arrestado en Villa Marista y que antes de 72 horas estaría en su casa. Han transcurrido quince años y Sigas continúa desaparecido.

Poco se ha escrito sobre los desaparecidos por el totalitarismo cubano y es que hasta en ese aspecto el control de la información instaurado por la dictadura le ha sido útil, control que nuestro autor Daniel Pedreira ha roto para siempre.
Hay mucho que investigar al respecto, por suerte el activista Álvarez Bravo, en Cuba y en Miami, los exprisioneros políticos Fernández Maymó y Gómez Barruecos se han impuesto la tarea de investigar sobre los desaparecidos del castrismo, otra cuenta pendiente con el pueblo cubano de los hermanos Castro, que Pedreira ha demostrado estar dispuesto a que la salden.

(COMPLETO) Conferencia: "Los desaparecidos del castrismo"

VER+:

LOS FUSILADOS DEL TIRANO FIDEL CASTRO 
👥💥💀
Cuba socialismo narcotiranía Venezuela

jueves, 17 de julio de 2025

CARTOGRAFÍA DEL HORROR: DESAPARICIONES EN LA FRONTERA COLOMBO-VENEZOLANA. UNA LÍNEA QUE OCULTA Y SILENCIA CUERPOS HUMANOS 👥💥💀💀💀


PERDIDOS EN LA RAYA 

Hace más de 25 años que la violencia del conflicto armado en Colombia desbordó la frontera con Venezuela dejando su cuota de desplazamientos forzados, secuestro, muerte y también de desaparecidos: personas que vivían en la frontera común, en ese ir y venir que caracteriza su dinámica y que un día como cualquier otro, tras anunciar el cruce a sus familiares, parece que se los tragó la tierra...


Desapariciones en la frontera colombo-venezolana. Una línea que oculta y silencia cuerpos.



Aunque las desapariciones ocurren en ambas naciones, y a pesar de que en 2023 los gobiernos de Gustavo Petro y Nicolás Maduro activaron lo que se recuerda como el único y más claro esfuerzo oficial para la búsqueda de decenas de ciudadanos desaparecidos en la convulsa frontera colombo venezolana, Colombia avanza sola para dar respuesta, con sus altibajos burocráticos y políticos, a la interrogante sobre sus paraderos. En Venezuela impera el silencio y el desinterés de las autoridades, cuando no la burla.

Sometidos a la incertidumbre de unos familiares desaparecidos por años, los deudos en territorio venezolano sufren otra pena que inflige un Estado indolente. Los parientes buscadores a veces enfrentan el sarcasmo de las autoridades a las que acuden para solicitarles que investiguen alguna desaparición: 
“Ay, señora, su hija es mayor de edad y seguro se fue con el novio”. Pero la mayoría de las veces ni siquiera merecen el esfuerzo de la burla. Solo reciben indiferencia.

“Pusimos la denuncia y nada”, “nunca nos llamaron”, “nunca nos ayudaron”: estas frases recurrentes corresponden a madres de venezolanos desaparecidos en la frontera binacional, que se ayudan entre sí para buscar a sus seres queridos y suplen de ese modo la ayuda ausente del Estado venezolano. Aunque pueda resultar burocrática y lenta, la única autoridad oficial que les presta oídos y, a menudo, les brinda respuestas es la colombiana.

La violencia interna en Colombia entre grupos guerrilleros y paramilitares a finales de la década de los 90 rebasó la línea fronteriza y se derramó hacia territorio venezolano. La dinámica de tránsito se tornó peligrosa en la pugna por el control de las zonas y comenzó el goteo de noticias sobre colombianos y venezolanos asesinados o desaparecidos en uno y otro lado de “la raya”. Aquello, con los años, terminó por volverse parte del paisaje, sobre todo con la proliferación de trochas y pasos que grupos armados controlan para llenar los vacíos que ambos Estados dejan a su merced.

Los colombianos, sin duda, han llevado la peor parte en el conteo de víctimas. Cifras actualizadas del Sistema de Información Red de Desaparecidos y Cadáveres (Sirdec) de Colombia contabilizan 178.429 colombianos desaparecidos por el conflicto interno -no solo fronterizo- hasta mayo de este año.

Pero la cuota de venezolanos desaparecidos en la frontera es también muy alta. Según el mismo Sirdec entre 1993 y hasta 2024 se registraron 3.338 venezolanos desaparecidos en territorio colombiano, de los que 660 (432 hombres y 228 mujeres) desaparecieron en los departamentos fronterizos de La Guajira, Cesar, Norte de Santander, Boyacá, Arauca y Vichada; no había registros en el también fronterizo departamento de Guainía, junto al estado Amazonas de Venezuela. Hasta la fecha, de estos 660 casos han aparecido con vida 140 individuos, mientras otros 17 fueron encontrados ya hechos cadáveres.




En la progresión anual, el 2018 despunta como un hito especial por haber sido el año pico de la migración impulsada desde Venezuela por la crisis humanitaria compleja que, ya para entonces, atravesaba el país. Una migración a pie, desesperada, que al escapar chocó con la ausencia del Estado venezolano en el resguardo de las fronteras, cuyo control ahora se reparten grupos armados irregulares.
Desde 2018, solo en el departamento colombiano de Norte de Santander se contabilizan más de 50 personas desaparecidas cada año, con Cúcuta como la ciudad con más casos registrados, unos 384 en total.

La política prende y también apaga

Un año después de la asunción de Gustavo Petro como presidente de Colombia, el drama de las desapariciones transfronterizas se visibilizó como nunca antes. Las declaraciones entonces del jefe paramilitar desmovilizado, Salvatore Mancuso, sobre fosas comunes tanto en Venezuela como en Colombia, ofreció una oportunidad de oro para abordar el tema. En julio de 2023 se creó el Comité Técnico Binacional para la Búsqueda, Recuperación y Abordaje Forense de los Cuerpos de las Personas dadas por Desaparecidas en las Zonas de la Frontera Venezolana-Colombiana.

El mecanismo tenía dos objetivos: procesar, con ayuda de la Cruz Roja, la búsqueda e identificación de cuerpos en sitios señalados como lugares de enterramientos, y la elaboración de un Manual Operativo para regular los procedimientos de “búsqueda, recuperación y abordaje forense de los cuerpos de las personas dadas por desaparecidas” en la frontera binacional. Este sería revisado por las cancillerías de ambos países, encabezadas en ese momento por Yván Gil, de Venezuela, y Álvaro Leyva, por Colombia.

“Recuerdo que allá [refiriéndose a Venezuela] estaban con toda la disposición de hacer algo”, comenta Helena Urán, una de las asesoras en esta materia del gobierno colombiano. Por ser un conflicto armado interno de larga data, Colombia cuenta con mecanismos institucionales preparados para la atención de las consecuencias, como el conteo y búsqueda de los desaparecidos, que recae en Medicina Legal, la Fiscalía y la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD).

De cara al comité, del lado venezolano estaban a cargo el mayor general Gerardo Izquierdo Torres (sancionado por la Oficina de Control de Activos Extranjeros del Departamento del Tesoro estadounidense en 2018), entonces director general de la Oficina de Fronteras, y Render Peña, viceministro para América Latina de la Cancillería venezolana. El embajador de Colombia en Venezuela en ese momento, Milton Rengifo, fungía como vaso comunicante entre ambos gobiernos.

Urán relata que durante varios meses hubo avances, reuniones constantes entre las representaciones de ambos gobiernos, pero ese intercambio se enfrió. Las razones no las sabe precisar. Señala que el año siguiente, 2024, entre la disminución de los contactos y el intenso proceso electoral de las presidenciales venezolanas, el trabajo del comité se detuvo, aunque se había logrado elaborar un borrador de acuerdo diplomático para abordar el tema de los desaparecidos. Asegura que hasta se había logrado involucrar a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) y al Ministerio de Justicia de Colombia. “Quedamos super frustrados”, se lamenta.

La indolencia por lápida

“Cadáver masculino que mide 1.60 cm, en edo [sic] de carbonización a un 90% de la superficie corporal”, se lee en una ficha escrita a mano con fecha del 18 de julio de 2005. El nombre del difunto es “no identificado” y el cuerpo fue traído desde San Antonio del Táchira, ciudad cercana a la frontera, hasta el Cementerio Municipal de San Cristóbal, la capital del estado.

Como ese hay decenas de casos que llegaron al principal cementerio de la capital tachirense entre 2000 y 2005, uno de los puntos a los que han ido a parar los cuerpos de desaparecidos transfronterizos. A veces de a uno, a veces en grupo, a veces con algo de ropa o en pedazos, algunos cuerpos pudieron ser identificados y otros no, pero ninguno sobre los que había alguna pista de identificación llegó a ser reclamado y terminaron como los otros -anónimos hasta ahora- depositados en una fosa común en el propio cementerio.

“Esa fosa común se llama el restero. Es una capillita donde se recolectaron todos esos huesitos”, cuenta Alba Villamizar, secretaria del Cementerio Municipal de San Cristóbal. Hace dos años, en 2023, un grupo de funcionarios colombianos revisó la documentación sobre los cuerpos que habían llegado desde finales de los 90 y hasta 2005. Sin embargo, recuerda Villamizar, no se llevaron nada, ni documentos ni algún resto.

“Hay miles de huesitos en esa capilla, para mover todo eso, imagínese. Es impresionante hacer ese trabajo. Porque todo estaba así, una capillita así, todo se echaba allí, hasta que llegó un momento en que se selló completamente. Ya no ingresaban más bolsas de esas de huesos. Era demasiado. Y se selló ese restero municipal”, recuerda Villamizar.

Un esfuerzo forense de esa envergadura solo podrá tener lugar cuando exista una voluntad política semejante. Pero del lado venezolano no hay una entidad, oficina o institución oficial que se dedique a procesar estos casos. Los familiares suelen poner las denuncias ante el Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas (Cicpc), que cuenta con una unidad especializada en investigaciones de personas desaparecidas. Sin embargo, no hay datos públicos que reflejen el número de casos recibidos por esa entidad, y menos, de los resueltos.

La Fiscalía del régimen chavista no cuenta con alguna división especializada para atender el tema de desapariciones en frontera, como tampoco la Defensoría del Pueblo, que recibe denuncias de familiares pero no muestra data alguna. El último informe publicado por la Defensoría, del año 2021, menciona la palabra “desaparecidas” apenas cinco veces, y solo para referirse a casos de personas que fallecieron por crecidas de ríos; en una ocasión, se refiere un caso de posible trata de personas. Se envió un correo solicitando información a la oficina de la Defensoría en San Antonio del Táchira, sin que se recibiera respuesta.

La falta de información del lado venezolano se hizo aún más ostentosa a partir de 2017, cuando la migración masiva de venezolanos por la vía fronteriza con Colombia disparó los números de desaparecidos transfronterizos. Wilfredo Cañizares, director de la organización no gubernamental colombiana, Fundación Progresar, destaca que de los 650 casos documentados que tienen de personas desaparecidas entre 2016 y 2024, 120 corresponden a ciudadanos venezolanos.

Que el número no sea igual al del conteo que hacen las instituciones de Colombia se debe a que la Fundación Progresar lleva el registro en correlato con acción de grupos violentos, excluyendo casos de quienes podrían haber cortado relación con sus familias voluntariamente.

“Esos 120 casos los tenemos documentados en el sentido de que un grupo armado ilegal los detuvo, o que la última vez que vieron a la persona fue cruzando una trocha de control de la guerrilla o de control de una banda paramilitar o de control de una banda criminal”, especifica Cañizares.

“La crisis migratoria lo que hizo fue poner en una dimensión escandalosa lo de los desaparecidos (...) Aún hoy en día el gobierno colombiano no tiene una cifra cierta de cuántos venezolanos o venezolanas desaparecieron y en qué contextos transfronterizos, y aún menos el venezolano”, afirma, aunque destaca que con la llegada del gobierno de Petro y la reapertura de la frontera, han descendido drásticamente los casos de desapariciones forzadas transfronterizas.

Sonia Rodríguez Torrente, coordinadora para el departamento de Norte de Santander de la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas (UBPD), institución oficial colombiana, señala que entre los obstáculos para concretar alguna cooperación en materia de búsqueda e identificaciones de los desaparecidos transfronterizos se hallan las visiones diferentes de ambos estados a la hora de abordar los casos. “En Colombia lo hacemos desde la extrajudicialidad”, es decir, se hacen las búsquedas sin que medien la participación u orden de tribunales o jueces, mientras que en Venezuela, según señala, es todo lo contrario: “La búsqueda en Venezuela está enmarcada en todo un ejercicio judicial y penal y eso pone las lógicas de la relación en posiciones distintas”.

Villamizar, la secretaria del cementerio, afirma lo mismo. “Para hacer algo hay que mover un organismo”, dice, en alusión directa a la Fiscalía venezolana o a los tribunales. “Tiene que ser orden de un tribunal porque si no es una profanación, eso es una tumba”.

En Colombia, Rodríguez Torrente explica que la UBPD tiene en total 94 planes de búsqueda de desaparecidos, de los que 11 corresponden a zonas fronterizas con Venezuela: en la media y alta Guajira uno, otro al sur de La Guajira, otro en el norte del departamento del Cesar y uno más al centro; y uno en Sarare, Tame, Sabanas de Arauca y el departamento de Vichada. Tres más responden a los planes de búsqueda que cubren los 40 municipios en Norte de Santander.

Los buscamos nosotras

En Venezuela, en cambio, a los desaparecidos solo los buscan sus familiares.

La desaparición de Wilmer Jair Cáceres Salamanca, funcionario de la Policía Nacional Bolivariana (PNB), ocurrió el 25 de enero de 2016 en San Antonio del Táchira. Su madre, Blanca Salamanca, comenzó a buscarlo al notar que no llegó a su puesto de trabajo en San Cristóbal, la capital del estado.

Al ingresar a la sede de PoliTáchira, la policía regional, para poner la denuncia, se encontró con otra mujer que también tenía a su hijo desaparecido y estaba dando el retrato hablado de un joven que había salido con él. Ese retrato hablado, recuerda la señora Blanca, era el de Wilmer. “En ese momento, las dos nos conocimos y nos unimos por la búsqueda de nuestros hijos. Ella me contó que mi muchacho había ido ese lunes 25 a buscar a su hijo, Kevin Rodríguez, funcionario de 22 años de PoliTáchira, a su casa en el barrio Miranda, de donde salieron, sin dar explicaciones”. La madre de Kevin Rodríguez se llama Belén Botello.

El de las señoras Blanca y Belén es el ejemplo clásico de cómo funciona en Venezuela la búsqueda de desaparecidos en la frontera colombovenezolana: a pulso entre las familias y con apoyo del otro lado, en Colombia.

Acompañándose, con sus propias indagaciones encontraron que sus hijos habían sido vistos por última vez en San Antonio del Táchira, lo que les hizo pensar que probablemente habían cruzado la frontera. “Comenzamos a buscar los enlaces para presentar la denuncia ante las autoridades competentes de Colombia”, señaló la señora Salamanca.

Ocho meses después, el 26 de septiembre de 2016, Salamanca y Botello formalizaron la denuncia de desaparición forzada ante la Fiscalía de Colombia. Al caso fue asignado un investigador. “Fueron dos años y tres meses de ir a Colombia, con una frontera cerrada. Nos tocaba, en la mayoría de los casos, atravesar las trochas. Una vez, nos agarró de retorno una balacera y nos lanzamos al piso. Fue horrible y peligroso”.

Las visitas a Cúcuta, la capital de Norte de Santander, se dividían entre la Fiscalía y Medicina Legal. “Hicimos varias amigas que nos tendieron la mano y pusieron todo el empeño hasta conseguir que el caso se esclareciera. Al final, toda la búsqueda se centró en Colombia, no volvimos al Cicpc. Tenemos cierta rabia con ellos. Nunca nos ayudaron y ni siquiera hemos ido a cerrar el caso”.

La ayuda del lado colombiano rindió frutos de la forma más inesperada, con la captura de un delincuente en Cúcuta que reveló la ubicación de cinco fosas comunes en la trocha La Playita, donde finalmente se encontraron los restos de Wilmer Cáceres Salamanca y Kevin Rodríguez. Tras una espera de año y medio para confirmar la identidad mediante pruebas de ADN, recibieron los restos en septiembre de 2019 y organizaron una sepultura digna en el cementerio municipal de San Antonio, cerrando una dolorosa etapa para sus familias.

Así como las madres de Wilmer y Kevin, en Venezuela existe el grupo Esperanza de Madre, creado por Lisbeth Zurita, la madre de Emisael Contreras, desaparecido en 2019 cuando se disponía a volver a su casa en el estado Bolívar, sureste de Venezuela, tras haber pasado a Colombia para trabajar en minas del departamento de Guainía. Además de la organización no gubernamental Fundaredes, que ha visibilizado los casos de las desapariciones en los estados fronterizos -en su último informe de 2023 contabilizan 133 personas, la mayoría venezolanos habitantes de los estados Bolívar y Táchira-, Esperanza de Madre es el único grupo que trata de apoyar a familiares de venezolanos desaparecidos en la frontera, de los que hasta la fecha contabilizan 74.

“Cuando viajé a Colombia a buscar a mi hijo, regresarme [a Venezuela] con las manos vacías me hizo crear el grupo Esperanza de Madre en Facebook, porque decía: tengo que hacer algo, no puedo quedarme de brazos cruzados, no puedo esperar que las autoridades busquen a mi hijo. Ahí empecé a interactuar con otras mamitas que también están pasando por lo mismo, buscando a sus hijos, ahí empecé a darme cuenta de esta pesadilla (...) Todavía me cuesta creer cómo hay tantos desaparecidos”, explica Zurita.

Aunque Emisael Contreras no aparece todavía, algunas madres del grupo han encontrado a sus hijos. Algunos vivos -no dice cuántos- y 17 fallecidos.

En el caso de Colombia, las madres también se han configurado como un motor de búsqueda fundamental, ya más organizado por lo antiguo del fenómeno allá. Las Tejedoras de Moiras, Las Tejedoras de Juan Frío y las Guardianas de la Memoria son algunos de los grupos que, como la Fundación Progresar, apoyan a la UBPD y también a las familias venezolanas con desaparecidos transfronterizos. A la par, cada vez documentan más casos de ciudadanos colombianos desaparecidos en Venezuela.

Yolanda Montes, una líder social que documentó hasta 240 casos de desaparición forzada en la zona de Arauca, fronteriza con el estado venezolano de Apure, describe la complejidad de la búsqueda del lado venezolano.

“En nuestro grupo hay madres colombianas a quienes les han dicho que sus hijos fueron a parar en Venezuela, y de ahí no sabemos más. Eso es más complejo, porque ir a buscarlos es prácticamente imposible. Nos hablaron alguna vez de tres puntos donde han sido enterrados colombianos: Los Bancos, Las Charcas y Tumeremo, en el Arco Minero [del río Orinoco, en territorio venezolano], y que en el cuarto frío de la morgue de San Cristóbal había cinco cuerpos de colombianos, pero el reconocimiento de ese proceso allá es muy complejo. También nos han hablado de fosas comunes o lugares de interés forense en los cementerios, que podrían revelar muchas verdades, pero no hay voluntades políticas de ambos países para buscar a estas personas”.

Pero, más allá de recabar sus casos y apoyarlos con contactos institucionales, la búsqueda de los desaparecidos en la frontera binacional también está atravesando un momento de parálisis en Colombia, y no precisamente por falta de esfuerzo de las instituciones.

La falta de voluntad política a la que Montes alude también la menciona el magistrado de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) en Colombia, Gustavo Adolfo Salazar, quien además advierte que no son suficientes las declaraciones de Mancuso sobre la existencia de fosas comunes para emprender una búsqueda, pues se trata de afirmaciones generales, sin coordenadas paras su ubicación, que deben ser ratificadas por paramilitares de menor rango para llegar a lugares más específicos.

Recuerda que todavía ese proceso de ubicación no ha terminado y advierte su ralentización. “En este momento no hay nada porque estamos absolutamente parados en la frontera. No hay ninguna posibilidad de que en el corto y mediano plazo active una comisión”, asegura, argumentando que no cuenta con las suficientes condiciones de seguridad para proteger a los informantes y testigos. La posibilidad de obtener ayuda de las autoridades del Poder Ejecutivo en Colombia, prefiere descartarla: “Con el canciller Luis Gilberto Murillo y con la nueva, Laura Sarabia, ese tema no se ha vuelto a abordar”.



En la frontera que comparten Venezuela y Colombia yacen decenas de historias ocultas bajo un mismo rótulo, la ausencia. La cartografía del horror y del olvido da fe de lugares, en ambos países, donde los grupos violentos mataron gentes y abandonaron sus cuerpos. Allí estarían las huellas de un delito silencioso que desde hace un cuarto de siglo oculta tumbas y borra nombres, pero que nadie investiga: la desaparición forzada transfronteriza. Un sinnúmero de testimonios constituye el único rastro que deja.

A Breliacnis, venezolana, se le escurre como agua entre las manos el recuerdo de su mamá. Dejó de verla desde muy niña. Un conjunto de huesos y una lápida con el nombre que había dejado de escribir, el de Brenda María Marín Lara, acaban de poner punto final a esta historia de desaparición en territorio colombiano.

El reciente 10 de marzo, Breliacnis y el hombre que crió a su madre, Benigno Teherán Monsalve, acudieron a la “entrega digna” de los restos de Brenda que hizo la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas (UBPD) de Colombia en la población de Arauca.

“Simplemente les agradezco, se tomaron su tiempo y la encontraron”. El relato de Breliacnis, que al menos tuvo un cierre, no es común entre cientos de familias venezolanas y colombianas que saben de la desaparición de sus seres queridos en la raya limítrofe. En la línea divisoria de 2.219 kilómetros entre ColombiaVenezuela pervive la desaparición forzada transfronteriza, un delito cometido de manera sistemática por diversos actores: paramilitares, guerrillas, bandas criminales, mafias de trata de personas y hasta efectivos regulares de las fuerzas armadas.

El excomandante paramilitar colombiano, Salvatore Mancuso, declaró en 2023 ante la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) que en la frontera quedaban todavía sin descubrir fosas comunes con, al menos, 200 cuerpos sepultados. Las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), la denominación principal de los paramilitares, se había desmovilizado a finales de 2006. Algunos de sus comandantes estuvieron en la cárcel, incluso en penales en Estados Unidos -como el propio Mancuso-, y desde allí comenzaron a hacer declaraciones públicas que al fin arrojaron pistas sobre cómo fue la trastienda de la violencia en los años más crudos de la guerra interna.

Mancuso fue extraditado a Estados Unidos en 2008, regresó a su país natal en febrero del 2024, y fue declarado Gestor de Paz por parte del gobierno del presidente Gustavo Petro Urrego. Se comprometió a colaborar con la JEP para esclarecer crímenes que permanecen silenciados, como la desaparición forzada en la frontera con Venezuela.

Reporteros de Armando.info, de Venezuela, y Vorágine, de Colombia, visitaron algunos puntos calientes a ambos lados de la frontera, tan porosa como peligrosa, donde constataron que la desaparición de ciudadanos, tanto venezolanos como colombianos en, al menos, el segmento de la franja limítrofe que se extiende desde La Guajira hasta el río Arauca, es un fenómeno de larga data frente al que poco o nada se ha hecho para detenerlo o siquiera mitigarlo durante los últimos 25 años.

Para completar la presente serie, Perdidos en la raya, del que este reportaje forma parte, los periodistas entrevistaron a decenas de sobrevivientes del conflicto, sepultureros, investigadores sociales, líderes comunitarios, mujeres buscadoras, periodistas regionales, fuentes oficiales y victimarios. También revisaron la data oficial de las entidades en Colombia que llevan las denuncias de las desapariciones de ciudadanos venezolanos y colombianos. La interacción con esas fuentes generó datos y pistas para construir un mapa con las posibles localizaciones donde habrían abandonado o sepultado los cadáveres de personas de ambos países.

Los indicios recabados dan fe de cómo esas víctimas han sido objeto de tres desapariciones en secuencia: primero, cuando los grupos delincuenciales las asesinaron y ocultaron sus cuerpos; luego, cuando las autoridades binacionales dejaron de buscarlas o no las buscaron del todo; y, finalmente, cuando el silencio impuesto en las localidades extermina la palabra para, con ello, volver a los desaparecidos pura ausencia y olvido.

Esta investigación, que recoge múltiples testimonios sobre casos diversos del primer cuarto del s. XXI, confirma que la desaparición transfronteriza dejó de ser un fenómeno ocasional para convertirse en una práctica criminal a lo largo de la frontera binacional.


A César le hicieron cavar su tumba

César Tulio Cijanes Mendoza era un hombre nacido en Colombia en 1949 que emigró a Venezuela y adquirió la nacionalidad siendo muy joven. Su hija, Vivian, relata hoy que Cijanes fue a trabajar en una empresa y tiempo después lo despidieron. Con el dinero de la liquidación se compró una tierra cerca de Machiques, capital del municipio del mismo nombre del estado Zulia, noroccidente de Venezuela. A partir de entonces se dedicó a la actividad agropecuaria: sembró aguacates, plátano, y también compró ganado.

“Con el pasar del tiempo se presentan estos problemas de desplazamientos por los enfrentamientos [en Colombia]”, dice Vivian Cijanes. En sus palabras explica que el conflicto que había en el Catatumbo colombiano cruzó la frontera y llegó al vecino Zulia, donde su padre tenía la finca. “En el 2000 es que se lo llevan a él de la finca… Y a mí me llega la noticia al pueblo [Machiques] donde yo estoy. Lo primero que me dicen es que se llevaron a un poco de gente detenida y mataron al señor César.”

Vivian preguntó entonces a la gente de Machiques si sabía quiénes se habían llevado a su papá. “Yo voy a la casa de mi padre, que estaba a tres horas de Machiques, y me encuentro con unas tablas arrancadas a la fuerza… Y empiezo a indagar con los vecinos si sabían qué grupo había estado por ahí”. Solo alcanzaron a decirle que el grupo se identificó como "contraguerrilla".

Wilfredo Cañizares, director de la Fundación Progresar, una oenegé con sede en Cúcuta, Norte de Santander, que ha documentado las desapariciones transfronterizas, asegura que “en el año 1999 llegaron los paramilitares al territorio [del binacional río Catatumbo, que desemboca en el venezolano Lago de Maracaibo] y se hicieron sentir con la masacre de La Gabarra [jurisdicción municipal de Tibú, nombrada así por un río tributario del Catatumbo, en territorio colombiano], en la que a varios los asesinaron y arrojaron al río. En adelante todo fue un río de sangre”. Sobre esta masacre en territorio colombiano los pobladores siempre han dicho que los muertos fueron más, que el subregistro se tragó a muchas víctimas.

Vivian Cijanes pensó que el caso de su padre era un secuestro y esperó que le pidieran dinero por el rescate. Pero solo fue veinte años después de la desaparición cuando le llegó la información de que en el Catatumbo colombiano habían encontrado pistas del paradero final de su padre. “Me dicen que ubicaron al niño que se habían llevado con él, en ese entonces de 12 o 14 años. Él corrobora las versiones de que entonces [a César Cijanes] lo amarraron, que él fue el último que le dio un cigarro [a César Cijanes] para que se lo fumara. Y que [al padre de Vivian, César] lo hicieron cavar su tumba. Y ahí mismo fue que le dieron unos tiros y ahí mismo lo enterraron… A mí me habían amenazado de que no fuera más por allá, que dejara de estar buscando”, cuenta.

La UBPD de Colombia lleva el caso de Víctor Cijanes, pero aún no hay resultados concluyentes. Vivian dice que espera que algún día tenga lugar una "entrega digna", aunque admite que tiene pocas esperanzas porque le dijeron que el ADN de los restos encontrados, que podrían corresponder a su padre desaparecido, se deterioró, lo que dificulta su identificación. Nunca se atrevió a poner la denuncia ante autoridades venezolanas y tan solo acudió al diario Panorama de Maracaibo, capital de Zulia, para brindar su testimonio. Hoy vive en un pueblo de Colombia y es una entre las 2,8 millones de personas forzadas a migrar desde Venezuela al país vecino.

⁠De 1993 a 2024, se tiene el registro de 3.338 venezolanos desaparecidos en toda Colombia, según datos históricos del Sistema de Información Red de Desaparecidos y Cadáveres (Sirdec). De esa cifra, 660 desaparecieron en departamentos fronterizos con Venezuela, como La Guajira, Cesar, Norte de Santander, Boyacá, Arauca y Vichada. No hay registros en el departamento de Guainía.

A Reinaldo lo lanzaron al río Catatumbo

"La muerte se ensañó conmigo", repite Socorro Durán, mientras abraza una fotografía de Reinaldo, su hijo. A sus 81 años, ella no ha podido cumplir la promesa de dar santa sepultura a Reinaldo, o a lo que haya quedado de él.

A Reinaldo Méndez Durán se lo llevaron los paramilitares hace 24 años de la vereda Pedregales, municipio de El Zulia, en el departamento colombiano de Norte de Santander, noreste de Colombia, contiguo a la frontera con Venezuela. A los pocos días supo que lo habían lanzado al río Catatumbo en Colombia. “No hay cuerpo. No hay tumba. No hay justicia, pero yo sigo esperando respuestas”, dice, cabizbaja.

Esa herida que le abrió la guerra en el 2001 fue creciendo. El Ejército de Colombia mató a su segundo hijo, Florentino, quien fue sepultado como no identificado en Ocaña, Norte de Santander. Tuvieron que pasar diez años para que Socorro recibiera un sobre con la correspondiente acta de defunción. “Cuando abrí el sobre sentí que la tierra se abría bajo mis pies”, recuerda.

En 2006, otra vez la violencia le arrebató al padre de sus hijos y a un nieto. Incansable, llena de dolor y de incertidumbre, no renuncia a la búsqueda de Reinaldo, que es el único de sus muertos que no tiene tumba. Entre tanto, a ella misma la han amenazado de muerte. “Sé que su cuerpo pudo ir a parar al Lago de Maracaibo [en Venezuela], pero no me importa, hasta allá iré a buscarlo”, sostiene Socorro mientras empuña su mano derecha.

La historia de esta mujer es una entre cientos que configuran un delito atroz, crónico e invisible entre ColombiaVenezuela: la desaparición forzada transfronteriza. Son 25 años de registros desde que se dio la primera incursión paramilitar.
A Elvis lo intuyen en las riberas del Torbes

El 6 de abril del 2002, Elvis Luis Vargas, de 17 años, salió de su casa en el barrio Rosal del Norte, en Cúcuta, capital de Norte de Santander, rumbo al taller de su tío en el pueblo fronterizo de Juan Frío, al sureste de la localidad venezolana de San Antonio del Táchira. Nunca volvió. Su madre, Gladys Vargas, lo buscó en los hospitales con familiares, amigos. Su hijo adolescente llevaba puesto un overol de mecánico.

Días después, los hermanos de Gladys se reunieron para buscar la forma de contarle lo que, según averiguaron, habría pasado con Elkin: los paramilitares se lo llevaron a Venezuela, lo asesinaron y allá estaba enterrado. “Yo siento que mi hijo está allá, en el cementerio de San Cristóbal [capital del estado Táchira, a la vera del río Torbes]. Mi corazón me lo dice”, afirma con los ojos llorosos.

En su búsqueda de respuestas sobre el destino de Elvis, Gladys Vargas llegó a carearse con los excomandantes paramilitares. Durante el proceso de la Comisión de la Verdad en Colombia consiguió hablar con Jorge Iván Laverde Zapata, El Iguano, un temido exlíder paramilitar. “A su hijo y a otros muchachos los mataron en Venezuela, hay que buscarlos allá”, recuerda Gladys que le dijo el exparamilitar.

Muchos cuerpos eran arrojados a los ríos o del lado venezolano para “borrar evidencias”, afirmó Laverde Zapata en entrevista para este reportaje: “Si no hay cadáver, no hay delito”. Según su testimonio, tal fue la “solución” que las fuerzas paramilitares adoptaron en la zona para acatar órdenes de un superior, con las que explícitamente procuraba disminuir las cifras de asesinatos en Colombia y colaborar, de ese modo, con las inquietudes del Ejército. “Para nadie es un secreto que algunos militares, yo no digo que todos porque realmente había gente que nunca quiso tener relaciones con nosotros… [Pero] para ellos no era conveniente que aparecieran muchos cuerpos”, dijo Laverde Zapata.

Laverde Zapata comandó el Frente Fronteras del Bloque Catatumbo de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), que se desplegó en Norte de Santander. Para este reportaje dijo que los paramilitares entregaron a Justicia y Paz, de la Fiscalía, listados de personas desaparecidas en frontera. También enumeró las cuatro formas mediante las cuales, según él, los paramilitares se deshacían de sus víctimas mortales: las arrojaban en fosas comunes del lado colombiano, como pudo haber pasado con César Cijanes Mendoza, el padre de Vivian; las lanzaban a los ríos, como relata Socorro Durán que habrían hecho con su hijo Reinaldo Méndez; las incineraban, como lo confirman las investigaciones sobre los hornos crematorios descubiertos en Juan Frío, Norte de Santander; y los ejecutaban en territorio venezolano, de modo que fueran las autoridades de ese país las encargadas de recoger los cuerpos y no quedaran registros en Colombia, como tal vez habría sucedido con Elvis, el hijo de Gladys Vargas.

Aunque después de emitir su declaración Acto de fe por la paz en octubre de 2004, los paramilitares iniciaron una serie de desmovilizaciones que se extendieron hasta abril de 2006, el retiro de esas tropas irregulares abrió paso en Norte de Santander para otros grupos criminales, como Las Águilas Negras y Los Rastrojos, que continuaron la práctica de asesinar a personas en la frontera y ocultar cuerpos en Venezuela, según relatan los familiares buscadores de los desaparecidos en el Catatumbo.

El exparamilitar Laverde Zapata menciona un sector conocido como La Isla, en Puerto Santander, donde grupos que llegaron luego de los paramilitares mataron personas y abandonaron sus cuerpos. Lo describe como un sitio donde “el río se parte en dos, un lado coge para Venezuela, el otro lado coge para Colombia”.

Manuel le daba sepultura “a puros huesos”

Manuel Manjarrés tiene 56 años de edad y desde los 16 ha trabajado como sepulturero en el Cementerio Municipal de San Cristóbal, capital del estado Táchira, en Los Andes suroccidentales venezolanos. Si bien no sabe de Elvis, tiene mucho para contar sobre los cadáveres que llegaban desde la frontera con Colombia.

Explica Manjarrés para este reportaje que “eran cuerpos que llegaban de Ureña, de San Antonio, de varios lados donde los encontraban, pero la PTJ [siglas de la Policía Técnica Judicial, nombre hasta 2001 del organismo detectivesco de investigaciones científicas, auxiliar del Ministerio Público en Venezuela, hoy CICPC] decía que los mataban en un lado y los dejan tirados en otro. Los mataban casi todos a tiros y los dejaban al margen del río Táchira, en la frontera. A veces los traían en los puros huesos y cómo uno iba a saber de qué murió. Esos huesos permanecían un mes en espera, para que el doctor los revisara. Se llevaba un diente o un hueso para al menos saber si era hombre o mujer”.

“Algunos llegaban descuartizados, parecían un rompecabezas”, sigue rememorando Manjarrés. “El doctor dejaba ahí [los restos] y a nosotros nos tocaba armarlo [al cadáver] y se le echaba la tierra. En esa época llegaban de cinco a seis cuerpos semanales. En 2007 nos llegó una misma camada de seis y eran muchachos jóvenes. Eso se metió en una fosa común, luego apareció el papá de uno, pero no lo podía identificar ya. Me mandó a hacerle una cruz para ponerla ahí, pero después ya no volvió”.

Por su parte, Wilfredo Cañizares, de la colombiana Fundación Progresar, le pone contexto al escalofriante relato de Manjarrés “[En 2002 comenzaron] a tener los primeros casos de venezolanos que habían sido retenidos de manera ilegal por los paramilitares, algunos de ellos asesinados en territorio colombiano, cuyos cuerpos fueron arrojados o abandonados en territorio venezolano. En otros casos fueron llevados vivos a Venezuela y asesinados allá. En algunos otros casos, pocos pero que se dieron, la acción fue coordinada con la Guardia Nacional [Bolivariana, GNB] de ese país, con quien estuviera en territorio. Ellos hacían el levantamiento y los cuerpos eran sepultados en los cementerios más cercanos donde había ocurrido el homicidio”.

Paola Andrea nunca llegó con el regalo

Paola Andrea Quiñonez Roa tenía 17 años, ojos verdes y cabellos rubios que su madre lavaba con manzanilla. Era su "princesa", su "mona". El 16 de septiembre de 2011, Día del Amor y la Amistad en Colombia, Paola llamó a su mamá para decirle que iba a visitarla con un regalo. Esta, María Braulia Roa, preparó la comida preferida de su hija y fue a recogerla a las 11:30 de la mañana a la cancha del barrio San Martín, en Cúcuta, pero pasaron las horas y su única niña nunca llegó.

La última vez que Paola fue vista cruzaba el puente peatonal de Villa del Rosario, rumbo a San Antonio del Táchira. Esa noche su madre recibió una llamada: le dijeron que su hija había sido decapitada y arrojada en una bolsa en El Piñal, capital del municipio Fernández Feo del estado Táchira, Venezuela.

Sin todavía poder creerlo, con el corazón desgarrado, María Braulia Roa salió a buscar a su “princesa”, sin importarle que no tenía papeles para pasar a territorio venezolano. Al llegar allá pidió ayuda a las autoridades locales pero, tras buscar por muchos puntos de esa población, no encontró nada. Fue “como si la tierra se la hubiera tragado”.

Buscó en cementerios, en morgues, en calles. Nadie le dijo nada. A los pocos días alguien afirmó haber visto a Paola llorando, golpeada y al parecer con signos de abuso en un lugar del sector de San Antonio del Táchira llamado Mi Pequeña Barinas, pero cuando esa persona volvió para prestarle apoyo, ya no estaba. María Braulia lleva 14 años en ese calvario.

A Iván lo agarraron al pasar el puente

Las guerrillas colombianas también son responsables de la desaparición forzada transfronteriza. Arauca, un territorio hoy en garras del Ejército Popular de Liberación (ELN), control que en otro tiempo también ejercieron las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), es una provincia colombiana plagada de muertos sin nombres. En la zona divisoria con el estado Apure, en Venezuela, hay campamentos guerrilleros con decenas de niños reclutados en contra de su voluntad, según fuentes de organismos humanitarios que, consultadas, pidieron reserva de sus nombres por encontrarse sobre el territorio en conflicto.

El río Arauca, la frontera natural entre el departamento colombiano de Arauca y el estado venezolano de Apure, fue cementerio de decenas de personas en los años más convulsos de la violencia, según lo confirma la Defensora del Pueblo de Arauca, Grace Serrato Salazar. “Nuestro analista de datos en la entidad, el padre Deison Mariño, nos dijo que el río era el cementerio de Arauca, porque uno veía los cuerpos flotando y muchas veces ya en avanzado estado de descomposición. 
¿Y cómo saber dónde lo mataron, si fue en Venezuela o si fue en Colombia?”.

Ese río es hoy un pasadizo peligroso. Señal de ello fue, por ejemplo, que los lancheros se negaran a transportar a una de las periodistas de este reportaje, para conocer de primera mano las historias de los venezolanos que fueron testigos de cómo la violencia colombiana se deslizó hasta invadir sus tierras. Está prohibido hacer el cruce. Y para los colegas de Venezuela, moverse por los pueblos donde ocurrieron estos hechos resulta impensable por miedo al control represivo que ejerce el régimen que gobierna el país.

De hecho, en Arauca se habla de colombianos que fueron retenidos por las autoridades migratorias venezolanas una vez cruzaron el río y de quienes, hasta el día de hoy, sus familiares no saben nada.

Dolly García Briceño, que vive en Cúcuta, dice que a su hijo de 34 años de edad, Iván Colmenares García, lo detuvieron el primero de noviembre de 2024 en El Amparo, Apure, al cruzar el puente internacional de Arauca.

Iván es abogado y trabajaba para la ONG Corpodrinco, que atiende y orienta a migrantes venezolanos en Colombia, pero que en mayo pasado tuvo que cerrar su programa en Arauca por el recorte de presupuesto de los programas de la cooperación estadounidense a través de Usaid (siglas en inglés de la Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos). “Me dijeron que estaba detenido en El Helicoide [un antiguo proyecto de centro comercial, reconvertido en sitio de reclusión de los organismos de inteligencia del chavismo en Caracas] pero no hay claridad de por qué”, dice su madre, quien confirmó hace unos días a VORÁGINE que, tras cinco meses sin saber su paradero, le llegó una información de que Iván en realidad se encontraría recluido en El Rodeo 1, una cárcel espeluznante al este de la capital venezolana. Todavía siguen sin decirle las razones de su detención.

Con él son 18 los colombianos en esta misma situación. Sus familiares han acudido al Ministerio de Relaciones Exteriores, en Colombia, para que les ayuden a buscarlos, pero poco han logrado.

A Raúl se lo llevaron los guerrilleros

Del otro lado de la frontera fluvial ocurrió hace 19 años una desaparición que habría sido perpetrada por la guerrilla de las FARC. A Raúl Esneider Morales Quiroga se lo llevaron hombres armados que iban a bordo de una camioneta en la localidad de El Amparo, en el municipio Páez del estado de Apure, Venezuela, cuando acababa de cruzar el río. Eso ocurrió en 2006, según cuenta su hermana, Clara Leydi Morales, quien desde entonces busca cualquier información que dé con el paradero de su familiar.

“Con mi papá fuimos a un campamento de la guerrilla de las FARC [en territorio venezolano] a hablar con esa gente varias veces. A los seis meses avisaron que lo habían mandado a agarrar [a Raúl]. No nos dijeron nada más. Mi papá recurrió entonces al ejército de nuestro país, fue hasta un puesto de control militar en La Charca, sector de El Nula, estado Apure, y contó lo ocurrido esperando una respuesta. No pasó nada”.

Los padres de Clara Leidy son ciudadanos colombianos nacidos en Boyacá -departamento del altiplano central de Colombia- que se fueron a buscar un mejor futuro en Venezuela. “Todos, los siete hermanos, nacimos aquí en Venezuela. Mi papá murió sin volver a ver a su hijo [Raúl], y mi mamá de 77 años está enferma y depresiva desde entonces”. Raúl, el desaparecido, tenía una cooperativa de servicios de soldadura y dejó dos hijos.

“En toda esta frontera el conflicto armado va y viene. Los armados están allá, están aquí. Tuvimos paramilitares, el temible Bloque Vencedores de Arauca. Esa dinámica violenta se exacerbó en los años 2005, 2006 y 2010, cuando se enfrentaron las FARC con el ELN por el control territorial. Hubo un éxodo de gente de Colombia hacia Venezuela. Los grupos se dieron cuenta de eso y empezaron a extorsionar y a coger gente por la fuerza en la frontera. Hay muchas personas que desaparecieron haciendo ese recorrido”, dice la defensora local, Serrato Salazar.

Los restos de Brenda por fin aparecieron

Como se dijo al comienzo de esta entrega, Breliacnis Lara culminó hace poco una búsqueda que le robó 13 años de su vida. El 10 de marzo de 2025 recibió los restos de su madre, Brenda María Marín Lara, quien tenía 38 años cuando desapareció.

“Ella siempre se movía entre ColombiaVenezuela, atravesaba la frontera con Arauca permanentemente. Yo estaba pequeña cuando ella se fue. Nos dijo que iba a trabajar, y a mi hermano y a mí nos llevaron a vivir con el abuelo. Después nos mudamos a Oriente, al estado Monagas. Desde muy pequeños nos comenzaron a amenazar. Yo tenía como 14. No sabíamos qué pasaba. Ya cuando estábamos más grandes nos dijeron que era que mamá se había ido a la guerrilla colombiana y se movía por los lados de Pueblo Nuevo, más abajo de Tame, en Arauca. Con el tiempo migramos a Colombia. Vivir en Venezuela con tanta pobreza no era posible. Entonces, [en Colombia] reactivé la búsqueda de mi mamá”, cuenta Breliacnis.

La información de que en unos combates en Arauca habían muerto varios guerrilleros, entre quienes estaba su madre, y que los cuerpos habían sido enterrados sin identificar, llegó a Breliacnis. “Yo fui a Bogotá y empecé los contactos con la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas (UBPD). Un día me llamaron porque la habían identificado y nos iban a entregar sus restos”.

El reciente 10 de marzo, Breliacnis y demás familiares acudieron a la “entrega digna”, como la UBPD llama a estas ceremonias. Elba Sánchez Rosas, coordinadora de la unidad en Arauca, dijo que el reconocimiento de los restos se hizo tras la intervención del cementerio principal. “Ha sido un trabajo complejo pero es el proceso a seguir. La búsqueda debe comenzar por ahí, por los campos santos a donde trasladaron durante décadas cuerpos sin identificar. Yo quisiera que los gobiernos de ambos países acordaran una estrategia de búsqueda humanitaria también en los cementerios de Venezuela, donde seguro hay colombianos sepultados sin nombre”.

“Donde hubiese un espacio vacío metíamos los cuerpos”

Un hombre que fue sepulturero en Apure cruzó el puente limítrofe sobre el río Arauca que comunica ese estado llanero de Venezuela con la capital araucana, en Colombia, el 14 de mayo del 2025. Lo hizo para compartir con los reporteros la historia que le tocó vivir. “A nosotros nos tocó enterrar gente en el cementerio. Donde hubiese un espacio vacío metíamos cuerpos sin preguntar por qué aparecían abandonados. Si allá [en Venezuela] hicieran lo que andan haciendo acá en este país [Colombia], seguro muchos familiares tendrían respuestas”, dijo.

El sepulturero pidió que no se publicara su nombre. Es un hombre mayor que todavía asume riesgos y se rebela contra el confinamiento impuesto por la guerrilla en algunos puntos fronterizos de ambos países. “Ellos se pasan de aquí para allá. Hay un campamento allá [y señala hacia Venezuela]. Tienen controlado el uso del internet, por eso no pudimos hablar por ahí. Dicen hasta a qué hora la gente tiene que encerrarse. Ellos mandan. Ahora es peor”.

El sepulturero deja ver el miedo instalado en el territorio y también pone sobre la mesa un tema caliente del que nadie quiere ocuparse, el hecho de que el grupo guerrillero ELN delinque en ambos países por igual.

Kleiver Andrey se esfumó hace poco

Kleiver Andrey Ramírez Acuña cruzó el río Arauca desde Colombia hacia la localidad de El Amparo, para visitar a su novia venezolana. Horas después, la muchacha llamó a la abuela de su novio para decirle que él no había llegado. Desde el 6 de marzo de 2025 nadie sabe nada del joven de 17 años, que se acababa de graduar de bachiller en 2024.

Kiara Acuña, mamá de Kleiver, cuenta desde la humilde casa de la abuela del joven, en el barrio Libertadores de Arauca, que los últimos mensajes que su hijo le escribió a la novia eran confusos. 
“Daba a entender que estaba en peligro. Se estaba como despidiendo de ella. Ella me envió las capturas de pantalla. Yo hablé con el amigo con el que mi hijo estuvo por última vez. Es un muchacho al que le dicen El gordo, quien me dijo que había dejado a Andrey en el puesto de la canoa para cruzar a Venezuela, pero yo siento que él sabe algo más”.

La mujer dio a conocer en redes sociales la desaparición de su hijo “y comenzaron a llegarme mensajes al celular de un número desconocido. Me decían que si seguía publicando no iba a encontrar ni el cuerpo de mi hijo. Me dijeron que eliminara todo y que, si no, me iban a apretar”. Kiara extiende el celular para mostrar los mensajes amenazantes que guarda con celo.

Un par de días después de lo sucedido con Kleiver, otro joven de Arauca desapareció. En el barrio hay varias historias de ausencias obligadas que las madres no quieren reportar a las autoridades porque tienen miedo. Todos son jóvenes, todos iban a cruzar el río. Los rumores en el barrio de atmósfera pesada aseguran que a los muchachos los está reclutando la guerrilla, a la que se refieren como “el actor armado”, así, sin nombre propio, para evitar represalias.

Kiara fue hasta Saravena, un municipio del departamento de Arauca. Desde allí “mandé mensajes a la guerrilla de que si tienen a mi muchacho que me lo devuelvan. El día que fui se habían llevado a dos jóvenes”. Cruzó varias veces el río Arauca para ir a El Amparo. “Fui hasta Guasdualito, que queda a 30 minutos de El Amparo, hasta que alguien se acercó a decirme que no me siguiera arriesgando tanto”.

El miedo manda

“En esta capital tenemos un reporte, desde el 2022, de más o menos 120 personas desaparecidas, sobre las que al día de hoy no sabemos. Es un número alto”, refiere la defensora local, Grace Serrato. Los números, la estadística del horror.

En Arauca el miedo borbotea como sangre por la herida. Llegar a la ciudad y recorrerla es como viajar en el tiempo y sentir que nuevamente se está habitando aquella época en que mataban hasta a cinco personas por día. La gente en la calle saluda con cuidado cuando se trata de un foráneo y recomienda a los periodistas hablar bajito en los hoteles, porque no se sabe quiénes son los huéspedes de los cuartos contiguos. La desconfianza es absoluta.

Las entidades colombianas -UBPD, JEP y Unidad de Víctimas- han insistido en un plan binacional entre Colombia y Venezuela para buscar en cementerios fronterizos y acceder a registros forenses. Pero la falta de voluntad política ha detenido toda posibilidad de trabajo conjunto. Mientras tanto, las madres siguen buscando. Porque aún sin cuerpo, sin respuestas y sin justicia, hay algo que ningún grupo armado ha podido desaparecer: la esperanza.


escrito por una persona.
NO por la I.A.

Donde termina el olvido: lápida y memoria