EL Rincón de Yanka: 2025

inicio














domingo, 3 de agosto de 2025

LA MESA COMO TRINCHERA: 👪 LA COMENSALIDAD O SOBREMESA FAMILIAR, EL ARTE PERDIDO DE COMER EN FAMILIA PARA COMBATIR EL INDIVIDUALISMO EGOTISTA

 

LA MESA COMO TRINCHERA:

EL ARTE PERDIDO DE COMER EN FAMILIA
PARA COMBATIR EL INDIVIDUALISMO EGOTISTA.
Si hay un complot para atomizar la sociedad y dejar inermes a los ciudadanos, entonces ese complot tiene que pasar sí o sí por destruir las comidas en familia y las sobremesas con amigos. Frente al ritmo vertiginoso de la vida actual, la mesa de la cocina o del comedor son trincheras contraculturales que sostienen vínculos, sanan heridas emocionales y reconstruyen el sentido de comunidad desde lo cotidiano. Lo dice la experiencia. Y también la ciencia.

NILO VIEJO 

(Revista "LA ANTORCHA" Nº 8: LA MESA)

No es casual que en el castellano antiguo, hogar y cocina fuesen sinónimos. La mesa -ese altar cotidiano donde se cruzan miradas, se comparten historias y se transmite la vida- ha sido durante siglos el corazón palpitante de la familia. Y España ha dado al mundo un nombre propio para ese espacio en el que la comida se digiere mejor, porque lo nutritivo son los lazos que se construyen en torno a ella: la sobremesa. Un tiempo suspendido, ajeno al reloj, en el que tanto los comentarios como los silencios saben a complicidad, y las palabras tejen pertenencia. Hoy, sin embargo, ese reloj se ha roto en demasiados hogares.
La cultura de la prisa, los horarios fragmentados, la omnipresencia de pantallas y la crisis de sentido han desplazado las comidas familiares al terreno de lo ocasional. Ya no cocinamos juntos ni conversamos con lentitud. Se come de pie, se cena viendo una serie o se pica algo sin mirar a nadie. Y sin darnos cuenta, en ese proceso hemos perdido algo más que un hábito: hemos extraviado un a de las columnas invisibles que sostenía nuestra salud emocional y nuestra vida en común.

La mesa como protección

Puede parecer una exageración, pero las investigaciones más recientes lo confirman: comer juntos no es solo una costumbre entrañable, es una herramienta con la capacidad de prevenir enfermedades mentales -ese gran mal de nuestros días-, proteger la infancia y reconstruir el maltratado tejido familiar.
Un estudio de la Universidad de Oxford demuestra que quienes comen en compañía con frecuencia se sienten más felices, conectados y satisfechos con su vida. El dato, lejos de ser trivial, apunta a una de las raíces del malestar contemporáneo: el aislamiento afectivo y la soledad encubierta, incluso dentro de la familia.
España ha tenido históricamente un antídoto contra ese fenómeno: la sobremesa. A diferencia de otras culturas, aquí la comida no termina cuando se recoge el plato, sino que continúa en la conversación, la risa, el debate o la confidencia. Es un rito que enseña a esperar, a escuchar y a mirar a los ojos. Y ese pequeño milagro diario ha demostrado ser, además, un factor protector frente a trastornos como la ansiedad, la depresión o los comportamientos adictivos.
"Comer en familia es un acto profundamente contracultural. Y, por tanto, profundamente cristiano"
Cómo como, cómo comemos

La antropóloga Margaret Mead decía que uno de los signos más reveladores de una civilización es cómo y con quién se come. Comer en familia es, en este sentido, un acto de civilización: nos humaniza, nos pone en relación, nos recuerda que no somos autosuficientes.
En muchas familias, además, la comida es también un espacio sagrado, iniciado con una oración y vivido como un momento de gratitud y entrega. Así lo vivieron generaciones enteras, donde el pan se partía como se partía el tiempo: para darlo. Ese espíritu de donación está en la raíz de toda mesa cristiana. No en vano, la eucaristía -centro de la vida católica- es, al fin y al cabo, una cena.
La crisis de la mesa es también una crisis espiritual. Cuando los padres comen solos en la cocina, los adolescentes cenan en su cuarto y los niños aprenden a entretenerse con la tableta mientras mastican, se rompe la cadena de transmisión. No solo de la fe, sino del idioma afectivo, de la historia familiar, de la experiencia compartida. Y sin eso, ninguna comunidad resiste.

La ciencia lo confirma: comer juntos protege

Las evidencias empíricas sobre los beneficios de las comidas familiares son abrumadoras. El Family Dinner Project, una iniciativa académica nacida en Harvard, documenta que los niños que cenan con sus padres de forma regular tienen mayor autoestima, mejor rendimiento escolar, menor probabilidad de consumir drogas o alcohol, y una relación más sana con la comida y con su cuerpo.
En España, un estudio realizado en Terrassa (Cataluña) mostró que los adolescentes que cenaban en familia tenían una menor probabilidad de experimentar inseguridad alimentaria y presentar comportamientos peligrosos o dañinos fuera del hogar. Otro estudio publicado en la revista "Nutrients" concluyó que las comidas familiares frecuentes están asociadas con una menor incidencia de trastornos alimentarios entre los adolescentes.

Comer juntos enseña más que hablar

La mesa no es solo un espacio de conversación. Es también un lugar de silencios respetuosos, gestos que hablan y ru1inas que educan. Sentarse en torno a la mesa implica asumir un ritmo común, respetar turnos, aprender a ceder y a comportarse de forma cívica. Son aprendizajes pequ eflos, pero necesarios. Como lo son también las tareas de poner la mesa, servir al otro, recoger juntos. Pequeñas liturgias domésticas que enseñan el arte de vivir en comunidad.
En este sentido, la comida conjunta es una escuela de humanidad en la era de la tecnocracia y la fascinación adolescente de la Inteligencia Artificial.
"La sobremesa es un gesto de abundancia interior: cuando ya no queda comida, queda el tiempo"
Un acto contracultural que reconstruye 

Recuperar las comidas en familia puede no parecer una pequeña revolución. Pero lo es. En un tiempo que glorifica la productividad la velocidad y el rendimiento individual detenerse para cocinar, servir, pone la mesa y comer en común es un acto profundamente contracultura!. Y, por tanto profundamente cristiano.
Porque una cultura sin vínculos estables, sin memoria y sin raíces no puede generar hombres fuertes, capaces de amar, venía a decir Benedicto XVI en Caritas in veritate. Y lo decía de forma expresa en Spe Salvi

"Ningún ser humano es una mónada cerrada en sí misma. Nuestras existencia están en profunda comunión entre entrelazadas unas con otras a través de múltiples interacciones. Nadie vive solo. Ninguno peca solo. Nadie se salva solo. En mi vida entra continuamente la de los otros: en lo que pienso, digo, me ocupo o hago. Y viceversa, mi vida entra en la vida de los demás, tanto en el bien como en el mal".


La mesa es precisamente uno de los espacios donde se cultivan las raíces, se genera memoria común y se aprende el arte del amor concreto: servir, escuchar, compartir, esperar.
Las consecuencias sociales son evidentes. Allí donde se pierde la mesa común, se multiplican las patologías del alma. El aumento de los problemas de salud mental en niños y adolescentes no es ajeno a la disolución del vínculo familiar cotidiano. Tampoco lo es el auge de la polarización social, el vacío espiritual o la banalización del sufrimiento.

La sobremesa: patrimonio emocional

No existe en inglés una palabra para sobremesa. Ni en francés. Es un invento español -como el tapeo, la siesta o la tertulia- que dice más de nuestra alma que los tratados de sociología o la cocina del CIS. La sobremesa es un gesto de abundancia interior: cuando ya no queda comida, queda el tiempo. Cuando ya no hay platos, hay historias.
En muchas familias, es el espacio donde los hijos escuchan relatos de sus abuelos, donde se comentan las noticias, donde se debaten temas de fe o de actualidad, donde se pregunta al otro cómo está. Donde se construye un "nosotros" que no nace de la sangre, sino del encuentro.
Big Think, una plataforma que difunde investigaciones sobre  desarrollo humano, subraya que la sobremesa representa un sistema de valores: prioriza la conexión personal frente al aislamiento digital, el tiempo compartido frente a la eficiencia técnica, la escucha frente al monólogo.

Claves prácticas para restaurar la mesa familiar

Volver  a  la  mesa  requiere  intención. No ocurre solo porque se desee. Hace falta orden, renuncias, decisiones pequeñas pero firmes. Algunas claves prácticas, señala el Family Dinner Project, pueden ayudar:
  • Establecer una comida diaria común. Aunque sea solo una, que tenga horario fijo y sea prioridad. La cena suele ser la más viable.
  • Involucrar en la preparación. Que los niños ayuden a poner la mesa, que se planifique el menú en familia, que cada uno tenga una responsabilidad.
  • Eliminar distracciones. Sin televisión, sin móviles, sin pantallas. Solo personas.
  • Cultivar el arte de conversar. Hacer preguntas abiertas, evitar discusiones innecesarias, escuchar con atención.
  • Valorar la sobremesa. Aunque sea breve, que no se levante nadi e hasta compartir al menos unos minutos de charla o agradecimiento.
Una mesa que sostiene a las familias 

Porque en última instancia, la mesa no es solo un lugar donde se alimenta el cuerpo. Es, o puede ser, un santuario cotidiano donde se alimenta el alma, se refuerza la identidad y se cultiva la pertenencia. Es uno de los pocos espacios donde  todavía  se  puede  resistir al desarraigo, al individualismo, a la prisa. Donde se puede enseñar a vivir.
Tal vez por eso, como señalaba Chesterton: "el hogar sigue siendo la última fortaleza de la civilización. Y en el centro del hogar, siempre, hay una mesa.

VER+:



sábado, 2 de agosto de 2025

EL HONOR Y LA DIGNIDAD DE ESPAÑA NO LOS VAMOS A DEJAR PISOTEAR por EUGENIO FERNÁNDEZ BARALLOBRE


El honor y la dignidad de España 
no los vamos a dejar pisotear


“Ser español es una de las pocas cosas serias que se pueden ser en el mundo”, decía José Antonio Primo de Rivera, un español que supo dar su vida por la Patria cuando España atravesaba uno de los peores momentos de su Historia, elevando a los cielos la bandera de la poesía que promete contra la de la poesía que destruye.

España, una Nación con más de cinco siglos de pervivencia histórica; una Nación que fue capaz de protagonizar gestas increíbles y, para los demás, imposibles, corre un grave peligro por el afán desmedido de un sátrapa traidor que no le importa vender, incluso su honor y su dignidad -si es que algún día las tuvo-, con tal de perpetuarse en el poder, apoyado por el partido que, desde sus propios orígenes, se ha convertido el enemigo por antonomasia de España: el PSOE.

España, crea lo que crea, el sátrapa traidor y mentiroso, no está en venta y el honor y dignidad de nuestra Patria no la vamos a dejar pisotear por gentuza como esta ni por nadie. Esta lección la hemos aprendido y así lo hemos demostrado siempre que, la ocasión histórica, lo demandó.

Una Nación que fue capaz, a lo largo de los siglos, de realizar hazañas imposibles para los demás, no va a caer rendida a los pies de cuatro infames socialistas apoyados por golpistas que pretenden escribir la historia a su medida o por filoterroristas que, tras asesinar a mansalva, ahora quieren ser los que dicten las leyes. Eso puede que esté bien para repúblicas bananero-bolivarianas, pero no para España, madre de naciones e impulsora de una civilización.

Tras muchos años de dormitar, la juventud está comenzado a despertar, así lo hizo siempre y este despertar se convertirá en la tumba de todos estos que quieren destruir nuestra Nación y venderla al mejor postor a cambio de un puñado de votos, manchados con la indignidad y el deshonor tanto de quienes los compran como de quienes los venden.

Aquí ya no cabe ponerse de perfil; aquí ya no cabe mirar para otro lado ya que la Historia, juez implacable de las conductas humanas, juzgará a todos aquellos que, en un tiempo difícil como este, no sean capaces de dar la cara y salir, a pecho descubierto, a defender lo más sagrado que tenemos, después de Dios, la Patria.

Los que tenemos el honor de ser descendientes de familias que, cada vez que hizo falta defender a la Patria, lo abandonaron todo para enfrentarse resueltamente al enemigo, fuese francés, fuese comunista, sabemos cual es nuestro deber y nuestra obligación por el respeto, no solo que le debemos a España, sino también por el que debemos a nuestros antepasados.

Tristemente, estos malvados socialistas, con el sátrapa traidor a la cabeza, están logrando la desunión de los españoles, divide y vencerás, dice el viejo aserto, y esa es la política que han implantado desde aquel triste 2004 en que, engañados, los españoles le dieron el voto al perverso Zapatero que solo trajo ruina y, sobre todo, enfrentamientos de la vieja política guerracivilista, tantas veces practicada por el PSOE en ese afán malvado de destruir a España.

Nuestro sitio sigue estando fuera, al aire libre, bajo la estrellas, ya que, en España, más pronto que tarde, volverá a amanecer y lo hará, como lo ha hecho siempre, mirando al horizonte a sabiendas de que los que, a lo largo de la historia, hemos sido capaces de descubrir nuevos mundos, de trazar nuevas rutas de navegación, de realizar grandes inventos, de ser protagonistas de las grandes obras de la cultura universal, de ser artífices de grandes gestas, no vamos a cejar en el empeño de tener una Patria fuerte y unida, expulsando de ella a todo aquel que la traicione.

Que cada una, desde sus capacidades, no ceje en este empeño ya que, de esta forma, el triunfo final, como siempre, será nuestro.

Blog del autor: 

viernes, 1 de agosto de 2025

LIBRO "LEVIATÁN, O LA MATERIA, FORMA Y PODER DE UN ESTADO ECLESIÁSTICO Y CIVIL": por THOMAS HOBBES


LEVIATÁN 

THOMAS HOBBES

La vida y obra de Thomas Hobbes, uno de los filósofos más influyentes de la historia, fundador del pensamiento político moderno.
Thomas Hobbes fue un pensador controvertido en la historia de la filosofía. Ya en su época se hizo famoso por sus extraordinarios conocimientos de física, matemáticas, geometría, filosofía y teología. Sus contemporáneos lo admiraron por su saber, pero igualmente lo temieron y hasta lo odiaron, esto último debido a la contundencia y al radicalismo de algunas de sus ideas políticas. Pesimista acérrimo, fue también moralista e interpretó la naturaleza humana como inclinada al mal, de ahí que hubiera que ponerle límites mediante las leyes justas.

A lo largo de su vida trataría personalmente con muchos de los intelectuales de su tiempo, como Descartes o Galileo, sabio universal cuyo método científico influenció en la obra de Hobbes. Leviatán, un libro enigmático y extraño pero muy consecuente dentro de la teoría política, lo convertiría en uno de los grandes maestros de la historia de las ideas.
Conocido como «el monstruo de la política», Hobbes pensó su época hasta el final: las incesantes guerras civiles y continentales, las pugnas religiosas que asolaban Europa en los siglos XVI y XVII, y las crueldades de los seres humanos condujeron al pensador de Malmesbury a reinterpretar el ideal de alcanzar una paz y una armonía perfectas para la Humanidad. Sus concepciones alcanzarían gran repercusión en las teorías liberales, positivistas, decisionistas y contractuales del siglo XX.

Haciendo referencia y escribiendo con espléndida maestría, el autor hace referencia al monstruo bíblico más temido para explicar y justificar la existencia de un Estado absolutista que subyuga a sus ciudadanos. Escrito en el año 1651, su obra ha sido de gran inspiración en las ciencias políticas y, paradójicamente, en la evolución del derecho social.

En las escrituras bíblicas

Tal y como apuntamos anteriormente, el personaje del Leviatán proviene de la mitología y de las escrituras de la Bíblia, cuyos gobiernos de la Edad Media utilizaban para justificar los gobiernos reales “por la gracia de Dios”.
El Leviatán es un ser temible que no tiene piedad, escrúpulos ni compasión. Es de una envergadura gigantesca y, según el Antiguo Testamento, se le ha relacionado con el mismísimo demonio y que fue derrotado por Dios para hacer prevalecer el bien sobre el mal.
Pero... ¿dónde está la relación entre este monstruo y el rol del Estado, según Hobbes?

Thomas Hobbes y su adaptación política del Leviatán

Thomas Hobbes nació en Inglaterra el año 1588 en una época histórica donde la gran Bretaña se veía amenazada por la temida e invencible Armada Española. Este filósofo se graduó en la Universidad de Oxford en estudios escolásticos y de lógica filosófica que, influenciado por autores como Pierre Gassendi y René Descartes, se le consideraría un autor clave en el desarrollo de la teoría política occidental.
Volviendo a su obra, el Leviatán es un libro que está formado por 4 partes, donde explica la relación entre el hombre y el Estado mediante un pacto consensuado en la relación de poder entre mandado y mandatario.
Básicamente, el Leviatán, el Gobierno, es una figura terrorífica pero necesaria que, para Hobbes, sirve para hacer que predomine una cierta paz y orden, necesarias para que la civilización progrese y os individuos no amenacen ni sufran amenazas o ataques por parte de otros individuos.

1. El Hombre

En esta parte se analiza al hombre como individuo humano, ser del conocimiento y la sabiduría. El hombre se hace y desarrolla mediante la experiencia; experiencia que se define como la repetición de actos y vivencias que darán forma a la sociedad. Éste hará uso de la palabra para llevar a cabo la imposición de la verdad, mediante la oratoria y el discurso político.
El problema surge con los deseos mismos del hombre. Debido a los impulsos materiales y pasionales de las personas, los intereses individuales siempre se tornarán en contra de los otros, generando así un conflicto, especialmente por la búsqueda de poder y riquezas.
En este enclave se pronunció Hobbes en lo que será recordada como una de las frases más célebres de la humanidad: “homo homini lupus est” (el hombre es un lobo para el hombre). Por esta razón, los pilares en la construcción de la sociedad son la ética, la moral y la justicia. Pero, para Hobbes, hace falta algo más.

2. El Estado

Es en este espacio de acción donde Hobbes introducirá el concepto de “Pacto Social” o “Contrato Social”, manipulado y elaborado por los hombres para asegurar la seguridad y protección individual para poder acabar así con los conflictos enfrentados por los intereses individuales.
Es en el Estado donde priman las leyes morales por encima de las leyes naturales. Esto es, que prevalecen los deseos colectivos versus los deseos pasionales de los hombres. Para Hobbes, la única función del gobierno es establecer y asegurar la paz, la estabilidad en la sociedad.
El autor solo defiende tres posibles modelos de gobierno: la monarquía (su preferida), la aristocracia y la democracia, en este preciso orden. Tiene preferencia por el absolutismo porque justifica el bien común, donde los intereses privados y públicos son uno, admitiendo que “es imposible que si un Rey es rico, su pueblo sea pobre”.

3. El Estado Cristiano

Thomas Hobbes era un creyente declarado, pero no por ello el destino de un pueblo entero quedaba supeditado a la divinidad. Es más, llegó a poner en duda los Diez Mandamientos de Moisés por una ausencia de pruebas que demuestren quién y por qué propósito real se dictaron esas leyes.
Por consiguiente, el autor enfatizó mucho en la dependencia de la Iglesia con el soberano, en este caso el monarca, para evitar interpretaciones pretenciosas que perjudiquen al bien común, a la paz que tanto defendía.
Concluye atribuyendo un papel secundario a la Iglesia, subordinada por el jefe supremo del Estado (los reyes católicos), y serán considerados los pastores supremos de su propio pueblo, ostentando el poder único de legislar para sus súbditos.

4. El Reino de la Oscuridad

Siendo quizás el apartado más controvertido, Hobbes hace una clara y dura crítica a las instituciones religiosas, a la Iglesia en particular. Nombra este capítulo “El Reino de la Oscuridad” como parte del entramado corrupto y cínico que ha tenido la casa de Dios a lo largo de la historia de los grandes imperios, como el Romano.
Acusa a las autoridades cristianas de haber faltado a la verdad, de querer imponer la ignorancia en beneficio propio y teniendo así a la masa bien adoctrinada...


EL MONSTRUO DE MALMESBURY'

El Leviatán que todo lo engulle: 
por qué las ideas de Hobbes sostienen 
las naciones que habitamos


Hace más de cuatro siglos desde que el filósofo inglés publicó su obra más influyente. Ahora, un ensayista español rescata su vida y legado para buscar respuestas a los grandes conflictos políticos de hoy en día.
Mi madre dio a luz a dos gemelos: yo mismo y el miedo". Se suele decir que durante sus años de infancia, el filósofo inglés del siglo XVI Thomas Hobbes, vivía atemorizado por la Armada Invencible de Felipe II. Lo cierto es que, en un período tan convulso para Inglaterra como el que le tocó vivir, daba igual de donde viniera la amenaza. El miedo estaba por todas partes. La posibilidad de pacificación social, lejana. Esta sensación de temor ante una invasión extranjera o a una guerra civil le acompañó durante toda su vida. Había quedado traumado por los conflictos bélicos internos acaecidos, por lo que su mayor preocupación filosófica nació de la necesidad de hacer frente al miedo con la razón para instaurar la paz en el territorio.

Y así, Hobbes abogó por la creación de un Estado soberano en el que todos sus ciudadanos depositaran sus derechos y libertades a cambio de seguridad y protección. De lo contrario, el pueblo estaría abocado hacia la autodestrucción por su egoísmo, su necesidad de preservación y su pavor a la muerte, el más capital de todos los temores. Su famosa frase "el hombre es un lobo para el hombre" figura en la cultura popular como un viejo cliché que retrata una visión muy pesimista del ser humano, condenado siempre a la rivalidad y al enfrentamiento armado. Pero más allá de este 'lied' argumental, la obra del filósofo inglés, denostada en su época y rescatada más de dos siglos después, sigue vigente en la actualidad tanto para bien como para mal, dependiendo del momento político en el que se encuentren los sujetos que vuelven a él.
Fue rechazado y repudiado por sus coetáneos bajo la categoría de "ateo", un calificativo que Hernández Arias compara con el actual "fascista"
"En tiempos de crisis políticas y conflictos sociales, la atención suele concentrarse en sus teorías sobre la soberanía o en los medios para pacificar la sociedad", admite José Rafael Hernández Arias, filósofo, ensayista y traductor, quien acaba de publicar 'Thomas Hobbes. La biografía del 'monstruo de la política' (Arpa, 2022) en el que repasa la vigencia que tiene su pensamiento hoy en día y las muchas lecturas que han hecho de su obra, así como la negativa opinión que se le adscribe en los círculos progresistas al considerarle como uno de los puntales ideólogos del totalitarismo o de las monarquías absolutistas. Pero, al final, las lecturas del ayer siempre vienen empañadas con los ojos del hoy, y en ese sentido, en períodos más estables o pacíficos, se le reconoce como uno de los mayores impulsores del derecho civil o la necesidad de que el ser humano pueda convivir en paz y armonía basándose en pactos contractuales entre las diferentes partes, aun estando en disputa.

Razón materialista frente a religión

Hobbes, a fin de cuentas, ocupa un lugar muy concreto dentro de toda la historia de la filosofía política, siendo frecuentemente situado al lado de otros pensadores como Maquiavelo. En su época, fue rechazado por sus coetáneos bajo la categoría de "ateo", un calificativo que Hernández Arias compara con el "fascista" que se suele emplear hoy en día para minar la reputación de una persona. No en vano, la mayor parte de los conflictos sociales que arrastraba la Vieja Europa venían a raíz de la religión, que en Inglaterra materializó en el protestantismo y su libertad de confesión (a pesar de la filiación de la Corona con el catolicismo), lo que dio lugar a distintas sectas religiosas que operaban para derrocar al poder político.
"Lo único que intenta es neutralizar el problema religioso, ya que era la principal razón de conflictos bélicos internos en la sociedad"
"Declararse o ser declarado 'ateo' equivalía a ser un sociópata en la época de Hobbes", argumenta Hernández Arias, en conversación telefónica con este periódico. "Si no crees en Dios, no podías jurar sobre nada, no crees ni en el rey ni en la ley, nadie podía fiarse de ti". Por tanto, la no confesión era perseguida, pues Dios era el que salvaguardaba en aquellos años el honor y la respetabilidad de una persona, así como sus (escasos) derechos y libertades. Se podía creer en el cristiano o en el protestante, pero lo que no se podía consentir era declararse ateo.

"El protestantismo se atomizó en distintas sectas con una relevancia política muy clara", añade el filósofo español. 
"Estas disponían de una teología política que buscaba dinamitar en cierta manera la monarquía al introducir elementos democráticos, querer prescindir de la Iglesia de Inglaterra o leer la Biblia como ellos querían. Y claro, eso tuvo unas repercusiones sociales muy considerables, inspirando primero la Revolución Francesa y luego la Revolución rusa".

El empeño de Hobbes fue, pues, hallar un sistema político perfecto que protegiera la seguridad de sus ciudadanos siguiendo un método científico materialista, y con ello negar la especulación y el oscurantismo religioso, que delegaba en aspectos inmateriales el destino de las acciones humanas. "Él intenta partir de elementos físicos", recalca Hernández Arias, "prescindiendo de cualquier argumentación metafísica". Así, diseña una nueva metafísica que parte de los cuerpos y del movimiento de estos, motivo por el cual se le coloca el adjetivo de "mecanicista". Esta visión fue en su día revolucionaria, ya que basó sus teorías sobre el hombre y la naturaleza en la geometría de Galileo (a quien conoció personalmente en la cárcel), alejándose de la superstición y centrándose en una explicación del mundo puramente material.

"Él era cristiano, no ateo", puntualiza el filósofo. "Lo único que intenta es neutralizar el problema religioso, ya que era la principal razón de conflictos bélicos internos en la sociedad". Por un lado, concibe al ser humano como un cuerpo cuyo mayor miedo es la muerte, que tiende a conservar su vida a cualquier precio. "Pero, al mismo tiempo, Hobbes realiza una antropología política y resuelve que lo que le mueve al hombre son las pasiones, lo cual es un problema porque deben controlarse si quiere convivir en paz con los demás". Entonces, hace una lectura ética basada en el principio de no hacer aquello que no querrías que te hicieran a ti y establece una serie de derechos naturales. Lo que falta es una figura de autoridad que garantice esos derechos y deberes: el Leviatán o Estado, sobre el que recaerá la soberanía absoluta a cambio de ofrecer seguridad, paz y prosperidad al resto.

Nada de igualdad, pura soberanía

Aquí, Hobbes se distanciará de la visión aristotélica del mundo, la cual consideraba al ser humano como "un ser sociable por naturaleza" y, por tanto, destinado a llegar a acuerdos y a organizarse. La opinión del filósofo inglés será mucho más negativa: no, no hay sociabilidad, todos los cuerpos son movidos por intereses propios. Esto también le diferenciará de la visión de Rousseau, que será la mayoritaria una vez llegue la Ilustración y que ve con ojos más benévolos al ser humano en su estado inicial. Para Hobbes, ese "estado de la naturaleza" implica conflictos irresolubles, de ahí que curiosamente términos con una connotación tan positiva hoy en día como "igualdad" para él tuvieran una carga negativa. No, no puede haber hombres iguales porque eso les llevaría a la autodestrucción constante. Tiene que haber una sola autoridad encargada de velar por el bienestar de todos, el Leviatán.

¿Qué relación tiene el pensamiento de Hobbes con la corriente marxista? A fin de cuentas, el comunismo propuesto por Marx y Engels también aboga por un Estado fuerte que sea el centro de la vida social del individuo. Y, por otro lado, la doctrina hobbesiana no reconoce la propiedad privada, pues todos los bienes son de alguien solo si el Leviatán justifica y manifiesta que esos bienes le pertenecen. De ahí que "metan a Hobbes dentro del movimiento burgués incipiente que dará a luz al capitalismo liberal", remarca Hernández Arias. Algo diametralmente opuesto a lo que propondría Marx, la dictadura del proletariado que conduciría a una sociedad sin clases. Esto atenta contra los postulados de Hobbes, pues niega la igualdad económica y social en favor de una soberanía autocrática que despoja de todos los bienes y derechos a los ciudadanos a cambio de su seguridad y protección.

Tampoco cabría asignarle dentro de la tónica totalitaria del fascismo, ya que en todo momento propone un Estado ideológicamente neutro que vele por el bienestar de toda la nación, sin que factores como la raza sean excluyentes. Ello no le exime de ver a las monarquías absolutas como la forma de gobierno más perfecta que podría haber. ¿Por qué no una democracia liberal, como más tarde se iría consolidando? "Porque si el poder recae sobre un solo soberano, es lógico que haya menos corrupción que si cae sobre otros muchos más individuos", responde Hernández Arias. "La monarquía roba a unos pocos, mientras que si es un gobierno de muchos, estos robarán a muchos más".

Profeta de la política internacional de nuestros tiempos

Una de las ideas más brillantes que dejó el filósofo inglés y que recupera Hernández Arias es la convicción de que un estado de guerra entre Estados es preferible al estado de naturaleza entre individuos, puesto que mientras se desarrolla la guerra allende sus fronteras, se mantiene la paz dentro del territorio. Una teoría que se convierte en realidad durante el siglo XX, tras la Segunda Guerra Mundial, cuando el mundo se divide en dos bloques o 'superleviatanes': 
Estados Unidos a un lado y la Unión Soviética en el otro. Nada garantiza más la paz interna que una guerra externa. Ante todo, el objetivo del Leviatán será evitar la guerra civil, que Hobbes alegoriza como una enfermedad terminal de los Estados.
"Las naciones son como gladiadores que pelean entre sí. La resolución es crear una especie de 'superleviatán' para mediar en conflictos"
"Nosotros pacificamos el interior, evitamos las tensiones internas y llevamos los conflictos fuera de nuestras fronteras", comenta el filósofo experto en Hobbes. Este es el pretexto político de tantos países para constituirse como imperialistas o colonialistas. Hay que hacer imperio, evitar cualquier espíritu de secesión interna (otra enfermedad del Estado), mantener la unidad. Y, una vez constituidos, el contexto internacional que se crea es el estado de naturaleza entre Estados, lo cual es más preferible a un estado de naturaleza entre individuos de un estado. "Esta es la corriente realista de las relaciones internacionales", explica Hernández Arias. "Las naciones son como gladiadores que pelean entre sí. La resolución que propone es crear una especie de 'superleviatán' para mediar en este tipo de conflictos, lo cual a día de hoy es un asunto vigente, por ejemplo, en los debates sobre el futuro de la Unión Europea.  ¿Cómo se podría conseguir un gran Estado europeo con soberanías nacionales tan fuertes que cedan para llegar a pactos y acuerdos?".

Sin embargo, hay una salvedad en la lista de deberes que tienen los súbditos con su soberano. Esto es lo que Hobbes llama un "derecho de resistencia", el cual postula que en caso de que el Leviatán entre por capricho o interés personal en una guerra con otro Estado, el ciudadano tiene derecho a negarse a ir en calidad de soldado, pues prima más el deber del gobernante de velar por su seguridad y protección. Este es un conflicto de difícil resolución en Hobbes, pues al final contradice otras obligaciones que contrae el súbdito con su soberano. Sin embargo, y por desgracia, hemos podido asistir a esta situación que plantea Hobbes recientemente, con las imágenes de las fronteras rusas repletas de ciudadanos buscando asilo en naciones vecinas como Georgia ante su negativa a combatir en la guerra contra Ucrania.

Como decíamos, tristemente no hemos superado a nivel político muchos de los conflictos de intereses de los que advirtió Hobbes hace ya más de cuatro siglos, cuando defendió sus tesis para un Estado absolutista. Ahora, el territorio parece haber cambiado (la entrada de la cibernética como nuevo campo de juego, por ejemplo), pero las reglas son las mismas: Estados nación que pretenden conseguir soberanía mediante un estado de naturaleza con otros Estados, es decir, mediante el uso de la fuerza.

El 'Monstruo de Malmesbury'

Aunque la filosofía política de Hobbes parece superada, antigua, el Leviatán de la Edad Contemporánea lucha día a día por alcanzar su hegemonía, pensemos en otro nuevo actor internacional como China tras el ocaso de la Guerra Fría. En un mundo utópico, como concluye Hernández Arias, "habría un 'superleviatán' construido a partir de acuerdos y pactos entre todos los actores internacionales". Pero eso, lógicamente, sería un Estado mundial o universal que socavaría con la propia idea de soberanía nacional de cada país. Solo entonces y quizá, las teorías de 'el monstruo de Malmesbury', como le llama el experto español, quedarían superadas.

La ONU, un organismo nacido al calor del final de la Segunda Guerra Mundial, podría verse como ese intento fallido de 'superleviatán', ya que no es garantía de paz mundial y entre países. Por ello y por desgracia, no deberíamos extrañarnos por el clima de guerra internacional que planea desde hace meses y que parecía superado tras el fin de la Guerra Fría: la fuerza bruta propia del estado de naturaleza entre naciones no es más que la legitimización de su soberanía. La pugna de los lobos no ha terminado todavía.

VER+:


Hobbes. LEVIATAN [Fondo de Cultura Económica] by jolatan


Documental 2025: El Leviatán de Thomas Hobbes – El Origen del Contrato Social

¡La razón condujo al terror! La ilustración | Voltaire Rousseau | VII Filosofía moderna

jueves, 31 de julio de 2025

PELÍCULA "GRAY STATE" NUNCA ESTRENADA POR ASESINATO DEL DIRECTOR DAVID CROWLEY Y FAMILIA y DOCUMENTAL "A GRAY STATE (2017)"



"A Gray State (2017)" es de esos documentales perturbadores cuyas imágenes te persiguen semanas de su visionado. En principio, parece un cuento de superación personal. El del cineasta que se empeña en hacer realidad su sueño. Es la (trágica) historia de David Crowley, un guapo, enérgico, veterano de guerra que se propone realizar una película. El film se titula Gray State.
Crowley lo concibe como la denuncia contra el estado totalitario que, cree, se está desarrollando en los EE.UU. Un film sobre “el colapso de una sociedad bajo la Ley Marcial, en un no muy lejano futuro”. Valga aclarar que Crowley es un ferviente libertario, seguidor de Alex Jones. Pero al mismo tiempo, pacifista. Su servicio militar en Irak y Afganistán lo desilusionó del ejército.

Gray State, la película

Crowley trabajó como un poseso en el proyecto. Hizo un trailer del film y lo usó como herramienta de promoción para colectar en las redes el dinero necesario para la preproducción de la película. Fue un éxito instantáneo. Llego a reunir más de 60 mil dólares.
En YouTube, el trailer ha sido visto más de dos millones y medio de veces. En Facebook, la página del film tiene casi 100 mil seguidores. Aunque gran parte del éxito se debe a su participación en el show radial de Alex Jones. La entrevista le convirtió en una celebridad en el mundo de la derecha alternativa estadounidense.
Pronto consiguió un ejército de seguidores, miembros de grupos de supervivencia, libertarios, veteranos de guerra y militares.

Se encargó prácticamente de todo con el film. Escribió 6 versiones del guión, que consultó con la famosa script doctor Linda Seger. Hizo 3 trailers adicionales. Escogió el reparto. Ensayó y dirigió a los actores. Dibujó los storyboards y diseñó el vestuario. Hizo el scouting y sacó los permisos para las locaciones. Dirigió la fotografía, realizada con 4 cámaras incluso. Y compuso la música y supervisó y realizó los efectos especiales.

Finalmente, logró despertar el interés de Hollywood.

Gray State, la tragedia

Hasta aquí, sigue siendo casi un cuento de hadas. Crowley se había casado con Komel, una bonita musulmana pakistaní, que le apoya en todo. Una mujer a la que describió en su diario como “fuerte, bella, feroz y mortalmente inteligente”. Se había conocido en Waco, Texas y se casaron casi enseguida. Sus videos muestran una hermosa y feliz familia.
Tuvieron una hija, Raniya, que tenía 4 años al momento de la muerte de los tres, a tiros, en su casa de Apple Valley, Minnesota.
Allí fueron encontrados por un vecino, a quién le extrañó cómo a mediados de enero, los paquetes de regalos navideños se apilaban en la puerta de entrada. Los cuerpos estaban tendidos en el suelo. El perro ladraba sin parar. Y en una de las paredes de la sala, alguien, probablemente el asesino, había escrito "Allahu Akbar". Con sangre de Komel.

Era la mañana del 17 de enero de 2015.

Gray State, el documental

Eric Nelson, productor de Grizzly Man, leyó los reportes de la muerte de Crowley en la prensa. Enseguida sintió curiosidad por ver el trailer. Lo buscó en Youtube y le pareció increíblemente bien hecho. El trabajo de un realizador en pleno uso de sus capacidades.
Poco después se enteró de que la policía había encontrado horas de grabaciones de audio y video, donde Crowley documentaba su vida en familia y los progresos de su proyecto, según contó a The New Yorker. La historia, potente y trágica, llamó la atención de Werner Herzog, quien entró al proyecto como productor ejecutivo.
Pero acaso la pieza más importante del documental, la base de toda su estructura dramática, fue el diario íntimo que Crowley llevó durante casi todo el año 2014 en la aplicación Day One.

Como en el monólogo de Raniya, que parece extraído de The Shinning. Los arrebatos esotéricos de Komel. Los videos en los que David, con corte mohawk, vestido de militar y armado hasta los dientes, parece imitar al Travis Brinkley de Taxi Driver. O esos breves momentos en los que la Folie à deux se manifiesta con perturbadora, espeluznante intensidad: su aislamiento del mundo exterior, la ruptura de todas sus relaciones.
O quizás, el detalle más perturbador, esas 53 piezas musicales que Crowley compuso como suerte de soundtrack de sus muertes y que sonaron, en un loop interminable durante días, hasta que se agotó la batería del reproductor.

El grupo Anonymous lo ha convertido en un mártir. Muchos piensan que su muerte y la de su familia fue un trabajo del gobierno para evitar la realización de Gray State. En Facebook, una página pide justicia para él y su familia.

Éste tráiler corresponde a la película independiente GRAY STATE, la cuál nunca pudo ser estrenada. Después de recibir amenazas anónimas para que abandonara el proyecto, fue asesinado en su domicilio junto a su esposa e hija. Aún estando incompleta, le costó la vida a su director DAVID CROWLEY y a toda su familia. 
Homenaje póstumo que nos debe de recordar que estamos expuestos a un poder diabólico que no tiene miramientos, que los que no se alistan con él se convierten en sus enemigos.

 
Gray State - Official Concept Trailer

martes, 29 de julio de 2025

¿QUÉ "MUNDO FELIZ" SE NOS ESTÁ VENDIENDO?: España es el líder mundial en el consumo de ansiolíticos y antidepresivos por REVISTA AUTOGESTIÓN

¿QUÉ   "MUNDO    FELIZ" 
SE   NOS    ESTÁ   VENDIENDO? 

España es el líder mundial en el consumo 
de ansiolíticos y antidepresivos

Por Grupo Autogestión

“Don´t worry, 
be happy!”
“¡No te preocupes, sé feliz!”. Tengo hambre. “¡No te preocupes, sé feliz!”. Tengo frío. “¡No te preocupes, sé feliz!”. Tengo un trabajo basura con un salario que no me llega a fin de mes. “¡No te preocupes, sé feliz!”. Tengo un hijo que necesita de mí y no puedo estar con él. “¡No te preocupes, sé feliz!”. Tengo que cuidar de mis padres, que ya están mayores, son dependientes y están enfermos. “¡No te preocupes, sé feliz!”. Estoy solo, mi familia está muy lejos de aquí, y me estoy volviendo loco. “¡No te preocupes, sé feliz!”. “Todo va a salir bien”. “Si persigues tus sueños…” Pero… ¿Cómo se puede ser feliz así? 
¿Cómo es posible asumir el discurso indoloro de la felicidad y la satisfacción en medio de escenas reales tan desesperadas como las que sabemos que existen? ¿Qué nos hace capaces de llevar la sonrisa de un selfie con tanto desparpajo en medio de tantas catástrofes personales y familiares como vivimos y conocemos? ¿Qué me impide pensar que hay toneladas de sufrimiento en medio de una marea de gente cargada de bolsas reciclables, llenando todos los bares, las terrazas, los restaurantes y las tiendas de marca de todos los centros comerciales? 

No tenemos respuestas muy fiables. Tal vez algunas intuiciones. Decía Guillermo Rovirosa, del que celebramos anualmente un homenaje en el Movimiento Cultural Cristiano, que cuando se roba la esencia de una persona, vocacional y solidaria por naturaleza, se infringe una violencia de tal calibre que sólo puede ser falsamente compensada con la prostitución, la cárcel y los manicomios. Rovirosa intuía que hemos perdido la conciencia de la realidad y hemos perdido la libertad real, la que es fuente de deberes que preceden a los derechos. Y eso quiere decir que hemos acabado viviendo fuera de la realidad- ¿recuerdan lo de “sensación de vivir” de la Coca Cola? - y en una falsa libertad que se sustenta en el paraíso de la autocomplacencia del placer. 

Vamos a leer en el artículo de la sección central de esta revista: “La violación de la dignidad sólo se soporta con dosis cada vez más altas de evasión y de todo tipo de drogas: las de sustancia, con el alcohol en primer lugar, y las que no requieren sustancias. Las físicas y las virtuales. Se trata de que el individuo no se enfrente a la oscuridad de su propia mente, ya que si lo hace se dará cuenta de que está sumido en una profunda crisis”. Lo suscribimos. Y lo sometemos a diálogo. El consumismo compulsivo del deseo manufacturado ocupa uno de los primeros puestos de esta lista de adicciones. 

Y no queremos llevar razón. Si hablamos de España, hace ya mucho tiempo que nos llama poderosamente la atención que ostentamos récords alucinantes de evasiones y drogas. Es decir, de autodestrucción. Somos el país del mundo con mayor consumo de benzodiacepinas, sedantes con efecto de ansiolítico. También estamos a la cabeza del consumo de antidepresivos. El negocio de la droga alcanza niveles históricos en España. Nuestro país es además el mayor consumidor de prostitución en el mundo y nos hemos convertido en uno de los principales prostíbulos de todo el planeta. El último informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE,2023) sitúa a España como el segundo país que más alcohol consume en el mundo. Podríamos seguir. 

Si a esta espiral de autodestrucción (suicidios lentos), en la que no hemos metido las adicciones que no conllevan sustancias, le añadimos los datos de natalidad negativa (pura y dura desconfianza en el futuro con muchos o con pocos motivos para ello), o los de mortalidad por suicidio (primera causa de mortalidad no natural en los jóvenes), el producto al que aspiramos con la etiqueta de “felicidad” resulta, cuando menos, sospechoso. 

Nadie debe poner en duda la legitimidad de una vida que anhela el sentido, la felicidad. Y por eso, precisamente, deberíamos ponernos muy en guardia sobre lo que se explota a propósito de esta aspiración. En su nombre, toda relación estable y duradera es una pesada carga; el hijo, es un problema y una irresponsabilidad; los vínculos fuertes y el compromiso conllevan sacrificios que no merece la pena tener; el sufrimiento inevitable, un sinsentido que dignifica a la muerte; la esclavitud y el conformismo, el honorable precio a pagar por la seguridad, el poder y el placer. 

Nadie, repetimos, debe poner en duda la legitimidad de una vida plena de sentido. Y todos tenemos la intuición de que esto es posible cuando, tal vez porque alguien o algo ha despertado en nosotros la conciencia de nuestra infinita dignidad, dejamos de buscarnos a nosotros mismos y somos capaces de entregar a los demás lo mejor de nosotros mismos. Recibimos entonces el ciento por uno, es decir, la alegría que da la conciencia del que se sabe deudor de la Vida. La felicidad no es un producto. Posiblemente se parece más a una búsqueda. Una búsqueda incansable, no exenta de dudas y sufrimientos, de la verdad, de la belleza y de la bondad que encuentra en su camino rayos de luz, y amigos, lo suficientemente luminosos como para seguir caminando con auténtica esperanza.

¿UN MUNDO FELIZ?

Qué duda cabe que en lo más profundo de las luchas y las conquistas que ha emprendido el hombre descubrimos un anhelo de plenitud, de sentido, al que llamamos felicidad. Y que, en la noción genérica, tal vez abstracta, de la felicidad, esperamos saciar el latido profundo de libertad/ responsabilidad, igualdad/justicia y fraternidad/ amor que se bordó en una bandera en nombre de la Revolución.

La felicidad, una aspiración legítima

Lo cierto es que ha llovido mucho desde que se blandió esta bandera por la que la sangre de los pobres se utilizó para encumbrar a la burguesía que nacía del capitalismo comercial, financiero e industrial que comenzó a desplegarse ya desde el siglo XIII. Y sólo desde la perspectiva del tiempo hemos empezado a entender que la libertad, la justicia y el amor (“la felicidad”) que manoseó el liberalismo no tenía nada que ver con la que convirtieron en su ideal “los pobres de la Tierra”. 

El actual nivel de desigualdad, medido exclusivamente como disposición de bienes materiales, jamás ha sido en toda la historia más ignominioso. Menos del 1% de la población mundial ya controla más del 50% de toda su riqueza. Nunca ha existido un número de hambrientos más numeroso en medio de nuestra impresionante capacidad de generar riqueza. Nunca se han librado guerras tan devastadoras como las de los dos últimos siglos dónde el mayor porcentaje de bajas se encuentra entre los que no han cogido ningún arma y entre los niños. Nunca se ha pisoteado la dignidad del trabajo hasta el punto de mantener a más del 60% de la población trabajadora en la economía informal, basura, precaria, con niveles salariales que impiden disponer de lo más mínimo para sobrevivir: el pan y el techo. Nunca ha habido un ejército de niños esclavos y huérfanos tan numeroso al servicio del bienestar de una minoría cada vez más minoritaria. 

El anhelo de la felicidad, de sentido, aviva sus llamas. El rescoldo de las cenizas vuelve a convertirse en fuego. 

La manufactura del deseo: un producto llamado “felicidad” 

Tal vez por eso, “la felicidad” ha pasado a convertirse en uno de los señuelos más relevantes de este sistema. Si estamos condenados a que la mayoría de la humanidad seamos sacrificados en aras de una minoría y esto hay que aceptarlo sin más; si nuestra actual arquitectura de gobierno resulta tremendamente estéril y estrecha de miras, parsimoniosa, ineficiente y corrompible; si la auténtica libertad, la que pide asumir responsabilidades y compromisos, nos provoca el pánico y la angustia y la ansiedad; si el trabajo, desvalorizado, desprofesionalizado y rutinario, es un castigo; si cualquier dolor y sufrimiento carecen de todo sentido y deben ser abolidos,… ¡Qué mejor producto para mantener la maquinaria que la promesa de un “Mundo Feliz”! 

Para ello, es imprescindible orientar el latido más humano del corazón: el deseo. Y dirigirlo no ya hacia la belleza, la verdad o la bondad (los materiales de la Justicia) sino hacia la comodidad y el placer hedonista y narcisista. Es necesario un “producto” sustentable que nos ofrezca la liberación de todas las responsabilidades, de los compromisos, del dolor y el sufrimiento, de la necesidad de tomar decisiones… Es necesario un producto, una promesa, que permita que el mundo nos sea indiferente, que nos orientemos hacia nuestro propio confort y satisfacción ególatra y nos regocijemos en el placer indoloro. Y ese producto es “la felicidad”. Un remero plausible, comercializable, capitalizable, del sentido de la vida. Un producto así proporciona el más sostenible de los combustibles a la maquinaria del poder y del lucro. Un producto así exige la manipulación del deseo, la manufactura de deseos. 

En el mundo real en el que vive la mayoría de la humanidad, despertarse por la mañana es la peor pesadilla. El que vive en la miseria y el hambre se levanta de la cama sabiendo que el día que comienza le depara más miseria y más hambre, para él y para los suyos. Y este aplastamiento es también espiritual y moral, y afecta a los que no sufren esas necesidades materiales más perentorias que permiten la supervivencia. Porque resulta que, habiendo conseguido un sector intermedio de la humanidad “tener algo”, se nos ha despertado el deseo insaciable de “tener más”, emulando a los que dicen ser felices “teniéndolo todo” (o casi todo). Y la frustración, para unos -cada vez más-, y para otros- cada vez menos se hace insoportable.

La violación de la dignidad sólo se soporta con dosis cada vez más altas de evasión y de todo tipo de drogas: las de sustancia, con el alcohol en primer lugar, y las que no requieren sustancias. Las físicas y las virtuales. Se trata de que el individuo no se enfrente a la oscuridad de su propia mente, ya que si lo hace se dará cuenta de que está sumido en una profunda crisis. 

España es el país del mundo con mayor consumo de benzodiacepinas, un medicamento incluido dentro del grupo de los hipnosedantes que, a menudo, se receta para dormir mejor por su efecto ansiolítico, hipnótico y relajante muscular, según datos de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE). Se estima que en 2020 se consumieron en España casi 110 dosis diarias por cada 1.000 habitantes. ¿Casualidad? 

No tenemos respuestas, pero si preguntas: ¿cómo ha sido posible pasar en tan poco tiempo de ser el país con las redes sociales más fuertes de Europa, es decir, con una familia extensa fuerte, a abrazar una cultura del individualismo y la desvinculación tan necrófila como la que estamos aceptando? 

Si, es cierto, estamos más globalizados, más conectados y en-redados que nunca. Pero a la vez cada vez más desligados y desvinculados… de nosotros mismos (hasta de nuestro propio cuerpo) y de los demás, de la historia, de aquellas cosas que históricamente le dieron sentido al hombre. Y desvinculados del Misterio, que para eso está el dios-progreso. Dostoyevski creía que el ser humano no podía vivir sin belleza. Belleza: el esplendor y la tempestad de la verdad junto a la fragancia y la armonía de la bondad. ¿Se equivocaba? 

Lo dicho. Quizás la gran ilusión moderna tiene que ver con la idea de que el ser humano existe para su propia, PARA SU PROPIA, felicidad. Una felicidad individualista, una felicidad que trata de suprimir todas las amenazas, todo el dolor, todo el miedo, toda la oscuridad, y de abrirse el terreno hacia la máxima comodidad y hacia el más alto diseño del placer. 

Distopías no tan disparatadas. 

“Un Mundo Feliz” El analista de medios Neil Postman distinguió la visión distópica de Huxley de la de Orwell. La del primero estaba basada en el deseo y la segunda en el miedo. De manera quizá un poco más sofisticada, Huxley entendió que en el "futuro" íbamos a ser controlados no a través de la fuerza, la represión violenta o la supresión de la información, sino, sobre todo, a través de la distracción y el entretenimiento. 

La sociedad, en esta distopía, debe convertirse en un organismo funcional, eficiente, predecible, pero sin alma, y en una perenne crisis existencial que es suprimida por paliativos. Crisis existencial que es rápidamente atacada por el entretenimiento y la evasión.

Esta es la promesa de la tecnoutopía del Mundo Feliz de Huxley: una existencia descorporalizada en la que se puedan crear paraísos hedonistas sintéticos. Todo el desarrollo tecnológico se pone al servicio de esta existencia y se convierte en la piedra filosofal de todo el sistema. 

Asimismo, Aldous Huxley ya vislumbraba que las personas estaban dispuestas a sacrificar su libertad en niveles alarmantes a cambio de seguridad, especialmente después de haber vivido una guerra. Esto se pudo comprobar con el movimiento nazi. 

Pero la utopía requiere también de una droga. Con la dispensación libre de Soma, los poderes totalitarios que gobiernan Utopía previenen cualquier tipo de inadaptación o inquietud social y, por supuesto, eliminan cualquier idea subversiva. Todos iguales en una felicidad autoimpuesta que anula los impulsos naturales del ser humano. Si nunca se desea lo que no se puede tener, la felicidad se plantea como un estado alcanzable. Sin sufrimiento no se precisa consuelo y ni siquiera la religión se plantea como opción. Soma abole la voluntad, la personalidad y la diferencia, logrando, de esta manera, construir esa sociedad utópica libre de guerras y pobreza en la que cada uno ocupa el lugar previamente asignado. Soma encumbre lo banal, lo trivial, lo vulgar incluso, haciendo creer a sus consumidores que todo está en orden y que, simplemente, son felices a cada instante. Al más mínimo indicio de flaqueza, una dosis de Soma y todo vuelve a ese estado de felicidad artificial. Obviamente, el pensamiento crítico también queda abolido, previa instauración del «culto a la ignorancia».

Y mientras que llega la Utopía… ensayemos la “happycracia”.

Eva Illouz y Edgar Cabanas, directora de la Escuela de Estudios Superiores de CC. Sociales de París y doctor en psicología respectivamente, son los autores de uno de los primeros ensayos- ya han salido otros- que analizan la industria de la felicidad y la aparente legitimidad científica de la psicología positiva. Desde que en 1998 naciera en EE.UU. la ciencia de la felicidad y la psicología positiva, bien financiada por fundaciones y empresas, en pocos años han pasado a estar en lo más alto de las agendas académicas, políticas y económicas de muchos países. 

La felicidad que se vende, ese producto llamado “felicidad”, viene a ser “un estilo de vida que apunta hacia la construcción de un ciudadano muy concreto, individualista, que entiende que no le debe nada a nadie, sino que lo que tiene se lo merece. Sus éxitos y fracasos, su salud, su satisfacción, no dependen de cuestiones sociales, sino de él y la correcta gestión de sus emociones, pensamientos y actitudes”. 

La “ciencia” y la “industria” que se encargan de vender esta noción de felicidad trabaja, a juicio de los autores, “al servicio de los valores impuestos por la revolución cultural neoliberal”: no hay problemas sociales estructurales sino deficiencias psicológicas individuales. Riqueza y pobreza, éxito y fracaso, salud y enfermedad, son fruto de nuestros propios actos. 

Y el psicólogo señala que en esta nueva ciencia “no es suficiente con no estar mal o estar bien, hay que estar lo mejor posible”. La felicidad así es una meta en constante movimiento, nos hace correr detrás de forma obsesiva. Y tiene que ver siempre con una mirada hacia dentro, nos hace estar muy ensimismados, muy controlados por nosotros mismos, en constante vigilancia. Eso aumenta la ansiedad y la depresión. Nos proponen ser atletas de alto rendimiento de nuestras emociones. Vigorexia emocional. En vez de generar seres satisfechos y completos genera happycondriacos.

Además, la happycracia- concluyen- desactiva el cambio social. “Admiten que las circunstancias algo influyen, pero es muy costoso cambiarlas y no merece la pena. Debes cambiarte a ti mismo. Abogan poco porque la idea de buena vida esté relacionada con una buena vida colectiva”, dice Cabanas, y explica qué pasa cuando la psicología positiva ataca emociones como la ira. “Las emociones no son positivas o negativas. Tienen diferentes funciones según la circunstancia. Y son siempre políticas. La ira puede ser mala a veces y buena para luchar por reparar injusticias. Cuando dices que es tóxica, desactivas una emoción política muy importante. Cuando estamos indignados, nos ponemos las pilas.”.

“Felicidad Nacional Bruta” (FNB)

En 1974, el economista Richard Easterlin en un estudio comprobó la existencia de determinadas indecisiones que cuestionaban abiertamente la importancia de la riqueza como un indicador confiable y susceptible de establecer valores de bienestar. Estos valores además pueden medirse y observarse. Nacía la famosa "paradoja de la felicidad o paradoja de Easterlin": el aumento indefinido de ingresos no resuelve el problema del bienestar. 

El economista estadounidense hizo un examen comparativo entre los países y las personas, analizando las relaciones entre semejanzas y diferencias de los ciudadanos que decían ser felices. Estableció, a modo de conclusión, una característica común en aquellos que habían saciado sus necesidades fundamentales: que el índice de felicidad promedio no se alteraba al margen de su mayor capacidad de generación de ingresos. 

Hace cuarenta años, el joven y flamante cuarto rey de Bután hizo una elección notable: Bután debía perseguir la “Felicidad Nacional Bruta" (FNB) en lugar del producto interno bruto. Decenas de expertos se reunieron en la capital de Bután, Thimphu, para analizar la experiencia del país 

Lo hicieron a instancia de las Naciones Unidas, con la participación de uno de los principales asesores de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, Jeffrey D. Sachs, profesor de la Universidad de Columbia. La cuestión que se analizó, según nos relata el profesor, fue la de cómo alcanzar la felicidad en un mundo que se caracteriza por la rápida urbanización, los medios masivos, el capitalismo global y la degradación ambiental. ¿De qué manera nuestra vida económica se puede reordenar para recrear una sensación de comunidad, confianza y sustentabilidad ambiental? 

Las principales conclusiones que se obtuvieron a partir de este informe fueron: 

1) El progreso económico es fundamental para la felicidad: para poder ser feliz hay que tener cubiertas las necesidades básicas como la comida, agua potable, atención médica, educación. 

2) La simple búsqueda del PIB, sin tener en cuenta otros objetivos, no conduce a la felicidad, sino que lleva a grandes desigualdades en riqueza y poder. 

3) La felicidad se logra a través de una estrategia equilibrada frente a la vida. Como individuos, una vez cubiertas nuestras necesidades elementales, sólo seremos felices si la búsqueda de mayores ingresos no reemplaza nuestra dedicación a la familia, los amigos, la comunidad, la compasión y el equilibrio interno. Como sociedad, una cosa es organizar las políticas económicas para que los niveles de vida aumenten y otra es olvidar los valores de la sociedad (justicia, confianza, salud física y mental, sostenibilidad ambiental…) para conseguir mayores ganancias. 

4) Debido a que el capitalismo global plantea amenazas directas a la felicidad, proponen algunas actitudes que se deberían modificar para fomentar la felicidad: la destrucción del medio ambiente natural; la debilitación de la confianza social y la estabilidad mental; el uso, por parte de la industria de comida rápida, de ingredientes adictivos para crear una dependencia poco saludable de alimentos que contribuyen a la obesidad; o la publicidad que contribuye a muchas otras adicciones de consumo que implican grandes costes para la salud pública (tiempo excesivo frente al televisor, apuestas, consumo de drogas, tabaquismo y alcoholismo).

5) Para promover la felicidad, debemos identificar los muchos factores más allá del PIB que pueden aumentar o reducir el bienestar de la sociedad. La mayoría de los países invierten para medir el PIB, pero gastan muy poco para identificar las causas de la mala salud. Estas cinco conclusiones están resumidas, pero han sido fielmente tomadas del artículo escrito por el profesor Jeffrey D. Sachs a raíz del encuentro en Thimphu.

¿Puede convertirse el tigre del capitalismo en vegetariano (o vegano)?

Cuentan que, en una reunión de militantes cristianos- esas personas que no dudaban en entregar su vida completa por un Ideal de Justicia, Solidaridad y Fraternidad encarnado en Jesucristo- uno de ellos, socarrón y muy simpático, espetó esta pregunta a alguien que ya por aquel entonces hablaba de promover, como lo más realista, un “capitalismo con rostro humano”. Y la pregunta, si leemos con cierta perspicacia las conclusiones anteriores, no puede arrinconarse tampoco ahora. 

No creo que a aquel militante le pareciera mal que al hablar de los “bienes” necesarios para el desarrollo personal y colectivo se incluyeran también los bienes inmateriales junto a los materiales. Con ellos ya se referían entonces a los bienes intelectuales, profesionales, o relacionales-comunitarios- afectivos (familias, amigos, comunidad). Tampoco creo que rechazara de plano, en el nuevo algoritmo económico, la compasión. De eso hablaban igualmente mucho los militantes conscientes de que su principal enemigo era el materialismo, filosofía que encarna como ninguna otra el capitalismo. 

Pero alguien sensible a las argucias del poder, porque la mayoría las habían sufrido y padecido en no pocas ocasiones, leería con mucho detenimiento la segunda parte de la conclusión tres y la cuatro: “Debido a que el capitalismo global plantea amenazas directas a la felicidad, proponen algunas actitudes que se deberían modificar…”. Y entonces surgiría, como entonces, la pregunta del millón: ¿Alguien piensa, a estas alturas de la película del turbocapitalismo digital del control, de la vigilancia, del deseo…en la posibilidad de que se haga vegetariano (o vegano)? 

Queda abierto el debate. No dudo de que será muy interesante. ¿Un Mundo Feliz? ¿De qué persona, de qué sociedad, de qué felicidad estamos hablando?.

LA MEDICALIZACIÓN DE LA VIDA

¿Por qué España es el país del mundo 
donde se toman más tranquilizantes?


Las cifras de consumo de tranquilizantes no dejan de crecer en España. En el último informe de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), organismo que depende de la ONU, revela que España encabeza el consumo mundial lícito de ansiolíticos, hipnóticos y sedantes.

¿CUÁLES SON LOS FACTORES QUE ESTÁN DETRÁS DEL INCREMENTO EN LA UTILIZACIÓN DE TRANQUILIZANTES? (RESUMIDO)

1.- El negocio de los tranquilizantes


SITUACIÓN ACTUAL

2.5 millones de personas en España toman a diario alguno tipo de ansiolítico. Entre las más utilizados tenemos el grupo de las benzodiazepinas donde se incluyen el Alprazolam, Lorazepam, Diazepam, Clonazepam, Bromazepam y Lormetazepam. 

Cuando hablamos de tranquilizantes nos estamos refiriendo a aquellos medicamentos cuya finalidad inicial es el tratamiento de problemas básicos de salud mental como son el estrés, la ansiedad o el insomnio. La última Encuesta Nacional de Salud nos da una fotográfica de las personas que los utilizan. Así tenemos que su uso se da en el 30% de las personas mayores jubiladas, en el 42% en las incapacitadas para trabajar o que están en paro y en el 24% de las que se dedican únicamente a las tareas del hogar. En definitiva, podemos decir que estos medicamentos lo que hacen en ayudar a sobrellevar las dificultades económicas, sociales… de la propia existencia. 

Si centramos la mirada en las personas mayores vemos que presentan un patrón de mayor uso de benzodiacepinas, hasta el punto de que la población que rebasa los 65 años supone más de la cuarta parte de los consumidores de tranquilizantes y relajantes en España, en muchos casos utilizados para conciliar el sueño. Ese alto consumo de psicofármacos está detrás también de muchos de los accidentes domésticos, que son una de las principales causas de fractura de cadera. A esto se suma la situación de fatiga post-pandémica, que hace que todavía muchas personas demanden estos psico-fármacos, sobre todo entre las personas mayores que sufren más la soledad emocional por estar solas, por tener dificultades para poder ver a su familia, o a sus amistades, en definitiva, por haberse roto muchos de los vínculos sociales que les daban seguridad. 

Un aspecto importante de este tipo de medicación es que acaba haciendo más frágil al paciente, al cual, una vez que ha comenzado a tomar tranquilizantes, resulta muy difícil retirárselos, ya que generan síndrome de abstinencia (nerviosismo, sudoración, alteración del sueño, inquietud). Crean una adicción, que es sobre todo psicológica. Piensas que no tienes más remedio que tomar pastillas para dormir, para no estar nervioso, para no tener un ataque de pánico. Y si no las tomas, no duermes, porque ya tienes un síndrome de abstinencia.

¿CUÁLES SON LOS FACTORES QUE ESTÁN DETRÁS DEL INCREMENTO EN LA UTILIZACIÓN DE TRANQUILIZANTES?

1.- El negocio de los tranquilizantes

Siempre que hablamos de medicamentos hay que hacerlo en clave de negocio, de beneficio económico. El Instituto Nacional de Salud Mental de EEUU calcula que uno de cada cuatro norteamericanos adultos padece algún tipo de enfermedad mental diagnosticable y la OMS señala que son 300 millones de personas en todo el mundo y que estas patologías son responsables, en las economías desarrolladas, del 15% del gasto en enfermedades (sólo en EEUU supera los 200.000 millones de dólares anuales). A la vez, la industria farmacéutica tiene actualmente más de 300 compuestos en I+D para salud mental, predominando la investigación destinada al tratamiento de la ansiedad y la depresión. 

En España se publicaba recientemente un artículo bajo el titulo La vida duele tanto que se puede medir en containers de ansiolíticos, donde se ponía en evidencia como el número de aviones y trenes cargados de ansiolíticos que llegan a diario al puerto marítimo de Valencia ha crecido en un 25% desde la pandemia. En 2022 se vendieron en España 111 millones de envases de ansiolíticos y antidepresivos. Todo este volumen comercial le supone a España un gasto de 46.000 millones de euros anuales en salud mental, de los cuales, el 47% se destina a pagar la prescripción de medicamentos por la Seguridad Social, así como las bajas laborales derivadas por el estrés y la ansiedad. Dinero que al final se queda en la cuenta de resultados de grandes empresas farmacéuticas multinacionales (orfidal- Pfizer, lexatín -Roche, tranxilium – Sanofi).
 
A lo largo de los años la industria farmacéutica has sabido desarrollar estrategias para mantener sus niveles de ventas de medicamentos. Una de estas estrategias es la de generar o “inventar enfermedades”, en este caso mentales. Para ello transforman las dimensiones intangibles de nuestra vida íntima en cantidades calculables y por lo tanto comparables con un estándar y todo lo que se salga de esa medida es susceptible de ser medicalizado. Existe una fecha clave, 1987, cuando se aprobó una nueva clasificación de enfermedades mentales (DSM-III revisada), incluyendo novedosas patologías, test y criterios diagnósticos. Desde entonces, más o menos coincidente con la aparición del Prozac y otras moléculas similares, se observa que algunos fenómenos o mecanismos adaptativos han tendido a clasificarse con facilidad como enfermedad tratable con psicofármacos. 

Así, por ejemplo, convertir la tristeza en depresión; convertir la preocupación por algo futuro o inseguro que nos pueda acaecer, en ansiedad generalizada; los sofocos, palpitaciones y miedo a morir, en un trastorno de pánico; o la misma timidez, que de ser una característica personal se ha convertido en fobia social. También se han estandarizado las enfermedades ligadas al mundo laboral: acoso moral, burnt out, bulling y otro largo etcétera consiguiendo medicalizar el conflicto que antaño se llamó lucha de clases y que se dirimía en el ámbito sindical. 

Otra buena parte de este aumento es debido a la "incorporación" de los niños como potenciales consumidores. Sobre todo, debido a la conversión de la timidez infantil en "depresión", de la inquietud del niño inteligente y despierto en "trastorno por déficit de atención con hiperactividad o TDAH", del miedo a la maestra rígida en "neurosis obsesiva", o la aparición del dolor abdominal y los vómitos ante la exigencia escolar en "intolerancia a la lactosa", "dolor abdominal recidivante" o "síndrome de intestino irritable", son sólo algunos ejemplos. 

Esta medicalización de la vida, ha provocado que muchas circunstancias que no son patológicas, sino situaciones vitales o de la vida cotidiana que son etiquetadas erróneamente como trastornos de ansiedad o insomnio, acaben siendo tratadas con psicofármacos. 

2.- La debilidad del Sistema Sanitario 

Otra de las causas en el consumo de psicofármacos es la saturación del sistema de atención primaria y la falta de profesionales en salud mental. En este sentido, el responsable del Consejo General de la Psicología afirmaba en una entrevista que ante el aumento de enfermedades mentales "en España, se ha optado, por administrar sólo psicofármacos, que palían los síntomas, pero no los solucionan. Es sólo un remedio paliativo. Si al paciente no se le enseña cómo afrontar el estrés, a mejorar sus habilidades sociales, el problema seguirá". Según algunos expertos, este consumo de fármacos se debe a la falta de una respuesta adecuada por parte del sistema sanitario a los problemas de salud mental, un problema de años pero que se ha intensificado tras el confinamiento por la Covid-19. 

Hay que tener en cuenta que dos de cada tres casos de trastornos de ansiedad o depresión son atendidos por el médico de familia, que ya tenía una presión asistencial muy elevada antes de la pandemia, cuando disponía de una media de cinco minutos para cada paciente, y que ahora con el desarrollo de la teleasistencia, ya ni siquiera los puede ver. Los problemas como el de la ansiedad no se pueden resolver "anestesiando" con fármacos los síntomas que produce, sino enseñando al paciente a manejar su problema, a afrontarlo contando con su entorno social y familiar. Y si esto no da respuesta a la situación, es ahí donde deberían de intervenir los psicólogos o psiquiatras. 

Los resultados de varios estudios sobre la ansiedad reflejan que, en el caso de quienes recibieron atención psicológica, el 70% dejó de padecerla y el 50% logró una recuperación óptima, porcentajes que bajaron al 20 y al 10% respectivamente en el de los que solo fueron tratados con benzodiacepinas. Mejorar la atención de estos trastornos con más psicólogos reduciría sensiblemente el gasto que ocasiona el uso desmedido de ansiolíticos y sedantes: en torno a 23.000 millones de euros anuales entre costes sanitarios de tratamientos y pago de pensiones por una incapacidad causada por el abuso de estos fármacos o por accidentes domésticos o de tráfico. Pero en el Sistema Nacional de Salud de España hay una ratio de entre 5 y 6 psicólogos clínicos por cada 100.000 habitantes, lejos de los 18 que hay en otros países de la Unión Europea. Además, en España aún no se ha incluido la psicología clínica en la cartera de servicios del sistema público de salud. Por lo tanto, es necesario más tiempo para la atención de los pacientes en la atención primaria y también es necesario tener disponibles a más psicólogos para una atención más especializada. 

Pero un paso más a dar es la restauración de los vínculos sociales y familiares de esa persona. Se ha observado que, si el acompañamiento se realiza sobre todo en los domicilios, yendo al encuentro donde están los pacientes con sus familias y amigos, conociendo sus condicionantes sociales, se produce una reducción drástica del consumo de medicamentos, de las recaídas, y la práctica desaparición de los ingresos, con todo el sufrimiento que esto supone. 

3.- La frustración del hombre ante la nueva sociedad 

Vivimos en una sociedad competitiva y estresante en la que debemos sostener rutinas que exigen mantenerse al límite del rendimiento sin angustia y sin claudicaciones. Y es en este contexto, en el que, para enfrentarse a los problemas cotidianos se recurre a la química para desconectar, mitigar la ansiedad o para dormir. Al fin y al cabo, el objetivo último es evadirse de una realidad cotidiana que le resulta agobiante. Una situación que se ha intensificado tras el Covid. Una encuesta sobre la salud mental de los españoles realizada tras la epidemia del COVID reveló que el 23,4% de la población ha sentido mucho miedo a morir debido al coronavirus. Este sufrimiento se ha agravado por los fallecimientos cercanos, la situación de inseguridad o pérdida del empleo y el aislamiento social, lo que no ha hecho más que aumentar la demanda de tranquilizantes. 

Ahora estamos viendo las consecuencias de las condiciones de vida de la gente y la forma rápida en la que están intentando calmar el dolor psicológico. Las personas sufren cada vez más dolor en su intento por tener una vivienda digna, por llegar a fin de mes y por conciliar vida y trabajo. No hay lexatin que te pague el alquiler a fin de mes, ni valium que evite que te desahucien. Pero la solución de muchas personas ha sido acudir a las pastillas para poder seguir produciendo. 

Hasta hace poco, la soledad se asociaba con la vejez. Pero en los últimos años, los expertos han descubierto también la variante de la «soledad en el trabajo» y ahora el problema se ha ampliado para incluir a los jóvenes, los "millennials solitarios". Ya hay numerosos informes que afirman que el impacto de la soledad es mucho mayor en los jóvenes que en las generaciones mayores. Ante esta nueva realidad, las teorías de “la reconfiguración psiquiátrica de la persona", han cobrado impulso en los últimos años gracias a los esfuerzos de la industria farmacéutica, y ya la mayoría de la población ha absorbido la narrativa ampliamente comercializada del desequilibrio químico como causa de los problemas mentales, desplazando los problemas sociales o políticos como raíz de su situación. 

Y así, la soledad, la tristeza y la desesperación por las condiciones de vida que son la respuesta natural a la pobreza, la discriminación y la inseguridad se transforman en problemas médicos individuales con respuestas individuales. De este modo, la idea de que los problemas de salud mental son enfermedades o dolencias puede considerarse una bio-ideología, un término que hace referencia a un conjunto de creencias falsas que ocultan la realidad sufrimiento de la vida bajo el sistema neocapitalista actual. 

A MODO DE CONCLUSIÓN 

El aumento del consumo de estos psico-fármacos tiene que ver con la evolución de la cultura occidental. Vivir bajo el capitalismo oculta más el sufrimiento interno de la persona. Y su eficiencia fuera de dudas oculta el hecho de que los médicos no están adecuadamente preparados ni tienen los recursos ni el tiempo necesario para abordar las emociones como la tristeza, el miedo, la angustia y al final lo resuelven recetando medicamentos, y todo ello, bajo el gran control que posee la industria farmacéutica en el sistema sanitario. Así como los dirigentes de las compañías farmacéuticas rinden cuentas ante la asamblea anual de sus accionistas, los dirigentes de los sistemas de salud deberían rendir cuentas ante los ciudadanos. Cuentas sobre su responsabilidad por la patología causada por los efectos secundarios de los medicamentos por ellos aprobados. Cuentas sobre la transparencia en la toma de decisiones. Cuentas sobre su responsabilidad, por inacción y complicidad, ante el robo sistemático económico y cultural del sistema de salud a manos de la industria biofarmacéutica multinacional que antepone sus objetivos de beneficio económico al bien común de la sociedad. 

La organización de la producción en el capitalismo genera muchos de los problemas que llamamos trastornos mentales. Un sistema económico que distribuyera los recursos de forma más equitativa, que proporcionara seguridad en los ingresos, la vivienda, la educación, la asistencia sanitaria y que permitiera a más personas participar de forma significativa en la vida económica y social, acabaría con gran parte de la actual epidemia de salud mental que está tan relacionada con la inseguridad económica, el endeudamiento, la falta de vivienda, la soledad, la sensación de fracaso y la falta de objetivos existenciales. 

Los enfermos han sido los grandes perdedores en las últimas reformas de las que ha sido objeto la seguridad social. A los promotores de estas reformas le interesa entenderse sin los pacientes, es decir, entenderse sólo entre científicos, industriales y representantes políticos, manteniendo a los ciudadanos al margen de las cuestiones a decidir. Han fomentado que estas decisiones políticas quedaran confinadas a comisiones administrativas formadas por técnicos y expertos. Se ha producido un creciente proceso de medicalización de la sociedad relegando a los pacientes a un papel secundario como consumidores pasivos de medicamentos.

VER+: