INTRODUCCIÓN
Ya nuestra comunidad cuenta con algunos años de experiencia pastoral en parroquias propias. Por lo tanto, es tiempo de empezar a analizar el sentido de su presencia en la Iglesia; es tiempo de afinar la puntería.
Evidentemente, no todos los que trabajan en parroquias tienen la misma capacidad, el mismo fervor o el mismo temperamento, para enfocarse en lo propio de nuestro carisma, puesto que para muchos la tentación de asimilarse al ambiente general es demasiado fuerte. De todos modos, es tiempo de hacer un alto en el camino para ver cómo, de parte nuestra, podemos lograr una mayor eficacia apostólica de acuerdo con nuestro carisma y las posibilidades concretas de cada uno.
Estoy consciente de que, mientras por un lado, por falta de presbíteros, abundan los ofrecimientos de parroquias, por el otro, debido a la peculiaridad de nuestro carisma, muchos nos miran con cierto recelo y preocupación, al constatar los enormes cuestionamientos que presentamos a la entera comunidad eclesial.
Pues bien, estando así las cosas, ¿cómo es conveniente proceder? ¿Es mejor acelerar el ritmo o bajarlo? ¿Basta con lo que estamos haciendo o es mejor cambiar algo? ¿Es conveniente seguir con las parroquias que ya tenemos o es mejor pensar en dejar alguna por no tener la oportunidad de trabajar según nuestro carisma? ¿Con cuáles criterios aceptar las nuevas parroquias?
Evidentemente, lo que a continuación expreso representa solamente el inicio de un diálogo, que considero resultará muy fructífero.
Mientras me encomiendo a sus oraciones y en espera de sus opiniones y sugerencias, me despido asegurándoles todo mi cariño, aprecio y respeto.
México, D.F., a 25 de abril de 2015,
Fiesta de San Marcos Evangelista.
P. Flaviano Amatulli Valente, fmap
Superior General
I. SITUACIÓN
A todos los niveles,
el conocimiento de la realidad
determina el cambio.
NOSOTROS
¿Cómo estamos? ¿Cómo hemos llegado a esta situación?
Clero y laicado
Dos mundos totalmente diferentes: por un lado, un clero todopoderoso y acaparador de funciones y beneficios; por el otro, un laicado sumiso, sin voz ni voto, dedicado casi exclusivamente a solucionar los asuntos de tipo económico o a colaborar en tareas litúrgicas y de catequesis, sin contar con algún tipo de gratificación.
Como es fácil notar, entre nosotros, por lo menos en este aspecto, se está dando lo máximo de la injusticia, recalcando el estilo propio de otros tiempos, cuando había nobles y plebeyos. Algo totalmente insoportable en una sociedad como la nuestra, en que existe una grande sensibilidad por lo que se refiere a los asuntos de la equidad; al mismo tiempo algo totalmente ajeno al dato revelado.
Carisma, poder y dinero
¿Cómo se llegó a esta situación? Por una simple desviación en campo pastoral, tomando el carisma como poder y no como servicio (Mt 20, 26). Hecho esto, no se vio ninguna dificultad a unir el ejercicio del poder con el dinero, como pasa en otros asuntos de tipo profano.
Y llegamos al absurdo de los actuales aranceles, algo ya codificado, que nadie discute, como una manera normal de solucionar el problema económico y promover, al mismo tiempo, las vocaciones al ministerio sagrado.
En realidad, ¿a quién no le gustaría entrarle a un estado de vida, que garantice una cierta seguridad económica? En el fondo, se trataría de una buena inversión: se gasta al principio, pero se recupera después con creces, como pasa con cualquier profesionista o funcionario del Estado.
Celibato:
Carisma – compromiso
¿Y el problema del celibato? ¿Y si alguien no cuenta con este carisma (don)? Basta el compromiso. ¿Y si a la mera hora alguien no puede con el paquete? Ni modo: haz como puedas, teniendo en cuenta el refrán “Si no puedes ser casto, por lo menos trata de ser cauto”. De hecho, no eres el único que se encuentra en la misma situación.
Sacramentalización
Y así se llega al fenómeno de la sacramentalización. ¿Y la educación en la fe? ¿Y el pastoreo? No hay tiempo. Lo primero, primero.
Ex opere operato
Por otro lado, está la doctrina del ex opere operato. Basta confiar en ella, es decir, en la validez del sacramento de por sí. ¿Y qué tal la doctrina del ex opere operantis, que subraya la eficacia del sacramento, relacionada con las disposiciones del ministro y del que lo recibe?
No hay tiempo. No nos damos abasto.
Abandono pastoral
Y así se llega al actual estado de abandono pastoral de las grandes masas católicas, lo que representa la consecuencia lógica de un Modelo Eclesial ya agotado. Por lo tanto, es urgente pensar en algo diferente, más en consonancia con la sensibilidad de la sociedad en que vivimos y el dato revelado.
LA COMPETENCIA
Es un hecho que, mientras nosotros vamos para abajo, ellos andan para arriba.
¿Por qué?
Inspiración bíblica y eficacia pastoral
Al no tener que someterse a normas y costumbres de otros tiempos, se sienten libres de concentrarse en la eficacia de su acción, teniendo en cuenta esencialmente el dato revelado, representado por la enseñanza de Jesús y la experiencia de las primeras comunidades cristianas.
Evangelización, pastoreo y economía
Y así se llega a la praxis de unir la economía a la evangelización y el pastoreo. Primero se forman comunidades y después éstas asumen el compromiso de colaborar en los gastos del culto, empezando por el sustento de los propios ministros. ¿No dice la Palabra de Dios: “El Señor ha dispuesto que los que anuncian el Evangelio vivan del Evangelio” (1Cor 9, 14)?
Mientras, entre nosotros, todos están comprometidos a conseguir los fondos necesarios para el culto y es el clero el que dispone de ellos según lo considere conveniente, sirviéndose siempre con la cuchara grande.
Vía libre para la acción
Y así cada uno se siente impulsado a transmitir a otros la propia experiencia de fe, al contacto con Cristo y su Palabra, consciente de que puede llegar hasta vivir de la misión, volviéndose en pastor de una comunidad o colaborando en algo, con relativa remuneración económica según el grado de participación en el apostolado.
Esto, tan sencillo y natural, y al mismo tiempo tan apegado a la Palabra de Dios, explica el gran éxito que hoy en día están teniendo los amigos de la competencia, que no corresponden a las Iglesias históricas, atrapadas como nosotros en tantos problemas del pasado, sino a los grupos y grupúsculos que hoy en día están proliferando por todos lados, una señal evidente del grande deseo de Dios que tiene mucha gente y que no ve satisfecho en las Iglesias históricas.
La puerta falsa:
el ecumenismo.
Pues bien, nosotros, en lugar de fijarnos en los cuestionamientos que estos grupos pueden representar para nuestra acción pastoral, nos salimos por la puerta falsa del ecumenismo.
Que de una vez se entienda que esos hermanos nunca aceptarán hacer ecumenismo con nosotros, puesto que conocen muy bien nuestro estilo de vida (generalmente antes fueron católicos del montón), sin una atención personalizada y sin un verdadero interés por conocer y practicar la Palabra de Dios. Según ellos, se trataría sencillamente de un retroceso en su caminar hacia Dios.
La doctrina y la práctica
En el fondo, ¿cuál sería la diferencia fundamental entre nosotros y ellos?
Algo sencillo:
Nosotros somos la Iglesia, fundada por Cristo, por lo tanto, depositarios de la doctrina y los poderes que Cristo entregó a Pedro y los Apóstoles; ellos luchan por ser discípulos y misioneros de Cristo. Nosotros subrayamos el aspecto doctrinal; ellos el aspecto práctico. Nosotros damos importancia a la formación de la mente; ellos insisten sobre la formación del corazón.
Como se ve, se trata de dos posturas complementarias, no contradictorias.
El verdadero ecumenismo
Por lo tanto, ¿cuándo será posible un verdadero ecumenismo entre nosotros y estos grupos, que nos están moviendo el piso, aunque a veces sean considerados fundamentalistas y fanáticos? Cuando nosotros nos decidamos a vivir según la Palabra de Dios, purificando nuestra Religiosidad Popular, en que cabe de todo, y cuando haya entre nosotros una verdadera preocupación por el progreso espiritual de cada feligrés, confiando menos en el ex opere operato.
En la medida en la cual nosotros estaremos abiertos a sus cuestionamientos, ellos posiblemente se abrirán a los nuestros. Solamente así se podrá llegar a la unidad esperada (Unitatis redintegratio = Restablecimiento de la unidad).
Estoy convencido de que resultará sencillamente imposible lograr un verdadero diálogo ecuménico con esos grupos, sin que primero entre nosotros logremos un cambio profundo de nuestras estructuras pastorales, que garanticen una verdadera atención personalizada de los feligreses, a la luz de la Palabra de Dios.
II. ¿QUÉ DICE LA PALABRA DE DIOS?
Que estamos mal. Que nunca ni Jesús ni los apóstoles vieron con buenos ojos la situación de las masas abandonadas “como ovejas sin pastor” (Mc 6, 34). Por lo tanto, si se llegó a esto, seguramente no fue por un designio de Dios, sino sencillamente por haber hecho caso más a la sabiduría humana que a la sabiduría divina (1Cor 1, 18ss) y, en último análisis, por preferir asimilarnos al mundo más que apegarnos a la Palabra de Dios.
De ahí tantas normas y costumbres del pasado, que ahora nos están llevando al fracaso. A menos que alguien no esté convencido de que estamos bien y que lo que está pasando sea por culpa de los tiempos difíciles en que vivimos, como si se tratara de algún tipo de determinismo histórico. Lo que un servidor rechaza tajantemente.
Entonces me pregunto: ¿Por qué no intentamos volver a las Escrituras, teniendo en cuenta la enseñanza de Jesús y la praxis de las primeras comunidades cristianas? ¿Acaso pensamos perfeccionar el proyecto de Iglesia, con que soñaba Jesús y que los apóstoles empezaron a realizar? ¿O pretendemos desafiar al mismo Dios, dándole un ultimátum: “O se hacen las cosas como decimos nosotros o preferimos llegar a la muerte, aunque sea lenta”?
Claro que la Iglesia nunca se acabará. De todos modos, no es lo mismo llegar al final de la carrera con cuatro gatos que llegar con mucha gente. Además, no nos olvidemos de que algunas regiones, antiguamente cristianas, ahora ya no lo son. Lo mismo puede pasar con nuestros países por errores históricos imperdonables.
Alerta, entonces, y a trabajar todos en la dirección correcta, a la luz de la Palabra de Dios y bajo el impulso del Espíritu.
III. LÍNEAS DE ACCIÓN PASTORAL
Como en todos los demás aspectos de la vida, no se puede pasar repentinamente de un modelo a otro, sin el peligro de causar grandes trastornos, que pueden llegar hasta comprometer seriamente el objetivo que se pretende. Por lo tanto, es importante que haya primero un periodo de concientización acerca de los cambios que se vean necesarios realizar en la línea de una conversión pastoral.
Y como pasa con todo tipo de conversión, se trata siempre de algo doloroso.
Agentes de pastoral
Representan la base para la buena marcha de una comunidad. ¿Qué hacer, entonces? A como dé lugar, aumentar el número de los trabajadores del Evangelio: a tiempo completo o a tiempo limitado, con sueldo o sin sueldo, con o sin institución oficial. Solamente así se puede garantizar una pastoral realmente eficaz.
Naturalmente, para eso se necesita valor y discernimiento, sin miedo a las críticas y los ataques que puedan venir del interior de la misma Iglesia. Es que, haciendo esto, mañana los flojos ya no podrán decir: “Eran otros tiempos. A nadie se le había ocurrido proponer alguna alternativa viable”.
En el fondo, se trata de estar dispuestos a ir contracorriente, conscientes de que ir contracorriente implica siempre estar dispuestos a pagar de persona. De todos modos, con esta iniciativa, ya el sistema empieza a resquebrajarse.
En realidad, ¿qué dice la Palabra de Dios a este respecto? “Un pastor tenía cien ovejas” (Lc 15, 4ss). ¿Acaso un pastor puede atender a más de cien ovejas? Imposible. A menos que atender no quiera decir cualquier cosa, menos conocerlas una por una, proporcionarles el alimento diario necesario, cuidarlas y defenderlas en caso de peligro.
¿Y qué está pasando actualmente entre nosotros? Que existen parroquias de 10, 20… hasta 50 mil habitantes. ¿A qué se reduce, entonces, la atención pastoral? A la mera administración de los sacramentos, sin ton ni son. Lo que a todas luces no corresponde al plan de Dios. ¿Qué hacer, entonces?
Cambiar el sistema; no queda otro recurso. En realidad, la culpa no es del clero, sino del sistema que ya no funciona. Solamente que muchos clérigos se sienten a gusto en este sistema y se espantan a la sola idea del cambio, puesto que representan los instalados y privilegiados del mismo sistema y no están dispuestos a correr el riesgo de perderlo todo por el simple prurito de poner en primer lugar el bien de la entera comunidad cristiana y después los intereses personales o de la “casta sacerdotal”.
En este caso es absolutamente necesario que la entera comunidad eclesial tome conciencia de las anomalías presentes en el actual sistema pastoral y luche en favor de un cambio radical. En realidad, la historia enseña que son siempre los afectados los que tienen que luchar por el cambio, a costa de enfrentarse a grandes sacrificios.
Nada peor que cuando los afectados vean como normal la situación en que se encuentran y esperan que los cambios vengan desde arriba, como si se tratara de algún favor de parte de los “privilegiados”.
Problema económico
Pero viene el problema económico. ¿Cómo resolverlo, puesto que, con el aumento de los agentes de pastoral, se hace siempre más complicado, si se cuenta solamente con las entradas ligadas a la administración de los sacramentos? He aquí algunas sugerencias al respecto:
1. Antes que nada, por motivo de transparencia, para evitar suspicacias y, al mismo tiempo, para dar a la comunidad cristiana un sentido de verdadera responsabilidad, constituir el “Comité de asuntos económicos”, compuesto de puros laicos. De acuerdo con la misma comunidad (los practicantes), establecer las normas para la elección de los miembros del mismo y sus funciones.
2. Hacer una lista de todos los católicos de la parroquia, dividida por aldeas, pueblos y barrios.
3. Cada católico establece con qué cantidad mensual quiere contribuir en los gastos parroquiales.
4. Establecer “colectores”, encargados de la recaudación, a cambio de percibir un cierto porcentaje sobre las entradas.
5. Depositar el dinero en el banco.
6. Se puede sacar solamente con la firma del párroco y del presidente del comité.
7. Hacer pública la lista de los inscritos con la relativa contribución mensual.
8. Dar a conocer a los feligreses los estados financieros de la parroquia.
Si todo esto parece demasiado complicado, por lo menos para empezar, se puede dar a todos los feligreses de buena voluntad la libertad para poder evangelizar según su capacidad y contando con el beneplácito del párroco, entregando a la parroquia un porcentaje de las entradas que eventualmente se percibieran por motivo de apostolado.
Criterios de administración
1. Pobreza y dignidad son auténticos valores cristianos y, por lo tanto, tienen que constituir el estilo propio de la vida parroquial, sin olvidar que pobreza no quiere decir miseria.
2. Solidaridad al interior y fuera de la misma comunidad parroquial.
3. Equidad en retribuir a los distintos agentes de pastoral, teniendo en cuenta el tipo de apostolado que cada uno ejerza, el tiempo que le dedique y sus necesidades concretas.
4. Actuar en colaboración con Cáritas.
Taller de humanismo y vida cristiana
Entonces, una vez libres del apremio económico, los agentes de pastoral podrán dedicarse más de lleno al ministerio de la Palabra y al pastoreo, premisas esenciales para la formación de verdaderas comunidades cristianas.
Y así la parroquia, poco a poco, de un centro de ceremonias se va volviendo en un taller de humanismo y vida cristiana, donde se aprende a vivir los auténticos valores humanos y cristianos, más allá del puro aprendizaje teórico o la recepción de los sacramentos.
Evidentemente, una vez concientizado y entrenado en la comunidad eclesial, el feligrés, en un segundo tiempo y con toda naturalidad, podrá volverse en levadura en la masa, llevando el mismo estilo de vida también en su familia y en la sociedad, en que se encuentra desarrollando su actividad profesional, política o económica.
Los carismas en acción
(1Cor 12; Ef 4, 11-13)
Son los movimientos, que, con su riqueza y variedad, embellecen y fortalecen las comunidades cristianas. Se trata, entonces, de apoyarlos y acompañarlos en su esfuerzo por profundizar y vivir la fe, cada uno a su modo. De hecho, cada movimiento cuenta con su método propio de iniciación y crecimiento.
Estando así las cosas, para una parroquia representa un verdadero error pastoral oponerse a los movimientos o apoyar solamente a los que gozan de la propia simpatía, excluyendo a los demás. Lo mejor es dejar que el Espíritu actúe con toda libertad.
Planeación pastoral
De todos modos, los movimientos con sus carismas no son suficientes para poner una parroquia en condiciones de ofrecer a todos los feligreses de buena voluntad la posibilidad de una auténtica vida de fe. De esto se tiene que interesar la institución como tal.
¿Cómo proceder, entonces? Organizando una verdadera planeación pastoral, con objetivos precisos y estrategias bien articuladas, que suponen siempre un exhaustivo análisis de la realidad, vista a la luz de la Palabra de Dios.
Solamente así se puede ver cómo llegar a todos, saliendo así del estado de postración en que se vive actualmente, entreteniéndose en cualquier cosa con tal de sacar lo necesario para los frijolitos de cada día. Otro detalle muy importante: que el análisis de la realidad se enfoque esencialmente a la situación religiosa del pueblo, no tanto al aspecto económico, político y social, como se ha hecho normalmente. En este caso, se quieren quemar etapas, al pretender un cambio social sin una base firme, que puede ofrecer solamente el Evangelio.
Al constatar el estado de descomposición en que, en muchos lugares, se encuentra actualmente nuestra sociedad (secuestros, narcotráfico, trata de personas, abusos sexuales, maltratos, torturas, evasión fiscal, corrupción, etc.), me pregunto: “¿Acaso los responsables de todos estos desórdenes no son católicos, regularmente bautizados, confirmados y casados por la Iglesia? ¿Para qué les sirvieron, entonces, los sacramentos que recibieron, confiando esencialmente en la doctrina del “ex opere operato”? ¿Qué tal si los responsables, en lugar de dedicarse a distribuir sacramentos por todos lados, se hubieran preocupado más por formar a verdaderos discípulos de Cristo?”
Primacía de la Palabra de Dios
Evidentemente, para lograr esto, la Palabra de Dios tiene que representar la inspiración fundamental de todo el quehacer pastoral, no las ideas geniales de tal o cual brillante teólogo o pastoralista, que muchas veces bajo un manto de ampulosidad intelectual esconden un espantoso vacío a nivel evangélico.
Por lo tanto, todas las iniciativas pastorales tienen que representar un medio para ayudar a los feligreses a entrar cada día más en el maravilloso mundo de Dios, por medio de su Palabra, sea a nivel de catequesis presacramental, piedad popular, culto, etc.
Que ningún feligrés, que esté en grado de acercarse al texto sagrado, sea privado de un alimento tan precioso en orden a una vida realmente cristiana. ¿Y los documentos de la Iglesia? Pueden ser muy útiles para aclarar ciertos aspectos de la fe y ayudar a crecer a las personas más capaces y comprometidas. De todos modos, tienen la desventaja de ser demasiados, de difícil comprensión para la gente más sencilla y carecer del valor y sabor del texto sagrado.
Diaconado permanente
En un plan de reestructuración general de los ministerios en la Iglesia, sin duda el diaconado permanente representa una pieza clave. ¿Cómo proceder, en concreto?
A continuación, sugiero algunos pasos que se pueden dar para lograr este objetivo:
1. Fijarse en los agentes de pastoral de buen carácter y más comprometidos a nivel de apostolado, formación personal y maduración en la fe.
2. Invitarlos a dar un paso en adelante, participando en cursos de formación y retiros espirituales dentro y fuera de la parroquia.
3. Entre estos, basándose en los hechos, discernir quiénes se consideran idóneos para el diaconado permanente.
4. Hablarles a cada uno de esta posibilidad y ver sus reacciones.
5. Por mientras, concientizar a la comunidad acerca de este proyecto.
6. Elegir a los candidatos para el diaconado permanente, con el visto bueno de la esposa y la respectiva comunidad.
7. Completar su formación. A nivel interno de nuestra comunidad, es suficiente superar satisfactoriamente el Curso Teológico-Pastoral del p. Octavio Díaz Villagrana, fmap, bajo la guía de un padre experimentado. De todos modos, para completar la formación de los candidatos al diaconado permanente, sea a nivel interno que a nivel de diócesis, es necesario tener en cuenta las normas vigentes, establecidas por la autoridad competente.
8. Ordenación diaconal, teniendo en cuenta las normas oficiales de la Iglesia (por lo menos 35 años de edad y 6 años de casado).
Pastoral personalizada
Contando con más personal a disposición, se puede organizar la pastoral de una manera más desahogada, es decir, dedicando a cada actividad, comunidad o persona la atención que se merece.
Se puede dividir la parroquia en sectores, atendido cada uno por un diácono permanente. Lo mismo se puede hacer con las distintas actividades parroquiales: catequesis, pastoral social, pastoral matrimonial, pastoral de enfermos, visiteo de casa en casa, etc.
¿Ordenación sacerdotal?
Por mientras, se puede proceder de esta manera, contando cada presbítero con un buen número de auxiliares: diáconos permanentes, candidatos al diaconado permanente y demás agentes de pastoral, debidamente asesorados y apoyados económicamente según el tiempo dedicado al apostolado y las propias necesidades.
¿Y qué tal si llegara el día en que la autoridad competente diera luz verde para que los casados pudieran acceder al presbiterado? Ya estarían listos los candidatos (diáconos permanentes). Bastaría con completar su formación y contar con la aprobación del pueblo, que los solicitara como presbíteros de la propia comunidad.
CONCLUSIÓN
El tiempo apremia. Más tiempo pasa y más irá aumentado el sentimiento de frustración en que vive gran parte del mundo católico. Por lo tanto, es tiempo de acelerar el paso, empezando por tomar conciencia de nuestra realidad eclesial, que no es tan halagadora que digamos.
¿Recuerdan cuando en el pasado se hablaba tanto del “continente de la esperanza”? Pura demagogia. Hoy nadie se acuerda de aquel slogan, confrontados a una realidad, que cada día se está haciendo más difícil y complicada.
Lo bueno es que aún estamos a tiempo para revertir la situación, siempre que nos decidamos a realizar cambios profundos en las estructuras pastorales de nuestra Iglesia, teniendo en cuenta el Evangelio y la nueva sensibilidad que se ha ido creando en la sociedad.
Entonces, sí que podremos hablar tranquilamente de diálogo ecuménico con quien sea, contando con un catolicismo más preparado y comprometido, con base bíblica y en la línea de las primeras comunidades cristianas.
De ahí la importancia de reestructurar también el ministerio ordenado, aunque esto pueda parecer una blasfemia para ciertas almas piadosas, que, por desconocer las fuentes de nuestra fe, sacralizan tanto la realidad presente que no se atreven ni a pensar en algo mejor, como si las actuales estructuras pastorales fueran inamovibles.
Claro que algo ya se está haciendo en la línea del cambio. Lo que falla en muchos casos es el espíritu que anima las distintas iniciativas. Por ejemplo, supe de una parroquia en que, bajo un manto de apertura, se permite que ciertos laicos más preparados y comprometidos realicen en las capillas y casas particulares liturgias de la Palabra, siempre que los solicitantes con anterioridad hayan cumplido con el pago de las cuotas correspondientes y sin que el encargado de la celebración perciba alguna gratificación por su servicio. Como se ve, un truco más para el aumento de las entradas, explotando la buena fe de los feligreses y la generosidad de algún agente de pastoral.
Por otro lado, no hay que olvidar que cada comunidad cristiana auténtica tiene que ser regida por un presbítero y no por un simple “celebrador de la Palabra”, con el riesgo de que la Iglesia se vaya cada día más“protestantizando”. De hecho, cuando alguien de un pueblito se traslada a la ciudad o sale del país, fácilmente se deja atrapar por un no católico, al notar como su celebración del culto es muy parecida a la que se hacía en su localidad.
¿Qué pasa cuando un enfermo de cáncer no sabe que está enfermo y se porta como si nada? Que la enfermedad avanza y, cuando se da cuenta, ya no puede hacer nada, puesto que ya el cáncer invadió todo el cuerpo. Lo mismo puede pasar con nosotros, a nivel individual y también a nivel comunitario.
¿Acaso no tienen razón los médicos, cuando, para evitar sorpresas desagradables, aconsejan una revisión periódica del propio estado de salud? ¿Qué estamos esperando, entonces, para meter manos al arado y empezar a examinar el estado de salud de nuestras comunidades cristianas? ¿Acaso le tenemos miedo a las sorpresas desagradables? ¿Por eso preferimos la política del avestruz, que pone la cabeza bajo la arena, para no ver la realidad que lo rodea?
Acuérdense, más tiempo pasa y peor se van a poner las cosas. Manos a la obra, entonces, en búsqueda de un “Un Nuevo Modelo de Parroquia”, soñando, analizando, ensayando y comunicando los propios avances. ¿Quién quita que con eso logremos dar algún paso en adelante bastante significativo, que pueda resultar de inspiración para otros?
En espera de sus aportes, me encomiendo a sus oraciones.
México, D.F., a 10 de mayo de 2015,
Día de la Madre.
P. Flaviano Amatulli Valente, fmap
Superior General