Homilías que no hay que hacer
(La Comunidad Eclesial se lo agradecerá)
La palabra "homilía" se deriva de la palabra griega homilia (de homilein), la cual significa tener comunión o tener interacción con una persona.Y en la Instrucción General del Misal Romano, aprobada por Juan Pablo II el Jueves Santo del 2000, la homilía, como parte integrante de la liturgia, debe ser un comentario vivo de la Palabra de Dios que ha de ser comprendido como parte integral de la acción litúrgica.
1. Homilía improvisación: es la que el sacerdote prepara cuando se está poniendo el alba, el cíngulo, la estola y la casulla para la santa misa.
2. Homilía libresca: homilía con mucho sabor a libro y escritorio; homilía académica, marmórea…pero carente de corazón y de conocimiento de los oyentes.
3. Homilía arqueológica: homilía donde el predicador quiere siempre incursionar en detalles secundarios sobre los fariseos, esenios, dracmas, estadios, hora sexta, atrio, pozo…No explica el mensaje de Dios sino curiosidades periféricas.
4. Homilía romántica que quiere arrancar lágrimas, sonrisas y azúcar en el oyente, a base de exclamaciones, interjecciones, gritos, lenguaje paternalista con adjetivos tiernos, diminutivos o aumentativos.
5. Homilía demagógica que a base de palabras y más palabras para quedar bien con el público, traiciona tanto el mensaje evangélico como al destinatario, agrandando o empequeñeciendo, desfigurando y distorsionando la doctrina de Cristo.
6. Homilía literaria: más que una predicación sagrada es un ejercicio literario o poético.
7. Homilía antológica: la homilía se convierte en una oportunidad para recordar y sacar a colación todas las frases, sentencias, textos, poesías, definiciones que el predicador aprendió de memoria o que tenía en sus archivos.
8. Homilía molusco: invertebrada, blandengue, gelatina escurridiza, sin argumento, sin contenido, sin tema. No termina un tema cuando comienza otro.
9. Homilía ladrillo: sólo ideas sin relación con la vida de los oyentes. La homilía tiene que llegar, por así decir, a la cocina de esa mujer de casa, al puesto de trabajo de ese buen padre de familia, a los pupitres de ese estudiante…Esta homilía-ladrillo no llega.
10. Homilía espagueti: se enrolla y se enrolla sobre el mismo asunto, aburriendo a los oyentes y haciéndoles bostezar.
11. Homilía cursillo: trata muchos temas sin concretar ninguno.
12. Homilía repetición del evangelio: No sabe sacar un mensaje de ese evangelio para sus oyentes, y lo único que hace es repetir lo que se leyó en el evangelio. ¿Será posible que el predicador sea incapaz de zurcir una homilía jugosa con una sola idea bien expresada? ¡El oyente no es tonto, por favor!
13. Homilía técnica: usar todo el tiempo lenguaje teológico que la gente no entiende (metanoia, kénosis, anáfora, parusía, epifánico, histérico, pneumático, mistagogo, escatología, transubstanciación,…). La homilía no es una clase de teología, sino una conversación cordial con sus oyentes y parroquianos.
14. Homilía callejera: el predicador salpica todo el tiempo con jerga vulgar y chocarrera. Así se rebaja la palabra de Dios, la dignidad del profeta y la dignidad de los fieles que san Pablo llama “santos en el Señor”. El predicador no debe nunca rebajarse, pues está hablando en nombre de Cristo y de la Iglesia.
15. Homilía de mal piloto: el predicador no sabe despegar ni aterrizar, y da vueltas y más vueltas y nunca termina. “Y ya para terminar”…y vuelve a subir a las nubes…”y ya para terminar”…y vuelve a subir. Termine y punto, por favor.
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Yo añadiría algunas más:
16. Homilía platónica, espiritualista y desencarnada: El predicador no interpela; no habla de los problemas cotidianos de la comunidad local. No hay empatía con la comunidad ni cercanía de la realidad social.
17. Homilía intelectualoide o "Teologista" e "Ideologista": El predicador todo lo racionaliza e ideologiza (muy jesuítico).
18. Homilía sin Unción, sin Espíritu, sin Fe, sin entrañas de Misericordia.
VER+:
La vía de una mística (en una cristología desde arriba) insistir en la gratuidad, es decir, en la acción previa de Dios que nos ama libremente, aun cuando no estemos preparados ni seamos dignos de ello, si acogemos su gracia en el momento propicio.
Y la vía ascética -racionalista, intelectualista- (en una cristología desde abajo) poner más énfasis en la preparación y dignidad de las personas para que la gracia de Dios llegara hasta ellos.
La ascética busca más seriedad e impone condiciones para que el sujeto viva y se comporte de una manera digna de la gracia. Hablan de amor pero sin afecto, hay que hacer comunidad pero sin cariño ni muestras especiales de ello, hay que ser espontáneos pero en un contexto muy regulado. Mientras una tendencia parece exagerar la alegría de la gratuidad; la otra no acaba de eliminar la tristeza de la culpabilidad, aun sintiéndose salvado. Se habla de gracia pero era una gracia cosificada que se podía merecer, ganar, perder, recobrar, calcular y exigir. Todo el peso de la salvación recayó en el sujeto y en sus obras, con lo que el cielo, para llegar a él, había que ganarlo a pulso. Con ello se perdió la gratuidad de la salvación en Cristo Jesús y desde entonces en vez de invocar al Espíritu Santo se invocaba al esfuerzo de la propia voluntad.
"He estado durante muchos años hablando y tratando de convencer a la gente y me parecía lo más lógico: un predicador debe convencer. Pues no, la predicación no va de eso. Lo aviso por si alguno de los nuevos evangelizadores que se preparan para esta cruzada que se avecina se siente tentado de caer en los mismos errores. La nueva evangelización no debe de ir en la línea del convencimiento porque será un fracaso.
Uno de los peligros que nos pueden acechar ante la nueva evangelización es el de fiarse de nuestra formación y confiar demasiado en ella preparándonos únicamente en esa línea. Hoy todo el mundo es muy listo y muy intelectual, todo el mundo tiene su filosofía y su pensamiento, cada uno tiene su visión de las cosas. Si nuestra palabra es una visión más de la vida y del mundo a lo más que podamos llegar es a hacer propaganda de nuestra empresa. No se trata, pues de convencer, sino de quebrantar corazones, al estilo de Domingo, por efecto de la palabra y por la fuerza y el poder del Espíritu.
El gremio de los moralistas, muy abundante entre nosotros, protesta por esta gratuidad de la salvación porque están acostumbrados a ganarse el cielo por sí mismos. El problema es que así destruimos el cristianismo. En este mundo no tenemos experiencia de gratuidad porque nada, ni el amor de una madre es gratuito, pero tenemos que pedir esa luz para poder vivir esa gratuidad. De lo contrario, como dice San pablo, hacemos inútil a Jesucristo. Es hora de que los jóvenes en nuestras iglesias empiecen a oír otras cosas aunque permanezcan en sus vicios".
Volvemos a entender que el amor de Dios no consiste en que nosotros amemos a Dios sino en que es él el que nos ama primero (1Jn 4, 10). O como dice Santo Tomás de Aquino: “Nadie es bueno por amar a Dios, sino que es Dios, al amarnos, el que nos hace buenos”.
Ahora, ante la nueva evangelización, debemos de estar atentos a la teología de base que se quiera proponer. Si, como digo, volvemos a insistir en las obras, si el centro de la evangelización es el pecado y cómo librarnos de él, erraremos totalmente el camino. Por el contrario, si nos centramos en la acción previa de Dios, realizada en Cristo, que nos ama, nos busca y nos recrea, reconstruye y rehabilita, entonces evangelizaremos sobre roca firme bajo el primado del amor.
Resumen
1) La salvación es obra de Dios. En el cielo sólo existirá su gloria.
2) Hay que admitir la premoción en todos los actos tanto físicos como espirituales. La acción previa de Dios es condición para que algo se mueva.
3) La salvación se realiza mediante Jesucristo Dios y hombre a un mismo tiempo.
4) Dicha salvación se realiza en la humanidad de Jesucristo,
5) en su cuerpo de carne.
6) La alianza definitiva por la que Dios nos salva se basa en la sangre de Cristo. Lo realizamos sacramentalmente en la eucaristía.
7) Dicha salvación es gratuita, no se debe a los méritos ni a preparación alguna por parte del hombre. La experimentan los sencillos de corazón.
8) El Espíritu Santo que recibimos por medio de Cristo nos hace entender estos misterios y nos eleva al nivel del don que es el de la santidad.
9) Ninguna virtud humana ni siquiera las dotadas de gracia infusa, pueden acceder al nivel del don. La virtud siempre obrará al modo humano mientras que en los dones la modalidad de sus actos es ya divino.
10) Dios al infundirnos la gracia nos hace libres porque nos hace desear nuestro bien al que nunca accederíamos sin ella. Sin la acción de Dios nunca seríamos libres.
En esa acción libre bajo la gracia encontramos nuestra más honda verdad y la plenitud de nuestra humanidad. Ahí es donde descubrimos la vocación a la que nos llama el Señor en la vida. De ella brotan nuestras obras y compromisos.
(Chus Villarroel)
*VER
MISA SIN MUSA
La obsesión por la “ortodoxia” ha preparado unos presbíteros que saben muy bien lo que no pueden decir, pero no saben qué decir. Las ayudas en forma de materiales distribuidos en librerías o por Internet son insuficientes:
la predicación deriva en un moralismo farragoso carente de toda experiencia espiritual. Y entonces se acuerda uno de la profecía que hizo años atrás el mayor teólogo católico del siglo XX (Karl Rahner): “El cristiano del siglo XXI será un místico o no será cristiano, es decir, habrá experimentado algo o no será cristiano”. Así estamos: tendremos quizá mucha ortodoxia pero no es la ortodoxia de la fe, sino la ortodoxia “del partido”.
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