de la inminencia de la llegada del Reinado Eucarístico:
LOS MIL AÑOS.
La humanidad verá la Nueva Civilización del Amor, y en ella habrá un solo Rebaño y un solo Pastor.
El objeto inmediato de toda exhortación a la conversión es la llegada del tiempo de los tiempos, o sea, el final del tiempo de las naciones y el alborear de los Tiempos Mesiánicos, es decir, la última etapa de la historia de la salvación, denominada "Cielos Nuevos y Tierra Nueva" o "Reino de la Divina Voluntad". A darle la vuelta al corazón al mundo, al griterío confuso y sensacionalista de los medios de comunicación, a la agenda turbulenta y demoniaca de la Organización de las Naciones Unidas. Porque la gran primicia es el estertor de la estipe de Belial y el pronto triunfo del linaje de la Mujer vestida del Sol. Justamente, conversión y alegría van juntos. Porque es comprometerse en la victoria del Corazón Inmaculado de María sobre el Gran Dragón, con todas nuestras posibilidades.
Un gran éxodo espiritual, que se va a realizar bajo la guía de un Nuevo Gran Pentecostés Universal y para el cual hay que predisponer el corazón. Una Venida Intermedia del Señor que liberará la faz de la tierra de la iniquidad de la Gran Babilonia. Aunque no tenemos un taxímetro divino del tiempo; si bien, calculamos los días y los años, pero nuestros cálculos resultan siempre cortos de miras; de hecho, nuestro cronómetro no es el del Altísimo, y así para Dios mil años son como un día, por eso algunos hablan con un tono de superioridad y de sarcasmo del retraso de la Hora de Dios, de una espera ingenua del Advenimiento del Señor; no obstante, la Precursora de la Nueva Venida de su Hijo Jesús está avisando de la inminencia de la llegada del Reinado Eucarístico.
De ahí que, está alentando a que estemos en gracia, intachables e irreprochables cuando acontezca la Parusía. Precisamente, la Reina de Todos los Santos insta en sus incontables mariofanías a la penitencia, al sacrificio, a la oración, a la práctica sacramental, a la adoración eucarística, en una palabra a la santidad. El mensaje de la Reina de los Profetas habla de un futuro que está próximo, en el que la humanidad verá la Nueva Civilización del Amor, y en ella habrá un solo Rebaño y un solo Pastor. El Pueblo de la Resurrección pastoreado por Jesús Sacramentado. El Pueblo de la Pascua de los Nuevos Tiempos apacentado por la Voluntad de Dios. Por esta razón, María nos urge a la santidad.
¡LA ERA DE LOS MIL AÑOS DE PAZ!
Era de Gran Santidad y Triunfo para la Santa Iglesia, pero no sin pasar primero por la Gran Tribulación y Persecución del Fin de los Tiempos; sufrimiento y conflicto devenido por la impostura religiosa del Anticristo. En esta Era de Paz se dará el Reinado de Cristo que será un Reinado Eucarístico, donde Jesús Sacramentado será reconocido, amado y adorado como hasta ahora nunca lo ha sido ¡Esta Era de Paz será una etapa preparación para Regreso Final en Gloria de Jesús el Señor!
Con esa determinación, la alegría del Señor se transparentará en nuestras vidas, alcanzará su plenitud con la entronización del Santísimo Sacramento del Altar en los Tiempos Mesiánicos, los tiempos de la plenitud terrena del Reino de Dios en la historia universal; donde la sociedad profesará públicamente su veneración y obediencia a Cristo Rey.
Al respecto, el papa Pío XI declaró:
no sólo declaramos el sumo imperio de Jesucristo sobre todas las cosas, sobre la sociedad civil y la doméstica y sobre cada uno de los hombres, más también presentimos el júbilo de aquel faustísimo día en que el mundo entero espontáneamente y de buen grado aceptará la dominación suavísima de Cristo Rey.
El Papa Pío XII afirmó:
Nos queremos proclamar muy alto nuestra certeza de que la restauración del Reino de Cristo por María no podrá dejar de realizarse. ¡Oh soberana de los ángeles y reina de la paz, que por vuestra poderosa intercesión y vuestro auxilio constante se realice por fin el Reino de Cristo.
Es más, el Venerable Pío XII en una alocución aseveró:
El triunfo definitivo de la fe cristiana tal vez os parezca lejano todavía, pero sabéis que es necesario traer una a una, las piedras de la Ciudad Santa, que reunirá un día a todos los hijos del Padre en el gozo y el amor. Lenta, pero seguramente, la construcción crece: lejos de abandonarnos a la duda o al pesimismo, recordad las promesas del Señor, la de su asistencia indefectible, también la de su advenimiento.
Cuando uno considera el testimonio a favor de una futura era de paz y santidad universal de las enseñanzas de los apóstoles, padres, doctores y místicos, la evidencia a su favor parece aplastante. Una posición que no es
milenarismo y suele a veces confundirse con él; fue sostenida por algunos santos, padres y hoy día, por no pocos teólogos y exégetas; esta sentencia consiste básicamente en poner cierto lapso de tiempo, más o menos largo, y en esto reina ingente variedad, entre el desastre del Anticristo y la Segunda Venida de Cristo, un tiempo indeterminado en que la iglesia vivirá su máxima difusión, santidad y gloria en todo el mundo.
Existe una verdadera alergia anti-milenarista anti-apocalíptica y anti-profética que por prejuicios e ignorancia, algunos despistados impugnan; esto es debido a que algunos confunden, lamentablemente, los Últimos Tiempos con el Fin del Mundo.
Los Últimos Tiempos, según la biblia, son caracterizados por la falta de fe y son los últimos de la Era Mesiánica, los que pudiéramos denominar tiempos de incredulidad, tiempos donde tendrá lugar el Juicio de las Naciones, o un gran castigo sobre el mundo, el cual anuncian, con frecuencia a los profetas, por vivir los hombres alejados de Dios y a espaldas del Evangelio de Cristo, de este castigo saldrá el mundo purificado y, a esta purificación ha de seguir una época de Paz Admirable y de Santidad en el que Cristo ha de reinar en todas las naciones; teniendo entonces, la Iglesia un triunfo glorioso.
La visión de los padres de la Iglesia sobre el destino histórico del ser humano y de la Nueva Época de Paz y Santidad está articulada en la petición central del Padre Nuestro: "VENGA TU REINO, HÁGASE TU VOLUNTAD ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO".
Pero, antes la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes, la persecución que acompaña a su peregrinación sobre la Tierra, y que como afirma el catecismo de la Iglesia Católica desvelará el misterio de iniquidad, bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la Verdad, la impostura religiosa del Anticristo.
Cristo reinará gloriosamente sobre la tierra, no físicamente, sino en la Eucaristía, habrá un florecimiento del Reino de Cristo sobre la tierra, el cual permanecerá por un periodo de tiempo durante los cuales Cristo reinará en la Eucaristía.
Mil años de Paz
"Al instante caí en éxtasis. Vi que un trono estaba erigido en el cielo, y Uno sentado en el trono. El que estaba sentado era de aspecto semejante al jaspe y a la cornalina; y un arcoíris alrededor del trono, de aspecto semejante a la esmeralda. Vi veinticuatro tronos alrededor del trono, y sentados en los tronos, a veinticuatro Ancianos con vestiduras blancas y coronas de oro sobre sus cabezas. Del trono salen relámpagos y fragor y truenos; delante del trono arden siete antorchas de fuego, que son los siete Espíritus de Dios.
"Delante del trono como un mar transparente semejante al cristal. En medio del trono, y en torno al trono, cuatro Vivientes llenos de ojos por delante y por detrás. El primer Viviente, como un león; el segundo Viviente, como un novillo; el tercer Viviente tiene un rostro como de hombre; el cuarto viviente es como un águila en vuelo. Los cuatro Vivientes tienen cada uno seis alas, están llenos de ojos todo alrededor y por dentro, y repiten sin descanso día y noche: «Santo, Santo, Santo, Señor, Dios Todopoderoso, "Aquel que era, que es y que va a venir»".
Y cada vez que los Vivientes dan gloria, honor y acción de gracias al que está sentado en el trono y vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro Ancianos se postran ante el que está sentado en el trono y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y arrojan sus coronas delante del trono diciendo:
«Eres digno, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque tú has creado el universo; por tu voluntad, no existía y fue creado»." Ap 4, 2-11
"Después miré y había una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y el Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y gritan con fuerte voz:
«La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero». Y todos los Ángeles que estaban en pie alrededor del trono de los Ancianos y de los cuatro Vivientes, se postraron delante del trono, rostro en tierra, y adoraron a Dios diciendo: «Amén. Alabanza, gloria, sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza, a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén». Uno de los Ancianos tomó la palabra y me dijo: «Esos que están vestidos con vestiduras blancas ¿quiénes son y de dónde han venido?». Yo le respondí: «Señor mío, tú lo sabrás». Me respondió: «Esos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la sangre del Cordero. Por esto están delante del trono de Dios, dándole culto día y noche en su Santuario; y el que está sentado en el trono extenderá su tienda sobre ellos. Ya no tendrán hambre ni sed; ya no les molestará el sol ni bochorno alguno. Porque el Cordero que está en medio del trono los apacentará y los guiará a los manantiales de las aguas de la vida. Y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos»." Ap 7, 9-17
"Luego vi a un Ángel que bajaba del cielo y tenía en su mano la llave del Abismo y una gran cadena. Dominó al Dragon, la Serpiente antigua - que es el Diablo y Satanás - y lo encadenó por mil años. Lo arrojó al Abismo, lo encerró y puso encima los sellos, para que no seduzca más a las naciones hasta que se cumplan los mil años. Después tiene que ser soltado por poco tiempo. Luego vi unos tronos, y se sentaron en ellos, y se les dio el poder de juzgar; vi también las almas de los que fueron decapitados por el testimonio de Jesús y la Palabra de Dios, y a todos los que no adoraron a la Bestia ni a su imagen, y no aceptaron la marca en su frente o en su mano; revivieron y reinaron con Cristo mil años. Los demás muertos no revivieron hasta que se acabaron los mil años. Es la primera resurrección. Dichoso y santo el que participa en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene poder sobre éstos, sino que serán Sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con él mil años. Cuando se terminen los mil años, será Satanás soltado de su prisión y saldrá a seducir a las naciones de los cuatro extremos de la tierra, a Gog y a Magog, y a reunirlos para la guerra, numerosos como la arena del mar. Subieron por toda la anchura de la tierra y cercaron el campamento de los santos y de la Ciudad amada. Pero bajó fuego del cielo y los devoró. Y el Diablo, su seductor, fue arrojado al lago de fuego y azufre, donde están también la Bestia y el falso profeta, y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos." Ap 20, 1-10
«Más allá de la tristeza y de los castigos sumamente probables hacia los cuales caminamos, nos esperan los resplandores sacrales de la aurora del Reino de María: Por fin mi Inmaculado Corazón triunfará. Es la perspectiva grandiosa de la victoria universal del corazón regio y materno de la Santísima Virgen. Es una promesa tranquilizante, atrayente y, sobre todo, majestuosa y entusiasmante».
El triunfo del Inmaculado Corazón de María, ¿qué puede ser, sino el reinado de la Santísima Virgen, previsto por San Luis María Grignion de Montfort? Y este reinado, ¿qué puede ser, sino aquella era de virtud en que la humanidad, reconciliada con Dios, en el regazo de la Iglesia, vivirá en la tierra según la Ley, preparándose para las glorias del Cielo?.
Para lograr ese grado de santificación y renovación de su Esposa Mística, el Señor realizará a favor de la humanidad algo análogo a lo que les sucedió a los discípulos en los días posteriores a la Pascua de Resurrección: les abrirá el espíritu para entender las Escrituras (cf. Lc 24, 45). Se desvelará entonces el Secreto de María, que consiste en una verdad conocida, pero no enteramente comprendida y amada.
«Me da la impresión, no puedo estar seguro, de que el Secreto de María será una luz nueva sobre una verdad ya manifestada, pero cuya interpretación saltará a los ojos particularmente en esa época de la Historia. Tal verdad, contenida en la Revelación oficial, se referiría a la propia esencia de Dios y, a partir de ella, a las relaciones de Dios con la Virgen, con la Iglesia y con todas las almas. En consecuencia, las relaciones de los hombres con el universo —en el ámbito cultural, político, social y económico— estarían condicionadas a fondo por ese dato nuevo, sobre el cual incidiría una luz especial».
Por una acción de la gracia, esa cognición irá acompañada de una añadidura de amor, devoción y piedad para con Ella, que redundará, conforme indica el Dr. Plinio, en «una cierta unión de pensamientos y canales con María y, por Ella, con Jesús, que ahora no entendemos cómo serán. Se trata de algo sublime y misterioso. El Secreto de María no se limitará, sin embargo, a la simple asimilación de una verdad, aunque sea necesaria, porque no se ama lo que no se conoce. La clara noción con respecto a Nuestra Señora producirá en los corazones un efecto similar al experimentado por los discípulos de Emaús al oír las enseñanzas del divino Maestro: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?» (Lc 24, 32).
De esas gracias surgirá una nueva civilización
La plena revelación de ese secreto abrirá las mentes y los corazones a dos aspectos específicos de la Virgen. Por una parte, se verificará una enorme profundización en la comprensión de las relaciones de Ella con la tres Personas divinas, como mencionamos más arriba. A la luz de esa convivencia, la interrelación entre las almas adquirirá tal proporción que, como explica el Dr. Plinio, «se establecería una especie de paz y de tranquilidad entre los hombres, que daría lugar a una nueva civilización»
Y, de modo especial, «se inauguraría una relación con los Corazones de Jesús y de María, marcada por una nota de intimidad que antes no existía».
Por otra parte, en virtud de un desarrollo teológico favorecido por gracias insignes y, quizá, por dones místicos, quedará patente la mediación universal de la Virgen Santísima y su papel en la salvación de los hombres, poniendo de relieve la súper excelencia de su santidad. Como corolario, se hará luz sobre el enigmático proceso revolucionario y los falsos profetas que lo sustentan, los cuales envolvieron en tinieblas a la propia Iglesia.
Señala aún el Dr. Plinio que «esa nueva comprensión les abriría a los hombres tal amplitud de gracias, le daría un carácter tan filial y, al mismo tiempo, tan humilde al vínculo con Ella, que elevaría el nivel de la piedad de los fieles y, a fortiori, del clero a una altura sólo vagamente presentida por los siglos anteriores. Así, llegado el momento de la revelación del Secreto de María, nuestras esperanzas de santidad se multiplicarán por un millón».
Como resultado, el bien será exaltado como nunca y el mal execrado hasta sus últimas consecuencias. A medida que esa bendecida era progrese y se acerque a su apogeo, estarán asentadas las bases para que el honor debido al Creador sea dado por completo y, así, se pongo un glorioso término a la Historia.
El Reino de María será una época en que la unión de las almas con Nuestra Señora alcanzará una intensidad sin precedentes en la Historia. ¿Cuál es la forma de esa unión en cierto sentido suprema? No conozco medio más perfecto para enunciar y realizar esa unión, que la Sagrada Esclavitud a Nuestra Señora, como es enseñada por San Luis María Grignion de Montfort en el "Tratado de la Verdadera Devoción".
(PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA. Extraído, con adaptaciones, de: «Maria Santíssima! O Paraíso de Deus revelado aos homens». São Paulo: Arautos do Evangelho, 2020, v. III, pp. 59-67; 117-129).
"En el Reino de la Virgen los hombres participarán en un grado altísimo del amor que une el Divino Espíritu Santo a Nuestra Señora. Según la expresión de San Luis Grignon de Montfort, 'las almas respirarán María', o sea, se sentirán el blanco del inconmensurable y gratuito amor de Ella y en consecuencia la amarán con confianza, arrebatamiento y cariño. De ese afecto inefable nacerá un discernimiento de los espíritus mutuo, mediante el cual contemplarán unas en las otras el aspecto específico de la Madre de Dios que están llamadas a reflejar. De ese modo, toda la sociedad será elevada a un nuevo nivel de vida sobrenatural.
En el conjunto de la opinión pública refulgirá a imagen y semejanza de Jesús, por la Mediación Universal de María, llevada a la cumbre de la perfección la esclavitud marial configura al esclavo con su Señora, tornándolo uno con Ella. Así, a través de la consagración a Jesús por medio de Su Madre, el espíritu de María será transmitido con tal eficacia que transformará una generación quebrada por la Revolución en la fina punta de la santidad, de la nobleza y la combatividad.
Será el reinado de la clemencia, de la piedad y de la dulzura de Nuestra Señora, la era histórica en la cual el espíritu de Ella estará presente en cada criatura y su amor cubrirá, como una niebla blanca y discreta, toda la tierra.
Durante el Reino de María se respirará el suave perfume de la presencia y de las virtudes de la Reina Celestial, quiera en las almas y los ambientes, quiera en las costumbres y hasta en la civilizaciones.
Ella se mostrará y se entregará por entero, como jamás lo hizo. Habrá un momento en que cada uno de los hijos y esclavos de Ella la verá como que transfigurada delante de sí y experimentará torrentes de amor y de misericordia que emanan de su Corazón. Todo quedará limpio, perdonado y restaurado. El Reino de María, realización máxima del Reino de Cristo, estará fundado en las almas". (María, el Paraiso de Dios Revelado a los Hombres. Parte 3. Edit. Edetrice Vaticana. Monseñor Juan Cla Dias)
El mejor vino llega al final
Así, si Dios realizó cosas tan extraordinarias en el pasado, seguro que también las hará en el futuro, y cosas aún mayores. Haciendo una interpretación de carácter sobrenatural de toda esta perspectiva histórica, podemos afirmar que, después de haber sido muy derrotado y muy aplastado, el bien resurgirá con nuevo vigor.
Alguien podría objetar haciendo una pregunta: ¿cómo se prueba que el Reino de María es irreversible?
Respondemos con la lógica de la fe: el mal tiene que llegar a su paroxismo, igual que el hijo pródigo del Evangelio, que tuvo que llegar a comer las bellotas de los cerdos (cf. Lc 15, 16) para caer en sí y volver a la casa de su padre, a la verdad de la Fe.
El mismo Evangelio nos enseña que «si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto» (Jn 12, 24). Existe, por lo tanto, un dinamismo misterioso de la Divina Providencia, por el cual es preciso que el fruto se descomponga y muera para que la semilla sea liberada. De forma análoga, es necesario que el ciclo de la decadencia del mundo moderno llegue a su fin y se destruya a sí mismo, como la enfermedad, que desaparece llevando al enfermo a la muerte: enfermedad y muerte acaban juntas.
Además, fue María Santísima quien, en las Bodas de Caná, obtuvo de Nuestro Señor el milagro de la transformación del agua en vino. Y si bien es cierto que el mayordomo le dice al novio que había guardado el mejor vino hasta el final (cf. Jn 2, 9-10), bien podemos exclamar encantados, llenos de alegría y gratitud hacia Nuestro Señor: «Habéis dejado vuestras mejores gracias y vuestros mejores favores para el final de la Historia del mundo». El episodio de las Bodas de Caná, es decir, el primer signo de Jesús hecho a ruegos de María, es la expresión más clara del Reino de María. Este Reino será el vino nuevo de una nueva sociedad que surgirá. Para usar una bella metáfora del Dr. Plinio, será como «un lirio nacido en el lodo, durante la noche y bajo la tempestad», también a ruegos de Aquella que es la Reina del Cielo y de la tierra.
Será una nueva era histórica en quela gracia habitará en el corazón de la mayoría de los hombres, que serán dóciles a la acción del Espíritu Santo a través de la devoción a María: «Se verán cosas maravillosas en este lugar de miseria, en donde el Espíritu Santo, hallando a su Esposa como reproducida en las almas, llegará a ellas con la abundancia de sus dones y las llenará de ellos, pero especialmente del don de su sabiduría, para obrar maravillas de la gracia». Será un tiempo feliz, un «siglo de María en que muchas almas escogidas y obtenidas del Altísimo por medio de María, perdiéndose ellas mismas en el abismo de su interior, se transformarán en copias vivas de María para amar y glorificar a Jesucristo».
Sin embargo, ¿cómo se va a realizar todo esto en nuestro mundo, que vemos en un estado tan lamentable? Es que nos resulta difícil imaginar una época en la que reine entre los hombres la virtud y la aspiración a la santidad…
Caerá sobre la tierra una lluvia del fuego abrasador del Espíritu Santo que transformará las almas, como ocurrió con los Apóstoles (cf. Hch 2, 3), que estaban reunidos en el Cenáculo con María Santísima después de la Ascensión de Jesús (cf. Hch 1, 14), en los comienzos de la Iglesia naciente. De medrosos y cobardes durante la Pasión de Nuestro Señor, se convirtieron en héroes de la fe, sin miedo y dispuestos a todo, para ir por todo el mundo y predicar «el Evangelio a toda la Creación» (Mc 16, 15). Por lo tanto, podemos decir con San Luis Grignion que la vida de la Iglesia es un Pentecostés prolongado, en que el Reino del Espíritu Santo se suma al Reino de Cristo, igual que éste se sumó al Reino de Dios Padre. Y en este Reino predicho por él, la sociedad temporal crecerá tanto en dignidad que los hombres, aunque vivan en esta tierra de exilio, serán semejantes a los habitantes del Cielo.
La realidad de los hechos nos demuestra que la sociedad moderna es como un edificio en ruinas, especialmente si se compara con la época en que «la filosofía del Evangelio gobernaba los Estados», según palabras de León XIII en su encíclica Immortale Dei. No obstante, lo cierto es que la restauración de estas ruinas será gloriosa, porque el Reino de María será la plenitud del Reino de Nuestro Señor Jesucristo, ya que la devoción a Nuestra Señora es la devoción, la misericordia y el amor de Nuestro Señor elevados hasta la más alta perfección.
Pero no será tan sólo un periodo en que la filosofía del Evangelio gobernará a los pueblos; yendo aún más lejos, será la edificación de la Ciudad de Dios descrita por San Agustín, en la que la cultura, la civilización, el Estado y la familia, en fin, todos los elementos que constituyen la vida en este mundo vivirán del amor a Dios.
San Bernardo dice, con toda hermosura, que Nuestra Señora, por ser «la Reina del Cielo, es misericordiosa. Y, sobre todo, es la Madre del Hijo único de Dios. Esto es lo que nos convence de que su poder y ternura son ilimitados; ¿y vamos a poner en duda el honor que el Hijo de Dios tributa a su Madre?» Así, esta nueva era histórica se llamará, con toda propiedad, Reino de María, precisamente porque las gracias que recibirá la Iglesia vendrán por medio de Aquella que es la Medianera de todas las gracias. Y será realmente necesario que la devoción a Nuestra Señora sea plena, como lo dijo en Fátima,que ésa es la voluntad de Dios, para que llegue el triunfo de su Inmaculado Corazón. Ahora bien, cuando la devoción a Ella es plena, es porque Ella está reinando y es Reina en el sentido más excelso; por lo tanto, es el Reino de María. En consecuencia, el Reino de María será la gloria de Dios, la de su Madre Santísima y la de la Santa Iglesia Católica; a decir verdad, será un esplendor tal de la luz de la virtud que sobrepujará todo el dominio que han tenido las tinieblas de esta época en que vivimos: «Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia» (Rom 5, 20). Ese Reino conllevará una reparación de todo el mal practicado en el pasado, y especialmente en nuestros días, realizando, por fin, la voluntad de Dios en la tierra como en el Cielo. Monseñor Juan Cla Dias ¡Por fin mi Inmaculado Corazón triunfará! Heraldos del Evangelio Guatemala 2017 pp. 115 ss
Pero mientras pensaba esto, me dije: “¿Pero quién sabe quién verá cuándo vendrá este Reino del Fiat Divino? Oh! qué difícil parece ". Y mi amado Jesús, haciéndome su breve visita, me dijo: "Mi hija, y sin embargo, vendrá. Mides al humano, los tiempos tristes que involucran a las generaciones actuales, y por lo tanto te parece difícil. Pero el Ser Supremo tiene medidas divinas que son tan largas, que lo que es imposible para la naturaleza humana, es fácil para nosotros... Entonces Dios enviará un viento impetuoso, que será tan fuerte que los hombres se dejarán transportar por las corrientes del viento que purificará el aire malsana del querer humano y convertirá todas las cosas tristes de estos tiempos en un montón y las diseminará como polvo levantada por un viento impetuoso. El viento de Dios será tan fuerte, impetuoso y operante que no será fácil resistirle, sobre todo porque sus olas serán llenas de gracias, luz, amor que llenarán las generaciones humanas y ellas se sentirán transformadas. ¿Cuántas veces un viento fuerte arroja ciudades enteras y transporta a los hombres, los árboles, las tierras, las aguas en otros lugares y quizás incluso lejanos, sin que puedan oponerse? Hace mucho más el viento divino, querido, decretado por las tres Personas divinas con su fuerza creadora. Hay que añadir también, sigue subrayando Jesús, la intervención de la Reina del Cielo que, con su imperio, reza constantemente para que llegue el Reino de la Divina Voluntad en la tierra, un Reino que se llamará el Reino de la Emperatriz Celestial. Actuará como una reina entre sus hijos en tierra, pondrá a su disposición sus mares de gracia, santidad, potencia, pondrá en fuga a todos los enemigos, crecerá a sus hijos en su seno, los esconderá en su luz, llenándolos con su amor. Dará gracias nunca oídas, nunca vistas, milagros que sacudirán los Cielos y la tierra. Tendrá campo libre para formar el Reino de la Divina Voluntad en la tierra. Será la guía, el verdadero modelo, será también el Reino de la Soberana Reina Celestial. Jesús desea tanto el adviento de esta nueva Pentecostés, y entonces las criaturas tomarán su Amor hasta el último centavo y harán cesar su llanto. Serán las almas que vivirán en el Querer Divino que tomarán todo el amor rechazado por las otras generaciones y, con la potencia de la Divina Voluntad creadora, lo multiplicarán al infinito y entonces cesará el sollozo de Dios y sucederá el sollozo de la alegría y el Amor satisfecho les dará a las afortunadas todos los bienes y la felicidad que los demás no quisieron.
El objetivo de nuestra vida es lo de convertirnos en la imagen y semejanza perfecta de Dios, ya en la tierra podemos regresar a las fuentes del Amor Eterno, porque, acogiendo el Espíritu Santo, nos llegamos a ser “amor sobrenatural” y podemos actuar en el Amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Sólo nos queda invocar el Espíritu Santo, para que nos transforme con su acto creador: “Espíritu Santo Amor, Uno y Todopoderoso Señor, danos el Espíritu del Padre y confírmanos en el Amor del Hijo. Ya no te pedimos los siete dones, sino que anhelamos tu presencia dentro de nosotros”.
¡FIAT!
"Una larga y constante experiencia me ha enseñado que la Virgen viene a ser para Dios como una cuarta relación. ¡La Virgen viene a ser para Dios como una cuarta relación! Dios Trinidad incluye, en su íntima familiaridad trinitaria, como una cuarta relación. Incluye en Sí a María. María es comprendida dentro de las relaciones trinitarias. Estamos en el misterio: pero vivido por la Madre Sorazu; y desvelado a ella en la proporción que la Providencia deseó. Poseo al Hijo y a la Madre juntamente, dirá Sorazu por voz del ‘alma’ en el doble coro entre María o Jesús y la oveja interior a la que Ellos guían y apasturan. Y, a Sorazu, dirá la Madre: me gozarás en las corrientes divinas (…) que acompañaré con las efusiones de mi amor. La primera fuente de aquella inclusividad radical no sería la necesidad de Dios para humanarse, sino la gratitud de Dios, es decir, por :simpatía Célica, la infinita Virtud de Dios, Su amante perfección extensa. En retorno del ser temporal que me diste, Madre mía –díceme– extendí a ti mis relaciones divinas. ‘Extiende’, no ‘comunica’ por entero. Se emplean los verbos compartir y transmitir. Se trata de efusiones de mi vida humano-divina que refluye en la tuya ; de soberanas efusiones, (…) corrientes divinas que comunica a la creación por el depósito y canal que forman el Hijo y la Madre. Si puede hablarse de alguna manera, Se dilata y da a Luz, y, a la vez, comprehende y abraza en lo hondo de la Roca, Se profundiza en su ya infinita profundidad, Se contempla en La que se contempla en Él. (Y también desde María pasa la vida a su Hijo como corriente divina que fluye y refluye en nuestras relaciones ). Una extensión que es un recogimiento; al mismo tiempo, algo que va hacia exterior e interior, …luminosas praderas (…) que se pierden en su vida íntima –la de Dios–; y algo creativo y quieto: Míralo reposar tranquilo (…) sin perder nada de su infinita actividad . ‘Cuarta relación’ que comienza antes de la Encarnación, pues poseyó con anticipación las virtudes y perfecciones de Jesucristo quien había de ser la limpidísima Morada para su Humanarse realmente en carne mortal. ‘Cuarta relación’ como místico monte habitado por el Verbo Encarnado, (…) enlazado con la Unión Hipostática, cuyos efectos participa por modo inefable . (Y también, incluida en esta cuarta relación que es María, va sintiendo el alma, en la extensión de Dios, su llamamiento; que, por eso, se da asimismo en ella, y de una vez, exterior e interiormente. Y va escuchando, el alma, que es incluida en estas divinas mareas: … me gozarás en las corrientes divinas que Él comunicará a tu alma Y cuando el alma entre en el Paraíso , el Espíritu Santo la inundará en sus corrientes divinas. En efecto, la Casa divina, que es María por el misterio de la Encarnación, es, también, en el sentido místico, el alma consagrada a Ella )".
"Yo soy la Reina de los Ángeles, porque entra en mi designio particular el ser enviada por el Señor a realizar la mayor y más importante misión de vencer a Satanás. De hecho, ya desde el principio, fui preanunciada como Aquélla que es enemiga de la serpiente. Aquélla que lucha contra la serpiente, Aquélla que al final le aplastará la cabeza.
“Pondré enemistad entre ti y la Mujer, entre tu descendencia y la Suya. Ella te aplastará la cabeza, mientras tú intentarás morder su talón”.
Mi descendencia es Cristo. En Él, que ha llevado a cabo la obra de la Redención y os ha liberado de la esclavitud de Satanás, se realiza mi completa victoria. Por esto, Me es confiada la llave, con la que es posible abrir o cerrar la puerta del Abismo.
La Llave es el signo del poder que tiene quien es dueño y señor de un lugar, que le pertenece. En este sentido, el que posee la llave de todo lo creado es sólo el Verbo encamado, porque por medio de Él todo ha sido creado, y por esto Jesucristo es el Rey y Señor de todo el universo, esto es, del cielo, de la tierra, y del abismo. Sólo mi Hijo Jesús posee la llave del abismo, porque es Él mismo la Llave de David, que abre y nadie puede cerrar, que cierra y nadie puede abrir. Jesús pone esta llave, que representa su divino poder, en mi mano, porque como Madre suya, medianera entre mi Hijo y vosotros me ha sido confiada la misión de vencer a Satanás y a todo su potente ejército del mal. Es con esta llave que Yo puedo abrir y cerrar la puerta del abismo.
La cadena, con la que el gran Dragón debe ser atado, está formada por la oración hecha Conmigo y por medio de Mí. Esta oración es la del Santo Rosario. Una cadena, en efecto, tiene primero la misión de limitar la acción, después la misión de aprisionar y al final la de anular toda actividad del que es atado con ella. El 8 de mayo de 1972, Don Esteban Gobbi participa en una peregrinación a Fátima y, en la Capilla de las Apariciones
"Cristo glorioso sentado a la derecha del Padre ejerce, como Rey su señorío universal, junto a su Madre y a su Padre Virginal (San José), la Corredentora y Mediadora, como intercesores y soberanos dispensadores de todas las gracias -en dependencia de los Tres- a los bienaventurados en ese ejercicio que se cumple de modo pleno y directo sobre su Iglesia, y de modo incoativo e indirecto sobre el mundo, hasta que El venga...
A AQUELLOS QUE JUSTIFICÓ, LOS GLORIFICÓ: Participación de los bienaventurados en la Realeza de Cristo, en unión indisociable con María Reina (Reina del Corazón del Rey), y con San José, Patriarca y Padre del Pueblo de Dios, el Cristo total". Padre Joaquín Ferrer Arellano
"Serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con Él los mil años. Esto último no se refiere únicamente a los obispos y presbíteros, que son los propiamente llamados sacerdotes en la Iglesia, sino que de igual modo que llamamos cristianos a todos los ungidos por el místico crisma, así a todos podemos llamar sacerdotes por ser miembros del único sacerdote.
De ellos dice el apóstol Pedro: Linaje elegido, sacerdocio real. El Apocalipsis, aunque brevemente, y como de paso, insinúa que Cristo es Dios en el inciso Sacerdotes de Dios y de Cristo, es decir, del Padre y del Hijo. No obstante su apariencia de esclavo, como un hombre más, Cristo ha sido constituido sacerdote según el rito de Melquisedec. De ello ya hemos hablado más de una vez a través de la presente obra". La Ciudad de Dios, san Agustín
"Esta resurrección es la primera, y a ella seguirá, transcurridos mil años, una segunda, en la cual son llamados de nuevo a la vida los demás muertos, vale decir, los que no tuvieron parte en la primera resurrección... Es de creer que esta visión no quiere expresar otra cosa, sino que los mártires recibirán una recompensa especial". Padre Alfred Wikenhauser
Un Nuevo Pentecostés
La entrada de Jesús en Jerusalén, el DOMINGO DE RAMOS, con aclamaciones y cantando el fervoroso ¡HOSANNA!, es el presagio del Triunfo del Sagrado Corazón Eucarístico del Señor con el Advenimiento de un NUEVO PENTECOSTÉS.
Preparación Antes de la Meditación
Oh Señor mío Jesucristo, postrada ante tu divina presencia, suplico a tu amorosísimo corazón que quieras admitirme a la dolorosa meditación de las veinticuatro horas en las que por nuestro amor quisiste padecer, tanto en tu cuerpo adorable como en tu alma santísima, hasta la muerte de cruz.
Ah, dame tu ayuda, gracia, amor, profunda compasión y entendimiento de tus padecimientos mientras medito ahora la hora…
Y por las que no puedo meditar te ofrezco la voluntad que tengo de meditarlas, y quiero en mi intención meditarlas durante todas las horas en que estoy obligada a dedicarme a mis deberes, o a dormir.
Acepta, oh misericordioso Señor, mi amorosa intención y haz que sea de provecho para mí y para muchos, como si en efecto hiciera santamente todo lo que deseo practicar.
Ofrecimiento Después de Cada Hora
Amable Jesús mío, Tú me has llamado en esta hora de tu Pasión para hacerte compañía, y yo he venido. Me parecía oírte angustiado y doliente que oras, reparas y sufres, y con las palabras más conmovedoras y elocuentes suplicas la salvación de las almas. He tratado de seguirte en todo; ahora, debiéndote dejar por mis acostumbradas ocupaciones, siento el deber de decirte “gracias” y un “te bendigo”.
Sí, oh Jesús, gracias te repito mil y mil veces y te bendigo por todo lo que has hecho y padecido por mí y por todos; gracias y te bendigo por cada gota de sangre que has derramado, por cada respiro, por cada latido, por cada paso, palabra, mirada, amargura, ofensa que has soportado.
En todo, oh mi Jesús, quiero ponerte un “gracias” y un “te bendigo.” Ah mi Jesús, haz que todo mi ser te envíe un flujo continuo de agradecimientos y bendiciones, de manera que atraiga sobre mí y sobre todos el flujo de tus gracias y bendiciones. Ah Jesús, estréchame a tu corazón y con tus santísimas manos márcame todas las partículas de mi ser con tu “te bendigo”, para hacer que no pueda salir de mí otra cosa que un himno continuo de agradecimiento hacia Ti.
Nuestros latidos se tocarán continuamente, de manera que me darás vida, amor, y una estrecha e inseparable unión contigo.
Ah, te ruego mi dulce Jesús, que si ves que alguna vez estoy por dejarte, tu latido se acelere más fuerte en el mío, tus manos me estrechen más fuerte a tu corazón, tus ojos me miren y me lancen saetas de fuego, a fin de que sintiéndote, rápidamente me deje atraer a la unión contigo.
Ah mi Jesús, manténte en guardia para que no me aleje de Ti, y te suplico que estés siempre junto a mí y que me des tus santísimas manos para hacer junto conmigo lo que me conviene hacer.
Mi Jesús, ah, dame el beso del Divino Amor, abrázame y bendíceme; yo te beso en tu dulcísimo corazón y me quedo en Ti.