JESÚS. LA ENCICLOPEDIA
Un acercamiento desde la historia y la visión de personalidades contemporáneas.
¿Se puede hoy dudar seriamente de la existencia histórica de Jesús? La respuesta es: no. Sin embargo, aunque Jesús aparezca como una figura eminente en la historia de la humanidad, su vida, sus actos y su mensaje reales siguen siendo, paradójicamente, bastante desconocidos. ¿En qué ambiente vivió? ¿Qué dijo, hizo y transmitió?
¿Y qué pensar del valor histórico de los relatos evangélicos, más allá de los discursos dogmáticos y de los estratos culturales acumulados desde hace dos milenios? ¿Con qué criterios internos y externos interpretar esas narraciones a menudo tan desconcertantes?
Esta gran obra colectiva (848 páginas) de tipo enciclopédico, concebida y dirigida por el sacerdote, arzobispo emérito de Estrasburgo y reputado teólogo Joseph Doré, ofrece todas las garantías de seriedad académica y aporta a un público amplio una síntesis accesible de los datos establecidos –o discutidos– por la investigación histórica, que responde sin tabúes a todos los interrogantes, tanto de creyentes como de no creyentes.
La enciclopedia no es un diccionario alfabético o terminológico, sino que está dividida en tres “libros”: comienzos, vida pública, y pasión y resurrección de Jesús. A su vez, cada “libro” está dividido en partes temáticas; en cada una de ellas, una serie de capítulos, que contienen una introducción narrativa redactada por Christine Pedotti (coordinadora de la obra), uno o varios artículos principales, una o varias “iluminaciones”; uno o varios “contrapuntos” y una “carta blanca”.
De esta manera, se propone una lectura en la que la crítica histórica rigurosa se complementa con la hermenéutica, gracias a las contribuciones de personas tan plurales como relevantes: el propio Doré, Michel Quesnel, Daniel Marguerat, Roselyne Dupont-Roc, Erri de Luca, Amos Oz, Jean Vanier o el español Rafael Aguirre, entre otros muchos. Hasta noventa historiadores, biblistas, filósofos, escritores y otras autoridades cristianas, judías, musulmanas, agnósticas y ateas.
La obra viene ilustrada con mapas y fotos de lugares, manuscritos o yacimientos arqueológicos, así como numerosas obras de arte, desde el arte paleocristiano a miniaturas medievales, vidrieras, iconos, pintura italiana, flamenca, española, francesa y europea. Incluye una cronología, glosario, índice de términos y nombres, e índice de parábolas.
En definitiva, una obra de referencia sobre un personaje único, Jesús, que guarda su misterio y nos interroga a todos nosotros sobre el misterio que él mismo representa.
Las ediciones Albin Michel son una casa no confesional, que no está afiliada a ninguna Iglesia o comunidad religiosa particular. Por eso, no tiene vocación de hacer llegar la palabra oficial de ninguna institución. Sus numerosas publicaciones en el campo de la espiritualidad y de las religiones están marcadas por el signo del pluralismo y de la independencia. Este sello editorial se caracteriza también –excepto ensayos, testimonios, traducciones y comentarios de textos surgidos de diferentes tradiciones– por la voluntad de ofrecer al público grandes obras colectivas en las que los hechos religiosos se mezclan estrechamente con la historia y las ciencias humanas1. Así pues, estos son nuestros dos principios: libertad total de pensamiento, por un lado, e interés constante, por otro, por las relaciones entre realidades espirituales y hechos socio-históricos.
Pero entonces, ¿por qué «Jesús»? Precisamente porque nos ha parecido eminentemente necesario hoy dibujar este «sujeto»* de acuerdo con estos dos principios. Y tratarlo de manera colectiva y metódica, multiplicando los puntos de vista y recurriendo al diálogo entre los saberes. Ciertamente, a pesar de los progresos confirmados de la secularización, la figura de Jesús sigue suscitando el interés de nuestros contemporáneos y la gesta del personaje es recibida la mayor parte de las veces de forma positiva, incluso por un público agnóstico o ateo. Pero, ¿qué se conoce de él exactamente? La única forma que tenemos de responder a tal pregunta es la de inclinarnos sobre las huellas escriturísticas que evocan su persona, puesto que él personalmente no escribió nada. Sin embargo, la lectura atenta del Nuevo Testamento, y especialmente de los evangelios, sigue siendo una empresa compleja ante la cual mucha gente se siente desarmada. ¿Qué pensar del valor histórico de esos textos, de sus contradicciones, de su estatuto literario, del contexto social, político y religioso en el que fueron escritos o de las interpretaciones dogmáticas que se han hecho de ellos? ¿Con qué criterios internos y externos interpretar esas narraciones a menudo tan desconcertantes?
Este desconcierto ante los textos, mezclado con el interés persistente del público por Jesús, sirve de ocasión para los que quieren jugar a lo sensacional: las «revelaciones» dudosas en este campo han llegado a hacerse recurrentes en la prensa, las editoriales o el cine. Por otro lado, el resurgir reciente de un cierto cristianismo identitario se apoya a menudo en una lectura tradicionalista o incluso fundamentalista, que los historiadores y los exegetas saben muy bien lo alejada que está de los textos fundadores. Sin embargo, se trate de la mediatización o del encantamiento dogmático, se ignoran en los dos casos las adquisiciones de la crítica histórica y literaria. Pero lo que ha ocurrido es que esta ha progresado mucho desde hace unos decenios sin haber sido puesta, no obstante, al alcance del público, incluido el público creyente, el más concernido a priori.
De ahí la idea de una gran obra colectiva de tipo enciclopédico, que ofreciera todas las garantías de seriedad académica, le aportara a un público amplio una síntesis accesible de los datos adquiridos (o debatidos) por la investigación y propusiera una lectura en la que la crítica histórica rigurosa y la hermenéutica se complementaran. Miradas cruzadas de historiadores, exegetas, psicoanalistas, especialistas en judaísmo… Y todo presentado de modo accesible, con la intención de «democratizar» un saber y unas reflexiones demasiado acantonadas hasta hoy en revistas y obras especializadas.
¿Síntesis? Claro que sí. Pero no es menos verdad que hay un margen de «maniobra» entre las diferentes contribuciones aquí reunidas: no se superponen necesariamente unas a otras de modo mecánico. El lector podrá de ese modo detectar a veces diferencias de interpretación en tal o cual pasaje de los evangelios o en una descripción del contexto social, político o religioso. No hay por qué extrañarse: desde hace tiempo, se reconoce que todas las ciencias humanas dependen poco o mucho de presupuestos hermenéuticos, lo que no le quita nada a su interés ni a su necesidad. Por eso, no hemos querido ocultar esas (pocas) diferencias, que proceden de la especialidad en que cada autor se basa o simplemente en su visión, sensibilidad o estilo propios. El pluralismo asumido en esta obra apunta a suscitar interrogantes, curiosidad y deseo de búsqueda personal sobre la base de un amplísimo consenso de los especialistas.
Hay que hacer, no obstante, una precisión: en esta obra, concebida como plural y que muestra una búsqueda en continua evolución, hemos dejado de lado de modo deliberado la tesis llamada «mitificadora», según la cual Jesús de Nazaret no habría existido jamás: los evangelios serían, en consecuencia, una fábula imaginada y más tarde elaborada por un grupo de judíos del siglo I, enfermos de revelaciones sensacionales. Esta tesis, que conoció su momento de gloria en el siglo xix, con el triunfo del positivismo, había caído en desuso víctima de sus propias contradicciones y del progreso de los trabajos científicos. Pero desde hace unos años ha vuelto a la superficie, respaldada por algunas voces estridentes en los países anglosajones, a las que algunos han creído tener que hacerles eco en Europa. Y, en esta época en que las comunicaciones de masas y las redes sociales favorecen la floración de discursos más o menos con aires de complot, que ponen en duda las afirmaciones más validadas por el consenso del conjunto de los especialistas, un público poco avisado a veces se ha turbado. En este caso, estas dudas hiperbólicas no tienen valor alguno factual ni intelectual y no son más racionales que la tesis de la tierra plana. Hablando claro: ¿se puede hoy dudar seriamente de la existencia histórica de Jesús? La respuesta es: no.
Claro que la comunidad científica internacional, con los métodos más rigurosos y debatiendo sin cesar los resultados de unos y otros, jamás establecerá nada en cuanto a la identidad –divina o no– de Jesús ni a la realidad de la resurrección. No tiene nada que decir sobre el tema, porque esas cuestiones no son competencia de su campo de investigación. Pero hace mucho tiempo, y sin la menor ambigüedad, ha llegado a la conclusión de la existencia históricamente cierta de un varón llamado Jesús, condenado a muerte y ejecutado en Jerusalén bajo la prefectura de Poncio Pilato. Y lo afirma con tanta –y a veces con más– seguridad que de Sócrates u otros personajes célebres de la Antigüedad. Así pues, no había ninguna razón seria para hacer sitio aquí, en cuanto tema de debate, a la tesis llamada «mitificadora»; el conjunto de los elementos históricos reunidos en esta obra son más que suficientes, si fuera necesario, para invalidarla.
Hay que hacer otra precisión no menos necesaria para quienes se aprestan a entrar en esta lectura: quien ha dirigido esta vasta empresa es un hombre de Iglesia. Sacerdote desde hace cincuenta años, Joseph Doré es actualmente arzobispo emérito de Estrasburgo. Pero sus funciones eclesiales no le han dado a nuestro trabajo colectivo tonalidad proselitista alguna, porque Joseph Doré es ante todo un intelectual y un teólogo reconocido, cuya reputación científica rebasa nuestras fronteras. Antiguo decano de la Facultad de Teología y de Ciencias religiosas del Instituto católico de París, ha presidido la Academia internacional e interconfesional de ciencias religiosas, ha participado en la dirección de varias revistas universitarias, y ha fundado y dirigido varias colecciones editoriales. Es por este título de sabio y por esta autoridad por la que ha podido asociar en espíritu ecuménico a autores procedentes de siete países, reconocidos cada uno en su campo.
Por lo demás, hay que subrayar que su actividad pastoral, especialmente en Estrasburgo, ha estado siempre marcada por un esfuerzo de acercamiento, diálogo y colaboración con las tres interfaces que le parecen prioritarias: en primer lugar la de las otras confesiones y religiones, la del mundo de la cultura en sus diferentes dimensiones y, por último, la del campo sociopolítico, con el que siempre ha pensado que era altamente necesaria la interrelación, respetando siempre, evidentemente, la distinción común entre lo espiritual y lo temporal.
Los lectores cristianos de confesiones no católicas, los creyentes de otras religiones, e incluso los no creyentes se encontrarán aquí, por lo tanto, en buena compañía. También lo estarán con los setenta autores de las distintas contribuciones, que han sido convocados solo por sus competencias y no por sus convicciones. Además, una buena parte de ellos han dejado de lado esas convicciones o, al menos, no las han expresado, porque no se firma la adhesión a una creencia por ser especialista en el judaísmo o en el cristianismo antiguo. En el caso de otros autores, especialmente franceses, esas convicciones son más evidentes, puesto que pertenecen a instituciones de enseñanza e investigación privadas explícitamente cristianas. Pero incluso entonces es solo la competencia la que ha primado. Y no es culpa suya que las investigaciones bíblicas, la exégesis y la teología estén lo más frecuentemente excluidas del campo universitario público, en contra de lo que ocurre en otros países.
Si una obra como esta puede contribuir a informar, dar que pensar y poner algo de racionalidad en temas sometidos demasiado a menudo a opiniones totalmente preconcebidas, no habrá sido en vano. Porque el «fenómeno Jesús» nos atañe a todos. Ese es el sentido de las veintisiete «cartas blancas» ofrecidas aquí a personalidades de convicciones muy distintas. En efecto, seamos quienes seamos y sean las que sean nuestras responsabilidades, tal como lo muestra Joseph Doré en su introducción, esta historia, este «misterio» Jesús no ha dejado de interpelarnos, porque pone a cada uno ante el misterio que él mismo es.
Jean Mouttapa
Un instrumento precioso para los cristianos
Interesados, como acabamos de mostrar, de hablar a quienes están distantes de la fe, no dejamos tampoco de dirigirnos también a los cristianos. Precisamente, ¿qué uso podrán hacer de esta obra quienes profesan la fe cristiana? ¿No están ya, en cuanto creyentes, convencidos? Si el trabajo de unas decenas de historiadores, exegetas y autores de diferentes disciplinas aquí movilizados puede serles de alguna utilidad, es al menos a título de una interrogación más concreta en cuanto al sentido de su convicción. Por un lado, se les mostrará capítulo a capítulo que tampoco ellos pueden dispensarse de embarcarse en una interpretación de los textos, esos mismos textos que les parecen tan familiares, pero que van a descubrir más de una vez como nuevos, asombrosos y hasta enigmáticos. Por otro y sobre todo, estarán invitados a constatar que en su ejercicio de interpretación no pueden pasar por alto dos disciplinas insoslayables y, en este caso, estrechamente relacionadas.
La primera es esa ciencia especializada en el conocimiento del pasado que es la historia. Es cierto que no se trata de una ciencia «dura» (como puede serlo, por ejemplo, la física), cuyos resultados podrían ser asegurados de manera totalmente «objetiva» por investigadores totalmente neutros. En efecto, ya está excluido razonar como si los historiadores pudieran saber sin interpretar. Pero está evidentemente fuera de propósito pretender que los historiadores sean capaces, en cuanto tales, de aportar su cautela ante al anuncio de un acontecimiento –la resurrección– que, si ha podido concernir a quien «murió bajo Poncio Pilato», lo habría hecho acceder a la condición de un más allá de la historia. No deja de ser menos cierto que, para acceder a una justa comprensión de la fe, los cristianos de hoy no pueden descuidar las aportaciones de esta disciplina rigurosa que es la historia, con los procedimientos, rigurosos también, que la caracterizan. ¡Porque es en todo caso con un dato histórico con lo que deben manejarse cuando se trata de Jesús!
La otra disciplina es la exégesis. Demasiado a menudo se la considera como una técnica de disección de textos, que les quitaría a estos toda su fuerza y sabor. La verdad es todo lo contrario. Permite, con la ayuda de los criterios evocados más arriba, elaborar un modo de tratamiento y un esquema de interpretación de textos que se pueden tener como fiables. Pero no se queda ahí: con los trabajos, actualmente tan numerosos, sobre las intenciones de cada redactor, sobre su ambiente y sobre los destinatarios de sus escritos, nos proporciona los medios para remontarnos más allá de los textos. Los relatos evangélicos ciertamente llaman a confiar en aquello cuyo testimonio transmiten, pero al mismo tiempo, por poca atención y rigor que se pongan al leerlos, proporcionan de modo manifiesto elementos que pueden permitirnos llegar al menos a algo de lo que pudo fundarlos, a creer lo que han creído y a dar testimonio de ello. La ciencia exegética y la reflexión teológica sobre los resultados de esta última aparecen hoy en condiciones de dar una idea bastante precisa de «lo que les ocurrió» a los discípulos de Jesús antes y después de la muerte de este, que los llevó a dar testimonio de él como lo hicieron.
A partir de ahí, la adhesión a la fe a la que llaman estos relatos podrá no ser ya el resultado de una recepción pasiva en la que la voluntad personal y el ejercicio de la inteligencia serían superfluos. Podrá ser un acto de decisión que se apoya en tres pilares. En primer lugar, como ya se ha dicho más arriba, la experiencia propia de cada uno remitida a una esperanza que lo lleva hoy más allá de sí mismo y lo impulsa más arriba de sí mismo; en segundo lugar, el testimonio de un gran número de creyentes «de todo pueblo, lengua y nación» a través de veinte siglos hasta hoy; y en tercer lugar, los resultados del análisis críticamente fundado cuyos medios exegéticos tenemos. Pero hace falta que esos medios se pongan a nuestra disposición, lo que es precisamente el propósito de este libro.
Y desde ahí, quien quiera tendrá la oportunidad de poder, a su manera, compartir personalmente el descubrimiento asombrado, según el evangelio de Juan, de los habitantes de Samaría. Al haber acabado por encontrarse ellos mismo con Jesús, que había llegado a su pueblo, se consideraron capacitados para declarar a aquella que de entre ellos había charlado con él un poco antes en el pozo de Jacob: «Ya no creemos en él por lo que tú nos dijiste, sino porque nosotros mismos lo hemos oído» (Jn 4,42).
1. Ver por ejemplo Histoire de l’islam et des musulmans en France du Moyen Âge à nos jours, bajo la dirección de Mohamed Arkoun, prefacio de Jacques Le Goff, 2006; La Montagne refuge. Accueil et sauvetage des juifs autour du Chambon-sur-Lignon, bajo la dirección de Patrick Cabanel, Philippe Joutard, Jacques Sémelin y Anette Wieviorka, 2013; Histoire des relations entre juifs et musulmans des origines à nos jours, bajo la dirección de Abdelwahab Meddeb y Benjamin Stora, 2013.
* En el doble sentido de persona y tema (N.T.).
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