No existe un lugar en el mundo menos machista que un gym de boxeo. Ni menos mentiroso. Ni más intercultural. Ni más intergeneracional. Ni más democrático.
Si estás preocupado por algo que no tienes forma de arreglar, si encadenas varias noches sin dormir, si te han hablado de hacer yoga pero te ves ridículo, si ya no te aguantas ni tú mismo; entonces deja de quejarte, tapa la boca, muerde bien fuerte un protector de goma, véndate las manos, ponte unos guantes y -si te atreves- entra al templo a rezar.
El mío está en una calle que se apellida Sangrador -que ya es- y es la jungla más fraternal del mundo. He visto cosas que ni creerían: a moscas muy cojoneras devorando a negras arañas. He visto a toretes que acaban abrazados a perezosos. A un ganso bailando entre risas con una culebra. A un corderito dándole las gracias a un zorro por haberle arrancado la piel. Y luego estamos los gallinas, claro.
Un día aparecí a las siete de la mañana porque no había podido dormir en toda la noche. Y allí había tres o cuatro como yo, contentos de que amaneciera al fin, que solo nos faltaba el esquijama.
No es lo que te dan en el boxeo. Sino lo que el boxeo te da.
"Que el combate de boxeo sea una historia sin palabras no significa que no tenga texto ni lenguaje, que sea de algún modo bruta, primitiva, inarticulada", escribía Carol Oates. "Ocurre que el texto se improvisa en la acción".
El deporte al que aspiran los demás deportes (Foreman) te previene de por vida contra la violencia porque te educa en el manejo diario de la agresividad. No existe un lugar en el mundo menos machista que un 'gym' de boxeo. Ni menos mentiroso. Ni más intercultural. Ni más intergeneracional. Ni más democrático. Para que no vayas de cometa, aquí te ponen a hacer sombra: tú solo, sin nadie delante, como si le dieses a un fantasma que no está ahí, pero que vendrá, amigo, claro que vendrá, y conviene estar preparado. La pelea es contra uno mismo: esto no va tanto de infligir dolor como de saber vivir con el propio. Cuentas con una cofradía insobornable, siempre, pero aquí se te prepara para cambiar de pareja. Un gimnasio de boxeo es el único lugar del mundo donde la venda ha de ir antes que la herida. Lo más parecido a una clínica de desintoxicación: entras hasta arriba de mierda y sales limpio.
Qué tendrá el estigmatizado boxeo; qué jodido veneno le habrán metido dentro -como al tabaco- para que seamos tan adictos; qué tendrá que, cuando caemos, lo tenemos más presente que nunca.
Es aquello que contaba Martin Luther King y que recogió Chris Mead en Un hombre negro en la América blanca.
"Hace algún tiempo uno de los estados del sur adoptó un nuevo método de pena capital. El gas venenoso suplantó a la horca. En sus primeras etapas se instalaba un micrófono en el interior de la hermética cámara de la muerte para que los observadores científicos pudieran escuchar las palabras del preso que agonizaba... La primera víctima fue un joven negro. En cuando la píldora cayó en el recipiente y el gas salió en volutas hacia lo alto, por el micrófono llegaron estas palabras: 'Sálvame, Joe Louis. Sálvame, Joe Louis. Sálvame, Joe Louis...'".
La vida de uno de los deportistas más importantes del país.
Alberto Salcedo Ramos es tal vez una de las personas que mejor conoce la vida del ex-boxeador colombiano y ex campeón mundial ¿Kid Pambelé?
La pasión del autor por el boxeo lo llevó a recoger los pasos buenos y malos de una de las insignias del deporte mundial. La exhaustiva investigación, sumada a la finura de la pluma de Alberto Salcedo, dio como resultado una crónica periodística donde narra los pormenores de la gloria y la tragedia de Kid Pambelé. En esta edición aumentada y revisada por el propio Alberto Salcedo, se incluyen nuevos relatos, nuevas historias sobre cómo un día el que fuera primer campeón mundial de boxeo en Colombia llegó a la cima del éxito, la gloria, la fama y el dinero, para al siguiente despertarse habiéndolo perdido todo a causa de una adicción a las drogas, con la que hoy aún sigue luchando.En esta edición aumentada, Aguilar también incluye nuevas fotografías, muchas de ellas inéditas, que recorren la vida de Pambelé desde que vendía cigarrillos de contrabando en Cartagena, pasando por su gloria en los cuadriláteros del mundo, hasta verlo en un café de La Heroica en enero del 2012.
En cierta ocasión el escritor Gabriel García Márquez fue recibido, en una reunión de colombianos en Madrid, con la siguiente exclamación: ¡Acaba de llegar el hombre más importante de Colombia!. Entonces García Márquez, moviendo la cabeza en forma teatral, como buscando a alguien en el recinto, respondió: ¿Dónde está Pambelé?
Alberto Salcedo es uno de los cronistas más respetados de América Latina. Sus libros y crónicas han cruzado las fronteras y gracias a ello, se convirtió en uno de los maestros de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano. Su anterior libro "La eterna parranda", ya va en la tercera edición, lo que ratifica que Alberto Salcedo Ramos vende muy bien en Colombia. Después de tener algunos de sus libros en otros sellos editoriales, Prisa ediciones logró tener toda la obra de Salcedo Ramos bajo su sello Aguilar.
Alberto Salcedo Ramos ha sido ganador en cinco oportunidades del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar.
«No me gusta estar donde esté Pambelé borracho, porque se pone imprudente y yo no tengo paciencia: yo lo golpeo». Rocky Valdez, exboxeador.
«Voy a contar una historia de un héroe que tengo/ todos vivimos la euforia y aún queda el recuerdo/. En esos puños de hierro hay algo que es mío/ De todo lo que nos diste yo nunca me olvido».Carlos Vives, en la canción “Pambe”.
«Antes de Pambelé, los grandes boxeadores Colombianos que merecían el título mundial no lo buscaban, porque pensaban que eso era mucho para ellos. Después de Pambelé, hasta los boxeadores más malos creían que era fácil ser campeón. Ese es también el síndrome de Gabriel García Márquez: ningún escritor colombiano se atrevía a buscar un editor internacional porque le parecía que eso era apuntar demasiado alto. Después de García Márquez, cualquiera cree que se puede ganar el Premio Nobel. Entonces yo digo que García Márquez es el Pambelé de la literatura y Pambelé es el García Márquez del boxeo». Juan Gossain, en entrevista con Alberto Salcedo Ramos.
Prólogo
Por Daniel Samper Ospina
Si usted lo ve, no creería que se trata de él. Quiero decir: si usted ve que es un tipo de jeans, tan tranquilo, tan desprevenido ante su propio ingenio, no creería que está hablando con Alberto Salcedo Ramos, el mejor cronista de la nueva generación que tiene Colombia, sino con cualquiera: tampoco como uno de esos personajes ordinarios que él vuelve extraordinarios con su insuperable destreza para hacer del periodismo una experiencia literaria como pocas: un futbolista del peor equipo de la segunda división, un trabajador de circo, un exárbitro de fútbol. Pero sí con un tipo apacible, sereno. Porque, encima de su maestría periodística, Salcedo tiene el raro don de ser un tipo cuyo talento es proporcional a su sencillez. Apacible, sereno. Buena gente. Como si las obras que ha escrito no fueran suyas. Pero son suyas, y es el más claro promotor del periodismo narrativo en Colombia. Porque sus crónicas responden a la tradición de las que irrumpieron en la década de los sesenta en Estados Unidos, confeccionadas con retazos literarios para poder narrar la complejidad de los hechos que estallaban por todas partes: la exploración espacial, la guerra de Vietnam, el hipismo, el asesinato de Kennedy.
Pasaban demasiadas cosas, y cada una de esas explosiones tenía un oleaje menor que llegaba a la vida cotidiana de la gente. Y había que contar ese fenómeno. Y por eso, escritores como Norman Mailer, Tom Wolfe o Gay Talese, decidieron dar cuenta de toda esa realidad echando mano de las herramientas que habían obtenido de la literatura: utilizando estructuras narrativas más próximas a la novela que al reportaje ortodoxo; acudiendo a los diálogos, a los monólogos interiores, a las narraciones en círculo. Y todo ello, sin que los hechos fueran falseados: la literatura podía estar en la forma, pero no en el fondo. En el fondo estaban los hechos. La verdad. Bien: ese movimiento, que se conoció como Nuevo Periodismo, arrancó con una crónica concreta, publicada en Esquire y escrita por Gay Talese. El tema era un boxeador retirado. Hablo de Joe Louis, el rey hecho hombre en edad madura, aparecida en la edición de octubre de 1962, que quebró para siempre un equilibrio que hasta entonces existía en la prensa. Por primera vez aparecía un personaje brillante pero en su momento de deterioro: por fuera de los reflectores, alejado de la gloria. Era el campeón Joe Louis pero cuando ya no era campeón. Cuando estaba viejo. Y cuando estaba triste: cuando, dicho en otras palabras, para cualquier reportero había dejado de ser noticia. Pero Talese descubrió que un campeón sometido a la intemperie del olvido podría tener un jugo periodístico como pocos, y que para encontrarlo era preciso alumbrarlo con los reflectores de la literatura.
Desde entonces, hubo una manera de hacer periodismo con una nueva sensibilidad. O dicho al revés: apareció una nueva forma de hacer literatura, con elementos extraídos únicamente de la realidad. Y también con una nueva extensión, pues desde entonces las revistas especializadas, concretamente las de hombres, como Esquire y Playboy, se convirtieron en perfectas para ofrecer el paginaje que cada trabajo exigía, y que los periódicos no estaban en condiciones de ceder. Así nació toda una generación de escritores de revista, un matrimonio maravilloso entre la crónica y la literatura que empezó en Estados Unidos pero que también llegó a Colombia. Y llegó antecedido por la década de los cuarenta, cuando Juan Lozano y Lozano se aventuraba a escribir perfiles en tono íntimo de sus contemporáneos, el cronista Ximénez se sobreactuaba acudiendo a retóricas literarias para narrar noticias y Emilia Pardo Umaña entrevistaba a su mamá con conciencia de novelista para ambientar lo que escribía; llegó precedido por todos ellos, pero tomó forma cuando García Márquez, y su generación, empezaron a escribir desde las salas de redacción.
Fue una generación de novelistas desplazados al periodismo: García Márquez, Álvaro Cepeda, Eduardo Zalamea, Germán Vargas. Todos ellos eran unos apasionados de la literatura, pero también de formas de narración más vanguardistas, como el cine, que les permitían jugar con las secuencias, alterar los tiempos, romper los esquemas ortodoxos de la crónica y narrar de una forma más moderna que las que hasta entonces se leían. Más adelante, en el periodismo colombiano se presentó un maridaje parecido pero al revés: se trata de la generación posterior a esa, todavía vigente, en la que personajes como Juan Gossaín, Daniel Samper Pizano, Antonio Caballero y Germán Santamaría, entre otros, acabaron siendo periodistas desplazados a la novela. No ha sido el caso de Alberto Salcedo Ramos. Él es un periodista narrativo pura sangre. Su mayor obra literaria es la periodística, y con ella se ha ganado muchas distinciones. No hay una sola antología de periodismo colombiano o iberoamericano que lo omita.
Cinco veces se ha ganado el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar, una el Premio a la Excelencia de la Sociedad Interamericana de Prensa y una el premio de periodismo Rey de España. Pero lo mejor de Salcedo es que toda su creación literaria está en un delicioso momento de madurez. Hoy por hoy, Salcedo es el mejor exponente del periodismo narrativo de Colombia, y uno de los más grandes que ha tenido a lo largo de su historia. Me perdonan la facilidad de la comparación, pero creo que Alberto Salcedo Ramos es nuestro Gay Talese, del mismo modo que Joe Louis es nuestro Pambelé; me perdonan la comparación, que es fácil, pero la digo por lo evidente: no creo que sea en vano el hecho de que las dos crónicas tengan tanto sustento literario, coincidan en que sus personajes han dejado la punta de la gloria y ahora padecen el desastre terrenal de haberla perdido, y están derrotados ya no por el rival sino por la vida. Me perdonan la comparación pero no en vano la antología más importante de la obra de Talese se llama «Fama y oscuridad», y la de este trabajo de Salcedo, haciéndole un guiño frontal a su maestro, es «El oro y la oscuridad». No en vano, sigo diciendo, los dos son maestros del oficio de celebrar los tréboles de tres hojas.
En un país como Colombia, epiléptico, tembloroso, que no para de boquear sobre su propia sangre, como un toro muerto, la prensa quedó confinada a la noticia. Los periódicos apenas dan unos pocos centímetros para que un redactor apurado escriba el qué, el cómo, el cuándo y el dónde hubo un asesinato o estalló una bomba.
Mientras todo eso pasa, la necesidad de narrar el país que vive bajo esa costra de violencia crece en la misma medida en que nadie aparece para narrarlo. Alguien debe decir que acá seguimos vivos, aunque nadie nos haya dicho nada. Alguien: un narrador como Salcedo, que nos recuerda permanentemente eso: que hay más noticias de las que vemos, y que las mejores están dormidas en el sopor de la vida cotidiana. Por eso el trabajo que hace Salcedo es tan importante. Su pluma tiene una conciencia de patrimonio cultural que ayuda a que nos descifremos. Nos habla de nuestro juglar vallenato y de nuestro boxeador derrotado porque somos eso.
Somos el patrimonio que nos han dejado nuestros músicos; también somos unas glorias deportivas pasajeras que se nos quedaron por dentro, y que siempre recordamos. No somos mucho más que este recuerdo que nos va quedando, y que Salcedo organiza para la posteridad. Ahí está Alberto Salcedo Ramos para contarnos el alma que hemos ido tejiendo. En la medida en que nos narra, nos rescata. En una misma cabeza tuvo la suerte inaudita de ser brillante para la literatura, impecable para el periodismo. Sin duda es el maestro que necesitamos. Y si usted lo ve, es de verdad que nunca creería que se trata de él. Tan apacible, tan tranquilo. Tan desprevenido ante su talento infinito. No creería que se trata de él: de Alberto Salcedo Ramos, el mejor cronista que tiene este país, uno de sus mejores seres humanos, y uno de los pocos impulsos que nos quedan a los periodistas que venimos detrás suyo, que reconocemos en él a nuestro maestro, y para quienes él representa un soplido feliz en la esperanza sin viento que nos lleva.
Así es ‘Kid Pambelé’, leyenda del boxeo, a sus 77 años: “enseñamos a ganar”
que siempre me impresionó: para él escribir era como boxear.
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ, The París Review, 1981
UN LIBRO BASADO EN UNA HISTORIA REAL.
En el mayor matadero de inocentes jamás conocido... Auschwitz.
Cuentan que allí, al otro lado, detrás de la alambrada, justo ahí donde el hombre nunca fue hombre, sino bestia, una vez un nazi preguntó:
¿Quién sabe boxear?
Unos dijeron que sí y otros dijeron que no; pero ya fuera sí o no... Allí no era vivir, sino morir.
Cuentan que allí, donde el hombre por no tener no tenía ni nombre, sólo era número, triángulo o estrella y un color, un SS aburrido, cansado de matar, buscaba diversión; un rato de asueto para distraer el sopor de asesinar. Y entonces volvió a preguntar:
¿Quién sabe boxear?
Y cuentan que allí, detrás de la alambrada, donde los presos no eran presos, sino carne de cañón; seres humanos, más de un millón, todos asesinados y convertidos en humo, ceniza y carbón; unos hombres buenos subieron al ring por obligación, para entretener al maldito SS que buscaba diversión. Y quizá esa fue su salvación, porque allí, entre mugre, hambruna, enfermedad y mucha mezquindad, en los combates de boxeo se ganaba un poco de sopa, mantequilla y pan.
Así lo recuerdan Noah Klieger y los otros 'boxeadores de Auschwitz'. Sobrecogedores testimonios de los que se pusieron los guantes para sobrevivir en el campo de concentración nazi.
Noah, aquel nonagenario con la mirada clara y la piel marcada por la desgracia. Manchada por ese tatuaje infame y añejo, desgastado, que empañaba su antebrazo. 1-7-2-3-4-5, el número de la muerte. Noah, el superviviente que durante su visita a Madrid, un día del mes de enero de 2018, vestía todo de gris, claro, oscuro y marengo, quizá como un recuerdo de lo que le tocó vivir. Tiempos color ceniza. Su cuerpo de nonagenario estaba encogido, encorvado por la edad, pero su mente despejada. Dispuesta para recordar.
Noah, el que cuenta que allí, al otro lado, detrás de la alambrada, un día escuchó:
En este libro se narra la desgarradora historia de los presos que tuvieron que boxear para sobrevivir en Auschwitz, un relato concebido con los recuerdos de Noah Klieger, Tadeusz Pietrzykowski, Jacko Razon, Judah Vandervelde, Solomon Roth, Salamo Arouch, Andrzej Rablin... y muchos más.
K.O. Auschwitz es un libro magistral, escrito por José Ignacio Pérez, periodista del diarioMarca que fue galardonado por partida doble por el reportajeLos púgiles de Auschwitz, un texto publicado en 2019 en el diario deportivo del que nació este libro inolvidable.
Nota del autor
Esta no es mi historia ni pretendo que lo sea. Lo que ustedes se disponen a leer no son mis palabras, sino los recuerdos, testimonios y memorias de los que sobrevivieron para contar lo que pasó allí. En Auschwitz.
He intentado ser lo más fiel posible a todo lo que ellos testificaron.
In memoriam a las víctimas del Holocausto.
Prólogo
Escribir sobre Auschwitz es un gran reto para cualquiera que intente abordar el tema, pues es imposible describir en un solo libro, por muy extenso que este sea, la tragedia de más de un millón de personas encarceladas en condiciones inhumanas y que, en su gran mayoría, perecieron. No es posible relatar la historia personal de cada una de ellas, cuya vida en el campo a veces duraba tan solo unas horas, el tiempo que transcurría desde su llegada en un vagón de ganado hasta la muerte en las cámaras de gas; otras se pasaban varios años trabajando como esclavas bajo la supervisión de brutales kapos. Sin embargo, cada libro añade algo nuevo a nuestro intento de conocer mejor aquello que probablemente nunca se podrá entender completamente, al tratarse de una barbarie basada en un odio sin explicación lógica.
El nombre de «Auschwitz» es, sin duda, un símbolo de la crueldad nazi, pero no hay que olvidar que fue uno de los muchos campos creados por voluntad de Hitler, primero en Alemania, y después en la Europa ocupada. Durante años, encarcelaron en esos infames lugares a todos aquellos que, por alguna razón, consideraban enemigos del sis tema totalitario implantado en la década de los treinta del siglo xx en Alemania. Y por enemigo se definía a todo aquel que para ellos era diferente por razón de raza, origen, creencias o inclinaciones. En el Tercer Reich, que despreciaba todas las reglas democráticas, se descartaba la posibilidad de diálogo y la búsqueda de consenso. Solo se podía estar de acuerdo o someterse. Cualquier intento de oposición se reprimía con unas medidas atroces que podían llevar, y a menudo llevaban, a la muerte. La vida humana bajo el totalitarismo perdió drásticamente su valor: frente a la ideología brutal, despiadada e irreflexiva que impulsaba la maquinaria del Estado alemán, el hombre y su dignidad individual no significaban nada. Hablamos de una ideología que se alimentaba de un mito imperial, de envidias y complejos enraizados en el subconsciente, que necesitaba constantemente un enemigo -interno o externo- para justificar su existencia y para ser llevada a extremos cada vez mayores.
De ahí que todos aquellos que, por algún motivo político, racial o de cualquier otro tipo, eran considerados enemigos del sistema acababan en campos de concentración. El primero, Dachau, se estableció en las afueras de Múnich ya en 1933, y pronto le siguieron otros. Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, el sistema de campos comenzó a expandirse más rápidamente. Como resultado de la agresión alemana a Polonia en septiembre de 1939, seguida de la conquista de Dinamarca, Noruega, los países del Benelux y Francia en la primera mitad de 1940, el Reich de Hitler, junto con sus aliados, se hizo con el control de una gran parte de la Europa continental. Uno de los pilares del reino del terror -tanto represivo como preventivo- implantado en los territorios conquistados fue la práctica de mandar a la población a campos de concentración. Fue entonces cuando se fundó Auschwitz: el primer grupo de prisioneros llegó en junio de 1940. Se trataba de polacos a los que el Gobierno alemán de ocupación consideraba enemigos políticos. Muy pronto el número de presos comenzó a crecer, y entre los encarcelados en el campo también aparecieron mujeres y niños. El régimen nazi no se apiadaba de nadie.
El momento decisivo para el futuro del campo de Auschwitz llegó después del verano de 1941. Adolf Hitler rompió unilateralmente el tratado de no agresión con la Unión Soviética, que se había firmado justo antes del ataque a Polonia y que pasó a la historia como el «Pacto Ribbentrop Mólotov», y poco después se tomó la decisión de construir un segundo campo en Birkenau, muy cerca del ya existente, para alojar a más de cien mil prisioneros de guerra soviéticos. Pronto se abandonó este concepto y Auschwitz II-Birkenau, como se llamó a esta parte, se convirtió principalmente en el lugar de aniquilación de un millón de judíos transportados allí desde toda Europa para llevar a cabo el plan nazi de la «Solución Final». Durante los años siguientes, hasta principios de 194 5, Auschwitz funcionó al mismo tiempo como campo de concentración y de ex terminio, así como sucedía con decenas de otros campos que formaban parte de la industria de la muerte de la Alemana nazi.
He conocido a varios supervivientes, y cada una de las historias que me contaron era diferente y única. El hecho de sobrevivir al horror solía depender de un capricho del destino, de la coincidencia, de la suerte o, tal vez, del buen humor de un SS o de un kapo. José Ignacio Pérez ha escogido algunas de estas historias individuales particular mente excepcionales. ¿De qué otra manera se podría defi nir las vidas de esas pocas personas cuya salvación en el momento más oscuro de la historia de la humanidad se basó en saber boxear?
Llegados a este punto, algunos se podrían preguntar: pero ¿qué tienen en común Auschwitz y el boxeo? Sorprendentemente, mucho. Sin embargo, no es mi tarea responder aquí a esta cuestión. Lo hace José Ignacio en su libro, mostrando algunos elementos, quizá menos conocidos, de la vida cotidiana en un campo de concentración.
Este libro destaca varias paradojas. Como se sabe, en la Antigua Grecia, considerada la cuna del deporte, este era algo sagrado, dedicado a los dioses. Por tanto, durante los Juegos Olímpicos, que se celebraban cada cuatro años, las ciudades-estado griegas detenían todos los combates. Así pues, resulta paradójico que la práctica del boxeo en Auschwitz fuese no solo consecuencia de la guerra más cruel de la historia, sino que, más allá del deporte, la pelea en el ring significó para los protagonistas de las siguientes páginas la lucha por la supervivencia. Igualmente, es pa radójico que, a pesar de ser considerados como infrahu manos por los hombres de las SS, los boxeadores en Auschwitz fueran al mismo tiempo apreciados, e incluso admirados por sus verdugos arios. En cierto modo, los alemanes cuidaban de estos atletas otorgándoles algunos pri vilegios en la vida del campo: les daban unas tareas menos extenuantes y mejores raciones de comida, o les permitían entrenar antes de los combates. La tercera paradoja la describe perfectamente Witold Pilecki, oficial del ejército polaco clandestino que se dejó arrestar para infiltrarse, bajo nombre falso, en el campo de Auschwitz, y que es autor de un extenso informe de su estancia allí:
«El único deporte en el que se enfrentaban los kapos alemanes con los pri sioneros polacos eran las peleas de boxeo. [...] A pesar de la diferencia en la comida y [el volumen de] trabajo, los pola cos siempre ganaban a los kapos alemanes. El boxeo era la única oportunidad de romperle la cara al kapo, cosa que un prisionero polaco hacía con gran satisfacción, ante la ovación general de los espectadores».
Uno de los grandes valores de este libro es su rigor documental. Las historias, los detalles y las anécdotas que se descubren en las siguientes páginas son el resultado de una investigación de la que tuve el placer de ser testigo. A principios de 2019, se presentó en la puerta del Instituto Polaco de Cultura de Madrid un periodista del diario Marca con la idea de escribir un artículo sobre el poco conocido tema del deporte en Auschwitz. Buscaba ayuda para traducir del polaco los relatos que había recibido de los Archivos del Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau. Este fue el comienzo de una serie de reuniones en las que el autor me mostraba cada vez más documentos, que luego tradujimos y comentamos. El artículo que se acabó publicando recibió posteriormente (muy merecidamente, por cierto) un premio al mejor reportaje deportivo del año y fue el punto de partida para las ulteriores investigaciones y, en consecuencia, para este libro.
En las siguientes páginas nos hablan -con voz propia o a través de los relatos de varios testigos- personas que pasaron por un infierno: Noah, Jacko, Víctor, Tadeusz, Ka zimierz, Antoni o Harry.
Gradualmente descubrimos sus historias personales de sufrimiento, de lucha y, en algunos casos, de salvación. Lo mínimo que podemos hacer nosotros es escuchar sus voces, rescatarlas del olvido y aprender de ellas para que nunca vuelvan a ocurrir hechos parecidos. Tal vez reflexionando sobre sus tristes experiencias lleguemos a comprender mejor la naturaleza humana, capaz igualmente de lo bueno y de lo malo.
«Ha sucedido y, por consiguiente, puede volver a suceder». Nuestra tarea es recordar para impedirlo.
ERNEST KOWALCZYK,
coordinador de proyectos históricos,
Instituto Polaco de Cultura en Madrid
PREFACIO
Un ángel
Año 1941, en la plaza de recuento, Auschwitz.
En el infierno apareció Dios.
- Tú, escoria, da un paso al frente -dijo el oficial de las SS Karl Fritzsch, y señaló a un prisionero.
Un gesto, una sentencia de muerte.
El sargento del ejército polaco Franciszek Gajowniczek, el condenado, se quebró.
- ¡Mi esposa!¡Mis hijos! -imploró. Una súplica que alguien escuchó...
Sucedió a mediados de 1941. El prisionero Zygmunt Pilawski se había fugado a finales de julio, y los nazis, furiasos, preparaban una terrible represalia. Por uno que se ha bía escapado elegirían a diez inocentes para morir.
Así era lajusticia en un lugar sin ley.
-¡Mi esposa! ¡Mis hijos! ¡No los volveré a ver! -volvió a gritar Gajowniczek.
Y entonces un ángel bajó del Cielo en su ayuda. Un santo al que un día defendió un boxeador...
En el mayor matadero de inocentes jamás conocido... Cuentan que allí, al otro lado, detrás de la alambrada, justo ahí donde el hombre nunca fue hombre, sino bestia, una vez un nazi preguntó: - ¿Quién sabe boxear? Unos dijeron que sí y otros dijeron que no; pero ya fuera sí o no... Allí no era vivir, sino morir. Cuentan que allí, donde el hombre por no tener no tenía ni nombre, sólo era número, triángulo o estrella y un color, un SS aburrido, cansado de matar, buscaba diversión; un rato de asueto para distraer el sopor de asesinar. Y entonces volvió a preguntar: - ¿Quién sabe boxear? Y cuentan que allí, detrás de la alambrada, donde los presos no eran presos, sino carne de cañón; seres humanos, más de un millón, todos asesinados y convertidos en humo, ceniza y carbón; unos hombres buenos subieron al ring por obligación, para entretener al maldito SS que buscaba diversión. Y quizá esa fue su salvación, porque allí, entre mugre, hambruna, enfermedad y mucha mezquindad, en los combates de boxeo se ganaba un poco de sopa, mantequilla y pan.
En el Hotel Intercontinental, en el centro de Madrid, España, un 22 de enero de 2018...
Cuentan que Noah Klieger aparece en silla de ruedas. Tiene 91 años, la mirada clara y la piel marcada por la desgracia. Manchada por ese tatuaje infame y añejo, desgastado, que empaña su antebrazo. 1-7-2-3-4-5.
Noah viste todo de gris, claro, oscuro y marengo, quizá sea un recuerdo de lo que le tocó vivir. Tiempos color ceniza. Su cuerpo de nonagenario está encogido, encorvado por la edad, pero su mente despejada. Dispuesta para recordar.
Y cuenta que allí, al otro lado, detrás de la alambrada, un día escuchó:
- ¿Quién sabe boxear?
Guillermo Reparaz, el traductor; Rodolfo Espinosa, el cámara; Pablo García, el fotógrafo; y un servidor, el que escribe, saludamos a Klieger, el prisionero de Auschwitz número 172.345. Más bien le hacemos una reverencia. Impresiona su presencia. Él es un milagro.
Ayudamos a Noah a incorporarse. Prefiere cambiar la silla de ruedas por un sillón. Ya sabe qué queremos, se lo ha dicho Yessica San Román, nuestra intermediaria del Centro Sefarad.
Y Klieger empieza a hablar.
Ésta es su historia, pero también la de Arouch, Pietrzykowski, Rablin, Stolecki, Przybyla, Olszówka, Woznica, Borowski, Sobolewicz... y la de muchos más. Porque ellos son los que cuentan, los que dicen que allí, al otro lado, detrás de la alambrada, hubo un ring, guantes y les ordenaron pelear.
Todo empezó con un brutal: '¿Quién sabe boxear?'. El nazi aúlla.
Auschwitz. 1944. El prisionero 172.345 tirita de frío. Noah Klieger, apenas un adolescente, tiene miedo, pero hace un gesto, sólo un leve movimiento de la mano. Y así comienza la lucha por la vida, la de los púgiles en el infierno: los boxeadores de Auschwitz. En una esquina, con pijama de rayas, las ropas ajadas, hambrientos y maltratados, condenados, y con un peso de 42 kilos, los inocentes; en la otra, con uniforme militar, fusta y una esvástica tatuada en el pecho ario, fuertes, bien nutridos y con un peso de 90 kilos, los asesinos.
Gong. Empieza el combate.
A Noah Klieger se le empaña la mirada. Y vuelve allí. Escucha de nuevo los gritos, la amenaza del SS. '¿Quién sabe boxear?' Regresa al pasado, a ese lugar del que salió, pero del que nunca escapó. Allí, allí, ¡siempre allí! "No hay un día que no lo recuerde, que no piense en el Holocausto", asegura con gesto triste. Lejos queda el lujoso salón del Hotel Intercontinental en el que se encuentra. Está sentado frente a una mesa baja de cristal, pero él ya no ve nada. Sus ojos se oscurecen, su gesto se endurece. Ahora es el boxeador que no sabía boxear, el prisionero 172.345. Está en Auschwitz...
Habla él y hablan los demás. Los protagonistas, los testigos.
Y Noah cuenta que allí, al otro lado, detrás de la alambrada...
* Las fechas no concuerdan. Noah Klieger dijo en la entrevista que llegó a Auschwitz en enero de 1943, pero en el Archivo del campo de concentración su entrada está registrada en enero de 1944.
"Entraron dos SS y uno de ellos preguntó: '¿Quién sabe boxear?'. Entonces yo pensé: 'Quizá lo que quieren son deportistas'. Y levanté la mano. Aún hoy no sé por qué lo hice. Han pasado casi 75 años y todavía no sé qué me impulsó a reaccionar así. Tenía un presentimiento, fue algo visceral. No pensé con el cerebro, lo hice con las tripas. Me dije: 'Si quieren boxeadores, debe ser para algo positivo'. Y levanté la mano", recuerda Noah.
Klieger no fue el primero. Otros ya se habían ofrecido antes: "Éramos unos 900 hombres y 700 mujeres, que veníamos de Francia, de Bélgica y de los Países Bajos. Allí había dos boxeadores profesionales como Sally Weinschenk, que fue campeón de Europa cuatro años en peso medio. Y Sam Potts, un gigante de casi dos metros, de unos 20 años y 117 kilos. Ellos levantaron la mano, ellos sí eran boxeadores. El tercero no era un púgil, pero sí un excelente deportista. Jean Korn era portero de uno de los grandes equipos de la época, el Union Saint Gilloise. Tenía 26 años, 1,91 metros de altura".
Así fue el principio, ese inicio que le permitió llegar hasta el final: a sobrevivir. "Muchas cosas me salvaron la vida en Auschwitz. Para no morir allí se tenían que producir algunos milagros. Y uno de ellos fue el boxeo. Y te preguntarás... ¿Qué tiene que ver el boxeo en un campo de concentración? ¿Qué tiene que ver en un lugar en el que todo se convierte en nada?", dice.
EL COMANDANTE SS QUE ERA UN "LOCO" DEL BOXEO
¿Por qué el boxeo? Noah hace la pregunta... y la responde. "El comandante de Auschwitz III-Monowitz, Heinrich Schwarz, era un amante del boxeo. Para su relajación personal decidió organizar combates todos los domingos en la Appellplatz. Los prisioneros en ese campamento trabajaban en la fábrica y todos podían asistir a las peleas. Si no eran en la Appellplatz, se celebraban en un hangar donde sólo había espacio para los 400 SS que estaban a las órdenes de Schwarz en el campamento", continúa el preso número 172.345.
Monowitz era uno de los subcampos de Auschwitz, el más grande. Estaba ubicado en los alrededores de la fábrica de caucho sintético y combustibles líquidos que había instalado allí la IG Farben [la empresa química más importante de Alemania], factoría en la que los presos del campo de concentración eran obligados a trabajar. Muchas veces hasta la extenuación, hasta la muerte. Alrededor de unos 10.000 prisioneros estuvieron internados en la Buna, nombre con el que se conoció a Auschwitz III, situado a unos 6 kilómetros de distancia del campo principal.
Noah es un gran orador. Su testimonio fluye sin interrupción. Imposible olvidar.
"Schwarz, como he dicho, era un loco del boxeo. Y en cada transporte, cada día llegaba alguno con gente de toda Europa, él buscaba boxeadores para montar un equipo. Cuando yo llegué, nos dijeron que íbamos a un campo de trabajo. Yo venía desde el oeste, nací en Estrasburgo, en Francia. Por entonces ya no había ningún contacto entre los judíos del oeste y los del este, porque Alemania ya había ocupado Polonia. Y yo no sabía, nadie lo sabía, que miles y miles de judíos ya habían sido gaseados y quemados antes de nuestra llegada. Nosotros pensábamos que era un campo de trabajo", recuerda Noah.
No puedo evocar aquellos combates que viví en primera fila para ningún ser humano en su sano juicio".Paul Steinberg (Prisionero en Auschwitz)
LA MUERTE POR CONGELACIÓN: 22 HORAS AL RASO A 25 GRADOS BAJO CERO
Pero no lo era. Klieger pisaba ceniza en un centro de exterminio nazi. "Cuando llegamos allí, nos bastaron 10 segundos para saber que eso no era un lugar de trabajo. Nos hicieron salir con perros, las mujeres, evidentemente, separadas de los hombres. Estábamos en Auschwitz II-Birkenau. La Alta Silesia [la región en la que estaba ubicado el campo de concentración] es una de las más frías de Europa y las temperaturas bajan hasta menos 27 o menos 28 grados. Cuando nosotros llegamos, hacía menos 25", rememora.
"No sabíamos dónde estábamos y esperamos allí una hora más. Luego aparecieron guardas SS y nos llevaron a Auschwitz I. Nos pidieron que nos desvistiéramos... ¡con 25 grados bajo cero! Entramos en un hangar, pero no tenía tejado, así que era como si siguiésemos en el exterior. Estuvimos allí 22 horas. Dos tercios murieron de frío, congelados", dice.
Los púgiles de Auschwitz: “O sabes boxear o vas a la cámara de gas” I MARCA Studios
The Set-Up es un poema narrativo del tamaño de un libro, escrito porJoseph Moncure March. Fue publicado por primera vez en el invierno de 1928 por Pascal Covici, Inc., después del éxito del primer poema de March,The Wild Party (1926), que se convirtió en un escándalo después de que fuera prohibido en Boston por lascivo.
El montaje se inspiró en una pintura deJames Chapin., que March vio por primera vez en 1928. "El retrato de Chapin muestra una figura negra imperturbable sentada en su esquina entre rondas y mirando fijamente al ring sin sentido, con las cejas bajadas sobre un rostro muy golpeado, guantes de boxeo descansando suavemente sobre sus rodillas. Mientras tanto, su manejador blanco de mediana edad se recuesta sobre las cuerdas en una postura despreocupada y difícil de leer ¿le está haciendo un gesto a algún amigo en la multitud? en su cabello engominado? Cualquiera que sea el significado pretendido por Chapin, March parece haber tomado de la pintura, para que luego pudiera ponerlo en su poema, una aguda conciencia de la distancia entre aquellos que luchan y aquellos que miran la lucha; aquellos desnudos expuestos y los que encubren algo".
La narración cuenta la historia de un anciano boxeador afroamericano utilizado como "montaje" contra un boxeador más joven, Sailor Gray. La historia se centra en el vínculo entre el crimen y el boxeo profesional tal como era en la primera mitad del siglo XX. March está interesada en el papel que juega la raza en el deporte y cómo aparecen las políticas raciales cuando se transmutan en el ring de boxeo. "Pansy tenía las cosas, pero su piel era morena; y nunca tuvo la oportunidad de ganar la corona de peso mediano".
El mundo que representa March es brutal, las personas son crueles entre sí. Primero nos encontramos con los gerentes de combate Cohn y Ed MacPhail en el bar de Herman Brecht, donde se reunirán con Tony Morelli. Morelli, un jefe de lucha, necesita un luchador para enfrentarse a su prometedora joven luchadora Sailor Gray. Cohn y MacPhail sugieren a Pansy Jones como candidata y la pelea está arreglada. Se intercambia dinero, Morelli les dice a Cohn y Ed MacPhail que le den una parte a Jones para asegurarse de que "caiga Gray", pero después de dejar el bar, Cohn y Ed MacPhail deciden no darle a Jones nada del dinero arreglado. Cuando tiene lugar la pelea, Pansy Jones descubre la verdad y, con el orgullo herido, gana enojada la pelea contra Gray. Para gran resentimiento de los gerentes de pelea que, acompañados por Gray, posteriormente persiguen a Pansy Jones. Lo llevan al metro y Pansy Jones cae sobre las vías de un tren que se aproxima. El final es ambiguo, pero se supone que muere.
"The set-up" es la adaptación de un poema narrativo de Joseph Moncure March. Donde además el protagonista es un boxeador negro, si destaco este punto es porque la película, en cierto modo, es un poema visual sobre la figura del perdedor. No hay más que leer el nombre de algunos locales decadentes de esa plaza donde transcurre la trama que hacen referencias al paraíso y a los sueños. La historia de "The set up" transcurre en un breve periodo de tiempo, como señala el reloj de la calle que abre y cierra la película…, donde el boxeador con rostro de Robert Ryan no solo tendrá su última noche de gloria sino que también le seguirá la sombra del fracaso y del destino cruel… o quizá el camino, como cree su desencantada esposa (Audrey Totter), para una nueva oportunidad en la vida.
Todo es un poema visual. El ambiente de esa zona de la ciudad donde transcurre la trama. Mientras él se prepara para la última pelea en el ring, ella pasea reflexiva por las calles. Los rostros de los espectadores. La decadencia que se respira. Esa ventana del hotel que se enciende y se apaga… y supone una esperanza para el luchador porque es el reflejo de que alguien le espera. La importancia de las sombras, sobre todo en el momento más violento y triste del film donde las sombras de un grupo de jazz se proyectan en una pared de ladrillo, mientras la música además tapa los gritos de una paliza nocturna que no hace falta que la cámara la recoja pues sentimos toda la crudeza del momento. El propio combate, casi a tiempo real (como toda la película), que modula y carga de tensión y emoción la fuerza de un boxeador fracasado que quiere demostrar a toda costa que aún puede vencer, porque es lo que sabe hacer, luchar en el ring. La soledad del campeón en la habitación de preparación después del combate… Los más cercanos a él le han traicionado, menos su esposa, menos el vendedor de periódicos que admira sus viejas glorias, o los compañeros que nada pueden hacer… La desesperación del que se siente atrapado… pero que no ha sucumbido a la corrupción, al frío gánster de turno.
"Nadie puede vencerme" sigue el ritmo del rostro de Robert Ryan, que aflora todos los sentimientos posibles, de hombre duro y golpeado por la vida, de hombre tierno y enamorado, de hombre atormentado y fracasado, de hombre viviendo sus momentos de gloria, de hombre con el terror en el rostro, de hombre derrotado que pide ayuda…, de hombre que a pesar de los golpes… sabemos que va a volver a levantarse una y otra vez… "Nadie puede vencerme" sigue el ritmo de los golpes de la vida, que se reflejan en el ring y en el rostro de los otros compañeros de combate del protagonista. Rostros esperanzados, rostros desencantados, rostros del fracaso y de los sueños rotos. Y finalmente, "Nadie puede vencerme" sigue el ritmo del tiempo real, de las agujas del reloj que no se detienen a ritmo de jazz.
No excesivamente conocido film, pero una obra bellísima. La eterna lucha entre lo material y lo espiritual. Aquí lo material representado por el mundo del boxeo, y lo espiritual, por la música.
Narra el eterno enfrentamiento entre las necesidades del espíritu y la subsistencia. Entre lo crematístico, hueco, genérico y lo espiritual, lo sensible, lo humano. Paralelamente es una feroz crítica a determinadas convenciones sociales que intentan uniformizar al individuo negándole su propia personalidad. La reafirmación de una personalidad libre, sensible, incompatible con el mundo de lo superficial.
Ante películas como esta, realmente no importa desde que contexto, situación personal o época se esté viendo y aunque hayan pasado más de 70 años desde su estreno, su mensaje es tan poderoso y verdadero que sigue calando al espectador con la misma claridad y carga emocional. ¿Y cuál es este mensaje? La duda entre hacer lo que quieres o lo que debes; entre hacer tu voluntad o la de los demás, entre hacer lo que te dicta tu corazón o lo que te dicta la sociedad. Algo universal y común a todos los seres humanos en algún momento de sus vidas.
Éste filme también es una crítica al sueño americano. También es una reflexión bellísima sobre el calor de las relaciones familiares y sobre el amor sincero.
La reflexión sobre lo excepcional (arte) y sobre lo convencional (carencia de escrúpulos, intereses dinerarios, incomprensión de lo sensible) es introducida por Mamoulian y V.Young mediante la excelsa música de Massenet. Esa música, extraída de la ópera Thaïs, describía allí, como en el filme que nos ocupoa, la lucha de Thaïs entre lo espiritual y la facilidad del disfrute instantaneo. Entre la codicia y la generosidad. Entre lo eterno y lo vulgar, lo caduco.
En otro orden de cosas, cabe resaltar la excelente fotografía, con un brillo casi dorado en determinadas escenas. William Holden realiza una labor magnífica, así como Barbara Stanwyck.
Sueño dorado cuenta con toda la sensibilidad artística de Mamoulian, el cual reafirmaba su refinada personalidad con ésta obra maestra actualmente ignorada.
La historia, bien contada y con un ritmo perfecto, nos introduce perfectamente en la vida de un muchacho que duda entre seguir su vocación musical o dedicarse al boxeo por dinero. Podemos ver a un jovencísimo William Holden de rizos perfectos y a una más bella de lo habitual Barbara Stanwick; ambos nos deleitan con unas excelentes interpretaciones, frescas e intuitivas, llenas de sensibilidad y transparencia. Puro arte interpretativo. El resto de interpretaciones son simplemente correctas; como fallo, diría que algunas están faltas de carisma y otras son innecesariamente excesivas, como es el caso de algunos miembros de la familia de nuestro protagonista que, con su exageradas personalidades, llegan a crear algunas situaciones domésticas que rallan en la comicidad absurda y no encajan en el aire dramático y realista de la película.
Gran dirección de Mamoulian, con un intuitivo uso de cámara, cercano y personal, y una excelente fotografía en blanco y negro, sugerente y llena de matices. Acertadísima banda sonora que ayuda aun más a sacar tus sentimientos a flor de piel.
Recomendable a los amantes del cine clásico y de los dramas.
Pese a los prejuicios leídos de algunos críticos, totalmente sin fundamento, esta historia es una fábula en la línea casi de Capra, como un cuento, donde nos muestra a un joven con capacidades innatas para tocar el violín, pero que se siente tentado por el mundo del boxeo por el éxito rápido y el dinero que genera, además del aplauso de las masas.
El film tiene un encanto ingenuo, pero que funciona perfectamente con la historia. Holden está espléndido encarnando a un joven rebelde, pero a la vez soñador, violinista de enorme sensibilidad por la que se han reído de él. Y su faceta de boxeador, la que aspira casi como venganza, pues el mundo premia al agresivo y no al sensible y al artista, y así impresionar a la chica que le gusta.
Quizá tiene algún punto algo más flojo, pero todo se perdona ante el cariño con el que rueda Mamoulian, el encanto que desprende el film, la acción muy bien llevada, la fotografía y la música (recibió un Oscar). Y atentos a los diálogos, sobre todo entre Holden y Stanwyck. Bellísima joya, un cuento con mensaje eterno, un canto al arte y a la música, a la familia, a los sentimientos y a la sensibilidad.
Sueño dorado -1939 -HD -CASTELLANO (CINE CLASICO de CULTO)
Creo en el Dios de Jesús y de María, el Dios de los bienaventurados, sencillos y sabios humildes como Abraham y Sara; Isaac y Rebeca; Jacob y Raquel. Y no el de los expertos racionalistas e ideologistas teólogos y entendidos escribas de todos los tiempos, El Mismo JesuCristo nunca los eligió ni como apostóles ni como discípulos. Ni antes ni ahora. Soy Venezolano, Maracucho/Maracaibero, Zuliano y Paraguanero, Falconiano; Soy Español, Gallego, Coruñés e Fillo da Morriña; HISPANOAMÉRICANO; exalumno marista y salesiano; amigo y hermano del mundo entero.
La Línea Editorial de este Rincón es la Veracidad y la Independencia imparcial.
¡¡¡ Que El Señor de La Comunicación, de La Amistad, de La Paz con Justicia, te bendiga, te guarde, te proteja, siempre... AMÉN !!! ________________________________
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"EL CRISTIANO HA NACIDO PARA LUCHAR": PAPA LEÓN XIII
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LITURGIA DE LAS HORAS DEL DÍA
#YoTambiénSoyCristianoPerseguido
#NoEstánSolos: Ya estamos hartos de que los criminales exterminen a los cristianos solo por su fe. Ha llegado la hora de movilizarse y defenderlos. Basta de cobardía. Se valiente y osado frente a los asesinos y defiende con ardor tu fe y a los que son perseguidos por la horda. Coloca en tu página el símbolo creado por el movimiento en defensa de los cristianos perseguidos para la campaña mundial que se ha iniciado para que no nos olvidemos de todos aquellos que están siendo perseguidos y masacrados por ser cristianos. El símbolo del centro es la letra N del alfabeto árabe, con la que los yihadistas están marcando las casas de los Nazarenos, que es como ellos llaman a los cristianos. Juntos hagamos que no se olviden aquellos hermanos perseguidos en todo el mundo por amar a su Dios. #NoEstanSolos #PrayForthem #ن #YoTambiénSoyCristianoPerseguido #Iglesia #Kenya #Siria #Irak #Afganistán #ArabiaSaudí #Egipto #Irán #Libia #Nigeria #Pakistán #Somalia #Sudán #Yemen y otros...
EL SILENCIO CULPABLE
QUE LA LUZ BRILLE SOBRE TI, TIERRA FÉRTIL #SOSVENEZUELA
VENEZUELA UN PAÍS PARA QUERER Y PARA LUCHAR
“Nací y crecí en un lugar donde dicen ” Pa’lante es pa’llá”, donde se pide la bendición al entrar, al salir, al levantarte y al acostarte, donde se comen arepas, cachapas y espaguetti con diablito, donde se menea el whisky con el dedo, donde se respira alegría aún en las adversidades, donde se regalan sonrisas hasta a los extraños, donde todos somos panas, donde aguantamos chalequeos, donde se trata con cariño sincero, donde los hijos de tus amigos son tus sobrinos, donde la gente siempre es amable, donde los problemas se arreglan hablando y tomando una cervecita, donde no se le guarda rencor a nadie y donde nadie se molesta por tonterías, donde hasta de lo malo se saca un chiste, donde besamos y abrazamos muchísimo, donde expresamos con cariño nuestros sentimientos, donde hay hermosas playas, ríos, selvas, montañas, nieve, llanos, sabana y desierto, un país de gente bella, cariñosa y alegre donde se mezclaron armoniosamente las razas, donde el extranjero se siente en casa y donde siempre encontramos cualquier motivo para celebrar con los amigos. Nací y crecí en VENEZUELA, me siento orgulloso de ser venezolano y seguiré manteniendo mi espíritu venezolano en cualquier lugar del mundo”
¡NO TE RINDAS!
♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥ Si la angustia te seca, si la ansiedad te asfixia, si la tristeza te ahoga, si el pesimismo te ciega... llora, grita, comunícate, exterioriza tu dolor.... pero JAMÁS te rindas.
Levanta tu mirada, respira hondo... ¡LUCHA..! amig@...lucha ... PORQUE Sí hay salida. Sí hay sentido. Sí hay ESPERANZA. Levanta tus manos y pide ayuda.
No te des por vencid@...y poco a poco verás La Luz. NO te rindas amig@, lucha. NO ESTÁS SOL@.
PORQUE VERÁS QUE SÍ VALIÓ LA PENA... ♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥
LA FUERZA INVENCIBLE DE LA FE
¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
"Ya veis que no soy un pesimista, ni un desencantado, ni un vencido, ni un amargado por derrota alguna. A mí no me ha derrotado nadie, y aunque así hubiera sido, la derrota sólo habría conseguido hacerme más fuerte, más optimista, más idealista, porque los únicos derrotados en este mundo son los que no creen en nada, los que no conciben un ideal, los que no ven más camino que el de su casa o su negocio, y se desesperan y reniegan de sí mismos, de su patria y de su Dios, si lo tienen, cada vez que le sale mal algún cálculo financiero o político de la matemática de su egoísmo.
¡Trabajo va a tener el enemigo para desalojarme a mi del campo de batalla! El territorio de mi estrategia es infinito, y puedo fatigar, desconcertar, desarmar y doblegar al adversario, obligándolo a recorrer por toda la tierra distancias inmensurables, a combatir sin comer, ni beber, ni tomar aliento, la vida entera; y cuando se acabe la tierra, a cabalgar por los aires sobre corceles alados, si quiere perseguirme por los campos de la imaginación y del ensueño. Y después, el enemigo no podrá renovar su gente, por la fuerza o por el interés., que no resisten mucho tiempo, y entonces, o se queda solo, o se pasa al amor, que es mi conquista, y se rinde con armas y bagajes a mi ejército invisible e invencible...."
(Fragmento de una página del discurso de Joaquín V. González "La universidad y alma argentina" 1918). ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
COMBATE Y DENUNCIA A LOS PEDÓFILOS (PEDERASTAS)
SEÑOR, TE PEDIMOS QUE PROTEJAS A L@S NIÑ@S, TE LO PEDIMOS EN EL NOMBRE DE JESÚS. AMÉN. ¡Ay de aquel que escandalice a uno de estos pequeñitos! Mejor le fuera que le ataran al cuello una piedra de molino y lo arrojaran al mar, que hacer tropezar a uno de estos pequeñitos....... Lc 17,1-2 -- ÚNETE Y DENUNCIA --
SI LOS MEDIOS CALLAN, EL PUEBLO GRITA...
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FORO DE CRISTIAN@S CATÓLIC@S LAIC@S SEGLARES EN FACEBOOK
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Cuando existe la esperanza, todos los problemas son relativos
EL SENTIDO COMÚN ES IMPRESCINDIBLE PARA EL BIEN COMÚN Y PARTICULAR
SOMOS ANTI-OBSOLESCENCIA: NUESTRA CALIDAD TIENE VALOR
OBSOLESCENCIA ES LA planificación o programación del fin de la vida útil de un producto o servicio de modo que este se torne obsoleto, no funcional, inútil o inservible tras un período de tiempo calculado de antemano, por el fabricante o empresa de servicios, durante la fase de diseño de dicho producto o servicio, nos conduce al CONSUMISMO exacerbado, por culpa de algo evitable, destruimos recursos, planeta y dinero por algo que podríamos tener durante mucho tiempo.