EL Rincón de Yanka: INDECISIÓN

inicio














Mostrando entradas con la etiqueta INDECISIÓN. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta INDECISIÓN. Mostrar todas las entradas

lunes, 13 de enero de 2025

LIBRO "PENSAR RÁPIDO, PENSAR DESPACIO": LOS MODELOS EN LA TOMA DE DECISIONES por DANIEL KAHNEMAN 💡

 

PENSAR RÁPIDO,
PENSAR DESPACIO

DANIEL KAHNEMAN

Daniel Kahneman, uno de los pensadores más importantes del mundo, recibió el premio Nobel de Economía por su trabajo pionero en psicología sobre el modelo racional de la toma de decisiones. Sus ideas han tenido un profundo impacto en campos tan diversos como la economía, la medicina o la política, pero hasta ahora no había reunido la obra de su vida en un libro.
Un apasionante recorrido por el funcionamiento de la mente de la mano del padre de la psicología conductista y premio Nobel de Economía en 2002: Daniel Kahneman.

En Pensar rápido, pensar despacio, un éxito internacional, Kahneman nos ofrece una revolucionaria perspectiva del cerebro y explica los dos sistemas que modelan cómo pensamos. Daniel Kahneman, uno de los pensadores más importantes del mundo, recibió el premio Nobel de Economía por su trabajo pionero en psicología sobre el modelo racional de la toma de decisiones. Sus ideas han tenido un profundo impacto en campos tan diversos como la economía, la medicina o la política, pero hasta ahora no había reunido la obra de su vida en un libro.

En este libro Kahneman expone la extraordinaria capacidad (y también los errores y los sesgos) del pensamiento rápido, y revela la duradera influencia de las impresiones intuitivas sobre nuestro pensamiento y nuestra conducta. Toca muchos temas que nos afectan en el día a día: el impacto de la aversión a la pérdida y el exceso de confianza en las estrategias empresariales, la dificultad de predecir lo que nos hará felices en el futuro, el reto de enmarcar adecuadamente los riesgos en el trabajo y en el hogar, el profundo efecto de los sesgos cognitivos sobre todo lo que hacemos, desde jugar en la Bolsa hasta planificar las vacaciones; todo esto solo puede ser comprendido si entendemos el funcionamiento conjunto de los dos sistemas del cerebro a la hora de formular nuestros juicios y decisiones.

Al implicar al lector en una animada reflexión sobre cómo pensamos, Kahneman consigue revelar cuándo podemos confiar en nuestras intuiciones y cuándo no, y de qué modo podemos aprovechar los beneficios del pensamiento lento. Además, ofrece enseñanzas prácticas e iluminadoras sobre cómo se adoptan decisiones en la vida profesional o personal, y sobre cómo podemos usar distintas técnicas para protegernos de los fallos mentales que nos crean problemas. Pensar rápido, pensar despacio cambiará para siempre nuestra manera de pensar sobre cómo pensamos.

En Pensar rápido, pensar despacio, un éxito internacional, Kahneman nos ofrece una revolucionaria perspectiva del cerebro y explica los dos sistemas que modelan cómo pensamos. El sistema 1 es rápido, intuitivo y emocional, mientras que el sistema 2 es más lento, deliberativo y lógico. Kahneman expone la extraordinaria capacidad (y también los errores y los sesgos) del pensamiento rápido, y revela la duradera influencia de las impresiones intuitivas sobre nuestro pensamiento y nuestra conducta. El impacto de la aversión a la pérdida y el exceso de confianza en las estrategias empresariales, la dificultad de predecir lo que nos hará felices en el futuro, el reto de enmarcar adecuadamente los riesgos en el trabajo y en el hogar, el profundo efecto de los sesgos cognitivos sobre todo lo que hacemos, desde jugar en la Bolsa hasta planificar las vacaciones; todo esto solo puede ser comprendido si entendemos el funcionamiento conjunto de los dos sistemas a la hora de formular nuestros juicios y decisiones.

Al implicar al lector en una animada reflexión sobre cómo pensamos, Kahneman consigue revelar cuándo podemos confiar en nuestras intuiciones y cuándo no, y de qué modo podemos aprovechar los beneficios del pensamiento lento. Además, ofrece enseñanzas prácticas e iluminadoras sobre cómo se adoptan decisiones en la vida profesional o personal, y sobre cómo podemos usar distintas técnicas para protegernos de los fallos mentales que nos crean problemas. Pensar rápido, pensar despacio cambiará para siempre nuestra manera de pensar sobre cómo pensamos.

INTRODUCCIÓN

Me imagino que todo autor piensa en los lectores que podrían beneficiarse de la lectura de su obra. En mi caso, pienso en el proverbial dispensador de agua de la oficina, junto al cual se comparten opiniones y se intercambian chismes. Espero enriquecer el vocabulario que la gente emplea cuando habla de las opiniones y las decisiones de otros, de las nuevas directrices empresariales o de las inversiones que ha hecho un compañero. 

¿Por qué nos interesan los chismes? Porque es mucho más fácil, y también más entretenido, encontrar y etiquetar los errores de otros que reconocer los propios. En el mejor de los casos, cuestionar lo que creemos y queremos es difícil, especialmente cuando más necesitamos hacerlo, pero podemos beneficiarnos de la opinión informada de otros. Muchos de nosotros anticipamos espontáneamente cómo valorarán los amigos y compañeros nuestras decisiones; la cualidad y el contenido de estos juicios anticipados importa. Esperar un chisme inteligente es un motivo poderoso para hacer una autocrítica seria, más poderoso que los propósitos de Año Nuevo de mejorar en el trabajo y en casa. 

Para ser un experto en diagnóstico, un médico necesita conocer una larga serie de nombres de dolencias, en cada uno de los cuales la idea de la enfermedad se asocia a sus síntomas, posibles antecedentes y causas, posibles evoluciones y consecuencias, y posibles intervenciones para curar o mitigar esa enfermedad. Aprender medicina consiste en parte en aprender el lenguaje de la medicina. Un conocimiento más profundo de juicios y decisiones requiere igualmente un vocabulario más rico que el del lenguaje que usamos cada día. Del chisme informado se espera que en él haya pautas características de los errores que la gente comete. 

Los errores sistemáticos son fruto de inclinaciones, y puede predecirse su recurrencia en ciertas circunstancias. Cuando, por ejemplo, un orador apuesto y seguro de sí mismo sale a escena, podemos anticipar que la audiencia juzgará sus comentarios más favorablemente de lo que merece. Disponer de una etiqueta para diagnosticar esta inclinación o sesgo —el efecto halo— nos hace más fácil anticipar, reconocer y entender. Cuando nos preguntan qué estamos pensando, normalmente respondemos. 

Creemos saber lo que tenemos en nuestra mente, que a menudo consiste en un pensamiento consciente que discurre ordenadamente. Pero esta no es la única manera en que la mente trabaja, ni siquiera la manera habitual. La mayor parte de nuestras impresiones y pensamientos surgen en nuestra experiencia consciente sin que sepamos de qué modo. No podemos averiguar cómo llegamos a contar con que hay una lámpara en el escritorio delante de nosotros, o cómo detectamos un tono de irritación en la voz de nuestra esposa al teléfono, o cómo reaccionamos para evitar un peligro en la carretera antes de ser conscientes de él. 

El trabajo mental que produce impresiones, intuiciones y multitud de decisiones se desarrolla silenciosamente en nuestras mentes. Muchas de las argumentaciones de este libro tratan de los sesgos de intuición. Sin embargo, que el centro de esas argumentaciones sea el error no menoscaba la inteligencia humana más que la atención a las enfermedades en los textos médicos niega la salud. 

La mayoría de nosotros estamos sanos la mayor parte del tiempo, y la mayoría de nuestros juicios y acciones son apropiados la mayor parte del tiempo. Cuando conducimos nuestras vidas, normalmente nos dejamos guiar por impresiones y sentimientos, y la confianza que tenemos en nuestras creencias y preferencias intuitivas normalmente está justificada, pero no siempre. Con frecuencia estamos seguros de nosotros mismos cuando nos equivocamos, y es más probable que un observador objetivo detecte nuestros errores antes que nosotros mismos. Y este es mi propósito para las conversaciones junto a los dispensadores de agua:

mejorar la capacidad de identificar y comprender errores en juicios y decisiones, en otros y eventualmente en nosotros mismos, proporcionando un lenguaje más rico y preciso para discutirlos. Al menos en algunos casos, un diagnóstico acertado puede sugerir una intervención para limitar el daño que a menudo causan los malos juicios y las malas elecciones.

INTRODUCCIÓN

EL PUNTO DE PARTIDA 

Este libro no pretende ser una exposición de la primera investigación que Amos y yo realizamos juntos; esta tarea y a la han llevado cumplidamente a cabo muchos autores a lo largo de los años. Lo que aquí me propongo es presentar una panorámica que muestre cómo trabaja la mente, para lo cual tengo en cuenta los más recientes avances en psicología cognitiva y social. Uno de los avances más importantes es que ahora entendemos tanto las maravillas como los defectos del pensamiento intuitivo. Amos y yo no nos ocupamos de las intuiciones acertadas, que quedan fuera de la afirmación informal de que la heurística de los juicios «es muy útil, pero a veces conduce a graves errores sistemáticos». 

Nos concentramos en los sesgos porque ambos los considerábamos interesantes en sí mismos y porque nos proporcionaban evidencias sobre la heurística de los juicios. No nos preguntamos si todos los juicios intuitivos en situación de incertidumbre los producía la heurística que estudiábamos; ahora está claro que no es así. En particular, las intuiciones acertadas de los expertos se explican mejor por los efectos de la práctica prolongada [6] que por la heurística. Ahora podemos dibujar un cuadro más rico y equilibrado en el que la sagacidad y la heurística son fuentes alternativas de juicios y elecciones intuitivos. 

El psicólogo Gary Klein cuenta la historia de un equipo de bomberos que penetraron en una casa en la que la cocina estaba en llamas. [7] Poco después de aplicar la manguera a la cocina, el jefe de bomberos dio un grito. 
«Salgamos de aquí», exclamó sin saber por qué. El suelo se hundió casi inmediatamente después de que los bomberos escaparan. Solo después de ocurrir aquello, el jefe de bomberos se dio cuenta de que el fuego había sido extrañamente silencioso y que sus orejas habían estado extrañamente calientes. Estas impresiones juntas despertaron lo que llamó un «sexto sentido del peligro». 

No tenía ni idea de lo que andaba mal, pero sabía que algo andaba mal. Resultó que el foco del incendio no estaba en la cocina, sino en el sótano, debajo de donde sus hombres habían estado. Todos hemos oído historias de intuición experta: el maestro ajedrecista que pasa por delante de una fila de jugadores y anuncia sin pararse: « Blancas dan jaque mate en tres jugadas» , o el médico que hace un complejo diagnóstico después de una sola mirada a un paciente. La intuición de los expertos nos parece mágica, pero no lo es. 

Cada uno de nosotros realiza muchas veces al día verdaderas proezas de experto intuitivo. La mayoría de nosotros tenemos un oído perfecto para detectar un enfado en la primera palabra de una conversación telefónica, o para reconocer, cuando entramos en una habitación, que hemos sido tema de conversación, y rápidamente reaccionamos a señales sutiles de que llevar el coche por el carril de al lado es peligroso. Nuestras capacidades intuitivas cotidianas no son menos maravillosas que las asombrosas percepciones de un bombero o un médico experimentados; solo son más comunes. La psicología de la intuición acertada no encierra magia alguna. 

Quizá la mejor formulación al respecto es la del gran Herbert Simon, que estudió a maestros ajedrecistas [8] y mostró que tras miles de horas de práctica llegaban a ver las piezas en el tablero de otra manera que nosotros. Podemos comprender la impaciencia de Simon con la mitificación de la intuición experta cuando escribe: «La situación proporciona la ocasión; esta da al experto acceso a información almacenada en la memoria, y la información da la respuesta. 

La intuición no es ni más ni menos que el reconocimiento». [9] No nos sorprende que un niño de dos años mire a un perro y diga «chuchi», porque estamos acostumbrados al milagro de los niños aprendiendo a reconocer y nombrar cosas. La cuestión central en Simon es que los milagros de la intuición experta tienen el mismo carácter. Las intuiciones válidas se producen cuando los expertos han aprendido a reconocer elementos familiares en una situación nueva y a actuar de manera adecuada a ella. Los buenos juicios intuitivos vienen a la mente con la misma inmediatez que «chuchi». 

Desgraciadamente, no todas las intuiciones de profesionales surgen de la auténtica experiencia. Hace muchos años visité al jefe del departamento de inversiones de una gran empresa financiera, y me contó que acababa de invertir unas decenas de millones de dólares en acciones de la Ford Motor Company. Cuando le pregunté cómo había tomado esa decisión, me respondió que no hacía mucho había visitado una exposición de automóviles y había quedado impresionado. 

«¡Chico, menudos coches hacen!», fue su explicación. Dejó muy claro que confiaba en su instinto y estaba satisfecho con su decisión. Me dejó sorprendido que, según parecía, no hubiera tenido en cuenta algo que para un economista no es nada irrelevante: ¿habrían bajado en ese momento las acciones de la Ford? 

Simplemente había seguido su intuición; le gustaban los coches, le gustaba la compañía, y le gustaba la idea de ser accionista de ella. Por lo que sabemos de la manera acertada de adquirir acciones, es razonable creer que no sabía lo que estaba haciendo. La heurística específica que Amos y yo estudiamos nos era de poca ayuda para entender cómo al ejecutivo le dio por invertir en acciones de la Ford, pero ahora existe una idea más desarrollada de la heurística, que explica muy bien estas cosas. Un avance importante es que la emoción está ahora en nuestra comprensión de juicios y elecciones intuitivos mucho más presente que en el pasado. 

La decisión del ejecutivo sería hoy descrita como un ejemplo de heurística afectiva, [10] en la que los juicios y las decisiones son directamente regidos por sentimientos de agrado y desagrado con escasa deliberación o razonamiento. Cuando se enfrenta a un problema —el de elegir una jugada de ajedrez o el de decidir invertir en acciones—, la maquinaria del pensamiento intuitivo hace lo mejor que puede hacer. Si el individuo tiene una experiencia relevante, reconocerá la situación, y es probable que la solución intuitiva que le venga a la mente sea la correcta. Es lo que ocurre cuando un maestro ajedrecista examina una posición complicada: las pocas jugadas que inmediatamente se le ocurren son todas buenas. 

Cuando el problema es difícil y no se tiene una solución adecuada, la intuición dispone todavía de un cartucho: una respuesta puede venir rauda a la mente; pero no es una respuesta a la cuestión original. La cuestión que encaró el ejecutivo (¿debo invertir en acciones de la Ford?) era difícil, pero inmediatamente vino a su mente la respuesta a una cuestión más fácil y en sintonía con ella (¿me gustan los automóviles Ford?), y esta determinó su elección. Tal es la esencia de la heurística intuitiva: cuando nos vemos ante una cuestión difícil, a menudo respondemos a otra más fácil, por lo general sin advertir la sustitución. [11] 

La búsqueda espontánea de una solución intuitiva a veces fracasa: no nos viene a la mente ni una solución experta, ni una respuesta heurística. En estos casos es frecuente que nos pasemos a una forma más lenta, meditada y esforzada de pensar. Este es el pensamiento lento que evoca el título del libro. El pensamiento rápido incluy e las dos variantes del pensamiento intuitivo —el experto y el heurístico—, así como las actividades mentales puramente automáticas de la percepción y la memoria, las operaciones que nos permiten saber que hay una lámpara en el escritorio o recordar el nombre de la capital de Rusia. 

Muchos psicólogos han examinado la diferencia entre pensamiento rápido y pensamiento lento en los últimos veinticinco años. Por razones que explicaré con más detalle en el capítulo siguiente, describo aquí la vida mental con la metáfora de dos agentes, llamados Sistema 1 y Sistema 2, que producen respectivamente pensamiento rápido y pensamiento lento. Hablo de las características del pensamiento intuitivo y del deliberado como si fuesen rasgos y disposiciones de dos caracteres existentes en nuestras mentes. En el cuadro resultante de la investigación reciente, el intuitivo Sistema 1 es más influy ente de lo que nuestra experiencia nos dice, y es el secreto autor de muchas elecciones y juicios que hacemos. La may or parte de este libro trata del trabajo del Sistema 1 y las influencias recíprocas entre este y el Sistema 2.

LO QUE VENDRÁ A CONTINUACIÓN 

El libro se divide en cinco partes. La primera parte presenta los elementos básicos de un tratamiento de los juicios y las elecciones basado en dos sistemas. Elabora la distinción entre las operaciones automáticas del Sistema 1 y las operaciones controladas del Sistema 2, y muestra cómo la memoria asociativa, el núcleo del Sistema 1, continuamente construy e una interpretación coherente de lo que sucede en nuestro mundo en cada instante. Intento dar una idea de la complejidad y riqueza de los procesos automáticos, y a menudo inconscientes, subyacentes en el pensamiento intuitivo, y de cómo estos procesos automáticos explican la heurística de los juicios. 
Uno de mis objetivos es introducir un lenguaje para pensar y hablar acerca de la mente. La segunda parte actualiza el estudio de la heurística de los juicios y examina un problema mayor: ¿por qué nos resulta tan difícil pensar estadísticamente? 

Pensamos asociativamente, pensamos metafóricamente y pensamos causalmente con facilidad, pero hacerlo estadísticamente requiere pensar en muchas cosas a la vez, algo para lo que el Sistema 1 no está diseñado. Las dificultades del pensamiento estadístico contribuyen a conformar el tema principal de la tercera parte, que describe una desconcertante limitación de nuestra mente: nuestra excesiva confianza en lo que creemos saber y nuestra aparente incapacidad para reconocer las dimensiones de nuestra ignorancia y la incertidumbre del mundo en que vivimos. 

Somos propensos a sobrestimar lo que entendemos del mundo y a subestimar el papel del azar en los acontecimientos. El exceso de confianza es alimentado por la certeza ilusoria de las retrospecciones. En mis ideas sobre este tema ha influido Nassim Taleb, autor de El cisne negro. Espero de las conversaciones junto a los dispensadores de agua que consideren inteligentemente las lecciones que pueden aprenderse del pasado y no caigan en la trampa de la retrospección y la ilusión de certeza. 

El núcleo de la cuarta parte es un diálogo con la disciplina de la economía acerca de la naturaleza de la decisión y la suposición de que los agentes económicos son racionales. Esta sección del libro hace una exposición actual, informada por el modelo de los dos sistemas, de los conceptos clave de la teoría de las perspectivas, el modelo de la elección que Amos y y o publicamos en 1979. Los capítulos siguientes tratan de las distintas formas de las elecciones humanas que se apartan de las reglas de la racionalidad. 

Me ocupo de la desafortunada tendencia a tratar problemas de forma aislada, y con efectos marco, cuando las decisiones vienen conformadas por características ilógicas instaladas en los problemas de elección. Estas observaciones, que son debidamente explicadas por el carácter del Sistema 1, constituy en un gran desafío a la suposición de racionalidad tan favorecida en la economía estándar. La quinta parte describe investigaciones recientes que han introducido una distinción entre dos y o: el y o que experimenta cosas y el yo que las recuerda, los cuales no tienen los mismos intereses. 

Podemos, por ejemplo, someter a unas cuantas personas a dos experiencias dolorosas. Una de estas experiencias es francamente peor que la otra porque es más larga. Pero la formación automática de la memoria de las mismas —una característica del Sistema 1— tiene sus reglas, que podemos utilizar de manera que el episodio peor deje una memoria mejor. Cuando más tarde esas personas eligen qué episodio repetir, naturalmente les guía el y o que recuerda y se exponen (el y o que experimenta) a sufrimientos innecesarios. 

La distinción entre dos y o es aplicada a la medición del bienestar, donde nuevamente encontramos que lo que hace feliz al yo que experimenta no es precisamente lo mismo que lo que satisface al y o que recuerda. Cómo dos yo en un mismo ser pueden buscar la felicidad es algo que plantea algunas difíciles cuestiones, tanto para los individuos como para las sociedades que ven en el bienestar de la población un objetivo político. 

Un capítulo a modo de conclusión examina, en orden inverso, las implicaciones de tres distinciones hechas en el libro: entre el y o que experimenta y el y o que recuerda, entre el concepto de agente en la economía clásica y en la economía conductual (que toma ideas de la psicología), y entre el automático Sistema 1 y el esforzado Sistema 2. 

Y vuelvo a las ventajas de afinar los cotilleos y a lo que las organizaciones pueden hacer para elevar la calidad de los juicios y las decisiones en su propio beneficio. El libro reproduce como apéndices dos artículos que escribí con Amos. El primero es la revisión del juicio en situación de incertidumbre a la que antes me he referido. El segundo, publicado en 1984, resume la teoría de las perspectivas y nuestros estudios sobre los efectos marco. 

Estos artículos representan las contribuciones que el comité del premio Nobel citó… y puede que el lector se sorprenda de lo simples que son. Ley éndolos se hará una idea de cuánto sabíamos hace y a tiempo, y de cuánto hemos aprendido en las últimas décadas.
__________________________

[6] Herbert Simon y sus alumnos de Carnegie Mellon sentaron las bases de nuestro concepto de experto en los años ochenta. Una excelente y popular introducción al tema es la obra de Joshua Foer, Moonwalking with Einstein: The Art and Science of Remembering, Penguin Press, Nueva York, 2011. El autor presenta un trabajo que ha sido reseñado con detalles más técnicos en K. Anders Ericsson et al., eds., The Cambridge Handbook of Expertise and Expert Performance, Cambridge University Press, Nueva York, 2006.
[7] Gary A. Klein, Sources of Power, MIT Press, Cambridge, MA, 1999.
[8] Herbert Simon fue uno de los grandes especialistas del siglo XX, con descubrimientos e invenciones en varias disciplinas, desde las ciencias políticas (en las que comenzó su carrera) y económicas (recibió el premio Nobel) hasta las ciencias de la computación (de las que fue pionero) y la psicología.
[9] Herbert A. Simon, «What Is an Explanation of Behavior?»,Psychological Science 3 (1992), pp. 150-161.
[10] El concepto de heurística afectiva fue desarrollado por Paul Slovic, compañero de estudios de Amos en Michigan y amigo suyo de toda la vida.
[11] Véase el capítulo 9.

jueves, 9 de mayo de 2024

EL AMOR, NO ES UN SENTIMIENTO, ¡ES UNA DECISIÓN INCONDICIONAL! 💕

EL AMOR, NO ES UN SENTIMIENTO, 
¡ES UNA DECISIÓN INCONDICIONAL!

Un esposo fue a visitar a un sabio consejero y le dijo que ya no quería a su esposa y que pensaba separarse.
El sabio lo escuchó, lo miró a los ojos y solamente le dijo una palabra:
- ¡Ámala! -luego guardó silencio-.
_ Pero es que ya no siento nada por ella.
- ¡Ámala! -replicó una vez más el sabio-.
Y ante el desconcierto del esposo, después de un oportuno silencio, el viejo sabio agregó lo siguiente:
_ Amar, ¡es una decisión!, no un sentimiento.
Amar es dedicación y entrega.
Amar es un verbo y el fruto de esa acción es el amor.
El Amor es una labor de jardinería: arranque lo que le pueda hacer daño a su jardín, prepare el terreno, siembre, sea paciente, riegue y cuide. Esté preparado porque habrá plagas, sequías o excesos de lluvias, mas no por eso abandone su jardín.
Ame a su pareja, es decir, acéptela, valórela, respétela, dele afecto y ternura, admírela y compréndala. Eso es todo, ¡Ámela!

Por eso la vida sin amor a Dios, ni a ti mismo, ni a tu pareja, ni a lo que rodea podría tener estos efectos.
Inteligencia sin amor, ¡te hace perverso!
Justicia sin amor, ¡te hace hipócrita!
Éxito sin amor, ¡te hace arrogante!
Riqueza sin amor, ¡te hace avaro!
Docilidad sin amor, ¡te hace servil!
Belleza sin amor, ¡te hace ridículo!
Verdad sin amor, ¡te hace hiriente!
Autoridad sin amor, ¡te hace tirano!
Trabajo sin amor, ¡te hace esclavo!

Por tanto, EL AMOR, EL VERDADERO AMOR, ¡ES INCONDICIONAL! Así como Jesús amó a su Iglesia y dio su vida, sin espera nada a cambio y sólo espera nuestro arrepentimiento… 

¿QUÉ ESTÁS DISPUESTO A HACER POR TU PROPIO JARDÍN PARA QUE EL AMOR FLOREZCA?

LA MEJOR DEFINICIÓN DEL AMOR
Padre Juan Jaime Escobar 👍 
EL AMOR es una DECISIÓN, 💪 🙏 ❤️ 
NO un SENTIMIENTO. 🤗


VER+:


sábado, 3 de febrero de 2024

LIBRO "CÓMO TOMAR DECISIONES": SABIDURÍA PRÁCTIVA PARA CADA DÍA EN ESTA GUERRA ESPIRITUAL 👥👿💥


CÓMO TOMAR DECISIONES
Sabiduría práctiva para cada día
Peter Kreeft

«Lucha»: el arte de la guerra espiritual
He he querido llamar la atención hacia aquellos aspectos de la moralidad práctica más olvidados y más necesarios en nuestra sociedad: la formación del carácter, los principios, los absolutos, el fin y el significado de la vida, las cegueras de nuestra sociedad, la raíz de la puesta en práctica de nuestros ideales morales y la necesidad de actuar contra la cultura ambiental en nuestra guerra espiritual. 
Creo que éstas son las parcelas más prácticas y más necesarias de la moralidad actual y no el razonamiento moral controvertible e ingenioso sobre cuestiones concretas e inciertas de moda. 
Este libro, por tanto, es un libro a la antigua usanza.
«Los tiempos no son nunca tan malos 
como para impedir que un hombre bueno viva en ellos.» 
(Santo Tomás Moro)

Ninguno de los consejos morales de este libro puede funcionar hoy día a no ser que pongamos esfuerzo en cumplirlos. En épocas anteriores la sociedad nos ayudó a vivir moralmente, hoy nos lo impide; por ello debemos luchar. N o es algo que podamos evitar. Pero la idea de lucha espiritual, la idea de que vivir una vida moral implica un combate, se ha olvidado, precisamente cuando es más necesaria y crucial. El pulpo social nos seduce y hace que nos durmamos en sus tentáculos. Es algo tan penoso como dormirse en un campo de batalla. Si el abandono de los absolutos morales ha sido la consecuencia inmediata y penosa del pensamiento moderno, el abandono de la noción de guerra espiritual le sigue en importancia. De hecho, éste se deriva del abandono de los absolutos. Si no hay absolutos, la lucha deja de ser un asunto de vida o muerte. 

La guerra es, por definición, un asunto de vida o muerte, una batalla contra la muerte. El combate espiritual no es menos sangriento que el físico, aunque lo que está en juego no es la vida o la muerte físicas, sino la vida y la muerte espirituales. «Porque nuestra lucha no es contra la sangre o la carne, sino contra los principados y potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus malignos que están por las regiones aéreas (Ef 6, 12). La guerra contra el espíritu del mal no es menos real y terrible que la guerra contra un enemigo de carne y hueso. La mayor guerra de la historia no ha sido la Segunda Guerra Mundial, sino esta guerra espiritual. En ella estamos ahora. 

Hay una división filosófica profunda en nuestro mundo entre los modernistas y los tradicionalistas morales; entre los relativistas y los absolutistas; entre secularistas y defensores de lo sagrado; entre quienes basan la ley moral en la sociedad humana y quienes la fundamentan en Dios; entre quienes hacen opciones morales de la misma forma que un yuppie elige alimentos de gourmet, y quienes hacen opciones morales como un general que elige a sus hombres para la batalla. Detrás de esta división hay dos perspectivas opuestas de la vida: ¿estamos en paz o estamos en guerra? Si no hay absolutos morales, no hay necesidad de guerra espiritual. 

¿Cuál es la diferencia? La misma diferencia que hay entre dormir y estar en vela. Cuando usted sabe que está en guerra, su adrenalina fluye, se vuelve apasionado, hace voluntariamente sacrificios. No espera ni exige una gratificación instantánea de cada capricho, un confort constante, seguridad, placer y entretenimiento. Cuando usted oye la palabra «emergencia», todo cambia. Los cristianos ven esta situación del mismo modo en que vemos el cielo: derramado en cada cosa. Las tareas de cada día se convierten en una misión de espionaje, una orden de nuestro comandante. La vida en el campo de batalla deja de ser anodina o insípida. 

Cuando hay «un peligro claro y presente», la vida tiene un claro objetivo y una opción determinada: «Yo invoco hoy por testigos a los cielos y a la tierra de que os he propuesto la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge la vida para que vivas, tú y tu descendencia...» (Dt 30, 19). La Escritura es muy clara sobre este punto. La idea de la guerra espiritual es continua, es un tema general, desde la caída hasta el juicio final. La idea se explicita a veces (como en el sermón de Moisés), pero siempre es asumida, al menos implícitamente, en la infraestructura. El verdadero sentido del más importante evento de la historia humana, la encarnación, fue una guerra espiritual: la invasión de Dios del territorio ocupado por el enemigo para salvar a sus hijos de la cautividad de las fuerzas del mal. La Navidad fue el día-D de Dios. Pero el mundo moderno, incluso la moderna cristiandad, está asombrosamente callada en lo que concierne a este omnipresente tema bíblico. 

Gran parte de la Iglesia parece deslizarse hacia una forma de pensar mundana, como hizo el antiguo Israel. Necesita oír y entender las palabras terminantes de los profetas, como el lamento de Jeremías contra los maestros populares de religión de su tiempo: «Pretenden curar la desgracia de mi pueblo como cosa leve, diciendo: ¡Paz, paz!, cuando no hay paz» (Jer 6, 14). La paz es uno de los dones del Espíritu, prometidos por Cristo; pero esta paz se refiere a Dios, a uno mismo y al misterio, no al mundo, a la carne y al demonio. Tres son los aspectos de la noción de guerra espiritual. Los tres están en peligro de extinción y necesitados desesperadamente de rescate.

Primero está la realidad de la guerra espiritual, la visión de la vida como batalla espiritual. 
Segundo, la realidad de nuestros enemigos espirituales, de «los principados y potestades», más allá de la carne. Tercero está la realidad del mal espiritual o del pecado. En el contexto de las dos primeras ideas, el pecado implica traición, trabajo a favor del enemigo. Veamos primero la vida cristiana como guerra espiritual. Tradicionalmente, esta vida consta de dos partes: la positiva y la negativa.
La parte positiva incluía la oración y las obras de caridad. La negativa incluía el arrepentimiento, la enmienda y la «mortificación». ¿Mortificación? Su práctica y la palabra misma han desaparecido de nuestro vocabulario, salvo que seamos «anticuarios». «Mortificación» significa muerte, exponerse a la muerte. La profesión de un soldado, hablando clara y honestamente: es matar. La raza humana sabe instintivamente que el negocio del asesinato espiritual es terriblemente importante; por esto, las religiones paganas están llenas de sacrificios...

Consejos prácticos 
para un contraataque espiritual

Si estamos en guerra (cfr. págs. 187 a 198) y el enemigo tiene una estrategia, nosotros también debemos tener otra. Exponemos algunos puntos prácticos sobre ella: 
1. Sea sobre todo honesto, por incómodo que le parezca. Nunca crea algo «porque se sienta bien», como dicen algunos. Aunque nuestra mente esté nublada, puede quedar una parte clara en ella que sepa que el resto está obnubilado; incluso aunque se sea ignorante se puede saber que se es ignorante. Hay que llamar al pan pan y al pecado pecado. 

2. No llame pecado a lo que no lo es. Las conciencias patológicamente culpables son fácilmente manipulables. Es preciso acentuar lo positivo, no lo negativo. Lo único suficientemente poderoso para vencer la lujuria es el amor (Flp 4, 8 es la respuesta a Mt 12, 43-45).

3. Comenzar allí donde el sexo se inicia: en la cabeza. Haz que tus pensamientos queden cautivos de Cristo (Cor 10, 5). Tu creador tiene tanto derecho a poseer tu pensamiento como el resto de tu ser. No hay un recoveco de tu vida que sea exclusivamente tuyo y sobre el que Dios carezca de derechos. Ni siquiera tu mente, que es el piloto de tu vida. Hay tres razones para ofrecer a Cristo todos tus pensamientos. Primero, El es el amo y tú debes servirle porque El es tu Creador (Col 1, 16) y Redentor. Segundo, esta primera moral absoluta existe por amor a la luz, a la honestidad. Tercero, por el éxito en superar el pecado. La tentación es más fácil de resistir al principio. Es como una enfermedad: los médicos dicen que una enfermedad incipiente es fácil de curar, aunque sea difícil de diagnosticar. Aprende a reconocer inmediatamente los pensamientos malos y evítalos sencillamente, sin ambages. Recuerda: «siembra un pensamiento y recogerás un acto; siembra un acto y recogerás un hábito; siembra un hábito y recogerás un carácter; siembra un carácter y recogerás un destino».

4. No debe haber ninguna duda ni compromiso en absoluto. La clave para resistir la tentación en cualquier área de la vida es la palabra «inmediatamente». Deberás tener la actitud habitual de que el pecado no es sólo una opción, sino algo intolerable, como la guerra para un pacifista o el error bíblico para un fundamentalista o el divorcio y el nuevo matrimonio para un católico ortodoxo. No tener esas opciones es sencillamente liberador.

5. Cuando caigas, (también los santos cayeron muchas veces) levántate inmediatamente. El hermano Lawrence, en La práctica de la presencia de Dios, nos ilustra esta norma: «cuando dejó de cumplir su deber, él confesaba solamente su falta diciendo a Dios: “nunca más lo haré si me ayudas”». Esto es lo que San Pablo dijo también en la epístola a los Romanos 7, 18. El siguiente paso está en Romanos 8, 6-9. Arrepentirse del pecado es ser perdonado y liberado del pasado. Arrepentirse es vivir en el presente; el momento real no es el pasado, que está periclitado y muerto. Cada presente es un nuevo comienzo.

6. Santo Tomás de Aquino dice que Dios a, veces no nos da la gracia para superar un pecado porque ve que si lo hiciera todavía cometeríamos pecados peores, como un médico que tolera una enfermedad menor para curar una mayor. Creo que El, a menudo, niega la gracia para evitar los pecados sexuales para que evitemos otro pecado muchísimo más grave, como es el orgullo. La única forma que conozco de superar el orgullo es la plegaria. Sólo cuando estando en presencia de Dios sabemos lo pequeños que somos. La humildad es realismo, vivir en un mundo real, ponerse en la auténtica y real perspectiva. La perspectiva de Dios es la perspectiva real. La verdadera perspectiva confiere humildad. La humildad vence el orgullo y vencer el orgullo ayuda a vencer la lujuria. Cualquier pecado se evita colocándose en presencia de Dios, porque Dios y el pecado son absolutamente opuestos. Antes de desobedecer la voluntad de Dios hemos apartado nuestro pensamiento de El. La solución más sencilla de todas es la oración. No la oración compulsiva, desesperada, ansiosa, que pide algo, sino la que se practica de forma relajada, sin prisa, que nos acerca a la presencia de Dios.

7. Finalmente, debemos restaurar una cosa muy buena que muchos falsos maestros nos han hecho creer mala: el temor. Cuando se está en un campo de batalla, con proyectiles que silban alrededor de la cabeza, sentir un temor saludable es realista y necesario: «En las trincheras no hay ateos». 

Hay tres razones relacionadas con un temor saludable para evitar el sexo ilícito. Primero, el temor de la muerte. El SIDA, por ejemplo, es fatal. 
Segundo, el miedo a destruir el matrimonio y la familia; el núcleo fundamental de una sociedad sana. Las personas que han tenido relaciones sexuales antes del matrimonio se divorcian en una proporción doble que las que las han evitado. Tercero, el temor de Dios. Dios es amor, pero Dios es también santo y debe castigar el pecado. Dios es amor, pero el amor no te fuerza, te deja libre; libre para decir sí o no a Dios. Decir que no a Dios es decir que no a tu propia alegría, a la auténtica dicha. Esto es lo que busca el pecado en realidad. De esta forma, San Agustín dice: «Busca lo que buscas (la dicha), pero no donde lo buscas (en el pecado)». 

El pecado es como las drogas: al igual que las drogas destruyen las células cerebrales, el pecado destruye las células del alma. Un pecado sin arrepentimiento destruye la verdadera vida del espíritu, y nos puede enviar al infierno. No me he inventado esta idea. Me la enseñó, en muchas ocasiones, el hombre más tierno, compasivo y tolerante que haya vivido nunca. Sus brazos son el único lugar seguro al que hay que acudir para derrotar el pecado y encontrar alegría.

La ayuda de siete poderes Existen siete ayudas, todas asociadas con el Espíritu Santo, necesarias para nuestra batalla espiritual. Cada una de ellas viene del Espíritu y conduce a una mayor intimidad en la vida del Espíritu. 

La primera ayuda es la oración. La oración es fuerza. La oración es el alambre que conecta con la dinamo divina. «La plegaria ha conseguido más cosas de las que el mundo puede soñar» (Tennyson). Se han escrito millones de páginas de instrucciones sobre la oración; en lugar de repetir aquí algunas, quiero decir sólo una palabra breve, más importante que esos millares de páginas. 
La palabra es ¡HAZLO! Necesitamos saber cómo orar, desde luego, mas para la mayor parte de nosotros el problema se plantea antes, en un nivel mucho más sencillo: antes de aprender cómo hacerla, necesitamos hacerla. Si no damos a Dios cada día quince minutos de una plegaria ininterrumpida, de cualquier tipo que sea, entonces todos los libros del mundo sobre cómo orar no nos servirán de nada. 

El segundo poder es la familiaridad con la palabra de Dios, la Biblia. Jesús dice que el secreto del poder en la oración es que gracias a ella el poder de Dios mora en nosotros Qn 15, 7). Puesto que la palabra de Dios es poderosa y está viva (Heb 4,12), si vive dentro de nosotros no sólo tendremos su verdad, sino también su poder. 
No debemos simplemente conocer la palabra de Dios como un estudiante conoce un libro de texto para un examen; debemos conocerla como conocemos nuestro propio cuerpo o nuestra propia casa. Debemos vivir en él. Cuando la Palabra de Dios se convierta en el aire que nuestro espíritu respire, comenzaremos a volar como un águila (cfr. Is 40, 31). La Biblia utiliza la misma frase, «la palabra de Dios», para referirse tanto a la Biblia como a Jesús. Los dos son la revelación pura e infalible de la mente del Padre, una impresa y la otra encarnada. Las dos se relacionan como un retrato y la persona representada. La Biblia es un retrato de Cristo. Cada palabra del libro es un dibujo de alguna arruga o poro de su carne. Los dos se refuerzan mutuamente: cuanto más le amemos y comprendamos, más amaremos y comprenderemos su retrato, y cuanto más amemos y comprendamos su retrato, más le amaremos y te comprenderemos a El. 

Una de las diferencias más claras que establece el haber sido bautizado en el Espíritu Santo reside en nuestra comprensión de la Escritura. Cuando el autor principal de la Escritura está en nosotros, alumbrando nuestras mentes e iluminando cada páginas, entonces la luz interior y la exterior son como dos rayos de luz que se funden en uno. Cuando la Escritura nos alumbra, bajo el poder del Espíritu, leerla es como recibir cartas de una persona que antes nos era extraña, y que ahora se ha convertido en un amigo íntimo. Desde luego, ahora entenderá mejor sus palabras, porque lo hará desde la intimidad. 

Un tercer poder es la comunidad cristiana. Las otras personas nos ayudan a ser buenos o malos. La comunidad visible e invisible llamada Iglesia tiene muchos aspectos y muchas funciones, pero hay una que es increíblemente sencilla y que tendemos a olvidar: nos ayuda a ser buenos. Nos necesitamos unos a otros. El hacerse santo autónomamente es una contradicción. Corte una mesa en cuatro partes y ninguna se sostendrá en pie. Pero si las cuatro patas se apoyan mutuamente, la mesa se sostiene. Lo mismo sucede con nosotros. La mesa es la Iglesia y las patas cada uno de nosotros. La Iglesia es un cuerpo y cada uno de nosotros un órgano (así lo dice 1 Cor, 12). Este principio también es bien conocido de alcohólicos anónimos. La Iglesia es semejante: es la comunidad de pecadores anónimos. 

El cuarto poder que nos ayuda es el silencio, y se compagina con el anterior, aunque la mayor parte de nosotros tenga una tendencia natural a preferir uno y relegar al otro; pero necesitamos los dos, el diálogo y la soledad. Pues sin silencio, la comunidad se reduce a un ruido superficial, y sin comunidad, el silencio se hace peligrosamente narcisista. Podemos aprender tanto la necesidad de silencio como algunos métodos de cultivarlo en las religiones orientales (hinduismo, budismo y taoísmo). Pero podemos aprender las mismas cosas, con mayor seguridad y firmeza, de nuestros propios santos y místicos. 

El peligro de convertir las religiones orientales en técnicas es que estas técnicas cultivan el silencio por él mismo, como un tipo de autohipnosis no objetiva. Pero estas religiones no son habitualmente conscientes del fin elevado del amor. Las religiones orientales no conocen a un Dios que posee una voluntad y una ley del amor, sólo a un Dios que es «pura conciencia». Las técnicas orientales de la oración sirven sólo para la purificación de nuestra conciencia, no para santificar nuestra voluntad. 

El misticismo es su ideal último, el nuestro es la santidad. Los dos pueden ayudarse mutuamente, pero no son la misma cosa. Creo que el peligro más inmediato y agobiante del cristiano medio no es el peligro de navegar demasiado cerca de la costa oriental del silencio buscado por sí mismo, sino el peligro de navegar demasiado lejos, hacia las playas de la superficialidad, el ruido, la banalidad y la mundanidad occidentales (véase el capítulo sobre la sencillez). Oriente reza inadecuadamente, Occidente lo hace con mucha dificultad. Pero no podemos orar sin silencio. No podemos oír la palabra de Dios, dentro o fuera de nosotros, sin silencio. No podemos ser buenos sin silencio, porque sin silencio no podemos desarrollar raíces profundas y sin raíces profundas no podemos desarrollar el carácter que necesitamos para ser buenos. 

Una quinta ayuda poderosa es la alegría. «La alegría del señor es tu fuerza» (Neh 8,10). La alegría no es exactamente la felicidad y la satisfacción, sino dinamismo, movimiento, fuerza para vencer al mundo. La alegría no es consumación, el final de una búsqueda, sino el poder y la fuerza del comienzo. El mundo cree que los cristianos son personas oscuras y mortalmente aburridas. Aquel cristiano maravillosamente alegre que fue G. K. Chesterton escribió que «el único argumento irrebatible contra el cristianismo son los cristianos» (e.d., los cristianos sin alegría). El mundo nos contempla y dice: «tengan lo que tengan, no los quiero». Pero el mundo contemplaba a los primeros cristianos y decía: «hagan lo que hagan, deseo lo que tienen». Por esto, doce pescadores conquistaron el mundo. El mundo vio una alegría secreta; quedó asombrado ante el hecho de que aquellos hombres se enfrentasen a los leones con himnos en los labios. 

La Iglesia católica no canonizará a un santo, declarando públicamente que su vida ha sido un modelo de organización, a no ser que reúna una serie de requisitos y uno de ellos es la alegría. Los santos sin alegría son una pura contradicción, porque la alegría es el segundo don del Espíritu Santo, viene inmediatamente después del amor (cfr. Gal 5, 22-23). Un sexto poder que nos ayuda es el sufrimiento. El sufrimiento no es lo opuesto de la alegría. Por el contrario, la alegría cristiana se perfecciona por el sufrimiento. El sufrimiento cristiano es la mayor alegría. Puede ser difícil que entendamos o aceptemos esto, pero todos los santos lo han dicho. Su mayor alegría ha sido sufrir por Cristo. La explicación, el lazo entre estas dos cosas aparentemente opuestas, es, desde luego, el amor. A veces, todo lo que podemos hacer es sufrir. 

A veces hemos probado todo y hemos fracasado y no nos ha quedado esperanza. Pero hay siempre una cosa que podremos hacer: siempre podremos sufrir. Un paciente, paralítico, postrado en la cama, enfermo terminal en un hospital, puede ser una de las personas más poderosas en el mundo, a los ojos de Dios; es decir, ante la Verdad. Pero un cristiano nunca sufre solo, sino en Cristo, con Cristo como parte del cuerpo de Cristo. El sufrimiento que Cristo soportó en su cuerpo crucificado, y que todavía soporta en su cuerpo místico, que es la Iglesia, es el mayor poder que el mundo ha visto jamás. El Calvario hizo que todo el mundo contemplase la cruz; todo cristiano puede participar en el mismo poder (Col 1, 24). 

La cosa más maravillosa que hizo Cristo no fueron sus milagros, sino su sufrimiento. Uno de sus milagros confería la salud a una persona, pero una gota de su sangre, derramada al morir, conquistó el cielo para millones. Nuestro poder, como el de Jesús, nuestra cabeza, «se consolidó en la debilidad» (Cor 12, 9) y en el sufrimiento. El séptimo poder lo ilustra el ejemplo de la Virgen María, que —según dice la Escritura— fue «bien favorecida», «bendita entre las mujeres» y «llena de gracia». Fue para nosotros el modelo de tres grandes secretos de poder espiritual: la meditación, la generosidad y la plegaria. María tenía el hábito de «meditar (todas estas cosas) en su corazón» (Le 2, 19). Era una verdadera contemplativa. María estaba totalmente dispuesta decir a Dios, con todo su corazón, la palabra de la aceptación: sí. «Hágase en mí según tu palabra» (Le 1, 38). Este es el secreto sencillo de la santidad. La santidad de María se perfeccionó en la oración. Su «Magníficat» (Le 1, 46-55) es la perfecta oración cristiana. Este es el poder secreto. Un título profundo de Merlin Carothers (que corresponde a un libro también profundo) dice: hay un «poder en la oración». Los tres van conjuntamente y en orden. La meditación confiere profundidad a nuestras vidas, prepara nuestro seno espiritual para la llegada de Dios. La aceptación nos introduce en Dios. Y la oración hace que brille la luz.

Prognosis

Vigorizados por el Espíritu y por la ayuda de los mencionados siete poderes, podemos conquistar el mundo para Cristo de nuevo. La bondad es conquistable. La bondad es odiada por algunos, pero produce el amor y la emulación de otros muchos. Es contagiosa. 

La madre Teresa ha conquistado más corazones que un millón de libros. Mi opinión no es simplemente que debemos ser optimistas sobre la conquista de los espíritus individuales. Cosa cierta absolutamente. Mi opinión es que debemos ser optimistas sobre la posibilidad de conquistar el mundo, recristianizando este mundo descristianizado y apóstata. Occidente está viejo y cansado, es como una fruta madura presta a caer de la rama en nuestras manos. Ya no somos del viejo sistema, sino los nuevos rebeldes, la ola del futuro. Para un mundo que lo ha probado todo y ha percibido que era vano, la ortodoxia es la única novedad posible. Nuestro testimonio conquistará el mundo sólo si es completo, y para ser completo debe tener dos hojas o filos, como las tijeras: las palabras y los hechos. 

Las palabras deben arrastrar hechos reales tras de sí, porque los hechos son los datos a que se refieren las palabras. Los primeros cristianos conquistaron el mundo no sólo por medio de la palabra, sino por medio de los hechos, realizando la verdad tanto como refiriéndola. Nosotros debemos hacer lo mismo Comencé este libro con un diagnóstico pesimista de nuestro mundo moderno y éste ha continuado en cada capítulo. Aun sin retractarme en absoluto de ello, soy optimista, de la misma forma que los profetas lo eran también. Ellos dijeron también muchas cosas pesimistas, muchas cosas negativas de forma incisiva. Pero en último extremo fueron optimistas y tuvieron esperanza. 

En realidad, impulsaron nuestro pensamiento en dos direcciones, mucho más lejos de nuestro objetivo, porque nos referían cómo nos veía Dios. Y Dios nos ve recorriendo un camino hacia uno u otro de los dos destinos —la salvación eterna o la miseria eterna—; debemos alcanzar el primero y huir del segundo. 

A continuación referiré cómo expresaba un profeta moderno esta perenne visión cristiana del significado de nuestras vidas y la incalculable importancia de nuestras elecciones libres. Se trata del pasaje más grande escrito por el mayor escritor de nuestro siglo: la conclusión del sermón de C. S. Lewis, titulado, adecuadamente, «El peso de la gloria»: 

«Es muy serio vivir en una sociedad de posibles dioses y diosas, recordar que la persona más estúpida y sin interés con la que podamos hablar puede ser algún día una criatura ante cuya presencia nos sintamos movidos a adorarla, o una naturaleza horrorosa y corrupta semejante a la de una pesadilla. Día tras día nos ayudamos de algún modo los unos a los otros a encaminarnos hacia uno de esos dos destinos. 

A la luz de esas aplastantes posibilidades, el temor reverencial y la circunspección ante ambas deberían dirigir nuestra conducta y trato con los demás, nuestra amistad, amor, los momentos de juego y la actividad política. No hay gente vulgar. Nunca hemos hablado con un mero mortal. Mortales son las naciones, culturas, corrientes artísticas y civilizaciones. 
Su vida se parece a la nuestra como la de un mosquito. Los seres con quienes bromeamos, trabajamos, nos casamos, a quienes desairamos y explotamos son inmortales —horrores inmortales o esplendores inacabables.» 
Esto es lo que está en juego, en último extremo, cuando hacemos una elección libre.
VER+:






Como Tomar Desiciones.pdf by Engels Villanueva

miércoles, 10 de noviembre de 2021

PELÍCULA "SUEÑO DORADO" (THE GOLDEN BOY) 1939 💗



El padre a su hijo: 
"Tenemos un corazón, tenemos
alma y, también unos sentimientos.
Haz lo que te dicte el
corazón, no la cabeza. 
De tu corazón sale la música 
y cuando estás tocando el violín, 
tu corazón canta y eres feliz".

No excesivamente conocido film, pero una obra bellísima. La eterna lucha entre lo material y lo espiritual. Aquí lo material representado por el mundo del boxeo, y lo espiritual, por la música. 
Narra el eterno enfrentamiento entre las necesidades del espíritu y la subsistencia. Entre lo crematístico, hueco, genérico y lo espiritual, lo sensible, lo humano. Paralelamente es una feroz crítica a determinadas convenciones sociales que intentan uniformizar al individuo negándole su propia personalidad. La reafirmación de una personalidad libre, sensible, incompatible con el mundo de lo superficial.
Ante películas como esta, realmente no importa desde que contexto, situación personal o época se esté viendo y aunque hayan pasado más de 70 años desde su estreno, su mensaje es tan poderoso y verdadero que sigue calando al espectador con la misma claridad y carga emocional. ¿Y cuál es este mensaje? La duda entre hacer lo que quieres o lo que debes; entre hacer tu voluntad o la de los demás, entre hacer lo que te dicta tu corazón o lo que te dicta la sociedad. Algo universal y común a todos los seres humanos en algún momento de sus vidas.
Éste filme también es una crítica al sueño americano. También es una reflexión bellísima sobre el calor de las relaciones familiares y sobre el amor sincero.
La reflexión sobre lo excepcional (arte) y sobre lo convencional (carencia de escrúpulos, intereses dinerarios, incomprensión de lo sensible) es introducida por Mamoulian y V.Young mediante la excelsa música de Massenet. Esa música, extraída de la ópera Thaïs, describía allí, como en el filme que nos ocupoa, la lucha de Thaïs entre lo espiritual y la facilidad del disfrute instantaneo. Entre la codicia y la generosidad. Entre lo eterno y lo vulgar, lo caduco.
En otro orden de cosas, cabe resaltar la excelente fotografía, con un brillo casi dorado en determinadas escenas. William Holden realiza una labor magnífica, así como Barbara Stanwyck.
Sueño dorado cuenta con toda la sensibilidad artística de Mamoulian, el cual reafirmaba su refinada personalidad con ésta obra maestra actualmente ignorada.

La historia, bien contada y con un ritmo perfecto, nos introduce perfectamente en la vida de un muchacho que duda entre seguir su vocación musical o dedicarse al boxeo por dinero. Podemos ver a un jovencísimo William Holden de rizos perfectos y a una más bella de lo habitual Barbara Stanwick; ambos nos deleitan con unas excelentes interpretaciones, frescas e intuitivas, llenas de sensibilidad y transparencia. Puro arte interpretativo. El resto de interpretaciones son simplemente correctas; como fallo, diría que algunas están faltas de carisma y otras son innecesariamente excesivas, como es el caso de algunos miembros de la familia de nuestro protagonista que, con su exageradas personalidades, llegan a crear algunas situaciones domésticas que rallan en la comicidad absurda y no encajan en el aire dramático y realista de la película.
Gran dirección de Mamoulian, con un intuitivo uso de cámara, cercano y personal, y una excelente fotografía en blanco y negro, sugerente y llena de matices. Acertadísima banda sonora que ayuda aun más a sacar tus sentimientos a flor de piel.
Recomendable a los amantes del cine clásico y de los dramas.

Pese a los prejuicios leídos de algunos críticos, totalmente sin fundamento, esta historia es una fábula en la línea casi de Capra, como un cuento, donde nos muestra a un joven con capacidades innatas para tocar el violín, pero que se siente tentado por el mundo del boxeo por el éxito rápido y el dinero que genera, además del aplauso de las masas. 
El film tiene un encanto ingenuo, pero que funciona perfectamente con la historia. Holden está espléndido encarnando a un joven rebelde, pero a la vez soñador, violinista de enorme sensibilidad por la que se han reído de él. Y su faceta de boxeador, la que aspira casi como venganza, pues el mundo premia al agresivo y no al sensible y al artista, y así impresionar a la chica que le gusta. 
Quizá tiene algún punto algo más flojo, pero todo se perdona ante el cariño con el que rueda Mamoulian, el encanto que desprende el film, la acción muy bien llevada, la fotografía y la música (recibió un Oscar). Y atentos a los diálogos, sobre todo entre Holden y Stanwyck. Bellísima joya, un cuento con mensaje eterno, un canto al arte y a la música, a la familia, a los sentimientos y a la sensibilidad. 

Sueño dorado -1939 -HD -CASTELLANO (CINE CLASICO de CULTO)