EL Rincón de Yanka: EL TRIUNFO EN LA CRUZ Y EL MISTERIO DE LA CONSUMACIÓN por MAURICIO OZAETA 🕂💕

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jueves, 3 de junio de 2021

EL TRIUNFO EN LA CRUZ Y EL MISTERIO DE LA CONSUMACIÓN por MAURICIO OZAETA 🕂💕


EL TRIUNFO EN LA CRUZ 
Y EL MISTERIO DE LA CONSUMACIÓN

La Cruz de Cristo constituye el mayor triunfo de toda la historia, pues en ella fueron vencidos el pecado, la muerte, el infierno, y todos los poderes de las tinieblas. Representa también la mayor prueba de amor que ha habido y puede haber, expresión máxima de la Divina Misericordia: el buen Dios dando la vida por sus ingratas criaturas. Y representa también el acto supremo del Cordero de Dios: su entrega, su sacrificio en obediencia al Padre, dando cumplimiento a las Sagradas Escrituras y consumando el misterio de la Redención del género humano: “Tetelestai”, “Consummatum est”. Corta frase, una palabra en griego, dos en latín, pero rebosante de significado, abarcando a un mismo tiempo toda la historia humana, su infeliz inicio, su afortunado desenlace gracias a la Alianza Nueva y Eterna, y la eternidad, con vida en plenitud en Cristo.
El Antiguo Testamento lo prefiguraba con la palabra “está consumado”, pronunciada por el Sumo Sacerdote una vez al año, el día de la Expiación o Yom Kippur, luego de la aspersión de sangre sobre el Arca de la Alianza, único día al año en que entraba al Santo de los Santos. En el Nuevo Testamento llega a su desenlace final, en el Apocalipsis, al momento de la séptima trompeta: “Entonces el ángel que yo había visto de pie sobre el mar y sobre la tierra, alzó su mano derecha hacia el cielo, y juró por Aquel que vive por lo siglos de los siglos -que creó el cielo y cuanto hay en él, y la tierra y cuanto hay en ella, y el mar y cuanto hay en él- que ya no habrá más tiempo, sino que en los días de la voz del séptimo ángel, cuando él vaya a tocar la trompeta, el misterio de Dios quedará consumado según la buena nueva que Él anunció a sus siervos los profetas” (Ap 10,5-7).


Jesús en la Cruz dijo "Todo se ha cumplido” antes de entregar su espíritu. Una interpretación clásica atribuye la frase a que se había logrado la redención del hombre. Sin embargo, según San Pablo, la salvación no se consuma con la muerte de Jesús sino con su resurrección. El teólogo Scott Han, convertido del protestantismo al catolicismo, da una diferente y elaborada interpretación.
Jesús era judío y la pascua judía recordaba y recuerda la liberación del pueblo hebreo tras la esclavitud. Con la última plaga de las diez, la muerte de los primogénitos egipcios, Dios da indicaciones sobre la cena de los israelitas esa noche. El Éxodo explica las regulaciones y establece la liturgia pascual, que debía ejecutarse fielmente por los judíos ya siempre.

La primera copa es de la bendición. La segunda copa da inicio a la liturgia pascual donde se relata la historia del éxodo y se canta el Salmo 113. La tercera copa, de la redención, está relacionada con la cena, el pan sin levadura, las hierbas amargas y el cordero; se reservaba un trocito de pan para el final. Entre la tercera y cuarta copa está prohibido tomar vino y se cantan los salmos del 114 al 118. La cuarta copa, la copa de la consumación de la promesa, da fin a la celebración pascual.
En el relato evangélico parece que hay tres copas. Jesús se sentó a la mesa con los apóstoles y les dijo: «He deseado ardientemente comer esta Pascua con vosotros». Luego tomó el pan y lo dio a sus discípulos. Después de la cena hizo lo mismo con la copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza sellada con mi Sangre, que se derrama por vosotros. Desde ahora no beberé más del fruto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios». Después de la cena, lo que indica que fue la tercera copa. Los evangelios dicen que “Después del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos”. O sea, no se tomó la copa final.

El misterio de la consumación también se puede ver con las 4 copas o cálices del Séder de Pésaj (rito de la Pascua Judía). Aunque Jesús se basa en ese rito para instituir la Sagrada Eucaristía, también introduce algunos cambios que son muy relevantes. Luego de dar las gracias (Birkat Hamazón) toma el tercer cáliz y establece una Nueva Alianza, declarándose Dios, pues fue Dios quien estableció la primera con Abraham, renovada en Isaac y Jacob; solo Dios podría introducir ese cambio, es decir, reemplazar la primera por una nueva. Además, salen hacia al monte de los Olivos justo al concluir los himnos (Hallel), que son los salmos de alabanza que se recitan al terminar la cena (Salmos 113 a 118). Esto significa que Jesús omitió el cuarto cáliz, que es el de la “consumación”, y que es justamente el que refiere en su oración en Getsemaní: “Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad” (Mt 26,42). La Nueva Alianza que establece con el tercer cáliz, se cumple cuando derrama su Sangre por el perdón de los pecados, esto es, el cuarto cáliz. Por eso es que la sexta palabra en la Cruz: “Está consumado” la dice justo luego de tomar del vinagre con el cual los soldados habían empapado una esponja, y a continuación entrega su espíritu (Jn 19,30). En ese momento concluye la cena pascual iniciada de víspera, al beber la cuarta copa del fruto de la vid, la copa de la consumación.

Ese acto de amor estaba previsto por el Padre, como única alternativa para la salvación de los hombres y mujeres de todos los tiempos. Dios no permite que Abraham sacrifique a su primogénito, pero no libró a su Unigénito de la muerte. La respuesta de Abraham a Isaac, inspirada por el Espíritu Santo, constituiría la bendita profecía de la que dependía nuestra vida eterna: “Contestó Abraham: «Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío»” (Gn 22,8), refiriéndose a Jesucristo sin saberlo.
El lugar para el Holocausto Supremo también estaba previsto. Por eso Dios le dijo a Abraham: “Toma a tu hijo único, a quien amas, a Isaac, y ve a la tierra de Moriah, y ofrécele allí en holocausto sobre uno de los montes que Yo te mostraré” (Gn 22,2). En la tierra de Moriah, en el mismo monte donde está la calavera de Adán[i] y de lo que posiblemente deriva su nombre (Calvario/Gólgota), se consumaría el misterio del plan salvífico de Dios, establecido por el Padre desde el mismo instante en que se cometió el pecado original.
Este Supremo Holocausto, profetizado y prefigurado en la ley, en los profetas y en los salmos, se consuma en el tiempo exacto previsto por Dios, al término de las primeras 69 semanas (de años) de la profecía de Dn 9,24-26. Esto es, 483 (7×69) años bíblicos o proféticos (que son de 360 días) desde el decreto de Artajerjes, acontecido el 14 de marzo del año 445 a.C. y narrado en Ne 2,1-8. Corresponde al tercer decreto, en el cual se da la orden de reconstruir Jerusalén y la asignación de madera y fondos para tal empresa (no debe confundirse con el decreto de Ciro II el Grande ni con el de Darío).

Analicemos con más detalle lo acaecido en el Gólgota. Los hombres contrajimos con nuestro pecado una deuda impagable, representada en los Evangelios con 10.000 talentos: “El reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Y cuando comenzó a ajustarlas, le trajeron a uno que le era deudor de diez mil talentos” (Mt 18,23-24). Un talento eran 6.000 denarios. Un denario era el jornal común de un trabajador en tiempos de Jesús, moneda de plata que dos siglos antes correspondía al dracma griego. Sacando cuentas llegamos a cifras sorprendentes. 10.000 talentos son 60.000.000 de denarios. Una persona tendría que trabajar los siete días de la semana por 164.384 años para pagar esa deuda, pero resulta que el hombre vive en promedio solo 70 años. Siendo aun más realista, asumiendo un trabajo de seis días por semana y un pago del 50% de lo devengado (para vivir del resto), el obrero debería trabajar 384.615 años. Es decir, imposible, deuda absolutamente impagable. Tal es la deuda que cada uno de nosotros contrajo con Dios. La única solución es que Dios la pagara por nosotros, pero manteniendo el perfecto equilibrio y concordancia entre justicia y misericordia.

Esto puede ser mejor comprendido con un ejemplo de una infracción de tránsito. Una persona comete una infracción y es detenido por un policía vial, quien procede a llenar el formulario de la multa. El conductor, roto de dolor y en sincero arrepentimiento, le dice llorando al funcionario que está desempleado, su mujer enferma, su único hijo autista y para completar los están echando de la casa en el que están alquilados por impago. Le ruega le perdone, pues humanamente no tendría cómo pagar esta nueva deuda encontrándose en tan horrorosa situación. Supongamos que se trata de un policía con un gran corazón, quien se compadece profundamente con el infractor. Si el policía le deja ir sería un acto de misericordia, pero representaría una injusticia. Si le obliga a pagar la multa haría justicia, pero sin misericordia con el desdichado. De modo que con gran amor y justicia le perdona en los siguientes términos: “le dejo ir, pero como la infracción fue cometida, yo mismo iré hoy y haré por usted el pago de la misma”.
Eso fue exactamente lo que ocurrió en el tiempo previsto en la tierra de Moriah: Dios Padre proveyó el Cordero del Sacrificio, el cual perdonó a cada hombre su deuda impagable, saldando a su vez la deuda de todos y cada uno. No había otra solución, Dios lo sabía.

A la luz de esta comprensión podemos analizar la siguiente declaración de Jorge Mario Bergoglio[ii]: «Dio è ingiusto? Sì, è stato ingiusto con suo figlio, l’ha mandato in croce» (“¿Es Dios injusto? Sí, fue injusto con su Hijo, lo mandó a la cruz”). ¿Podría algún católico fiel afirmar que Dios es injusto o que hizo algo injusto? Esto es herejía y grave ofensa a Dios hecha de manera pública. Es también enorme insensatez, explicada por el Espíritu Santo a través del Apóstol San Pablo: “La doctrina de la Cruz es, en efecto, locura para los que perecen; pero para nosotros los que somos salvados, es fuerza de Dios” (1 Co 1,18). Para los que van rumbo a la condenación, la Cruz es una locura, y la crucifixión de Cristo una injusticia atribuida a Dios Padre. Pero para nosotros la Cruz es fuerza de Dios, y la crucifixión del Hijo Único de Dios es el acto magno, máximo y superlativo de amor y justicia.
Ese amor y justicia llevado a su plenitud nos da la vida. “Así pues, como el delito de uno solo atrajo sobre todos los hombres la condenación, así también la obra de justicia de uno solo procura toda la justificación que da la vida” (Rm 5,18). Dios no fue injusto como dijo el falso profeta. Todo lo contrario, tenemos vida gracias a su “obra de justicia” que nos libra de la condenación eterna, y solamente la fe en Cristo nos alcanza tal justificación (Ga 2,16).

Esa insensatez se ha visto en otras ocasiones. En el encuentro con los jóvenes de Kenia[iii] se refirió al Viacrucis como “la historia del fracaso de Dios”. En la Catedral San Patricio en Nueva York[iv] hizo una declaración sorprendente: “Si alguna vez nos pareciera que nuestros esfuerzos y trabajos se desmoronan y no dan fruto, tenemos que recordar que nosotros seguimos a Jesucristo, cuya vida, humanamente hablando, acabó en un fracaso: en el fracaso de la cruz”. La Cruz de Cristo escándalo para los gentiles o paganos, pero para nosotros es poder y sabiduría de Dios: “Así, pues, los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría; en tanto que nosotros predicamos un Cristo crucificado: para los judíos, escándalo; para los gentiles, insensatez; mas para los que son llamados, sean judíos o griegos, un Cristo que es poder de Dios y sabiduría de Dios” (1 Co 1,22-24).
En su obra “La Noche Oscura del Alma”, San Juan de la Cruz escribió que para entrar en “la riqueza de la sabiduría de Dios, es necesario entrar por la puerta: esta puerta es la Cruz, y es estrecha”. Santa Teresa Benedicta de la Cruz, la “mártir de amor”, en su obra “Vida Escondida y Epifanía de Edith Stein”, nos habla de la Cruz de Cristo como nuestra “única esperanza” y como “el camino que conduce de la Tierra al Cielo”. No hay salvación en el rechazo a la Cruz.

En el Calvario se consuma el plan de Dios para salvarnos. El Padre le da a su Hijo un encargo, ejecutado en plenitud, en perfecta obediencia, y terminado con la sexta palabra de Cristo en la Cruz.
Hermosa y sabiamente está explicado en la Biblia Straubinger, en la nota al pie asociada a este versículo, Jn 19,30:
“Está cumplido el plan de Dios para redimir al hombre. Si nos tomamos el trabajo de reflexionar que Dios no obra inútilmente, nos preguntaremos qué es lo que pudo moverlo a entregar su Hijo, que lo es todo para Él, siendo que le habría bastado decir una palabra para el perdón de los hombres, según Él mismo lo dijo cuando declaró la libertad de compadecerse de quien quisiera, y de hacer misericordia a aquel de quien se hubiera compadecido (Ex 33,19; Rm 9,15), puesto que para Él «todo es posible» (Mc 10,27). Y si, de esa contribución infinita del Padre para nuestra redención, pasamos a la del Hijo, vemos también que, pudiendo salvar, como dice Sto. Tomás, uno y mil mundos, con una sola gota de su Sangre, Jesús prefirió darnos su vida entera de santidad, su Pasión y muerte, de insuperable amargura, y quiso con la lanzada ser dador hasta de las gotas de Sangre que le quedaban después de muerto. Ante semejantes actitudes del Padre y del Hijo, no podemos dejar de preguntarnos el porqué de un dispendio tan excesivo. Entonces vemos que el móvil fue el amor; vemos también que lo que quieren con ese empeño por ostentar la superabundancia del don, es que sepamos, creamos y comprendamos, ante pruebas tan absolutas, la inmensidad sin límites de ese amor que nos tienen. Ahora sabemos, en cuanto al Padre, que «Dios amó tanto al mundo, que dio su Hijo Unigénito» (Jn 3,16); y en cuanto al Hijo, que «nadie puede tener amor más grande que el dar la vida» (Jn 15,13). En definitiva, el empeño de Dios es el de todo amante: que se conozca la magnitud de su amor, y, al ver las pruebas indudables, se crea que ese amor es verdad, aunque parezca imposible. De ahí que, si Dios entregó a su Hijo como prueba de su amor, el fruto sólo será para los que así lo crean (Jn 3,16 in fine). El que así descubre el más íntimo secreto del Corazón de un Dios amante, ha tocado el fondo mismo de la sabiduría, y su espíritu queda para siempre fijado en el amor (cf. Ef 1,17)”.

Esto nos demuestra la Cruz de Cristo: el amor insondable de un Dios que se entrega enteramente, sin reservas y más allá de nuestra comprensión. En respuesta a insultos, blasfemias y tortura extrema, Cristo devuelve perdón y entrega el todo: su Cuerpo como Pan de vida eterna, su Sangre como Cáliz de eterna salvación, y su Madre Santísima para ser nuestra Madre, Abogada, Corredentora y Mediadora de todas las gracias. Nosotros estamos llamados a responder con agradecimiento y a devolver amor con amor. Cristo pagó por nosotros un precio infinito: su Preciosísima Sangre derramada en expiación. Defendamos con valor el triunfo de la Cruz de Cristo, su mayor victoria y la mayor prueba de amor de toda la historia. “Ardo en celo por Yahveh, Dios Sebaot” (1 R 19,10; 1 R 19,14). Pidamos a Dios el celo de Elías para defender a Nuestro Señor, para honrar su Santo Nombre, para predicar el triunfo de la Cruz, y para rechazar las herejías y las blasfemias contra su Sacratísimo Corazón y contra su Preciosísima Sangre, pues hablar del fracaso de Dios o de la Cruz, no solo es ambas cosas (herejía y blasfemia), sino que muy posiblemente sea pecado contra el Espíritu Santo, único que no se perdona.

Cuando un hombre, una mujer o incluso un ángel nos hable del fracaso de la Cruz, rechacemos tal ataque y desprecio al sacrificio que pagó nuestra deuda y nos dio la vida eterna, y respondamos con valentía con la Oración por el Triunfo de la Cruz, que rezamos todos los jueves en Getsemaní, y que termina así: “Victoria, victoria, victoria, Oh Santa Cruz, la señal de nuestro triunfo”.

Mauricio Ozaeta

[i] Visiones completas de Ana Catalina Emmerick, Tomo 1 – El Antiguo Testamento, Sección 2, Punto IX – La familia de Adán
[ii] Esto lo dijo el 15 de diciembre de 2016, en respuesta a una pregunta que le hizo una enfermera del Hospital Pediátrico Bambino Jesús, de Roma, en relación a porqué sufren los niños.
[iii] Esto fue el 5 de diciembre de 2015, en el Estadio Kasarani, en Nairobi.
[iv] Fue el 24 de septiembre de 2015, durante la homilía.


LOS TRES MONJES Y EL DIABLO

El demonio se apareció a tres monjes y les dijo: si les diera potestad para cambiar algo del pasado, ¿qué cambiarían?
El primero de ellos, con un gran fervor apostólico respondió: "Impediría que hicieras caer a Adán y Eva en el pecado para que la humanidad no pudiera apartarse de Dios".
El segundo, un hombre lleno de misericordia, le dijo: "Impediría que tú mismo te apartases de Dios y te condenaras eternamente".
El tercero de ellos era el más simple y, en vez de responder al tentador, se puso de rodillas, hizo la señal de la cruz y oró diciendo: "Señor, libérame de la tentación de lo que pudo ser y no fue".
El diablo, dando un grito estentóreo y estremeciéndose de dolor se esfumó. Los otros dos, sorprendidos, le dijeron: "Hermano, ¿por qué has reaccionado así?".
Él les respondió: "Primero: NUNCA debemos dialogar con el enemigo.
Segundo: NADIE en el mundo tiene poder para cambiar el pasado.
Tercero: el INTERÉS de Satanás no era probar nuestra virtud, sino atraparnos en el pasado, para que descuidemos el presente, el único tiempo en el que Dios nos da su gracia y podemos cooperar con ella para cumplir su voluntad".
De todos los demonios, el que más atrapa a los hombres y les impide ser felices es el de "lo que pudo ser y no fue". El pasado queda a la Misericordia de Dios y el futuro a su Providencia. Pero el presente está en su amor. Vive hoy amando a Dios con todas las fuerzasde tu corazón y a quienes Dios te ha dado.
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El pueblo de nuestros antepasados en la fe, celebra su liberación

La fiesta pascual de los cristianos tiene sus raíces en la pascua de los judíos. Cuanto mejor conozcamos la celebración judía, tanto mejor comprenderemos el papel de la tipología pascual del Antiguo Testamento para interpretar el misterio de la muerte y la resurrección de Jesús y tanto mejor comprenderemos lo que celebramos en la fiesta más importante de nuestra Iglesia.
En Ex 12,1-28 se nos narra la razón por la cual los judíos celebraban la fiesta pascual. La narración está compuesta de diferentes relatos, que proceden de tiempos diversos. Podemos recordar lo siguiente:

Lo que era la fiesta de la Pascua antes del éxodo

Desde tiempos inmemoriales, los pastores nómadas celebraban, con ocasión del comienzo del año, o mejor aún, con ocasión de la época de transición entre el invierno y la primavera, una fiesta especial.
Era la época del año en la cual nacían las crías de las ovejas. Era la época en la cual ellos tenían que comenzar de nuevo la peregrinación que los conduciría al país cultivado, en cuyas inmediaciones podrían pasar el tiempo del verano.
En la noche del primer día de luna llena de la primavera se reunían los pastores en el desierto, sacrificaban un cordero, realizaban un rito mágico para espantar los espíritus que podían perjudicar a los ganados o para ganarse la protección de los buenos espíritus, y celebraban una cena. En esta cena comían las carnes del cordero, con los vegetales que podían encontrar en el desierto. Cuando la celebración tenía efectivamente un sentido religioso, agradecían a los dioses la protección sobre los ganados y la que ellos mismos experimentaban en la peregrinación que los llevaba más allá del desierto.
En algún momento, cuando ya el pueblo era sedentario, la fiesta de la Pascua, que era una fiesta pastoril, coincidió con la fiesta de primavera de los agricultores, que consistía más que todo en comer los panes sin levadura, amasados con los primeros frutos de la cosecha de cereales.

La fiesta propiamente dicha de la Pascua de los israelitas

La fiesta de primavera que ya existía antes del surgimiento de Israel como pueblo, se relacionó estrechamente con la experiencia de fe de la liberación de los hebreos, esclavos en el Egipto: Ex 12,12-13.21-23. Y ya no se celebró en función de los ganados (ni de las cosechas, en el caso de la fiesta de los campesinos), sino como conmemoración de la liberación del éxodo. La fiesta comenzaba con la cena pascual y se extendía por siete días, de acuerdo con la tradición de los ácimos: Ex 12,14-20.

Esta fiesta de la Pascua israelita tiene toda una historia, que nos obliga a considerar varios momentos:

-Primero que todo, el de lo que podríamos designar como la celebración doméstica, cuando se realizaba un rito con la sangre (se marcaban el dintel y los postes de las casas), además de la cena propiamente dicha.
-Luego la celebración centralizada en Jerusalén, que incluía un sacrificio cultual con la sangre (recogida por los sacerdotes en vasijas que se pasaban de mano en mano hasta el altar), la parte que correspondía a Dios en el banquete de la comunión; y una cena, que obedecía a un ritual bien establecido, en el que jugaban un papel fundamental las carnes del cordero, el pan ázimo, las hierbas amargas y las cuatro copas de vino. Todos estos elementos de la cena encarnaban simbólicamente el memorial del éxodo para ser compartido fraternalmente. La cena tenía una hermosa estructura pedagógica, que permitía que los niños aprendieran experimentalmente a ser judíos, a convertirse en miembros del pueblo elegido.
-En la época de Jesús, la cena pascual tenía además una importancia escatológica muy grande. Las esperanzas mesiánicas eran cultivadas de una manera especial en esta cena, lo que hace bien comprensible el hecho de que, ya en los mismos relatos por lo menos de los sinópticos, se dé tanta trascendencia a la referencia a esta fiesta.

La celebración pascual de los judíos de hoy

¿Cómo nos narraría hoy un judío su celebración pascual? Hay que tener en cuenta que, desde la destrucción del templo en el año 70 d. C. por los romanos, los judíos renunciaron a comer en la cena pascual un cordero inmolado. Y también, que la cena pascual se celebra una vez que se ha asistido a la liturgia sinagogal.
Todo comienza en la tarde del Seder. Seder significa orden: los judíos llaman a la cena pascual cena del Seder, porque en ella todo está rigurosamente ordenado, pues se trata de la tarde más solemne del año.
Con anticipación ha sido retirado todo pan fermentado y ha sido guardada la vajilla ordinaria. Para la fiesta hay una vajilla especial. Se prepara pues la fuente del Seder (el plato), se ponen las copas en las que se servirá el vino como signo de la alegría, se acercan las sillas cómodas que reemplazan los triclinios en los cuales se recostaban los comensales en las cenas antiguas.

La introducción consiste en el servicio de la primera copa de vino, que se bebe mientras se pronuncia una oración de alabanza. El padre de familia moja entonces la verdura en un agua salada, pronuncia una bendición y da algo a cada uno. Luego reparte un pan ázimo, del que separa la mitad para después de la cena.
Ahora tiene lugar la cena propiamente dicha. El padre de familia dirige una invitación a "los que tienen hambre y a los pobres". Se sirve entonces la segunda copa. El menor de los asistentes pregunta sobre la razón por la cual se celebra en esta forma la fiesta. Todos responden:

Un día fuimos esclavos del Faraón en el Egipto; entonces nos condujo el Eterno, nuestro Dios, fuera de allí.

Se narra entonces la historia de la liberación. Con ocasión de la narración del recuerdo de las diez plagas, cada uno mete un dedo en la copa de vino, toma diez veces una gotita y la derrama. No se debe beber completamente la copa de la alegría, pues entonces hubo mucho sufrimiento entre las gentes en el Egipto. A la narración de la historia de la liberación responden todos con el Hallel, el conjunto de salmos de alabanza que tienen que ver con la liberación del Egipto. Se bebe entonces la segunda copa. El padre de familia toma el pan, pronuncia la acción de gracias, lo parte y da de él un trocito a cada uno. De la misma manera toma de las hierbas amargas, las sumerge en la salsa, pronuncia una bendición, y da a cada cual de comer.

En ese momento son traídas las viandas propiamente dichas de la cena. Antiguamente se comían ahora las carnes del cordero. El postre es simplemente el trozo de pan ázimo reservado para este momento.
Después de comer se sirve la tercera copa. El padre de familia comienza la oración de la mesa con las palabras: 
"Alabemos a quien nos da el alimento!", y reza la oración de la mesa. Se bebe entonces la tercera copa.
Se sirve finalmente la cuarta copa. Se abre la puerta para que pueda entrar el mensajero del Mesías, el profeta Elías. En medio de la mesa se pone una copa llena de vino para él. Se canta la segunda parte del Hallel y se bebe la cuarta copa.

Con una oración de conclusión se termina la celebración.

Podría decirse que celebrar la fiesta de la Pascua ha sido siempre para el pueblo judío asumir la memoria de su historia, entendida como historia de liberación. Un hermoso poema, el Targum de Ex. 12,42, nos da una cierta idea de la manera como se evoca, en el sentido del éxodo, toda la historia en el memorial de los judíos.


EL POEMA DE LAS CUATRO NOCHES
(Targum de /Ex/12/42)

Al final de los cuatrocientos años, aquel mismo día, salieron todos los ejércitos de YHWH liberados, del país de Egipto. Es una noche de vigilia, preparada para la liberación en nombre de YHWH, en el momento en que hizo salir a los hijos de Israel, liberados del país de Egipto.
Pues bien, hay cuatro noches inscritas en el libro de las Memorias. La primera noche fue cuando YHWH se manifestó en el mundo para crearlo. El mundo estaba informe y vacío y las tinieblas se extendían sobre la superficie del abismo, y la palabra de YHWH era luz y brillaba. Y la llamó primera noche.
La segunda noche, cuando YHWH se le apareció a Abrahán anciano de 100 años y a su esposa Sara, de noventa años, a fin de cumplir lo que dice la Escritura: "Es que Abrahán, a los cien años de edad, va a engendrar y su esposa Sara, de noventa años, va a dar a luz un hijo?" Pues bien, Isaac tenía 37 años cuando fue ofrecido en el altar. Los cielos se inclinaron y bajaron e Isaac vio sus perfecciones. Y la llamó la segunda noche.
La tercera noche fue cuando YHWH se apareció a los egipcios en medio de la noche; su mano mataba a los primogénitos de Israel, para que se cumpliera lo que dice la Escritura: "Israel es mi primogénito". Y la llamó la tercera noche.
La cuarta noche será cuando el mundo llegue a su fin para ser disuelto. Los yugos de hierro se romperán y las generaciones perversas serán aniquiladas. Moisés subirá de en medio del desierto y el rey Mesías vendrá desde lo alto. Uno avanzará a la cabeza del rebaño y su palabra caminará entre los dos y ellos marcharán juntos.

Es la noche de la pascua para el nombre de YHWH, noche reservada y fijada para la liberación de todo Israel a lo largo de sus generaciones.

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