EL Rincón de Yanka: 👀👉 LIBRO "FAKE NEWS DEL IMPERIO ESPAÑOL: EMBUSTES Y PATRAÑAS NEGROLEGENDARIAS por JAVIER SANTAMARTA DEL POZO 👈👀

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sábado, 19 de junio de 2021

👀👉 LIBRO "FAKE NEWS DEL IMPERIO ESPAÑOL: EMBUSTES Y PATRAÑAS NEGROLEGENDARIAS por JAVIER SANTAMARTA DEL POZO 👈👀

¡Fotos inéditas tomadas del natural del Duque de Alba 
comiendo niños crudos en Holanda!

FAKE NEWS 
DEL IMPERIO ESPAÑOL

Embustes y patrañas 
negrolegendarias 
¡Paren las rotativas, el escándalo salpica de nuevo la Historia de España!
¡Nuevos datos escalofriantes sobre el «genocidio» en América!
¡Pruebas inequívocas de que de la Inquisición española mató a Manolete!
Este no es otro libro sobre la Leyenda Negra hispanófoba. Esta es una revisión, con todo el sarcasmo del que hace gala Javier Santamarta, para poner en evidencia tanto odio y sectarismo absurdo hacia la historia de este país.
Y es que, el uso de imágenes y de publicaciones para minar la reputación no son nada nuevo. Son, como se llaman ahora, Fake News. Y aquí van a encontrar un buen repaso sobre todas aquellas que, desde que España se convirtió en la principal potencia del orbe, se vertieron sobre su imperio y su gobierno.
Admonitio 

NO ME LEAS, QUE TE MIENTO 
Quid est veritas? 
Pilatos a Jesús; San Juan, XVIII, 38 

Un libro que trata sobre mentiras, la verdad sea dicha, resulta cuando menos, atrevido. Sobre todo porque ¿quién tiene la seguridad de que el que lo está escribiendo no es un mentiroso compulsivo? O un embustero patológico. O alguien con espurios intereses para querer blanquear lo que no son ni fueron… ¡sino verdades como puños! Con lo que el pacto está servido y tenemos que sellarlo. Ustedes tienen que creerme a priori. Y luego darme la del pulpo si correspondiera, señalándome como un fulero que ha querido jugar a ser juez de la historia como si fuera un Suetonio cualquiera. Un Tucídides de nuestro tiempo. ¡Un Heródoto de la historia de España! Lo sé. A medida que he ido escribiendo me he venido arriba. Y acoquinándome. Pues la responsabilidad es grande al ver si seré capaz de separar la paja del grano, por más que uno acuda a las fuentes originales. Fuentes que pueden estar más contaminadas que una escena del crimen tras haber sido toqueteada por una panda de simios borrachos. O tergiversada por cosas tan tontas (pero nada baladíes) como una mala traducción e interpretación de las mismas. Cuanto más nos vayamos a los albores de la historia, más ejemplos de este tipo encontraremos. Desde las viejas tablillas sumerias hasta los manuscritos del Mar Muerto con referencia al libro de libros: la Biblia, donde no sabemos realmente qué fruto es el que comió Eva, si salió de una costilla o del hueso peneano, si ella fue la primera mujer o una tal Lilit… ¡O hasta si era un camello o una maroma lo que no podía pasar por una aguja!2 Y así todo. Porque luego está otro tema. Confundir lo simbólico con verdad refutada, y la leyenda como base de lo que bien pudo ser real o no. Aunque su distorsión a lo largo de los siglos la convirtiera en inseparable, no pudiéndose ya distinguir el adorno literario de la hipérbole fantasiosa del hecho ocurrido como tal. La épica de una epopeya multiplica ejércitos, convierte en gigantes a los enemigos y hace héroes en lo que no fue sino obra de hombres y no de titanes o semidioses. Pero todo esto, si me apuran, es hasta hermoso. El mito es necesario, aunque sea tan falso como mis conocimientos en mecánica de fluidos, más allá de cuando experimento lo de Arquímedes cuando me meto en la bañera poniendo todo el cuarto de baño perdido de agua y me digo: «Pues va a ser verdad que el líquido desalojado es equivalente a la masa que entra»

¿Quién no quiere que su ciudad (hablamos eurocéntricamente, lo sé), sea heredera de Troya? ¿Cómo no poner a Eneas y a los suyos haciendo un periplo que llevará a dar origen, no ya a la en sí misma mítica Roma, sino hasta a la capital de España? Sí, sí. No miren así la página. ¡Madrid fue fundada por los troyanos! No me digan que eso es una fake news histórica porque es hecho más que sabido. Así lo explica don López de Hoyos3 que, aparte de una calle de Madrid, fue un escritor y humanista del siglo XVI, cuando se refiere a la sierpe que hacía de símbolo protector en la puerta de acceso a esta Mantua Carpetanorum, siglos antes de que moro alguno viniera a llamarla Magerit. Pues no era otra tal bicha, sino dragón o grifo que en sus hoplones llevaban aquellos desterrados troyanos en su viaje hasta el final de la tierra. Por eso en la sobria aunque majestuosa Casa de la Villa capitalina, vemos en sus paredes pétreos dragones que lo recuerdan. Como también los cuatro de hierro que sobrevuelan protegiendo Madrid en sus veletas. Como el que había incluso haciendo de caño en la vieja Cibeles; o el que aún se puede ver en la calle de Toledo en la llamada Fuentecilla. ¡Dragones por todos lados en Madrid! ¡Esto no lo supera ni la casa Targaryan de la celebérrima Juego de tronos! Oiga, oiga (me reprenderá usted), ¡pero eso es una mentira como una casa que no hay quien lo pruebe! Pues tiene usted toda la razón. Pero es que ni falta hace el probarlo. Pues son mentiras asumidas, veniales, y hoy olvidadas hasta para los más viejos, para querer exponer que algo siempre pudo tener raíces más profundas que lo que se pueda imaginar de primeras. Pues antiguamente también era importante lo que hoy epatantemente llamamos, constructo. El fijar una realidad (verdadera o no) que hiciera a uno sentirse importante. Como parte de una comunidad, un pueblo, una ciudad o una nación. Pero lo mismo que tales mitos, leyendas o bulos sirven para apuntalar lo dicho, también se pueden concebir o pergeñar para todo lo contrario. Desprestigiar a esa comunidad, pueblo, ciudad o nación hasta hacerle parecer un súcubo del Averno. Maldito entre los malditos. Enemigo sin rostro ni humanidad. ¡Una ñórdiga sin importancia, vaya! O sea, lo que han querido que sea España. No se me mese los cabellos el esforzado lector, ni ande quedándose sin guedejas la inquieta lectora ante esta afirmación. La historia de España es la argamasa que dispone lo que es actualmente la nación española, y ponerla a caldo, el día a día de adversarios y enemigos, de envidiosos y felones, que pretenden acabar con ella. La mejor manera de finiquitar algo es negándole hasta su propia existencia. Y con razón o sin ella, hacer correr ríos, qué digo ríos, mares, ¡océanos de tinta!, que muestren al orbe mundo qué clase de virus pandémico supuso España

La intención de este libro, por tanto, será dar un nuevo soporte a esa propaganda hispanófoba, para que quede constancia de cómo se ha empotrado en nuestro imaginario colectivo, y desmontarla. Con hechos. Sin interpretaciones. Y sin blanqueamiento alguno de ningún tipo. Que no es cuestión de hacer que tales embustes y patrañas queden presuntamente anuladas porque me dedique a poner otros tantos embelecos para transmutar el negro en el color favorito de Barbie, y el odiado por el Rad Fem de Cuarta Ola. Por cierto, ¿saben que el rosa inicialmente comenzó siendo el color para los bebés… niños? ¿Y para las niñas? ¡Pues el azul!4 Que además era el que en la tradición católica llevaba la Virgen. ¡Ya ven qué cosas! ¡Ni del cromatismo en sus parámetros más tópicos nos podemos fiar! Por eso es importante hacer una buena labor de cedazo, cribar bien y darnos cuenta de que si las personas tienen, tenemos matices, las generalizaciones y los hechos históricos son un prisma de Newton donde del blanco inmaculado sale toda la paleta de colores con que darle de brochazos a la musa Clío. La guardiana de la Historia, la hija de Zeus (el mediano del Cronos y de la Rea, que se casó con la Hera, ya saben). Esos mitos que nos vienen de esos griegos clásicos que representamos siempre viviendo en unas ciudades con templos, casas y esculturas, todas de un blanco nuclear, que en verano deberían de andar con unas Ray-ban de la época para no quedarse ciegos. Lo que, obviamente, no es sino una representación idealizada de una época en que por supuesto que los templos, casas y esculturas estaban habitualmente policromados. Como lo estuvieron nuestras catedrales románicas, pese a que ahora nos daría un alipori solo con pensar en ver el Pórtico de la Gloria compostelano con más colores que una caja de plastidecor. Vamos, que bien podemos decir que la historia tiende a decolorarse hacia el monocromatismo. Y nada es lo que parece. Y cuando lo parece, siempre habrá gente dispuesta para intentar que veamos otra cosa acorde a sus intereses. Porque es evidente que todo esto no tiene razón si no quieres sacar algún provecho. La maledicencia es un negocio con el objeto de obtener un beneficio. Y a veces el beneficio es arrebatar lo que el otro tiene. Ponerte tú en su lugar. Ser califa en lugar del califa, que diría el innombrable visir Iznogud.5 O, si nos referimos a la historia de los imperios y de las naciones, España se convirtió en la diana de quienes pretendían vencerla y, obviamente, ocupar su lugar en el concierto internacional. ¡Ser el nuevo baranda, vaya! 

¿Todo lo que se llegó a decir durante siglos sobre España es mentira? No. Pero la exageración malintencionada de ciertos hechos, enfocando hacia las partes más sórdidas y no hacia las más luminosas, no cabe duda que es otra forma de mentir. O digámoslo de otra manera: de no exponer objetivamente la verdad. Y como las verdades absolutas ya hemos dicho que son como que complicadas de encontrar con relación a cualquier hecho que nos refiramos en la historia, por muy documentado que pueda llegar a estar, pues la interpretación siempre estará servida. Porque, ¿quién nos dice que Suetonio en su Vidas de los Césares, no se inventaba lo que mejor le parecía acorde a sus ideas sobre este o aquel de sus protagonistas? ¿Acaso no es un poco culpable de que se tome a César por el primer emperador y no a Octavio Augusto? Pero vayamos a nuestra Hispania, donde en 711 se montó una llegada de inmigrantes irregulares por la zona de Gibraltar, que tras la de Guadalete y la que le dieron al pobre rey godo Roderico, nada menos que se perdería España

Atemos el rabo de esa mosca, porque verán qué amena es la cosa. A la hora de buscar en las fuentes originales y en los romances de la época que recogieron este trascendental hecho, vamos a encontrarnos ya con una serie de buenos ejemplos de fake news, que seguirán hasta lo de Covadonga. Y que ya verán que han jalonado muchos hechos del medievo peninsular a lo largo de siglos. Pero no nos adelantemos. Estamos en la del Moro Muza y la de su lugarteniente Tarik, su cruce del estrecho… ¿por qué? Pues por un episodio de violencia de género. Sí, sí. ¡Por una violación nada menos! Lo que oyen. Los más cercanos a los viejos bachilleratos recordarán incluso esos viejos versos anónimos que decían: 

Fuese el rey dormir la siesta, 
por la Cava había enviado; 
cumplió el rey su voluntad 
más por fuerza que por grado, 
por lo cual se perdió España 
por aquel tan gran pecado. 
La malvada de la Cava 
a su padre lo ha contado. 
Don Julián, que es traidor, 
con los moros se ha concertado 
que destruyen España 
por le haber así injuriado. 

Les pongo en antecedentes y les traduzco las analogías sutiles de esta parte del poema. El rey era Rodrigo o Roderico. La Cava, una tal Florinda, hija del conde don Julián, que se nombra, y que era el gobernador de Ceuta. El caso es que el conde mandó a su hija a la corte de Toledo a ver si encontraba buen partido, una de esas cosas heteropatriarcales de entonces que hacían los padres para ver si casaban bien a sus hijas para provecho de toda la familia. Y hete aquí que el rey se prenda de Florinda y, unos dicen que de grado, otros que por la fuerza, eso de dormir la siesta ya se imaginarán que ni de dormir ni de siesta se trataba. El caso es que el de Ceuta se entera y clama natural venganza. Y como está en una de las columnas de Hércules, la africana, decide hacer un puente con la otra que está en el continente europeo, facilitando la entrada a los muslimes, con los que se relacionaba. Y digo yo. ¿No será más lógico pensar en los intereses de este Julián, del que no sabemos si era godo, bizantino o incluso bereber, para apoyar los que tenía su antaño y derrocado amigo Witiza (este sí es godo, sí), de recuperar el trono apoyándose en unas fuerzas extrañas, sin imaginar el resultado final? Pues seguramente. Pero queda menos romántico avant la lettre, si es que este asunto lascivo pudiera considerarse como tal. Este ejemplo de fake news entra en tal definición, ya que, no cabe duda, nos encontramos ante un bulo, un embuste de proporciones homéricas. Y esto se produce cuando los romanceros que dieron cuenta de la llamada «pérdida de España», acaban siendo más conocidos y populares que las crónicas de entonces,6 que no hacían más que contradecirse como periódicos de nuestros tiempos. Pero lo que hace y convierte una patraña en calumnia es cuando hay un objetivo claro y diferenciador: ¡la propaganda! Ojo. 

Quede claro que propaganda y mentira no son sinónimos. Más lo sería propaganda y exageración, pues no deja de querer ensalzar el producto a propagar (de aquí obviamente el nombre), sea este el que sea: una idea, una persona, un lugar, un hecho, o una lavadora con más funciones y botones que la cápsula del Apolo XIII, de manera que destaque sobre su competencia. De primero de márquetin. Ahora bien, hay una manera de hacer propaganda a la inversa. Esto es, no centrándote en tus bondades… sino en los defectos ajenos, de tus antagonistas. Y aquí podemos volver a la Península Ibérica y seguir con el ejemplo de moros y cristianos, y ver cómo un mismo hecho puede ser presentado de manera radicalmente opuesta. Nos vamos, pues, de batalla a batalla. De Guadalete a Covadonga. Covadonga… El nacimiento del reino astur y de la Reconquista. El freno ante los ocupantes no deseados. ¡Nuestros particulares 300 luchando contra el invasor! O según se mire y narre, una simple escaramuza contra «treinta asnos salvajes»7 godos mal refugiados en una gruta. Incluso hay quien asegura que ni batalla, ni Pelayo tirando piedras, ni intervención de la Santina. Que no hubo ni gresca de comunidad de vecinos siquiera.8 Sin embargo, es uno de los hechos que han quedado afianzados en el imaginario colectivo hispano de manera más perenne. Lo que tiene su mérito, si resulta que fuera todo tan de pura inventiva como la aparición de un apóstol de Cristo, el de amaos los unos a los otros y poned la otra mejilla, a lomos de un caballo blanco, en la presunta batalla de Clavijo, descabezando sin piedad a cuanto musulmán se le pusiera a tiro de su tizona. «¡Dios está con nosotros!». Lo dicho. Propaganda. Y si tienes que hablar del «otro», del adversario, del enemigo, nada mejor que hacerlo vicioso, traganiños, o un guarro de tomo y lomo. Como el imaginario absolutamente asentado de que en la España musulmana había hasta bidé en los cuartos de baño de cada casa, y jacuzzi de los buenos al alcance tanto del califa como del último paria de la Tierra. 

Un ejemplo palmario de Fake News andalusí lo encontramos en el cronista árabe onubense Abu Abdallah al-Bakri, cuando sobre el año 1068 escribe sobre los cristianos: «No pueden verse gentes más sucias, más engañosas o más viles: ignoran la limpieza, solo se lavan una vez o dos en el año, con agua fría. Nunca limpian su ropa, que las llevan continuamente hasta que se caen a girones».9 Se dice que las costumbres arábigas sobre la higiene estaban más desarrolladas como consecuencia del uso del hamman o baños públicos, que los cristianos desconocían, así como de sus costumbres religiosas, al tener que asearse antes de cada oración. Curioso que eso se diga de ciudades fundadas por romanos, donde el uso de las termas era centenario, o se obvien los preceptos de los Padres de la Iglesia, como Santo Tomás, que decía cosas como que «los baños mitigaban la tristeza».10 Pero incluso vayamos a unos personajes que aparecen en todas las pelis hechos un eccehomo que no les salva ni el payaso de Micolor: los templarios, los cuales, en sus normas establecían que «los que sirven a Dios es necesario que sean limpios en el interior y exterior, pues así lo afirma el Señor: sed limpios, porque yo lo soy».11 ¿Y por qué nos hemos creído esa patraña, usada hasta la náusea en cuanta tanta novela presuntamente histórica, película de época o serie al uso, manteniendo un cliché en donde las ciudades arábigas son cuentos de Las mil y una noches, llenas de colorido y aromas especiados de Oriente, y las ciudades cristianas son barrizales hediondos donde no hay más que marrones, pardos y verduzcos enguarrindongados? ¿De dónde ha salido? 

Imagino que del mismo sitio que salió que Isabel la Católica no se cambió de camisa. Solo hay que darse una vuelta virtual por los maravillosos códices iluminados medievales para ver un despliegue de colores que ya lo quisiera Walt Disney para sus parques. La exageración hacia lo sucio y lo escatológico ha sido tal que casi me atrevo a decir que son más rigurosas las imágenes de películas como el Robin Hood de Errol Flynn, de 1938, o el Ivanhoe de Robert Taylor, de 1958, que las producciones sobre esa época actuales. Patadas a la historia en todas, aparte. Y es que la mentira y el embuste, las fake news, ya vemos que son tan viejas como el hombre (¡pues no le dice Caín a Yahvé que Abel debía de estar de cuchipanda con sus cabritillas cuando había desaparecido!). Ora para tapar lo que no conviene que se sepa, ora para dar razón o fortaleza a un hecho que, de por sí, tampoco sería a lo mejor para tanto. Y en esto incluyo las exageraciones hercúleas. 

Ya saben: hacer de un mortal poco menos que un semidiós. Y les voy a poner un ejemplo patrio que seguro que conocen desde sus estudios básicos o, al menos, desde que vieran la película de Anthony Mann de 1961 El Cid, con un Charlton Heston que parecía más de Burgos por su entrega al papel, que el Espolón. El Cid no es que ganara una batalla ya muerto. Que eso ya tiene mérito como colofón, sino que tiene más aventuras que el Capitán Trueno, ¡que ya es decir! Por citar unas pocas: hace jurar a un rey echándole más que los que tuviera Babieca,12 caballo tan famoso como su jinete, que hasta se dijo que se le enterró con honores en el monasterio de San Pedro de Cardeña ¡a los cuarenta años! El Cid se encontraría en sus andanzas con la que luego sería la Virgen de la Almudena madrileña; alancearía un toro cerca de la plaza de la Paja y sería uno de los conquistadores de la hoy capital del reino. Una bicoca, habida cuenta de que se dice que llegó a invadir Francia con sus mesnadas. Sobre él escribieron, no ya los romances medievales y los cantares de gesta, sino Lope, Tirso, Quevedo, Guillén de Castro, Moratín… y una pléyade innumerable de autores patrios. Su éxito traspasa fronteras y lo encontramos, por ejemplo, en el francés Corneille, en una obra cumbre del teatro galo; en el precursor del romanticismo, el alemán Johann Gottfried Herder, de quien bebieron para varias óperas; o en el poeta estadounidense Ezra Pound, sirviéndole de inspiración para uno de sus Cantos. El Cid aparece en el Himno de Riego de 1820. 

En el decreto de amistad para con los últimos de Filipinas escrito por el presidente Aguinaldo, que escribió sobre «una epopeya tan gloriosa y tan propia del legendario valor de los hijos del Cid y de Pelayo». ¡Hasta Pelayo el de esa batalla de Covadonga que nunca existiera según vimos que dicen algunos, sale a relucir en 1899! Antonio Machado llegaría a exclamar en 1937 que «la sombra de Rodrigo acompaña a nuestros heroicos milicianos», y que «el Poema del Cid es la lucha entre una democracia naciente y una aristocracia declinante».13 Casi nada. Y, para que no quede palo sin tocar, el académico y escritor de éxito Arturo Pérez Reverte declaró que «el franquismo se apodera de El Cid y lo contamina de patrioterismo y trompetería barata».14 ¡El Cid vale para todo y todos!

Lo de menos… es que tantísimo de lo dicho sobre el de Vivar sea falso. Para unos y otros. Independientemente de creencias, de derechas o de izquierdas. Nacionalistas o revolucionarios. Lo que le convierte en un claro ejemplo de cómo es de fácil manipular hechos y personajes. Y que todo dependerá de quién acabe dando la versión oficial que llegará hasta nosotros. A veces la darán los ganadores, para afianzar su victoria. A veces la darán los perdedores, para desprestigiar al vencedor. De este modo, el famoso juicio ante la historia tendrá más amaños que una ruleta de un casino de carretera de segunda. Veamos otro ejemplo. ¿Cruel o justo? ¿Justo o cruel? Con ambos apodos podremos encontrar a un rey de Castilla: Pedro I. ¿Le recuerdan? Apenas, lo sé. Hay reyes cuya posteridad se ve marcada por un hecho y su vida solo es bien conocida por los historiadores. En esta ocasión, Pedro no llega a lo triste del rey godo Favila, del que más allá de que se lo comiera un oso, nada más se nos ocurre de él. Con el rey castellano recordamos fácilmente, más que su vida, también su muerte. La tangana que tuvo lugar con su hermanastro Enrique de Trastámara, a dagazo limpio dentro de una tienda de campaña, y en la que un francés apellidado Du Guesclin le hizo la trece catorce haciéndole perder una pelea que tenía ganada, dando la vuelta a la tortilla (o, en este caso, a uno de los contendientes que se encontraba sobre el otro), y acabando el gabacho con una frase histórica plena de cinismo: «Yo ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor». 

He de decir que la Edad Media hispana es más entretenida que el Juego de tronos ese citado, ¡pero con mucho! El caso es que a la postre, pocos no llamaremos a este rey, Pedro I el Cruel. Aunque no sepamos si lo fue o por qué le tildamos de atroz. Pues al estudiar su figura vemos que fue amado en general por sus súbditos, a los que defendió contra la nobleza; promovió las artes y las letras; fue querido por los judíos… Y aunque fuera tenido por justo o por justiciero, el caso es que las fake news sobre él vertidas por la prensa de la época (el romancero, ¿qué si no?), y obras de los acólitos del nuevo rey Enrique II, como las de Pedro López de Ayala, que escribiera aquello de «por el rey [Juan] matar omnes, non llaman justiçiero,/ ca sería nombre falso: más propio es carniçero»,15 dejaron como chupa de dómine a un rey que, sin embargo, será inspiración para poetas, ensayistas, escritores y dramaturgos a lo largo de los siglos.16 Pero vamos a acercarnos a la Edad Moderna y a un personaje que tendría que haber sido reina, aunque reinará y pasará a la historia universal su sobrina y no ella. Me refiero a Juana de Trastámara y Avis, reina de Portugal, de Castilla y de León. Que transitará, muy a su pesar, a la posteridad, como «La Beltraneja», siendo despojada de dichos títulos. Y es que esto de los sobrenombres los carga el diablo, pues habida cuenta de que era hija del rey Enrique IV, «el Impotente», pues claro, ¡mal lo iba a tener la pobre para poderse hacer con la legitimidad que la sangre otorga en las monarquías hereditarias! Por más que su padre jurara por sus ancestros que era sangre de su sangre y carne de su carne, y de las de su esposa, Juana de Portugal, claro está. 

Pero claro, las fake news se iban a cebar aquí, y todo a costa de que el rey Enrique ya se había casado con anterioridad, y ni un maldito bastardo de los de toda la vida. De vergüenza. Y al tener solo una hija tras sus segundas nupcias… todo ello hizo correr por los interesados de parte, la especie de mala baba de que ni siquiera esa hija era suya, sino de un amigote con el que se había conchabado para darle descendencia. Don Beltrán de la Cueva, valido del monarca, duque de Alburquerque y condestable de Castilla. Y hollador del honor de la reina de manera salaz y taimada. Aunque, si me permiten el cotilleo, el rey, si tal calumnia fuese cierta, no podía haber elegido mejor. Tres veces desposó Beltrán y doce hijos se le atribuyen, nada menos (sin contar a Juana, por supuesto). ¡Una fiera el duque! El caso es que, si será importante lo que estamos tratando, que por tal excusa proferida por los partidarios del hermanastro del rey, Alfonso, y los de la hermana de este, una tal Isabel, nacida en Madrigal de las Altas Torres, que acabaría enfrentándose con unos y con otros, desobedeciendo el casorio concertado con ella con el rey portugués y casándose con Fernando de Aragón, acabamos en conflicto armado. 

Lo de la guerra de las Dos Rosas inglesa no tiene ni medio folio comparado con la guerra civil (que mira que nos gustan, ¿eh?) que se montó por el trono castellano. Juana, la apodada infamemente como bastarda, jurada princesa de Asturias y heredera del trono, se va a ver repudiada, apoyada y repudiada hasta que la suerte de las armas le sea adversa, pero propicia a unos monarcas aún inconscientes del papel que les tenía reservada la Historia. Pero imaginemos: si no se hubiera propagado y admitido como buena la fake news sobre el origen de Juana, seguramente Castilla y Portugal habrían sido los reinos que se hubieran unido, dejando de lado a la corona de Aragón por su cuenta. La aventura atlántica y marítima, ¿se hubiera realizado igualmente, dejando el Mediterráneo a los aragoneses? ¿En algún momento un matrimonio entre herederos hubiera unificado mucho antes y de manera sólida y duradera, los reinos y coronas peninsulares, restituyendo lo que los treinta asnos y un tal Pelayo comenzaran un 718 a base de pedradas contra la morisma invasora? ¡Anda que no les estoy dando ideas de novelas históricas ucrónicas a mis amigos escritores!

La mentira, la propaganda, la falsedad, la exageración malintencionada, ¡la mala leche en suma! Eso son las fake news. Y de pronto, entre todas las naciones, va España y se cree lo que en el siglo VII le anduviera laudando San Isidoro de Sevilla. Eso de: «¡Oh, España! La más hermosa de todas las naciones que se extienden desde Occidente hasta la India. Tierra bendita y feliz, madre de príncipes y de pueblos. De ti reciben la luz el Oriente y el Occidente. Tú, honra y prez de todo el orbe; tú, el país más ilustre del globo».17 Pues eso, ¡que se lio parda! Y de pronto a los habitantes de ese lugar de chalados bajitos, morenos, comedores de corderos, aceite y ajo, bebedores de vino y de culo inquieto, se les quedó pequeña su península que los griegos llamaron de Iberia, ese territorio de la fenicia I-span-ya, la cual se iba a desbordar por todo el orbe aún por conocer. Cuatrocientos años por delante tras su unión en algo que algunos ni siquiera quieren reconocer como lo que fue y es: España

Cuatro siglos de un imperio que solo tuvo un emperador. Cuatro esquinas del globo descubiertas, recorridas, conquistadas por un número ridículo de hombres (¡y de mujeres, ojito ahí!), que fueron ridiculizados por una leyenda de oprobio y crueldad como nunca antes y después se haya dado en la historia. ¡Bueno, bueno, don Javier, no se me ponga hiperbólico, que leyendas negras las han tenido todos los pueblos! Pues no le digo que no, paciente lector y estimada lectora, pero una tan constante, variada y duradera a lo largo de los siglos, ya le digo que no. Ni Rusia, ni Estados Unidos, ni Francia, ni el Reino Unido, ni quien me quiera poner de ejemplo. No. Y porque el sustrato negrolegendario que cimentaron las fake news que jalonaron los hitos hispanos tiene una diferencia que no creo que tenga parangón alguno en ningún otro país o nación de la Tierra. ¡Y eso que son 194 nada menos! Me refiero a que los mayores crédulos y propagadores de tales bulos, asumidos como mortificación de cilicio cual culpa judeoprogrecristianolaica, ¡somos los españoles! Los injuriados. Los vilipendiados. Los acusados de los mayores crímenes contra la humanidad. Y encantados de andar promoviendo causas con el eslogan «nada que celebrar» cuando se acerca una efeméride recurrente, o el centenario de alguna gesta. 

¿Podría entender nadie, más que un español, que cuando llega en 1992 el V Centenario del momento en que la historia se hace universal con el descubrimiento de un nuevo continente, de lo primero que hace mención el secretario de Estado para tal celebración, Luis Yáñez, es que no significa «la celebración del genocidio de los indios por parte de los conquistadores españoles»?18 Hombre, ¡si empezamos a hablar de genocidio nosotros mismos! ¿Se puede alguien pensar que sería normal que el V Centenario de una epopeya como fue la Primera Circunnavegación, fuese boicoteado por el propio gobierno español, como hizo la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, pidiendo al historiador Álvarez Junco certificar que dicha hazaña, no fue española (sic)?19 ¿En qué país al llegar el VIII centenario de una batalla de la importancia de la de las Navas de Tolosa en 1212, de una parte, la Junta de Andalucía quisiera hacer un acto, sí, pero homenajeando a la multiculturalidad en donde las dos culturas se dieron la del pulpo, y de otra, el Estado español tan solo quisiera sufragar una partida de 7.000 euros (menos que las fiestas patronales o de la Romería de mi pueblo), por mediación de una partida del Ministerio de Defensa, como si fuera un acto menor?20 ¿Cómo es posible que el II centenario de la llamada Guerra de la Independencia fuera minimizado para no contribuir a una serie de festejos de «exaltación militarista»? ¿Cómo se puede entender que el V Centenario de la conquista de México se haya celebrado más en el país conquistado que en el conquistador, y todo «por no molestar», según la diplomacia española? ¿Fue suficiente conmemoración la del V centenario de las impagables y modernísimas Leyes de Burgos, que son fuente de derechos laborales y humanitarios (¡en 1512, ojo!), con la emisión de un sello de correos? ¡Todo un festejo, amigos! Así, hasta la náusea. Eso sí. ¡Nada que celebrar! ¿Nada? Veremos. Cierto es que vivimos en una época donde las redes sociales son una referencia mayor que la enciclopedia Espasa y que la Británica juntas. Un tiempo en que las noticias son convertidas en memes y compartidas al instante por mensajería telefónica. Una época donde el acceso al saber y al conocimiento nunca estuvo tan a la mano y tan al alcance de ricos y pobres, de estudiosos o curiosos… 

Y es ahora, precisamente, cuando la profusión de las llamadas fake news ha hecho erupción. Una erupción como si el Krakatoa y el Teide, el Vesubio y el Yellowstone, el Calbuco y el Kilauea, se hubieran puesto todos a competir por la mascletá conjunta mayor habida nunca desde que los dinosaurios se fueron a ser petróleo. Pero no es ni ha sido un fenómeno nuevo como hemos visto y veremos a lo largo de los capítulos de este libro. Por más que el Homo Actualis se crea el descubridor de todo porque tiene una tableta electrónica y un teléfono inteligente. Nada hay tan actual como la historia, de la que se dice que debería de ser maestra para que no volvamos a repetir errores y caer en lo ya sufrido. Aunque, como todo maestro, temo que se sienta pelín frustrada viendo cómo actuamos sus alumnos. Volvamos, pues, la vista atrás, y vayamos todos juntos, y yo el primero, a recorrer esas fake news del Imperio español para darnos cuenta, como decía Mafalda, de que «¡modernos los antiguos! ¿Eh?».
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1 «Le dijo Pilatos: “¿Qué es la verdad?”, contestando a Jesús su afirmación previa: “Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz”». Evangelio de San Juan. Reina Valera, 1960.
2 Nada indica en ninguna de las versiones de la Biblia si fue manzana o qué fruto era el del Árbol del Conocimiento; como no queda claro si la traducción de tselaot era costilla o significaba soporte, pilar o el hueso baculo; Lilit es la mujer previa según cierta tradición rabínica judía (Nevi’im; Tanaj; Isaías); y kamelos es una soga, y no un camello, que no eran habituales en tiempos de Jesús, y cuya analogía es más evidente al intentar enhebrar una aguja con una maroma de pesca.
3 Así lo narra en su obra donde dice haber conocido labrado en la dovela principal de la puerta que él llama «de la culebra» y que según relata en Hystoria y relacio[n] verdadera de la enfermedad felicissimo tránsito, y sumptuosas exequias funebres de la Serenissima Reyna de España doña Isabel de Valoys, traían los griegos por armas. Concretamente el emperador tebano Epaminondas «el qual ponia en las obras y edificios que edificaua, de donde inferimos estos tan excelentes y superbos muros auer sido edificados por esta tan antigua, e ilustrada gente, pues en ellos hallamos sus armas y memoria».
4 La revista de grandes almacenes norteamericana Earnshaw's Infants' Department publica en 1918 que: «La regla generalmente aceptada es rosa para los chicos y azul para las chicas. La razón es que el rosa es un color más decidido y fuerte, más adecuado para los niños, mientras el azul, que es más delicado y refinado, es mejor para las niñas». Recogido por Javier Girela en la revista GQ, octubre de 2019.
5 «Las aventuras del califa Harún El Pussah» (Les aventures du calife Haroun El Poussah), creado por el guionista René Goscinny y el dibujante Jean Tabary, en 1962.
6 La Crónica mozárabe de 754 y la Crónica albeldense de 881, por ejemplo, se contradicen en varios de los hechos o personajes fundamentales para entender el conflicto surgido de la toma del trono por Rodrigo sobre Witiza, y el personaje del llamado obispo don Oppas. Lo que luego tendrá su influencia en las sucesivas crónicas, o en las primeras historias de España, como la de Jiménez de Rada, De rebus Hispaniae o Historia gótica, de ca. 1245, o la Estoria general de Alfonso X, de 1274.
7 Al Maqqari (1578-1632), citando a Isa ibn Ahmad al-Razi, historiador de los reyes andalusíes en el año 977.
8 Así lo afirma de manera rotunda el profesor de Historia de la Universidad de Zaragoza y conocido escritor José Luis Corral: «La batalla de Covadonga jamás existió. En todas las crónicas cristianas anteriores al año 883 no aparece nunca la batalla de Covadonga lo cual es sintomático. Y en las crónicas musulmanas no aparece en ninguna». Declaraciones a La Vanguardia, 08/XII/2019.
9 Cfr. El Libro de Rutas y Reinos; Abdallah al-Bakri, 1067-1068.
10 Summa Theologiae; Santo Tomás de Aquino, en la cuestión 38, artículo 5. Llegará a citar sobre lo beneficioso del baño a San Agustín de Hipona en sus Confesiones, en su libro IX.
11 Recogido por Consuelo Sanz de Bremond Lloret en «La Edad Media y el Siglo de Oro: la higiene y sus mitos», https://www.elasterisco.es/la-higiene-y-susmitos/#.YGXRj1UzbIU, 2019.
12 Pues he de señalar que la expresión referida a los tegumentos del caballo de Espartero está mal referenciada, ya que el espadón del XIX montaba… una yegua.
13 Discurso de clausura de Congreso Internacional de Escritores con la República, en Valencia, 1937. 
14 Declaraciones a La Sexta, el 5 de octubre de 2019.
15 Cfr. Rimado de Palacio, 337. Libro de poemas o Rimado de Palacio, Ed. crítica de Michel García, Gredos, Madrid, 1978, 2 vols.
16 Sobre Pedro I de Castilla, con una u otra visión del personaje, escribirán plumas tan dispares como Calderón de la Barca, Lope de Vega, Juan de Mariana, Voltaire, Alejandro Dumas, Próspero Merimée, Conan Doyle y Emilio Castelar. ¡Hasta en una ópera de Hilarión Eslava aparecerá!
17 Laus Hispania («Alabanza de España») en el libro de San Isidro Historia de regibus Gothorum, Vandalorum et Suevorum, («Historia de los reyes de los godos, vándalos y suevos»), año 624.
18 Recogido por Walther L. Bernecker y Verónica Jaffé, En torno al Quinto Centenario 1492-1992. Posiciones y controversias, Vol. 18, n.º 3/4, Iberoamericana Editorial Vervuert, 1992.
19 «Carmen Calvo pide a un historiador que certifique que la hazaña de Magallanes y Elcano no fue española», Jesús García Calero, ABC, 3 de abril de 2019.
20 «Defensa margina el VIII centenario de la batalla de Las Navas de Tolosa», Pedro de Tena, Libertad Digital, 5 de julio de 2012.

El auge y el ocaso del impe... by moltenpaper

El Auge y El Ocaso Del Imperio Español en América 
Salvador de Madariaga