EL Rincón de Yanka: TRIUNFO

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viernes, 5 de abril de 2024

LIBRO "CHRISTUS VINCIT": EL TRIUNFO DE CRISTO SOBRE LA OSCURIDAD DE LA ÉPOCA por MONSEÑOR ATHANASIUS SCHNEIDER 💥🌄

 CHRISTUS VINCIT
EL TRIUNFO DE CRISTO SOBRE 
LA OSCURIDAD DE LA ÉPOCA

En esta absorbente entrevista, el obispo Athanasius Schneider ofrece un examen sincero e incisivo de las controversias que asolan la Iglesia y de los problemas más urgentes de nuestro tiempo, proporcionando claridad y esperanza a los católicos asediados. Aborda temas como la confusión doctrinal generalizada, los límites de la autoridad papal, los documentos del Vaticano II, la Sociedad de San Pío X, las ideologías anticristianas y las amenazas políticas, el tercer secreto de Fátima, el rito romano tradicional y el Sínodo Amazónico, entre muchos otros.Como su patrón del siglo IV, San Atanasio el Grande, el obispo Schneider dice cosas que otros no quieren, siguiendo valientemente el consejo de San Pablo: ‘Enseña la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, arguye, reprocha, exhorta con toda magnanimidad y doctrina’ (2 Tim 4,2). Su comprensión de los desafíos que enfrenta el rebaño de Cristo hoy en día es una lectura esencial para aquellos que están, o desean estar, alertas a las señales de los tiempos. Con reminiscencias del Informe Ratzinger de 1985, Christus Vincit será un punto de referencia clave en los próximos años.
Al Inmaculado Corazón de María, 
Madre de Dios y Madre de la Iglesia 

A todos los pequeños de la Iglesia militante de nuestros días, que como obispos, sacerdotes, religiosos, padres y madres de familia, jóvenes y niños, han sido, marginados, humillados y castigados, a lo largo de las pasadas décadas, por el solo motivo de su fidelidad inquebrantable a la integridad de la fe y a la liturgia de la Santa Misa.

«Antes eligió Dios la necedad del mundo para confundir 
a los sabios y eligió Dios la flaqueza del mundo para confundir a los fuertes; 
y lo plebeyo del mundo, el desecho, lo que no es nada, 
lo eligió Dios para anular lo que es, 
para que nadie pueda gloriarse ante Dios»
 (1 Cor 1,27-29)

INTRODUCCIÓN

Desde hace varios años, las intervenciones de Monseñor Athanasius Schneider, acerca de las controversias que hacen estragos en la Iglesia, vienen proporcionando claridad y esperanza a aquellos fieles que se sienten asediados, a causa de su adhesión a las enseñanzas tradicionales del catolicismo. Dicho esto, hasta ahora Monseñor Schneider nunca había pasado los límites de alguna que otra intervención esporádica, para dar un testimonio personal de aquella «fe, que una vez para siempre ha sido dada a los santos» (Jd 3) y que le transmitieron los mártires de la persecución comunista. Se presenta este libro como un vademécum para quienes viven perplejos en estos tiempos difíciles. 

Christus vincit (Cristo vence) es la primera entrevista de Monseñor Athanasius Schneider, obispo auxiliar de Santa María en Astana (Kazajistán), que se convierte en un libro. Monseñor Schneider nació el 7 de abril de 1961, en Tokmok, Kirguistán (URSS), y le pusieron el nombre de Antonius. Sus primeros años los vivió en la Iglesia de catacumbas de la Unión Soviética, antes de que su familia emigrara a Alemania. En 1982, ya en Austria, ingresó en los Canónigos Regulares de la Santa Cruz, fundados originalmente en Coímbra; entonces adoptó como religioso el nombre de Athanasius. Recibió la ordenación sacerdotal el 25 de marzo de 1990. Llamado al episcopado por el papa Benedicto XVI, en junio del 2006, a la edad de 45 años, fue consagrado obispo en la Basílica de San Pedro. Monseñor Schneider habla alemán, ruso, portugués, español, inglés, italiano y francés; y lee griego y latín. 

Los antepasados de Monseñor Schneider eran alemanes, que emigraron desde Alsacia a Odessa, al litoral ucraniano del Mar Negro. Hacia finales de la Segunda Guerra Mundial, Stalin deportó a la familia Schneider al gulag de Krasnokamsk en los Montes Urales. María Schneider, la madre de monseñor, desempeñó un papel clave en la Iglesia perseguida y dio refugio al beato Oleksiy Zaryytsky, sacerdote ucraniano martirizado por el régimen soviético en 1963. 

Al igual que su patrono del siglo IV, san Atanasio el Grande, Monseñor Schneider dice cosas que otros no se atreven a decir, siguiendo sin miedo el consejo de san Pablo: «Predica la palabra, insiste oportuna e inoportunamente, corrige, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina» (2 Tim 4,2). Muchos han quedado impactados por su convicción, celo y claridad, y por su entrega total a su vocación como sucesor de los Apóstoles. 

El fin que persigue este libro es ofrecerle al lector un mejor conocimiento de Monseñor Schneider, y transmitirle sus opiniones acerca del mundo, de la Iglesia y de la perenne tensión que existe entre ambos. 

El texto de este libro se apoya en tres entrevistas principales. La primera se desarrolló a lo largo de varios días en enero de 2018 en Munich, donde estaba Monseñor Schneider visitando a su madre, que vive al cuidado de una comunidad de hermanas religiosas. La segunda conversación tuvo lugar en mayo de 2018 en Roma. La tercera se celebró en marzo de 2019, también en Roma, después de la visita ad limina 1 de los obispos de Asia Central. Luego, Monseñor Schneider revisó con mucho esmero el manuscrito, puliendo y corrigiendo sus reflexiones. 

Resulta difícil no quedar impresionado por el amor del señor obispo a Jesús Sacramentado, por su confianza en el triunfo de Cristo a través de aquellos que llama “los pequeños”, y por su propia disposición a imitar al Buen Pastor en dar su propia vida, sea por el sacrificio diario, sea por el sacrificio supremo y último, a favor del rebaño de Cristo. 

El título Christus vincit fue elegido personalmente por Monseñor Schneider. Él se sintió atraído por esta frase latina, por la esperanza y el aliento que da a los fieles. También me comentó durante nuestra conversación que para él engloba el uso que hace Cristo de «la locura según el mundo (…) para avergonzar a los sabios» (1 Cor 1,27). Para el subtítulo, El triunfo de Cristo sobre la oscuridad de la época, se inspiró en el versículo del prólogo del Evangelio de San Juan: «Y la Luz brilla en la oscuridad y la oscuridad no logró sofocarla» (Jn 1,5). Como quedará claro, este versículo capta el sentido de la narrativa y del espíritu de esperanza que contienen estas páginas. 

El libro se divide en cuatro partes, cada una con un título tomado del capítulo 24, versículo 29 del Evangelio de San Mateo. En su encíclica inaugural E supremi, san Pío X manifestó que tan grave era la amenaza de la tormenta del error a principios del siglo XX, que no le extrañaría que el Anticristo estuviera ya en esta tierra. 

El mismo papa San Pío X calificó al modernismo como la síntesis de todas las herejías y el heraldo de los tiempos finales. Los Padres de la Iglesia no dejaron de dar una interpretación espiritual de las célebres palabras de Nuestro Señor: “En seguida, después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, la luna no alumbrará, las estrellas caerán del cielo y los astros se tambalearán” (Mt 24,29). Nos dice San Agustín que la tribulación precederá a la gran deserción: «Eso acaecerá después de la tribulación de aquellos días, no porque haya de pasar toda la tribulación y después acaezcan estas cosas, sino porque precederá la tribulación a la que seguirá la caída de algunos» (Carta 199, 39). 

El “sol”, Cristo, se oscurecerá en los corazones de los hombres, y la “luna”, la Iglesia, ya no atraerá a las almas por su belleza. En esa persecución de los impíos, sobremanera crueles, “la Iglesia no aparecerá”. Las “estrellas”, miembros de la Iglesia que parecían piedras de toque fiables de ortodoxia, se apartarán de la verdadera fe y de la recta moral. «Muchos que parecían resplandecer por la gracia, se rendirán a los perseguidores, y caerán, e incluso se estremecerán los más seguros en la fe», nos dice San Agustín. Y así, al igual que la caída de los ángeles del Cielo, esto será un signo del inminente triunfo de Cristo (Lc 10,18). 

Con independencia de si las palabras de Nuestro Señor se refieren o no a nuestros días, sus resonancias en la experiencia de Monseñor Schneider y en la de tantos otros es innegable, y su percepción profunda de los retos apocalípticos, que acechan al rebaño de Cristo en estos días, cuentan como lectura esencial para aquellos que viven de verdad los signos de los tiempos. 

Por último, deseo dar las gracias de todo corazón a todos aquellos que de cualquier manera me han ayudado en este libro. Dios sabe quiénes son y no cabe duda que en su amor les premiará con creces. Durante la compilación de esta obra, me han venido a la mente una y otra vez las palabras de Dios Padre a Santa Catalina de Siena en su clásica obra de espiritualidad, El Diálogo de la Divina Providencia: «Y así, muchos dones y gracias de virtud y otras cosas espirituales y corporales —digo corporales refiriéndome a las cosas necesarias a la vida del hombre—, todo lo he dado tan diversificadamente, que no lo he concedido todo a uno, para que por fuerza os veáis obligados a ejercitar la caridad unos con otros. Bien pude dotar al hombre de todo lo que necesitaba para el alma y para el cuerpo, pero quise que unos tuvieran necesidad de los otros y fueran mis administradores en el reparto de las gracias y dones que han recibido de mí. De modo que, quiera o no, no puede menos el hombre de ejercitar la caridad. Y ciertamente que, si no se la ejercita, y se hace y se otorga por amor a Mí, esa obra no tiene valor en cuanto a la gracia».2

Diane Montagna
3 de septiembre de 2019, 
fiestas de San Pío X y de San Gregorio Magno.

_____________________

1. Una visita ad limina, o para decirlo de manera más completa, ad limina apostolorum, supone la obligación de parte de los obispos diocesanos residenciales y otros prelados con jurisdicción territorial, de visitar el umbral (limina), es decir, las tumbas de los apóstoles, san Pedro y san Pablo, y de reunirse con el papa para informarle sobre el estado de sus diócesis. Es un viaje formal, normalmente hecho de manera conjunta por todos los obispos de una sola región o por una Conferencia Episcopal católica, para abordar con el papa cuestiones relativas a su región. 
2. Obras de Santa Catalina de Siena. Edición preparada por José Salvador y Conde. BAC. Madrid 1996. Pág. 69.

EL TRIUNFO DE JESUCRISTO POR LA EUCARISTÍA 

Christus vincit, regnat, imperat 
ab omni malo plebem suam defendat 
(Jesucristo vence, reina, impera; 
Él libre a su pueblo de todo mal) 

El Papa Sixto V hizo grabar estas palabras en el obelisco que se levanta en medio de la plaza de san Pedro en Roma. Estas magnificas palabras se hallan en presente, y no en pretérito, para indicarnos que el triunfo de Jesucristo es siempre actual, y que este triunfo se obtiene por la Eucaristía y en la Eucaristía. 

CHRISTUS VINCIT 
(Cristo vence) 

Jesucristo ha combatido, y ha quedado dueño del campo de batalla; en él tremola su estandarte y en él ha fijado su residencia: la Hostia santa, el tabernáculo eucarístico. Venció al judío y su templo, y sobre el monte Calvario se levanta un tabernáculo ante el cual le adoran todas las naciones bajo las especies del Sacramento. Venció al paganismo y la ciudad de los césares ha sido elegida por Él para hacerla su propia capital. 

Ha vencido la falsa sabiduría de los que se tenían por sabios y, ante la Eucaristía que se levanta sobre el mundo difundiendo sus rayos por todo él, huyen las tinieblas como las sombras de la noche al aproximarse la salida del sol. Los ídolos rodaron por el suelo y fueron abolidos sus sacrificios: Jesucristo en la Eucaristía es un conquistador que nunca se detiene, marchando siempre adelante: se ha propuesto someter el mundo a su dulce imperio. 

Cuantas veces se apodera de un país, planta en seguida allí su regia tienda eucarística: su toma de posesión consiste en erigir un tabernáculo. Ahora mismo, en nuestros días, se va a los pueblos salvajes, y dondequiera que se lleva la Eucaristía, los pueblos se convierten al cristianismo: este es el secreto del triunfo de nuestros misioneros católicos y lo que explica el fracaso de los predicadores protestantes. Para ellos, el hombre está luchando solo; para nosotros, Jesús está luchando, y seguro que triunfará. 

CHRISTUS REGNAT 
(Cristo reina) 

Jesús no reina sobre los territorios, sino sobre las almas: reina por la Eucaristía. El dominio efectivo de un rey consistirá en que sus súbditos guarden sus leyes y le profesen un amor verdadero. Ahora bien, la Eucaristía es la ley del cristianismo: ley de caridad, ley de amor, promulgada en el cenáculo por aquel admirable discurso que Jesús pronunció después de la cena: «Amaos los unos a los otros, este es mi precepto. Amaos como yo os he amado. Permaneced en mí y observad mis mandamientos». 

Ley que se revela en la Comunión; como los discípulos de Emaús, el cristiano ve entonces claro y comprende la plenitud de la ley. La fracción del pan era lo que hacía a los primeros cristianos tan fuertes contra sus perseguidores, y tan fieles en practicar la ley de Jesucristo 

La ley de Jesucristo es una, santa, universal, eterna: nada en ella se cambiará, ni nada debilitará su fuerza: la observa el mismo Jesucristo, su divino autor, y Él es quien la graba en nuestro corazón por medio de su amor. El mismo legislador es el que se encarga de promulgar su divina ley en cada una de nuestras almas. Es una ley de amor. ¿Cuántos reyes reinan por amor? Apenas hay otro rey que Jesucristo cuyo yugo no se imponga por la fuerza: su reinado es la dulzura misma y sus verdaderos súbditos se someten a Él en vida y en muerte, y mueren, si es preciso, antes que serle infieles. 

CHRITUS IMPERAT 
(Cristo impera) 

No hay rey que mande en todo el mundo. Cualquiera que este sea, tendrá en los otros reyes iguales a él. Pero Dios Padre dijo a Jesucristo: «Te daré en herencia todas las naciones». Y Jesús, al enviar por el mundo a sus lugartenientes, les dijo: «Todo poder me ha sido dado en el cielo y en la tierra: id y enseñad a todas las naciones enseñándoles a conservar todo cuanto os he mandado». 

Del Cenáculo salieron sus órdenes, y el tabernáculo eucarístico, que es una prolongación y una multiplicación del Cenáculo, es el cuartel general del Rey de los reyes. Aquí reciben sus órdenes todos los que defienden la buena causa. Ante Jesús Eucaristía todos son súbditos, todos obedecen; desde el papa, vicario de Jesucristo, hasta el último fiel. 

CHRISTUS AB OMNI PLEBEM SUM DEFENDAT 
(Que Jesucristo nos defienda de todo mal) 

La Eucaristía es el divino pararrayos que aparta de nuestras cabezas los rayos de la justicia divina. Del mismo modo que una madre bondadosa y tierna, para librar a su hijo de la cólera de su padre irritado lo esconde entre sus brazos y con su cuerpo forma una especie de muralla para protegerle, así Jesús se ha multiplicado por todo el mundo y cubre y rodea toda la tierra con su presencia misericordiosa. La Justicia Divina no encuentra ya lugar dónde golpear; no se atreve. 

Y contra el demonio, ¡qué protección tan eficaz! La sangre de Jesús que ha teñido nuestros labios nos hace terribles a Satanás: señalados con la sangre del cordero, no figurado, sino verdadero, no hay que temer ya al ángel exterminador. La Eucaristía protege al culpable para que tenga tiempo de arrepentirse: en otros tiempos, los asesinos perseguidos por la justicia encontraban un lugar de refugio en las iglesias, de las cuales no los podían sacar para castigarles, y allí vivían a la sombra de la misericordia de Jesucristo. Sin la Eucaristía, sin ese Calvario perpetuo, ¡cuántas veces la cólera divina habría estallado contra nosotros! 

¡Y cuán desgraciados son los pueblos que se han quedado sin la Eucaristía! ¡Qué tinieblas y qué anarquía reina en los espíritus, qué frialdad en los corazones! Sólo triunfa Satanás. A nosotros la Eucaristía nos libra de todos los males. 

Christus vincit, Christus regnat, Christus imperat; 
ab omni malo defendat.

San Pedro Julián Eymard


VER+:


Athanasius Schneider, CHRISTUS VINCIT, Budapest, 2022.05.21.; III / 3. rész; HU/EN

domingo, 20 de agosto de 2023

ORACIÓN POR EL TRIUNFO DE LA FE CATÓLICA por MONSEÑOR ATHANASIUS SCHNEIDER 🙏y CARTA APOLOGÉTICA DE MONS. STRICKLAND A SUS FIELES


Oración 
por el Triunfo de la Fe Católica


Dios todopoderoso y eterno, Padre, Hijo y Espíritu Santo, arrodillados ante Tu Majestad, Te damos gracias desde lo más profundo de nuestra alma por el don inestimable de la fe católica, que Tu has dignado revelarnos por medio de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre. Recibimos esta luz divina en el santo bautismo y os hemos prometido mantener esta fe inviolada hasta la muerte.

Aumenta en nosotros el don de la fe católica. Que sea ella por Tu gracia fortalecida y hecho inquebrantable. Incrementa diariamente en nosotros la comprensión de la belleza y de la profundidad de la fe católica, para que podamos vivir en el profundo gozo de Tu verdad divina y estar dispuestos a sacrificar todo antes que transigir o traicionar esta fe. Concédenos la gracia de ser decididos a sufrir mil muertes por un solo artículo del Credo.

Recibe con bondad nuestro acto de humilde reparación por todos los pecados cometidos contra la fe católica por los laicos y el clero, especialmente por los altos clérigos que, contrariando la solemne promesa que hicieron en su ordenación de ser maestros y defensores de la integridad de la fe católica, se han convertido en paladines de la herejía, envenenando el rebaño que les ha sido confiado y ofendiendo gravemente a la Divina Majestad de Jesucristo, la Verdad encarnada.

Concédenos la gracia de ver todos los acontecimientos de nuestra vida, y las inmensas pruebas que ahora atraviesa nuestra santa Madre Iglesia, en la luz sobrenatural de la fe. Haz nos creer que Tú harás surgir del vasto desierto espiritual de hoy un renovado florecimiento de la fe que adornará el jardín de la Iglesia con nuevas obras de fe y dará lugar a una nueva era de fe.

Creemos firmemente que la fe católica es la única fe y religión verdadera, que Tu invitas a toda persona humana a abrazar libremente. Que por la intercesión de la Santísima Virgen María, destructora de todas las herejías, y los grandes Mártires y Confesores de la fe, la fe santa, católica y apostólica triunfe nuevamente en la Iglesia y en el mundo, para que ninguna alma se pierda sino antes bien, llegue al conocimiento de Jesucristo, único Salvador de la humanidad, y por una fe recta y una vida justa alcanza la bienaventuranza eterna en Ti, oh Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. 

A Ti sea dado todo honor y gloria, por los siglos de los siglos. Amén.

+ Athanasius Schneider, 
Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis 
de Santa María en Astana


RECUERDA QUE EL APÓSTOL SAN PABLO ANATEMATIZÓ A LOS QUE CAMBIAN LA FE


Mons. Joseph E. Strickland, obispo de Tyler (Texas, EE.UU) ha escrito una carta a sus fieles en la que advierte contra los errores están invadiendo la Iglesia y señala siete puntos de la fe y la moral católicas que no admiten discusión y no pueden ser cuestionados ni debatidos.

El obispo habla a sus fieles de corazón a corazón y les advierte que uno de las falsedades que se está difundiendo en la Iglesia es que Cristo es uno más entre muchos y que no es necesario que su mensaje se difunda a toda la humanidad, algo que hay que refutar las veces que sea necesario: «Debemos compartir la gozosa buena nueva de que Jesús es nuestro único Señor y que Él desea que toda la humanidad en toda época logre la salvación eterna en Él».
Mons. Strickland apela al primer capítulo de la epístola de San Pablo a los Gálatas, en la que advierte contra los que predican un evangelio distinto al verdadero, que deben ser considerados anatema.
El obispo cree necesario reafirmar una serie de puntos de la doctrina católica recordando que la Iglesia no existe para redifinir la fe sino para enseñarla al mundo. Y recalcando que se debe seguir el consejo paulino sobre los que pervierten la fe, los expone:
  1. Cristo estableció una Iglesia -la Iglesia Católica- y, por tanto, solo la Iglesia Católica ofrece la verdad completa de Cristo y el camino correcto a su salvación para todos.
  2. La Eucaristía y todos los sacramentos han sido divinamente instituidos, no desarrollados por hombres. La Eucaristía es verdaderamente el Cuerpo y la Sangre, alma y divinidad de Cristo, y recibirle en la Comunión indignamente (p.e, en estado de pecado mortal) es un devastador sacrilegio para el individuo y para la Iglesia (1 Cor 11,27-.29).
  3. El Matrimonio fue instituido por Dios. A través de la ley natural, Dios ha establecido el matrimonio entre un hombre y una mujer fieles el uno al otro por toda la vida y abiertos a tener hijos. La Humanidad no tiene el derecho ni la capacidad real de redefinir el matrimonio.
  4. Toda persona humana es creada a imagen y semejanza de Dios, varón o mujer, y todas las personas deben ser ayudadas a descubrir sus verdaderas identidades como hijos de Dios y no apoyadas en intentos desordenados para rechazar su indudable identidad biológica dada por Dios.
  5. La actividad sexual fuera del matrimonio es siempre un pecado grave y no puede ser tolerada, bendecida o considerada permisible por ninguna autoridad dentro de la Iglesia.
  6. La creencia en que todos los hombres y mujeres se salvarán independientemente de cómo vivan sus vidas (idea comumente definida como universalismo) es falsa y peligrosa y contradice lo que Jesús nos dice repetidamente en el evangelio. Jesús dice que nosotros «debemos negarnos a nosotros mismos, tomar la cruz y seguirle» (Mt 16,24). Él nos ha dado el camino, por su gracia, a la victoria sobre el pecado y la muerte a través del arrepentimiento y la confesión sacramental. Es esencial que abrazemos la alegría y la esperanza, así como la libertad, que vienen del arrepentimiento y la confesión humilde de nuestros pecados. A través del arrepentimiento y la confesión, cada batalla contra la tentación y el pecado pueden ser una pequeña victoria que nos lleve a abrazar la gran victoria que Cristo ha ganado para nosotros.
  7. Para seguir a Cristo, debemos aceptar de buena gana tomar nuestra cruz en vez de intentar evitar la cruz y el sufrimiento que nuestro Señor nos ofrece a cada uno individualmente en nuestra vida diaria. El misterio del sufrimiento redentor -p.e, sufriendo lo que el Señor permite que experimentemos y pasemos en este mundo, ofreciéndoselo a Él de vuelta en unión con su sufirmiento- nos humilla, nos purifica y nos conduce más profundamente al gozo de una vida vivida en Cristo. Esto no signidica que debamos disfrutar o buscar el sufrimiento, pero si estamos unidos con Cristo, según experimentamos nuestros sufrimientos cada día podemos descubir la esperanza y el gozo que existe en medio de los sufrimientos y perseverar hasta el final en todos nuestros sufrimientos (2 Tim 4,6-8)
El obispo constanta que muchos de esos puntos van a ser debatidos o cuestionados en el Sínodo sobre la sinodalidad y que nuestas respuesta ha de ser permanecer firmes en la fe perenne. Y añade:
«Lamentablemente puede que algunos tilden de cismáticos a quienes no estén de acuerdo con los cambios propuestos. Tened por seguro, sin embargo, que nadie que permanezca firme en nuestra fe es un cismático»


Mis queridos hijos e hijas en Cristo:

¡Que el amor y la gracia de Nuestro Señor Jesucristo esté con vosotros siempre!

En este tiempo de gran agitación en la Iglesia y en el mundo, debo hablaros con corazón de padre para advertiros de los males que nos amenazan y para aseguraros la alegría y la esperanza que siempre tenemos en nuestra Señor Jesucristo. El mensaje malvado y falso que ha invadido a la Iglesia, Esposa de Cristo, es que Jesús es sólo uno entre muchos, y que no es necesario que Su mensaje sea compartido con toda la humanidad. Esta idea debe ser evitada y refutada en todo momento. Debemos compartir la gozosa buena noticia de que Jesús es nuestro único Señor y que Él desea que toda la humanidad de todos los tiempos pueda abrazar la vida eterna en Él.

Una vez que comprendamos que Jesucristo, el Divino Hijo de Dios, es la plenitud de la revelación y el cumplimiento del plan de salvación del Padre para toda la humanidad para todos los tiempos, y lo aceptemos con todo nuestro corazón, entonces podremos abordar los otros errores que plagan nuestra Iglesia y nuestro mundo que han sido provocados por un alejamiento de la Verdad.

En la carta de San Pablo a los Gálatas, escribe: “Estoy asombrado de que tan pronto estéis abandonando al que os llamó por {la} gracia {de Cristo} por un evangelio diferente {no es que haya otro}. Pero hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Pero incluso si nosotros, o un ángel del cielo, os anunciamos un evangelio distinto del que os hemos anunciado, ¡sea anatema! Como hemos dicho antes, y ahora lo repito, si alguno os predica un evangelio distinto del que habéis recibido, ¡sea anatema! (Gálatas 1:6-9)

Como su padre espiritual, creo que es importante reiterar las siguientes verdades básicas que la Iglesia siempre ha entendido desde tiempos inmemoriales, y enfatizar que la Iglesia existe no para redefinir las cuestiones de fe, sino para salvaguardar el Depósito de la Fe como nos ha sido transmitido por Nuestro Señor mismo a través de los apóstoles, los santos y los mártires. Nuevamente, recordando la advertencia de San Pablo a los Gálatas, cualquier intento de pervertir el verdadero mensaje del Evangelio debe ser rechazado categóricamente por ser perjudicial para la Esposa de Cristo y sus miembros individuales. 
  1. Cristo estableció Una Iglesia—la Iglesia Católica—y, por lo tanto, sólo la Iglesia Católica proporciona la plenitud de la verdad de Cristo y el camino auténtico hacia Su salvación para todos nosotros. 
  2. La Eucaristía y todos los sacramentos son divinamente instituidos, no desarrollados por el hombre. La Eucaristía es verdaderamente el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de Cristo, y recibirlo en la Comunión indignamente (es decir, en un estado de pecado grave e impenitente) es un sacrilegio devastador para el individuo y para la Iglesia. (1 Corintios 11:27-29). 
  3. El Sacramento del Matrimonio es instituido por Dios. A través de la Ley Natural, Dios ha establecido el matrimonio entre un hombre y una mujer fieles el uno al otro de por vida y abiertos a los hijos. La humanidad no tiene el derecho ni la verdadera capacidad de redefinir el matrimonio. 
  4. Cada persona humana es creada a imagen y semejanza de Dios, hombre o mujer, y se debe ayudar a todas las personas a descubrir su verdadera identidad como hijos de Dios, y no apoyarlas en un intento desordenado de rechazar su innegable identidad biológica y dada por Dios.  
  5. La actividad sexual fuera del matrimonio es siempre un pecado grave y ninguna autoridad dentro de la Iglesia puede tolerarla, bendecirla ni considerarla permisible. 
  6. La creencia de que todos los hombres y mujeres serán salvos independientemente de cómo vivan sus vidas (un concepto comúnmente conocido como universalismo) es falsa y peligrosa, ya que contradice lo que Jesús nos dice repetidamente en el Evangelio. Jesús dice que debemos “negarnos a nosotros mismos, tomar nuestra cruz y seguirlo”. (Mateo 16:24). Él nos ha dado el camino, a través de Su gracia, a la victoria sobre el pecado y la muerte a través del arrepentimiento y la confesión sacramental. Es esencial que abracemos el gozo y la esperanza, así como la libertad, que provienen del arrepentimiento y de la confesión humilde de nuestros pecados. A través del arrepentimiento y la confesión sacramental, cada batalla contra la tentación y el pecado puede ser una pequeña victoria que nos lleve a abrazar la gran victoria que Cristo ha ganado por nosotros. 
  7. Para seguir a Jesucristo, debemos elegir voluntariamente tomar nuestra cruz en lugar de intentar evitar la cruz y el sufrimiento que Nuestro Señor nos ofrece a cada uno de nosotros individualmente en nuestra vida diaria. El misterio del sufrimiento redentor, es decir, el sufrimiento que Nuestro Señor nos permite experimentar y aceptar en este mundo y luego ofrecerle de nuevo en unión con Su sufrimiento, nos humilla, nos purifica y nos lleva más profundamente a la alegría de una vida vivida en Cristo. Eso no quiere decir que debamos disfrutar o buscar el sufrimiento, pero si estamos unidos a Cristo, al experimentar nuestros sufrimientos diarios podemos encontrar la esperanza y el gozo que existen en medio del sufrimiento y perseverar hasta el fin en todo nuestro sufrimiento. (cf. 2 Tim 4,6-8)
En las próximas semanas y meses, muchas de estas verdades serán examinadas como parte del Sínodo sobre la Sinodalidad. Debemos aferrarnos a estas verdades y ser cautelosos ante cualquier intento de presentar una alternativa al Evangelio de Jesucristo, o de impulsar una fe que hable de diálogo y hermandad, mientras intentamos eliminar la paternidad de Dios. Cuando buscamos innovar en lo que Dios en Su gran misericordia nos ha dado, nos encontramos en un terreno traicionero. La base más segura que podemos encontrar es permanecer firmemente en las enseñanzas perennes de la fe.

Lamentablemente, es posible que algunos tilden de cismáticos a quienes no estén de acuerdo con los cambios que se proponen. Sin embargo, tenga la seguridad de que nadie que permanezca firmemente en la plomada de nuestra fe católica es un cismático. Debemos permanecer descaradamente y verdaderamente católicos, independientemente de lo que pueda surgir. Debemos ser conscientes también de que no estamos dejando que la Iglesia se mantenga firme contra estos cambios propuestos. Como dijo San Pedro: “¿Señor a quién iremos? Tu tienes las palabras de la vida eterna." (Jn 6:68) Por lo tanto, permanecer firmes no significa que estemos buscando salir de la Iglesia. En cambio, aquellos que proponen cambios a lo que no se puede cambiar buscan apoderarse de la Iglesia de Cristo, y ellos son de hecho los verdaderos cismáticos.

Les insto, hijos e hijas míos en Cristo, a que ahora es el momento de asegurarse de mantenerse firmes en la fe católica de todos los tiempos. Todos fuimos creados para buscar el Camino, la Verdad y la Vida, y en esta era moderna de confusión, el verdadero camino es el que está iluminado por la luz de Jesucristo, porque la Verdad tiene un rostro y de hecho es Su rostro. . Tengan la seguridad de que Él no abandonará a Su Novia.

Sigo siendo tu humilde padre y servidor,


PARA JMB Y SU GENTE QUIENES COMBATAN LOS ERRORES 
DEL SÍNODO SINODAL SERÁN INFILTRADOS Y CISMÁTICOS

VER+:


No se puede imponer la contradicción ni la incoherencia. La inobservancia de este tipo de normas no es desobediencia, y se convierte, según el autor, en un deber.
EL QUE OBEDECE A BERGOGLIO Y A SU AGENDA SATÁNICA 2030 DESOBEDECE A DIOS Y A LA IGLESIA.

jueves, 3 de junio de 2021

EL TRIUNFO EN LA CRUZ Y EL MISTERIO DE LA CONSUMACIÓN por MAURICIO OZAETA 🕂💕


EL TRIUNFO EN LA CRUZ 
Y EL MISTERIO DE LA CONSUMACIÓN

La Cruz de Cristo constituye el mayor triunfo de toda la historia, pues en ella fueron vencidos el pecado, la muerte, el infierno, y todos los poderes de las tinieblas. Representa también la mayor prueba de amor que ha habido y puede haber, expresión máxima de la Divina Misericordia: el buen Dios dando la vida por sus ingratas criaturas. Y representa también el acto supremo del Cordero de Dios: su entrega, su sacrificio en obediencia al Padre, dando cumplimiento a las Sagradas Escrituras y consumando el misterio de la Redención del género humano: “Tetelestai”, “Consummatum est”. Corta frase, una palabra en griego, dos en latín, pero rebosante de significado, abarcando a un mismo tiempo toda la historia humana, su infeliz inicio, su afortunado desenlace gracias a la Alianza Nueva y Eterna, y la eternidad, con vida en plenitud en Cristo.
El Antiguo Testamento lo prefiguraba con la palabra “está consumado”, pronunciada por el Sumo Sacerdote una vez al año, el día de la Expiación o Yom Kippur, luego de la aspersión de sangre sobre el Arca de la Alianza, único día al año en que entraba al Santo de los Santos. En el Nuevo Testamento llega a su desenlace final, en el Apocalipsis, al momento de la séptima trompeta: “Entonces el ángel que yo había visto de pie sobre el mar y sobre la tierra, alzó su mano derecha hacia el cielo, y juró por Aquel que vive por lo siglos de los siglos -que creó el cielo y cuanto hay en él, y la tierra y cuanto hay en ella, y el mar y cuanto hay en él- que ya no habrá más tiempo, sino que en los días de la voz del séptimo ángel, cuando él vaya a tocar la trompeta, el misterio de Dios quedará consumado según la buena nueva que Él anunció a sus siervos los profetas” (Ap 10,5-7).


Jesús en la Cruz dijo "Todo se ha cumplido” antes de entregar su espíritu. Una interpretación clásica atribuye la frase a que se había logrado la redención del hombre. Sin embargo, según San Pablo, la salvación no se consuma con la muerte de Jesús sino con su resurrección. El teólogo Scott Han, convertido del protestantismo al catolicismo, da una diferente y elaborada interpretación.
Jesús era judío y la pascua judía recordaba y recuerda la liberación del pueblo hebreo tras la esclavitud. Con la última plaga de las diez, la muerte de los primogénitos egipcios, Dios da indicaciones sobre la cena de los israelitas esa noche. El Éxodo explica las regulaciones y establece la liturgia pascual, que debía ejecutarse fielmente por los judíos ya siempre.

La primera copa es de la bendición. La segunda copa da inicio a la liturgia pascual donde se relata la historia del éxodo y se canta el Salmo 113. La tercera copa, de la redención, está relacionada con la cena, el pan sin levadura, las hierbas amargas y el cordero; se reservaba un trocito de pan para el final. Entre la tercera y cuarta copa está prohibido tomar vino y se cantan los salmos del 114 al 118. La cuarta copa, la copa de la consumación de la promesa, da fin a la celebración pascual.
En el relato evangélico parece que hay tres copas. Jesús se sentó a la mesa con los apóstoles y les dijo: «He deseado ardientemente comer esta Pascua con vosotros». Luego tomó el pan y lo dio a sus discípulos. Después de la cena hizo lo mismo con la copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza sellada con mi Sangre, que se derrama por vosotros. Desde ahora no beberé más del fruto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios». Después de la cena, lo que indica que fue la tercera copa. Los evangelios dicen que “Después del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos”. O sea, no se tomó la copa final.

El misterio de la consumación también se puede ver con las 4 copas o cálices del Séder de Pésaj (rito de la Pascua Judía). Aunque Jesús se basa en ese rito para instituir la Sagrada Eucaristía, también introduce algunos cambios que son muy relevantes. Luego de dar las gracias (Birkat Hamazón) toma el tercer cáliz y establece una Nueva Alianza, declarándose Dios, pues fue Dios quien estableció la primera con Abraham, renovada en Isaac y Jacob; solo Dios podría introducir ese cambio, es decir, reemplazar la primera por una nueva. Además, salen hacia al monte de los Olivos justo al concluir los himnos (Hallel), que son los salmos de alabanza que se recitan al terminar la cena (Salmos 113 a 118). Esto significa que Jesús omitió el cuarto cáliz, que es el de la “consumación”, y que es justamente el que refiere en su oración en Getsemaní: “Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad” (Mt 26,42). La Nueva Alianza que establece con el tercer cáliz, se cumple cuando derrama su Sangre por el perdón de los pecados, esto es, el cuarto cáliz. Por eso es que la sexta palabra en la Cruz: “Está consumado” la dice justo luego de tomar del vinagre con el cual los soldados habían empapado una esponja, y a continuación entrega su espíritu (Jn 19,30). En ese momento concluye la cena pascual iniciada de víspera, al beber la cuarta copa del fruto de la vid, la copa de la consumación.

Ese acto de amor estaba previsto por el Padre, como única alternativa para la salvación de los hombres y mujeres de todos los tiempos. Dios no permite que Abraham sacrifique a su primogénito, pero no libró a su Unigénito de la muerte. La respuesta de Abraham a Isaac, inspirada por el Espíritu Santo, constituiría la bendita profecía de la que dependía nuestra vida eterna: “Contestó Abraham: «Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío»” (Gn 22,8), refiriéndose a Jesucristo sin saberlo.
El lugar para el Holocausto Supremo también estaba previsto. Por eso Dios le dijo a Abraham: “Toma a tu hijo único, a quien amas, a Isaac, y ve a la tierra de Moriah, y ofrécele allí en holocausto sobre uno de los montes que Yo te mostraré” (Gn 22,2). En la tierra de Moriah, en el mismo monte donde está la calavera de Adán[i] y de lo que posiblemente deriva su nombre (Calvario/Gólgota), se consumaría el misterio del plan salvífico de Dios, establecido por el Padre desde el mismo instante en que se cometió el pecado original.
Este Supremo Holocausto, profetizado y prefigurado en la ley, en los profetas y en los salmos, se consuma en el tiempo exacto previsto por Dios, al término de las primeras 69 semanas (de años) de la profecía de Dn 9,24-26. Esto es, 483 (7×69) años bíblicos o proféticos (que son de 360 días) desde el decreto de Artajerjes, acontecido el 14 de marzo del año 445 a.C. y narrado en Ne 2,1-8. Corresponde al tercer decreto, en el cual se da la orden de reconstruir Jerusalén y la asignación de madera y fondos para tal empresa (no debe confundirse con el decreto de Ciro II el Grande ni con el de Darío).

Analicemos con más detalle lo acaecido en el Gólgota. Los hombres contrajimos con nuestro pecado una deuda impagable, representada en los Evangelios con 10.000 talentos: “El reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Y cuando comenzó a ajustarlas, le trajeron a uno que le era deudor de diez mil talentos” (Mt 18,23-24). Un talento eran 6.000 denarios. Un denario era el jornal común de un trabajador en tiempos de Jesús, moneda de plata que dos siglos antes correspondía al dracma griego. Sacando cuentas llegamos a cifras sorprendentes. 10.000 talentos son 60.000.000 de denarios. Una persona tendría que trabajar los siete días de la semana por 164.384 años para pagar esa deuda, pero resulta que el hombre vive en promedio solo 70 años. Siendo aun más realista, asumiendo un trabajo de seis días por semana y un pago del 50% de lo devengado (para vivir del resto), el obrero debería trabajar 384.615 años. Es decir, imposible, deuda absolutamente impagable. Tal es la deuda que cada uno de nosotros contrajo con Dios. La única solución es que Dios la pagara por nosotros, pero manteniendo el perfecto equilibrio y concordancia entre justicia y misericordia.

Esto puede ser mejor comprendido con un ejemplo de una infracción de tránsito. Una persona comete una infracción y es detenido por un policía vial, quien procede a llenar el formulario de la multa. El conductor, roto de dolor y en sincero arrepentimiento, le dice llorando al funcionario que está desempleado, su mujer enferma, su único hijo autista y para completar los están echando de la casa en el que están alquilados por impago. Le ruega le perdone, pues humanamente no tendría cómo pagar esta nueva deuda encontrándose en tan horrorosa situación. Supongamos que se trata de un policía con un gran corazón, quien se compadece profundamente con el infractor. Si el policía le deja ir sería un acto de misericordia, pero representaría una injusticia. Si le obliga a pagar la multa haría justicia, pero sin misericordia con el desdichado. De modo que con gran amor y justicia le perdona en los siguientes términos: “le dejo ir, pero como la infracción fue cometida, yo mismo iré hoy y haré por usted el pago de la misma”.
Eso fue exactamente lo que ocurrió en el tiempo previsto en la tierra de Moriah: Dios Padre proveyó el Cordero del Sacrificio, el cual perdonó a cada hombre su deuda impagable, saldando a su vez la deuda de todos y cada uno. No había otra solución, Dios lo sabía.

A la luz de esta comprensión podemos analizar la siguiente declaración de Jorge Mario Bergoglio[ii]: «Dio è ingiusto? Sì, è stato ingiusto con suo figlio, l’ha mandato in croce» (“¿Es Dios injusto? Sí, fue injusto con su Hijo, lo mandó a la cruz”). ¿Podría algún católico fiel afirmar que Dios es injusto o que hizo algo injusto? Esto es herejía y grave ofensa a Dios hecha de manera pública. Es también enorme insensatez, explicada por el Espíritu Santo a través del Apóstol San Pablo: “La doctrina de la Cruz es, en efecto, locura para los que perecen; pero para nosotros los que somos salvados, es fuerza de Dios” (1 Co 1,18). Para los que van rumbo a la condenación, la Cruz es una locura, y la crucifixión de Cristo una injusticia atribuida a Dios Padre. Pero para nosotros la Cruz es fuerza de Dios, y la crucifixión del Hijo Único de Dios es el acto magno, máximo y superlativo de amor y justicia.
Ese amor y justicia llevado a su plenitud nos da la vida. “Así pues, como el delito de uno solo atrajo sobre todos los hombres la condenación, así también la obra de justicia de uno solo procura toda la justificación que da la vida” (Rm 5,18). Dios no fue injusto como dijo el falso profeta. Todo lo contrario, tenemos vida gracias a su “obra de justicia” que nos libra de la condenación eterna, y solamente la fe en Cristo nos alcanza tal justificación (Ga 2,16).

Esa insensatez se ha visto en otras ocasiones. En el encuentro con los jóvenes de Kenia[iii] se refirió al Viacrucis como “la historia del fracaso de Dios”. En la Catedral San Patricio en Nueva York[iv] hizo una declaración sorprendente: “Si alguna vez nos pareciera que nuestros esfuerzos y trabajos se desmoronan y no dan fruto, tenemos que recordar que nosotros seguimos a Jesucristo, cuya vida, humanamente hablando, acabó en un fracaso: en el fracaso de la cruz”. La Cruz de Cristo escándalo para los gentiles o paganos, pero para nosotros es poder y sabiduría de Dios: “Así, pues, los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría; en tanto que nosotros predicamos un Cristo crucificado: para los judíos, escándalo; para los gentiles, insensatez; mas para los que son llamados, sean judíos o griegos, un Cristo que es poder de Dios y sabiduría de Dios” (1 Co 1,22-24).
En su obra “La Noche Oscura del Alma”, San Juan de la Cruz escribió que para entrar en “la riqueza de la sabiduría de Dios, es necesario entrar por la puerta: esta puerta es la Cruz, y es estrecha”. Santa Teresa Benedicta de la Cruz, la “mártir de amor”, en su obra “Vida Escondida y Epifanía de Edith Stein”, nos habla de la Cruz de Cristo como nuestra “única esperanza” y como “el camino que conduce de la Tierra al Cielo”. No hay salvación en el rechazo a la Cruz.

En el Calvario se consuma el plan de Dios para salvarnos. El Padre le da a su Hijo un encargo, ejecutado en plenitud, en perfecta obediencia, y terminado con la sexta palabra de Cristo en la Cruz.
Hermosa y sabiamente está explicado en la Biblia Straubinger, en la nota al pie asociada a este versículo, Jn 19,30:
“Está cumplido el plan de Dios para redimir al hombre. Si nos tomamos el trabajo de reflexionar que Dios no obra inútilmente, nos preguntaremos qué es lo que pudo moverlo a entregar su Hijo, que lo es todo para Él, siendo que le habría bastado decir una palabra para el perdón de los hombres, según Él mismo lo dijo cuando declaró la libertad de compadecerse de quien quisiera, y de hacer misericordia a aquel de quien se hubiera compadecido (Ex 33,19; Rm 9,15), puesto que para Él «todo es posible» (Mc 10,27). Y si, de esa contribución infinita del Padre para nuestra redención, pasamos a la del Hijo, vemos también que, pudiendo salvar, como dice Sto. Tomás, uno y mil mundos, con una sola gota de su Sangre, Jesús prefirió darnos su vida entera de santidad, su Pasión y muerte, de insuperable amargura, y quiso con la lanzada ser dador hasta de las gotas de Sangre que le quedaban después de muerto. Ante semejantes actitudes del Padre y del Hijo, no podemos dejar de preguntarnos el porqué de un dispendio tan excesivo. Entonces vemos que el móvil fue el amor; vemos también que lo que quieren con ese empeño por ostentar la superabundancia del don, es que sepamos, creamos y comprendamos, ante pruebas tan absolutas, la inmensidad sin límites de ese amor que nos tienen. Ahora sabemos, en cuanto al Padre, que «Dios amó tanto al mundo, que dio su Hijo Unigénito» (Jn 3,16); y en cuanto al Hijo, que «nadie puede tener amor más grande que el dar la vida» (Jn 15,13). En definitiva, el empeño de Dios es el de todo amante: que se conozca la magnitud de su amor, y, al ver las pruebas indudables, se crea que ese amor es verdad, aunque parezca imposible. De ahí que, si Dios entregó a su Hijo como prueba de su amor, el fruto sólo será para los que así lo crean (Jn 3,16 in fine). El que así descubre el más íntimo secreto del Corazón de un Dios amante, ha tocado el fondo mismo de la sabiduría, y su espíritu queda para siempre fijado en el amor (cf. Ef 1,17)”.

Esto nos demuestra la Cruz de Cristo: el amor insondable de un Dios que se entrega enteramente, sin reservas y más allá de nuestra comprensión. En respuesta a insultos, blasfemias y tortura extrema, Cristo devuelve perdón y entrega el todo: su Cuerpo como Pan de vida eterna, su Sangre como Cáliz de eterna salvación, y su Madre Santísima para ser nuestra Madre, Abogada, Corredentora y Mediadora de todas las gracias. Nosotros estamos llamados a responder con agradecimiento y a devolver amor con amor. Cristo pagó por nosotros un precio infinito: su Preciosísima Sangre derramada en expiación. Defendamos con valor el triunfo de la Cruz de Cristo, su mayor victoria y la mayor prueba de amor de toda la historia. “Ardo en celo por Yahveh, Dios Sebaot” (1 R 19,10; 1 R 19,14). Pidamos a Dios el celo de Elías para defender a Nuestro Señor, para honrar su Santo Nombre, para predicar el triunfo de la Cruz, y para rechazar las herejías y las blasfemias contra su Sacratísimo Corazón y contra su Preciosísima Sangre, pues hablar del fracaso de Dios o de la Cruz, no solo es ambas cosas (herejía y blasfemia), sino que muy posiblemente sea pecado contra el Espíritu Santo, único que no se perdona.

Cuando un hombre, una mujer o incluso un ángel nos hable del fracaso de la Cruz, rechacemos tal ataque y desprecio al sacrificio que pagó nuestra deuda y nos dio la vida eterna, y respondamos con valentía con la Oración por el Triunfo de la Cruz, que rezamos todos los jueves en Getsemaní, y que termina así: “Victoria, victoria, victoria, Oh Santa Cruz, la señal de nuestro triunfo”.

Mauricio Ozaeta

[i] Visiones completas de Ana Catalina Emmerick, Tomo 1 – El Antiguo Testamento, Sección 2, Punto IX – La familia de Adán
[ii] Esto lo dijo el 15 de diciembre de 2016, en respuesta a una pregunta que le hizo una enfermera del Hospital Pediátrico Bambino Jesús, de Roma, en relación a porqué sufren los niños.
[iii] Esto fue el 5 de diciembre de 2015, en el Estadio Kasarani, en Nairobi.
[iv] Fue el 24 de septiembre de 2015, durante la homilía.


LOS TRES MONJES Y EL DIABLO

El demonio se apareció a tres monjes y les dijo: si les diera potestad para cambiar algo del pasado, ¿qué cambiarían?
El primero de ellos, con un gran fervor apostólico respondió: "Impediría que hicieras caer a Adán y Eva en el pecado para que la humanidad no pudiera apartarse de Dios".
El segundo, un hombre lleno de misericordia, le dijo: "Impediría que tú mismo te apartases de Dios y te condenaras eternamente".
El tercero de ellos era el más simple y, en vez de responder al tentador, se puso de rodillas, hizo la señal de la cruz y oró diciendo: "Señor, libérame de la tentación de lo que pudo ser y no fue".
El diablo, dando un grito estentóreo y estremeciéndose de dolor se esfumó. Los otros dos, sorprendidos, le dijeron: "Hermano, ¿por qué has reaccionado así?".
Él les respondió: "Primero: NUNCA debemos dialogar con el enemigo.
Segundo: NADIE en el mundo tiene poder para cambiar el pasado.
Tercero: el INTERÉS de Satanás no era probar nuestra virtud, sino atraparnos en el pasado, para que descuidemos el presente, el único tiempo en el que Dios nos da su gracia y podemos cooperar con ella para cumplir su voluntad".
De todos los demonios, el que más atrapa a los hombres y les impide ser felices es el de "lo que pudo ser y no fue". El pasado queda a la Misericordia de Dios y el futuro a su Providencia. Pero el presente está en su amor. Vive hoy amando a Dios con todas las fuerzasde tu corazón y a quienes Dios te ha dado.
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El pueblo de nuestros antepasados en la fe, celebra su liberación

La fiesta pascual de los cristianos tiene sus raíces en la pascua de los judíos. Cuanto mejor conozcamos la celebración judía, tanto mejor comprenderemos el papel de la tipología pascual del Antiguo Testamento para interpretar el misterio de la muerte y la resurrección de Jesús y tanto mejor comprenderemos lo que celebramos en la fiesta más importante de nuestra Iglesia.
En Ex 12,1-28 se nos narra la razón por la cual los judíos celebraban la fiesta pascual. La narración está compuesta de diferentes relatos, que proceden de tiempos diversos. Podemos recordar lo siguiente:

Lo que era la fiesta de la Pascua antes del éxodo

Desde tiempos inmemoriales, los pastores nómadas celebraban, con ocasión del comienzo del año, o mejor aún, con ocasión de la época de transición entre el invierno y la primavera, una fiesta especial.
Era la época del año en la cual nacían las crías de las ovejas. Era la época en la cual ellos tenían que comenzar de nuevo la peregrinación que los conduciría al país cultivado, en cuyas inmediaciones podrían pasar el tiempo del verano.
En la noche del primer día de luna llena de la primavera se reunían los pastores en el desierto, sacrificaban un cordero, realizaban un rito mágico para espantar los espíritus que podían perjudicar a los ganados o para ganarse la protección de los buenos espíritus, y celebraban una cena. En esta cena comían las carnes del cordero, con los vegetales que podían encontrar en el desierto. Cuando la celebración tenía efectivamente un sentido religioso, agradecían a los dioses la protección sobre los ganados y la que ellos mismos experimentaban en la peregrinación que los llevaba más allá del desierto.
En algún momento, cuando ya el pueblo era sedentario, la fiesta de la Pascua, que era una fiesta pastoril, coincidió con la fiesta de primavera de los agricultores, que consistía más que todo en comer los panes sin levadura, amasados con los primeros frutos de la cosecha de cereales.

La fiesta propiamente dicha de la Pascua de los israelitas

La fiesta de primavera que ya existía antes del surgimiento de Israel como pueblo, se relacionó estrechamente con la experiencia de fe de la liberación de los hebreos, esclavos en el Egipto: Ex 12,12-13.21-23. Y ya no se celebró en función de los ganados (ni de las cosechas, en el caso de la fiesta de los campesinos), sino como conmemoración de la liberación del éxodo. La fiesta comenzaba con la cena pascual y se extendía por siete días, de acuerdo con la tradición de los ácimos: Ex 12,14-20.

Esta fiesta de la Pascua israelita tiene toda una historia, que nos obliga a considerar varios momentos:

-Primero que todo, el de lo que podríamos designar como la celebración doméstica, cuando se realizaba un rito con la sangre (se marcaban el dintel y los postes de las casas), además de la cena propiamente dicha.
-Luego la celebración centralizada en Jerusalén, que incluía un sacrificio cultual con la sangre (recogida por los sacerdotes en vasijas que se pasaban de mano en mano hasta el altar), la parte que correspondía a Dios en el banquete de la comunión; y una cena, que obedecía a un ritual bien establecido, en el que jugaban un papel fundamental las carnes del cordero, el pan ázimo, las hierbas amargas y las cuatro copas de vino. Todos estos elementos de la cena encarnaban simbólicamente el memorial del éxodo para ser compartido fraternalmente. La cena tenía una hermosa estructura pedagógica, que permitía que los niños aprendieran experimentalmente a ser judíos, a convertirse en miembros del pueblo elegido.
-En la época de Jesús, la cena pascual tenía además una importancia escatológica muy grande. Las esperanzas mesiánicas eran cultivadas de una manera especial en esta cena, lo que hace bien comprensible el hecho de que, ya en los mismos relatos por lo menos de los sinópticos, se dé tanta trascendencia a la referencia a esta fiesta.

La celebración pascual de los judíos de hoy

¿Cómo nos narraría hoy un judío su celebración pascual? Hay que tener en cuenta que, desde la destrucción del templo en el año 70 d. C. por los romanos, los judíos renunciaron a comer en la cena pascual un cordero inmolado. Y también, que la cena pascual se celebra una vez que se ha asistido a la liturgia sinagogal.
Todo comienza en la tarde del Seder. Seder significa orden: los judíos llaman a la cena pascual cena del Seder, porque en ella todo está rigurosamente ordenado, pues se trata de la tarde más solemne del año.
Con anticipación ha sido retirado todo pan fermentado y ha sido guardada la vajilla ordinaria. Para la fiesta hay una vajilla especial. Se prepara pues la fuente del Seder (el plato), se ponen las copas en las que se servirá el vino como signo de la alegría, se acercan las sillas cómodas que reemplazan los triclinios en los cuales se recostaban los comensales en las cenas antiguas.

La introducción consiste en el servicio de la primera copa de vino, que se bebe mientras se pronuncia una oración de alabanza. El padre de familia moja entonces la verdura en un agua salada, pronuncia una bendición y da algo a cada uno. Luego reparte un pan ázimo, del que separa la mitad para después de la cena.
Ahora tiene lugar la cena propiamente dicha. El padre de familia dirige una invitación a "los que tienen hambre y a los pobres". Se sirve entonces la segunda copa. El menor de los asistentes pregunta sobre la razón por la cual se celebra en esta forma la fiesta. Todos responden:

Un día fuimos esclavos del Faraón en el Egipto; entonces nos condujo el Eterno, nuestro Dios, fuera de allí.

Se narra entonces la historia de la liberación. Con ocasión de la narración del recuerdo de las diez plagas, cada uno mete un dedo en la copa de vino, toma diez veces una gotita y la derrama. No se debe beber completamente la copa de la alegría, pues entonces hubo mucho sufrimiento entre las gentes en el Egipto. A la narración de la historia de la liberación responden todos con el Hallel, el conjunto de salmos de alabanza que tienen que ver con la liberación del Egipto. Se bebe entonces la segunda copa. El padre de familia toma el pan, pronuncia la acción de gracias, lo parte y da de él un trocito a cada uno. De la misma manera toma de las hierbas amargas, las sumerge en la salsa, pronuncia una bendición, y da a cada cual de comer.

En ese momento son traídas las viandas propiamente dichas de la cena. Antiguamente se comían ahora las carnes del cordero. El postre es simplemente el trozo de pan ázimo reservado para este momento.
Después de comer se sirve la tercera copa. El padre de familia comienza la oración de la mesa con las palabras: 
"Alabemos a quien nos da el alimento!", y reza la oración de la mesa. Se bebe entonces la tercera copa.
Se sirve finalmente la cuarta copa. Se abre la puerta para que pueda entrar el mensajero del Mesías, el profeta Elías. En medio de la mesa se pone una copa llena de vino para él. Se canta la segunda parte del Hallel y se bebe la cuarta copa.

Con una oración de conclusión se termina la celebración.

Podría decirse que celebrar la fiesta de la Pascua ha sido siempre para el pueblo judío asumir la memoria de su historia, entendida como historia de liberación. Un hermoso poema, el Targum de Ex. 12,42, nos da una cierta idea de la manera como se evoca, en el sentido del éxodo, toda la historia en el memorial de los judíos.


EL POEMA DE LAS CUATRO NOCHES
(Targum de /Ex/12/42)

Al final de los cuatrocientos años, aquel mismo día, salieron todos los ejércitos de YHWH liberados, del país de Egipto. Es una noche de vigilia, preparada para la liberación en nombre de YHWH, en el momento en que hizo salir a los hijos de Israel, liberados del país de Egipto.
Pues bien, hay cuatro noches inscritas en el libro de las Memorias. La primera noche fue cuando YHWH se manifestó en el mundo para crearlo. El mundo estaba informe y vacío y las tinieblas se extendían sobre la superficie del abismo, y la palabra de YHWH era luz y brillaba. Y la llamó primera noche.
La segunda noche, cuando YHWH se le apareció a Abrahán anciano de 100 años y a su esposa Sara, de noventa años, a fin de cumplir lo que dice la Escritura: "Es que Abrahán, a los cien años de edad, va a engendrar y su esposa Sara, de noventa años, va a dar a luz un hijo?" Pues bien, Isaac tenía 37 años cuando fue ofrecido en el altar. Los cielos se inclinaron y bajaron e Isaac vio sus perfecciones. Y la llamó la segunda noche.
La tercera noche fue cuando YHWH se apareció a los egipcios en medio de la noche; su mano mataba a los primogénitos de Israel, para que se cumpliera lo que dice la Escritura: "Israel es mi primogénito". Y la llamó la tercera noche.
La cuarta noche será cuando el mundo llegue a su fin para ser disuelto. Los yugos de hierro se romperán y las generaciones perversas serán aniquiladas. Moisés subirá de en medio del desierto y el rey Mesías vendrá desde lo alto. Uno avanzará a la cabeza del rebaño y su palabra caminará entre los dos y ellos marcharán juntos.

Es la noche de la pascua para el nombre de YHWH, noche reservada y fijada para la liberación de todo Israel a lo largo de sus generaciones.

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