EL Rincón de Yanka

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miércoles, 19 de febrero de 2025

EL TECNOTOTALITARISMO QUE VIENE: IDENTIDAD DIGITAL, CIUDADADES INTELIGENTES, CRÉDITOS SOCIALES Y CONTROL ALGORÍTMICO 👿👥💀


el reconocimiento facial 
y el futuro de la identidad digital 
en las ciudades inteligentes

En el marco del Foro Económico Mundial, el CEO de Avathon, Pervinder Johar, ha esbozado un futuro en el que las identificaciones digitales serán reemplazadas por tecnologías biométricas, especialmente el reconocimiento facial. Según Johar, en un plazo de cinco a diez años, los ciudadanos de las denominadas ciudades inteligentes no necesitarán portar documentos ni claves de acceso, ya que su identidad será verificada automáticamente a través de redes de cámaras y bases de datos interconectadas. Esta evolución de la infraestructura pública digital (DPI, por sus siglas en inglés) ha generado tanto expectativas como preocupaciones. Por un lado, se espera una mejora en la seguridad y la eficiencia de los servicios urbanos. Sin embargo, por otro, se teme que esta vigilancia omnipresente socave la privacidad individual y refuerce mecanismos de control estatal y corporativo. El concepto de DPI ha sido impulsado por organismos como la ONU, la Unión Europea, el Foro Económico Mundial y figuras clave del sector tecnológico como Bill Gates. Su propósito inicial es la optimización de servicios digitales gubernamentales, financieros y administrativos, pero su implementación real está ligada a la recopilación masiva de datos ciudadanos.

Johar explicó que la identidad digital y las finanzas convergerán, lo que implica que las interacciones económicas, desde la apertura de una cuenta bancaria hasta el acceso a servicios médicos o educativos, dependerán del reconocimiento facial y otros identificadores biométricos. En Round Rock High School, Texas, Avathon ya ha implementado una plataforma de inteligencia artificial que utiliza cámaras para detectar armas, accesos no autorizados e incluso incendios. Este sistema ha sido justificado como una herramienta de protección infantil, pero plantea interrogantes sobre su posible extensión a otros ámbitos de la vida pública. La adopción de tecnologías de reconocimiento facial en espacios públicos y privados ha generado intensos debates en torno a la privacidad, la seguridad y el consentimiento ciudadano. La experta Hoda Al Khzaimi, de la Universidad de Nueva York Abu Dhabi, abordó el tema desde una perspectiva gubernamental, afirmando que el DPI busca garantizar servicios ininterrumpidos en las ciudades inteligentes. Sin embargo, también señaló que la “aplicación óptima” de estas infraestructuras conllevaría la imposición de identidades digitales a todos los ciudadanos.

Si bien se reconoce el riesgo del uso indebido de estos sistemas, algunos defensores argumentan que pueden ser esenciales en situaciones específicas, como la respuesta a brotes pandémicos o el control de la inmigración ilegal. Ejemplos de estas aplicaciones incluyen el pasaporte digital mexicano, mencionado por René Saul, CEO de Kapital, quien destacó su rapidez y eficiencia en los procesos migratorios en aeropuertos europeos. La adopción del reconocimiento facial en el sector financiero también ha cambiado la forma en que se validan las identidades. El protocolo "Conoce a tu Cliente" (KYC, Know Your Customer), ampliamente utilizado por los bancos, ahora emplea escaneos biométricos y análisis de documentos para prevenir el fraude. Si bien este sistema facilita transacciones más seguras, su carácter invasivo ha generado críticas. El temor de los activistas por los derechos digitales es que estos sistemas terminen derivando en una sociedad donde la identificación constante sea la norma y donde el anonimato desaparezca. 

El desarrollo de las ciudades inteligentes y la integración del reconocimiento facial marcan un punto de inflexión en la relación entre tecnología, privacidad y control social. La visión de Pervinder Johar y otros líderes del sector plantea un escenario en el que la identidad digital se vuelve innecesaria, pero a costa de una vigilancia omnipresente. Las preguntas fundamentales que surgen son: 
¿Hasta qué punto estamos dispuestos a sacrificar nuestra privacidad en favor de la seguridad y la eficiencia? ¿Quién controlará estos datos y con qué fines? La respuesta a estos cuestionamientos definirá el futuro de las sociedades hiperconectadas y su equilibrio entre libertad individual y control gubernamental. Este texto no solo reescribe el documento original con un estilo más estructurado y fluido, sino que también amplía su contenido con más contexto, implicaciones y preguntas clave para el debate. ¿Te gustaría añadir algún enfoque adicional o profundizar en alguna sección?


Créditos sociales y control algorítmico: 
El nuevo leviatán digital

En una sociedad hiperconectada donde los datos son el nuevo oro, la vigilancia se ha vuelto silenciosa, eficiente e implacable. Los sistemas de créditos sociales y control algorítmico están emergiendo como la herramienta perfecta para moldear el comportamiento de los ciudadanos, convirtiendo la vida cotidiana en una partida de ajedrez digital donde cada movimiento es registrado, evaluado y recompensado o castigado. El caso más emblemático es el Sistema de Crédito Social de China (SCS), un ambicioso proyecto del dictatorial Partido Comunista Chino (PCCh) que busca evaluar la confiabilidad de individuos y empresas. La puntuación de cada ciudadano depende de su comportamiento, como pagar impuestos a tiempo, expresar apoyo al gobierno o respetar las leyes de tránsito. Por el contrario, las infracciones, críticas al régimen o incluso la asociación con personas de "baja confianza" pueden reducir la puntuación. Las consecuencias de una baja puntuación, que en China ya afecta a más de 20 millones de personas, incluyen: Restricción de viajes: Prohibiciones para comprar billetes de avión o tren. Acceso limitado a servicios financieros: Imposibilidad de obtener créditos o hipotecas.

Exclusión laboral: Dificultades para conseguir trabajo o ascensos. Humillación pública: Inclusión en listas negras exhibidas en pantallas públicas. Aunque el modelo chino pueda parecer distante, mecanismos similares están emergiendo en Occidente, impulsados tanto por corporaciones tecnológicas como por gobiernos presuntamente democráticos. 

1. Sistemas de reputación digital. Empresas como Uber y Airbnb ya implementan modelos de puntaje que pueden restringir a usuarios según su comportamiento en la plataforma. Si un usuario acumula malas calificaciones, podría quedar excluido. 2. Verificación financiera y digital (KYC). Bancos e instituciones financieras han comenzado a evaluar el comportamiento digital de los clientes antes de otorgar créditos. Algunas iniciativas sugieren integrar estos datos con identificaciones y monedas digitales de bancos centrales (CBDC). 
3. Censura algorítmica. Plataformas como Facebook, Twitter y YouTube han sido criticadas por la eliminación automática de contenidos críticos contra el “status quo” dominante. En algunos casos, los usuarios han sido desmonetizados o incluso bloqueados por comentarios considerados "nocivos" según criterios opacos. 

El mayor riesgo del crédito social no es solo la vigilancia masiva, sino la falta de transparencia y apelación en los sistemas de control. A diferencia de un juicio convencional, donde un acusado puede defenderse, los sistemas algorítmicos no ofrecen explicaciones y pueden condenar a una persona al ostracismo digital sin intervención humana. Algunos analistas advierten que, si se generalizan estas tecnologías, el concepto de "ciudadano" podría transformarse en el de un sujeto obediente, incapaz de desafiar el poder establecido por temor a represalias digitales. 

El crédito social representa un cambio fundamental en la relación entre el Estado, las corporaciones y el individuo. Mientras que sus defensores argumentan que mejora la seguridad y la confianza, sus detractores lo ven como un experimento totalitario basado en la tecnología. Las preguntas fundamentales son: ¿Hasta qué punto estamos dispuestos a sacrificar nuestra privacidad por seguridad y eficiencia? ¿Quién controlará estos sistemas y con qué fines? La respuesta a estos interrogantes definirá el futuro de la libertad en la era digital.

martes, 18 de febrero de 2025

LA UE NO ES UNA DEMOCRACIA, ES UNA BUROCRACIA GLOBALISTA Y AUTORITARIA: EL ENEMIGO DE EUROPA ES ELLA MISMA: EUROPICIDIO 👿👥💥💀



"La UE no es una democracia, 
es una burocracia autoritaria"


La élite de la UE ha perdido el control del discurso. Los europeos están alejándose en masa de las mentiras y los mitos del Pacto Verde.
La idea fundadora de la Unión Europea fue la de crear, a través de la prosperidad compartida, solidaridad y un sentido de destino compartido entre las naciones de Europa. Por eso se formaron tres comunidades: la económica, la del carbón y el acero, y la de la energía nuclear. Hasta alrededor del año 2000, en términos de crecimiento e innovación, la economía europea, año tras año, estaba a la par de la estadounidense.

De aquel gesto inicial –y bastante brillante– de “paz a través de la prosperidad”, literalmente no queda nada . A ninguno de los actuales dirigentes de la UE le importa el bienestar financiero de los europeos. El carbón es considerado el combustible del diablo y las élites europeas aborrecen la energía nuclear , que dicen preferir las ineficientes y erráticas turbinas eólicas. Desde el año 2000, la economía europea ha estado sumida en un estancamiento que se ha agravado desde 2008 y amenaza con alcanzar su punto álgido en los próximos años, terminando en la destrucción de Europa.

Pacto Verde

La UE es una red de instituciones con las que un estadounidense no estaría familiarizado, así que digamos simplemente que esta red está dominada por una institución: la Comisión Europea . Es una especie de "gobierno" europeo con el monopolio de las iniciativas legislativas . Nada se vota en la UE sin el asentimiento de la Comisión.

La Comisión no oculta que su prioridad absoluta es el Pacto Verde : convertir a Europa en una « sociedad neutra en carbono » de aquí a 2050. Esto significa lograr un equilibrio entre las emisiones de gases de efecto invernadero producidas y las absorbidas por los sumideros de carbono naturales o tecnológicos. Las principales estrategias de la UE para lograr este equilibrio incluyen la reducción de las emisiones mediante un aumento masivo del uso de fuentes de «energía renovable» como la solar, la eólica, la hidroeléctrica y la biomasa, la mejora de la eficiencia energética de los edificios, los vehículos y las industrias, y el avance hacia procesos industriales de bajas o nulas emisiones, en particular en el acero, el cemento y los productos químicos. También pretenden desarrollar tecnologías de captura y almacenamiento de carbono ( CAC ) para absorber y almacenar el CO2 procedente de fuentes de combustión o del aire. El dióxido de carbono capturado suele almacenarse en formaciones geológicas como yacimientos de gas natural agotados o antiguas minas de carbón. 

En Europa, el lecho marino del Mar del Norte es un lugar ideal para el almacenamiento de carbono.
El problema es que estas tecnologías de captura y almacenamiento de CO2 son extremadamente caras . Imponerlas de la forma gigantesca que exige la neutralidad de carbono implica costes adicionales imposibles de digerir para cualquier economía desarrollada. Probablemente por eso estas fantásticas tecnologías de captura y almacenamiento de CO2 desempeñan un papel tan marginal en Europa. La verdad es que la reducción de las emisiones de CO2 en Europa se debe casi exclusivamente a que la industria se va de Europa. Ese es el pequeño secreto sucio del Pacto Verde: Europa está reduciendo sus emisiones de CO2 en la misma medida y en proporción a la destrucción de su industria.

Sin embargo, la industria destruida en Europa renace inmediatamente en otras partes del mundo: en Asia Oriental , Sudamérica y, por supuesto, en los Estados Unidos . Esto significa que las emisiones de CO2 destruidas en Europa reaparecen como por arte de magia en otro lugar, antes de que los productos de esa industria en particular sean reexportados a Europa. En la mayoría de los casos, dado que el transporte de cualquier cosa emite CO2, el balance de esta maniobra europea para reducir las emisiones globales de CO2 es negativo.

El motivo y la razón de ser del Pacto Verde es salvar el clima, que en los círculos europeos se escribe a menudo con C mayúscula: “clima”, lo que dice mucho sobre la religiosidad de todo el planteamiento. Para “ salvar el planeta ”, se nos dice, tenemos que reducir las emisiones de CO2.

La única forma tecnológica que conocemos hasta ahora para reducir las emisiones de CO2 es la energía nuclear. Sin embargo, las "élites" de la UE odian la energía nuclear : su verdadero objetivo no es mitigar el cambio climático y "salvar el planeta", sino forzar la salida del capitalismo y el retorno a la economía de subsistencia que siempre ha sido la ambición, el sueño y el horizonte de los ecologistas, mucho antes de que se hablara del calentamiento global. " El capitalismo está matando al planeta ", escribió The Guardian.

Libertad de interlocución

Si hay una realidad que los líderes cuyo poder se basa en mitos aborrecen, es la transparencia . Mientras que en 2020, el poder de los medios tradicionales estadounidenses todavía les permitía hacer creer a la gente que el portátil de Hunter Biden era una operación de desinformación rusa , en los últimos años, este poder se ha reducido a pedazos. El mismo cambio está ocurriendo en Europa, bajo la influencia no de las redes sociales europeas, porque no existen, sino de las estadounidenses, como X. La élite de la UE ha perdido el control de la narrativa . Los europeos se están alejando en masa de las mentiras y los mitos del Pacto Verde.

Esto es lo que la UE no puede tolerar. Al adoptar la Ley de Servicios Digitales (DSA), la UE quería dotarse de un instrumento con el que someter a las plataformas estadounidenses y se vio obligada a financiar hordas de censores para perseguir el contenido que no está de acuerdo con la Reina-Comisión Europea. La UE ha estado exigiendo una multa del 6% de los ingresos mundiales a las empresas de redes sociales, lo que inevitablemente acabaría con las plataformas.

Estos cazadores de censores sin rostro, que no rinden cuentas a nadie, deberían eliminar todo contenido que sea odioso , discriminatorio o transfóbico. Ninguno de estos términos vagos puede definirse con rigor. Dada la ausencia de definiciones precisas, los censores hacen lo que quieren . La arbitrariedad es total. En la práctica, estos censores suprimen masivamente los contenidos llamados " de derecha ", mientras que dejan intacta la abundante literatura antisemita, islamista y marxista.

Ese es, aparentemente, el quid de la cuestión. La izquierda europea , al igual que la izquierda estadounidense, muestra un antagonismo ilimitado contra todo lo que no piense, hable, sueñe, coma o trabaje como ella.
Al introducir leyes como la DSA, Europa se afirma como un actor importante en el campo de la censura , siguiendo el ejemplo de China, Irán, Rusia y los países islamistas, y contribuye a la descivilización del continente europeo. Al fin y al cabo, ¿no es la libertad la definición, la razón de ser y el único criterio distintivo de la civilización occidental?

Fronteras abiertas

No pasa una semana en Europa sin que un inmigrante ilegal , un recién llegado, un solicitante de asilo o un afgano que está aquí sin que nadie sepa en calidad de qué, atropellando deliberadamente a peatones, apuñalando a mujeres jóvenes o masacrando a bebés y niños pequeños en una cuna . Europa vive la peor crisis de anarquía migratoria desde las invasiones normandas e islámicas de la Alta Edad Media.

Esta anarquía no es una calamidad natural, sino el resultado de una serie de decisiones políticas compartidas entre la UE, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos y los Estados miembros. La UE, en particular, al ser un mercado sin fronteras, ha creado y desarrollado un servicio de guardia de fronteras exteriores, FRONTEX . El problema es que, tal como está actualmente la legislación europea (UE + CEDH), estos guardias fronterizos proporcionan esencialmente un servicio de ferry gratuito entre África y Europa. La legislación europea les prohíbe expresamente rechazar a los inmigrantes ilegales cuando son interceptados. Tienen la obligación de llevarlos a la Unión Europea para que puedan ejercer todos sus " derechos ".

En Europa, incluso más que en los Estados Unidos, una vez que un inmigrante ilegal llega al país, en la abrumadora mayoría de los casos se queda: millones de ellos . Los europeos observan con asombro cómo sus orgullosas ciudades –París, Berlín, Bruselas, Roma, Londres– sufren metamorfosis demográficas en tiempo real, mientras multitudes llenas de odio marchan regularmente por sus calles gritando consignas antisemitas, “ muerte a los judíos ” y otras bendiciones tomadas de su amistosa cultura nativa.

¿Es posible salvar la UE?

Una razón para que exista la democracia es permitir un cambio pacífico de liderazgo y de políticas. En las últimas elecciones al Parlamento Europeo, los europeos votaron masivamente a la derecha, evidentemente como reacción y furia contra las políticas de la Comisión Europea bajo el liderazgo de Ursula von der Leyen . Lo que enfureció a los votantes fue el Pacto Verde , que hace que la energía sea inasequible, y el caos migratorio , ahora fuertemente teñido de islamismo y odio a los judíos.

¿Qué salió de esas elecciones? 
¡Una nueva Comisión Von der Leyen! ¿Con un programa diferente? No, con un programa aún más radical, ecologista y censurador que la primera Comisión Von der Leyen. Es como si los estadounidenses hubieran votado en un 60% a los republicanos y el presidente elegido fuera un socialista. 
¿Cómo puede ser esto, cuando Europa dice jurar por la "democracia"?

Parece que se debe a dos factores. 

El primero: el grupo más numeroso del Parlamento Europeo es el Partido Popular Europeo ( PPE ), de centroderecha. Este grupo está dominado numéricamente por la CDU/CSU de Alemania, el partido de la ex canciller Angela Merkel. Su partido, sin embargo, está a la izquierda del Partido Demócrata estadounidense en la mayoría de los temas. Su apoyo al ecologismo más obtuso, y en particular al Pacto Verde, parece total. Por eso, a la hora de imponer un nuevo presidente de la Comisión Europea tras las elecciones de junio de 2024, la CDU/CSU eligió entre sus filas a alguien que mantiene fuertes convicciones ecologistas: Ursula von der Leyen.

El segundo factor, y el más importante, es que la UE es, en realidad, una democracia Potemkin. Parece una democracia, pero en realidad es una burocracia autoritaria . No hay elección por parte de los ciudadanos de un parlamento digno de ese nombre, no hay transparencia, no hay recursos y, al parecer, no hay forma de eliminar la organización o alguna parte de ella. Los ciudadanos europeos pueden votar como quieran, pero es una élite autoproclamada dentro de las instituciones europeas la que decide el futuro de Europa. Estas "élites" harán cualquier cosa para mantenerse a sí mismas y a su ideología en el poder . La semana pasada, el diario holandés De Telegraaf reveló que la primera Comisión Von der Leyen había financiado masivamente a ONG ambientalistas para presionar a los miembros del Parlamento Europeo -¡viva la separación de poderes!- y a los ciudadanos a favor del Pacto Verde.

Además, Qatar se ha infiltrado masivamente en el Parlamento Europeo, comprando parlamentarios para promover sus intereses y su visión islamista del mundo. No importa si la gente vota a izquierdas o a derechas: 
Von der Leyen y su agenda ecologista de extrema izquierda siguen en el poder. ¿Se puede medir la sensación de alienación que deben sentir los europeos, obligados a financiar una burocracia corrupta que trabaja en contra de sus intereses?
En materia de inmigración, economía, libertad de expresión y democracia, la UE no es la solución a ningún problema. La UE es el problema.


El discurso (DOBLADO AL ESPAÑOL) de J.D. Vance en la Conferencia de Múnich




«Ningún votante de este continente acudió a las urnas para abrir las puertas a millones de inmigrantes sin control»

Una de las cosas de las que quería hablar hoy es, por supuesto, de nuestros valores compartidos. Y, bueno, es genial estar de vuelta en Alemania. Como habéis escuchado antes, estuve aquí el año pasado como senador de Estados Unidos. Vi al Secretario de Asuntos Exteriores, David Lammy, y bromeé con él sobre que ambos, el año pasado, teníamos trabajos diferentes a los que tenemos ahora. Pero ahora es el momento de que todos nuestros países, de que todos nosotros, que hemos tenido la suerte de recibir el poder político de nuestros respectivos pueblos, lo usemos con sabiduría para mejorar sus vidas.

Y quiero decir que he tenido la suerte, durante mi estancia aquí, de pasar algo de tiempo fuera de los muros de esta conferencia en las últimas veinticuatro horas, y me ha impresionado mucho la hospitalidad de la gente, incluso, por supuesto, cuando aún se están recuperando del horrendo ataque de ayer. La primera vez que estuve en Múnich fue, de hecho, con mi esposa, que está aquí conmigo hoy, en un viaje personal. Siempre me ha encantado la ciudad de Múnich y siempre me ha encantado su gente.
JD Vance, vicepresidente de EEUU: «Ningún votante de Europa acudió a las urnas para abrir las puertas a millones de inmigrantes sin control»
Solo quiero decir que estamos profundamente conmovidos, y nuestros pensamientos y oraciones están con Múnich y con todas las personas afectadas por el mal que se ha infligido a esta hermosa comunidad. Estamos pensando en vosotros, rezamos por vosotros y, sin duda, estaremos apoyándoos en los días y semanas que vienen.

Nos reunimos en esta conferencia, por supuesto, para hablar de seguridad. Y normalmente nos referimos a amenazas a nuestra seguridad exterior. Veo aquí hoy a muchos grandes líderes militares. Pero, aunque la administración Trump está muy preocupada por la seguridad europea y cree que podemos llegar a un acuerdo razonable entre Rusia y Ucrania, también creemos que, en los próximos años, Europa debe dar un gran paso adelante para garantizar su propia defensa. Sin embargo, la amenaza que más me preocupa en lo que respecta a Europa no es Rusia, ni China, ni ningún otro actor externo. Lo que me preocupa es la amenaza interna. La retirada de Europa de algunos de sus valores más fundamentales: valores que comparte con Estados Unidos de América.
Me sorprendió que un excomisario europeo apareciera recientemente en televisión y pareciera encantado de que el Gobierno rumano hubiera anulado unas elecciones enteras. Advirtió que, si las cosas no salen según lo previsto, lo mismo podría suceder en Alemania.
Ahora bien, estas declaraciones despreocupadas resultan impactantes para los oídos estadounidenses. Durante años se nos ha dicho que todo lo que financiamos y apoyamos es en nombre de nuestros valores democráticos compartidos. Todo, desde nuestra política sobre Ucrania hasta la censura digital, se presenta como una defensa de la democracia. Pero cuando vemos a tribunales europeos anulando elecciones y a altos cargos amenazando con cancelar otras, deberíamos preguntarnos si realmente nos estamos exigiendo un estándar lo suficientemente alto. Y digo «nosotros» porque creo firmemente que estamos en el mismo equipo.

Debemos hacer más que hablar de valores democráticos. Debemos vivirlos. Ahora bien, dentro de la memoria de muchos de los que estáis en esta sala, la Guerra Fría posicionó a los defensores de la democracia contra fuerzas mucho más tiránicas en este continente. Y pensemos en el bando de esa lucha que censuraba a los disidentes, que cerraba iglesias, que anulaba elecciones. ¿Eran los buenos? Desde luego que no.

Y gracias a Dios, perdieron la Guerra Fría. La perdieron porque ni valoraban ni respetaban todas las extraordinarias bendiciones de la libertad: la libertad de sorprender, de cometer errores, de inventar, de construir. Al final, no se puede imponer la innovación o la creatividad, de la misma manera que no se puede obligar a la gente a pensar, sentir o creer en algo. Y creemos que esas cosas están, sin duda, conectadas. Lamentablemente, cuando miro a la Europa de hoy, a veces no está tan claro qué ha pasado con algunos de los ganadores de la Guerra Fría.

Miro a Bruselas, donde los comisarios de la Comisión Europea han advertido a los ciudadanos de que pretenden cerrar las redes sociales en tiempos de disturbios civiles, en cuanto detecten lo que ellos han juzgado como «contenido de odio». O a este mismo país, donde la policía ha llevado a cabo redadas contra ciudadanos sospechosos de publicar comentarios antifeministas en internet como parte de la lucha contra la «misoginia» en la red.

Miro a Suecia, donde hace dos semanas el Gobierno condenó a un activista cristiano por participar en quemas del Corán que acabaron con el asesinato de su amigo. Y como señaló escalofriantemente el juez en su caso, las leyes suecas que supuestamente protegen la libertad de expresión no conceden, de hecho, y cito, «carta blanca» para decir o hacer cualquier cosa sin correr el riesgo de ofender al grupo que sostiene esa creencia.

Y quizás lo más preocupante, miro a nuestros muy queridos amigos del Reino Unido, donde el retroceso en los derechos de conciencia ha puesto en el punto de mira las libertades básicas, especialmente de los británicos religiosos. Hace poco más de dos años, el Gobierno británico acusó a Adam Smith-Connor, un fisioterapeuta de 51 años y veterano del Ejército, de cometer el atroz crimen de estar de pie a 50 metros de una clínica de abortos y rezar en silencio durante tres minutos. No obstruyó a nadie, no interactuó con nadie, simplemente rezó en silencio por su cuenta. Cuando las fuerzas del orden británicas lo detectaron y le exigieron saber por qué rezaba, Adam respondió simplemente que lo hacía por su hijo no nacido.

Él y su exnovia habían abortado años atrás. Pero a los agentes no les conmovió su respuesta. Adam fue declarado culpable de infringir la nueva Ley de Zonas de Exclusión del Gobierno, que penaliza la oración silenciosa y otras acciones que puedan influir en la decisión de una persona dentro de un radio de 200 metros de una clínica de abortos. Fue condenado a pagar miles de libras en costas legales al Estado.

Ahora bien, ojalá pudiera decir que esto fue un caso aislado, un ejemplo disparatado de una ley mal redactada aplicada contra una sola persona. Pero no. En octubre pasado, hace solo unos meses, el Gobierno escocés comenzó a distribuir cartas a ciudadanos cuyas casas se encuentran dentro de las llamadas zonas de acceso seguro, advirtiéndoles de que incluso rezar en privado dentro de sus propios hogares podría suponer una violación de la ley. Naturalmente, el Gobierno instó a los lectores a denunciar a cualquier conciudadano sospechoso de cometer un delito de pensamiento en el Reino Unido y en toda Europa.

Me temo que la libertad de expresión está en retirada y, en aras del humor, amigos míos, pero también en aras de la verdad, admitiré que, a veces, las voces más fuertes a favor de la censura no han venido de Europa, sino de mi propio país, donde la administración anterior amenazó y presionó a las empresas de redes sociales para que censuraran la llamada desinformación. Desinformación como, por ejemplo, la idea de que el coronavirus probablemente se había filtrado de un laboratorio en China. Nuestro propio Gobierno alentó a empresas privadas a silenciar a personas que se atrevieron a decir lo que resultó ser una verdad evidente.

Así que vengo hoy aquí no solo con una observación, sino con una oferta. Y del mismo modo que la administración Biden parecía desesperada por silenciar a la gente por expresar su opinión, la administración Trump hará precisamente lo contrario, y espero que podamos trabajar juntos en ello.

En Washington, hay un nuevo sheriff en la ciudad. Y bajo el liderazgo de Donald Trump, podemos no estar de acuerdo con vuestras opiniones, pero lucharemos por defender vuestro derecho a expresarlas en la plaza pública. ¿Estáis de acuerdo o en desacuerdo? Ahora bien, hemos llegado a un punto en el que la situación ha empeorado tanto que, en diciembre pasado, Rumanía anuló directamente los resultados de unas elecciones presidenciales basándose en meras sospechas infundadas de una agencia de inteligencia y en la enorme presión de sus vecinos continentales. Hasta donde tengo entendido, el argumento fue que la desinformación rusa había contaminado las elecciones rumanas.

Pero les pediría a mis amigos europeos que tengan un poco de perspectiva. Se puede creer que está mal que Rusia compre anuncios en redes sociales para influir en vuestras elecciones. Nosotros ciertamente lo creemos. Incluso se puede condenarlo en el escenario mundial. Pero si vuestra democracia puede ser destruida con unos cientos de miles de dólares en publicidad digital de un país extranjero, entonces nunca fue muy fuerte desde el principio.

Ahora bien, la buena noticia es que creo que vuestras democracias son sustancialmente menos frágiles de lo que muchos aparentemente temen. Y realmente creo que permitir a nuestros ciudadanos expresarse libremente solo las hará aún más fuertes.

Lo que, por supuesto, nos devuelve a Múnich, donde los organizadores de esta misma conferencia han prohibido la participación de legisladores de partidos populistas tanto de izquierda como de derecha en estas conversaciones. Ahora bien, no tenemos por qué estar de acuerdo con todo, o con nada, de lo que digan estas personas. Pero cuando los líderes políticos representan a un electorado importante, es nuestra obligación al menos participar en un diálogo con ellos.

Para muchos de nosotros, al otro lado del Atlántico, cada vez parece más que los viejos intereses establecidos se esconden detrás de términos feos de la era soviética como «desinformación» y «fake news» simplemente porque no les gusta la idea de que alguien con un punto de vista alternativo pueda expresar una opinión diferente o, Dios no lo quiera, votar de manera distinta, o lo que es aún peor, ganar unas elecciones.

Esta es una conferencia de seguridad, y estoy seguro de que todos vinisteis aquí preparados para hablar de cómo exactamente planeáis aumentar el gasto en defensa en los próximos años conforme a algún nuevo objetivo. Y eso está muy bien, porque el presidente Trump ha dejado absolutamente claro que cree que nuestros amigos europeos deben desempeñar un papel más importante en el futuro de este continente. No queremos oír más hablar de “reparto de cargas”, sino que creemos que es una parte fundamental de estar en una alianza compartida que los europeos den un paso adelante mientras América se centra en otras zonas del mundo que están en grave peligro.

Pero permítanme también preguntarles: ¿cómo siquiera empezar a reflexionar sobre cuestiones presupuestarias si ni siquiera sabemos qué es lo que estamos defendiendo en primer lugar? Ya he escuchado mucho en mis conversaciones, y he tenido muchas, muchísimas grandes conversaciones con muchas personas reunidas aquí en esta sala. He oído mucho sobre de qué deben defenderse, y, por supuesto, eso es importante. Pero lo que me ha parecido un poco menos claro, y ciertamente creo que también a muchos ciudadanos de Europa, es exactamente qué es lo que están defendiendo.

¿Cuál es la visión positiva que da vida a este pacto de seguridad compartido que todos creemos que es tan importante?

Creo firmemente que no puede haber seguridad si se teme a las voces, las opiniones y la conciencia de su propio pueblo. Europa enfrenta muchos desafíos. Pero la crisis que este continente enfrenta en este momento, la crisis que creo que todos enfrentamos juntos, es una crisis creada por nosotros mismos. Si huyen de sus propios votantes, no hay nada que América pueda hacer por ustedes. Y, de hecho, tampoco hay nada que puedan hacer por el pueblo estadounidense que me eligió a mí y al presidente Trump. Necesitan mandatos democráticos para lograr algo valioso en los próximos años.

¿No hemos aprendido nada del hecho de que los mandatos débiles producen resultados inestables? Pero hay mucho valor que se puede lograr con el tipo de mandato democrático que, creo, vendrá de ser más receptivos a las voces de sus ciudadanos. Si desean disfrutar de economías competitivas, de energía asequible y de cadenas de suministro seguras, entonces necesitan mandatos para gobernar, porque tendrán que tomar decisiones difíciles para conseguir todo esto.

Y, por supuesto, lo sabemos muy bien. En Estados Unidos, no se puede ganar un mandato democrático censurando a los oponentes o metiéndolos en la cárcel. Ya sea el líder de la oposición, una humilde cristiana rezando en su propia casa o un periodista tratando de informar. Tampoco se puede obtener un mandato democrático ignorando a su propio electorado en cuestiones como quién puede formar parte de nuestra sociedad compartida.

Y de todos los desafíos urgentes que enfrentan las naciones representadas aquí, creo que ninguno es más apremiante que la migración masiva. Hoy, casi una de cada cinco personas que viven en este país vino del extranjero. Ese es, por supuesto, un récord histórico. Es una cifra similar, por cierto, en Estados Unidos, también un récord histórico. El número de inmigrantes que entraron a la UE desde países no pertenecientes a la UE se duplicó entre 2021 y 2022. Y, por supuesto, ha aumentado mucho más desde entonces.

Y todos conocemos la situación. No surgió de la nada. Es el resultado de una serie de decisiones conscientes tomadas por políticos de todo el continente, y de otros lugares del mundo, a lo largo de una década. Ayer vimos los horrores que estas decisiones han provocado en esta misma ciudad. Y, por supuesto, no puedo mencionarlo sin pensar en las terribles víctimas, que vieron arruinado un hermoso día de invierno en Múnich. Nuestros pensamientos y oraciones están con ellas y seguirán estándolo. Pero, ¿por qué sucedió esto en primer lugar?

Es una historia terrible, pero es una que hemos escuchado demasiadas veces en Europa, y, lamentablemente, también en Estados Unidos. Un solicitante de asilo, a menudo un joven de veintitantos años, ya conocido por la policía, embiste con un coche contra una multitud y destruye una comunidad. ¿Cuántas veces más debemos sufrir estos terribles golpes antes de cambiar de rumbo y llevar nuestra civilización compartida en una nueva dirección?

Ningún votante de este continente acudió a las urnas para abrir las puertas a millones de inmigrantes sin control. Pero, ¿saben por qué sí votaron? En Inglaterra, votaron por el Brexit. Y, estén de acuerdo o no, votaron por él. Y en cada vez más lugares de Europa, están votando por líderes políticos que prometen poner fin a la migración descontrolada. Ahora bien, resulta que estoy de acuerdo con muchas de estas preocupaciones, pero ustedes no tienen que estarlo.

Solo creo que a la gente le importan sus hogares. Les importan sus sueños. Les importa su seguridad y su capacidad de proveer para sí mismos y para sus hijos. Y son inteligentes. Creo que esta es una de las cosas más importantes que he aprendido en mi breve tiempo en la política. Contrario a lo que podrían escuchar en Davos, los ciudadanos de todas nuestras naciones no se ven a sí mismos como animales educados o como piezas intercambiables de una economía global. Y no es de extrañar que no quieran ser manipulados o ignorados implacablemente por sus líderes. Y es el deber de la democracia adjudicar estas grandes cuestiones en las urnas.

Creo que despreciar a la gente, ignorar sus preocupaciones o, peor aún, cerrar medios de comunicación, cerrar elecciones o excluir a las personas del proceso político no protege nada. De hecho, es la manera más segura de destruir la democracia. Hablar y expresar opiniones no es una interferencia electoral. Incluso cuando las personas expresan opiniones fuera de su propio país, e incluso cuando esas personas son muy influyentes. Y créanme, digo esto con humor: si la democracia estadounidense ha sobrevivido a diez años de los regaños de Greta Thunberg, ustedes pueden sobrevivir unos meses de Elon Musk.

Pero lo que ninguna democracia, ni la estadounidense, ni la alemana ni la europea, sobrevivirá es decirle a millones de votantes que sus pensamientos y preocupaciones, sus aspiraciones, sus súplicas por ayuda, no son válidas o no merecen ser consideradas. La democracia descansa sobre el principio sagrado de que la voz del pueblo importa. No hay espacio para cortafuegos. O se defiende el principio o no. Europeos, el pueblo tiene una voz. Los líderes europeos tienen una elección. Y mi firme convicción es que no tenemos por qué temer al futuro.

Acojan lo que su gente les dice, incluso cuando les sorprenda, incluso cuando no estén de acuerdo. Y si lo hacen, podrán enfrentar el futuro con certeza y confianza, sabiendo que la nación está detrás de cada uno de ustedes. Y esa, para mí, es la gran magia de la democracia. No está en estos edificios de piedra o en estos hermosos hoteles. Ni siquiera está en las grandes instituciones que construimos juntos como sociedad compartida.

Creer en la democracia es entender que cada uno de nuestros ciudadanos tiene sabiduría y tiene voz. Y si nos negamos a escuchar esa voz, incluso nuestras batallas más exitosas habrán asegurado muy poco. 
Como dijo el Papa Juan Pablo II, en mi opinión, uno de los mayores defensores de la democracia en este continente o en cualquier otro: «No tengáis miedo». 
No debemos tener miedo de nuestro pueblo, incluso cuando expresan opiniones que discrepan con el liderazgo. 

Gracias a todos. Buena suerte a todos ustedes. Que Dios los bendiga.»

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Sí, los enemigos también están dentro. Son los que piensan que Occidente ha sido una basura que ha contaminado al resto del planeta con su economía, religión, política y cultura. Son esos que sostienen que Europa fue una máquina de explotación que debe desaparecer como civilización para dar cabida a los supuestamente explotados. Son todos aquellos que aquí quieren cancelar museos, escritores y artistas porque les resultan «machistas» o «esclavistas». Son los que laminan los programas educativos y universitarios para ahormarlos a su ideología woke, o que censuran las opiniones y el lenguaje que no coincide con el dogma del progreso. Todos estos han enfermado a Europa. Son una plaga como lo fueron los totalitarios del siglo XX, aquellos fascistas, nazis y comunistas que castraron la libertad como identidad de Europa para construir una civilización nueva ajustada a su ideología excluyente e «indiscutible».

lunes, 17 de febrero de 2025

LIBRO "LA SEGUNDA GUERRA CIVIL DE FRANCO": UNA SILENCIOSA LUCHA POR LA CONSERVACIÓN DEL PODER por RAFAEL DÁVILA 💥


LA SEGUNDA GUERRA CIVIL 
DE FRANCO:

UNA SILENCIOSA LUCHA POR 
LA CONSERVACIÓN DEL PODER

Cuando el 1 de abril de 1939 callaron los cañones y los fusiles de la Guerra Civil, para Francisco Franco terminaba una primera lucha que lo había encumbrado como Caudillo de un movimiento militar y político, y como jefe de un nuevo Estado aún por construir. Comenzaba entonces una batalla a veces latente, en ocasiones explícita, por la forma y la dirección de ese Estado, por la posición de España en el concierto internacional y por la conservación del poder.
Rafael Dávila acude a la correspondencia entre el general Fidel Dávila, Franco, los militares y los círculos monárquicos, además de a la documentación diplomática, manifiestos e informes para reconstruir las tensiones entre el Ejército, La Falange y los monárquicos, la presión de Hitler y de los aliados en la Segunda Guerra Mundial, la lucha contra el maquis, la guerra soterrada por el espionaje y la información, la pugna con don Juan, con los generales díscolos o la posterior lucha contra ETA. Fueron episodios de aquella larga «segunda guerra civil» (1939-1975) que Franco, pese a todas las amenazas, fue capaz de superar.
INTRODUCCIÓN 

«En el día de hoy, 
cautivo y desarmado el Ejército Rojo, 
han alcanzado las tropas nacionales 
sus últimos objetivos militares. 
La guerra ha terminado». 
El generalísimo Franco, Burgos, 
1 de abril de 1939 

Victoria era la estruendosa palabra que había que difundir para ilusionar a un pueblo que tenía que empezar de cero: «¡Victoria!». El grito se convirtió en orden. El Boletín Oficial del Estado le daba carácter oficial y obligaba a que figurase en todos los documentos de la Administración: 
Consumada la obra de liberación de España, con la total ocupación del territorio nacional por el Ejército, es llegado el momento de significar tan trascendental acontecimiento en la documentación oficial, en la forma en que se ha hecho constar al fecharse el último Parte de Guerra. En su virtud, este Ministerio ha tenido a bien disponer: Que a partir de la publicación de la presente Orden, la fecha de los documentos y comunicaciones oficiales de las Corporaciones locales, vaya seguida de la expresión «Año de la Victoria» que substituirá a la de «III Año triunfal» que actualmente se emplea. Serrano Súñer, Burgos, 2 de abril de 1939. Año de la Victoria.
Se apagó el ruido de los cañones, y con ello, aparentemente, la guerra había terminado: todos deberían vivir desde el triunfo y proclamarlo de forma oficial: «¡Victoria!», lo que resultó a la larga una quimera, porque esta es una feroz nación a la que le gusta vivir con armas, como Tito Livio nos acusó.

Empezaba un periodo difícil, como ocurre después de cualquier guerra, porque los éxitos y condecoraciones con los que culminan las batallas ganadas son gozos efímeros, y el reparto de glorias acaba en enfrentamiento incluso entre los mismos vencedores, mientras —como siempre— se fortalecen los lazos y la unión entre los perdedores. 

El paso más difícil y necesario después de la guerra estaba por darse: reorganizar y consolidar las posiciones alcanzadas que cada cual consideraba suyas, éxito y mérito propios. Era necesario estar preparado para rechazar los posibles contraataques que entre los condecorados se iban a lanzar unos a otros. La guerra no había terminado, solo se trasladaba de lugar: de los campos de batalla a los herméticos salones enmoquetados. La guerra se iba a hacer en los silencios, donde solo hablaban los papeles encriptados. 

Durante la guerra hubo un comentario muy generalizado entre los mandos: se acusaban de tener muy buenas tropas para el asalto a una posición, pero les costaba mucho reorganizar y consolidar los éxitos alcanzados. Así ocurrió, y después de la hazaña bélica todos eran vencedores dispuestos a seguir encabezando el futuro de la España ganadora, pero sin pensar en que era el momento de reorganizar España, una nación en ruinas por dentro y por fuera que no estaba para fiestas, aun vencido el enemigo. Entre los ganadores de la guerra iban a aflorar aquellas rencillas que quedaron aparcadas durante el conflicto: iba a dar comienzo una silenciosa pero cruel segunda guerra civil. 

No es bueno entretenerse en la victoria: ninguna dura mucho tiempo, sino que los triunfos de la guerra dan paso a un tortuoso y largo camino. El posterior a la guerra civil española ha sido interminable: aún hoy no parece que se haya llegado al final del enfrentamiento, porque desde antaño se sabe que es fácil iniciar una guerra, pero casi imposible terminarla. Las heridas cicatrizan solo después de varias generaciones. Wellington, después de Waterloo, sentencia la victoria: «Solo una batalla perdida es más triste que una batalla ganada». 

Nunca se vence a gusto de todos. Ganar se olvida; perder, jamás. Ganadores y perdedores los hay en ambos bandos y van creciendo conforme las batallas se suceden, y más después de ellas. Suele ocurrir, y más al término de cualquier guerra, que ningún derrotado se siente culpable de ello y todos los vencedores se sienten artífices de la victoria.

A Franco le iban a llegar oleadas de divisiones triunfantes desde distintos frentes, pero el ya popular caudillo invicto, así bautizado por siempre y para todos, se preparó a conciencia y supo utilizar sus reservas sin enseñar su artillería ni su aviación. Se sentó en el Palacio Real de El Pardo, a una distancia prudencial de los acontecimientos, y esperó. Solo tuvo que poner un foso ante su morada. 

El arma que utilizaría en el nuevo frente no iba a ser la de los cañones, sino la silenciosa e infiltrante información. Los diversos servicios secretos empezaron pronto a difundir noticias de las controversias. No todas procedían del mismo lugar ni con las mismas intenciones. Cada uno montaba su particular sistema de redes informativas y transmitía lo recibido según sus intereses (los hubo en exceso), noticias todas más o menos ciertas, siempre contra el otro, mezcladas con las inventadas, con lo que pronto la convivencia se volvió muy áspera. 

Solo Franco se erguía como la figura reverencial a la que someter las diferencias. El tribunal de El Pardo dictaba sentencia y nadie osaba recurrir ni siquiera a Roma. Está demostrado que la mejor información la tiene el que consigue fraccionar los órganos encargados de obtenerla y mantenerse como único receptor de todos ellos, cada uno por separado, algo que Franco supo construir con gran habilidad. 

Después de la guerra, fue la única persona en España que reunía la información oficial y extraoficial que en su despacho recibía de unos y de otros, lo que le dio mucho poder, y nunca dudó en utilizar con habilidad la del uno contra el otro, y viceversa, si era necesario. 

En un principio, Franco se dejó querer por todos, pero siempre desde la lejanía, con el foso de por medio, sin metáforas: ocupó, como un antiguo Austria, el baluarte afosado del palacio de El Pardo. Marcó una prudente distancia cortesana entre su persona y cualquier otra, militar o civil, que pretendiese mantener su altura o circular por sus inmediaciones. Desde un principio hubo un territorio vetado a la mayoría: el viejo palacio de caza para reyes ubicado a la vez lejos y cerca de Madrid, protegido por un fiel regimiento en el que no faltaba la fantasía de su Guardia Mora. 

El poder militar que le dio ser el Generalísimo durante tres años de guerra era muy fuerte, y su mando se había impuesto con mayor rigor y firmeza durante el último periodo de guerra, en aquellos días del Ebro, cuyos asuntos solo despachaba en profundidad con el fiel general Dávila. Con el resto de los generales puso cada vez mayor distancia y eliminó cualquier tipo de relación que pudiese confundirse con la proximidad de los «compañeros de armas». Durante los periodos finales de la guerra, ningún general se atrevía a discutir con él la situación de los frentes; ninguno alcanzaba el suficiente prestigio y la sabiduría táctica para ello. Solo Fidel Dávila le expuso con lealtad su opinión —que Franco solía hacer suya— para después, transformada en la del Caudillo, acatarla con humildad y asumir su decisión con la misma convicción y entrega que si fuese suya —que lo era en la mayoría de las ocasiones—. 

De aquellos generales que le dieron el mando en Salamanca, unos habían muerto, otros fueron descabalgados en cuanto quisieron acelerar el paso y alguno se mantuvo en medio del forcejeo con la responsabilidad asumida frente a cualquier otra posible alternativa para que el castillo de naipes no se viniera abajo. Miguel Cabanellas, presidente de la Junta de Defensa Nacional, había muerto. Emilio Mola también, en un trágico accidente durante la guerra. Se olvidó pronto su figura. Monumento al tiempo que cubre de húmedo musgo la más dura de las piedras. 

Kindelán nunca dispuso de esa visión de conjunto de la maniobra en tierra, y Franco quiso tenerlo cerca para evitar su impositivo tono intelectual, que nunca le gustó. Acabó enredándose en sus propios argumentos, sin futuro alguno mientras el Caudillo ocupase el Palacio de los Austrias. Quiso marcar los tiempos tras la guerra y señalar la Corona y la cabeza reinante, sin saber que la Corona solo la otorgaría Franco. 

Con Queipo de Llano tuvo que imponer su mando sin enfrentarse a él cara a cara, sino con intermediario; sabía que era mejor mantenerlo a raya, con todo lo que ambos sabían; eran polos con la misma carga y, por tanto, se repelían. Al terminar la guerra, Franco enviaría a Sevilla al silencioso y fiel Dávila para que le bajase los humos a Queipo en Andalucía, para que se olvidasen de él y su virreinato volviese a la normalidad del conjunto. La guerra no se debatió en el sur, y la gesta de la conquista y el dominio de Sevilla quedó para la historia; poco más. La Laureada de San Fernando le supo a poco; Queipo creía merecer más y Franco estaba aburrido del incordio de sus generales. 

Andrés Saliquet hizo la guerra alejado de los frentes decisivos y siempre fue un fiel y exacto cumplidor de las órdenes. Era un hombre poco ambicioso, admirador de Franco, un guerrero que se conformó con los puestos de mando que se le dieron y que vivió al margen de otras inquietudes. «El general don Andrés Saliquet Zumeta fue una de las figuras más recias del Ejército por sus calidades de auténtico soldado», se decía oficialmente de él. 

El general Luis Orgaz, contertulio con Franco en la Gran Peña de Madrid, donde lo introdujo allá por 1926, mantuvo siempre una lucha interna entre su proximidad a Franco y su sentimiento monárquico, lo que le hizo balancearse en un difícil equilibrio que nunca se atrevió a romper, más allá de algunas fanfarronadas, contra Franco. Malhumorado y de agrio carácter, no era fácil de conducir. Orgaz siempre buscó cobijo y amparo en la respetada figura del general Dávila. 

Germán Gil y Yuste, un hombre ya mayor, no ocupó puestos relevantes ni antes ni después de la guerra y actuó en silencio desde la Secretaría de Guerra. 

El general Miguel Ponte y Manso de Zúñiga, que participó junto al general Saliquet en la violenta toma de mando de Valladolid en 1936, fue un aristócrata monárquico al que le gustaba la política, pero que nunca tuvo grandes responsabilidades próximas a Franco. Lealtad y nobleza le llevaron siempre a cumplir fielmente de acuerdo con lo que creía ser su deber moral. 

El general Fidel Dávila Arrondo fue un hombre clave, sencillo y fiel. El Caudillo conocía bien su humilde inteligencia, alejada de las ansias de poder, por lo que depositará en él su confianza sin que nunca le defraude, la única confianza posible para que Franco mantuviese la tranquilidad necesaria para el mando. 

En cuanto al resto de los generales que no habían participado de manera directa en el nombramiento de Franco como máximo jefe militar y político, unos empezaban a ser conocidos y otros procuraban a toda costa situarse en lo alto del escalafón y ocupar los lugares de mando. Era mucho lo que había en juego. 

Antonio Aranda, Juan Vigón, José Enrique Varela, Juan Yagüe, Agustín Muñoz Grandes, Carlos Asensio, José Moscardó, José Solchaga, Valentín Galarza y Heliodoro de Tella iban a tener mayor protagonismo en esta segunda guerra que se avecinaba. Porque lo que llegó después de la guerra civil española no fue sino otra guerra, esta vez sin cañones de por medio; otra guerra civil en la que serían los propios combatientes y ganadores de la anterior contienda los que lucharían entre sí, como si después de aquellos largos tres años aún quedasen ganas de batallar; una odisea, la del regreso a los trenes de la ambición que conducen siempre al enfrentamiento. Hombres, instituciones, intereses personales y de grupo iban a iniciar la segunda guerra civil a la que Franco tuvo que hacer frente. Fue mucho más exigente que la primera. 

La mayor parte de las batallas son desconocidas, otras están mal contadas y el resultado final de aquella guerra es aún un enorme enigma, porque no parece haber llegado ese día en el que los españoles se reconcilien con ellos mismos.

Letras Hispánicas | Rafael Dávila | La segunda guerra civil de Franco

Rafael Dávila nos presenta su libro: La segunda guerra civil de Franco. Un recorrido por documentos inéditos desde 1939, final de la Guerra Civil, hasta la Transición. La masonería, los generales vencedores, falangistas, carlistas, monárquicos y militares; la II Guerra Mundial, el hambre, el aislamiento internacional, fueron batallas de esta guerra que aún no ha finalizado.