EL Rincón de Yanka

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jueves, 25 de abril de 2024

LA SOCIEDAD PERDIDA (I): "SOBRE LA COBARDÍA", "LA SOCIEDAD REPTIL" Y "ADICTOS A LAS URNAS" por ANTONIO HR

 


La sociedad perdida. 

Sobre la cobardía

Puesto que la política solo puede existir cuando hay una lucha real por alcanzar el poder, que está sujeta al natural disenso entre ideas opuestas irreconciliables dentro de la sociedad para llevarlas al Estado y poder gobernar en virtud de la más victoriosa o predominante, es un error asumir que existe algún tipo de oposición política verdadera cuando el repertorio del sufragio sólo se puede encontrar dentro del Estado en un Régimen que impone a los partidos una legalidad arbitraria, esto es, es posible participar en la política solo para aquellas agrupaciones que están dispuestas a pensar de igual forma, de manera unitaria, aceptando sin ninguna objeción el consenso político, que es precisamente el arma destructora de la política como tal y es la sangre y valor principal de las oligarquías. Hoy la política en España está capada debido a esa legalidad partidista que exige el propio Régimen, y con ella, la posibilidad de una oposición política que, originada desde la sociedad civil, se interponga al pensamiento y al sentir unitario de la actual oligarquía de partidos que hay dentro del Estado.

La tradicional costumbre de servir voluntariamente al poder heredada de la Dictadura, patrocinada por el miedo pánico de los españoles a todo lo que es política, el pueblo español se encuentra hoy de la misma forma y de igual manera que en la Dictadura del General Franco, sometido absolutamente a un poder incontrolado al margen totalmente de las decisiones de la Corte, a la vez que despreocupado por ello, arrumbado por el despotismo y la tiranía del poder oligárquico establecido desde la transacción política de un régimen a otro; antes se frenaba cualquier conato de oposición mediante la fuerza, hoy mediante el consenso, siendo la confusión y la corrupción institucional de toda la clase dominante el factor que diferencia un régimen de otro. Todo lo demás, hasta la demagogia de Franco, y tanto lo que atañe a la moral pública y las estructuras institucionales, sigue absolutamente intacto. Recuerdo que no hubo “ruptura”, sino una Reforma política, es decir, una continuación de la Dictadura por otros medios.

La respuesta del pueblo español tras más de cuarenta años de saqueo, humillación y de corrupción es extraordinariamente nula. Igual que sucedía en la Dictadura, donde el Dictador no encontró oposición hasta morir en la cama. Llegamos al siglo XXI en una forma de gobierno que se basa exclusivamente en el abuso de poder, la mentira y que se sostiene esencialmente por la corrupción, y los españoles no son capaces de organizarse en contra de lo establecido, al menos en sus comunidades vecinales, debido como digo al miedo pánico que persiste en los corazones y la memoria al no haber roto con su pasado. Sumisos y pasivos, el espectáculo se traza como ver dar bofetadas a un muerto que nunca se va a levantar para defenderse.

En este apartado del primer capítulo sobre la sociedad perdida quiero tratar de hacer una reflexión sobre una característica, me atrevo a decir que casi innata, de la sociedad española, me refiero a la cobardía y el temor que la atrapa ante las expectativas públicas y políticas. No sólo lo podemos apreciar en el rechazo, casi inconsciente, que surge generalmente al entablar una conversación sobre estos temas, que sería una práctica de lo más natural y lo más normal en una sociedad limpia moralmente y sin temores, cuando se expone la realidad palpable de lo que se vive y todos ven. Es insoportable para cualquier adepto al Régimen actual, como lo era en otras ocasiones para los acérrimos a la Dictadura, cuando se delata la Gran mentira en la que viven millones de españoles pensando y viviendo “como si” hubiera Libertad o “como si” hubiera democracia. Se produce una verdadera irritación cuando se denuncia la participación en esa ficción política del “como si” que, para cualquier persona fiel y sincera a sí mismo, solo se podría catalogar como irracional, anormal y desvergonzada; crea verdadero ardor reprochar el hecho de no hacer nada para remediar o poner fin a este despropósito político latente cada vez más, y ese remedio sólo puede venir de la mano de la “NO participación” en las urnas que produzca la apertura de un período de libertad Constituyente para todos los españoles.

Soy consciente de que sería un tema, a la vez que complicado, extenso, para desarrollar en varios párrafos del presente artículo, el grado de cobardía de los súbditos españoles, pero trato siempre de ser lo más claro y simple dentro de mi humilde elocuencia cuando de lo que se trata es de hablar y entender sobre temas públicos y políticos siempre tan engorrosos y arduos de lidiar. Es normal que de la cobardía se pase casi directamente a la indiferencia por estos temas, porque muchos españoles se les hace todo incomprensible y pesado verdaderamente cuando siguen las consignas y el diccionario político oficial vigente, que no puede llevar a ninguna otra parte que no sea a la confusión y al desvarío mental, en el sentido intelectual, con lo cual a la ignorancia y al pirronismo moral. Este efecto de indiferencia a temas públicos y políticos me gustaría tratarlo y desarrollarlo en otros artículos más detenidamente ya que está muy demasiado extendido, porque son las consecuencias de esa gran confusión en el lenguaje que mantiene vivo al Régimen. Cada vez son más las personas desinteresadas y que no creen en los asuntos que a todos nos atañen, que son los públicos o políticos.

Lo que sí se puede hacer, a bote pronto, es atender y señalar el origen y las causas del miedo, decir porqué está presente ese absurdo temor a todo lo que es política y seguir unas pautas o directrices para que, al menos, seamos conscientes de ello y de esta manera inspire en el lector una mínima reflexión. Es evidente y natural que el hecho de que hoy el miedo aparezca de manera generalizada entre los individuos en todo lo que atiende a los asuntos políticos, públicos y sociales, no es algo que haya surgido de la noche a la mañana, ni siquiera de los fracasos, golpes y penas sinfín y sin cuento que a lo largo de estas más de cuatro últimas décadas de Régimen de partidos se han llevado los españoles sin que nadie haya movido un dedo por ello. En nuestras espaldas consta la experiencia de miles y miles de casos intolerables en una sociedad decente y digna, vividos en la vida misma de cada uno, y que aquí, en España, anormalmente se dan por normales. Esa actitud pasiva y servil viene naturalmente de hace bastante más, y viene marcada por décadas y generaciones enteras de represión, fruto de una Dictadura que, precisamente, fue el terror uno de los pilares para que durara lo que duró, nada más y nada menos que alrededor de cuarenta años. O bien prestamos atención a realidades y hechos que son, existen y que se pueden señalar o mostrar, o de lo contrario, como exactamente sucede, se tiene que mirar para otro lado por vergüenza y con la más cruda de las soberbias para no aceptar el peso de la realidad. Creo que esto último es más lo que realmente sucede. Resignación pura y dura.

Tras el miedo, subyace la convivencia con la falta de interés por conocer y saber, de acercarse a una realidad que sea, por su coherencia y sus evidencias, homogénea en la conciencia pública si se atiende a su forma de manera descriptiva para todos, como método natural para el avance y la prosperidad como sociedad, esto es, el rechazo radical a las creencias, composiciones de lugar personales o tópicos recalcitrantes y absurdos que dan lugar a un grado de escepticismo incauto y que hace que cualquier mente termine sedada, psicótica o crispada. La verdad desaparece, todo se vuelve opinión y el criterio y la razón quedan en manos solo del que lo tiene, sin posibilidad de entendimiento ninguno con ningún sujeto cuando de lo que se trata es únicamente de describir algo que tenemos delante, como son precisamente los asuntos públicos. Ahí la verdad es la misma para todos, no es ni puede ser relativa. Este artículo pretende entender ese miedo generalizado en la sociedad como una carencia de valores públicos ya que no sale de la comodidad mental y moral evitando enfrentarse con la verdad social, además de manera consciente, comodidad que va arraigada y a la par en convivencia con esa ficción sociopolítica del “como si” en la que se está viviendo. Vemos, pues, que sucede una evasión consciente del individuo de todo lo que sea el interés o la voluntad de estudiar y reflexionar para poder entender.

Para poner fin a este artículo sobre “el miedo” de los españoles a todo lo que es público y a la política, que pretendo extender en otros posteriores de la saga “la sociedad perdida”, quiero dejar una pequeña reflexión al lector. Y creo que, el hecho de que exista el miedo en una sociedad ante dictaduras criminales y opresoras me parecería normal, de hecho, en España existe la experiencia de ello, en todo caso, la sociedad tendría que defenderse de igual manera, o, por el contrario, someterse voluntariamente al poder, como sucedió cuando dos tercios de la población española en la Dictadura, que a la hora de participar en las urnas legitimaba el poder del Dictador. Eso mismo, exactamente de igual forma, sucede hoy en esas mismas urnas sin posibilidad de elección y en ausencia por consiguiente de democracia, legitimando el poder del Estado de partidos como forma de gobierno mediante la participación y la ratificación de listas asociadas a organismos estatales que son los partidos, órganos del Estado que componen en cuotas su poder dentro del mismo Estado. Dejo aquí varias cuestiones sobre el miedo que veremos más adelante en otros capítulos, por ejemplo: 
¿A qué es lo que se tiene miedo en una sociedad aparentemente libre?, ¿existe el miedo en la clase estatal?, ¿hay miedo al cambio de forma política? ¿de dónde proviene el miedo?

La sociedad reptil

Es asombroso cómo ha calado el bozal, las mascarillas, en la sociedad española, algo tan ridículo que cualquiera, habiéndose informado un mínimo, sabría que no sirven absolutamente para nada y menos para evitar el contagio de ningún virus, en cambio, se ha convertido en una estúpida y ridícula moda que crece, tanto en jóvenes como más mayores, en son con la socialdemocracia del Estado de partidos, la obediencia ciega y la servidumbre voluntaria. Y quiero hacer un inciso en la descripción o definición mejor dicho de lo que es un siervo y lo que es un esclavo puesto que son dos palabras que las podemos utilizar en el mismo contexto sobre el que estamos trabajando que es la sociedad española en cuanto a su servil y obediente actitud hacia el poder que la somete, en cambio, estos dos conceptos tienen su diferencia: según el diccionario de la Real Academia de la Lengua (RAE) el significado de esclavo es: dicho de una persona, que carece de libertad por estar bajo el dominio de otra. Sometido rigurosa o fuertemente a un deber, pasión, afecto, vicio, etc., que priva de libertad; mientras que la palabra siervo tiene estas definiciones, esclavo de un señor, en el feudalismo, persona sometida a un señor feudal y obligada a trabajar para él, pero que conservaba ciertas libertades. Infiero que aunque pueden utilizarse como sinónimos en algunos casos, la diferencia radica en que la acepción siervo, incluye en su significado que puede tratarse de una persona sometida, pero que conserva algunas libertades, mientras en el caso de esclavo no se precisa esta posibilidad. Entendido estos dos conceptos, bien podemos ahora describir y entender que, de manera voluntaria, es la servidumbre del pueblo español, que mediante la participación en las urnas sin posibilidad de elegir ni decidir absolutamente nada, en cambio se lanzan a ellas, a veces de manera radical y fanática y a veces porque es lo que ven hacer, otras por tradición y otras por ignorancia en el asunto, como acto litúrgico para instituir a sus nuevos amos cada cuatro años.

Es para mí, personalmente, y lo digo sin tapujos, la mayor explosión de ignorancia y estupidez humana que han podido ver mis ojos en mi país natal, no veo mucha diferencia con la vida de un reptil que vive arrastrándose durante toda su vida. Cuanto menos es curioso, que si se cree realmente y se piensa que hay una pandemia o un virus flotante en el aire, los individuos quieran y crean, y tengan la intención de hacer una vida normal evitando un posible contagio y que con un simple trapo se ponga solución para así poder tener las playas llenas, restaurantes, bares, terrazas, servicios, hoteles, hasta la bandera como si nada sucediera, eso que no falte, el mamoneo y el jolgorio lo primero, pero siempre obedeciendo y siendo un ciudadano recto y correcto por si el vecino mira mal, ¿puede juntarse más absurdez, falsedad e hipocresía en cualquier lugar del mundo?. Una conciencia oscura tradicional de generaciones pasadas mantiene el miedo a ser tachados, el sentimiento de vergüenza ajena, al prójimo, y que, mezclado con el miedo al libre y deliberado pensamiento que marca la distinción natural de los demás, le hace tomar un aire a tiempos pasados de la dictadura franquista, el complejo de siervos agarrotados en la inútil ignorancia e impotencia para reaccionar ante el abuso de poder, se ha llegado al punto de tal ignorancia, que al igual que la excusa para todo que tenía el General Franco de los contubernios judeo-masónicos para tener al pueblo sedado en la ignorancia y el desconocimiento de la realidad sociopolítica, hoy, como la divina providencia, son los gobiernos globalistas y las agendas mundiales las que, para muchas personas cómodas en su raciocinio, dan causa de lo que ven.. la real estupidez más íntegra jamás vista se vive hoy en el ambiente de las calles de España.

Pero ese no es el asunto, trataré de dar causa y decir las consecuencias que provoca lo que estoy aquí diciendo. Creo que no somos tan retrasados, aunque alguno sí crea lo anterior escrito, lo que marca la imbecilidad y la gravedad del asunto es que esta obediencia se debe a una forma de vivir tras más de cuatro décadas instalada en el esquema social y político, que es seguir el consenso social marcado desde el Estado formado por todos los partidos políticos, necesariamente también en consenso, en el que todos sin excepción apoyan la ideología de la socialdemocracia, para entendernos, el buen ciudadano debe de llevar la mascarilla, el que no la lleva es el raro, el apartado y el irresponsable. El peligro que trae este esquema sociopolítico y la muestra de los síntomas de una sociedad sometida al despotismo y el abuso de poder, síntomas similares a los de un esclavo con la moral doblegada y sometido por costumbre al látigo del amo, las consecuencias de todo este desmán marcan el camino desembocando como resultado en el rechazo social entre los individuos, esto es, provoca una sociedad enfrentada. Hecho que trae una consecuencia mucho más grave, esa es la más grave de todas y es el objetivo único que tiene toda la oligarquía que hay dentro del Estado, que mediante la confusión y la mentira y usando como herramienta todos los medios e instituciones y todos los sobornos a individuos que participan de la corrupción (hablo desde universidades, hospitales, funcionarios, prensa, radio, televisión, etc.), se trata a toda costa de impedir por todos los medios la conciencia nacional, la conciencia colectiva, que es uno de los pasos principales, sino el que más, para una posible conquista de la Libertad Política Colectiva de los individuos y poder así entrar en un período de Libertad Constituyente para poder traer la democracia a España. Tras este acontecimiento, los españoles, todos con derecho a sufragio, ELEGIRÍAN, las formas de gobierno y a sus gobernantes y tendrían un control del poder. Hoy eso es imposible, ya que el Régimen de poder establecido lo prohíbe directamente, el Estado de partidos o partitocracia vulgarmente hablando, no está concebido ni para elegir ni para representar a nada ni a nadie. Por eso, la propaganda partidista para las votaciones es imprescindible para que este cambio no llegue nunca, es el arma de la oligarquía de los partidos, la pura y mera participación, porque a más participación más fuerza y más legitimación, más apoyo moral, más clientela tendrá el Régimen de poder y la oligarquía que vive dentro del Estado para campar a sus anchas, más participación más reparto de poderes, riquezas y cargos; oligarquía que está a la sombra de una Monarquía de partidos o Monarquía oligárquica de origen franquista que es la madre de todas las corruptelas y la que consiente con la Carta otorgada del 78 de la mano la degeneración de la sociedad entera.

Esperando todos a ir a votar otra vez, a participar de esto que tenemos, a decir que se está de acuerdo con el juego, a darle cancha para que no termine nunca la rueda de la degeneración social y las corruptelas de todo y de todos, empezando por el espíritu hipócrita y corrupto de una sociedad cómplice de su degeneración, para seguir esclavos del Régimen de origen franquista establecido. Excusados en cualquier imbecilidad para ir a la urna, a que nada cambie y se mantenga la oligarquía de jefes de partido que hay dentro del Estado viviendo a costa del fracaso de cada individuo y de su dinero.

Haga lo que haga el poder con ellos, es algo que a los españoles les da exactamente igual, es antes su cerrazón en sus creencias e ideologías que la Libertad colectiva de todos. El caso es votar, llevar bozal y vacunarse. La sociedad española no vale para nada más que para obedecer, pero no obedecer algo que les sea en provecho ni leyes legítimas impulsadas por ellos mismos en su beneficio, la obediencia es ciega, es decir, sin raciocinio, sin ningún análisis ni crítica previa a una lógica y formal obediencia a lo que se dicta. También valen para algo más, para tomar y llenar las terrazas, intentar vivir la buena vida, presumir de ello, sirven para la sinvergüencería del oportunismo de algunos que se aprovechan de que otros se consuman y se arruinen y son sustento para que la clase dominante se pudra de corrupción, todos, con la intención integra de participar en el tinglado, escondidos y esquivando la realidad que traen con ellos por vergüenza que supone reconocer la participación en un fraude y en la mentira que les machaca, así creen los españoles y piensan que son libres y que hay democracia.

España no tiene la culpa de la decadencia, ni Sánchez, ni el gobierno de turno, son los españoles y su poca responsabilidad como ciudadanos; primeramente el miedo a la Libertad en singular y mayúsculas, la falta de conciencia vecinal y nacional como sociedad, el oportunismo y la envidia, la fe ciega en amos que instituyen en las urnas sin control ninguno de sus actos, los efectos de la ideología de la socialdemocracia, los falsos progresismos transformados en dictaduras de la moral que dan continuidad al franquismo por otros medios aunque muchos no se hayan enterado o no se quieran enterar, la hipocresía pura y dura del español obediente y buenista, el todo vale, el todos somos iguales, el miedo de pensar diferente, el qué dirán, la sabiduría innata del español de creer saberlo todo, el consenso político que es una inversión al fracaso constante, su confianza casi religiosa en los medios e instituciones, todos estatales y politizados; son causas principales de la estupidez social que interrumpe cualquier intento de sensatez y acción cabal para cualquier mejora.

Ahora a votar a Vox (quiero añadir para aquellos que no lo sepan que cualquier partido que esté dentro del Estado naturalmente mirará por los intereses de quien le paga y no por los de la Nación, nadie puede cambiar nada desde dentro, eso es falso y mentira, el que entra es para reforzar lo que hay, es decir, Vox es lo mismo que los demás, un órgano permanente del Estado) y al PP, y luego cuando éstos os hayan esquilmado, votáis al PSOE y PODEMOS otra vez. Eso es, se llama servidumbre voluntaria y corrupción moral, esto es, una sociedad podrida moralmente en el terreno público. Se funciona instituyendo amos, ratificando listas de partido que nadie sabe cómo llegaron ahí (sí se sabe, enchufes, amiguismos y corruptelas), listas que nadie eligió ni nadie conoce. Como no hay democracia, se va a las urnas para no elegir absolutamente nada, solo para mantener el látigo del Estado constante que es el que somete sin posibilidad de control sobre él, como pasa en las peores de las dictaduras, así funciona el Estado de partidos que hay en España como forma de gobierno desde el 78. Para eso está hecha la Carta otorgada falsamente llamada constitución, para la degeneración de todo y de todos y para que todo termine podrido, hasta las últimas entrañas de la sociedad española, y sea la corrupción, la estupidez, la mentira y la imbecilidad la madre y origen de todo lo que pasa cotidianamente.

Si fuera odio lo que lleva las palabras que aquí escribo directamente no escribiría nada, si lo escribo es porque quiero decir la verdad sin mirar las consecuencias que ello traiga, y así librarme de ser un esclavo y poder tener una conciencia de un ciudadano libre. Sucede algo curioso, y es que, en aquella sociedad donde la mentira y la hipocresía es el pan de cada día, cuando se da de comer verdad no hace muy buena digestión. Todo lleva su tiempo, se necesita un proceso, y la llave está en la hegemonía cultural para abrir la puerta de la conciencia colectiva como pueblo unido, como pueblo libre, teniendo como bandera la Libertad colectiva previa a cualquier ideología posterior. Todo es falso sin Libertad Política Colectiva, término en general desconocido por la mayoría de los individuos, de ahí su difícil conquista. De ahí que votar sin Libertad Política sea absolutamente inútil si queremos decidir algo para nuestro futuro, el voto se convierte irremediablemente en el fracaso personal y de sus convecinos. Votar sin libertad es egoísmo, es vanidad y es oportunismo, es cobardía y orgullo de evitar que sea la Libertad colectiva la que decida el futuro de la sociedad, por eso se declinan muchas personas a votar sin Libertad ni democracia, simple y llanamente para instituir amos, porque ni creen ni quieren que haya Libertad de todos. Es precisamente esa colectividad la que es constituyente de todo lo demás de lo que queramos hablar por que constituye la unión en conciencia de todos los individuos de la sociedad; ya se hable de leyes, constituciones, democracia o ideologías, es la madre del cordero y sin ella, sin la conquista de nuestra Libertad, seremos reptiles toda la vida y eso es lo que nos da vergüenza y nos pone los pelos de punta aceptar y reconocer, por eso se sigue votando y participando en este leganal, que al igual que las arenas movedizas, _que cuanto más se trata de salir, votando y participando, más se hunde uno _, ese es el efecto que produce la forma de gobierno del Estado de partidos.

Adictos a las urnas y 
algunas cuestiones 
para la reflexión personal

Entiendo que a muchos les sorprenda y que les resulte raro que ahora venga alguien a decirnos que en España no hay democracia, que no hay constitución, que nadie elige ni decide absolutamente nada en las urnas, y el hecho es que España lleva sujeta casi un siglo a gobiernos o regímenes autoritarios y totalitarios como son la dictadura y el Estado de partidos actual basados en la mentira, la confusión y la corrupción, una tradición y costumbre en el modo sociopolítico, y también de convivencia entre convecinos, que se ha incrustado en la sociedad española, por ejemplo; el miedo y pasividad a todo lo que sea política, el servilismo voluntario, obedecer y arrodillarse ante el poder y no mover un dedo ante las injusticias gubernamentales. Estos rasgos sociales están ya en los genes, de manera que, hoy, cualquiera que vea que surgen desde los propios individuos ideas y motivación para protegerse del abuso de poder en España, es posible que los pueda resultar raro o algo inusual y hasta alguno le pueda parecer ridículo, ya que en los últimos más de 80 años pocos han sido los que hayan luchado verdaderamente, y los que lo han hecho no les ha servido para nada, y los que tuvieron oportunidad de hacerlo, mediante la traición a sus propios principios y a la Libertad y la Democracia, se apuntaron al carro del poder, me refiero al Partido Comunista de Carrillo, PSOE de Felipe González y otras facciones oportunistas para la idea de Reforma del franquismo en tiempos de la Transacción española.

Resulta que, ante todas las tropelías y anomalías que produce un Régimen basado en la corrupción de Estado como venimos viendo desde hace más de cuatro décadas en España, generalmente entre los individuos no se concibe otra solución nada más que participar de ello, de intentar cambiar las reglas de juego corrupto jugando a la corrupción individual de participar en el propio juego. Entiendo que se desconozca que nadie ha podido cambiar el sistema desde dentro, aunque muchos lo digan, eso es falso y no es cierto, eso no se ha dado nunca en la historia ni se puede dar jamás, pues toda fuerza o composición política que se añada al Régimen será para fortalecer o renovarlo con energías nuevas, desde el que participa votando hasta el partido que se incorpore de nuevas. Pero lo que no se puede entender nada más que como corrupción y sinvergüencería es participar y colaborar, tanto con un régimen que ha demostrado cada día que pasa ser un verdadero fraude, como ratificar y apoyar a partidos o facciones que han cometido delitos tanto de corrupción u otros crímenes de Estado, como por ejemplo en España el PSOE o el PP. No es difícil para una persona honesta y sincera decir que cualquier persona que eche una papeleta en la urna con esas siglas está más que podrido moralmente o es sin duda un verdadero oportunista, con lo cual un sinvergüenza.

En un estado de degeneración y putrefacción sociopolítica como la que trae España en sus espaldas desde hace varias décadas, considero que la no participación en ningún evento que se oferte desde el Estado, es una muestra de ejercicio en conciencia de uno mismo, de no mancharse y no ser cómplice de un verdadero fraude, se tenga la ideología que se tenga y se piense como se piense; solo aquel que se declina en aportar su fuerza con el voto a cualquier facción participando en la urna, es aquel que solo puede tener un pensamiento sucio y poco sincero, para él mismo y para con el convecino. Es también una muestra de que no se está de acuerdo con las maneras, con las reglas de juego, con las formas ni con los resultados de estas, que como podemos ver tras la experiencia son paupérrimas cada día más, y cada vez es peor todo. Participar es echar leña a la lumbre, es decir que el juego no acabe nunca, en cambio, la abstención entendida como tal, y especialmente si es en conciencia de lo anterior escrito, supone tanto a los partidos todos estatales y órganos del Estado como al Régimen, una muestra y una demostración de oposición en conciencia de la sociedad, de rechazo, de moral limpia, y esto es lo que no se quiere entender en España, no es que no se entienda, es que se prefiere estar sucios y ser cómplice de la degradación a gran escala de todo y de todos.

Si uno no vota, no pasa nada, ¿Quién es el creído que piensa que el gobierno será mejor o peor si él no vota?, en España, al contrario de lo que se cree, no existe oposición política entendida como tal, pues todos los partidos son estatales, son órganos del Estado y ya tienen ellos el poder repartido en cuotas, no existe pues oposición entre ellos ninguna ni la puede haber, la razón, porque hay consenso. Donde está la oposición, irreal y ficticia, es en la mente y la moral entre individuos, las estúpidas ideologías obsoletas e inexistentes y el revanchismo de tiempos pasados, que impiden que de manera colectiva se llegue a una conciencia nacional como pueblo unido, ese es el único lugar donde existe la oposición de ideas, pero oposición política no la puede haber, aunque algunos se quieran estar toda una vida engañándose y viviendo de la mentira.

Si uno no vota, gana, y gana en ambos aspectos, en lo personal y en colectivo como convecino, lo primero porque no te corrompes y nadie podrá decir que esa persona es cómplice del fracaso constante y de la corrupción infinita. Es un privilegio y una suerte ser consciente en España, entre tanta podredumbre institucional y confusión social, que si votas, apoyas algo que no es la democracia, ya que España no es una democracia, el primer Presidente del Tribunal Constitucional en España García Pelayo, sanciona en la Carta otorgada del 78 (equivocadamente llamada constitución), que España es un Estado de partidos, atendiendo a la Máxima alemana; bien, pues lo que sucede al votar es lo mismo que cuando la mayoría de españoles votaban para apoyar la dictadura de Franco, se vota para legitimar lo que hay nada más. Esto, no son opiniones que tengan que sonar bien en los oídos de la gente, esto es así porque así funciona lo que está establecido como manera de funcionar y es igual para todos, es de estúpidos y de obsesos vivir diciendo que funciona según la opinión de cada uno, en España se funciona de una mara que es la misma para todos. Entonces sencillo de entender, votas, participas en un fraude, todos lo ven y saben que esa es una persona corrupta y que lo hace sin prejuicios de ningún tipo a la luz de todos. Se vota para decir y mostrar a todos lo corrupto que puede llegar a ser una persona, porque ayudo y apoyo a los que roban, engañan y avasallan, imitando a la clase gobernante y siendo igual de sinvergüenzas que ellos.

No hay que tener la moral muy limpia ni tampoco conocer qué es la honestidad para creer y pensar que votando, sin poder elegir nunca a nadie ni poder decidir nada sobre nuestro futuro, podrá pasar otra cosa que no haya pasado o se lleva viendo desde hace cuarenta años, en que los votantes, una y otra vez, atienden a su fracaso constante y se manifiesten haciendo el ridículo y el sinvergüenza; cada vez todo es peor y aun se tiran a las urnas como perro hambriento, no creo que se vea más idiocia y sinvergüencería junta jamás. Y ahora, que han arruinado lo único que quedaba que era el sector hostelero y que van de camino en destruirlo más y más hasta su exterminio (con un fin claro y es vender ese sector a multinacionales extranjeras de grandes compañías de resorts como han hecho en los países sudamericanos), que estamos viendo que van a dejar a la nación española como un auténtico solar, lo único que se le ocurre al pueblo español, que con su sabiduría innata ya de creer saberlo todo, es votar. Pero votar bien, porque hasta ahora y durante cuarenta años se ha votado mal y en broma. Ahora el que vote, que vote bien y en serio, hasta que os elijan a un presidente bueno que en ninguno de los casos lo eligen los participantes en las urnas; estas consideraciones, al fanático, al cobarde, al soberbio y al ignorante, le son de muy poco valor, por eso, la sociedad española cae y vuelve a caer en lo oscuro, en la ruina, en la miseria y en la decadencia permanente, por eso, porque lo que abundan son eso valores. ¿En qué va a pensar el pueblo español sino en premiar el fracaso?, cuanto peor vaya todo mejor para los votantes. Y si algo puede ir bien, poneros bozales como moda ridícula y que enfermen a todos con inyecciones, porque ya ni la salud se puede consentir. Ahora la enfermedad es la norma y ley para todos, claro, para todos los que hacéis posible que todo siga a peor, si, los votantes.

Algunas cuestiones para la reflexión personal.

Algunas de las preguntas que voy a dejar aquí soy consciente de que muchos ya se las han hecho, y, aun así, han seguido participando del tinglado, lo sé. Pero voy a dejarlas por aquí, para ver si a alguno no se le cae la cara de vergüenza tan solo de tener la indecencia y la poca responsabilidad como ciudadano de apoyar a un Régimen que es una fábrica de corrupción incesante e infinita, que está dejando a la Nación española en aras de la miseria. Quisiera que, al contestarlas, al menos, que no se haga con las tópicas y típicas ridículas y falsas creencias y teorías oficiales y se atiendan a la más pura realidad contemplable.

¿Porqué se vota a la corrupción?; ¿quién nos representa en el Congreso?; ¿quién elige al Presidente del gobierno?; ¿Se cumple o se ha cumplido alguna vez la “constitución” tanto gobernantes como gobernados?; ¿quién hace las leyes y quien las ejecuta?; ¿están garantizados nuestros derechos?; ¿nos da miedo lo nuevo?; “lo menos malo” ha sido lo que nos ha traído hasta aquí, ¿qué es lo menos malo?; si sabemos que la tv miente(cualquiera de ellas), la prensa miente, la radio miente, ¿qué es lo que nos creemos entonces?; ¿de verdad queremos seguir votando el sistema que nos ha traído hasta aquí, o no sabemos hacer otra cosa?; ¿nos damos cuenta que hay algo que no encaja en España?; ¿de verdad hay alguien que quiera seguir con este sistema?; ¿sabéis qué es un periodo de Libertad Constituyente?.

En los siguientes años, no más de cinco, vendrá un periodo de decadencia como el que nunca hemos visto jamás desde la Guerra Civil, esto es lo que hemos querido, es lo que se ratifica y se legitima en la urna por parte del pueblo. El hecho de no votar es que el pueblo no legitima al poder o Régimen establecido y solo se sustenta en la legalidad, es decir, si no se vota no tiene poder moral ni apoyo ninguno porque nadie o una mayoría no lo quiere, así de simple, y eso precisamente se evita en todo momento desde los brazos del Estado, pues supondría que cualquier altercado o movimiento desde la sociedad civil, el poder se viera solo y sin apoyo de nadie o de una mayoría y eso le haría ceder o caer. Quiero añadir que cuando hay democracia la abstención no tiene efectos ningunos, en cambio en regímenes oligárquicos como el que hay en España, los efectos son devastadores, no solo para los partidos si no para el Régimen y sistema de poder, de ahí a la llamada a la participación absoluta de todos los partidos y de la clase estatal.

Lo triste es que hasta que no explote todo más de lo que ha explotado ya, nadie se dará cuenta de la mentira en la que vive, será una muerte lenta y dolorosa, donde el oportunismo y la sinvergüencería de algunos, el silencio cómplice de otros y la confusión constante en los medios e instituciones, será la que alargue este proceso de degradación de todo y de todos. La metástasis que es la corrupción y la prevaricación infinita y sin control ya la tenemos desde hace mucho, el cáncer se llama “Constitución del 78”.
Esto no se trata nada más que de una acción intelectual y moral de carácter colectivo, para despertar las conciencias personales e integrar en ella a la parte laocrática, esa parte del pueblo que se mueve para un cambio real y verdadero, es decir, la más dinámica, abierta, decente y digna, inteligente, generosa y valiente.

miércoles, 24 de abril de 2024

LIBRO "LA HISTORIA OCULTA DE LA INDEPENDENCIA DE VENEZUELA": DE LA GUERRA IDEALIZADA A LA PAZ IMPERFECTA por FRANCISCO ALFARO PAREJA

La historia oculta 
de la Independencia 
de Venezuela: 
De la guerra idealizada a la paz imperfecta
"La Independencia, la Guerra Federal, la Revolución Cubana, las guerrillas comunistas venezolanas de la década de 1960 fueron inyectadas por el Estado a todos los niveles de la vida, para que los nuevos republicanos, más milicianos que ciudadanos, no tengan piedad con la oligarquía, los escuálidos pitiyanquis, la Derecha. Frente a esa guerra perpetua e idealizada, Alfaro Pareja contrapone la tesis de la paz imperfecta. Busquemos cómo convivir, dejemos de pensar en la destrucción del otro, aceptemos las diferencias. No es poca cosa lo que se planteó Alfaro Pareja. Pero para ello consideró que había que buscar algún referente histórico, una prueba de que, aun en los peores momentos, ha sido posible el entendimiento, siquiera en algún grado. El presente libro (…) busca delinear el proceso que nos llevó de la idealizada Guerra a Muerte a la paz imperfecta con España, remachada por el reconocimiento de la independencia por Isabel II en 1845, en un tratado tendencialmente ventajoso para Venezuela, aunque no sin claroscuros que ya entonces generaron molestias, pero que nos indican que, como dice el adagio popular, «es mejor un mal arreglo, que un buen pleito». Hijos de su tiempo y de valores trascendentes, el libro y su autor son la prueba de que el civismo (y el civilismo) venezolano tiene mucho que hacer y decir en el país". Tomás Straka
Prólogo

La historia: un camino para la paz

Tomás Straka

EN AQUEL TIEMPO YO ERA UN LOBATO. Es decir, estaba en el pri­mer peldaño de las jerarquías del escultismo e iba los sábados a la Abadía de San José del Ávila a pasar la tarde corriendo y jugando. Naturalmente, no eran juegos al acaso, sino direccionados por los líderes y usualmente con alguna moraleja al final (que no siempre entendía a los nueve años). Una vez, cerca del 24 dej unio, se organizó uno de rugby, deporte cuyas reglas nunca aprendí, pero en el que me ayudaba el tamaño (siempre he sido el más alto en todas partes): me daban la pelota, me decían que corriera hacia adelante y que tumbara a los demás. Fue divertido hasta que en una ocasión todo el equipo contrario me brincó encima -¡tenían que pararme de algún modo!- y aún la angustia de morir asfixiado me despierta algunas noches. Pues bien, ese día nos dividieron en dos equipos: realistas y patriotas, para conmemorar la Batalla de Carabobo.

No me acuerdo si en la cancha pasó lo mismo que en el cam­po de batalla y ganaron los patriotas, ni me acuerdo a qué bando me asignaron, pero la anécdota viene al caso porque se conecta directamente con el libro que Francisco Alfaro Pareja me ha pedi­do que le prologue. Ella habla de una memoria histórica basada en las guerras, o incluso algo peor: de una idealización de las mismas convirtiéndolas en un juego de niños. No se trata de ocultar el sol con un dedo, de borrar las guerras, tan importantes, para bien o para mal, en la historia de la humanidad; o de asumir un pacifismo lerdo, que impida defenderte de agresiones cuando tienes vecinos como Hitler o Saddam Hussein; rebelarte contra las tiranías o, si es necesario, ir a las barricadas para defender tus derechos. Se trata de no idealizar aquello, al menos no como la única forma gloriosa de resolver los conflictos. 

¿Por qué, además de las batallas, no exal­ tamos la paz? ¿Por qué aún recordamos más a los grandes conquis­tadores que a quienes se empeñaron en convivir sin pleitos con el resto de la humanidad? Como en Alemania, que huyendo de sus viejos fantasmas en la posguerra llenó sus billetes, toponimias y estatuarias de compositores, científicos y artistas, para crear una nueva cultura de la paz, con héroes de la paz; el resto de los pue­blos del mundo no debemos esperar a masacrar millones de perso­nas para tomar la misma decisión. Carabobo merece seguir siendo conmemorada, el ejército venezolano, estirando un poco las cosas, puede seguir celebrando el 24 de junio como su día, y no hay problema en que los niños sepan del evento jugando rugby; pero también pueden jugar a ser un Louis Daniel Beauperthuy, descu­briendo el agen te transmisor de la fiebre amarilla; a ser un Arman­do Reverón, llevando la luminosidad hasta más allá de todo límite; o, por qué no, un líder democrático y civilista como los cantos que tuvimos en la segunda mirad del siglo XX.

Una nueva visión de la historia

Por generaciones, el recuerdo de las clases de historia ha sido poco menos que una tortura para la mayor parce de las personas: una intenninable sucesión de fechas, reyes y guerras. Así, la fama de que la historia es «aburrida» es una de las losas más pesadas con las que ha tenido que lidiar la disciplina desde que, a finales del siglo XIX, se hizo de obligatorio estudio en las escuelas primarias y secundarias del mundo occiden tal. Aunque eso no debería seguir siendo así en la actualidad, como quiera que tanto la historia, en cuanto ciencia, como los programas y manuales escolares, han cambiado radicalmente en las últimas décadas, el sambenito sigue teniendo formidables aliados. No pocas veces los educadores hacen caso omiso de los programas, para impartir las materias según lo aprendieron siendo niños; por la otra, la escuela es solo una de las vías por las que la historia llega a las mayorías, de modo que los discursos de los políticos, las fiestas cívicas y los medios de comu­nicación influyen tanto o más que ella en la memoria de los pue­blos; y por último, porque aquello por lo que se han sustituido las guerras y los reyes no es siempre más atractivo que aquellas crónicas en las que, al menos, hay el colorido de la aventura. No siempre un adolescente se deja sed ucir por explicaciones de, por ejemplo, historia económica y social, más sustantivas, pero tam­ bién más abstractas para un niño o tm adolescente. Se puede hacer un juego de rugby para estudiar la Batalla de Carabobo, pero es más difícil hacerlo para aprender, por ejemplo, la sociedad feudal. 

Así las cosas, las propuestas de interpretación novedosas, como la que se ensaya en el libro que prologamos, deben ser vis­tas con atención. Especialmente cuando apuntan de manera direc­ta al nudo ideológico que suele haber en los discursos históricos, especialmente cuando son promovidos por el poder: el de la legitimidad que le da a determinadas ideas y estructuras. ¿Por qué ese gusto por las batallas y los gobernantes? Porque detrás de sus pági­nas hay una visión del mundo que esperaba formar a los ciuda­danos en ciertos valores (tal es el objetivo esencial de la historia en los programas escolares) expresados de forma ejemplar y ejemplarizante en ellos. Por ejemplo, la legitimidad del Estado-nación venezolano, de su separación de España, del régimen republicano, del liberalismo que adoptó, con sus altas y bajas, nuestra repúbli­ca tienen mucho que ver con las ideas y las ejecutorias de Simón Bolívar, la Independencia, presentada como una gesta (y no una cualquiera: una Magna Gesta); con Antonio Guzmán Blanco y la forma en la que diseñó el país durante el Liberalismo Amarillo. 

El sentimentalismo político bolivariano que, según la fórmula de Luis Casero Leiva, ha sido nuestra filosofía de Estado, se cimenta­ba en una lectura, digamos, emotivista, con la que se esperaba que la historia generara unos determinados sentimientos que, a su vez, determina unas actitudes: la emoción de la carga de los lanceros en las Queseras del Medio, la inmolación de Ricaurte, la fantasía de la despedida del Negro Primero en Carabobo, la supuesta victo­ria de los estudiantes -es decir, ¡solo de ellos!- en La Victoria eran monumentos al patriotismo que debían ser emulados. La clarivi­dencia de Bolívar en Casacoima, sus arrebatos en El Chimborazo, sus ideas en Angostura, codo estaba presentado para que los ciudadanos aceptaran como inapelables sus dictámenes (y sobre todo los de sus portavoces actuales, los gobernan ces de la hora, todos a su modo bolivarianos). Otro tanto pasó con la Guerra Federal y la saga del Liberalismo, las artimañas de la oligarquía, las genialida­ des atribuidas a Guzmán Blanco; y es lo que hemos visto última­mente con los man uales escolares del chavismo: todo en la llamada «4ta. República» fue, con contadas excepciones, reprobable; todo cuanto hizo o pensó el Comandante, una prueba de amor a la patria, redención de los pobres, libertad para los pueblos...

No se trata, ni de lejos, de un fenómeno venezolano y se ha escrito lo suficiente sobre ello como para insistir más en este prólogo. El punto es que si los reyes, los presidentes y las gue­ rras estuvieron por mucho tiempo en el núcleo de la investigación y la ensefianza de la hisroria, se debió a que se respondía a una visión del mundo en la que la política, la relación entre los pue­ blos y los valores a inculcar eran esos: la guerra como estado nor­mal (todo Estado-nación tenía un enemigo histórico, contra el que había que emprenderla, acaso como aglutinante de la nacionali­dad: lo que se llama nacionalismo negativo); los pueblos no eran tanto agentes de su destino, como rebaños detrás de un líder; y los hombres debían ser, como prueba suprema del civismo, soldados dispuestos a inmolarse como Ricaurce o el Negro Primero... Fue en la medida en la que las ciencias sociales y la democracia se han abierto paso en el último siglo y medio que eso ha cambiado. Hoy sabemos que la historia se refiere, fundamencalmente, a procesos sociales; que los líderes pueden ser muy importantes, pero que se trata de una construcción en esencia colectiva, que hasta hombres como Hitler y Stalin actuaron dentro de los marcos de sociedades que los aclmaron y se vieron reflejados en ellos; y que los valores guerreros no son los que conducirán a la humanidad a su liber­tad y salvación, después de lo demostrado en las escabechinas de las guerras mundiales, los genocidios que ha permitido la industrialización (se industrializó la muerte, como en Auschwicz, aun­ que también se ha combinando la tradición de los machetes con la modernidad de la radio, como en Ruanda) y el reto, aún no disi­pado, de la Espada de Damocles nuclear que nos áene en un hilo todos los días.

Historia de la paz

Por eso cada vez que oímos que la historia está formada solo por «fechas y batallas», los historiadores nos enfurecemos. No, no lo es, y en prueba hay una larguísima literatura; incluso cuando hoy estudiamos lo militar, la guerra y el poder lo hacemos a la luz de los grandes procesos que encierran; pero lo del sambenito dicho al principio sigue actuando (aunque, hay que reconocer, cada vez menos). Por eso, si bien las corrientes dominantes de los últimos cincuenta o sesenta años (la historia social de énfasis cultural, como la de las mentalidades, el género y las cotidianidades; la his­toria intelectual; la nueva historia militar), se preocupan tanto por la paz como por la guerra, viseas como dos caras de procesos más amplios; aparecieron investigadores con un programa épico-político concreto, el pacifismo, que decidieron estudiar a la paz como un tema en sí mismo. Es decir, identificar los casos en los que los valores de la paz, la convivencia y la conciliación han prevalecido, o al menos sobrevivido al lado (o adentro) de las peores tormentas. 
La idea es que la magistra vitae que tradicionalmente quiso formar soldados, forme ahora hombres de paz; es decir, lo que el historia­dor español Francisco A. Muñoz (1953-2014) denominó Historia de la paz. Convencido de que «el historiador tiene una gran res­ponsabilidad en la construcción de imaginarios, de hitos cultura­les y sociales, de parámetros políticos, etc., su formación es clave para la construcción de futuros pacíficos»1.

Muñoz y sus alumnos y colegas emprendieron desde el Ins­tituto de la Paz y los Conflictos de la Universidad de Granada un conjunto de investigación para esrndiar a la paz como fenóme­no, qué la permite, qué la acosa, cómo se logran alcanzar unos mínimos de convivencia (lo que llamó la «paz imperfecta»). Una enfermedad nos lo arrebató prematuramente, pero dejó una obra que merecerá ser leída con atención por mucho tiempo: Histo­ria de la paz. Tiempos, espacios y actores (2000), La paz imperfec­ta (2001), Manual de la Paz y los Conflictos (2004), Pax Orbis. Complejidad y Conflictividad de la Paz (2011), La Paz, partera de la historia (2012), Filosoflas y praxis de lapaz (2013). También la semilla de la inquietud sembrada en muchos de sus discípulos. Uno de ellos es el autor del libro que se prologa en este momento, Francisco Alfaro Pareja. Joven (nació en Caracas en diciembre de 1980) investigador y activista venezolano, llegó a los trabajos de Muñoz a través de una angustia que lo ha movido en los últi­mos tres lustros: la reconciliación de una sociedad polarizada, que varias veces ha llegado al borde del conflicto generalizado, en la que la violencia política y delincuencial golpean todos los días le rasgan un poco más su tejido.

Graduado de politólogo en la Universidad Central de Vene­zuela en el agitado año 2002, la preocupación por hallar un míni­mo de consenso, de tender puentes, aunque sean endebles puentes.

1 Muñoz, Francisco A. y López Martlnenz, Mario, «prólogo» a Muñoz, Francisco A y López Martínez, Mario (Edits.). Historia de la paz. Tiempos, espacios y actores, Granada (España), Instiruto de la Paz y los Conflictos/Universidad de Granadas, 2000, p. 9

martes, 23 de abril de 2024

"LA IGNORANCIA CULPABLE" por PEDRO ABELLÓ 😵🙈🙉🙊









LA IGNORANCIA CULPABLE

La ignorancia es muchas veces imputable al ignorante. Hay dos tipos de ignorancia: la excusable, que se debe a la falta de medios y oportunidades para solventarla, y la no excusable, que se deriva de la simple desidia, pereza y falta de interés por conocer, teniendo los medios y oportunidades para hacerlo.
Esta última es una ignorancia culpable, porque la ignorancia impide al hombre llevar a cabo el comportamiento que mejor conviene a sí mismo y a la colectividad, y con ello deja de hacer el bien que podría hacer si su ignorancia no existiese; por el contrario, las decisiones y acciones basadas en la ignorancia suelen comportar males personales y sociales. Esa ignorancia es culpable e inexcusable, y algún día el ignorante culpable deberá rendir cuentas de su ignorancia, si no ante un tribunal mundano, sí ante uno divino.
Nos enfrentamos a un momento histórico crítico, cuyas consecuencias pueden ser devastadoras en muchos sentidos, y para abordar debidamente tal momento es necesaria claridad de ideas, conocimiento, criterio; en definitiva, lo más contrario a la ignorancia en la que, por lo general, estamos sumidos.

La organización política, económica y social de nuestro tiempo no sólo favorece la ignorancia, sino que la necesita para perpetuarse. La sociedad es cloroformizada por todos los medios imaginables. Los medios de comunicación, con esa tele-basura programada para vaciar las mentes de todo contenido crítico y de todo criterio; la pasión desmedida y desordenada por los eventos deportivos; la ingeniería social que configura nuestras mentes mediante un auténtico “formateado” y las rellena de los contenidos que se ajustan a los modelos a los que debemos someternos; el “tsunami” que soportamos diariamente de contenidos publicitarios que excitan nuestro ser más primario; nuestra sumisión al dictamen de la moda en todos los terrenos; las nuevas esclavitudes de la juventud: el ‘smartphone’, el “chateo”, los video-juegos, el alcohol, la droga; la desaparición de las Humanidades en los planes educativos; el desprecio y la manipulación de la Historia… ¿Para qué seguir?

Sólo mediante un esfuerzo individual, a veces trágico y siempre difícil, es posible liberarse de esa anestesia. Pero la dificultad no excusa la obligación que todo hombre tiene de ser libre, aunque la libertad sea trágica. La libertad es, casi siempre, defender un criterio propio contra el que se nos impone; situarnos fuera, al margen, de la corriente general, y eso no sólo es incómodo, sino muchas veces peligroso. Sin embargo, todo eso sigue sin ser excusa para mantenerse cómodamente en la ignorancia. Quien tiene los medios y la oportunidad para conocer, no tiene derecho a dejar de hacerlo.

Hoy la gente se llena la boca con la palabra “libertad”; exige libertad con razón o sin ella, y tengo la impresión de que no sabe lo que pide, o tal vez lo sabe muy bien, pero eso no es la libertad. Imagina que la libertad es la posibilidad de hacer lo que uno quiera, sin restricciones de ningún tipo, y efectivamente, eso es lo que la gente intenta cada vez con mayor afán y con mayor descaro. Pero eso no es la libertad. La libertad exige conocimiento y criterio, y es incompatible con esa ignorancia culpable de la que hablamos.
Porque la libertad exige ser capaz de identificar dónde está el bien, tanto el bien individual como el bien colectivo, y ajustar el comportamiento, las acciones y las decisiones a la consecución de ese bien, incluso si ello supone enfrentarnos a la opinión de la mayoría, a los usos generalmente aceptados de una sociedad como la nuestra; incluso si ello supone aceptar el riesgo de que nos señalen, de que nos marginen, de que nos persigan… Es lo que se llama un comportamiento virtuoso, que nunca es acomodaticio. Por eso la auténtica libertad es siempre trágica. Identificar el bien y ser capaz de ese comportamiento virtuoso exige estar en posesión de un criterio moral, lo cual no es posible sin un marco de referencia que defina y proporcione esos principios morales.

¿Cuál es el marco de referencia que puede proporcionar ese criterio moral al hombre de hoy? El marco existe, y es el que ha permitido la construcción de lo que llamamos “civilización occidental”, hoy en proceso de autodestrucción: nuestro fundamento en la Biblia judeo-cristiana, la filosofía griega, especialmente aristotélica, y el derecho romano, un fundamento que nos estamos esforzando en dinamitar.
La ignorancia –por lo menos esa ignorancia no excusable – hace imposible la verdadera libertad, y hoy el mundo se confabula para mantenernos en la ignorancia, que es la forma más segura de privarnos de esa libertad que, de existir, pondría en cuestión los principios por lo que ese mundo se rige, y nos engaña con el señuelo de una patética parodia de libertad que es precisamente la mayor de las esclavitudes. Se da la curiosa paradoja de que hoy el mundo es más esclavo que nunca, y sin embargo se siente más libre que nunca.
Pedro Abelló

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Ignorancias culpables
Es culpable la ignorancia de un católico 
que no trabaja por conocer su fe

¿Existen ignorancias culpables? O, en otras palabras, ¿existe obligación de saber ciertas cosas?
La respuesta a la segunda pregunta lleva a la respuesta a la primera: si hay obligación de saber algo antes de actuar, entonces habría ignorancias culpables.
Podemos decir, con certeza, que sí existen ignorancias culpables. Porque todos estamos obligados a conocer cuáles son los deberes y responsabilidades que nos corresponden como hijos, como esposos o padres, como miembros de la sociedad, como profesionistas, como católicos.
  • Es culpable la ignorancia de los novios que no han reflexionado en serio si aceptan al otro en sus cualidades y en sus defectos, que no se plantean si son capaces de vivir como esposos y como padres hasta que la muerte los separe.
  • Es culpable la ignorancia de unos padres que no buscan el mejor modo para cuidar, curar, educar y orientar a los hijos en el camino de la vida. Como también es culpable la ignorancia de los hijos que prefieren estar ocupados con juegos electrónicos o con otras diversiones en vez de conocer y tomarse en serio sus deberes hacia los padres, hacia los estudios, hacia los amigos, hacia la sociedad.
  • Es culpable la ignorancia de quien usa desconsideradamente su dinero en apuestas que ponen en peligro el patrimonio familiar, sin reflexionar primero sobre los muchos peligros de los abusos en este campo.
  • Es culpable la ignorancia del médico que comete errores por no haber querido actualizar su saber, por haber optado por hacer un diagnóstico rápido en vez de controlar seriamente todos los datos, por secundar los deseos de un paciente en vez de preguntarse si tales deseos estaban o no de acuerdo con la deontología médica y con las leyes justas de un pueblo.
  • Es culpable la ignorancia del político que no reflexiona a fondo acerca de las consecuencias de sus decisiones para el bien de la gente, especialmente de los más pobres, de los ancianos, de los enfermos, de los niños.
  • Es culpable la ignorancia de un católico que no trabaja por conocer su fe, que no lee con una buena guía la Biblia, que no consulta a sacerdotes o laicos bien preparados, que no se pregunta si sea o no sea pecado el emborracharse, el abusar de la comida o del tabaco, el consumir drogas, el entregarse a caprichos sexuales, el vivir sin responsabilidad respecto al ambiente, al orden público, a la lucha por la justicia en su propio país y en el mundo globalizado.
  • Es culpable la ignorancia de quien llega a descubrir que muchas noticias divulgadas por la prensa sobre la Iglesia son falsas o distorsionadas pero no pone medios concretos para llegar a conocer de primera mano la doctrina católica o las intervenciones del Papa y de los obispos.
Hay muchas ignorancias culpables. Porque es más fácil vivir con prisa y seguir las propias “corazonadas” que buscar en profundidad lo que sea verdaderamente justo y bueno. Porque las pasiones presionan de mil modos para que no reflexionemos sobre nuestros actos y para que sigamos al instinto antes que a la voz de la conciencia bien informada. Porque la misma sociedad difunde continuamente ideas erróneas sobre el bien y sobre el mal, y cuesta mucho luchar contra corriente para decidir no según las modas sino según una vida deseosa de buscar a la verdad del Evangelio, configurada según las enseñanzas del Maestro y de su Iglesia.
Hay ignorancias culpables, y pueden ser vencidas. Con más honestidad, con humildad sincera, con un profundo deseo de ser buenos, con el compromiso práctico por estudiar los principios éticos y las enseñanzas de la Iglesia. De este modo, habrá menos ignorancias culpables. Habrá, sobre todo, más hombres y mujeres comprometidos seriamente a vivir y testimoniar las bellezas del cristianismo, entregados con toda su mente y con todo su corazón al verdadero amor a Dios y al hermano.