EL Rincón de Yanka

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sábado, 18 de enero de 2025

LIBRO "DE LAS PALABRAS Y EL SILENCIO": UN DESAFÍO LITERARIO CONTRA EL TOTALITARISMO Y LA INJUSTICIA por ZOÉ VALDÉS


DE   LAS   PALABRAS
Y  EL   SILENCIO

UN DESAFÍO LITERARIO CONTRA
EL TOTALITARISMO Y LA JUSTICIA

Un análisis crítico sobre la relación
de las ideologías políticas y la censura.

ZOÉ VALDÉS

Este breve ensayo de pensamientos de Zoé Valdés, narra la experiencia vital desde la perspectiva de una cubana exiliada, profundamente afectada por el régimen totalitario comunista de su país. Sin embargo, sus reflexiones van más allá y, a través de su meditación personal y vivencias, la autora expone cómo el exilio cubano, comparado con el éxodo judío, es una lucha constante por la supervivencia y la identidad en un mundo que, curiosamente, no parece interesado en las víctimas del comunismo.
Temas como la injusticia, la represión y la indiferencia mundial, exploran las consecuencias de la dictadura en la Cuba actual. A su vez, reivindica la resistencia y la memoria histórica como armas necesarias contra la tiranía en general desde las ideologías implantadas en Occidente, como todo aquello que tiene que ver con lo políticamente correcto y las que están relacionadas con las denominadas de género. Zoé Valdés, hace hincapié en la revisión del cristiano cultural que nos interpela a todos para volver a nuestro juicio cabal.
UNA VISIÓN ÚNICA EXPRESADA DESDE EL EXILIO
Y LA RESISTENCIA ANTE EL TOTALITARISMO.

Quizá estemos ante el escrito más desnudo de Zoé Valdés, sin duda, el más comprometido de su carrera literaria en el que se expone en primera persona. Es la prueba de que la búsqueda de la libertad, lejos de su país, moldea la identidad de una persona. Palabra a palabra, sin abandonar el espíritu poético que la caracteriza, explora cómo la resistencia ante el totalitarismo no solo es una lucha política, sino una batalla constante por preservar la memoria y el derecho a existir con dignidad.

PREFACIO 

Nunca he escrito por venganza, no contemplo la venganza como una forma de redención literaria, mucho menos para pedir perdón, ni para redimirme de nada ni de nadie. Pero esta vez considero muy necesaria la revancha, o desquite, o desafío, si les resulta más apropiado, no solo para mí, sino para que, desde mi ínfi mo lugar, que me he merecido con mi trabajo, pues a mí nunca nadie me ha regalado nada, tal vez consiga alumbrar en lo que pueda, con vivencias y con ideas, a las nuevas y futuras generaciones en contra del totalitarismo y del antijudaísmo y anticristianismo, que son capaces de adoptar numerosos rostros y disfrazarse con cientos de miles de trajes. 

Nunca la venganza me ha movido en nada; generalmente, cuando alguien me hace daño intento olvidar la herida que me ha abierto, y sigo adelante con la intención de que esa perturbadora experiencia no deforme mi percepción con relación a otras personas y no destruya mis ansias de generosidad y solidaridad. Sin embargo, confi eso que esta vez no he podido evitar que esa venganza nutra mi decisión a la hora de garabatear estas ideas para explicar lo que, como supondrán, yo misma no necesito explicarme a mí misma, aunque por lo visto otros si necesitan de esa explicación. 

En la mayoría de los casos, la venganza no conlleva más que al odio, ese odio que algunos se arrogan como derecho enmascarándolo bajo el concepto socialista de «justicia social», salvo cuando se trata del caso cubano y judeocristiano. Los cubanos somos una vez más los únicos, como los judeocristianos, a los que se les niega el derecho a la justicia, mucho menos al odio, ¡qué horror! Inclusive si hemos sido los seres humanos —¿o debo decir seres cubanos?— que más odio e indiferencia hemos recibido de parte del mundo, lo que ocurre desde hace más de sesenta y cuatro años… Aclaro: este libro lo empecé a escribir el 21 de septiembre del 2023, de modo que, si no se publica de inmediato o no se llegara a publicar nunca, si les llegase algún día a sus manos y todavía existe en pie la tiranía castrocomunista en Cuba y el mundo en el que actualmente vivimos, añádanle años, horas, minutos y segundos correspondientes, y en consecuencia podrán actualizarlo. 

Soy cubana, vengo del futuro, como diría Reinaldo Arenas. ¿Está todo dicho en los tiempos que corren, de censura, represión, clausura, cancelación y desprecio por la obra de los mayores? No, para nada; hay que ahondar, enseñar, desmenuzar, y, sobre todo, extraer a los que censuran, reprimen, clausuran, cancelan y desprecian de sus pobres mundillos confortables. 

Tampoco escribo para justifi carme ante nadie, porque he vivido bajo una tiranía y he sobrevivido en el exilio, sola, donde no se ha sabido entender a las víctimas de esa tiranía castrocomunista, no porque no sea evidente, sino porque no hemos interesado a nadie, porque han menospreciado nuestro aporte. ¡Y miren que hemos aportado…! Creo que los cubanos del exilio podríamos competir con los israelíes en haberle dado a numerosos países, sobre todo a Estados Unidos, una gran cantidad de científi cos, médicos, deportistas, escritores, músicos, poetas y hasta astronautas, la mayoría huidos, sus padres o los hijos, del totalitarismo comunista castrista. 

Nunca me interesó la política, pero «yo le intereso a ella», como dice la canción de un cantautor que un día pertenece orgullosamente al castrismo y otro está del lado que convenga para su éxito individual, su problema o «su maletín», como diría el argot cubano; se trata de Carlos Valera. Tampoco pude ser oportunista ni en Cuba ni aquí, no lo he sido aquí en el exilio ni en el cosmos, aunque en numerosas ocasiones me han ofrecido la oportunidad, no de viajar al cosmos, pero sí de traicionar: «si te callas, te perdonamos». Pero no quiero ni necesito el perdón de los asesinos ni de sus secuaces. «Si te callas, ganarás más, llevaremos una de tus obras al cine…». Bah, con lo que me importa a mí el cine actual; como no sea el sudcoreano o el japonés, o el de la época dorada de Hollywood, que ya ese resultaría imposible que no fuese también víctimas del wokismo, ese movimiento denominado woke tan sumamente empobrecedor de espíritu, desgajado de la tecnocracia y de la izquierda ignorante. 

Fui de izquierdas, en Cuba lo eras de forma obligada. Es más, solo se puede ser de izquierdas si se ha vivido bajo una dictadura comunista, y, aun así, pese a lo padecido, se sigue siendo por inercia o por robotismo de eso que llaman izquierdas. En Cuba no existía ni existe la izquierda ni la derecha, ni lo liberal y el conservadurismo. En Cuba es comunismo a pulso: abuso, robo, corrupción, crimen a la orden del día. 

En Cuba no existe otro feminismo que el femicomunismo castrista, o sea, el feminismo que canta las loas del comunismo, así como solo se autoriza a los homosexuales castristas, ahora, después de aquellos campos de concentración (UMAP, Unidades Militares de Ayuda a la Producción) creados por el propio Che Guevara, el asesino de La Cabaña (prisión en Cuba), el del tiro en la nuca contra tantos cubanos, incluidos adolescentes. 

En Cuba, mediante mi trabajo en soledad y encierro, fui de izquierdas a mi manera, feminista a mi manera y defensora de la elección de los demás y de sus derechos a mi manera, que sin saberlo era la manera más propia a lo que siempre se ha llamado verdad y libertad. Desde el exilio soy y seré feminista, defensora de los DD. HH., pero nunca más seré de la izquierda, aunque se me tilde de reaccionaria. ¿Conservadora? Sí. Hoy solo salvaremos algo de lo queda del mundo occidental tal como ha sido culturalmente hasta ahora intentando conservarlo desde una idea occidental tradicional y aglutinadora en una solo dirección, la de la aceptación del prójimo tal como es, y no imponiendo modelos de ideologías, religiones y actuaciones. 

En mi país, los barbudos que bajaron de la Sierra Maestra y que impusieron su poder mediante el terrorismo se hicieron pasar por católicos, por cristianos, y se colgaron al cuello los crucifi jos, pero enseguida que tomaron el cetro del poder empezaron sin denuedo a perseguir hasta la muerte y el destierro a los creyentes católicos; encarcelaron a curas, como al sacerdote Miguel Ángel Loredo, expulsaron a monjas y a curas. 

Más tarde, cuando los de la OLP se instalaron en Cuba, invitados por Fidel Castro, amigo íntimo de Yasser Arafat, al que hoy el mundo quiere ver como un demócrata, vaya comedia, Fidel Castro la emprendió contra los cubanos de origen judío, aunque cuidándose mucho de que alguien le sacara aquel ejemplar de Mi lucha de Adolfo Hitler acotado por los bordes y subrayado de forma admirativa por él mismo, el revolucionario de moda y de salones mundiales en el que se convirtió. El ejemplar apareció décadas más tarde en Madrid, lo tenía en su poder un joven cubano exiliado que cometió el error de dar la voz de que quería entregarlo a la prensa; ahí mismo tuvo un accidente de tráfi co en una calle oscura de la capital española, y el libro del Fürher, como por arte de birlibirloque, desapareció del cuarto que alquilaba. 

Las sinagogas habaneras eran vigiladas día y noche, el acoso contra los negocios judíos fue permanente hasta que consiguieron su desaparición… En marzo del año 2011, el activista judío-americano de la USAID (Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional) Alan Phillip Gross fue acusado en La Habana por haber cometido crímenes contra el estado cubano debido a haber aportado equipos satelitales e informáticos a los miembros de la comunidad judía cubana; las autoridades manifestaron entonces que lo había hecho sin el permiso requerido en virtud de las leyes castristas. Como es habitual, acusado de trabajar para la CIA, fue reconocido culpable por «cometer actos contra la independencia y la integridad territorial del Estado». Fue liberado el 17 de diciembre del 2014, tras una intensa campaña internacional liderada por su esposa y por varias organizaciones del exilio cubano, así como por el gobierno de Barack Obama. El intercambio le ha costado mucho a mi país, tras un supuesto «deshielo» de las tensiones históricas entre Washington y La Habana a cambio de la liberación de Gross, «deshielo» que no llegó ni siquiera a derretido frappé, pero de lo que en cambio sí mucho se benefi ció la tiranía, y en nada el pueblo cubano. Alan P. Gross salió de la cárcel muy enfermo, absolutamente deteriorada su apariencia física, e incluso había perdido los dientes. Salvo algunas declaraciones sobre su situación, el activista nunca más se ha referido a su caso ni a sus amargas vivencias en la isla. 

Las personas que queremos vivir en libertad debemos tener muy claro que ahora mismo se impone una unión en contra del mal provocado por los totalitarismos, cualesquiera que sean, pero que pretendan la sumisión del otro mediante la violencia y el crimen. No voy a evitar nombrarlos, porque en la actualidad se han unido en una sola palabra: islamocomunismo o islamoizquierdismo. Una resistencia unida judeocristiana es hoy más que nunca necesaria y urgente.

(COMPLETO) Conversatorio con Zoé Valdés sobre Cuba y Venezuela

viernes, 17 de enero de 2025

LIBRO "LOS RICOS BOBOS" por JUAN CARLOS ZAPATA 😵 🏦

 
LOS RICOS BOBOS

Nunca Zapata llegó tan profundo.
Nadie en Venezuela ha reunido tanta información sobre los hombres que están detrás del dinero.
Este libro nos cuenta la ida y vuelta de los Cisneros, el poder oculto del grupo Polar, nos confirma y demuestra la existencia de la Conspiración financiera y, finalmente, nos revela por primera vez los nombre de los verdaderos ricos en dólares.
Zapata en estas revelaciones en cruel y sangriento. Con un ritmo vertiginoso nos muestra el campo de batalla, los heridos y los muertos de la última guerra político-financiera.
Nadie escapa a su escarnio que linda lo obsceno, quizá porque algunos personajes de la batalla así lo merecen.
PROLOGO

(La cabeza enterrada)

Este libro ha debido llamarse la ley del camaleón, porque la piel del poder es muy inquieta, safrisca, delicada, superficial, ardiente, atormentada, arrugada, lisa, sensual, hermosa, rica, áspera, sucia, ligera y maldita. 
Este libro ha debido ser un registro fehaciente del poder decadente y de las pasiones en ascenso.

Ha resultado ser más que eso porque el país está desmoronándose y nadie o muy pocos parecen darse cuenta. El límite dela mediocridad posible fue rebasado y hay quienes todavía aspiran a heredar lo que nunca, jamás, debió ser gestado.

Cuando investigaba no podía creer que un "zar de la banca" como José Álvarez Stelling, una noche cualquiera de mediados de 1994, corriera asustado con las manos en la cabeza sin saber qué hacer porque estaba acorralado por los enemigos y traicionado por algunos de sus hombres de confianza. Presa del pánico, quien apenas unos meses atrás era el hombre más poderoso del sistema financiero venezolano, escapaba de su residencia del Country Club escondido en la maletera del carro de su abogado, Nelson Socorro. No estaba uno en presencia de una película de espionaje, pero las cosas ocurrían detal manera que ni el mismo James Bond hubiera podido adivinar los trucos más obvios de escape. Más tarde, en Miami, otros exbanqueros en el exilio me explicaron el porqué de la conducta de Álvarez Stelling. Y es que, intentando arreglar las cuentas, tapar los huecos en los bancos, haciendo los trámites legales decesión de activos y recibiendo los auxilios financieros, nunca dejaron de sentir el cerco policial, el acoso judicial y el peso de la opinión pública. Las mañanas, al levantarse, eran terribles por el miedo a encontrarse con patrullas rodeando la zona. No había garantías. Lo mejor era marcharse como fuese posible. Esa noche, Álvarez Stelling previó el escándalo del auto de detención y, lo peor, del atropello policial. Sin Estado de derecho no es posible enfrentar nada en Venezuela, afirman los banqueros que se fueron del país, coincidiendo con exministros, políticos, generales retirados y hasta con expresidentes procesados por corrupción. 

El ejemplo de Álvarez Stelling es importante por varias razones: 

1) en Venezuela en realidad no hay garantías -aun estando vigentes- de enfrentar la justicia con objetividad. El presidente Rafael Caldera denunció que los jueces corruptos han retrasado el juicio a los banqueros prófugos. 
"Estos dirán que jueces que responden a intereses. muy particulares del poder político y económico, son quienes llevan a cabo los juicios, con lo cual, queda demostrada la desventaja. Es decir, por lado y lado, hay un hecho evidente: el Poder Judicial no es confiable. ¿Cómo enfrentarse a él? 
2) Es una muestra de la falla del liderazgo en el país., Y en todos los órdenes. Es el escenario que ese mismo liderazgo formó o ayudó a formar. Un caos con orden para desactuar. Es el escenario de un liderazgo con visión mercantilista del poder, la política y la economía. Álvarez Stelling es parte de esa cúpula que no ha enfrentado su compromiso. con el país y al momento de la respuesta no ha tenido capacidad de actuación ni de verbo. Es el anti-ejemplo. Caso contrario el de Carlos Andrés Pérez. 
3) La persecución es la manera de castigar y de execrar. Con persecuciones no se alcanza el orden. 
4) Un gran sector de la opinión pública considera que en el país no hay testigos ni responsables. Solo delitos y guarida de ladrones. Pero hay un culto a la manía de castigar para apuntalar las encuestas, y la popularidad ha terminado por enjaular el talento, aun el que es probo, parafraseando a Bolívar. 
5) Si todo está acorralado, ¿qué nos queda?

Al país lo hicieron así y fue acostumbrado así. ¿Será eterna toda esta forma de actuar? Iremos periodo tras periodo de lucha en lucha, de guerra en guerra, de acusaciones en acusaciones, de denuncias en denuncias. Mientras tanto, ha quedado a un lado lo más importante. Los conceptos de riqueza, pobreza, ley, libertad, democracia, mercado, oportunidades individuales, educación. Parece que es mejor seguir por el camino del soborno, el golpe, el nacionalismo barato, el discurso encendido, el populismo, el mercantilismo, el cabildeo escondido, el fariseísmo. 

Este país se está cayendo porque la clase de política se ha equivocado, y porque la mayoría, el llamado sector popular, se ha cerrado imponiendo una dictadura de ideas pasadas. El país se está cayendo porque los ricos olvidaron su papel. El Estado omnipotente los convirtió en conformistas y timoratos. Algunos han querido cllespertar pero la cobardía aún les pesa en los bolsi]los. Es que ni los políticos, ni el rico, ni el pueblo, creen con la fe de democracia. Esta funcionó solo cuando hubo bonanza que repartir. Al llegar la época de vacas flacas, entonces había que cambiar de sistema. En la democracia se cambia de rumbo y de líderes, pero la democracia tiene que ser eterna. Nadie duda de que hay un espíritu democrático que envuelve al país, pero es como una niebla liviana, demasiado ligera. A la elite del país parece importarle poco que siga siendo ligera. Es duro ser democrático.

En esa antidemocracia mercantilista actuaiba Álvarez Stelling. Un abogado, asesor de las autoridades que persiguen a los banqueros prófugos, ha contado que fue él quien cumplió el encargo de llevarle al expresidente de la Comisión Nacional de Valores, José de Lucca, la maleta de billetes para que las decisiones en la guerra por el Banco de Venezuela, fueran favorables al "zar de la banca". Un líder empresarial no hace esto. No un empresario, entendiendo el verdadero sentido, que cree en el mercado y la democracia. Porque a un empresario de verdad las cosas turbias de un sistema no le permiten crear riqueza. Lo revuelto del sistema ha hecho posible la guerra financiera de 1994 y 1995. Un ambiente turbio que Álvarez Stelling ayudó a crear y del que terminó siendo victima. Y si lo tomo de ejemplo, es porque él representaba no solo el poder de una época, sino también el símbolo de la alcurnia, de la tradición, del heredero, del rico de cuna, del hombre formado. No era un arribista, como otros, ni un improvisado, como muchos otros, ni un emergente, como algunos, ni un especulador nato, como varios. Él,en verdad, representaba el poder del dinero. 
¿Qué no esperar de los demás? ¿Pero pudo Álvarez Stelling enfrentar la situación con mayor entereza? ¿Por qué refugiarse en Boston y someterse a curas de sueños y consejos de capellán? ¿Dónde quedó el líder?

Quedó donde el resto del liderazgo: en el campo de batalla. Hombres de partido y de empresas, hombres de gobierno y de Estado sin respuestas para la crisis. Divididos. Sin posibilidad de concertar un acuerdo, sin habilidades para la negociación, para el pacto, para el manejo de las circunstancias difíciles. De allí que el país se caiga a pedazos. De allí que mientras el Banco Unión se encontraba al borde de la quiebra y la estatización, el liderazgo bancario se enredaba en fórmulas jurídicas y numéricas. La solución vino del capitalismo allende la frontera: de la burguesía colombiana forjada en la puja y en el pacto, en la convivencia y la sobrevivencia.

Los ricos venezolanos parecen conocer el monto de su fortuna solo porque ella suele aparecer reflejada en los numeritos mágicos de una libreta de abonos en dólares. Sin embargo, son muchos quienes pueden ignorar la real situación de sus empresas. Eso le pasó a Álvarez Stelling. Él, que había acometido la más grande operación financiera en la historia del país al comprar el Banco de Venezuela, y preparaba su fusión con el Banco Consolidado para crear una de las organizaciones banc;arias más poderosas de América Latina, buscaba afanosamente en enero de 1994 un vicepresidente ejecutivo para el Consolidado porque no tenía tiempo para ocuparse de la totalidad de los negocios. El candidato escogido para el cargo, Hernán Anzola -expresidente del Banco Central y exministro de Cordiplan y hoy vicepresidente del Banco Provincial- tuvo el tino de estudiar primero los balances y en una última entrevista le preguntó:

- "José, ¿tú sabes la situación del banco?" 
- "Bueno, sí, ganamos algo en diciembre. Ahí vamos".
- "No José, el banco está perdiendo mucho dinero".

El liderazgo no se mueve sobre suposiciones. Sobre cálculos. Es el cálculo de que si algo amenaza por ocurrir, entonces hay que recurrir al juego salvador: la diligencia política que también lucha por su propia sobrevivencia. Los números poco importan. Los balances negativos no se tapan con capital o buenos negocios, sino moviendo las fichas de todas las alianzas posibles. No entienden que la libertad económica es complementaria a la libertad política. Y que un Estado arbitrario no da paso a una justicia completamente independiente.

¿Está preparado este tipo de liderazgo para enfrentarse a los problemas de la globalización de la economía? En realidad, es más sencillo orquestar o dar respuesta a una guerra sucia que salir a dar la pelea en los mercados. La economía del país se ha derrumbado no solo porque quienes han manejado el poder gubernamental -con la excepción de 1989 a 1993- han diseñado erradas políticas, sino también porque esos ricos a veces empresarios les ha faltado el roce de la competencia, la creatividad, el dinero con sudor y esfuerzo.

La guerra financiera que está llegando a su fin enseñará al liderazgo a no ser ingenuo. Ni con el Estado, ni con los gobiernos, ni con los políticos, ni con los militares felones, ni con ellos mismos. Uno veía los esfuerzos en diciembre de 1994 de José María Noguerales por salvar el Banco Ítalo porque aún creía que la conspiración no podía ser verdad, no podía ser nada más que una gran excusa para tapar las insolvencias bancarias, y el Ítalo cayó a pesar del poder del Provincial. "Y no creía", decía Noguerales, las fuerzas mostraron más habilidades de combate.

Este libro trata sobre ese liderazgo incrédulo que buscaba culpables donde no los iba a encontrar nunca, sobre ese liderazgo que se desangró mutuamente para que rodaran cabezas de consolación y expiar las culpas propias con víctimas ajenas. Recuerdo al viejo Giacomo Di Mase decir a sus ejecutivos del Banco Construcción: "Mientras yo viva nadie me quitará el banco", y los Di Mase perdieron más que eso.

El reacomodo del poder político y económico ha estado ocurriendo en la punta de sus narices y creen que es problema de unos pocos. Es la arremetida definitiva, aunque no la final, porque la guerra del dinero es eterna, hasta el fin de los tiempos.

El país va por los rieles de un despeñadero peligroso. Una carrera suicida alimentada por los odios, las venganzas, la moralidad y el nacionalismo; cuando el objetivo debe ser la creación de más riqueza. La capacidad de consenso se le escapó de las manos a la elite del poder precisamente por no tener claro que lo más importante es incentivar la creación de riqueza. Mientras más tiempo, más difícil será la tarea de desmontar ese Estado benefactor que permite a la burocracia decidir qué empresa debe sobrevivir y que sector privilegiar. ¿Y los ricos? Como el avestruz.

En fin, en este libro aparece la mitad de los banqueros enterrada por la otra mitad, según pudo Juan Carlos Escotet, presidente de Banesco, parafrasear a José Ortega y Gasset.

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LOS MIDAS DEL VALLE

¿Sabe usted quiénes son los hombres que han ganado fortunas legendarias en los últimos años? 
¿El who’s who de las finanzas caraqueñas? Los nombres de estos midas y sus secretos están aquí. ¿Está enterado de cuál será el “negocio del siglo” en Venezuela? Está ocurriendo, y Los midas del valle lo devela. 
¿Quiere especular y hacerse rico en la Bolsa? 
Este libro se lo enseña todo, se lo cuenta todo. Cómo ganar o perder fortunas, amigos, enemigos, el futuro… Hágalo usted mismo. Juan Carlos Zapata ha escrito un libro de actualidad, polémico, revelador, en el cual cobra todo su sentido la frase de André Kostolany: 
“Quien tiene mucho dinero puede especular; quien tiene poco dinero debe especular; quien no tiene dinero en absoluto, está obligado a hacerlo”.

Juan Carlos Zapata (Guasdualito, 1960) es periodista y escritor. Ha sido empresario-editor de medios impresos y digitales. Fundador de Descifrado. Exjefe de Redacción del diario El Mundo de Caracas. Fundador del diario Tal Cual de Caracas, y exjefe de contenido del portal Patagon, Caracas. Exdirector del portal ALNavío. Ha escrito varios libros, clásicos ya en Venezuela, sobre el poder y el dinero que se suman a la publicación de la biblioteca del autor en versiones revisadas y aumentadas: Los ricos bobos, Dr. Tinoco. Vida y muerte del poder en Venezuela, Las intrigas del poder, El dinero el diablo y el buen Dios El suicidio del poder, Café Italia, Doña Bárbara con Kaláshnikov, Gabo nació en Caracas no en Aracataca, Los machetes, Madre mirando el puente, Isabel a solas con el río, entre otros. 
Juan Carlos Zapata acuñó el término "boliburguesía", el cual, en estos tiempos del chavismo, define la relación dinero, política y poder.

Conocí a un viajero de una tierra antigua quien dijo: 
«dos enormes piernas pétreas, sin su tronco 
se yerguen en el desierto. 
A su lado, en la arena, semihundido, 
yace un rostro hecho pedazos, 
cuyo ceño y mueca en la boca, 
y desdén de frío dominio, 
cuentan que su escultor comprendió bien 
esas pasiones las cuales aún sobreviven, 
grabadas en estos inertes objetos, 
a las manos que las tallaron y al corazón que las alimentó.
Y en el pedestal se leen estas palabras: 
"Mi nombre es Ozymandias, rey de reyes: 
¡Contemplad mis obras, poderosos, y desesperad!"
Nada queda a su lado. 
Alrededor de la decadencia de estas colosales ruinas, 
infinitas y desnudas se extienden, a lo lejos, 
las solitarias y llanas arenas»


jueves, 16 de enero de 2025

LIBRO "VENEZUELA: 1830 A NUESTROS DÍAS" por RAFAEL ARRÁIZ LUCCA


VENEZUELA:
1830 A NUESTROS DÍAS

RAFAEL ARRÁIZ LUCCA

En Venezuela: 1830 a nuestros días, el lector hallará una relación y un análisis de los hechos en forma sucinta y moderna. Desde hace décadas no se publicaba una investigación como ésta. Ahora podemos detenernos en todo el proceso de formación de la República, desde los tumultuosos años del siglo XIX hasta los no menos turbulentos de la actualidad. Se comprenderá mejor que los días de hoy vienen del pasado y que la continuidad ha estado más presente de lo que solemos imaginar.
En este libro puede seguirse el esfuerzo de los venezolanos por formar una República dentro del marco de un Estado de derecho, así como las enormes dificultades que hemos enfrentado en la tarea de crear instituciones, bien sea por la dificultad misma o por la tendencia autoritaria que hemos padecido, que se presenta como un escollo para la construcción comunitaria.
El autor no abandona la búsqueda de características de nuestra historia política y advierte en la Libertad, la Igualdad y la Justicia, tres valores centrales, así como el difícil norte de la Democracia, dentro de un marco definitorio ineludible: el del Estado petrolero, con las ventajas y desafíos que ello comporta.
INTRODUCCIÓN

Esta breve historia política comienza con la fundación de la República de Venezuela en 1830 y culmina con los furores de nuestros días, de modo que no estudiaremos el período de la Guerra de Independencia, ni la dilatada etapa de la conquista y colonización del territorio por parte de los españoles. Conviene, entonces, que nos detengamos someramente en la época anterior a la que abordaremos en este trabajo, de modo de auxiliarnos con un mínimo panorama, previo al período que nos disponemos trabajar. 

Los españoles que navegaron el océano Atlántico para llegar hasta nuestras costas, penetraron por los extremos oriental y occidental de nuestro territorio. Posteriormente, desde tierra firme o por vía marítima, fueron explorando y conquistando el centro del país. A algunos de estos españoles del siglo XVI los movía el afán de la riqueza, por eso mordieron fácilmente el anzuelo del mito de Manoa, o El Dorado, como también se le conoció; pero a otros los movía el propósito de echar raíces, de fundar ciudades, de establecerse para siempre. Como es natural, encontraron la resistencia de los indígenas que habitaban esta tierra, y que les pertenecía, sin la menor duda, pero la resistencia en Maracapana o Paria, que era como denominaban estos territorios los aborígenes, aunque férrea y valiente, no fue suficiente ante los recursos con que contaban los europeos. 

En el caso de nuestras tierras, las etnias originales no habían llegado a un grado de desarrollo suficiente como para haber construido entornos urbanos. Por el contrario, los rasgos nómadas de su cultura pesaban singularmente, lo que facilitó y complicó la tarea de los conquistadores. La facilitó porque no fue necesario sepultar la cultura aborigen urbana por otra, de naturaleza europea y católica, como ocurrió en Centro América y Perú, donde los templos de adoración a unos dioses fueron tapiados por otros; y la complicó porque la versatilidad guerrera de los habitantes originales hizo ardua la tarea del establecimiento español. Sin embargo, es un hecho incontestable que durante el siglo XVI se fundaron la mayoría de las ciudades principales de nuestros días, y que durante el XVII la tarea pobladora continuó e, incluso, se prolongó hacia el XVIII. 
A lo largo de la centuria del XVI los conquistadores establecieron la cuadrícula urbana de 24 ciudades (Nueva Cádiz, Coro, El Tocuyo, Borburata, Barquisimeto, Valencia, Nirgua, Trujillo, Mérida, San Cristóbal, La Asunción, Caracas, Cara-balleda, Maracaibo, Cumaná, Carora, La Grita, Barinas, La Guaira, Guanare, Gibraltar, San Tomé, La Victoria, Mucuchíes), en el XVII de cerca de 120, y durante el XVIII alrededor de 240, con lo que para el momento de la independencia la trama urbana venezolana, en sus bases fundamentales, estaba constituida. Como vemos, no puede afirmarse que los conquistadores venían exclusivamente a expoliar a los aborígenes y a buscar El Dorado, otros llegaron para quedarse y establecerse sine die. 

A la par que echaban raíces fue dándose un proceso conocido como «mestizaje», que no es otro que la unión amorosa entre blancos europeos, indígenas y negros africanos, que fueron traídos como esclavos y «mano de obra» para las plantaciones. Ese proceso de mestizaje, que va a extenderse por tres siglos, fue conformando una sociedad con cuatro estamentos distintos. En el vértice de la pirámide se ubicaban los blancos peninsulares, para quienes estaba destinado el Poder Político; luego los blancos criollos, que llegaron a detentar el Poder Económico, y algo del Poder Político en la institución del Cabildo; y en la base, los pardos y los esclavos que, naturalmente, conformaban la mayoría de la población. Como vemos, la sociedad colonial venezolana fue «pluricultural y multiétnica». 

Desde el punto de vista jurídico-administrativo, las provincias que conformaban el futuro territorio de la República de Venezuela dependieron en muchos aspectos del Virreinato de Santa Fe de Bogotá hasta 1777, año en que la Corona española le confirió el rango de Capitanía General de Venezuela, designando un Gobernador para tal fin. De modo que aquella provincia de integración territorial tardía, sin embargo, fue conociendo la prosperidad económica a lo largo del siglo XVIII, cuando los cultivos del cacao, añil, algodón, café y caña de azúcar fueron arrojando considerables excedentes para la exportación. Entonces Venezuela llegó a ser la tercera provincia productora de todas las españolas de América. Tan solo la antecedían México y Perú. Coinciden estos años con los del establecimiento de la Compañía Guipuzcoana, empresa de los vascos y la Corona Española, que tuvo vigencia entre 1730 y 1784, y que fue favorecida con un monopolio comercial por parte del Rey. Por otra parte, esta sociedad se desenvolvía dentro de un marco jurídico claramente establecido, que no solo arbitraba las diferencias entre la gente, y entre los súbditos y la Corona, a través de la Audiencia de Santo Domingo, sino que consagraba un sistema de Deberes y Derechos, con todas sus bondades e imperfecciones. 

Es esta sociedad estable y contradictoria a la vez y, como vimos, próspera, la que recibirá con asombro la rebelión de Gual y España en 1797, y la que ignorará a Francisco de Miranda en 1806, cuando el precursor se allegue hasta las costas de Coro, buscando un respaldo que brilló por su ausencia. En esta sociedad, rica en un sentido y pobre en otros, se funda en 1725 el primer centro de educación superior, y no será hasta 1810 que de una imprenta salga el primer libro editado en Venezuela.
En otras provincias españolas en América las universidades se fundaron casi dos siglos antes que la nuestra, y la imprenta funcionó con centurias de anticipación a la primera que se instaló entre nosotros. Es esta sociedad contradictoria la que desconocerá el mando de José Bonaparte en España, y forme una Junta Defensora de los Derechos de Fernando VII en Caracas el 19 de abril de 1810, y de la que emergerá una generación que liberará a casi toda la América del Sur del dominio imperial español. 

La sociedad colonial venezolana irá configurándose sobre la base de una lengua que termina por imponerse sobre las precedentes: el español. Esta lengua nos vincula con un universo de grandes proporciones geográficas, y nos hace partícipes de una comunidad lingüística y cultural de vastas dimensiones. El saldo más importante del período de conquista y colonización es la instauración de una lengua común, que nos permite integrar una comunidad histórica con las naciones hermanas del continente, con quienes mantenemos lazos indestructibles, fundados en la consagración de experiencias y pasados comunes e, incluso, nos vincula para siempre con España, con quienes formamos una comunidad cultural e histórica evidente. Esa sociedad multiétnica y pluricultural, en donde se hallaron juntas la cultura precolombina, la europea y la africana, fue perfilando una combinatoria singular, que nos identifica. 

Fue el estamento dirigente de esta sociedad el que a partir del 19 de abril de 1810 dio los pasos necesarios para que se declarara la independencia de la Corona Española el 5 de julio de 1811, y se creara la República de Venezuela. Entonces comenzó el período más sangriento y difícil de nuestra historia, aquel que se inicia en esta fecha y concluye con la Batalla de Carabobo el 24 de junio de 1821. Además, la fuerza libertadora comandada por Simón Bolívar no se satisfizo con la independencia de Venezuela sino que se consagró a la liberación de Colombia, Ecuador y Perú e, incluso, se esmeró en la creación de una nueva República: Bolivia.

CONCLUSIONES

Aunque el período histórico que trabajamos no incluye los trescientos años de la provincia española que fue Venezuela, la huella de esta etapa en nuestra formación como nación es evidente. Son muchos los elementos culturales y sociológicos que se fueron constituyendo en estos tres siglos, y que forman parte de la venezolanidad. A los efectos de esta historia política señalaremos dos, que perfectamente pueden ser considerados contradictorios. 

La trama jurídica provincial, el llamado Derecho Indiano, instituyó un poder local bastante más considerado por la Corona de lo que suele reconocerse. Me refiero al cabildo, ámbito en el que los terratenientes del patio, y otros criollos con poder, ventilaban sus asuntos, y gobernaban sobre ellos mucho más de lo que cierta historiografía admite. Estos criollos reunidos en cabildo durante los años provinciales serán los que en el momento de la independencia den el paso hacia la república. En el conjunto, preponderaba el civil sobre el caballero de armas, y ello se verá reflejado en los sucesos del 19 de abril de 1810, que fueron el preámbulo del 5 de julio de 1811, fechas ambas de mayoritaria sustancia civil y jurídica, no en balde el doctor Juan Germán Roscio será el redactor fundamental de la primera Constitución Nacional. 

Si bien es cierto que ningún criollo fue designado máxima autoridad de la provincia, y siempre se envió un peninsular para ejercer el cargo, no es cierto que los criollos vegetaban a las órdenes del Gobernador o Capitán General, y tampoco lo es que este hacía lo que le venía en gana, escapando a un marco jurídico; los juicios de residencia con que se evaluaba la actuación de estos gobernantes son prueba de ello. La anotación anterior sobre el papel del cabildo tiene mucha importancia, ya que los cabildantes provinciales serán los mismos que defiendan la descentralización del poder frente a la corriente centralista e, incluso, serán los mismos que se avengan circunstancialmente con formas constitucionales que incluyen tanto el centralismo como la descentralización. 

El otro elemento que fue cocinándose a lo largo de los siglos provinciales será el del caudillo, el mito del hombre fuerte y providencial. En la conformación de este mito hispanoamericano, calificados autores han señalado que probablemente su origen se encuentre en los setecientos años de colonización musulmana en la Península Ibérica. Recordemos entonces que muchos de los primeros españoles que llegaron a estas tierras eran andaluces, y difícilmente la estructura mental del caudillo no anidaba en sus psiques. En cualquier caso, conviven dos elementos contradictorios en la maleta de la herencia provincial española: la institución dialogante del cabildo, y la imperativa del caudillo, del que se coloca al frente de una hueste y busca imponer su voluntad. 

A lo largo de la etapa de formación de la República de Venezuela, entre 1811 y 1830, previa al período que estudiamos, se hace evidente que la tensión entre estos dos elementos llegó a tener características de dicotomía, reflejándose el conflicto en los textos constitucionales y en el forcejeo entre el Libertador, desde Bogotá o el campo de batalla ecuatoriano-peruano-boliviano, y los venezolanos que hallaron en el general Páez un abanderado de la descentralización, pero con rasgos personales caudillistas. Bolívar buscaba centralizar, y hacía de la Constitución de Bolivia su proyecto político, con presidencia vitalicia incluida, y los venezolanos paecistas buscaban la separación de Colombia la grande, y abogaban por formas parlamentarias de ejercicio del poder, sin que por ello dejaran de seguir la fuerza de un caudillo militar. 

Esta tensión se resolvió a favor de Páez y el intento de creación de una república, con alternabilidad electoral, no reelección inmediata, libertades económicas, y separación de poderes. No obstante, diversos factores fueron atentando contra la institucionalización de un sistema republicano, y la alternabilidad en el poder se tradujo en que durante diecisiete años los generales Páez y Soublette se alternaron en el mando, con las breves excepciones civiles de Vargas y Narvarte. Finalmente, entre forzado por las circunstancias y convencido de la necesidad de hacerlo, el caudillo Páez le abre las puertas de la presidencia de la república a José Tadeo Monagas. A partir de entonces la Venezuela del siglo XIX pasará de manos de un caudillo a otro, se sumergirá en prolongadas guerras hasta que otro hombre fuerte, el general Antonio Guzmán Blanco, domine el espacio durante dieciocho años. Pero será el general Juan Vicente Gómez el que acabe con el caudillismo, como muchas veces se ha señalado, pero no solo porque llevó al exilio, la cárcel o la muerte a quienes lo adversaban, sino porque creó un Ejército Nacional, institución que no pudo constituirse durante el siglo XIX, y que al no hacerlo dejaba al país a merced de la voluntad de los hombres a caballo y de armas, que buscaban el poder denodadamente. Treinta y nueve alzamientos o revoluciones contabilizó entre 1830 y 1903 Antonio Arráiz en su libro Los años de la ira. Será Gómez el último caudillo y el primer dictador, ya que será el primero que disponga de un Ejército Nacional. 

En medio de tan persistente escaramuza guerrera es difícil que «la República» de Venezuela llegara a constituir instituciones republicanas, y ante la debilidad o ausencia de estas, se erigió la figura del caudillo, ya constituido en mito. Además, de la mano del mito del caudillo fue conformándose otra suerte de confusión paralela: la de creer que el hombre de armas estaba en condiciones de gobernar. Este cortocircuito se acentuó todavía más con la creación de un ejército profesional a partir de 1911, ya que el militar recogió en su seno el mito del caudillo, a la par que fue instituyendo unas prácticas que se tornaron en creencias populares. Me refiero a la disciplina, el orden, la obediencia debida, la verticalidad del mando, que fueron asentándose como valores fundamentales para el ejercicio del poder civil, cuando provenían de fuente militar. 

Para 1928, los militares sin estudios y de campaña espontánea tenían noventa y ocho años gobernando el país, con brevísimos paréntesis. Ese año se alzó la primera generación civil que buscaba la construcción de una Venezuela democrática y, en su mayoría, estos jóvenes eran, además, socialistas. De modo que el proyecto de la democracia nacional nace de la izquierda, y después se va macerando en toneles de la socialdemocracia o de la democracia cristiana, pero su origen es ese, mientras las formas teóricas del liberalismo económico fueron acogidas por Gómez y López Contreras con igual énfasis, hasta que Medina Angarita introdujo algunos matices, que incluso apoyaban los líderes de la Acción Democrática de entonces. Para mayor contradicción, la democracia venezolana va a llegar de mano de una combinación civil-militar que llevó al poder a los muchachos socialistas de 1928, que entonces blandían lanzas en contra del imperialismo y buscaban otras formas de desempeño económico en la sociedad. 

Vuelto el péndulo a tocar el extremo militar, los años entre 1948 y 1958 serán de retroceso para las formas políticas democráticas, y de menores cambios en lo económico. Será a partir del Pacto de Puntofijo que los partidos políticos que buscaban el juego democrático puedan contener la impronta militar, evitar la autodepredación a que dio lugar el sectarismo de 1945-1948, y se exprese a partir de las elecciones de 1973 un sistema bipartidista, que tendrá vigencia hasta las elecciones de 1993, cuando ya el ensayo de la democracia de partidos hacía aguas por todas partes. La segunda presidencia de Rafael Caldera, uno de los creadores de la democracia representativa y de partidos, será la de la antipolítica: último esfuerzo de un coautor del sistema de salvarlo por la vía de la separación de una de sus columnas fundamentales: el partido Copei. 

Luego, la crisis de la democracia representativa, como todas ellas asentada sobre la institución de los partidos, se hizo indetenible, y los venezolanos elegimos a quien ofrecía enterrar el sistema: el teniente coronel retirado Hugo Chávez. Con las banderas de Bolívar, Zamora, Simón Rodríguez y la elección de una Asamblea Constituyente, alcanzó el poder en las elecciones de 1998, y alentó la redacción de una nueva Constitución Nacional que buscara pasar de la Democracia Representativa a la Directa, que en Venezuela es llamada «participativa o protagónica». Ahora busca pasar del liberalismo económico al socialismo, así como a la reelección indefinida, mediante una reforma constitucional. Todo esto ha podido hacerse gracias a los altísimos precios del petróleo, que ha permitido la instauración de una retórica izquierdista que no se oía en el planeta desde hace años, desde que se comprobó que el socialismo autoritario, que negaba la propiedad privada, después de setenta años en la URSS nunca alcanzó a ser productivo, y sumió a la enorme nación en la pobreza, al igual que a sus satélites de la Europa del Este. 

De la historia política venezolana puede decirse que está determinada por dos factores principales: el militar y el petrolero. El primero ha dificultado la instauración de una práctica democrática, aunque también puede decirse que ha sido expresión de un espíritu autoritario de tradición histórica. El segundo ha terminado por hacer del Estado venezolano un Leviatán que cada día deja menos espacio para la iniciativa particular, dificultándole gravemente a la nación la diversificación de su economía. Además, ha conducido a que al elegir presidente de la república en Venezuela estemos prácticamente seleccionando un monarca, con muy pocos contrapesos democráticos, ya que dispone de la llave de la principal industria del país. 

¿Cómo salimos de este laberinto? No lo sé, pero estoy seguro que por el camino que nos lleva el gobierno de Hugo Chávez cada día somos más dependientes del petróleo, hay menos actividad económica productiva y menos espacio para la libertad, ya sea individual o colectiva. Nadie puede decir que ahora los venezolanos somos menos pobres, más libres, y que construimos una república con certezas. Es cierto que ahora hay más recursos que repartir, dado el precio del petróleo, pero las fuerzas económicas productivas, las que pueden construir una economía independiente no gozan de las condiciones mínimas de funcionamiento. Las importaciones crecen día a día. Todo se sustenta sobre el precio del petróleo. El día que baje, constataremos una vez más que fuimos gobernados por un «hombre fuerte» que no entendió que su tarea era preparar al país para las vacas flacas, mientras estaban gordas.

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