Este breve ensayo de pensamientos de Zoé Valdés, narra la experiencia vital desde la perspectiva de una cubana exiliada, profundamente afectada por el régimen totalitario comunista de su país. Sin embargo, sus reflexiones van más allá y, a través de su meditación personal y vivencias, la autora expone cómo el exilio cubano, comparado con el éxodo judío, es una lucha constante por la supervivencia y la identidad en un mundo que, curiosamente, no parece interesado en las víctimas del comunismo.Temas como la injusticia, la represión y la indiferencia mundial, exploran las consecuencias de la dictadura en la Cuba actual. A su vez, reivindica la resistencia y la memoria histórica como armas necesarias contra la tiranía en general desde las ideologías implantadas en Occidente, como todo aquello que tiene que ver con lo políticamente correcto y las que están relacionadas con las denominadas de género. Zoé Valdés, hace hincapié en la revisión del cristiano cultural que nos interpela a todos para volver a nuestro juicio cabal.
PREFACIO
Nunca he escrito por venganza, no contemplo la venganza como una forma de redención literaria, mucho menos para pedir perdón, ni para redimirme de nada ni de nadie. Pero esta vez considero muy necesaria la revancha, o desquite, o desafío, si les resulta más apropiado, no solo para mí, sino para que, desde mi ínfi mo lugar, que me he merecido con mi trabajo, pues a mí nunca nadie me ha regalado nada, tal vez consiga alumbrar en lo que pueda, con vivencias y con ideas, a las nuevas y futuras generaciones en contra del totalitarismo y del antijudaísmo y anticristianismo, que son capaces de adoptar numerosos rostros y disfrazarse con cientos de miles de trajes.
Nunca la venganza me ha movido en nada; generalmente, cuando alguien me hace daño intento olvidar la herida que me ha abierto, y sigo adelante con la intención de que esa perturbadora experiencia no deforme mi percepción con relación a otras personas y no destruya mis ansias de generosidad y solidaridad. Sin embargo, confi eso que esta vez no he podido evitar que esa venganza nutra mi decisión a la hora de garabatear estas ideas para explicar lo que, como supondrán, yo misma no necesito explicarme a mí misma, aunque por lo visto otros si necesitan de esa explicación.
En la mayoría de los casos, la venganza no conlleva más que al odio, ese odio que algunos se arrogan como derecho enmascarándolo bajo el concepto socialista de «justicia social», salvo cuando se trata del caso cubano y judeocristiano. Los cubanos somos una vez más los únicos, como los judeocristianos, a los que se les niega el derecho a la justicia, mucho menos al odio, ¡qué horror! Inclusive si hemos sido los seres humanos —¿o debo decir seres cubanos?— que más odio e indiferencia hemos recibido de parte del mundo, lo que ocurre desde hace más de sesenta y cuatro años… Aclaro: este libro lo empecé a escribir el 21 de septiembre del 2023, de modo que, si no se publica de inmediato o no se llegara a publicar nunca, si les llegase algún día a sus manos y todavía existe en pie la tiranía castrocomunista en Cuba y el mundo en el que actualmente vivimos, añádanle años, horas, minutos y segundos correspondientes, y en consecuencia podrán actualizarlo.
Soy cubana, vengo del futuro, como diría Reinaldo Arenas. ¿Está todo dicho en los tiempos que corren, de censura, represión, clausura, cancelación y desprecio por la obra de los mayores? No, para nada; hay que ahondar, enseñar, desmenuzar, y, sobre todo, extraer a los que censuran, reprimen, clausuran, cancelan y desprecian de sus pobres mundillos confortables.
Tampoco escribo para justifi carme ante nadie, porque he vivido bajo una tiranía y he sobrevivido en el exilio, sola, donde no se ha sabido entender a las víctimas de esa tiranía castrocomunista, no porque no sea evidente, sino porque no hemos interesado a nadie, porque han menospreciado nuestro aporte. ¡Y miren que hemos aportado…! Creo que los cubanos del exilio podríamos competir con los israelíes en haberle dado a numerosos países, sobre todo a Estados Unidos, una gran cantidad de científi cos, médicos, deportistas, escritores, músicos, poetas y hasta astronautas, la mayoría huidos, sus padres o los hijos, del totalitarismo comunista castrista.
Nunca me interesó la política, pero «yo le intereso a ella», como dice la canción de un cantautor que un día pertenece orgullosamente al castrismo y otro está del lado que convenga para su éxito individual, su problema o «su maletín», como diría el argot cubano; se trata de Carlos Valera. Tampoco pude ser oportunista ni en Cuba ni aquí, no lo he sido aquí en el exilio ni en el cosmos, aunque en numerosas ocasiones me han ofrecido la oportunidad, no de viajar al cosmos, pero sí de traicionar: «si te callas, te perdonamos». Pero no quiero ni necesito el perdón de los asesinos ni de sus secuaces. «Si te callas, ganarás más, llevaremos una de tus obras al cine…». Bah, con lo que me importa a mí el cine actual; como no sea el sudcoreano o el japonés, o el de la época dorada de Hollywood, que ya ese resultaría imposible que no fuese también víctimas del wokismo, ese movimiento denominado woke tan sumamente empobrecedor de espíritu, desgajado de la tecnocracia y de la izquierda ignorante.
Fui de izquierdas, en Cuba lo eras de forma obligada. Es más, solo se puede ser de izquierdas si se ha vivido bajo una dictadura comunista, y, aun así, pese a lo padecido, se sigue siendo por inercia o por robotismo de eso que llaman izquierdas. En Cuba no existía ni existe la izquierda ni la derecha, ni lo liberal y el conservadurismo. En Cuba es comunismo a pulso: abuso, robo, corrupción, crimen a la orden del día.
En Cuba no existe otro feminismo que el femicomunismo castrista, o sea, el feminismo que canta las loas del comunismo, así como solo se autoriza a los homosexuales castristas, ahora, después de aquellos campos de concentración (UMAP, Unidades Militares de Ayuda a la Producción) creados por el propio Che Guevara, el asesino de La Cabaña (prisión en Cuba), el del tiro en la nuca contra tantos cubanos, incluidos adolescentes.
En Cuba, mediante mi trabajo en soledad y encierro, fui de izquierdas a mi manera, feminista a mi manera y defensora de la elección de los demás y de sus derechos a mi manera, que sin saberlo era la manera más propia a lo que siempre se ha llamado verdad y libertad. Desde el exilio soy y seré feminista, defensora de los DD. HH., pero nunca más seré de la izquierda, aunque se me tilde de reaccionaria. ¿Conservadora? Sí. Hoy solo salvaremos algo de lo queda del mundo occidental tal como ha sido culturalmente hasta ahora intentando conservarlo desde una idea occidental tradicional y aglutinadora en una solo dirección, la de la aceptación del prójimo tal como es, y no imponiendo modelos de ideologías, religiones y actuaciones.
En mi país, los barbudos que bajaron de la Sierra Maestra y que impusieron su poder mediante el terrorismo se hicieron pasar por católicos, por cristianos, y se colgaron al cuello los crucifi jos, pero enseguida que tomaron el cetro del poder empezaron sin denuedo a perseguir hasta la muerte y el destierro a los creyentes católicos; encarcelaron a curas, como al sacerdote Miguel Ángel Loredo, expulsaron a monjas y a curas.
Más tarde, cuando los de la OLP se instalaron en Cuba, invitados por Fidel Castro, amigo íntimo de Yasser Arafat, al que hoy el mundo quiere ver como un demócrata, vaya comedia, Fidel Castro la emprendió contra los cubanos de origen judío, aunque cuidándose mucho de que alguien le sacara aquel ejemplar de Mi lucha de Adolfo Hitler acotado por los bordes y subrayado de forma admirativa por él mismo, el revolucionario de moda y de salones mundiales en el que se convirtió. El ejemplar apareció décadas más tarde en Madrid, lo tenía en su poder un joven cubano exiliado que cometió el error de dar la voz de que quería entregarlo a la prensa; ahí mismo tuvo un accidente de tráfi co en una calle oscura de la capital española, y el libro del Fürher, como por arte de birlibirloque, desapareció del cuarto que alquilaba.
Las sinagogas habaneras eran vigiladas día y noche, el acoso contra los negocios judíos fue permanente hasta que consiguieron su desaparición… En marzo del año 2011, el activista judío-americano de la USAID (Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional) Alan Phillip Gross fue acusado en La Habana por haber cometido crímenes contra el estado cubano debido a haber aportado equipos satelitales e informáticos a los miembros de la comunidad judía cubana; las autoridades manifestaron entonces que lo había hecho sin el permiso requerido en virtud de las leyes castristas. Como es habitual, acusado de trabajar para la CIA, fue reconocido culpable por «cometer actos contra la independencia y la integridad territorial del Estado». Fue liberado el 17 de diciembre del 2014, tras una intensa campaña internacional liderada por su esposa y por varias organizaciones del exilio cubano, así como por el gobierno de Barack Obama. El intercambio le ha costado mucho a mi país, tras un supuesto «deshielo» de las tensiones históricas entre Washington y La Habana a cambio de la liberación de Gross, «deshielo» que no llegó ni siquiera a derretido frappé, pero de lo que en cambio sí mucho se benefi ció la tiranía, y en nada el pueblo cubano. Alan P. Gross salió de la cárcel muy enfermo, absolutamente deteriorada su apariencia física, e incluso había perdido los dientes. Salvo algunas declaraciones sobre su situación, el activista nunca más se ha referido a su caso ni a sus amargas vivencias en la isla.
Las personas que queremos vivir en libertad debemos tener muy claro que ahora mismo se impone una unión en contra del mal provocado por los totalitarismos, cualesquiera que sean, pero que pretendan la sumisión del otro mediante la violencia y el crimen. No voy a evitar nombrarlos, porque en la actualidad se han unido en una sola palabra: islamocomunismo o islamoizquierdismo. Una resistencia unida judeocristiana es hoy más que nunca necesaria y urgente.