EL Rincón de Yanka: LA ODISEA DE CABEZA DE VACA, EL PRIMER EXPLORADOR CAMINANTE DE AMÉRICA: UN SUPERVIVIENTE FUERA DE SERIE 🚶🌎⛬

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lunes, 19 de julio de 2021

LA ODISEA DE CABEZA DE VACA, EL PRIMER EXPLORADOR CAMINANTE DE AMÉRICA: UN SUPERVIVIENTE FUERA DE SERIE 🚶🌎⛬



La conquista de América habla por sí misma, en ese vasto continente los habitantes de nuestro país fueron capaces de lo que ahora juzgamos como mejor y peor. Para algunas cosas, modelo a seguir, para otras, un virus que se extendía mortalmente.
Desde luego, ese pasaje de la historia de nuestro país no es sólo una historia de hechos, no es una historia homogénea en la que todo sucedió de igual manera, donde la uniformidad bañó los cuatro rincones más recónditos del variopinto territorio. La historia de américa fue forjada por hombres grandes que triunfaron, que cayeron en desgracia, que acabaron entre rejas o que murieron en algún enfrentamiento innecesario. Pero también fue moldeada por hombres pequeños, aquellos homo novus con un espíritu aventurero y una capacidad de adaptación inquebrantables, que supieron adaptarse al nuevo entorno y se alzaron como victoriosos campeones de sus causas, amasando increíbles fortunas o aportando a la historia universal más de lo que muchos podrían haber esperado. Personas de baja estofa en la península que supieron labrarse un destino, un nombre en base a sus ansias de gloria.
Buen ejemplo de ello es Álvar Núñez Cabeza de Vaca, que pese a tener un final agrio, ha pasado a la historia para siempre gracias a su aportación tanto histórica, como antropológica. Es un personaje imprescindible para entender la moral de la época, la capacidad de adaptación y supervivencia de los españoles que llegaban a un mundo desconocido, pero también para entender a los indígenas que poblaban esas tierras y que no entendían lo que estaba pasando.
Su figura y su forma de entender la realidad son capitales, porque a mi parecer es una de las personas que mejor se adaptaron a su entorno y que más medidas pusieron para evitar el atropello indiscriminado de los indígenas. Algo de lo que no trata en concreto este trabajo, que se centra más bien en entender las razones por las que llegó a ese punto de comprensión de América gracias a las vivencias que recoge en “Naufragios”.

Sus Orígenes

Álvar Núñez Cabeza de Vaca ha pasado a la historia por ser considerado el “descubridor” de la península de Florida. Sin embargo, su papel como explorador, adelantado y soldado no termina ahí.
El propio expedicionario menciona sucintamente sus orígenes, “El tercero es Álvar Núñez Cabeça de Vaca, hijo de Francisco de Vera y nieto de Pedro de Vera, el que ganó a Canaria y su madre se llamava doña Teresa Cabeça de Vaca, natural de Xerez de la Frontera”. Pero la forma de expresarlo levantó dudas entre los investigadores del siglo pasado que se preguntaban si era él quien procedía de Jerez o era su madre. Tanto Caba y Gómez-Lucena como Valdez Aguilar sostienen que fuera jerezano. No tendría mucho sentido que citara los lugares de procedencia de los cuatro supervivientes y que en su caso citase el origen de su madre. Algunas enciclopedias, como la Gran Enciclopedia Espasa de 1988, llegarían incluso a mencionar que era extremeño. Sin embargo, cronistas de la época reflejan sus orígenes, como Alonso de Santa Cruz, al servicio del mismísimo emperador Carlos V.
Su fecha de nacimiento es un tema más controvertido aun, se estima que nació entre 1492 y 1498, pero algunos todavía especulan sobre su nacimiento en 1500 por unas declaraciones posteriores. Sea como fuere, es interesante remarcar como hasta el concilio de Trento no se daba mucha importancia a la fecha de nacimiento, de hecho, muchos ni la recordaban. El concilio contrarreformista obligó a las iglesias a poner fecha a los bautizos, lo que permite ahondar en estos asuntos con mayor eficiencia.

No procedía de una familia especialmente rica, pero tampoco pobre, tenían una vida acaudalada y pertenecían a la hidalguía. Los Vera usaron el camino de las armas para enriquecerse, sirviendo a la monarquía en los distintos combates expansionistas que tuvieron en el siglo XVI, el más insigne de estos fue la conquista de las Islas Canarias que tanto ayudarían a la posterior expansión americana. Esta familia no estuvo exenta de ciertas irregularidades ya que, durante el gobierno de Pedro de Vera en La Gomera, se llevó a cabo una matanza de guanches que hizo que los Reyes Católicos le expulsaran fulminantemente de su cargo. No cayó del todo en desgracia ya que se redimió ejerciendo la capitanía del ejército durante el asedio de Granada. Valdez Aguilar señala que la mala fama de su familia serviría como revulsivo para concienciarle sobre los derechos de los indígenas.
Lo verdaderamente notable es el origen de los Cabeza de Vaca, es decir, la rama familiar a la que pertenece su madre, la cual le daría al principio las oportunidades suficientes para destacarse ya que Tras la muerte de sus padres -cuando él tenía unos doce años- sería su tía Cabeza de Vaca quien tomase a él y a sus hermanos a su servicio.

Durante los prolegómenos de la Batalla de las Navas de Tolosa, Martín Alhaja, un pastor, labrador o posiblemente vaquero se encontró con el rey Alfonso VIII, desesperado porque no encontraba ningún paso para enfrentarse al ejército bereber desde una posición ventajosa. Alhaja sabía un paso que podría ayudarles, y les guio a través de un sendero hacia una cima que terminaba con un poste y un cráneo de vaca en él. Gracias a este paso, la triada monárquica cristiana pudo vencer en su cruzada contra el “infiel” musulmán y parar al poderoso imperio Almohade. Agradecido por esto, nombró hidalgo a su nuevo vasallo que colocó en el escudo seis cabezas de vaca. Desde entonces se haría llamar Cabeza de Vaca y su linaje llevaría con orgullo este nombre. Valdez Aguilar menciona que a quien informó fue a Sancho III, sin embargo, en la correspondencia entre Inocencio III y Alfonso VIII este último parece ser el avisado por el supuesto pastor.

La temprana muerte de sus padres y este glorioso pasado lleno de conquistadores instarían a un joven austero, pero con grandes ambiciones de gloria y honra, a servir en Italia, donde participaría en la derrota de Rávena. Al volver a Castilla se pondría al servicio de nada más ni nada menos que los duques de Medina-Sidonia a los que serviría como una especie de contable de compras, algo que le serviría indudablemente para su puesto de tesorero en la expedición de Pánfilo de Narváez.
Mientras estaba al servicio de esta poderosa familia también participó en la conquista de Navarra, donde se desempeñó de manera valiente en la batalla del puente de la Reina.Sus aventuras militares no terminarían aquí, pues al servicio de los Medina-Sidonia viviría también las tensiones provocadas por Carlos V que se transformarían en una guerra abierta en el corazón de Castilla entre dos poderes: comuneros y realistas. En Sevilla, estos dos poderes se plasmaban en dos familias nobiliarias rivales, los rebeldes duques de Arcos y los Medina-Sidonia, fieles a la monarquía y al poder imperial. Alvar, fiel a sus señores, reconquistaría el alcázar sevillano en defensa del rey y la casa de Austria.

A partir de 1521 se casa con María Marmolejo, una joven influyente de Sevilla con un importante rasgo: era judeoconversa, lo que no evitó que su familia accediera a cargos de importancia como obispados. Después se le perdería el rastro hasta el comienzo de su aventura conquistadora, donde el joven de ojos azules y pelo rubio se había convertido en un hombre al que el deseo de engrandecer a su familia aun le devoraba por dentro, pues notaba como pasaba su tiempo lentamente y él no había conseguido nada insigne con el que honrar a sus gloriosos antepasados. Con este deseo comenzaría su viaje hacia un nuevo mundo al que muchos fueron, por el que muchos regaron los campos con su sangre y por el que otros tantos encontraron la anhelada gloria.
Firmaba así el 15 de febrero de 1527 en Valladolid su contrato como tesorero real de la expedición por el que percibiría cerca de 350 ducados al mes que, evidentemente, no vería, pues estaban vinculados a las riquezas que encontraran, es más, Cabeza de Vaca tendría que dejar 2000 ducados como depósito en el Tesoro Real de Sevilla como fianza para constatar que no se quedaría con todas las riquezas que encontraran. Esto hizo que muchos de los capitanes que iban en la expedición vendiesen todas sus propiedades, ya que esperaban encontrar toda la fortuna inimaginable en el norte de América.
Para la mayoría, el nuevo continente solo les daría oportunidad de verter su sangre, pasar hambre y alcanzar la muerte.

El viaje: la ruta del explorador

El 17 de junio de 1527, Pánfilo Narváez salía de Sanlúcar de Barrameda con 600 hombres entre los que figuraba el propio Alvar Núñez como tesorero y alguacil mayor. En su periplo pronto tendría que sobrevivir a las inclemencias del tiempo pues, aprovisionándose en la Trinidad una tormenta arrasó el barco que comandaba y murieron cerca de sesenta hombres, los primeros de una larga lista.
Ya en 1528, la expedición llegaría a Florida, concretamente el 12 de abril con 400 hombres españoles, norteafricanos, e incluso esclavos negros. El objetivo de Narváez, líder de la expedición, era colonizar y conquistar la Florida estableciendo un mínimo de dos poblaciones con un centenar de habitantes cada una y que además sobrase la suficiente gente como para establecer dos fortalezas con su correspondiente guarnición. Todo esto sin que el tesoro real se viera afectado, ya que la inversión era puramente privada, pero se hacía en nombre de la corona, una jugada maestra para la corte de un emperador que veía como sus arcas menguaban alarmantemente por el mantenimiento de los caros ejércitos modernos.
Pero la realidad sería muy diferente, cuando llegaron a una bahía de Florida a la que bautizaron “Bahía de la Cruz”, Alvar Núñez se adentró en el continente y encontró un poblado pacífico con rastros de oro, y lo más curioso, algunos comerciantes castellanos muertos junto a su mercancía, la cual incineraron tal y como explica.

Los indígenas que se encontraban en Florida dijeron que los Apalaches estaban repletos de oro, y que se encontraban muy lejos. Caba y Gómez-Lucena apuntan que muy posiblemente se debía a un engaño para que se alejaran de sus territorios, está claro que los indígenas temían el saqueo sistemático de sus territorios para que los castellanos se asegurasen así un aprovisionamiento en su campaña saqueadora, así que les engañaron con la mejor técnica que tenían a su alcance, la mentira explotando la codicia más extrema.
Como guías “tomaron” algunos indígenas, el eufemismo perfecto para indicar que les apresaban y les obligaban a servir en este trabajo. Cuando llegaron allí los conquistadores empezaban a encontrarse enfermos y con las espaldas llagadas por el peso de las armas, pero tan sólo encontraron mujeres y niños debido a que los hombres intentaban emboscarles” o “los conquistadores, con las espaldas llagadas por el peso de las armas, empezaron a encontrarse enfermos y allí tan sólo encontraron mujeres y niños, los hombres se habían marchado para intentar emboscarles. Sin embargo, allí les hablaron de Aute, una tierra muy fértil con mucha comida, así que sus estómagos hablaron por ellos mismos y decidieron partir hacia allá. Cuando los jinetes decidieron desertar, se comenzó a planear una huida elaborando unas barcas que les llevarían de nuevo a la civilización. Por su parte, Pánfilo Narváez, herido con piedras en la cara, estaba cada vez más enfermo y moribundo.

En este momento, muchos castellanos habían muerto a manos de los indígenas. Muy posiblemente, los acorazados europeos no tenían posibilidad de elaborar una guerra de movimientos rápidos y contundentes contra unos indios muy ligeros y conocedores del terreno. Cabeza de Vaca describe que los indios eran auténticos gigantes, con cuerpos muy vigorosos y un dominio del arco inefable capaz de atravesar cualquier cosa. Podemos pensar que era una exageración, ya que, si los comparamos con los nativos de hoy en día, no es que sean especialmente altos, pero tampoco podemos olvidar que el castellano medio era de envergadura pequeña, como se ha podido observar por el registro arqueológico que se conserva en nuestro patrimonio cultural.
Echados una vez a la mar fueron haciendo una navegación de cabotaje en la que pronto empezarían a quedarse sin provisiones y la sed golpeó tan fuerte que algunos decidieron beber agua de mar. Craso error que pagarían con sus vidas ya que cuando una persona ingiere agua de mar, la sal que ésta lleva hace que las células se encojan, para eliminar este exceso de sal el cuerpo genera orina en grandes cantidades, por lo que el organismo expulsa más agua de la que realmente ha bebido, causando así irónicamente la deshidratación. Asimismo, se producirán náuseas, vómitos y la contracción de las venas. En última instancia, si la persona no se hidrata con rapidez caerá en coma y finalmente morirá.
Estas condiciones continuaron hasta que el tiempo empeoró sobre noviembre de 1528 y el fuerte oleaje separó la embarcación de nuestro aventurero de las del resto. Lucharon contra una poderosa tormenta hasta que las pobres embarcaciones con las que contaban no pudieron luchar contra el vendaval y naufragaron en la Isla que más tarde denominarían “Malhado” -mala fortuna- allí, las enfermedades y el hambre matarían a muchos soldados españoles y a otros tantos indígenas con los que convivieron durante largo tiempo y que le iniciarían en el chamanismo como trataremos en otro capítulo. Sea como fuere, otra barca había naufragado cerca de ellos y allí se encontraría con Andrés Dorantes y Alonso del Castillo, sus inseparables compañeros de viaje junto con el posterior Estebanico el negro, un africano al servicio de la corona. Pero más tarde se volverían a separar, puesto que nuestro protagonista caería enfermo y estos huirían de la opresión de los carancaguas en cuanto pudieron.

El hambre fue tan fuerte que se documenta por primera vez canibalismo, devorándose 5 castellanos entre ellos, hasta que el último superviviente fuera asaeteado por unos asustados indios que juzgaron sus actos como algo salvaje.

Durante algo menos de un año, Cabeza de Vaca fue considerado esclavo por los indios carancaguas que le trataban realmente mal, así que para sobrevivir escapó de estos y se unió a los indios coahuiltecas para dedicarse al mercadeo de bienes. Con ellos llegaría a la explanada que hoy ocupa la ciudad texana de San Antonio y posteriormente volvería a reencontrarse con sus compañeros que habían vuelto a ser esclavizados, para entonces ya habían pasado cinco años desde que su nave naufragara. Ellos le contarán el destino del resto de supervivientes que resultaron muertos: algunos devorados entre sí, otros naufragados, otros asesinados por los propios indios. También fallecería el líder de la expedición, Pánfilo Narváez, al ser arrastrado con su nave hacia el interior del océano.
Durante un tiempo sobrevivirían maltratados por los indios, hasta que acordaran fugarse el 13 de septiembre de 1534. A partir de este momento sobrevivirán un largo tiempo comiendo tunas, una fruta de la que hablaremos posteriormente. También ejercerán su labor de chamanes curando a todos aquellos que les seguían y les consideraban una suerte de hijos del sol. De hecho, su actividad milagrera fue tal que menciona la “resurrección” de un indio al que sus familiares creían muerto y que como bien argumentan Caba y Gómez-Lucena, podría ser alguna especie de catalepsia. Según Schneider, cuando se publicó la obra en Castilla no dudó en asegurarse que todo el éxito de los milagreros hispanos había sido gracias a que la conquista de América era una obra proveída por dios. Valdez Aguilar en cambio lo asocia a su formación como chamanes, algo que los otros dos autores no contemplan en sus obras, pero que tiene bastante sentido como veremos más adelante.

Desde su fuga hasta el verano de 1535, los intrépidos conquistadores continuaron con su itinerante rumbo. Su calidad de vida había mejorado sustancialmente desde que se habían dedicado a la curandería, pues ahora no les faltaban provisiones. Allá donde iban recibían lo poco que tenían de los indios, agradecidos por las curas que recibían. De hecho, comenzaron a tener una escolta de indios que les seguían como si fueran un auténtico séquito real que iba rapiñando todos los pueblos que tenían cerca. A partir de este momento, tomaron como símbolo de su estatus unas calabazas que les serviría para ser reconocidos por las poblaciones que cada vez les temían más. Cruzaron el Río Grande y se encaminaron hacia un lugar que esperaban encontrar lleno de riquezas. Para ello, cruzaron la Sierra de Gloria y el río Salado en busca de una civilización que dominaba los metales. Lo máximo que encontraron fueron mantas de “vacas”, que realmente eran bisontes americanos, es decir, lo que más tarde se considerarán búfalos. Cruzarían cincuenta leguas en tierras ásperas y baldías que poco les podían dar y volvió el hambre de nuevo, pero pronto llegarían a una nueva tierra fértil con hasta tres cosechas al año. Llegaba entonces la navidad de 1535 y poco quedaba de su periplo en el Norte de América.

Cruzando el río Yaqui, ya en Sinaloa, México, encontraron restos de habitación de conquistadores, alegrados, Cabeza de Vaca y Estebanico fueron a buscarles y dieron en el blanco. La vista para los conquistadores tuvo que ser extraña, un negro, una pequeña comitiva de indios y una especie de ermitaño enmarañado con su propio pelo y unos ropajes improvisados que poco dejaban a la imaginación, todo esto acompañado de lo más sorprendente: el lenguaje español que usaban para llamar su atención.
Sin embargo, cuando se reunieran con el capitán Alcaraz en abril de 1536 llegaron los problemas. El soberbio capitán exigió que la comitiva de Alvar Núñez, Dorantes, Castillo y Estebanico le sirvieran a él y no a ellos. De Alcaraz y su perfidia hablaremos más adelante, lo que está claro es que los indios no lo consideraron como tal ya que:
Mas todo esto los indios tenían en muy poco o nada de lo que les dezían, antes unos con otros entre sí platicavan diciendo que los christianos mentían, porque nosotros veníamos de donde sale el sol y ellos de donde se pone, sanávamos a los enfermos y ellos matavan los que estaban sanos, y que nosotros veníamos desnudos (…) que no teníamos cobdicia alguna y con nada nos quedavamos.
Aun así, Alvar aseguraría a los indios que la mejor opción era que se quedasen allí a trabajar las tierras y que adorasen a Dios, que construyeran iglesias y rezasen a la cruz de cristo. Éstos lo hicieron, y los conquistadores sorprendidos no tuvieron más remedio que darles un buen trato.
Tras esto, sería recibido por el virrey e incluso por el mismísimo Hernán Cortés, hasta que regresase a la Península Ibérica el 9 de agosto de 1537, diez años después de su partida y con cerca de 2000 leguas a sus espaldas y un conocimiento sobre el mundo indígena que pocos castellanos han llegado a tener. Es la historia de un superviviente, de un aventurero, de un hombre de su época con el que no es difícil empatizar.

Tras el viaje

Después de su homérica Odisea, el mundo seguía siendo demasiado pequeño para alguien tan intrépido como Alvar Núñez. Lo primero que tuvo que hacer al llegar a la península fue escribir un informe de sus servicios a la corona, para ello solicitaría en 1537 el privilegio de adelantado de la Florida para la conquista de la zona, algo que le sería denegado y otorgado a Hernando de Soto.
Como las deudas le asfixiaban por el falso sueño de riqueza en la Florida, mientras escribía el primer manuscrito de Naufragios, pidió que le nombrasen adelantado del Río de la Plata con la intención de buscar la riqueza de un tercer -y ficticio- imperio en el cono sur de Sudamérica, donde según algunos rumores la plata se producía en gran cantidad y todos los hombres estaban gobernados por un gran Rey Blanco. Evidentemente, ahora sabemos que esto era falso, pero semejante despropósito caló muy hondo entre los conquistadores, que buscando riquezas se embarcaban en imposibles quimeras. Así, Alvar Núñez salía de un sueño de gloria y riqueza para introducirse en otro pues en 1540 firmaba el contrato con la corona como adelantado y gobernador del Río de la Plata. Lo que no sabía, es que al comenzar esta aventura llegaría su muerte política a manos de sus compatriotas castellanos.
Pero antes tuvo que cruzar más de 1000 km con un pequeño ejército de 400 soldados peninsulares -arcabuceros y caballeros- y otros tantos guaraníes a su servicio a través de una espesa selva donde sería testigo de canibalismo entre los indígenas y haría un sucinto repaso por la cultura de los pobladores de ésta zona de cultura tupí-guaraní.

Cuando llegase a Asunción, capital de la zona tras el abandono de Buenos Aires y el fuerte del Espíritu Santo, se encontraría con su segundo al mando y máximo rival: Domingo Martínez de Irala. La anarquía reinaba en la provincia, el desorden era absoluto y Cabeza de Vaca tenía un reto demasiado grande ante él. Al ver esta situación, suspendió una expedición en busca del Rey Blanco y exigió que se cumplieran las leyes de Indias. Alvar Núñez se había imbricado de la cultura indígena en el Norte de tal manera que quería un trato justo para los indios, ya que entendía sus intereses y necesidades. De hecho, no era el primero en defender a los indios, ya lo harían otros antes que él puesto que los españoles fueron los primeros conquistadores en ponerse en la “piel” del otro e intentar entenderlo. Por ello, ordeno respetar su lengua, promovió que los españoles la aprendiesen y protegió a los nativos del fraude en el comercio al que se veían sometidos por los capitanes. También prohibió que los españoles hiciesen harenes con las nativas, algo muy común entre ellos. Todo esto le granjearía demasiados enemigos, más de los que podía afrontar. Es más, los partidarios de Irala llegaron a intentar asesinarle en una batalla contra los guaycurús.
Tras la búsqueda infructuosa del Rey Blanco, Cabeza de Vaca cayó enfermo, momento que aprovecharon los insurrectos castellanos para encarcelarle al grito de “Libertad, libertad”.
Arruinado, encadenado y perseguido, fue puesto en libertad condicional una vez hubiera llegado a Madrid. Su mujer, que antaño había tenido un importante patrimonio gracias a su poderosa familia, moriría por estas fechas arruinada por los gastos de la defensa de su marido. En 1550 el tribunal sentenciaría que le eran desposeídos todos sus cargos por ladrón, asesino y traidor y además tenía que prestar trabajos forzados en Argel, algo que le sería conmutado después. Solo, enfermo y hundido en la más absoluta miseria, publicó en conjunto sus Naufragios y Comentarios, las dos obras que le harían alcanzar la trascendencia más absoluta, más allá de la que consiguieron el resto de sus famosos -en la época- familiares. Poco antes de su muerte, Felipe II, conmovido, le otorgaría una pequeña pensión de 12 mil maravedíes hasta que finalmente en 1559 le hallasen muerto en la soledad del convento en el que residía.

Estebanico el Negro

Si bien la figura de Dorantes o Castillo son interesantes, sobre la persona de Estebanico recaen gran número de investigaciones e incluso libros de ficción como “The moor’s account” de Laila Lalami. Se ha convertido en una figura muy importante en los EEUU y ríos de tinta han salido de las plumas de muchos investigadores que han visto en él un personaje muy especial.
Se considera que era un esclavo ya que los diminutivos entre la servidumbre eran muy típicos, era un gesto de condescendencia del amo hacia alguien a quien habían cogido cierto cariño pese a su condición. Seguramente su amo, Andrés Dorantes, lo compraría a algún comerciante de esclavos portugués. Sea como fuere, Estebanico se convertiría en uno de los primeros africanos en pisar el continente americano, aunque evidentemente convertido al cristianismo – aunque se refieran a él como moro – ya que la corona no permitía la entrada de otros credos al continente.
Se sabe que llevó a cabo labores de guía para una segunda expedición en 1539, cuando el virrey Antonio de Mendoza escuchó los testimonios de los supervivientes de la expedición de Narváez que hablaban de grandes riquezas en siete místicas ciudades -que jamás encontraron-. Encargó la misión de su búsqueda al franciscano Marcos de Niza que tomó como guía a Estebanico.
Estebanico, con sus grandes conocimientos de supervivencia en esta zona se adelantó al franciscano como vanguardia y se armó con su propio séquito de indios que le protegía utilizando el chamanismo como herramienta. Otras fuentes apuntan a que tuvo un enfrentamiento con el fraile y que se adelantó con esta razón. Lo que está claro es que no fue bien recibido en Zuñi y que allí murió intentando escapar de la ciudad, al menos según algunos indios supervivientes.
Maura asegura que realmente no murió, sino que los indios con los que tan buenas relaciones tenía le ayudaron a liberarse de su cautiverio y vivir como realmente él quería. Es una teoría que suena muy bonita, pero que en principio no parece sustentarse en una base documental seria, más que nada porque no hay ningún documento que suscriba estas palabras. No dejan de ser una serie de conjeturas sin mucho fondo.
Estebanico no es más que otro ejemplo de la gran movilidad que tenían las personas en la Edad Moderna y su enorme capacidad de adaptación al medio. De ser un esclavo africano pasó a sobrevivir perfectamente en entornos agrestes y hostiles, enfrentándose a los habitantes de Norteamérica y también a los elementos. En Naufragios, Alvar Núñez no da muchos datos de sus compañeros, pero desde luego del que menos información da es de Esteban, algo que podríamos ligar a su condición de esclavo, ya que no era considerado una parte importante del grupo.

Crítico con los abusos de otros descubridores

¿Cómo puede un hombre blanco, por mucho antepasado heroico que acumule, sobrevivir nueve años caminando por tierras ignotas, por trochas de selva, malcomiendo carne cruda (cuando había algo que comer), alimentándose de raíces y agua de pantano, de insectos, de curtir con los dientes el cuero de sus caballos por mitigar el vacío del estómago? La dureza de Álvar Núñez Cabeza de Vaca es extraordinaria. El 9 de agosto de 1537 desembarcó en Lisboa, y de ahí a España, donde llegó arruinado. Había descubierto el río Mississippi, el río Grande y Sierra Madre. Pero sin otra fortuna. Dicen que escuchó más de 1.000 lenguas distintas en aquel decenio salvaje. «Fue un jerezano justo y entero, capaz de resistir sin inmutarse los azares de la adversidad», explica Juan Gil. Mientras escribía los Naufragios (que nacieron como relato oral) pidió que lo nombrasen adelantado del Río de la Plata, por ver si encontraba algo de fortuna en otro viaje a lo remoto.
A finales de 1540 emprendió su segunda expedición a América junto a su inseparable Estebanico el Negro (uno de los primeros africanos en pisar el continente americano), entrando por la isla de Santa Catalina.Era enero de 1541. Ya en tierra, guiado por indígenas tupís-guaraníes llegó hasta Asunción de Paraguay. Fue el primer europeo que describió las cataratas de Iguazú. Las llamó Salto de Santa María.

Cuestionado y derrotado al defender a los indígenas de los abusos de los conquistadores españoles que se establecieron en Paraguay y Río de la Plata, regresó a España en 1544 (él también había cometido abusos). Trajo el honor de hidalgo bajo mínimos. Sin hacienda. Pero conservó la bravura de sobrevivir mejor que todos sus verdugos. Mandó escribir las Confesiones. Era la prolongación natural de los Naufragios. Y así lo advirtió Álvar Núñez al pedir a la reina Isabel de Portugal licencia de impresión de ambas obras: «El un libro y el otro era todo una misma cosa y convenía que de los dos se hiciese un volumen».
Es el relato extraordinario de otra conquista, la de la supervivencia. Escrita con pulso de fiebre, conmovió a Felipe II cuando ya Cabeza de Vaca estaba en el último vagido: arruinado y solo. El Rey le concedió una pensión de 12.000 maravedíes. Lo habían condenado al destierro en Orán, pena de la que fue indultado. Los últimos años se retiró a un monasterio, con sus fantasmas. Ningún sueño de tierra nueva llegó más lejos ni hubo gloria de conquista tan devastada. A Álvar Núñez Cabeza de Vaca lo encontraron muerto en su celda. Era 1559. Derrotado, manso, solo. ¡Que las olas me traigan y las olas me lleven,/ y que jamás me obliguen el camino a elegir!

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Conquistador, náufrago, chamán, comerciante y finalmente un indio más, este español vagó de La Florida a California antes de poder volver a casa... para regresar a América de nuevo.

«Fueron seis años el tiempo que yo estuve en esa tierra solo entre ellos y desnudo, como todos andaban» (Álvar Núñez Cabeza de Vaca, Naufragios)
La vida del conquistador Álvar Núñez es la historia de un fracaso hecho victoria. Porque Cabeza de Vaca falló en su empresa de conquistar y gobernar el sur de la Florida, sí, pero consiguió vivir con los indios seis años, aprendiendo sus costumbres y dando al mundo uno de los primeros tratados sobre América. Del viaje que pudo significar su muerte -como así fue para los centenares de hombres que cruzaron el Atlántico con él-, sacó el conocimiento más profundo que hasta ese momento se tenía en Europa sobre las costumbres y lenguas indígenas.
En su hoja de servicio a la Corona, Núñez tiene el haber sido el primer europeo que descubrió las cataratas de Iguazú y el primero en explorar el río Paraguay. En sus 70 años de vida (1488-1558), Álvar Núñez, fue Adelantado del Rey, capitán general del Río de la Plata, pero, sobre todo, un aventurero.

De conquistador a indio desnudo

¿Cómo pasa un hidalgo español de conquistar a lomos de un caballo vestido con brillante armadura a correr desnudo por los montes americanos? Álvar Núñez se embarca con 20 años en su primer viaje a América convencido de que marcha al Nuevo Mundo a hacer fortuna. Este desastre absoluto de expedición lo comanda Pánfilo de Narváez, quien ve como ahora los indios, ahora la Naturaleza, golpea a los suyos y los va matando poco a poco. En Cuba pierde primero 140 hombres. Poco después 70 morirían por una tormenta. Los ataques de los indios y el hambre-hasta los caballos se comieron llegados a este punto- acabó con muchos otros. Perdieron los barcos, fundieron sus armas para hacer herramientas, construyeron balsas.... y en ese momento, en medio de la nada, el golpe de gracia.

Núñez fue curandero y mercader tras integrarse con los indios

Estando cerca de la desembocadura del río Misisipi, la balsa de Álvar Núñez se separó de la de Pánfilo de Narváez, dejando a Cabeza de Vaca con otros pocos hombres a su suerte. Que no fue mala, en realidad, a partir de ese punto. Encontraron un grupo de indios que les dieron refugio y alimento. En ese momento Núñez mira a los indígenas con otros ojos y tira del tan español «allá donde fueres...» Despojados de sus armaduras, viven con los salvajes, quienes les enseñan el idioma y costumbres locales. Por su parte, Cabeza de Vaca y los suyos actúan primero de curanderos -padrenuestros y avemarías que combinan con imposiciones de manos y algunos conocimientos de medicina- y más tarde de mercaderes. Es la historia de cómo los conquistadores acabaron conquistados.
Durante seis años Álvar Núñez vive como un indio más. A ratos les entiende y admira: «Es la gente del mundo que más ama a sus hijos», escribió. A ratos les odia abiertamente: «Los más son ladrones. [...]. Mienten muy mucho y son grandes borrachos». El caso es que el pequeño grupo de españoles llega a dominar seis lenguas indígenas y a ser uno más de la tribu. Pero pueden más las ganas de volver a casa que la experiencia en el Nuevo Mundo. Tras una expedición fallida para buscar la salida de América, Cabeza de Vaca se encuentra con algunos de sus compañeros del viaje desde España hasta Nuevo Mundo y consigue organizar la partida de vuelta a la madre patria. Aunque aún tuvieron que recorrer muchos kilómetros hasta dar con un asentamiento español, con este episodio acabó el primer viaje de Núñez a América.

Cataratas de Iguazú y destierro

Cabeza de Vaca cuenta su historia en Naufragio, no tanto para dar cuenta de su viaje sino para justificar de algún modo el fracaso de su misión y sus seis años perdido en América. Debió convencer el relato en la Corte, puesto que es enviado de vuelta a América en pago por sus servicios. Ahora su destino es el Sur, donde debe ocupar el puesto de Gobernador del Río de la Plata.
En su camino a lo que hoy es la frontera entre Argentina, Paraguay y Brasil contempla las cataratas de Iguazú -de hecho es el primer europeo en dar señales del lugar- y llega tras cinco meses de cruzar valles, montañas y selvas a la sede del Gobierno, en Asunción del Paraguay.Hasta los caballos se comieron los conquistadores para evitar el hambre
Poco tiempo dura en el cargo este desafortunado conquistador. Su especial defensa de los nativos -no hay que olvidar que fue uno de ellos durante seis años- le consiguen la oposición frontal de quienes debían estar a su cargo. ¿Resultado? Vuelta a España, donde es condenado al exilio en Orán. Mediante recursos y alegaciones nunca llegó a cumplir la condena, y murió antes de que fuera firme.
Pero poco tiempo duró tal encargo, puesto que la especial defensa que Vaca planteaba de los indígenas -no hay que olvidar que durante seis años fue uno de ellos- provocó el recelo cuando no directamente la oposición frontal de quienes debían estar a su cargo. Por esto acabó condenado al exilio en Orán, donde finalmente no fue, al morir en Sevilla en 1559, antes de que su caso se resolviese por completo.

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RUBÉN CABA Y ELOÍSA GÓMEZ-LUCENA

Los "Naufragios" de Cabeza de Vaca constituyen uno de los relatos fundamentales para entender la epopeya de los conquistadores españoles en el Nuevo Mundo. Narra su fracasada expedición a la península de La Florida, durante la que hubo de vérselas con toda suerte de dificultades y penurias. Desde los huracanes que les asaltaron en la costa cubana a la esclavitud a que fueron sometidos por los indígenas en el litoral texano, a lo largo de casi siete años, los pocos supervivientes de la expedición. 
Cautiverio del que Cabeza de Vaca pudo fugarse junto con tres compañeros, y que les hizo emprender una larga caminata por el norte de México, tras cruzar el río Grande. Finalmente, en abril de 1536 llegaron –descalzos y cubiertos únicamente por una piel de venado- a las inmediaciones del asentamiento prehispánico de Culiacán, acompañados por una multitud de indígenas a quienes sanaban mediante oraciones e imposición de manos. Habían pasado ocho años desde que partieran a la busca de las riquezas de Apalache. Unas aventuras que, más allá de su valor como documento histórico, a los lectores de hoy nos conmueven por el compasivo valor de su autor y nos sorprenden por sus indicaciones geográficas y sus observaciones más propias de un naturalista que de un conquistador.

Cabeza de Vaca logró fugarse con otros tres compañeros y empezó una nueva caminata hasta que finalmente llegaron en 1536 a las inmediaciones del asentamiento prehispánico de Culiacán. Habían transcurrido ocho años desde su partida. Los autores han llevado a cabo una investigación exhaustiva sobre toda la documentación existente de la época, sobre la cartografía, sobre las investigaciones posteriores y lo que más llama la atención es que han viajado a los escenarios de esta aventura rastreando posibles pistas. Una obra fascinante.


Antonio Pérez Henares rebate el absolutismo de la Leyenda Negra en esta magnífica novela histórica que recrea la fascinante vida de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, el español que mejor comprendió el modo de vida indígena en el siglo XVI.
Las páginas de esta novela nos conducen a través de una vida de leyenda. Desde que el joven Álvar, huérfano de sangre hidalga, sintió la pulsión de marchar a las Américas hasta su viaje, en 1527, en una flota de cinco navíos rumbo a la Tierra Florida donde, tras tempestades y ataques indios, acabó naufragando en la bahía de Tampa. Prisionero y esclavo de los indígenas, logró huir con tan solo tres compañeros más y, de tribu en tribu y cruzar, de este a oeste, todo el continente americano. Un increíble viaje a pie que duró nueve años y en el que acabó siendo venerado como un gran chaman por sioux, apaches, taraumaras y pueblos, hasta lograr dar de nuevo con los suyos y encontrarse con Hernán Cortés en Ciudad de México.
Esta narración, impecablemente documentada, nos muestra la increíble epopeya vital de un conquistador atípico, que convivió durante años con multitud de las etnias norteamericanas, a las que comprendió y defendió, pugnando por una diferente forma de implantar el dominio español en el Nuevo Mundo.

Aunque algunos vean en este estudio un ataque a la mítica figura de uno de los grandes iconos cristianos de la conquista de América, ejemplo de hombre bueno y piadoso en el sentido más auténtico de la palabra, no hay nada más lejano en mi in­tención. La reputación de hombre cristiano y misericordioso la ganó Cabeza de Vaca en Naufragios, narración que hizo de su experiencia norteamericana, sobre la que se ha centrado la opinión general y la crítica académica desde sus primeros tiempos. Re­sulta realmente sorprendente ver cómo su segunda narración, Comentarios, ha pasado prácticamente desapercibida para la mayoría. El Cabeza de Vaca conquistador con ejércitos de hasta 10.000 indígenas, con infantería y arcabucería española en su lucha contra los guaycurues del Paraguay (cap. 22, fol. 29v.) (1), tiene muy poco que ver con el retrato cuasi hagiográfico que hace en Naufragios de sí mismo en referencia al trato da­do a los indios. La desconfianza hacia sus mismos aliados guaraníes también sorpren­de después de toda la retórica a favor del indígena norteamericano que ha hecho que se le comparase al padre Las Casas o al padre Córdoba. Escribe Alvar Núñez en sus Comentarios: «[L]os ballesteros con sus ballestas armadas, y los arcabuceros cargados los arcabuces y las mechas encendidas (según tal caso convenía); porque aunque los indios guaraníes iban en su compañía y eran también sus amigos, tenían todo cuidado en recatarse y guardarse de ellos tanto como de los enemigos, porque suelen hacer mayores traiciones y maldades si con ellos se tiene algún descuido y confianza; y así suelen hacer de las suyas» (cap. 23, fol. 30r).

Para mí, como para la mayoría de los que hemos leído la primera parte de su obra (2), la figura de Cabeza de Vaca me inspiró respeto, misericordia e incluso cierta rabia al ver como el Consejo de Indias le maltrató «injustamente» después de haber sobrevivi­do a las penalidades que tuvo que pasar para poder salir con vida de tantas desdichas y sufrimientos. Fue ésta una de las razones que hizo que yo terminase mis estudios por las mismas tierras por las que él anduvo y uno de los motivos de que me decidiese a realizar mi tesis doctoral sobre este personaje.
A mi llegada a Estados Unidos y durante mis más de dos años de estudios en la Uni­versidad de Texas en El Paso (3), fundé una revista de literatura estudiantil, Ecos Hispanos, y creé la Sociedad Cabeza de Vaca. La editorial del primer número de la revista la dedi­qué a ensalzar la figura del noble conquistador jerezano e incluso conseguí autorización para recaudar fondos y levantar una estatua suya en el jardín de uno de los museos de la universidad (4). Hoy sigo pensando que este genial jerezano se merece una estatua, aunque su rostro debería mostrar la mueca burlona y algo malvada de alguien que ha sabido hacerse pasar hasta el presente por lo que no era, superando en picardía y des­caro a cualquiera de los personajes literarios del Siglo de Oro.

Posteriormente, pasé a la Universidad de Nuevo México, en Albuquerque, donde pu­de cumplir mi sueño de hacer mi tesis doctoral sobre este explorador. Ya empezada la investigación de mi tesis y a partir de dos viajes que hice a varios archivos españoles en los años 1985 y 1986, sobre todo al de los duques de Medina Sidonia, fue cuando cambió mi percepción de tan carismático explorador. Pasó de ser un «héroe cristiano» a convertirse en un genial manipulador tanto por medio de sus acciones como de su obra. Paradójicamente, su figura cobró para mí mucho más interés por la extraordinaria ca­pacidad de convicción desarrollada en su estudiada retórica, que ha hecho que su obra siga siendo hasta hoy motivo de discusión y debate.(5) Fue a partir de entonces cuando el caballero jerezano pasó a convertirse en el «gran burlador» de las gentes de su tiempo y de la mayoría hasta el presente. Todo esto hace que para mí resulte sorprendente que en España no se haya dado a este personaje ni a su obra el relieve que merece. Las razones pueden ser múltiples, ya que lo mismo ha ocurrido con otras figuras sobresalientes que igualmente han pasado y pasan desapercibidas a la crítica convencional española. Como se observará, salvo honrosas excepciones, los trabajos más importantes sobre Cabeza de Vaca se han realizado fuera de España. 

El interés que este personaje está suscitan­do y suscitará, sobre todo en el mundo anglosajón, hace que en muy poco tiempo las pantallas y librerías de habla inglesa empiecen a comerciar y sacar partido del enorme potencial épico-histórico y riqueza literaria que conlleva este periodo inigualable de ex­pansión ibérica por todos los mares y océanos del planeta. Si este individuo hubiese sido un explorador protestante, no dudo por un momento que ya se vería su nombre en calles y lugares públicos de su país. Quiero pensar que esta actitud de cierta apatía en valorar lo nuestro, lo español, lo hispánico en general, está empezando a cambiar. Hay que luchar contra el peligro que surje cuando dejamos que sean otros los que manipulen a su propio gusto y con sus propios errores la historia de España e Hispanoamérica(6) De la misma manera, y también hay que decirlo, gracias a la labor de muchos autores y académicos extranjeros enamorados de la historia y literatura hispánica, tenemos un número cada vez más numeroso de estudiosos que traducen e investigan sobre el riquísimo acervo cultural que, ya de forma escrita o hablada, se expresa en español.


En 1527, durante los primeros años de la conquista española, Alvar Núñez Cabeza de Vaca, tesorero de Carlos I de España, se embarca en la expedición de Pánfilo de Narváez a Florida. La expedición naufraga en las costas de Louisiana. Alvar es hecho prisionero y convertido en esclavo. Después de sufrir todo tipo de humillaciones es dejado en libertad. Se reencuentra con cuatro compañeros y juntos emprenden un viaje de cuatro años que culminará en lo que hoy es el territorio de Sinaloa.


 
Una crónica de supervivencia: los "Naufragios" de Álvar Núñez Cabeza de Vaca | 
Carlos Martínez Shaw

Cabeza de Vaca, el primer caminante de América.