EL Rincón de Yanka: MASONERÍA, ANTICLERICALISMO, PODER POLÍTICO Y PERSECUSIÓN RELIGIOSA CRISTERA 🌑 y LA CONSTELACIÓN MASÓNICA por FERNANDO JOSÉ VAQUERO OROQUIETA

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martes, 6 de octubre de 2020

MASONERÍA, ANTICLERICALISMO, PODER POLÍTICO Y PERSECUSIÓN RELIGIOSA CRISTERA 🌑 y LA CONSTELACIÓN MASÓNICA por FERNANDO JOSÉ VAQUERO OROQUIETA

Masonería y anticlericalismo en España

Buenos días, sus Señorías, mi nombre es Fortunata y Jacinta, esto es “¡Qué m… de país!” y hoy iniciaremos este capítulo citando a Franco, más que nada porque Franco sabía muy bien una cosa: «La masonería es muy buena en Inglaterra y para Inglaterra. Lo malo es que en España sigue siendo muy buena para Inglaterra» (citado por Pío Moa, Los mitos del franquismo, La esfera de los libros, Madrid 2015, pág. 502). Y es que, entre otros servicios, la masonería cumple una función patriótica en el Reino Unido. De hecho, el Duque de Edimburgo, esposo de la Reina Isabel II de Inglaterra, es cabeza de la Masonería a nivel mundial junto al Príncipe Eduardo, Duque de Kent, Gran Maestre de la Gran Logia Unida de Inglaterra. Allí está ubicada la llamada masonería regular –la Gran Logia de Inglaterra–. También cumple una función patriota en Francia, donde en 1773 nace el Gran Oriente francés, organización clasificada ya dentro de la masonería irregular, lo que significa que el gran Oriente francés no depende de la Gran Logia de Inglaterra, aunque ambas mantengan similitudes ideológicas y rituales.

Pues bien, si como decimos la masonería cumple una función patriota tanto en Reino Unido como en Francia, cosa bien distinta ocurre cuando dicha institución ejerce su influencia sobre la realidad social, política y religiosa española, como iremos viendo a lo largo de los dos próximos capítulos. En esta primera entrega analizaremos algunos de los aspectos nematológicos de la masonería y dejaremos para el programa de la semana que viene un breve recorrido por la historia de la masonería en España.

¿Qué es la masonería?

Ya saben ustedes que en este canal somos conscientes del espíritu de partido: sostenemos que pensar siempre es pensar contra alguien o contra algo y que no se puede hacer filosofía sin filosofar contra otros sistemas. Planteado el caso que hoy nos convoca –masonería y anticlericalismo en España– cada uno de ustedes podría tomar partido por una filosofía: por un determinado materialismo o por un determinado espiritualismo, que son las dos grandes corrientes de la historia de la filosofía desde hace 2.500 años. Otra vía sería el escepticismo, pero el problema es que el escepticismo no es una filosofía sistemática: el escepticismo es asistemático por definición, aunque ya veremos que mantenerse escépticos frente a muchas de las interpretaciones que a menudo se ofrecen sobre la masonería parecería lo más prudente. La dificultad que entraña documentarse debidamente es grande, dada la enorme cantidad de información intoxicada que circula sobre el tema y el afán que ponen muchos conspiranólogos en exagerar la influencia de las logias masónicas en la vida política nacional e internacional. Para abordar tan complejo asunto, nosotros tomamos partido por el materialismo filosófico, que es una de las corrientes materialistas dentro de la historia de la filosofía. Y hay que aclarar cuantas veces sea necesario que lo hacemos no en un sentido dogmático o talmúdico, sino porque la filosofía de Gustavo Bueno está ejercitada y representada desde un racionalismo sistematizado y dialéctico. Es decir, el materialismo filosófico no se postula como un sistema filosófico único, perfecto y definitivo que niegue la validez o la existencia de otros sistemas (idealistas o espiritualistas): de hecho, el materialismo filosófico sólo es posible porque se nutre de la confrontación con otros sistemas y porque trata de recubrirlos y triturarlos dialécticamente, siguiendo la tradición platónica.

Y uno de los elementos que definen al materialismo filosófico es su antignosticismo, es decir, el materialismo filosófico niega tajantemente toda revelación sobrenatural como fundamento de conocimiento. Y este puede ser un buen punto de arranque para nuestro análisis crítico porque, tal y como dijo el Papa León XIII, la masonería es la versión moderna del gnosticismo ¿Y qué es el gnosticismo? Pues aquella secta cristiana del siglo II que es considerada por la Iglesia católica como la primera herejía.

Frente al gnosticismo esotérico, el materialismo filosófico postula que lo que es cognoscible para un sujeto operatorio tiene que ser potencialmente conocido por otro. Desde dichas coordenadas se niega tajantemente cualquier tipo de revelación sobrenatural o praeterracional, cualquier tipo de precepto dado a unos pocos privilegiados que se presentarían como confidentes de la divinidad o de cualquier entidad numinosa (telúrica o extraterrestre). Creer tal cosa nos colocaría fuera de la realidad material que nos envuelve, como si fuésemos sustancias megáricas, aisladas, cuando tal caso por metafísico es imposible. En resumen: desde las coordenadas del materialismo filosófico, sistema por el que apagógicamente y no sectariamente tomamos partido, la filosofía que envuelve a la masonería (o a las filosofías de las diferentes logias) es más bien una filosofía de estirpe idealista dada su metafísica. Aunque más que una filosofía, la masonería es una mitología. El Gran Arquitecto del Universo, el Dios de la masonería regular, es un Dios postulado desde una posición claramente monista: un monismo del orden e incluso de la sustancia, porque tal Arquitecto es entendido como el primer analogado de la realidad, el fundamento de la misma, que a su vez impulsa el orden al cosmos, la armonía del universo. El monismo de la sustancia sería como el arché de la metafísica presocrática: el caso de Tales de Mileto, quien postula que todo empieza y termina en el agua. Hay que aclarar, sin embargo, que este Dios de los masones es más bien un Dios deísta que no interviene en los asuntos mundanos y humanos. Por otro lado, en tanto arquitecto, tal Dios hace que todo esté conectado con todo, razón por la que habría un orden, una armonía, en el universo. Esto atenta contra el principio de symploké que postulamos desde el materialismo filosófico y que dice que ni todo está conectado con todo, ni existe nada absolutamente aislado y desconectado de lo demás.

Pero sigamos. La masonería, como todo el mundo sabe, es una sociedad secreta o discreta vinculada a un supuesto conocimiento profundo sólo reservado a los iniciados en los misterios de las logias. Su pompa ritualística, siempre envuelta en inescrutables enigmas, podría explicar gran parte de su éxito, y así lo explica Ricardo de la Cierva, uno de los mayores expertos en masonería en España: «Parece mentira cómo personas serias han podido iniciarse en tales “misterios”; pero miles de ellas lo han hecho y lo hacen todavía hoy. Ese puede ser el más inextricable secreto de la Masonería» (Ricardo de la Cierva, La masonería invisible, Fénix, 2010, págs. 294-295). Todo el mundo sabe, asimismo, que la masonería aparece permanentemente contaminada por las teorías de la conspiración, vinculadas a su vez, con todo tipo de teorías sobre el nuevo orden mundial que, presuntamente, andarían cocinando los globalistas o presuntos globócratas. Pero como prudentemente advierte el filósofo Daniel López: “Conspiraciones hay en todas partes y siempre las ha habido. Ahora bien, hay que distinguir entre conspiración y conspiranoia. Creer que un grupo de hombres, unas élites globalistas multimillonarias, poseen la omnisciencia y la omnipotencia para controlar el Todo, para dominar el mundo, es conspiranoia, porque tal cosa es imposible y metafísica”. Por otro lado, López también señala que igual de imprudente es despreciar la influencia de organizaciones como la masonería, como pensar que estas lo explican o lo controlan todo. Ni tanto ni tan poco. Ni lo son todo ni son nadie. Ni todo ni nada.

En cualquier caso, frente a teorías conspiranoicas que con calzador hacen que todo esté conectado con todo, no hay que olvidar que la masonería es solo una manifestación entre otras tendencias sociales, no la única ni forzosamente la principal. Y en este punto habría que apelar de nuevo al principio de desconexión y conexión o principio de symploké al que aludíamos hace un momento, principio que enunció Platón y que incorpora el materialismo filosófico, según el cual las cosas (o las ideas) se relacionan unas con otras, pero no todas con todas porque entonces caeríamos en la metafísica. Podríamos poner un par de ejemplos expuestos por Platón en El Sofista: «Algunas cosas se combinan mutuamente y otras no, también en lo que respecta a las significaciones sonoras, por su parte, algunas no se combinan, y otras sí, dando de este modo origen al discurso» (262d-e), pues el discurso quedaría excluido «si admitiésemos que no hay ningún tipo de mezcla de nada con nada» (260b); dado que la completa aniquilación de todo discurso «consiste en separar a cada cosa de las demás, pues el discurso se originó, para nosotros, por la combinación mutua de las formas» (259e), y separar todo de todo es «algo desproporcionado, completamente disonante y ajeno a la filosofía» (259d). Y otro ejemplo: «Es músico quien posee la técnica que le permite conocer cuáles (significaciones sonoras) se combinan y cuáles no, y no es músico quien la desconoce» (253b).

Con esta artillería crítica estamos en condiciones de sostener que tan imprudente es pensar que la masonería controla completamente la realidad política en España desde la implantación de los talleres masónicos allá por el siglo XVIII, como despreciar su influencia, dado que tanto la masonería como el krausismo, por poner otro ejemplo, son movimientos anticatólicos. Otra cosa es que haya católicos masones (pero ese ya es el lío que tengan ellos en la cabeza), pero, como institución, la masonería está pensada objetivamente contra la Iglesia católica y no hay que olvidar que tanto la unidad como la identidad de España se conforman históricamente desde coordenadas católicas. Buena prueba de esta dialéctica fue el tremendo peso que tuvo la ideología masónica en la redacción de la Constitución española de 1931 a propósito de las nuevas relaciones que, desde la república, interesaba establecer entre la Iglesia y el Estado. Les remitimos al FORJA 44: “Preparando la Constitución de 1931: la cuestión religiosa” y al FORJA 45: “Segunda República española: Constitución de 1931” donde tratamos la famosa frase de Azaña “España ha dejado de ser católica”. También tratamos allí el decreto de disolución de la Compañía de Jesús y confiscación de sus propiedades, decisión motivada por considerar a esta Orden religiosa como un “peligro” para el Estado, más que nada por la tremenda influencia que ejercía en los ámbitos educativos y por el poder económico que les proporcionaba su riqueza.

Asimismo, tan problemático es entender la política en el sentido totalizador de los globalistas que creen poder controlar el Todo, como entenderla en el sentido armonicista que propugnaban los krausistas y muchos socialdemocrátas en la actualidad. Todas estas posturas carecen de realismo político: ninguna tiene en cuenta que entre los Estados y los Imperios (y dentro de ellos también) siempre se da una lucha dialéctica donde unas partes se enfrentan a otras, limitándolas, deteniéndolas. Recordemos que para los krausistas, la Humanidad era entendida como una sola y toda igual, y que la tal Humanidad caminaba amistosamente –”progresaba”– hacia un destino común gracias al impulso del amor universal (señalemos, por cierto, que Krause era masón, aunque luego se salió). La tesis socialdemócrata apunta en esa misma dirección: propugna un avance paulatino, gradual y pacífico de las sociedades según el cual la “Humanidad” iría integrándose poco a poco en una unidad armónica primordial perdida, buscando recuperar la síntesis absoluta del ideal de la Humanidad, de la perfección del ser humano. Asimismo, las teorías del nuevo orden mundial postulan que habría ciertos grupos o familias conspirando, manejando los hilos del mundo y configurando el futuro de la “Humanidad”. Recordemos que “conspiración” significa “respirar juntos”. Pero tanto la idea krausista de una Humanidad que camina de la mano hacia un destino común, como la idea del gobierno del nuevo orden mundial o la idea del Imperio universal –el proyecto romano, el español, el islámico del medievo, &c.– son imposibles políticos e intoxicaciones metafísicas, tal y como explicamos en el capítulo 33: “¿Qué es España? Parte segunda”.

Pero sigamos. No es difícil perderse en la pluralidad de Potencias y ritos masónicos. En principio existen centenares de obediencias y aun de ritos. Pero tal diversidad sin orden jerárquico es solo una apariencia falaz. La inmensa mayoría de esas obediencias y de esos ritos son puro humo. Según fuentes masónicas más o menos fiables, el 90% de los masones de todo el planeta están involucrados en el sistema de Grandes logias que se reconocen entre sí y están vinculadas, histórica y simbólicamente, a la Gran Logia Unida de Inglaterra, matriz de todas las Grandes Logias de lo que se conoce como «masonería regular» (de ahí que la de Inglaterra reciba también el nombre de Logia Madre del Mundo). El 10% restante no vinculada a la Gran Logia Unida de Inglaterra es considerada «masonería irregular», una especie de herejía sometida a excomunión. A pesar de ello, la masonería irregular dispone de logias poderosísimas como la Skull & Bones (la masonería estadounidense, muy vinculada al poder político que tiene su sede en la Universidad de Yale), la B’nai B’irth (la masonería judía internacional), o el Gran Oriente de Francia (que tuvo como jefe al ex primer ministro francés Manuel Valls, ex naranjito y ahora concejal del Colaudísimo Ayuntamiento de Barcelona). En definitiva, una cosa es la masonería aparente, visible, llamada “azul”, y que se corresponde con los tres primeros grados (aprendiz, compañero y maestro), y otra bien distinta es la llamada masonería invisible, la de las élites, a la que no accede cualquiera y que comprende los grados 4 al 33.

También son consideradas instituciones masónicas, o paramasónicas, Think Tanks de ideología globalista como son el Council on Foreign Relations de Estados Unidos, el Royal Institute International Affairs de la pérfida Albión, la Comisión Trilateral, el Club de Roma y el famoso Club Bilderberg: una trama de financieros alcoholizados del mito aureolar de la globalización. Precisamente Daniel López dará una conferencia sobre este tema el próximo 20 de enero en la Escuela de Filosofía de Oviedo. En resumen: se calcula que existen alrededor de ciento sesenta Grandes Logias de la Masonería Universal dentro de la masonería regular. Estas logias se vinculan a los Supremos Consejos del Grado 33 para la Masonería Regular del Rito escocés y los Supremos Capítulos del Arco Real, así como los organismos rectores de los Cuerpos Colaterales reconocidos.

Respecto a su relación con el comunismo realmente existente, es menester señalar que la masonería fue erradicada de la Unión Soviética. La última logia que quedó en suelo soviético fue descubierta y clausurada por la GPU (la Cheka), que no dudó en fusilar al Venerable y enviar al resto de hermanos a Siberia, como era de rigor. La masonería no volvería a Rusia hasta la caída del Imperio Soviético. No obstante, fuera de la URSS el Komintern veía pertinente que, dada determinada coyuntura, los masones pudiesen ingresar en el partido comunista, como así se lo hizo saber el secretario de la Komintern al secretario general del PCE, José Díaz, en un telegrama enviado el 29 de enero de 1937: «Sería conveniente la entrada en el Partido de oficiales honestos pertenecientes a la Masonería» (citado por Ricardo de la Cierva, La masonería invisible, Fénix, 2010, pág. 541).

En relación al papel de la masonería en España cabe adelantar, a la espera de la segunda entrega sobre esta temática, que la Segunda República vendría a ser el tercer apogeo masónico en la historia de España. De hecho, las grandes potencias masónicas del extranjero felicitaron a la Segunda República porque había sido un rotundo éxito de sus colegas. Pese a que desde mediados del siglo XVIII ya hay registro de masones en España, no está confirmada la existencia de instituciones organizadas. Los registros que pueden rastrearse remiten en su mayoría a comerciantes, militares o marinos extranjeros residentes en la bahía gaditana, sede entonces del comercio con América, súbditos en su mayoría, como pueden imaginarse, de Inglaterra y Francia. El primer apogeo masón ya fuertemente organizado en España tuvo lugar entre 1820-1823 (el llamado trienio liberal de Riego) y el segundo entre 1868-1874, con la Revolución Gloriosa y la Primera República. El tercer apogeo, el de la Segunda República, concluyó de manera abrupta el 18 de julio de 1936, cinco días después del crimen masónico perpetrado contra José Calvo Sotelo, uno de los líderes de la oposición. Como ya indicamos en el capítulo 50 “El fin de la Segunda República española”, tal crimen precipitó la Guerra Civil en España. Curiosamente, los dos apogeos masónicos anteriores también desencadenaron guerras civiles: el de 1820 derivó en la llamada Guerra Constitucional contra los rebeldes de Cataluña y el Ejército de la Fe; y el de 1868 se resolvió con tres guerras civiles: la cubana, la cantonal y la carlista.

Anticlericalismo en España

Antes de iniciar este apartado, queremos invitarles a revisar el capítulo 16 “Anticlericalismo en España: parte primera”. Arrancábamos dicho programa señalando que tanto la sociedad española, como la italiana, la portuguesa, toda Hispanoamérica, Polonia, Irlanda, varios países africanos y asiáticos, Filipinas e incluso Francia (aunque hay que advertir que el caso de Francia tiene sus particularidades), son sociedades católicas y que lo son desde el punto de vista formal, material y objetivo. Esto es, su identidad se conforma históricamente desde coordenadas católicas, no desde coordenadas musulmanas, luteranas, budistas o confucionistas. Y estas coordenadas recubren todo el espectro social, económico, político, jurídico, artístico, moral y ético de dichas sociedades, al margen de que luego haya españoles católicos creyentes y españoles católicos ateos, españoles judíos practicantes o españoles judíos ateos, españoles luteranos creyentes o españoles luteranos ateos. Y es que no es lo mismo un ateo socialdemócrata que un ateo comunista, porque todo depende del acento de la religión o de la ideología de donde venga el ateo: no es lo mismo el ateísmo de Espinosa que el ateísmo de Lenin.

Y en ese sentido resultaría prudente atender, aunque con todas las cautelas, a las posibles infiltraciones de la masonería y de otros movimientos en la Iglesia católica, pues podrían explicar la sospechosa deriva ideológica de esta Institución desde el Concilio Vaticano II: por ejemplo, la Iglesia de Roma ya no habla de superstición vudú, sino de espiritualidad vudú; prácticamente han desaparecido los confesionarios de las iglesias; se celebra a la Pachamama; se estudia la posibilidad de instaurar un nuevo pecado (el pecado ecológico); se rinden homenajes a la protestante Casa Orange de los Países Bajos (familia que lideró la rebelión contra su Señor natural: Felipe II) al tiempo que el Vaticano decide no inmiscuirse en la polémica exhumación de Franco, distinguido con la Suprema Orden de Cristo, la más elevada distinción pontificia creada para premiar especialísimos servicios prestados a la Iglesia católica. El materialismo filosófico toma partido por el catolicismo como mal menor frente al irracionalismo protestante y frente al fanatismo musulmán. El catolicismo es, por así decir, la religión más materialista dados los dogmas de la eucaristía, la Iglesia como intermediario entre Dios y los hombres, la superioridad del hombre respecto a los ángeles (porque Dios se encarna en un hombre, el hijo de María) y la resurrección de la carne, aunque sea en forma de cuerpo glorioso, porque para vivir y operar se está postulando la condición corpórea del sujeto cognoscente.

La propaganda de las logias masónicas en España siempre tuvo un tinte marcadamente anticlerical, como hemos ido observando en capítulos anteriores, y el anticlericalismo en España es un fenómeno que brota con intensidad a partir del siglo XVIII. Quizás el primer fenómeno anticlerical masivo de la historia de España fue el de la expulsión de los Jesuitas decretada por Carlos III. Dicha supresión fue firmada en 1773 por el papa Clemente XIV debido a la presión que ejercieron sobre él algunos monarcas católicos en defensa de las regalías, esto es, en defensa de ciertos derechos y prerrogativas que consideraban exclusivas de los reyes, inherentes a la soberanía del Estado, y que chocaban con los derechos del Papa y con el excesivo poder que las órdenes jesuíticas habían ido adquiriendo. Antes de esto, los jesuitas ya habían sido expulsados de Portugal y de sus dominios de ultramar (Brasil). Más tarde de Francia, conocida entonces como la «hija mayor de la Iglesia» y cuyo rey era llamado «el Rey Cristianísimo». Recordemos que Francia era católica pues había expulsado a los hugonotes liquidando de esta forma al protestantismo, pero es que la relación entre el poder político y el poder religioso en Francia resultaba bastante inestable. Y por eso, entre otras cosas, han surgido tantos movimientos revolucionarios en Francia.

Lo que sucederá es que a partir del siglo XVIII la moral en Francia empezará a ser administrada por una nueva clase social e intelectual, los ilustrados franceses, que sustituirán un mito por otro: La Diosa-Razón, la ciencia, la Razón, la Ley Natural. Así, Voltaire atacará al catolicismo por considerarlo el enemigo de la Razón y del Progreso y al judaísmo por ser “el pueblo más abominable de la Tierra”. Con intención geopolítica evidente, los ilustrados franceses empezaron a interpretar el mundo hispanocatólico como la representación de la ignorancia, de la irracionalidad, del fanatismo y del oscurantismo, razón por la que estaría incapacitado para el pensamiento científico y filosófico. Este tipo de pensamiento prendió rápidamente en la mente de la nueva dinastía de la monarquía española, los Borbones de ascendencia francesa, así como en ciertas élites. Hubo una asimilación acrítica de los prejuicios de los ilustrados franceses y empezaron a practicarse políticas antiespañolas y anticatólicas: pretendían amordazar al clero, apoderarse de las escuelas y de la educación en general, marginar a la Iglesia de la vida pública, reducir la religión a lo escondido de la conciencia individual, en sintonía con el protestantismo.

Este anticlericalismo explica, asimismo, el enorme éxito del krausismo en España, una filosofía importada desde el norte de Europa para combatir a la presunta España castrense y frailuna. Esta corriente filosófica contó con el apoyo expreso del gobierno liberal, ya que le ofrecía herramientas teóricas muy precisas para enfrentarse a la influencia de la Iglesia y para luchar contra los socialismos revolucionarios. Los krausistas sostenían que, en esa búsqueda de una alianza mundial, la masonería purificada resultaría un buen punto de partida.



Masonería, Iglesia católica y poder político


Buenos días, sus Señorías, mi nombre es Fortunata y Jacinta, esto es “¡Qué m… de país!” y hoy empezaremos este segundo capítulo dedicado a la masonería citando a nuestro abnegado creador, Don Benito Pérez Galdós quien, en el número 14 de sus Episodios Nacionales, el titulado “Los Apostólicos”, señala lo siguiente: “(En 1820 la masonería era) una poderosa cuadrilla política que iba derecha a su objeto, una hermandad utilitaria que miraba los destinos como una especie de religión… Y no se ocupaba más que de política a la menuda, de levantar y hundir adeptos, de impulsar la desgobernación del reino; era un centro colosal de intrigas, pues allí se urdían de todas clases y dimensiones, una máquina potente que movía tres cosas: Gobierno, Cortes y clubs”.

Este comentario de Galdós, escrito en 1879, abunda en esa idea bastante generalizada de comprender a la masonería como un instrumento de poder. Sin embargo, las Constituciones de Anderson, consideradas como el inicio de la masonería moderna, establecen la teoría masónica del apoliticismo y de la aconfesionalidad: la segunda Obligación de estas Constituciones se refiere, por ejemplo, al deber masónico de obedecer a las autoridades y de no implicarse en conspiraciones, mientras que la Obligación sexta prohíbe hablar en las logias sobre religión, naciones o política. Pero en la práctica observamos una y otra vez cómo sus miembros contradicen estas normas internas y muchas son las investigaciones que demuestran la fuerte influencia que la masonería ha ejercido históricamente a nivel político. Por tanto, y tal y como advertíamos en el capítulo anterior, tan imprudente es pensar que dichas organizaciones ejercen un poder oscuro capaz de controlar el Todo, como imprudente es despreciar su ascendencia en la vida social, política, económica y religiosa dentro de la dialéctica de Imperios y de Estados, así como en la lucha entre los distintos grupos dentro de estos. Y un ejemplo claro de esta dialéctica de clases fue la Gran Guerra que sirvió, no solo para fragmentar a los proletarios del mundo, sino para dividir a esas logias masónicas que pregonaban la armonía universal humana, pero cuyos cofrades pronto se distribuyeron entre germanófilos y aliadófilos…

Debemos huir, por tanto, de las interpretaciones integristas que hacen del mito masónico el gran responsable de la conspiración universal, pero sin olvidar, por ejemplo, que más de quince Presidentes de los Estados Unidos han sido masones y que esta nación de Norteamérica es la primera potencia masónica del mundo, por encima de la propia Inglaterra, patria indiscutible de la moderna masonería universal desde que en 1717 se fundó la Logia de Londres y en 1723 la Gran Logia de Inglaterra. Tampoco podemos olvidar que las Constituciones Masónicas, impresas por primera vez en este año de 1723, fueron redactadas por dos pastores de la Iglesia Protestante Anglicana y que la Iglesia anglicana es una Iglesia nacional que se gesta, precisamente, contra la autoridad de Roma y cuya cabeza visible es el monarca inglés. Es decir, el poder político y el religioso están inextricablemente unidos en Inglaterra, lo que supondría un cesaropapismo. También es un hecho indiscutido el vínculo histórico que existe entre la masonería y la Iglesia anglicana: en la actualidad, la Reina Isabel II de Inglaterra es, honoríficamente, la mayor autoridad masónica y casi toda la jerarquía episcopal anglicana está afiliada a la Gran Logia de Inglaterra. Todo esto, como es natural, tiene un reflejo en la realidad política de Reino Unido: baste mencionar que, tras la separación de las 13 colonias, la Gran Logia Unida de Inglaterra fue un punto de apoyo fundamental para la construcción del Segundo Imperio británico y para hundir al Imperio español en América. Insistimos: no se trata aquí de identificar a la masonería con ese poder oculto que domina toda la política seguida por Inglaterra y Estados Unidos desde hace dos siglos, sin embargo, consideramos que estos movimientos e ideologías deben tenerse en cuenta sobre todo al componerse con otras que perseguían objetivos compatibles y, tal y como indica Iván Vélez: “Parece evidente que los círculos masónicos sirvieron de caldo de cultivo de ideologías fuertemente antihispanas, pues su oposición al Antiguo Régimen pondrá en su punto de mira uno de los atributos fundamentales de tal Imperio: su carácter católico”.

Hay que valorar, por otro lado, que todas las obediencias masónicas se identificaron con la Ilustración: desde entonces, numerosos políticos en Francia han sido masones y de origen masónico son las divisas “libertad, igualdad y fraternidad” de la Revolución francesa, así como la expresión “Siglo de las Luces”. También es un hecho probado que Napoleón convirtió a la masonería francesa en instrumento político colocando a José I en el trono español, que era Gran Maestre. Volvemos a insistir: no hay que tirar de exageraciones y sostener que la Revolución Francesa y las guerras napoleónicas fueron exclusivamente producto de un complot masónico, pero hay que tener en cuenta que la masonería formaba parte de dicha trama. Asimismo, en Italia el rey Víctor Manuel II, Garibaldi, Manzini y un sinfín de grandes figuras de la política fueron grandes maestres y todos los llamados “Libertadores” en Hispanoamérica como Miranda, Bolívar o San Martín estaban iniciados en la masonería. Miguel Morayta Sagrario, periodista y catedrático de Historia en la Universidad Central, ideólogo espiritualista español del siglo XIX, republicano federal iberista y anticlerical infatigable, fue cómplice directo del secesionismo filipino. Miguel Morayta fue el primero en ocupar el cargo de «Gran Maestro y Soberano Gran Comendador» del Grande Oriente Español y, como decimos, había tomado muy pronto partido por los anticlericales secesionistas filipinos. En 1890 Morayta funda en Madrid la logia La Solidaridad para españoles procedentes de las islas Filipinas y, a finales de 1890, encarga al estudiante filipino Antonio Luna Novicio que redacte el proyecto de una organización masónica para Filipinas que siguiera el modelo peninsular.

Leemos el siguiente extracto publicado en agosto de 1896 por el periódico La Dinastía: “En cuanto llegan a la Península los jóvenes isleños para cursar Derecho o Medicina en nuestras Universidades, se encuentran con el banderín de enganche que les ofrecen los Círculos Hispano-Filipinos patrocinados por el señor Morayta y sus masones; y allí, en vez de aprender a amar a España, a identificarse con sus instituciones políticas y sobre todo con su religión –lazo el más estrecho entre los hombres– aprenden a odiar una y otras, resultando de ello el divorcio moral entre la juventud filipina y la madre España, base del divorcio material y de la lucha sorda que puede sobrevenir.» (La Dinastía, Barcelona, martes 25 de agosto de 1896, año XIV, nº 5917, pág. 1, cols. 2-3.) Un mes más tarde, publica una nota del que extraemos los siguientes fragmentos: «Lo primero que hicieron al insurreccionarse los filibusteros filipinos, fue asesinar a los frailes (…) De esta doble desdicha nacional no podrán absolver jamás a los masones españoles todos los jueces habidos y por haber.» (La Dinastía, Barcelona, miércoles 23 de septiembre de 1896, año XIV, nº 5946, pág. 1, col. 3.)

Y es que, como ya comentamos en el capítulo anterior, la masonería moderna –la llamada masonería especulativa o filosófica– nació en Inglaterra a principios del XVIII con una clara vocación anticatólica que resultó muy útil para la configuración nacional de Inglaterra, pero que derivó en un anticlericalismo feroz en aquellos países que se habían mantenido fieles a la Iglesia de Roma, creando graves disensiones internas. También hay que señalar que este primer afán anticatólico derivaría en un proceso de descristianización completo de los principios masónicos, lo que desataría un enfrentamiento aún más enconado con el Papado. Veamos esto con calma.
Breve historia de la masonería

Lo primero que debemos advertir es que la masonería no es un movimiento unitario ni armónico, sino que masonería se dice de muchas maneras y a la vista está la gran variedad de obediencias, rituales, Grandes Orientes, Grandes Logias y Triángulos que coexisten en la actualidad. Hay que señalar, por otro lado, que el origen de todas estas organizaciones es de tradición inequívocamente cristiana y que en su desarrollo histórico aparecen claramente marcadas dos eras o dos épocas bien diferenciadas: la masonería llamada operativa o antigua y la masonería moderna, llamada especulativa, filosófica o simbólica (aunque también valdría decir mitológica, y de una mitología oscurantista y confusionaria, como ya apuntamos en el capítulo anterior).

La masonería operativa es aquella vinculada con los grandes constructores de catedrales desde la Alta Edad Media hasta el XVII y, como vemos, el término tiene un carácter profesional, denota un oficio. Esta masonería primitiva fue reconocida y protegida por la jerarquía eclesiástica y gozó de abundantes privilegios durante la Alta Edad Media. De hecho, el papa Bonifacio IV puso bajo su protección a los masones en el año 614, situación que permitía a los maestros constructores viajar sin restricciones por todos los territorios de la Cristiandad para edificar catedrales, conventos, palacios y otros grandes edificios de la época. Ya en siglo IX aparecen los primeros masones libres (francmasones) que se desvinculan de las órdenes monásticas y empiezan a organizarse en torno a asociaciones gremiales con un agudo sentido corporativista que se traducía en ayudas mutuas generosas. Se reunían y vivían en talleres anejos a la zona de obras a los que llamaban logias –palabra de origen italiano– y, al igual que ocurría con otros gremios, los masones mantenían en absoluto secreto sus conocimientos sobre arquitectura, albañilería y tallado de la piedra: intentaban que su oficio no se devaluara creciendo en exceso, es decir, trataban de preservar el monopolio profesional. La tradición del secretismo masónico proviene de esta reserva gremial de los albañiles medievales a divulgar sus conocimientos sobre el arte de la construcción. Ya en el siglo XIII Etienne Boileau, gran preboste del gremio de mercaderes de Paris, decía: «Los albañiles tienen un secreto que les es propio, durante su reunión ritual prestan un juramento solemne de guardarlo y, a continuación, se dirigen a la morada del Gran Maestro de la Orden, donde se celebra un banquete».

Por medio de rituales de tradición oral, era en esos talleres o logias donde se celebraban las iniciaciones para cada uno de los tres grados de la masonería operativa, iniciaciones que comprendían, por un lado, secuencias profesionales (relacionadas con el conocimiento del arte de la construcción) y también secuencias simbólicas (donde poco a poco empezó a mezclarse la tradición cristiana con la tradición legendaria, esotérica y gnóstica). Precisamente por incorporar ciertos componentes de tradición pagana, ajenos a la doctrina cristiana, la Iglesia empezó a recelar de ciertos comportamientos masónicos y ya en el Concilio de Rouen de 1189 se prohibieron ciertas asociaciones. Porque hay que tener en cuenta que el catolicismo, en tanto universalismo, se opone a todo secretismo y a todo gnosticismo.

Con el ascenso de la burguesía durante el siglo XV y la puesta en marcha del nuevo sistema mercantilista y pragmático del Estado moderno, dio inicio un periodo de transformación de estas asociaciones. Coincidiendo con los inestables y violentos tiempos de la reforma protestante, se interrumpió la construcción de grandes catedrales y para evitar la decadencia absoluta, las logias inglesas y escocesas abrieron sus puertas a los masones llamados “aceptados”, personas ajenas al arte de la construcción que se dedicaban sobre todo al intercambio de ideas filosóficas y políticas: abogados, maestros, médicos, hombres de letras, comerciantes, políticos e, incluso, sacerdotes. Inmersos en el humanismo propio del Renacimiento, estos masones “aceptados” empezaron a especular en torno a la construcción del hombre nuevo a través del perfeccionamiento intelectual, moral y social: “Transformaban de este modo la idea de los constructores de catedrales, que buscaban el esplendor y la belleza perfecta en sus edificaciones, en hacer un edificio interior perfecto, un hombre nuevo, un templo interior de amor y de fraternidad basado en la sabiduría, la fuerza y la belleza”. Esta nueva masonería empezó a predicar el perfeccionamiento personal a través del ejercicio de la virtud, de la libertad, la amistad y el socorro al necesitado.

No será hasta 1717, sin embargo, cuando la masonería se transforma en una hermandad mística y filosófica perfectamente reglamentada. Los pastores protestantes Juan Teófilo Desaguliers y James Anderson redactarían las Constituciones de la nueva masonería especulativa para establecer en una asamblea general la normativa que debería regir en lo sucesivo a las agrupaciones de masones. De esta primera reagrupación nace la Gran Logia de Inglaterra, que será la matriz de la llamada Masonería Regular. Désaguiliers ordenó, al mismo tiempo, la destrucción de documentos para borrar las huellas de una masonería operativa que había sido católica durante siglos para acentuar los rasgos gnósticos y las evocaciones paganas en detrimento no solo de los componentes católicos, sino de los rasgos cristianos en general. Este fuerte sentimiento antipapista afectaba de forma profunda a Desaguliers, descendiente de hugonotes salidos de Francia hacia Inglaterra tras la revocación del Edicto de Nantes de 1685.

Cabe insistir, por tanto, en que la masonería operativa era de tradición profundamente cristiana: sus rituales estaban transidos de fe cristiana y de invocaciones a Cristo y a su Madre. Pero, a medida que avanza el siglo XVIII, la idea de Dios experimenta una fuerte regresión. Es ahí donde Gustavo Bueno sitúa el llamado proceso de “inversión teológica”: Dios ya no es aquello de lo que se habla, un Dios trascendente fuera del mundo, sino aquello desde donde se habla, un Dios inmanente que va realizándose en el desarrollo del propio mundo. Este proceso de “inversión teológica” se abre cuando la «razón de estado», la ratio imperii, desborda a escala global a la Iglesia católica como institución ecuménica, perdiendo esta las funciones políticas que hasta ese momento mantenía, y dicho proceso comienza, no tanto con la Reforma, sino con el desarrollo del Imperio español en su fase consumatoria. No obstante, los masones ilustrados relegan a la divinidad a una lejanía inoperante, su Dios es ahora el Gran arquitecto del Universo ajeno a las preocupaciones humanas, es el Dios de los gnósticos. Asimismo, empieza a postularse la secularización de todos los valores buscando privar a la Iglesia (sobre todo a la católica) de su fuerte influencia sobre la sociedad, hasta el punto de que el Gran Oriente de Francia se desvinculó en 1877 de cualquier creencia religiosa y dejó a la libertad de sus miembros aceptar o no la existencia de la divinidad. En la Gran Logia de Inglaterra, sin embargo, se impone la obligación de creer en algún Dios.

La primera Obligación de las Constituciones de Anderson establece que los masones no están obligados a seguir la religión del país donde vivan, sino que deben obligarse solo a “la religión en la que coinciden todos los hombres”. Precisamente el Caballero Ramsay, escocés iniciado en Inglaterra, emitió en 1738 un discurso en esta línea universalizante y armonizante que no distingue entre ritos y obediencias y que, en cierto modo, se puede presentar como precursor del relativismo moral y cultural que afecta a nuestro presente en marcha. Este discurso de Ramsay, pronunciado frente a las agrupaciones masónicas de Francia, se considera fundacional de la masonería ilustrada. Por ejemplo, Ramsay definió el conjunto de las “naciones” como “una gran república” y continuaba: “Queremos reunir a todos los hombres de espíritu ilustrado, de costumbres amables, de humor agradable, no solo por amor a las bellas artes sino sobre todo para los grandes principios de la virtud, de la ciencia y de la religión, en los que el interés de la Confraternidad se convierte en el del género humano entero”. Como podemos observar, Ramsay acentúa los elementos supranacionales y filosóficos convirtiendo así a la masonería idealizada por él en una evidente precursora de lo que hoy llamamos mundialismo o más bien globalismo, el famoso Nuevo Orden Mundial. “¡Cuánto agradecimiento se debe a esos hombres superiores que sin interés grosero, sin atender al deseo natural de dominar, han imaginado una organización cuyo único fin es la reunión de los espíritus y de los corazones para hacerlos mejores y formar, en la sucesión de los tiempos, una nación totalmente espiritual en la que, sin suprimir los diversos deberes que exige la diferencia de Estados, se creará un pueblo nuevo, compuesto por diversas naciones, a las que cimentará todas de cierta manera por los lazos de la virtud y de la ciencia!” Vemos aquí perfectamente enunciado ese propósito ideal, armonicista, que más tarde asimilarán los krausistas españoles: una visión carente absolutamente de realismo político, que piensa en la señorita Humanidad como si fuera una sola y toda igual y que no tiene en cuenta a la dialéctica de clases, de Estados y de Imperios. No en vano, la masonería se convertirá en un elemento clave de la doctrina de Krause quien aspirará a la elevación espiritual de una Humanidad, unitaria y solidaria, que se concibe como sujeto de la Historia y que progresa hacia esa idea aureolar gracias al impulso del amor universal.

Vemos, por tanto, cómo poco a poco, pero sin descanso, se consolida una masonería deísta, descristianizada y anti-católica, que se abre a otras religiones y redescubre el paganismo. Esta actitud gnóstica y sincrética se confiesa con toda claridad desde los orígenes de la masonería especulativa. Va naciendo así un conjunto de variadas creencias de doctrina y de moral que pretende ser universal, aceptada por todos, un nuevo credo basado en la tríada “libertad, igualdad y fraternidad”, en la sustitución del Dios terciario por el hombre y en la adscripción, entre otros, al mito del progreso, que hoy exhiben dogmáticamente nuestros progresistas. Durante el siglo XVIII, incluso sacerdotes y miembros del alto clero católico se incorporaron a las logias masónicas, a pesar de los decretos papales que las anatematizaban. Desde entonces, todos los Papas han seguido esta línea y han establecido que Iglesia católica, Sociedades secretas en general y Masonería en particular, son absolutamente irreconciliables porque, ya lo hemos dicho antes, universalismo y secretismo son como el agua y el aceite.

Para ir cerrando este capítulo y abriendo el tema del próximo, más centrado en la historia de la masonería en España, indicaremos que el propio Benito Feijoo se mofó de la sobreabundancia de ceremonias en los rituales masónicos, señalando que tales ademanes en modo alguno podrían sustituir la profundidad filosófica alcanzada por los teólogos católicos. Pero, ojo, porque toda esta parafernalia también fue denunciada por «El Socialista» de Madrid, órgano del Partido Socialista Obrero Español que en 1888 publicó el siguiente comentario: «La masonería con su simbolismo ridículo y su enmarañada nomenclatura, no pasa de ser hoy uno de tantos anacronismos, sostenido por los hábiles (…) La masonería en manera alguna conduce a la emancipación social, antes bien es un estorbo puesto en su camino, y ningún trabajador debe contribuir a fortalecerla: Institución eminentemente burguesa, queda reducida a distracción de sus naturales elementos. Los que no buscan el dudoso auxilio personal, los que no pueden satisfacer ridículas vanidades de aún más vanas y altas amistades, sino que persiguen la abolición de la esclavitud económica, clave de todas las miserias sociales, tienen su puesto en el campo de la lucha de clases, en las filas del socialismo revolucionario».

Y en este punto cerramos esta entrega de hoy, momento que aprovecharé para anunciaros que, lamentándolo mucho, he de parar temporalmente la actividad del canal de YouTube de Fortunata y Jacinta (unas semanitas, no más, justo hasta después de la Navidad). En primer lugar, porque se lo debo a mi familia, pero también porque precisamente el día 13 de enero, Paloma Hernández, o sea, el sujeto operatorio que encarna la ficción de Fortunata y Jacinta, hará una intervención en la Escuela de Filosofía de Oviedo en torno a la figura de Don Benito Pérez Galdós. Aprovecho para recordarles que este año 2020 se celebra el primer centenario de la muerte de este insigne escritor español, a cuya pluma debemos la obra titulada “Fortunata y Jacinta”. Yo destinaré parte del periodo navideño a estudiar con calma algunas de las particularidades de este figurón de la historia de España: su convencido patriotismo, por ejemplo, pero también su acendrado anticlericalismo. Es decir, someteremos a crítica a nuestro abnegado creador.

Anunciaros también que, en la medida de lo posible, me mantendré activa en la red social Twitter y aprovecharé para arreglar el jaleo de los audios en Ivoox, subir los guiones que faltan a la web, dar cumplida respuesta a todos los que me escribís por privado, enviar las recompensas a los mecenas de Patreon y atender otras tareas logísticas que tengo pendientes. Quiero enviar desde aquí un afectuoso saludo a Rafael Pal, quien ha tenido el hermoso detalle de distinguir a este canal con uno de sus premios honoríficos. Tal y como le dije a él, casos como el mío, el suyo propio, el del resto de homenajeados y otros muchos, revela hasta qué punto somos los españoles de a pie quienes, una vez más, emprendemos la defensa de la Nación con los recursos que tenemos a nuestro alcance: sin el soporte de las instituciones públicas, sin el amparo de los grandes medios de comunicación y sin la financiación de asociaciones privadas que pudieran hacer nuestra labor más ágil. En mi caso particular, tuve muy claro que debía aparcar los pinceles para abordar la defensa de los vilipendiados españoles: los que fueron, los que somos y los que serán. Es verdad que soy yo la que dedica decenas de horas de estudio para preparar cada guion, la que se pone delante de la cámara y muere de sueño mientras edita los vídeos de madrugada. Pero son cientos de personas las que han decidido apoyar económicamente el proyecto de Fortunata y Jacinta permitiendo, con sus donativos, que el proyecto sea posible. Aprovecho para homenajear aquí a esos pequeños mecenas que aparecen citados en los títulos de crédito finales y que no solo apoyan mi canal, sino que ofrecen generosamente su tiempo, su dinero y su energía para difundir el trabajo de otros youtubers, tuiteros y demás valientes de la red. Yo me nutro a diario de las investigaciones que durante décadas se realizan en la Escuela de Filosofía de Oviedo: sus investigadores trabajan desde las coordenadas de un sistema filosófico potentísimo, una filosofía en español poderosamente capacitada para triturar las miserias ideológicas que nos rodean. Quiero agradecer la labor realizada por todos ellos, labor que permite que canales como el mío puedan enfrentar de forma fundamentada la estulticia moral y la miseria moral de nuestro presente en marcha.

Agradecemos su apoyo a todos nuestros mecenas, nos vemos en el próximo capítulo y recuerda: “Si no conoces a tu enemigo ni a ti mismo, perderás cada batalla”.

LA ADQUISICIÓN MASÓNICA DEL MUNDO

ESCULTURA DE ARENA EN LA PLAYA CONTRA 
EL MASÓNICO GENOCIDA ORDEN GLOBALISTA

Masonería y anticlericalismo en España. FORJA 060

Masonería, Iglesia católica y poder político. FORJA 061

Persecución religiosa en México. FORJA 086


"Turn these people from their past (Apartar a estas gentes de su pasado)". Pastores metodistas.

"Para la penetración pacífica de México es necesario antes descatolizarlo". Presidente Roosvelt

El masón convertido Mariano Tirado Rojas, en el siglo XIX, “quien dice español dice católico, y por eso era indispensable a la realización de los siniestros planes de las logias que nuestro pueblo dejara de ser español para que dejase de ser católico”. 

Las logias que llegan con los ejércitos napoleónicos, y con su hermano José y con los afrancesados; que conspiran para dejar a España sin su imperio americano. Surge una hidra de seis cabezas, el liberalismo, que conducirá, andando el tiempo, al “mundialismo luciferino”, un “Nuevo Orden Mundial que se impone sin resistencias físicas y morales”. Las Cortes de Cádiz, tan alabadas por los liberales modernos, sienten ya poderosamente el influjo de la masonería y nacen las dos Españas, se bifurcan, y empieza la pulsión revolucionaria, que llena de conflictos nuestro siglo XIX, con la salvajada de Mendizábal, auténtico expolio del patrimonio nacional, el más duro ataque a las órdenes contemplativas y a su legado de belleza monacal.

"Simón Bolívar, Libertador, Presidente, de la Gran Colombia. Habiendo acreditado la experiencia, tanto en Colombia como en otras naciones, que las sociedades secretas sirven especialmente para preparar los trastornos públicos turbando la tranquilidad pública y el orden establecido; que ocultando ellas todas sus operaciones con el velo del misterio, hacen presumir fundadamente que no son buenas, ni útiles a la sociedad, y por lo mismo excitan sospechas y alarman a todos aquellos que ignoran los objetos de que se ocupan".












“La lucha no se inicia, ya se inició hace veinte siglos. Esta lucha es eterna... No (debemos) caer en el vicio en que cayeron los gobiernos anteriores que, tolerancia tras tolerancia y contemplación tras contemplación, los condujo a la anulación absoluta de nuestra legislación (anticristiana)... Mientras esté yo en el gobierno, ante la Masonería yo protesto que seré celoso de que (se cumplan) las leyes que someten a los ministros de las religiones a un régimen determinado. En México, el Estado y la masonería en los últimos años han sido una misma cosa: dos entidades que marchan aparejadas, porque los hombres que en los últimos años han estado en el poder, han sabido siempre solidarizarse con los principios revolucionarios de la Masonería."

Palabras del presidente Emilio Portes Gil, que había conseguido los arreglos, en 1929.

A 90 años de la Guerra Cristera, son muchas las lecciones históricas que prevalecen de este hecho. Los años de la cristiada que pasaron de los enfrentamientos aislados hasta un levantamiento masivo, compuesto por diferentes sectores. Los cruzados iban desde jóvenes hasta adultos que, mediante armas rudimentarias como machetes, palos, piedras y hondas, defendían su fe y su iglesia. Una de las cosas más actuales de este hecho es que algunos de los “héroes” dejaron en sus descendientes más que eso, sino a toda una corriente política de pensamiento. Hoy, ocupan puestos clave en partidos políticos e incluso en los espacios de decisión política, empresarial e intelectual. Varios de ellos no tienen una presencia marginal, cuentan con financiamiento público, relaciones políticas y hasta medios de comunicación que dan pie a sus versiones y posiciones. 

No es desconocido que en México, grupos de ultraderecha se han pronunciado contra toda iniciativa sobre el matrimonio entre homosexuales, rechazo al que se ha sumado la jerarquía eclesiástica, lo que representa además de una violación a la ley, un severo daño al Estado laico, el histórico momento que en México logró la separación entre la Iglesia y el Estado, legado del ex presidente mexicano Benito Juárez, uno de los principales triunfos políticos que marcaron la vida pública del país. Y aunque los partidos de “izquierda” y grupos que comparten esta causa se hayan autoproclamado como adalides de las causas de homosexuales y de los derechos humanos de otras minorías, no solo no han condenado estas presiones, sino que su falta de congruencia en la búsqueda de salidas legislativas han fortalecido las posiciones ultraderechistas que dieron origen al conflicto. ¿Es lejana una guerra cristera?
El Papa Clemente XII ya condenaba la masonería en la bula papal In eminenti. Por su parte, León XIII calificaba a esta organización como un “enemigo astuto y calculador” en su encíclica Humanum genus.
Desde 1738 a 1980 hay al menos 371 documentos de la Iglesia sobre la masonería. A ello habría que añadir todos los documentos de los distintos dicasterios vaticanos y de las conferencias episcopales.

VER+:

Alberto Bárcena: 
«Viendo los rituales masónicos comprendes que dentro de la masonería se adora a Lucifer». 
Alberto Bárcena, profesor de Historia, autor de «Iglesia y Masonería», sostiene que la ONU y otros organismos menos transparentes como el club Bilderberg son empleados para imponer leyes de carácter anticristiano al margen de los distintos parlamentos nacionales.





Iglesia y Masonería Las dos ciudades

Lagrimas en la lluvia 064 - Nuevo orden mundial

¿Cómo ser CRISTERO en la actualidad?⚔️Entrevista P. JAVIER OLIVERA RAVASI @QNTLC Contrarrevolución

¡Viva Cristo Rey! Cristeros y contrarrevolución - La Sacristía de La Vendée: 29-06-2023

LA CONTRARREVOLUCIÓN 
CRISTERA

Una verdadera guerra de religión, nunca antes vista en nuestro continente, se desencadenó a partir de ciertas leyes persecutorias contra la Iglesia y sus fieles, en el México de 1926 a 1929. En el conflicto, una gran parte del laicado católico, haciendo uso de los medios pacíficos primero, y violentos después, se alzó en armas contra el gobierno, incluso con el pesar de una gran parte de la jerarquía eclesiástica que dubitaba sobre el curso de acción a seguir.Al grito de «¡Viva Cristo Rey y Santa María de Guadalupe!» los católicos mexicanos intentarán defender los derechos de Dios contra un Estado empecinado por la ideología laicista y anticristiana.Tanto el gobierno como el Vaticano, con la connivencia de los Estados Unidos, luego de entender que la lucha podía ser perjudicial, llegarán a un acuerdo o modus vivendi que los combatientes aceptarán a regañadientes, sabiéndose destinatarios de una muerte segura.Juicios de valor acerca de la obra“Expone claramente la que es su tesis, maneja conceptos bien definidos y arma su discurso muy lógicamente… a través de las obras clásicas que utiliza muy bien. Defiende con pasión a los cristeros, lo que contribuye en mucho a la originalidad de su trabajo (Jean Meyer, del Dictamen como jurado en la tesis doctoral del Autor)“Es para mí una verdadera satisfacción anteponer algunas líneas a este excelente estudio sobre la gesta de los cristeros, uno de los episodios más gloriosos de la Iglesia del siglo XX. (…) En México, hasta hace poco, no se podía ni hablar de este asunto. Había que borrar hasta la memoria de los hechos. Javier Olivera Ravasi ha tenido el coraje de no acatar dicha inicua decisión y, a fuer que lo hizo con diáfana inteligencia” (Alfredo Sáenz, del Prólogo).“Un trabajo valiosísimo que se enfrenta a la conspiración del silencio contra la gran contrarrevolución católica hispanoamericana” (Enrique Díaz Araujo, Director de la tesis doctoral del Autor).

Prólogo 
P. Alfredo Sáenz, SJ

Es para mí una verdadera satisfacción la posibilidad que se me ha ofrecido de anteponer algunas líneas a este excelente estudio sobre la gesta de los cristeros, uno de los episodios más gloriosos de la Iglesia del siglo XX. Nos limitaremos en estas páginas a destacar los principales logros del autor.

Más allá de las interpretaciones meramente económicas o políticas, el Padre Javier Olivera Ravasi enmarca este combate en el contexto de la gran visión agustiniana de la historia. «Dos amores fundaron dos ciudades —decía aquel Padre de la Iglesia y gran teólogo de la historia—: el amor de Dios hasta el menosprecio de sí, la Ciudad de Dios, y la exaltación del hombre hasta el menosprecio de Dios, la ciudad del mundo». Es decir que el acontecer histórico, para que pueda ser entendido cabalmente, debe ser considerado desde los ojos de Dios y del gran designio divino de redención de la humanidad por la sangre de Cristo. Fueron dos cosmovisiones que se enfrentaron en el curso de los siglos. En el siglo XX adquirió un poder especial la facción de la «modernidad». Excluyente de Dios, enemiga de la Realeza de Cristo.

El Padre Javier Olivera Ravasi se explaya en su libro sobre estos temas. Destaquemos el aleccionador análisis que nos ofrece sobre la masonería en el siglo XIX y primeros decenios del XX, con especial atención a sus diversos grupos y obediencias. A ello podría sumársele también, no sólo el ideario de la Revolución Francesa, sino el de la Revolución Soviética, cuyos dirigentes tomaron el poder en Rusia en el año 1917, poco antes del levantamiento cristero, inspirando explícitamente a los sindicatos dependientes del gobierno perseguidor.

El lema del levantamiento católico fue realmente categórico: «Por Dios y por la Patria». La lucha se llevó adelante en defensa del catolicismo y del nacionalismo mexicano, jaqueados ambos por el enemigo de Dios y de la Patria, aquel enemigo que detentaba el poder, con el respaldo del extranjero. Tratábase de dos amores jerarquizados: el amor a la Patria conculcada, subordinado al amor de Dios. Por eso los caídos en aras de la Patria pueden ser considerados auténticos mártires, según las enseñanzas de Santo Tomás. El grito habitual de aquellos héroes: «¡Viva Cristo Rey!», les mereció el nombre sarcástico de «cristeros», dado por sus enemigos llegó a ser no sólo una simple consigna o fórmula de reconocimiento, sino toda una definición. Cuando San Agustín trató de las Dos Ciudades no dejó de señalar que cada una de ellas tenían su propio rey: el de la Ciudad de Dios era Cristo y el de la ciudad del mundo era Satanás.

Nada, pues, de extraño que los dos ejércitos contendientes vivaran a sus respectivos Capitanes. A la pregunta de los «federales», es decir, de los soldados del Gobierno perseguidor: «¿Quién vive?», los cristeros siempre contestaban: «¡Viva Cristo Rey!». Los adversarios, por su parte, no vacilaban en gritar: «¡Viva Satán!». Tratóse, realmente, de una guerra religiosa, como lo hemos señalado reiteradamente. De una guerra teológica. Calles, el jefe de la represión, recibió de parte de algunos cronistas, el calificativo de «un hombre místico». Tratábase, por cierto, de una mística, pero invertida, la de Satanás. El presidente perseguidor entendía, si bien a su manera, que el combate que estaba librando, no era reductible a designios meramente políticos, sino que escondía raíces religiosas. Un periodista norteamericano que lo entrevistó por aquellos días sobre la cuestión religiosa, nos confiesa que quedó consternado por el temor ante las palabras que le oyó decir: «Vi en el fondo de ellas no el odio de una vida, sino de muchas generaciones de odio». Algo semejante manifestaría Portes Gil, quien sucedió a Calles en la presidencia de la República, al término de un banquete: 
«La lucha no se inicia, la lucha es eterna. La lucha se inició hace veintes siglos». Podríamos decir, por nuestra parte, que empezó aún antes, mucho antes, al comienzo de la historia humana, habiendo encontrado su momento crucial en el enfrentamiento personal entre Cristo y Satanás en el desierto. Un testigo presencial nos cuenta que durante el transcurso de la guerra cristera, asistió, en Guanajuato, a un banquete en la zona enemiga, que degeneró en auténtica orgía. Y que el general que la presidía «después de gritar contra Cristo y contra la Inmaculada Virgen, con vocablos inmundos, principió a aclamar a Lucifer por quien brindó entre gritos de aprobación». Las injurias eran contundentes: «¡Muera Cristo! ¡Abajo Cristo! ¡Aplastemos a Cristo! ¡Nuestro dios sea Lucifer! ¡Él sea nuestro jefe! ¡Arriba Lucifer! ¡Viva Lucifer!».
Quisiéramos destacar, para ir concluyendo, el modo tan sapiencial como el autor ha encarado el último y penoso capítulo de nuestra gesta, el de los denominados «Arreglos», si es que arreglos pueden llamarse, que dieron fin a la contienda. El Padre Olivera Ravasi va señalando, con la delicadeza y el respeto debidos, las diversas responsabilidades en este «acuerdo», que muchos de los firmantes sabían que no se cumpliría. La Iglesia cedía en sus posiciones anteriores, y el Estado se comprometía, sin derogar las leyes, esas mismas leyes que habían sido causa del levantamiento, a permitir que se abrieran de nuevo los templos del país.

Refiriéndose a la epopeya de la Vendée, ocurrida en Francia dos siglos atrás, de la que la gesta de los Cristeros es casi como su réplica, un autor francés, Reynald Secher, señaló que el genocidio de vendeanos, que tras la victoria llevó adelante el ejército de la Revolución Francesa, siguió un nuevo genocidio, pero ahora intelectual —él lo denomina memoricidio— merced al cual la epopeya se convertía en un tema tabú, del cual no había que hablar, un tema voluntariamente olvidado. Según la versión oficial se trató de un grupo de «bandidos» que se levantaron en armas y fueron sofocados. También en el presente caso hemos presenciado un largo memoricidio. En México, hasta hace poco, no se podía ni hablar de este asunto. Había que borrar hasta la memoria de los hechos. Javier Olivera Ravasi ha tenido el coraje de no acatar dicha inicua decisión y, a fuer que lo hizo con diáfana inteligencia. Nuestras más cálidas felicitaciones.

P. Alfredo Sáenz, SJ


LA CONSTELACIÓN MASÓNICA
La masonería es un privilegiado «intelectual orgánico» de la modernidad, construyéndose frente a la Iglesia católica. Por ello es preciso conocer sus fuentes herméticas, rosacrucianas, neotemplaristas y cabalísticas. También es imprescindible entender qué es la «iniciación», la «gnosis» y su célebre «método»; así, por este libro desfilan Aleister Crowley, René Guénon y tantos otros. Se afrontan en esta guía los retos del conspiracionismo, la realidad de los Illuminati, el «camino de la mano izquierda», la subversión carbonaria, analizándose sus relaciones con el poder. Y se desvelan todas las organizaciones filo/paramasónicas que operan en España, por supuesto, también las rosacruces y neognósticas.
La Tribuna del País Vasco acaba de editar en su colección de grandes ensayos "La constelación masónica", un excelente trabajo de investigación del escritor Fernando José Vaquero Oroquieta sobre la naturaleza, el calado y el poliédrico significado de la masonería. El volumen, que con toda seguridad se convertirá en una obra fundamental para el estudio de esta materia, relata con una exquisita destreza y un ritmo trepidante el desarrollo histórico de una institución global que, sin duda, ha tenido una importancia clave en la configuración de nuestra sociedad. “La institución masónica, con sus más de tres siglos de historia, ha contribuido poderosamente a diseñar el mundo que conocemos. Occidente está construido sobre mimbres intelectuales imaginados por ilustrados, iluministas, aventureros, militares, políticos, emprendedo res, comerciantes, científicos y pedagogos. Muchos de ellos, masones. Aunque nos cueste imaginar a unas gentes, tan serias y responsables, con sus mandiles y sus extraños rituales en ’templos’ cuya estructura no se comprende generalmente, no son cuestiones caprichosas. Todo responde a un designio”, explica Fernando José Vaquero Oroquieta. 

¿Un designio de poder? 
En buena medida, sí, pues, en definitiva, toda construcción ideológica responde o encubre relaciones poder. Y en la masonería hay mucha ideología. En la “orden”, un neófito puede encontrar lo que quiera y de múltiples maneras: colegas educados, personas con contactos sociales, una educación exigente, un conocimiento esotérico, oscuros políticos… Y profundizará en lo que él considere adecuado a su temperamento. Antaño, la pretensión de conquista del “poder” externo era fundamental; en la actualidad, hay un mayor interés por conocer la propia tradición masónica. Pero su compañero de banco puede ser un delicado estudioso del simbolismo más exquisito, o un filántropo implicado, o un indiferente en todos los aspectos. Y todos son igualmente masones que trabajan la “piedra bruta” al servicio del cambio personal, del “progreso” y de la Humanidad. 

¿Tradición? ¿No es este un concepto contradictorio con el relativismo propio de la metodología masónica? 
Son más de 300 años de ritos reiterados, experimentados, interiorizados y depurados. ¡Claro que existe una tradición masónica! Otro asunto es que, objetivamente, sea con “t” mayúscula o minúscula… depende de cada uno; o del autor o filiación que siga. De ahí que la masonería tenga algo de religioso, sin ser una religión; se hace filosofía, sin ser una filosofía; participa en política, sin ser un partido; etc. 

La masonería de hoy, ¿es la misma de sus orígenes?
No, exactamente. Bien pudo haberse dotado de otros contenidos; de hecho, hubo pugnas, escisiones, controversias doctrinales y políticas, ya en sus inicios y a lo largo de toda su particular historia. Pero siempre ha prevalecido la voluntad de marcar diferencias con la Iglesia católica y relevarla en la guía moral de la sociedad. El que algunos católicos, como Joseph de Maistre, la frecuentaran en su día, sin lograr reformarla ni servirse de ella para sus propósitos, confirma este itinerario iluminista, racionalista y subjetivista. 

Pero ¿qué es la masonería? 
Hay definiciones de todo tipo. No obstante, la cuestión objetiva no es tanto la definición, un concepto reduccionista en todo caso, como aprehender su verdadera naturaleza y sentido. Y para ello debe conocerse su método, símbolos, ritos y organización. Y un poco de su historia, así como las diversas corrientes esotéricas de las que se alimentó, de sus relaciones con la Corona británica, de sus relaciones con la Iglesia católica hoy… Modestamente, mi libro puede aportar claridad en este debate.

Hablando de la Iglesia. En el País Vasco y Navarra nunca hubo muchos masones. Y usted afirma que nuestro mundo está determinado en gran medida por esta institución, ¿no es una afirmación desproporcionada? 
No es cuestión de número, sino de calidad, de saber estar en el lugar adecuado y subirse a la “cresta de la ola” de las mentalidades en alza. Además, la masonería no actúa de forma aislada en un mundo compartimentado. En cierto modo, después de los primeros amagos de globalización a bordo del Galeón de Manila –español, imperial y católico- la constelación masónica fue la primera globalización que trascendió pueblos, naciones, y tradiciones religiosas; aunque en ocasiones, tal y como afirman los masones franceses, por poner un ejemplo, la masonería fuera un instrumento del colonialismo británico. 

¿Goza de buena salud la masonería? 
Sufre de los efectos enfermizos del éxito. Ha conseguido casi todos sus objetivos sociopolíticos: su modelo liberal-democráticoprogresista, y su proyección filantrópica, se han impuesto en Occidente, con la pretensión de cubrir el mundo entero. No está en su mejor momento en números, es cierto; de hecho, tiene menos socios que en épocas anteriores. Y en diversas sociedades, como la musulmana, y en buena parte de Asia, sigue resultando ininteligible y antitética con su idiosincrasia. La globalización de las comunicaciones y de las mentalidades todavía no ha alcanzado la uniformidad racionalista y subjetivista universal. Pero, junto a otros actores, sigue en ello. 

¿Qué opinión le merecen las denominadas teorías “conspiracionistas” alrededor de la masonería? 
Gracias a su “secreto” o “discreción”, según se mire, siempre surgirán personajes tóxicos como Léo Taxil y similares; tanto dentro, como fuera de la orden. Resultan divertidos, intrigantes, sorprendentes… pero oscurecen el verdadero debate; que no es otro que el potencial de las ideas y sus consecuencias. 

Para comprender qué es la masonería, ¿realmente era necesario hablar del hermetismo, el luciferismo, los illuminati, René Guenon, Aleister Crowley, por poner unos ejemplos, tal y como se hace en su ensayo? 
Objetivamente, no. Pero insisto en la importancia de las ideas en sí mismas. Pero dado que hoy todo se mezcla, se combina caprichosamente a gusto del consumidor o del comunicador y se analiza superficialmente, a pesar de estar disponible más documentación que nunca, nos hemos propuesto realizar un estudio sintético, conceptualmente riguroso y descriptivo en sus múltiples expresiones, conexiones y derivas. Al lector corresponde juzgar si el esfuerzo ha alcanzado estos objetivos; pues escribir, por escribir, “otro” libro más sobre la masonería, ciertamente, no me interesaba.

Jean, Meyer, La Cristiada, ... by Netzahualcoyotl H Xochitiot...


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