Es la sociedad civil, idiota
Es imposible encontrar en la memoria reciente un momento más indicado para destacar una cuestión esencial que afecta a nuestro futuro como país, dado que nuestro Gobierno de destrucción parece decidido a llevarnos a la zona cero de la crisis. No dudo que la voluntad del Gobierno de incrementar el daño no es por error, sino deliberada. Cualquier otra opinión queda inmediatamente desmentida por la pertinacia con que se insiste en la misma vía.
Como todo lo que ha hecho Sánchez desde que llegó al poder, tiene un propósito, que no creo que sea solamente permanecer en la Moncloa, pues de ser así lo tendría mucho más fácil con un Gobierno de emergencia o de crisis con el PP y con C's, dado que en cualquier fórmula él seguiría siendo el presidente del Gobierno y con mucha más estabilidad y más posibilidades de revalidar el puesto en unas futuras elecciones que, además, podría presionar para diferir, cuando menos, un par de años.
Si esto sería lo cómodo, ¿por qué no lo hace?
Porque Sánchez tiene un propósito, del mismo modo que lo tiene Iglesias. Y sólo dieren en una cuestión: Iglesias quiere convertir a España en Venezuela. Sánchez quiere convertir a España en Argentina.
¿Razones? Para el primero, la obvia: es comunista y desea ver a España convertida en un país federal, repartido en tantas partes como regiones en las cuales el más tonto del pueblo manifieste un sentimiento de supuesta nacionalidad. Destruir España para regresar al pasado y concluir la Guerra Civil como no pudo concluir entonces. Un país dividido y gobernado como Venezuela. Ése es su ideal. Y nadie puede decir que nos ha engañado. Lo ha dicho desde el primer día y, aunque ha moderado su discurso algunas veces, realmente no ha cambiado ni su programa ni su forma de pensar. Si algún votante no se enteró de esto, es tiempo de decirle que fue, o es, un imbécil.
Éste es el modelo Orwell.
Para el segundo, la respuesta también en sencilla: los modelos del PSOE son la Argentina peronista y el México del PRI. ¿Alguien lo duda? Pues que mire las políticas del PSOE en Andalucía, donde más poder y durante más tiempo ha ostentado, de modo que ha podido hacer lo que realmente quería: sociedad subvencionada, sistema clientelar, limitación del crecimiento (porque cuando las zonas se desarrollan, la gente vota otras opciones más liberales), corrupción generalizada (Eres, cursos de formación, etc, por valor de miles de millones de euros), crisis permanente (ratios de más del 20% de paro crónicos, 30% en el caso del paro juvenil). Eso sí, con una permanente complacencia folclórica para que la gente esté entretenida en su mesocrática felicidad y en su gris abulia. La socialización de la mediocridad es el programa socialista, que ellos llaman igualdad: vida mediocre, ingresos mediocres, felicidad mediocre, logros mediocres, existencia mediocre burocratizada. Sociedades en las cuales la mayoría esté subvencionada o asistida y dependan del poder político que, por esta razón, casi siempre detentarán ellos.
Es el modelo Huxley.
Por tanto, a ambas partes les interesa el estado de cosas, tal y como y está ocurriendo, y no van a cambiar su propósito ni, como dicen ahora, su hoja de ruta. Ambos se necesitan para llegar a esos lugares.
Tiene las de ganar el PSOE porque fácilmente, en el momento en que Iglesias tense demasiado la cuerda, siempre podrá apelar a su falsa responsabilidad para reclamar ayuda del PP y de C's para detener el proceso en el momento que le interese. Porque además, ni PP ni C's se percatarán de que han detenido la ruleta rusa a la que jugamos en la casilla de Argentina y que están condenados a la oposición permanente (y al triste consuelo de suceder al PSOE sólo en los momentos de mayor crisis económica y por periodos comparativamente cortos) y a seguir en la derrota ideológica y moral eterna, ya que son incapaces de dar la batalla. De modo que nadie hará nada por evitar la argentinización.
Si alguien piensa que ese propósito no es real y me lo estoy inventando, que lea la entrevista realizada a un socialista supuestamente moderado, curtido en lo más granado de la socialdemocracia europea, José Borrell, nada menos que jefe de la diplomacia europea, esto es, Ministro de Asuntos Exteriores de Europa, el martes 7 de abril en el periódico El Mundo.
Como buen socialista, el señor Borrell miente descaradamente cuando sostiene que a partir de ahora (por la crisis del coronavirus) "se cuestionarán las políticas de los últimos años de reducción del papel del Estado, de reducción de servicios públicos, de reducción de la fiscalidad y va a poner de manifiesto la necesidad de reformar el mercado laboral (volverlo cada vez más rígido, se entiende)..."
El señor Borrell siempre ha presumido de inteligencia y capacidad. Por tanto, debe saber lo que supone el Estado en los diferentes países y, en consecuencia, que no se ha reducido en ninguna parte (ni siquiera después de la crisis de 2008, pues lo que ocurrió fue que se incrementaron las políticas públicas y la ingerencia del poder político en la economía y se asumieron nuevas tareas por los servicios públicos). Por tanto, sabiendo que no se ha reducido el papel de lo público ni la fuerza de los Estados en las sociedades, tendremos que convenir que el señor Borrell miente, (pues descartamos que sea idiota y no sepa estas cosas).
Lo que propone el señor Borrel lo deja bien claro: "Pondrá de relieve el papel del Estado, que aparece no sólo como prestamista de última instancia; ahora el Estado es el empleador de última instancia, el consumidor de última instancia, el propietario porque habrá inevitablemente que capitalizar empresas con nacionalizaciones, aunque sean transitorias, y el asegurador de última instancia. Aumentará la presencia del Estado. Será de forma permanente".
¿A alguien le cabe alguna duda de que este panorama lo firman ahora mismo tanto Iglesias como Sánchez y que la única diferencia es donde decida cada uno detener la ruleta rusa? Este esquema obedece tanto al modelo Orwell como al modelo Huxley.
Por tanto, que nadie se llame a engaño. Ya sabemos dónde nos lleva el Gobierno actual.
Pero Europa detendrá esta deriva totalitaria, dirán algunos, en el enésimo ejercicio de ingenuidad. ¿No se dan cuenta de que el problema de Europa es que es socialdemócrata? Europa protesta ante Orbán porque éste no se define de izquierdas (aunque todos los populismos son socialistas en el fondo porque todos desean grandes Estados y Orbán en especial, pues defiende: reducir la independencia de la prensa, ¡¡¡como el Gobierno español!!!; reducir la independencia del poder judicial, ¡¡¡como el Gobierno español!!!; controlar al máximo el banco central, ¡¡¡como el Gobierno español!!!.
Europa protesta ante el Frente Nacional francés, pero jamás se le ha oído una protesta frente a Melenchon (tan radical de izquierdas como el Frente Nacional "de derechas". De hecho, más cercano al señor Melenchón al comunismo que el Frente Nacional al fascismo). Hace poco se ha aprobado una moción para condenar el comunismo en el Parlamento Europeo, se dirá. Sí, pero se le denomina comunismo y no socialismo. No se puede estigmatizar la palabra que realmente representa el origen y el problema: socialismo. Palabra que también representa a la inmensa mayoría de nuestros eurodiputados (de izquierdas y también de derechas).
¿Por qué se ha ido realmente el Reino Unido de Europa? Porque le resultaba insoportable la ingerencia socialista de Bruselas.
Esa ya no mayor, sino absoluta ingerencia del Estado en la sociedad que defiende el señor Borrell es la misma que defienden todos los socialistas. Y es la misma que llevó a sus padres fundadores, Marx y Engels, a armar sin duda alguna que Estado y servidumbre son inseparables. Por si alguien tenía alguna duda de lo que pretende el socialismo, recordamos lo que también dice su Padrenuestro: Estado y democracia son incompatibles (Engels). Y lo que dicen dos de sus más cualificados apóstoles: Trostky: "En un país donde el único patrón es el Estado, el que no obedece no come", y Mussolini, otro gran socialista: ""Fuimos los primeros en armar que conforme la civilización asume formas más complejas, más tiene que restringirse la libertad del individuo".
Es decir, los socialistas, con el talentoso señor Borrell a la cabeza, saben que más presencia estatal es incompatible con mantener unos márgenes dignos mínimos de libertad política, pero no les importa. Y no sólo no les importa, sino que la ocasión les pone en bandeja de plata la consumación de su credo.
Mantendrán una apariencia de democracia con algunos medios de prensa supuestamente independientes, pero no será sino el maquillaje de su dictadura. Se dice que el Gobierno español ha comprado la voluntad de algunos grupos y televisiones privados por 15 millones de euros. No es cierto: sólo ha sido la propina del agradecimiento. Esos grupos ya actuaban a favor del PSOE y de Podemos.
Intentan convencernos de que tal deseo de estatalizar toda la sociedad de forma ya definitiva no es una decisión y voluntad política, sino una necesidad imperiosa para luchar contra enemigos como la pandemia del coronavirus.
Es otra mentira. Debemos acostumbrarnos a un nuevo aforismo: "¿Es socialista?: Es mentira".
Los países que mejor han atajado la crisis han sido algunos de los Estados menos intrusivos en sus respectivas sociedades, como Singapur o Taiwan. Es más, en este momento todos los Estados occidentales están tan endeudados que cuesta muchísimo realizar políticas eficaces contra la crisis porque no hay capacidad de endeudamiento ni resortes financieros suficientes. De hecho, España está suplicando limosna a Europa porque no puede hacer frente por sí sola a la crisis (en España, el Estado supone más del 40% del PIB y en Singapur, el 18%). Cabe preguntarse si estos Estados elefantiásicos que soportamos, por fuerza socialistas (no puede haber Estado grande que no sea, por fuerza, socialista), si fueran pequeños y contenidos, y no hubieran llegado a un endeudamiento gigantesco, (imposible de pagar y que supone un robo a nuestros hijos y a nuestros nietos), no serían mucho más eficaces a la hora de luchar contra una crisis económica. De momento, tendrían resortes financieros y de política fiscal que nosotros ya no tenemos porque "se lo ha comido" nuestro Estado socialdemócrata, nuestro Estado de supuesto bienestar, en privilegios y gasto innecesario. De ahí que tengamos que suplicar por coronabonos, porque nadie en su sano juicio compraría deuda española o, si lo hiciera, sería a unos intereses altísimos.
Por supuesto, la única solución socialista a la crisis es gastar más, mucho más, a manos llenas. De gestionar mejor los recursos dados, ni hablar (como ha hecho Corea del Sur con menos recursos que España, por ejemplo, obteniendo un éxito rotundo contra la pandemia). Cuantos más millones se mencionan, más humillación provoca a sociedades que han sido diezmadas por el socialismo (socialismo del PP, también) y que ahora tenemos que pedir limosna.
Nos la den o no, tal vez el señor Borrell debiera preguntarse cómo finalmente se va a pagar la factura. ¿Imprimiendo billetes solamente? Corremos el riesgo de acabar como Weimar. Por tanto, si al final, aunque sea de forma parcial y dilatada en el tiempo, como todas las deudas, se tendrá que pagar, debemos preguntarle al señor Borrel (no digo preguntarle a los señores Sánchez e Iglesias porque no responderían y porque son obtusos, mientras que el señor Borrell no parece obtuso), cómo se generará la riqueza necesaria para sostener el Estado total que predica y a los millones de personas que dependerán directa e indirectamente de él, o sea, casi todos. Porque nada dice el señor Borrell de ello en su entrevista, excepto la socorrida subida de impuestos, que no se sabe quién podrá pagar cuando la crisis acabe con el tejido productivo. Tal vez alguien también tendría que preguntarle al señor Borrell si conoce algún caso en que un Estado total haya podido obtener recursos económicos para hacer próspero el país. No se conoce caso semejante.
En la ideal estatalización que plantea el señor Borrell el tejido productivo que se destruirá será el mayoritario, formado por pequeñas y medianas empresas, que no podrán superar las crisis, y por autónomos. Las grandes empresas no preocupan a la estatalización, porque saben que se les permitirá seguir existiendo porque en manos privadas son más eficientes. Serán lo que han sido siempre las grandes empresas: los mejores apoyos del poder político.
Pero dado que las grandes empresas en España apenas suponen un 20% del tejido productivo, cuando el 80% restante esté bajo mínimos, el lúcido señor Borrell debería haber explicado cómo piensa recaudar lo suficiente para salir de una crisis económica sin precedentes.
El desprecio que muestra el señor Borrell por la sociedad civil, única capaz de crear la riqueza suficiente para salir de la crisis, es proporcional a su deseo lúbrico de lo público. Y es el mismo desprecio que muestra hacia la sociedad civil como si en la lucha contra la pandemia sólo estuviera implicado el sector público, cuando lo cierto es que ciertamente hay varios cientos de miles de funcionarios comportándose como héroes dejados de la mano de su empresario (el Estado), sin medios y sin apoyo, mostrando que el Estado es el peor empleador posible. Pero desprecia el señor Borrell a los millones de personas que durante el mismo periodo han hecho posible que el país continúe funcionando, como productores de servicios básicos, transportistas, vendedores, etc (muchos más en número que los funcionarios aludidos). Además, por supuesto, los que piensan como el señor Borrell no se van a acordar de los sanitarios que trabajan en centros privados, pues no les conceden ni el menor valor ni el menor mérito. También obviarán que han sido las empresas privadas las que han ofrecido esos medios materiales de lucha contra la pandemia que el Estado ha sido incapaz de conseguir en tres meses. Y tampoco tendrán en cuenta que han sido medios privados, mucho más eficientes, los que han reconvertido sus líneas de producción para fabricar esos materiales de EPIS y respiradores que nuestro magnífico Estado no ha sido capaz de conseguir durante meses, a pesar de la urgencia.
Olvida también el señor Borrell y los que piensan como él, que sólo sociedades civiles como la nuestra generan la suficiente prosperidad para que gente como él pueda vivir como príncipes de la industria política. No tenemos prosperidad porque suframos grandes Estados, sino que sufrimos grandes Estados porque nuestras sociedades civiles han sido prósperas y han creado la riqueza suficiente para costear esos mastodontes ineficientes sobre los que reinan los Borrell de este mundo.
Si no fuera porque sabemos que el señor Borrell es tan inteligente, tal vez habría que decirle aquello de: es la sociedad civil, idiota.
Winston Galt es escritor. Su novela más reciente es "Frío Monstruo"
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