Puede que les parezca raro que un músico que comparte y reparte su tiempo entre la música coral, la docencia y la composición se detenga a gastarse en unas líneas prestadas, y así, sin casi venir a cuento, abrir el corazón, las ganas o lo que sea, y hacerles partícipes de lo que cree a estas alturas del partido vital. Pero no podía ser de otra manera, ni en mejor momento que el cumpleaños del papado de Juan Pablo II, sumado a la beatificación esperada - que no necesaria, porque si de algo estamos seguros los que tanto la esperábamos era precisamente de eso: saber que los pobres, los desheredados, los moribundos y los famélicos de esta deteriorada y hermosa tierra no necesitaban a otro santo en los altares, otro nombre en los calendarios- y compartida de la madre Teresa de Calcuta, frente a esa otra Iglesia, que respeto, admiro, quiero y critico, más preocupada en las formas, en los números, en los apellidos, en las procedencias, en el gesto, en los acentos, el instrumento musical, el género, o lo que sea.
Creo en una Iglesia sencilla, sin tanta burocracia, sin escotes ni anclajes, clara, con un lenguaje sencillo, con palabras apropiadas, precisas, valientes, consoladoras, animosas y comprometidas.
Creo en una Iglesia cercana, de puertas abiertas, sin horario, sin pases especiales ni carnés de filiación a éste o aquel sector. Próxima a las preocupaciones de los ciudadanos, de los que entran en sus templos y los que se quedan fuera esperando a que alguien pronuncie su nombre y les invite a entrar, amiga y entrañablemente.
Creo en una Iglesia valiente, capaz de denunciar lo que nos separa a los hombres, lo que daña nuestra moral, nuestra integridad y dignidad humanas; barbaridades como los genocidios consentidos, las guerras aplaudidas, el olvido de pueblos enteros, la marginación cultural, la política abusiva y alejada de la realidad, despreocupada por la mujer y el hombre, por la educación de sus jóvenes. Una Iglesia sin miedo al qué dirán, dispuesta a soportar la crítica y a caminar con su pueblo, a un tiempo, no a destiempo, aceptando cada novedad como un regalo, cada descubrimiento como un empeño y cada empeño como esperanza. Una Iglesia de mujeres y hombres, que mire a los ojos; una Iglesia universal en medio de un mundo cada vez más cercano y cada vez más alejado de lo que realmente nos acerca, nos iguala.
Creo y espero en una Iglesia profética, para ser voz de los sin voz, para los que mueren a diario víctimas del olvido, el hambre, el dolor, el terror, la violencia; los sometidos, los explotados, las prostituidas, las esclavizadas; que denuncia en cualquier lengua, con cualquier código y ante cualquier circunstancia la opresión, la injusticia y la desigualdad, el robo, el sometimiento y la frustración de los que a diario son silenciados para que precisamente la denuncia, el grito, no se oiga.
Creo en una Iglesia que ríe y llora con los que así lo hacen. Una Iglesia fiel al mandamiento del amor, comprensiva y capaz de dar respuesta a los nuevos retos, sin vergüenza, sin complejos, sin metáforas ocasionales, sin miedo. Creo, como la madre Teresa y tantos miles y miles de hermanos, amigos, que la utopía puede dejar de serlo si todos apostamos y luchamos por esta Iglesia que amamos, sabiendo que tenemos la urgente tarea de ser inconformistas. En buena hora.
CARLOS JOSÉ MARTÍNEZ FERNÁNDEZ, músico
YO QUIERO UNA IGLESIA
RENÉ GONZÁLEZ
Hace tanto tiempo yo compre una iglesia,
A precio de sangre entre crudo dolor.
Para rescatar lo que se perdió.
Hace tanto tiempo que envié a mi Hijo,
Hace tanto tiempo que estoy deseando
Y no a las ofertas de una posición.
esa humilde entrega, De un adorador.
Que solo se postra ante mi presencia,
Que no se confunde entre tante gente
Hace tanto tiempo que estoy deseando que
muestren mi imagen, Que es la del Amor.
Buscando alcanzar ser mas grande que el otro,
Que sea distinta solo como Yo
Que no divida como suele aveces
entrando en contiendas, Y en discusión.
Si en el universo el grande soy Yo,
Que rompa cadenas, Liberte al cautivo,
Yo quiero una iglesia que me de la gloria,
Y procure la unión.
(Coro:)
Yo quiero una iglesia que sane la herida,
Yo quiero una iglesia, Que sane al herido,
Que aclare la mente al que esta confundido
Yo quiero una iglesia, Que con su mirada,
Y que hable verdad.
Le brinde esperanza al alma angustiada,
Yo quiero una iglesia que con su alabanza,
De la humanidad.
Yo quiero un rebaño donde mis ovejas
Se sientan seguras, y llenas de paz.
Alli Quiero morar.
Donde mi palabra sea su alimento
Y que fue librada del castigo atróz.
Perfume mi trono me de ese lugar.
Una iglesia que sepa hacer diferencia,
Entre el bien y el mal.
Donde esta la iglesia que fue perdonada,
Aquella que al ver si alguno ha caido,
De tu redención.
Le extiende la mano y perdona su error.
Iglesia despierta ya llegó el momento
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