EL Rincón de Yanka

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miércoles, 5 de noviembre de 2025

LIBRO "UNIDOS AL NACER": 👥 RAFAEL CALDERA Y HUGO CHÁVEZ por GERARDO LUCAS


UNIDOS AL NACER
Caldera y Chávez

GERARDO LUCAS

Gerardo Lucas estudia la relación entre Rafael Caldera y Hugo Chávez, desde antes del Golpe de Estado contra Carlos Andrés Pérez y luego el apoyo de los golpistas y los partidos la izquierda al Chiripero que le permitió a Caldera ganar las elecciones de 1993. Continua con el sobreseimiento a los militares golpistas, que nunca enfrentaron juicio, y habilitó su capacidad de seguir en el juego político que permitió que Chávez llegue al poder.

El libro Unidos al nacer examina la compleja relación entre Rafael Caldera y Hugo Chávez en el contexto de la última década del siglo XX venezolano, periodo marcado por crisis políticas, conspiraciones y el colapso del bipartidismo. En este trabajo se plantea como eje central la interrogante de si ambos líderes estuvieron vinculados antes, durante y después del intento de golpe militar del 4 de febrero de 1992, y cómo este hecho determinó el rumbo político del país.

La obra comienza explicando el escenario político y económico del segundo mandato de Carlos Andrés Pérez. Venezuela estaba dominada por dos poderosos grupos económico-bancarios enfrentados, Grupo Conexus y Grupo 7B, mientras Acción Democrática sufría divisiones internas. A este clima se sumaron la conspiración civil, encabezada por Caldera, Alfaro Ucero, Uslar Pietri y los llamados “Notables”, y la conspiración militar, liderada por Chávez y el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200. Ambas confluyeron en un objetivo común: debilitar y finalmente desplazar a Pérez.

También se describe con detalle el desarrollo del 4F: el fracaso militar de la insurrección contrastó con el triunfo político de Chávez, cuyo “por ahora” lo convirtió en símbolo de esperanza para sectores descontentos. Paralelamente, Caldera pronunció un polémico discurso en el Congreso justificando las razones de fondo de la asonada, lo que lo catapultó nuevamente a la escena política y lo posicionó como presidenciable. Así, el golpe fallido terminó beneficiando tanto a Chávez como a Caldera, de allí la idea de que sus trayectorias estaban “unidas al nacer”.

Analizamos múltiples testimonios y acusaciones que sugieren vínculos indirectos entre Caldera y los conspiradores militares, a través de personajes intermediarios como Vinicio De Sola o Abdón Vivas Terán. Aunque Caldera siempre negó su participación, la benevolencia con la que trató a los golpistas en su segundo mandato — incluyendo el sobreseimiento de las causas, la restitución de derechos políticos, recibimiento en Miraflores, cargos en su gobierno y su incorporación a la vida pública — consolidó la narrativa de complicidad.

El texto aborda también el juicio y destitución de Pérez en 1993, impulsado por un frente heterogéneo de adversarios civiles y militares. Con Pérez fuera del poder, Caldera regresó a la presidencia en 1994 con el apoyo del “chiripero”, una coalición que incluía a partidos de izquierda y a figuras cercanas a los golpistas. La incorporación del MAS y la izquierda que apoyó a los golpistas al Chiripero, fue el Acuerdo – revelado posteriormente por Caldera al periodista César Miguel Rondón – que le permitió acceder por segunda vez a Miraflores. En este marco, Chávez recuperó su libertad y comenzó su camino hacia el triunfo electoral de 1998.

En conclusión, Unidos al nacer sostiene que la caída de Pérez, el discurso de Caldera y el “por ahora” de Chávez fueron hitos que reconfiguraron la política venezolana. Ambos líderes, aunque distintos en ideología y estilo, estuvieron ligados por los sucesos del 4F, que dio origen al fin de una era y al comienzo de otra.

Las personas que quieran leer el libro, sin costo, en PDF, pueden pedirlo al correo-e: lucasgerardo5@gmail.com


INTRODUCCIÓN

Al abordar el estudio de la agitada última década del siglo XX venezolano, nos queda, entre otras, una pregunta no resuelta ¿cuál era la relación entre Rafael Caldera y Hugo Chávez antes y después del 4 de febrero? Para tratar de aproximarnos a una respuesta, necesitamos conocer varios aspectos importantes, entre ellos, que durante el segundo gobierno de Pérez no solo se maquinaron dos conspiraciones militares, además, estaba en marcha una conspiración civil, el origen de ambas, sus protagonistas y los pormenores que los rodearon, será tema a desarrollar en este trabajo. 

También es indispensable resaltar el alcance que tuvieron las palabras pronunciadas por Chávez al entregarse a las autoridades militares, poco después del fracaso de su intentona golpista, el famoso “por ahora”, que caló en el subconsciente colectivo, así como el discurso de Caldera ante la sesión conjunta del Congreso, ese mismo día, justificando y defendiendo a los militares felones, aun cuando la asonada no había concluido, circunstancia que lo sacó de la “reserva” para colocarlo de vuelta en el ruedo de los individuos presidenciables. 

Cuando iniciamos nuestro estudio se nos ocurrió titularlo Unidos al nacer, ya que el segundo gobierno de Caldera y el primero de Chávez son, ambos, por diferentes razones, producto de la asonada del 4F. Pronto me enteré de que el título escogido no tenía nada de original, ya lo había utilizado el propio Chávez con el mismo propósito, así como otros comentaristas.

Gerardo Lucas - CODICIA: Auge y caída de la cúpula bancaria de Venezuela 1974-1994 (1/2)


 
Gerardo Lucas - CODICIA: Auge y caída de la cúpula bancaria de Venezuela 1974-1994 (2/2)

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Af-web-unidos Al Nacer 6 09 25 by Gerardo Lucas


martes, 4 de noviembre de 2025

HOMENAJE A MARGARET THATCHER, EN EL CENTENARIO DE SU NACIMIENTO (T-100) 🙋 por EL INSTITUTO JUAN DE MARIANA



Es una colección de ensayos que conmemora la efeméride de los cien años del nacimiento de Margaret Thatcher (13 de octubre de 1925).
El documento reúne ensayos y artículos de destacados autores como Federico Jiménez Losantos, Lord Daniel Hannan, Pedro Schwartz, Diego Sánchez de la Cruz o Rainer Zitelmann.
A través de sus textos, se examina la influencia política, económica e intelectual de la llamada Dama de Hierro, cuya gestión transformó profundamente el Reino Unido y dejó una huella duradera en la concepción del liberalismo político y económico contemporáneo.
El volumen analiza el contexto histórico en el que Thatcher llegó al poder: una Gran Bretaña al borde del colapso económico, con inflación del 27 %, unos impuestos asfixiantes y unos sindicatos violentos que ejercían una posición dominante en la política económica de las islas.

Sus reformas —privatizaciones masivas, liberalización de los mercados, control de la inflación y reducción del gasto público— revirtieron esa decadencia, disparando el crecimiento, generando más de 3,3 millones de empleos y reduciendo la deuda pública del 54 % al 40 % del PIB.
El documento también destaca su alianza intelectual con Friedrich Hayek y Milton Friedman, quienes inspiraron su defensa del libre mercado y de la responsabilidad individual. Bajo su liderazgo, el Reino Unido pasó de ser “el enfermo de Europa” a un referente mundial de lo que Thatcher llamaba capitalismo popular.
Los textos incluidos enfatizan la dimensión moral y ética de su política, su determinación frente a la adversidad y reflexionan asimismo sobre su contribución a la derrota del comunismo junto a otros líderes internacionales de su tiempo, como Ronald Reagan o Juan Pablo II.

Finalmente, la obra reflexiona sobre la vigencia de sus ideas en el presente: el valor de la libertad económica, la necesidad de limitar el poder del Estado y la importancia de los principios frente al oportunismo político.


Los Héroes del capitalismo: 
Margaret Thatcher

Más allá de sus múltiples logros políticos, su posición, ya desde muy temprana edad, fue en contra de los impuestos, de Europa como institución, del concepto de sociedad -abogando por los individuos-, de la reducción del gasto (incluso, en la educación, cuando ella era ministra -eliminando la free milk for school children-), su apelación a la responsabilidad individual, así como su encarnizada lucha contra la Unión Soviética, por todo ello, bien merece estar dentro del Olimpo liberal. Hay una anécdota que podría describir mejor quién fue Thatcher y porqué su figura debe ser reivindicada con más contundencia. Cuando era jefa de la oposición, en medio de una reunión del partido conservador, un funcionario tímido pronunció algunas afirmaciones sobre la política económica de Gran Bretaña, postulando un camino intermedio entre la planificación soviética y el liberalismo económico, doña Thatcher le interrumpió, se levantó, buscó en su bolso y sacó el libro de “Los Fundamentos de la libertad” de Hayek, lo mostró delante de su audiencia, lo golpeó contra la mesa y dijo “¡Esto es en lo que creemos!” (Berlinski, 2008, pág. 12).

Como siempre, las grandes figuras tienen grandes detractores, especialmente por parte de la izquierda. Igual que para con Reagan, Thatcher no era considerada una política culta y la última crítica que, a vote pronto, yo recuerde, ha venido especialmente de Owen Jones. Para quien no lo conozca, se trata de un historiador británico que se ha dedicado al ensayo político con mucha virtuosidad, no por lo que dice, sino porque sus libros tienen cuota de mercado y sus ideas, muy espoleadas por Podemos, han conseguido cierta repercusión fuera de su país. En su libro “Chavs” (2011), de dudosa originalidad, se dedica a culpar al Thatcherismo de cuestiones como la desindustrialización de Gran Bretaña, de la demonización de la clase obrera y la supresión de identidad de la misma (cabría la posibilidad de preguntarle al excelso historiador si esta cuestión no está relacionada con su izquierda posmoderna y sus luchas parciales más que con Thatcher). Como siempre, otros intelectuales de la misma cuerda se han dedicado a pagar sus frustraciones con personajes concretos de la historia reciente, ejemplo de ello es David Harvey, Richard Wolff, Martin Barker, etc.

Finalmente, me dejo muchos episodios que darían pie a que me extendiera ad infinitum, como su respuesta a la Junta Militar de Galtieri en 1982, su represalia hacia los sindicatos y las huelgas mineras de 1984-85, su mano dura para con el IRA, su tándem internacional con Reagan, entre muchos otros.

Así pues, me gustaría acabar con las frases que la primera ministra británica pronunció cuando llegó al poder:

“Que donde haya discordia, llevemos la armonía. Donde hay error, que llevemos la verdad. Donde haya duda, que llevemos la fe. Y donde hay desesperación, que llevemos esperanza”.

Y esto es, en resumidas cuentas, lo que más necesitamos hoy en día.
Bibliography
Berlinski, C. (2008). There Is No Alternative: why Margaret Thatcher matters. New York: Basic Books.
Campbell, J. (2009). The Iron Lady: Margaret Thatcher: From Grocer’s Daughter to Iron Lady. New York: Penguin Books.
Thatcher, M. (1993). The downing street years. New York: HarperCollins.

Thatcher, el fusionismo 
y el desafío de la libertad en el siglo XXI 


Margaret Thatcher nunca fue una conservadora en el sentido pequeño de la palabra. La idea de que, algún día, la lealtad a su memoria llegaría a considerarse una medida de ortodoxia tory la habría sorprendido tanto como a sus detractores. Ella se veía, en cierto modo, como una opositora de su propio gobierno, una radical solitaria que luchaba por sacar adelante sus reformas frente a un establishment pesimista y estatista. No le faltaba razón: sus diputados la toleraron mientras ganaba, pero se volvieron contra ella en cuanto tropezó. Para entonces, por supuesto, sus remedios habían demostrado funcionar de maravilla. El Reino Unido, que en los años 70 era la economía de más lento crecimiento de Europa Occidental, fue en la década de los 80 la segunda que más creció. Solamente España, que partía de una posición más baja, avanzó más rápido. Incluso los laboristas tuvieron que aceptar que una mayor competencia en los mercados, una regulación más ligera y unos impuestos más bajos hacían que la gente viviera mejor. Pero ni los laboristas ni los tories que nunca llegaron a apoyar con convicción aquel programa llegaron a comprender por qué funcionaba el thatcherismo. Su actitud hacia el legado económico de la Dama de Hierro era como la de una tribu primitiva ante un artefacto heredado de una civilización superior: respetuosa, pero desde la incapaz de entender lo que estaba pasando. 

 La versión de liberalismo manchesteriano de Thatcher nunca colonizó al Partido Conservador. Como mucho, formó una alianza contingente con el conservadurismo tradicional, una coalición desigual, conviene añadir, porque los librecambistas siempre fueron minoría. Thatcher era como un mahout sobre el lomo de un enorme elefante. La bestia se movía por sus propios instintos: patriotismo, fe religiosa, respeto por la jerarquía, aversión a la indecencia, incomodidad ante el cambio social... Un jinete hábil podía persuadirla, susurrarle al oído, darle un pequeño empujón en una dirección u otra – pero solo hasta cierto punto. Thatcher sabía que no debía clavar el aguijón con demasiada fuerza. Por ejemplo, en todos los años que fue primera ministra, el gasto público neto siguió aumentando, aunque, en conjunto, la economía creció más rápido que el Estado, de modo que el peso relativo de las Administraciones en comparación con el PIB se redujo. 

¿Cómo consiguió subirse a los hombros de aquella gran bestia? Al fin y al cabo, el conservadurismo y el liberalismo habían sido tradicionalmente los dos polos opuestos de nuestro sistema de partidos, mutuamente repelentes a lo largo de los siglos, ya fuera como Partido Conservador y Partido Liberal, tories y whigs o incluso, en cierto modo, caballeros reales y parlamentarios. Lo que empujó a unos y otros a unirse tras tres siglos de antagonismo fue el auge del socialismo. Enfrentados en casa a un Partido Laborista decidido a expropiar y, en el exterior, al Ejército Rojo, conservadores y liberales enterraron sus diferencias. 

En Europa Occidental, donde los sistemas proporcionales lo permitían, solían mantenerse en partidos separados y rivales, aunque a menudo como socios de coalición. Pero en el mundo anglosajón, donde el sistema mayoritario fomentaba el bipartidismo, tuvieron que encontrar la manera de combinarse. En Estados Unidos, las identidades partidistas habían estado ligadas a todo tipo de factores, como las lealtades regionales, pero en los años 50 empezó a tomar forma una derecha más coherente. Este realineamiento lo impulsó William F. Buckley, el brillante, apuesto y carismático editor de National Review. Creía que constitucionalistas, patriotas, libertarios, cristianos y demás debían unirse frente a la amenaza soviética. Esta idea pasó a conocerse como “fusionismo”. 

Tuvo sus críticos: el gran intelectual conservador Russell Kirk solía argumentar que tenía aún menos en común con los libertarios que con los socialistas. Sin embargo, la apuesta funcionó, allanando el camino para el ascenso de Ronald Reagan. Algo parecido ocurrió en el Reino Unido. Ralph Harris, fundador del Institute of Economic Affairs (IEA), me contó poco antes de morir que él y sus compañeros librecambistas afrontaron una decisión trascendental tras la desaparición del Partido Liberal en las elecciones de 1950. Algunos de ellos querían retirarse de la política, leer ponencias entre ellos en la Mont Pelerin Society y preservar la pureza doctrinal, como monjes irlandeses copiando minuciosamente manuscritos iluminados en plena Edad Oscura. Harris no estaba interesado en aquello, no le seducían las ideas que no pudieran aplicarse. El jovial fumador de pipa sostenía que los amantes de la libertad debían intentar conquistar al menos uno de los dos partidos con posibilidades de gobernar. 

 El Partido Conservador de aquella época era patricio, imperialista y complaciente con la creación de los grandes monopolios estatales de la era de Attlee. Así que Harris y sus colegas se pusieron a convencer a algunos de sus jóvenes diputados: Enoch Powell, Geoffrey Howe, Nick Ridley y, de forma decisiva, Keith Joseph, que se convirtió en algo así como el Juan Bautista de Thatcher. La versión británica del fusionismo, que mezclaba liberalismo económico con conservadurismo cultural, resultó tan exitosa en las urnas como la estadounidense. 

Los conservadores gobernaron durante 18 años. Hoy, a ambos lados del Atlántico, esa alianza se está deshilachando. Sin la amenaza roja que la mantenía unida, el compuesto se separa y desagrega nuevamente en sus elementos constituyentes y, como antes, los liberales son con mucho los menos numerosos. La velocidad con la que los republicanos estadounidenses han pasado del reaganismo al trumpismo, del laissez-faire al populismo agresivo, del libre comercio a los aranceles, es asombrosa. Ya antes de 2020 los liberales clásicos éramos pocos. El votante medio siempre estaba a nuestra izquierda en materia económica y a nuestra derecha en cuestiones culturales. Sin embargo, la pandemia nos volvió aún más minoritarios, alterando las expectativas de la gente sobre el papel del gobierno. Es comprensible, quizá, que algunos librecambistas se pregunten si no deberían apartarse y dejar de fingir que tienen algo en común con los conservadores de gran gobierno. 

¿Por qué implicarse en una crisis provocada por el tipo de políticas que se oponen desde la misma raíz a sus principios? Mi respuesta es que la lógica del fusionismo no ha desaparecido. En los años centrales del siglo XX, conservadores y liberales estaban amenazados por el socialismo revolucionario. Hoy, ambos están en otro punto de mira: el del fanatismo de la política identitaria. Entonces, la amenaza venía de los MiG soviéticos; hoy, de ciberataques chinos. Pero, en ambos casos, está en peligro la civilización occidental que incubó las tradiciones conservadora y liberal. Por tanto, que los liberales clásicos abandonen la coalición conservadora sería, en el fondo, un acto de autoindulgencia. Significaría eliminar los últimos límites al gobierno y asegurar que las crisis de deuda e inflación se agraven innecesariamente. Implicaría, además, una retirada a la irrelevancia electoral. Quizá los votantes aún no estén de humor para la libertad. Quizá los que defendemos un gobierno limitado sigamos en la etapa de Keith Joseph, no en la de Margaret Thatcher. Pero cuando finalmente logremos darle la vuelta a la situación, será como parte de una amplia alianza capaz de ganar y de ejercer el poder. No tenemos derecho a retirarnos ahora.

La mujer que cambió 
el rumbo de Reino Unido


Thatcher supo enderezar el disgusto general por la decadencia de su país con reformas que revitalizaron la economía y la sociedad británicas. En el exterior, en alianza con el presidente Reagan, contribuyó a la derrota y disolución de la Unión Soviética y señaló al mundo entero el camino del capitalismo democrático. Los enemigos del libre mercado han querido aprovechar cualquier crisis económica para enterrar el legado de Lady Thatcher. Muy al contrario, ella acertó al coincidir con el diagnóstico de su amigo Ronald Reagan: “el Estado no es la solución, es el problema”. 

Ella, con el paso de los años, fue perdiendo la memoria, pero mayor desgracia sería que el mundo occidental olvidara su obra. En su primer mandato, de 1979 a 1983, la primera ministra trató a los terroristas del IRA con la firmeza necesaria. Así, dejó que diez de sus terroristas llevaran su huelga de hambre hasta el final, antes que ceder a su exigencia de recuperar el estatus de preso político. En cambio, los españoles cedimos al chantaje planteado por Iñaki De Juana Chaos. El resultado final de la política irlandesa de los gobiernos británicos ha sido que el Ulster sigue dentro del Reino Unido. 

 La misma firmeza demostró al embarcarse en la Guerra de las Malvinas, para recuperar un territorio ilegalmente invadido por la fuerza de las armas: los argentinos nunca le han agradecido suficientemente que así les librara del dictador Galtieri. El mismo principio, pero en una escala mucho menor, es el que tuvo que aplicar el gobierno de José María Aznar durante la crisis de la isla Perejil, donde la pronta solución articulada por Moncloa replicó la determinación thatcheriana y sirvió de aviso ante cualquier otra pretensión respecto a Ceuta, Melilla o las Islas Canarias. Durante su primer mandato, Margaret Thatcher se lanzó a recortar el poder de los sindicatos, que con sus huelgas políticas habían tumbado los gobiernos de sus predecesores Heath y Callaghan. También entonces implantó y mantuvo una política monetaria estricta, para reducir las altas tasas de inflación. En paralelo, permitió que se desarrollara el sector de los servicios, en especial el financiero de la City de Londres. Deberíamos aprender de ella. 

No es posible vivir con una moneda sólida si la economía real no es flexible. El euro nos impone aceptar los cambios que exige la vuelta a la productividad, pese a la resistencia de esos a los que Hayek definía como “los socialistas de todos los partidos”. Un gran triunfo electoral abrió su segundo periodo de gobierno, extendido de 1983 a 1987. Estuvo marcada esa nueva etapa por la violentísima huelga contra el cierre de minas antieconómicas, una pugna que duró todo un año. Venció de nuevo la primera ministra, que en los ejercicios anteriores había sido previsora, acumulando reservas de carbón para evitar los cortes de electricidad con que los mineros habían doblegado al Estado en dos ocasiones anteriores. Estos fueron también los años en que se acometió la venta masiva de empresas públicas al sector privado, así como del gran parque de viviendas protegidas a sus inquilinos, lanzando una ola de medidas de privatización que luego fue imitada en todo el mundo. 

 Su colaboración y amistad con Ronald Reagan dieron su mejor fruto en la resistencia ante las ansias expansionistas de la Unión Soviética. Thatcher entendió los deseos reformistas de Gorbachov y así contribuyó a la disolución del régimen comunista, con la subsiguiente liberación de la Europa sojuzgada. Muy criticada fue la moderación de su política frente al apartheid, que sin embargo desembocó finalmente en la liberación de Nelson Mandela. También se ha visto mal en el continente su parco entusiasmo por el lado burocrático de la Unión Europea, cuestión que nunca desapareció de la vida política británica y culminó, de hecho, en el Brexit. El tercer periodo de gobierno, de 1987 a 1990, nació bajo una estrella menos favorable. Su ministro Nigel Lawson quiso combatir la moderación del crecimiento económico con una política fiscal más expansiva, pero los resultados no fueron los deseados. 

Luego llegó una serie de propuestas tributarias cuya impopularidad llevó a que un grupo de sus colaboradores más íntimos, organizado por Lord Garrel-Jones, que tanto le debía, acabase clavando a la primera ministra un metafórico cuchillo por la espalda. El 22 de noviembre de 1990, la futura baronesa presentó su dimisión a la reina Isabel II. El día de su muerte, en 2013, fue despedida con honores por millones de británicos. La historia de la primera ministra británica nos confirma que el problema de las sociedades democráticas es el Estado. Lo difícil no es cambiar el rumbo de la economía, sino el de la política. 

Quizá tardamos uno o dos años en salir de las situaciones de recesión, pero ¿cuándo salimos de los hoyos donde nos vemos sumidos por la mala política? ¿Para cuándo la reforma del mercado de trabajo, la mejora de la educación, una ley electoral renovada…? Hija de un tendero metodista y su esposa, ama de casa, Thatcher fue la primera mujer en presidir el partido tory, hasta entonces dirigido por hombres que, por elitismo, desconfiaban de las decisiones individuales y, asimismo, veían con malos ojos a aquella joven política de orígenes burgueses y no aristocráticos. Una vez se convirtió en la primera mujer en presidir el gobierno del Reino Unido, gobernó con suficiente valor para romper el consenso de todos los partidos, tan favorable al Estado de Bienestar y al control administrativo de la economía. Su paso por Downing Street dejó un recuerdo imborrable en quienes la tratamos. Sus ojos calaban en los de su interlocutor. 

Expresaba su pensamiento directa y sencillamente, nunca dudando en contradecir aquello que creía equivocado. Sus discursos llegaban a todos los públicos, favorables o no, por el buen sentido de sus propuestas, expresadas en frases cortas que traslucían firmeza de carácter. Los once años de gobierno de Margaret Thatcher se caracterizaron, sobre todo, por una lucha ideológica sin cuartel entre quienes apoyaban la liberación de los mercados y quienes consideraban peligrosa la política económica de laissez-faire que defendía ella. 

Es la misma lucha que tenemos que entablar quienes aspiramos a ver una España productiva y moderna. Intentarán convencernos de que toda la culpa de nuestros males es del sector privado. Obviarán el peso de la regulación y de los impuestos. Dirán que no importa que las finanzas públicas estén al borde de la quiebra ni que la deuda del Estado crezca sin límite. Pero, pasada la tempestad que nos azota, será evidente que tendremos que replantearnos el papel que el sector público tiene que desempeñar en una sociedad que funciona, igual que lo hizo Thatcher tras constatar el fracaso del modelo socialdemócrata en su país.



HOMENAJE POR EL CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE MARGARET THATCHER (T-100) 

por EL INSTITUTO JUAN DE MARIANA by Yanka


lunes, 3 de noviembre de 2025

PELÍCULA "UN DESTINO DE MUJER" 1947 (THE FARMER´S DAUGHTER): INTEGRIDAD POLÍTICA 🙋 y "LA HIJA DE UN GRANJERO": "Si te gusta ver crecer las cosas, haz lo que amas y serás recompensado por Dios".


(THE FARMER´S DAUGHTER) 1947

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Uno tiene ya una edad en que sólo con ver un minuto de película sabe ya si le va a gustar o no. Claro está que no siempre se acierta. A veces he desechado películas al minuto de empezar, y, cuando ha pasado cierto tiempo, las vuelvo a ver y me enganchan.
No es el caso de ésta que comento ahora. Nada más empezar ya sé que me va a gustar ¿por qué lo sé? Podría ser por muchos motivos: música, paisaje, ritmo... lo que tengo claro es que nada más entrar Loretta Young en escena, ya veré la película hasta el final, porque Loretta es adorable.
La película tiene un buen guion en el que se critica la corrupción política y el racismo más o menos escondido de ciertos partidos que se envuelven con la bandera, en este caso americana. El film es de 1947, pero el tema por desgracia sigue siendo actual.
Cuando veo a esos politicos prepotentes que se creen que pueden pasar por encima de todo el mundo porque han adquirido “un trocito de poder”, y que se obnubilan con el respeto y la adulación que le prodiga un limitado rebaño de apocados, me duele pensar que, tras su máscara de “grandeza”, no hay más que un ser plagado de miedo al que obsesionan las medidas de seguridad porque, bien que sabe que cada día aumentan sus enemigos porque, con sus acciones se hunde un poquito, y otro poquito más… y sobre todo, le tengo consideración, porque aunque él está convencido de que es muy inteligente, no es más que un redomado ignorante que no logra comprender que, si haces daño te haces daño a ti mismo. Es ley existencial. Así las cosas, el que vive del oportunismo, de la patraña, el crimen, el robo… lo que esencialmente necesita es conocimiento y visión, porque si esto tuviéramos, nadie haría el mal ni se volvería soberbio.

Una película como, "UN DESTINO DE MUJER", me resulta maravillosa porque, además de ofrecer unas actuaciones encantadoras, un ambiente envolvente, una trama deliciosa y un ritmo siempre en alto, garantiza un ejemplar entendimiento de la vida, y esto nadie debería perdérselo. Se trata de una muchacha, Katrin Holstrom, la única hija-mujer de una familia de granjeros inmigrantes suecos, la cual decide abandonar el campo para irse a estudiar enfermería… pero, enseguida, se va a encontrar con un pintor de brocha gorda quien acaba de hacer un trabajo en su casa y con él tendrá una “frustrante experiencia” que la alejará de su objetivo y la llevará a trabajar como empleada en la casa de una familia de alta influencia política.

Katrin, demostrará pronto que no es una empleada cualquiera, y va a despertar el interés de Glenn Morley, como también el de su madre Agatha, una brillante y verdadera matrona. Comienza así, lo que podría verse como uno de los ocasionales milagros de la existencia o cómo salir de la nada para volverse importante de la noche a la mañana. Pero, el filme no se queda ahí, y creo que la lectura más importante se encuentra a otro nivel, quizás ni siquiera captada por sus propios autores y, sin embargo, tan clara como el agua cristalina.

LA POLÍTICA ES EL ARTE DE HACER FELICES 
A LOS PUEBLOS CON SENTIDO DE FUTURO

DISCURSO DEL SENADOR MORLEY:

"Señor Presidente: Hoy no quiero dar un discurso. Quiero contarles la historia de un médico llamado Sorenson, que vivía en un pueblo pequeño. Era un buen médico, pero a los ricos del pueblo no les gustaba porque les decía la verdad con demasiada frecuencia sobre sus enfermedades imaginarias.  
Las cosas se pusieron feas para el Dr. Sorenson, y se mudó al otro lado de las vías, a la zona pobre del pueblo, donde la gente lo necesitaba, pero no tenía dinero para pagar.  Trabajaba para ellos, de todos modos. Le daban una botella de leche cuando curaba un dolor de garganta, o una hogaza de pan cuando le curaban una pierna rota. El Dr. Sorenson no podía permitirse un consultorio fijo. Ejercía en la habitación que ocupaba, arriba, sobre un establo. La teja de afuera era un letrero sencillo que decía: "DR. SORENSON ARRIBA". 
Bueno, hasta los médicos se enferman. Y después de trabajar años con esta pobre gente, el Dr. Sorenson enfermó y murió, y todas las personas que lo amaban, y a quienes él amaba, lo enterraron. 
Querían erigir un gran monumento de mármol, pero no podían permitírselo. Así que tomaron el letrero del establo y lo colocaron sobre la tumba del doctor. Allí estaba, y ese era su monumento: "DR. SORENSON ARRIBA".  
Hoy ha muerto un presidente. Hace poco, su sueño, la Liga de Naciones, fue destruido por personas que no soportaron la verdad. Pero su sueño no desaparecerá de la tierra. Vivirá en los corazones de la gente buena y común. Sobre la tumba del presidente, el pueblo ha erigido su monumento eterno, que, al igual que el del doctor, dice simplemente: "WOODROW WILSON, ARRIBA"". 

UN DESTINO DE MUJER 1947 ESPAÑOL Loretta Young, Joseph Cotten, Ethel Barrymore


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Soy hija de granjero. Esas palabras significan mucho para mí. Ahora, de adulta, vivo en una pequeña granja con mi esposo, Jack. Todavía recuerdo la vida en el campo que tuve de niña. Recuerdo correr por el campo de alfalfa y perseguir mariposas, disfrutar del sol en aquellos calurosos días soleados de Bakersfield, jugar en las acequias para refrescarme y ver a los terneros recién nacidos de pie sobre sus patas temblorosas.

Los recuerdos de mi infancia en una granja en Pumpkin Center significaban que siempre había algo que hacer. De niña, me encantaba estar al aire libre, jugar con los animales, dar paseos en el tractor de mi papá y realizar las tareas del campo. Al haberme criado sin tecnología, tuve que usar mi imaginación. Mi patio de recreo era el campo y la granja, y allí di mis primeros pasos de niña. Crecí con padres amorosos y la oportunidad de ser una chica de campo. Crecí sabiendo lo importante que era todo lo que me rodeaba y que la vida es un regalo de Dios.

Crecer en una granja me enseñó lo especial que es conectar con Dios a través de la naturaleza y apreciar sus creaciones. Soy hija de un granjero. Aquel a quien Dios eligió personalmente para cuidar de su creación y alimentar a su pueblo. 
Un granjero se levanta temprano, prepara su día mientras cuida de su familia los 365 días del año. Se asegura de que haya comida en nuestras mesas y ropa en nuestras espaldas. La agricultura es todo menos deseable con largas jornadas y teniendo que seguirle el ritmo a la Madre Naturaleza. El trabajo duro se realiza desinteresadamente, con la intención de proveer para la familia, los amigos y los demás, con la fe y la mano de Dios guiándolos. 
Un amigo granjero dijo una vez: "Si te gusta ver crecer las cosas, haz lo que amas y serás recompensado por Dios".

Según la Biblia, los seres humanos comenzaron en el jardín con Adán y Eva. Génesis 1:2:9, 15 nos dice que, de la nada, Dios creó la tierra y designó a los agricultores como sus cuidadores.

Mi poema de granjero favorito, escrito por Paul Harvey, un locutor de radio estadounidense de ABC News Radio, me recordó un poco a mi padre y a cuando crecí en la granja:

"Y al octavo día, Dios miró hacia el paraíso planeado y dijo: “Necesito un cuidador”.

—Así que Dios hizo al agricultor.

Dios dijo: “Necesito a alguien dispuesto a levantarse antes del amanecer, ordeñar vacas, trabajar todo el día en el campo, ordeñar vacas nuevamente, cenar, luego ir al pueblo y quedarse hasta pasada la medianoche en una reunión de la junta escolar”.

—Así que Dios hizo al agricultor.

Necesito a alguien con brazos lo suficientemente fuertes como para criar un ternero y, a la vez, lo suficientemente gentil como para ayudar a su propio nieto; alguien que llame a los cerdos, domeñe maquinarias cascarrabias, que llegue a casa con hambre, tenga que esperar para almorzar a que su esposa termine de alimentar a las damas de visita, y luego les diga a las damas que se aseguren de volver pronto, y que lo diga en serio.

—Así que Dios hizo al agricultor.

Dios dijo: «Necesito a alguien dispuesto a pasar la noche con un potro recién nacido y verlo morir, luego secarle los ojos y decir: 'Quizás el año que viene'. Necesito a alguien que pueda dar forma a un mango de hacha con un brote de caqui, herrar un caballo con un trozo de neumático, que pueda hacer un arnés con alambre de heno, sacos de pienso y restos de herraduras; que, en época de siembra y cosecha, termine su semana de cuarenta horas para el martes al mediodía, y luego, con dolor desde la parte trasera del tractor, trabaje otras setenta y dos horas».

—Así que Dios hizo al agricultor.

Dios tenía que tener a alguien dispuesto a recorrer los surcos a doble velocidad para recoger el heno antes de las nubes de lluvia, y sin embargo detenerse en medio del campo y correr a ayudar cuando ve el primer humo de la casa de un vecino.

—Así que Dios hizo al agricultor.

Dios dijo: “Necesito a alguien lo suficientemente fuerte para talar árboles y levantar fardos, pero lo suficientemente gentil para domar corderos y destetar cerdos y cuidar pollitas de cresta rosada, que detenga su cortadora de césped durante una hora para entablillar la pata rota de una alondra”.

—Así que Dios hizo al agricultor.

Tenía que ser alguien que pudiera arar profundo y recto y no tomar atajos; alguien que sembrara, desherbara, alimentara, criara, rastrillara, arara y plantara, atara el vellón, colara la leche, reabasteciera el autoalimentador y terminara una semana de trabajo duro con un viaje de ocho kilómetros hasta la iglesia; alguien que pudiera unir a una familia con los suaves y fuertes lazos del compartir, que se reiría, luego suspiraría y luego respondería con ojos sonrientes cuando su hijo diga que quiere pasar su vida allí.

'Haciendo lo que hace papá'

—Así que Dios hizo al agricultor".
Si eres hija (o hijo) de un granjero, considérate bendecida si creciste en una granja o rancho. Creo que crecer en una granja es sumamente beneficioso para cualquier niño. Al crecer como hija de un granjero, ves las cosas de otra manera. Aprendes desde pequeña el verdadero significado de la vida. Te enseñaron lecciones de vida sobre el amor de Dios, el valor de la familia y los amigos, y la certeza de que casi todo es una bendición. Me enorgullece que me llamen hija de un granjero. Esta hija de granjero ahora es una mujer, y sé lo que se necesita para llegar a fin de mes y ser autosuficiente. Mi orgullo siempre estará en mi fe, mi familia y la agricultura. Para mí, la agricultura es mucho más que una ocupación, es una forma de vida. Hoy, sigo siendo una hija de granjero de corazón.