CUANDO ÉRAMOS CHÉVERES
Cuando éramos chamos, la gente, los vecinos, los conocidos y desconocidos, los compañeros eran importante para cada uno de nosotros. La cortesía y la cordialidad era norma generalizada. Nos presentaban a alguien y ya éramos buenos conocidos para siempre. Ahora, pasan unos diás y te encuentras al que te presentaron, le quieres saludar y pasa por tu lado como si nada, como si no te conociera. No le dan importancia a la presentación personal.
Casi toda mi generación como mis compañeros de estudios éramos chéveres, éramos amigables, joviales, simpáticos, respetuosos, éramos panas.
En nuestros tiempos de estudiantes, varias palabras del diccionario no existían para nosotros como la traición, la enemistad, la envidia, la soberbia, la calumnia, la grosería, el insulto, la vileza, el desagradecimiento, la división, la desafección y el rencor.
Hace unos años celebramos el trigésimo aniversario de la VIII promoción de bachilleres del Instituto marista Juan XXIII de Punta Cardón. Fue un reencuentro muy emotivo e impactante; pareciera que no hubieran pasado los años entre nosotros. Éramos los mismos compañeros de siempre... Formábamos la misma generación que nos identificaba y nos unificaba. Pensábamos, sentíamos, nos reíamos como siempre lo hicimos juntos.
Cuando la amistad con tu gente va creciendo en tu infancia-adolescencia, nunca muere. Ellos te conocen y tú los conoces. La amistad se une con unos lazos que no los separa nada ni nadie. El amigo de tus años mozos es para siempre... No es comparable con otras amistades que haces a lo largo de tu vida.
En cambio, las generaciones posteriores a la nuestra, han cambiado. Nosotros, la generación X, hermanos de la generación Y, padres de la generación milénica y generación Z, somos totalmente distintos. Han perdido la fragancia de la inocencia y del sonrojo. Se han perdido lo que nosotros sí convivimos y compartimos: ¡ A M I S T A D !
0 comments :
Publicar un comentario