EL Rincón de Yanka: LIBROS DE LA TRIOLOGÍA "FIESTA CON PIÑATA" y "UNA MESA DE TRES PATAS": AJUSTE DE CUENTAS CON LA POLITIQUERÍA VENEZOLANA por DANIEL LARA FARIAS 👿💀🎉🎈

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martes, 22 de noviembre de 2022

LIBROS DE LA TRIOLOGÍA "FIESTA CON PIÑATA" y "UNA MESA DE TRES PATAS": AJUSTE DE CUENTAS CON LA POLITIQUERÍA VENEZOLANA por DANIEL LARA FARIAS 👿💀🎉🎈

 
FIESTA CON PIÑATA
AJUSTE DE CUENTAS 
CON LA POLITIQUERÍA VENEZOLANA

"Fiesta con piñata", ajuste de cuentas con la politiquería venezolana podría ser un libro triste porque lo que se relata en sus páginas es una crónica funeraria. Escrito en pasado, a veces con historias y a ratos con anécdotas, el primer libro del autor muestra la manera en que una clase política se entregó a la sordidez y permitió que el chavismo avanzara y capturara a la Nación. Más que un epitafio, esta podría ser una crónica roja, como la sangre derramada de tantos venezolanos.

Entre las crónicas reales de alcance histórico y las Crónicas terrícolas del personaje ficticio Eduardo Lorenzo, la obra hace que el lector descienda a los infiernos de la politiquería venezolana, ayudando a comprender por qué el chavismo logró dominar a Venezuela por más de dos décadas.
Satisfacer a los puristas de las letras ameritaría encasillar esta obra en el género de la crónica de no ficción. Sin embargo, la ausencia de ficción o el exceso de historia fabulada, no indica necesariamente faltas a la verdad ni realidad tergiversada. El lector podrá identificar entre la bruma de los personajes ficticios, la anatomía de la politiquería venezolana.

Con su primer libro, Daniel Lara Farías no solo deja desnuda a la peor generación de dirigentes de la historia de Venezuela. También demuestra que un libro con estos niveles de honestidad brutal, solo él podía escribirlo.

¡Oh sociedad rebelde y corrompida! 
Perseguirás la libertad en vano, 
que cuando un pueblo la virtud olvida, 
lleva en sus propios vicios su tirano. 
Gaspar Núñez de Arce

AJUSTE DE CUENTAS

La señora que entregó al marido a las fuerzas del régimen cuando se enteró de la otra mujer y los otros hijos que tenía.
El politiquero que pactó con el régimen para hacerse del control de su partido solo para vengarse de aquellos que lo hu­millaron por años.
El joven que para llegar a la más alta po­sición que podía dentro de la política en ese momento, aceptó dinero sucio y amantes aún más sucios.
Ese jefe del régimen que con fama de peligroso y señalado con orden de busca y captura internacional por narcotráfico y terrorismo, pernocta en el elegante hotel de su ciudad con aquel ministro depor­tista con fama de macho vernáculo.

El extraño personaje que, sin ser estu­diante ni profesor, dirige la política estu­diantil en aquella importante universi­dad en la cual connotados amantes del susodicho alcanzan siempre importan­tes posiciones para ellos o sus relacionados.
El dueño del canal aquel, repartiendo di­nero, celulares y organizando fiestas con putas para dirigentes juveniles.
El periodista caído en desgracia por darle pantalla y palestra a muchachos a los que acosaba sexualmente, hasta que llegó donde no debía y pasaron cosas malas.

El dirigente del régimen que fue a com­prar drogas y terminó asaltado y asesinado, pero convertido en víctima por el aparato de propaganda que ocultó los hechos e inventó otra historia.
El narco preso que sabe la historia real de las muertes de esos dirigentes chavistas convertidos en mártires, porque com­parte prisión con los asesinos, a los que protege y pone a su servicio y les saca las historias.
El llanto del Comandante en sus días fi­nales, en la hamaca y sufriendo, señalando con el dedo al vacío diciendo entre lágrimas: Ellos, todos ellos me hicieron esto. Ellos me están matando.

La amargura de los caídos en desgracia en el régimen y en el bando contrario, hoy dispuestos en sus postrimerías vita­les a contar lo que saben, lo que no saben y lo que se imaginan.

El maldito parné

¿Dónde está el dinero que quedó de la campaña? Es una pregunta que fue incó­moda en 1978, pero que a nadie preo­cupó en 1983. Ni hablar de 1988. ¿Y en 1993? Todos esos bancos que quebraron pusieron dinero en la campaña, para que los dejaran caer igual.
En 1988 cuando se veía claro que el can­didato perdería, o al menos cuando los más avezados estaban claros en las difi­cultades que había, hubo una propuesta clara.

Mira, tú eres un gran candidato y te hiciste ya con el control del par­tido pase lo que pase. Además, de­rrotaste al fundador del partido. En­tonces es sencillo, tu camino no se acaba aquí. Pero como hay que ser previsivo, tenemos diez millones de dólares guardados para que tengas tranquilidad en los años que vienen, pase lo que pase.
Eso hay que tenerlo en cuenta cada vez que vemos a esos dirigentes que no co­bran pensión ni trabajan ni tienen bienes de fortuna heredados, pero andan por ahí tan campantes.

CAP murió en la pobreza. Su familia, a ambas orillas del Caribe, no atesora bie­nes de fortuna alguno. Luis Herrera mu­rió en hospital público y viviendo en su casa de siempre en la modestia que le caracterizó siempre. Lusinchi murió en casa de sus hijas, sin mayor aspaviento.
Pero se les acusó y se les señaló de ser los corruptos más grandes de la historia na­cional, como si Guzmán Blanco o Crespo o Pérez Jiménez hubiesen sido de otro país distinto al nuestro.

¿Entonces para qué gobernaron? Dejaron a todos esos amigos y relacionados a ellos meterse en grandes negocios. Se repartieron concesiones, contratos, licencias, privilegios. Ellos no agarraron ni medio. Ni su familia. Entonces se mueren en la pobreza y ninguno de esos aprovechadores fue al velorio o le dio el pé­same a la familia. Por eso es que te digo, si se llega al gobierno algo hay que guardar. Después nadie se va a acordar de uno.
Esas palabras la escuchaban el presi­dente de la FCU del momento y otros dirigentes estudiantiles, de boca del exmi­nistro que llegó limpio al gobierno, sin bienes de fortuna que le permitieran, dos décadas después, ser dueño del em­porio mediático que acumulaba y que le permitía dirigir además la política del país en la sombra, solo con sus medios.

Esos muchachos escuchaban y pregun­taban. Esas intimidades del poder. ¿Por qué le interesaba tanto a ese bribón que saltó de la dirigencia estudiantil al parla­mento, saber tanto de CAP? Tan intere­ sado estaba, que le regalaron una corbata del expresidente. Le decía a esos allega­ dos al presidente que él era su admira­ dor, y lo que en realidad quería saber era cuál había sido el error, por qué perdió el poder y quedó en la pobreza.
Eso se convirtió en señal en esa genera­ción de nuevos politiqueros. Los emer­gentes, llamados al relevo, no aprendie­ron de los fundadores de la democracia sino de sus sepultureros. De los corrup­tos, de los que se aterraron a la llegada de Chávez cuando vieron como quedaban arrasados y fuera de la jugada y en riesgo de morirse de mengua o, peor aún, verse obligados a abandonar la política y tra­bajar por primera vez en su vida.

Esos fueron los que se transaron con el chavismo por una alcaldía, por una go­bernación, por un puesto menor desde el cual se les permitiera enriquecerse y mantenerse ahí, medrando. Preparando a sus hijos para el relevo o a sus parejas de ocasión. Esposas, amantes, segundos y terceros frentes. Protegidos y protegi­das. Testaferros, interpuestos. Negocian­tes. Comisionistas, intermediarios.

Todos en la misma. Todos metidos en la jugada.

Es evidente que esa gente merece lo peor. Merecen que se sepa lo que hacen y lo que han hecho. Lo que nos han hecho. Hipotecaron el futuro del país transán­dose con un régimen capaz de acabarnos a todos. Todo por dinero. Porque de eso es de lo que estamos hablando aquí. Del dinero que han hecho todos estos años. Para no ser pobres nunca más.
En cada actor de la politiquería nacional, hay un aspirante al ascenso social. El arribismo como guía de la acción polí­tica, no importa lo que haya que hacer y con quien haya que pactar. Lo impor­tante es que, en la próxima vuelta de tuerca de la historia, no les pase como a CAP, como a Luis Herrera, como a Lusin­chi. Que mueran pobres otros, que sean las familias de otros las que queden desamparadas.

Ellos no.

A ellos no les tendrán que hacer una co­lecta el día de su muerte. No será a ellos a quienes olviden los otrora beneficiados cuando estuvieron con el poder en la mano. No serán rehenes de la limosna del futuro. En todo caso, serán ellos los que den limosnas, si quieren.
No sentirán sus hijos la amargura de la humillación. Ninguno de los beneficia­dos principales de los dos gobiernos de CAP fue capaz de ir a darle el pésame a la familia, o de financiar los actos por su centenario. Se esconden de la familia o ignoran al personaje histórico del cual se beneficiaron. Al enterarse de eso, los bri­bones de hoy se repiten el mantra: a mí no me va a pasar esa vaina.

Mula amarrada, carga segura. Pájaro en mano.

Que la vida no nos sorprenda.

El calvario que merecen.

¿Qué merecen los traidores? Muchas co­sas. Sus motivaciones los retratan. Trai­cionar para beneficiarse ellos de forma personal, por mezquindades o por unas cuantas monedas. No por motivos mayo­res. Siempre por menudencias.

He soñado con verlos en un paredón. Así como los Ceaușescu, disminuidos con las manos atadas y gritando llenos de impotencia, a sabiendas del destino que les espera. Recordando quienes son ellos, amenazando en vano frente a unos hom­bres armados que se ríen de ellos y solo cumplen con la formalidad de hacer un juicio que no es tal, porque según las normas hechas por los mismos sumaria­dos, ya la sentencia esta lista antes si­ quiera de arrancar el juicio.

O como aquel dictador africano, que cap­turado por quienes lo derrocan, se niega a responder las preguntas que se le ha­cen haciéndose el que no escucha. Le cortaron las orejas y las pusieron sobre el escritorio y su verdugo e interrogador empezó a hablar a las orejas lanzadas so­bre el escritorio. Le preguntaba una y otra vez ¿Ahora si me oyes, ¿verdad?
O colgados en una viga de concreto, con una guaya de grúa de esas bien gruesas, irrompibles para evitar que se salven por error. En una gran plaza, con la cabeza tapada y viendo con expectación el mo­mento en que se abre la compuerta bajo sus pies. Escuchar el momento en que suenan sus huesos al ser desnucado. Y los vítores de los espectadores.

No sería justicia, dirán algunos. Sería venganza.

Si, claro. Es que a estas alturas ya uno no espera justicia sino lo que llaman en el periodismo de sucesos un ajuste de cuentas. Ese eufemismo de redacción de periódico para referirse a los asesinatos de los que son victima los delincuentes a manos de otros delincuentes. O no nece­sariamente. Muertes indeterminadas o convertidas por los ejecutores, normalmente policías, en casos de venganza en­tre delincuentes.
El problema es que nosotros no somos delincuentes. O al menos, yo no. No se ustedes, porque al final no se quien esté leyendo este libro. Quizás mucha gente de bien, agradada por lo que a continua­ción podrán leer. Pero seguro también más de un aludido, o temeroso de ser aludido. Algún delincuente, algún politi­quero temeroso de lo que se pueda decir de él. Quizás. Quien sabe.

Pero en todo caso, es importante saber y entender que el término correcto sería ajusticiamiento. Porque a la politiquería nacional no se le puede tratar de otra manera que, con la humillación, con el hostigamiento y con la vergüenza. Con el desprecio y el castigo social. Contra ellos, contra sus parejas, sus hijos. Que sus fa­miliares quieran cambiarse el apellido. Que no puedan entrar a ninguna parte sin que los desprecien. Que no los atien­dan en ningún comercio, ni los acepten en ningún colegio. Que sus vecinos los hostiguen y se tengan que ir a algún rin­cón recóndito a pasarla mal.

Que por cualquier calle por donde ca­mine un delincuente de estos, un venezolano los encuentre y los insulte, los castigue frente a todos gritándole ladro­nes, traidores, vendidos, colaboracionis­tas. Que se les trate como a las lacras que son.
Que donde camine un chavista pode­roso, haya un venezolano dispuesto a insultarlo no más al verlo por la calle.
Que tengan miedo de caminar en cual­ quier calle del mundo. Que el desprecio sea la norma para tratarlos donde quiera que estén.

Ese es el ajusticiamiento. El ajuste de cuentas o como lo quieran llamar.

Como es difícil el paredón o el cadalso, que la palabra sea el arma que los fulmine. Ahí les dejo esto.

"Todo tiene su tiempo de ser creído". 
Javier Marías

NOTA DE YANKA:

NO SÓLO NOS HAN ROBADO O PERDIDO NUESTRO PAÍS, VENEZUELA, TAMBIÉN, NOS ROBARON NUESTRA VENEZOLANIDAD DE ANTAÑO, NUESTRA IDENTIDAD, NUESTRA FORMA DE SER, NUESTRO BUEN TALANTE Y GENEROSIDAD. 
EL CHAVISMO NOS HA ROBADO ESO, QUE ERA LO QUE NOS IDENTIFICABA Y POR EL QUE NOS APRECIABA TODO EL MUNDO...
EN MI BLOG, HE HECHO CIENTOS DE RESEÑAS DE LIBROS, RESEÑAS SOBRE TODO DE LO QUE ACONTECE EN NUESTROS PUEBLOS OPRIMIDOS HISPANOAMERICANOS. CUANDO CONSEGUÍA A SUS AUTORES EN LAS REDES SOCIALES, LES REMITÍA EL LINK DEL POST DEL LIBRO RESEÑADO, PIDIÉNDOLES PERMISO, LES NOTIFICABA QUE HACÍA REFERENCIA DE SU LIBRO EN MI HUMILDE BLOG. TODOS ME LO AGRADECÍAN POR MI DEFERENCIA, Y POR LA PUBLICIADAD (GRATUITA) PARA QUE SE CONOCIERA LA OBRA. 
SÓLO HA HABIDO DOS EXCEPCIONES, DOS VENEZOLANOS DE LA GENERACIÓN PERDIDA,  ANTICHAVISTAS, PERO SÍ, CONTAMINADOS DEL SISTEMA EMBRUTECEDOR DE REINGENIERÍA SOCIAL CASTROCHAVISTA: 
JOVEL ÁLVAREZ, AUTOR DEL LIBRO "RELATOS DE UN PAÍS PERDIDO" Y, DANIEL LARA FARÍAS EN SU LIBRO RESEÑADO EN ESTA ENTRADA. INCOMPRENSIBLEMENTE ME CONTESTARON QUE NO ME HABÍAN DADO NINGUNA AUTORIZACIÓN. 
EL QUE SE PASÓ DE PATÁN, DE PALURDO Y DE SOEZ FUE DANIEL LARA FARÍAS, "EL ENEMIGO DE TODOS" -COMO ÉL MISMO SE PRESENTA EN SU CANAL DE YOUTUBE- ME LLEGÓ A AMENAZAR A QUE RETIRARA MI RESEÑA, BAJO DENUNCIA JURÍDICA. 
Y LES CONTESTÉ QUE EL CHAVISMO LES HABÍA INFESTASO, CORROMPIDO LA MENTE Y EL ALMA. QUE ERAN UNOS EGOCÉNTRICOS EGOTISTAS Y EGÓLATRAS. QUE SÓLO PENSABAN EN SÍ MISMOS Y NO EN EL SUFRIMIENTO DE NUESTROS PUEBLOS, PARA QUE TODO EL MUNDO LO SUPIERA. ESTO ES TAN OBVIO, QUE LA GENTE CON DOS DEDOS DE FRENTE NO NECESITAN QUE SE LES EXPLIQUE.
EL COMUNISMO AUMENTA EL SUBDESARROLLO MENTAL Y PERSONAL. HA SEMBRADO EN ELLOS EL ODIO, LA DIVISIÓN, LA ESTUPIDEZ, LA MEZQUINDAD Y LA OBTUSIDAD. 
COMO DICE UN REFRÁN MARABINO: "NO HAY PEOR ENFERMEDAD QUE LA DE SER BRUTO".



UNA MESA DE TRES PATAS:
AJUSTE DE CUENTAS 
CON LA POLITIQUERÍA VENEZOLANA


Hace veinticinco años el chavismo se instaló en Venezuela. Desde entonces se acabó la democracia con todo lo que eso implica: persecución a la disidencia, torturas, muertes, exilios... La emigración de más de ocho millones de venezolanos que huyeron (y los que siguen huyendo del país) por rutas inseguras y peligrosas, debería ser la cara más visible de lo que sucede en Venezuela donde la pobreza se ha establecido como una forma de control que ayuda a perpetuar la sobrevivencia del sistema instalado. Pero nadie en el mundo quiere ver esa cara. Para todos, Venezuela es un país donde se hacen elecciones a cada rato y por cualquier motivo con un sistema electoral automatizado, pulcro e incuestionable. Y el chavismo sigue allí, pero ¿qué lo sostiene?

Para que el chavismo continúe en el poder después de veinticinco años de desastre, ha hecho falta una mesa donde se apoye el sistema criminal. Una mesa de tres patas. Es una mesa bien servida con un menú que incluye narcotráfico, corrupción a niveles nunca vistos, transacciones políticas y monetarias, escándalos de humo y mordazas; silencio, mucho silencio, autoimpuesto u obligado.

Daniel Lara Farías quiere armar un escándalo en medio de ese silencio encubridor, y, en este libro expone, sin remilgos, las patas de esa mesa. Las tres patas que sostienen al sistema criminal están ahora visibles. Todas se unen alrededor del dinero, «el cochino dinero», que al parecer mientras más cochino es, más asepsia produce.

En esas patas nos vemos todos, porque dicho con sus palabras: «Como se trata de una explicación de la tragedia, debemos entonces renunciar también a excluirnos de toda inocencia, pues formando parte de un conjunto, aquí culpables somos todos: los que votamos y los que dejamos de votar, los que militamos en partidos y los que nunca lo hicieron, los que creyeron en el camino electoral y los que dejamos de creer».

¿Cuán responsable se siente usted?

DOS AÑOS DESPUÉS

El 31 de octubre del 2022 vio luz mi libro "Fiesta con piñata", el primer tomo de la serie "Ajuste de cuentas con la politiquería venezolana". En ese momento, estaban más o menos definidas las cosas en cuanto a bandos y posiciones, sobre todo dentro de la oposición falsaria.

Dos años que parecen una eternidad. Ya no son radicales los que se vestían de esa manera. Ya no son castas palomas de gentil plumaje los personajes que como ungidos se presentaban ante el país y el mundo fingiendo ser distintos al conglomerado politiquero que convirtió a Venezuela en un estercolero de promesas rotas, en una inmensa celda de castigo colectivo en la cual quien entra no sale y si sale no regresa.

Durante un año estuve amenazando con lanzar este segundo tomo de la serie, pero los acontecimientos aconsejaban esperar. A cada página escrita se le lanzaba una andanada de situaciones que colocaban en una mayor cota de dificultad la explicación de las cosas que ocurrían. El ritmo de la actualidad ponía en aprietos la intención del libro, que corría el riesgo de quedar desactualizado de forma inusitada, más pronto de lo que se podía prever.

Pero ya estamos aquí, donde estamos. En el segundo tomo de la serie. En la locura del epitafio sin escribir, en el bajón del final de la fiesta. En el ratón moral que queda cuando se descubre la mentira. En el despecho por el final de una larga relación que se creía para toda la vida. En esa bocanada inmensa que nos invita a respirar después de pasar un buen rato llorando o aguantando las ganas.

Lo último que se pierde 

No, no es la esperanza lo que está al final de una lucha. No es la es la esperanza lo último que queda en el acopio de sentimientos o anhelos que guían a la acción o a la búsqueda del sentido de la vida. Después de la esperanza vienen o el triunfo atribuido a un milagro o la resignación ante la derrota.

Resignarse puede ser preludio depresivo o simple desengaño que sirva de combustible para emprender batallas de otra manera, con otras fórmulas o mecanismos. Pero hay quien pretende forzar la realidad y vender un relato que, dicho sea de paso, no es inocente ni desinteresado.

Durante el último trimestre del 2022 y todo el 2023, la oposición falsaria venezolana se mantuvo en una intensa contienda contra sí misma No era en absoluto una regeneración, ni mucho menos un golpe de timón que expulsara a las ratas del barco. No. Fue desde el comienzo una jugada de béisbol caribe, donde había que hacer lo que se hace en el juego de pelota de la cuenca caribeña al estar el resultado cerrado o el juego empatado: darle un pelotazo al bateador, tocar la bola con hombre en tercera o las bases llenas y desatar la locura que pueda incluir un pisa y corre, una golpiza, un out en la goma o la carrera de la ventaja. La estrategia es entonces desatar el caos y que pase lo que tenga que pasar.

Jugando al caos, evidentemente había que usar la figura de María Corina Machado Parisca. Un personaje caótico, producto de las entrañas de la sociedad caraqueña que de verdad cree que Simón Bolívar les dejó el país en el testamento, que se presenta desfachatadamente como ganador después de ser eliminado del campeonato y exige se le reconozca su fuerza colosal. Todo fue una burla desde que se planteó.

Huérfanos, náufragos, tíos ociosos, compañeritas de estudio, comadres, caballeros de honor de su cortejo de quince años; de ese consejo de sabios a su servicio, se sirvió la señora para llegar un día a la gran conclusión.

-Tengo que ser la líder de la oposición.

No la candidata, ni la coordinadora de una nueva alianza política que se sacudiera la falsía y se transformara de verdad en una oposición genuina. No. Se trataba de convertirse en la líder de la oposición y para eso se inventaron lo ya inventado: un certamen electoral.

Pero antes de entrar en el certamen, revisemos lo que se buscaba. El objetivo. Y el argumento. Había que buscar el liderazgo de una oposición conformada por Ramos Allup, Capriles, Leopoldo, Guaidó, Rosales, Julio Borges, Stalin González, juan Carlos Caldera, Freddy Superlano, Delsa Solórzano, etc. Eso debe entenderse bien. Nunca se planteó romper con esos personajes, se planteaba dirigirlos.

El problema no era el equipo sino el mánager y la estrategia, para seguir en el símil beisbolero. Y he allí la estafa. Se intentaba vender la idea de que solo con la presencia de la señora Machado como máxima dirigente, líder única y mandamás, se corregirían todos los entuertos. Dejarían de ser falsarios, dejarían de ser entregulstas, colaboracionistas, corruptos, negociantes, traidores. Se convertirían, gracias a la presencia de la doña, en nobles caballeros capaces de ofrecer su vida en la lucha contra el régimen.

Como si fuese uno de esos juegos de «encuentre el error», es fácil determinar qué está mal en el planteamiento. En primer lugar, la actuación de los personajes no la decide quién «dirija» al equipo falsario. El actuar se define por el sistema chavista del cual forman parte y, como la fábula del escorpión y la rana, en su naturaleza está el motivo de sus acciones.

Luego está el argumento de la santidad de doña Machado. Eso es quizás peor. Durante años estuvo dentro de la oposición falsaria, con derecho a voz y voto, presencia y convocatoria. Presentarse entonces como ajena a todos los fracasos, es mentir descaradamente.

¿Quién fue el rostro de la «defensa del voto» en el revocatorio del 2004? Ella y su organización "Súmate".
¿Quién fue colocada como transparente ciudadana a quien no se podía acusar de nada pues no venía de ningún partido y de paso representaba a «la sociedad civil»? Ella y su organización "Súmate".
¿Quién habló del fraude electoral y del sistema electoral fraudulento en el período del 2004 al 2009 y se olvidó del asunto en el 2010 para presentarse como candidata a la Asamblea Nacional? Ella, con la campaña "Es ahora".
¿Quién volvió a pasar por encima de las evidencias del carácter fraudulento del sistema electoral y validó al liderazgo de la oposición falsaria con su participación en las primarias presidenciales del 2012? Ella, con su campaña "Viene María", con Yon Goicoechea de jeje de campaña.

¿Quién convocó junto a Leopoldo López y Antonio Ledezma las acciones de calle llamadas "La Salida" en el 2014? Ella, con el lema "La calle es La Salida".
¿Quién aceptó el llamado a desmovilizar las protestas y sentarse a negociar con el régimen? Ella.
¿Quién aceptó olvidar las protestas y entrar en el camino electoral del 2015 que se tramó en esas negociaciones? Ella.
¿Quién armó un berrinche denunciando que el liderazgo opositor no permitió la postulación de sus candidatos Isabel Pereira por Caracas y Eduardo Gómez Sigala por Lara, pero ocultó que varios de los pocos dirigentes que tenía, como Juan Pablo García, Ornar Gutiérrez, Franco Casella, Dignora Hernández y Winston Flores, entraron sin problema en estas postulaciones? Ella.

De ahí a apoyar a Ramos Allup como ¡presidente de la Asamblea Nacional -y a convertirse luego en la opción infiel de la balanza, con permanentes cuestionamientos al rumbo, pero sin salirse del equipo-, para terminar en el experimento interino. Y ahí, hay que detenerse.
Con el tema del interinato, se planteó un camino radical. Por primera vez, la oposición falsaria se agarraba de un tema extremista que había sido asomado desde la acera de María Corina. En pocas palabras, el planteamiento de un gobierno interino, insurgente, paralelo, era todo lo que desde la opción radical que representaba la señora Machado debía esperarse.

Siendo así, ¿por qué puso tantos remilgos después? Podría creerse que, por un lado, el tema del ego juega un papel. Si nos damos cuenta, la actitud de la señora fue más o menos la misma de Leopoldo López o de Capriles. Como si hubiera un problema con el origen de quien encabezaba el asunto en ese momento. A Leopoldo podría haberle causado indignación el que un subalterno de su partido estuviera en la primera línea asumiendo la presidencia. A Capriles, obviamente, por razones de clase y de ego, algo más o menos similar. A ella parece que el tema también le causó inconvenientes.

Por eso, en un primer momento reclamó que se tomaran posiciones más radicales. Empezó a exigir que Guaidó se juramentara. Que Guaidó caminara por senderos más extremistas. Pero no se oponía a la iniciativa, solo criticaba la forma. O quizás, lo único que le molestaba era no ser ella quien estuviera en el cargo y por tanto el protagonismo sería su única molestia.

Ahí empezó, por la razón que sea, su disidencia. La orden a sus voceros era mantenerse al margen pues no se hacía lo que ella quería o no se le daba lo que pedía. Cuando intentaron darles cargos a varios de sus cercanos, los vetó o los obligó a declarar que no formaban parte de su partido. Así ocurrió con la notable mariacorinista de la primera hora, María Teresa Belandria, nombrada embajadora de Guaidó en Brasil y quien aceptó el cargo que le ofrecieron renunciando a cualquier vinculación con su otrora líder, porque el hambre es más fuerte que la costumbre y la costumbre es más fuerte que el amor.

Allí empezó un proceso en el que uno terminó coincidiendo con gente que estaba en la agenda comunicacional de María Corina; ellos sabían que estaban usando la proyección en medios como acción vengativa o de chantaje. Más de lo primero que de lo segundo, pues ya María Corina, al no formar parte del interinato ni tener como reclamar un papel mayor, no pedía nada de él, como no fuese su final.
Las acusaciones de corrupción, los apoyos a personajes que se deslindaban -corno Calderón Berti-, el caso Monómeros, el Cucutazo y todo lo relacionado con ese asunto había que denunciarlo y colocarlo como evidencia de la podredumbre del interinato.

Filtraciones, renvío de notas de voz, capturas de chats de WhatsApp, exposición de documentos... desde el entorno de la señora se envió de todo. Y los comunicadores incluidos en su agenda se dedicaron a ser caja de resonancia del asunto, con entrevistas a los principales voceros, colocando como beatos, apóstoles y mártires a Diego Arria, Calderón Berti y otros más.
Yo estuve convencido de la corrupción del gobierno interino casi desde la hora uno. Pero eso nunca me llevó a canonizar a ese par de personajes que son Calderón y Arria. Otros, se sentían muy cómodos con el asunto. Empezaba a oler feo.
Se veía entonces como se partía en dos la oposición falsaria, sin dejar de ser falsaria. Estaban los que se radicalizaban pidiendo intervención humanitaria, responsabilidad de proteger y TIAR. Y estaban los que siendo igual de falsarios, repetían que había que luchar por el cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres.

La corrupción como problema

La oposición falsaria no superó el golpe que significó en su credibilidad ese período infame que fue el interinato. Si nos damos cuenta, el período que va de enero del 2019 a enero del 2022, fue el de la explosión migratoria por el tapón del Darién, cuyas historias conmocionan aún al mundo por la crudeza del tránsito. Esa señal, ese éxodo indetenible, habla mucho sobre la credibilidad de la clase política que asegura estar a las puertas de la toma del poder.

He ahí entonces el grave problema. La credibilidad no se compra con cinco influencers haciendo un live o con treinta periodistas con la agenda marcada desde un centro de comunicaciones. La credibilidad se sostiene con hechos, con coherencia y con acciones casadas con eso que llaman auctoritas.

Cuando se dispara la primera sospecha de corrupción, se dispara también la misión de ocultarla a como diera lugar. Esto se hizo con un coro infame de activistas que impusieron el lema «Con mi corrupto no te metas», pues los corruptos estaban siempre en la otra acera, y una claque de comunicadores que daban siempre cobertura a las cortinas de humo e imponían el silencio primero y el ataque a quienes denunciábamos, después.

Y aparecieron las evidencias: el nepotismo y los gastos dispendiosos que no se entienden con los ingresos que se poseen. Los trajes caros, los zapatos de diseñador. Mudarse de un modesto apartamento, cedido por un tío, a un apartamentazo en El cafetal. Sesiones de fotos en revistas, conversatorios con artistas, conciertazos y humo. Mucho humo.

No eran pronósticos los que se mostraban al exponer opiniones críticas sobre el interinato. Lo que se exponían eran evidencias. Muchas de las cuales estaban a simple vista: los personajes, los entornos, la vida de ciertos individuos cercanos al
«presidente interino» y todo lo que uno supo y que por ahora no puede revelar porque se pondría en riesgo a gente y algún que otro plan que quizás todavía ande vivo por ahí.

Pero la huida de Juan Guaidó dejó claro que la estafa fue de campeonato. El timo fue de tal tamaño que debe incluir a gente que hasta hoy ni siquiera se ha disculpado por haber convertido sus discursos y exposiciones a través de los medios en armas hirientes contra los críticos que al final demostraron que las señales que veían y exponían eran ciertas. Y debe contener también a las tropas de imbéciles en redes sociales que cambiaron de ídolo en medio de la tormenta; después de haber sido connotados caprilistas, pasaron a guaidolovers y se definían, en esos dos equipos, siempre contra cualquier cosa que significara María Corina Machado.

Se ignoró la corrupción cuando se apoyaba a un Capriles señalado directamente por el expresidente de Odebrecht en Venezuela, Euzenando Azevedo, de haber recibido al menos quince millones de dólares para su campaña del 2013.
Se ignoró la corrupción cuando se le permitió a Juan Carlos Caldera regresar a la política activa, representando a la oposición falsaria, a pesar de haber sido grabado recibiendo dinero en sobrecitos que le enviaba el connotado boliburgués Wilmer Ruperti.

Se ignoró la corrupción cuando desde la Comisión de Contraloría de !a Asamblea Nacional se emitían «cartas de buena conducta» que exculpaban a connotados delincuentes como Alex Saab de la comisión de delitos de corrupción. Con desparpajo se les permitió la impunidad a los firmantes de dichas cartas e incluso se les perdonó en los procesos internos que en algunos partidos se llevaron a cabo, siendo el más escandaloso el que se realizó contra Freddy Superlano en Voluntad Popular. Fue este el más escandaloso porque Superlano, debido a su participación en esos actos, fue expulsado por una comisión del partido, luego «perdonado» por Leopoldo López y finalmente fueron los miembros de la comisión quienes renunciaron a Voluntad Popular.

Más de lo mismo. En cada paso, una embarrada. En cada acción, un asterisco. En todo error, una defensa de lo indefendible. El chantaje con el argumento de la unidad, de la comprensión, de «Sumar y no restar» y todo el palabrerío falsario, ha permitido que durante años el chavismo haga con el país lo que le ha dado la gana.
Porque en realidad el problema no es el chavismo. El problema es Venezuela. Las taras de una sociedad donde la excusa del perdón deviene en complicidad y la concordia se confunde con impunidad. El concepto de justicia es quimérico y la libertad siempre está en veremos.

Por eso, no se cree en la libertad de opinión. A quien opina distinto, se le desatan los demonios de las acusaciones de palangrista, tarifado, asalariado, etc.
Esa ha sido la historia durante veinticinco años. Y seguimos contando.

El combate de la opinión

Estos dos años me han permitido conocer de cerca lo que piensan tantos venezolanos sobre las barbaridades que nos ha tocado vivir. Mi primer libro "Fiesta con piñata" desató la ira de quienes se sintieron aludidos y el aprecio de quienes se volcaron a recibirme en sus ciudades en las presentaciones que hicimos, fue para mí realmente inesperado el recibimiento que tuve en cada lugar, el interés de propios y extraños y la genuina preocupación por el rumbo que lleva el país, por nuestro futuro. Por todos nosotros.

La locura desatada en nuestra primera presentación en España, en una pequeña librería de Barcelona, daba ya cuenta de lo que tantas personas estaban dispuestas a hacer para apoyar mi trabajo y leer mi primera publicación.
Toda la gente que desbordó la humilde presentación que hicimos en Madrid, en un restaurante donde sus propietarios nos recibieron con una amabilidad inesperada; quienes atentamente se acercaron en París, quienes abarrotaron el espacio en Tenerife, quienes pacientemente me esperaron en Londres, quienes me abrieron las puertas del Ateneo de Santander y me hicieron saber que Venezuela les preocupa mucho, incluso sin ser oriundos del país; todos ellos han sido voces que me indican que el camino es el correcto.

En dos años, los radicales dejaron de serlo. Los payasos se vistieron de héroes y los corruptos siguieron en el mismo lugar. El régimen criminal sigue desde Miraflores haciendo cuanto le place contra la ciudadanía. El concierto de naciones y de intereses que rodean los negocios que se hacen con Venezuela, siguen sosteniendo la mesa.
La mesa es de tres patas. Esas tres patas están al descubierto. Hay quien las ve. Hay quien no las ve.
Yo me conformo con describirlas. Le toca a cada quien sacar sus conclusiones.
Pero no lo olviden: el problema ya no es el régimen. El problema ahora es el sistema.

Esta es la principal renuncia, la insoslayable, la que no se debe seguir postergando, porque el chavismo es una organización criminal.
Si se le tiene como una organización criminal y no como una organización política, habrá que renunciar entonces a actuar ante ellos con formas políticas, porque a un criminal usted no lo recompone recitándole artículos de la Constitución.
Asumidas las dos renuncias previas, la consecuencia natural es renunciar a reconocer como genuina a toda organización que se diga opositora y que pretenda actuar frente al chavismo como si este fuese un grupo político, cuando sus actuaciones son abierta y francamente delictivas y sus actores principales no tienen el menor interés, a estas alturas, en ocultarlo.

Tres renuncias. Tres patas tiene la mesa. Tres son los libros que componen esta serie Ajuste de cuentas con la politiquería venezolana. No he buscado el número tres adrede, simplemente ocurrió.

Luego de veinticinco años de chavismo en el poder, a quienes lo hemos padecido nos toca hacer el debido balance del camino andado y de los errores cometidos. Obviamente, fieles a nuestra idiosincrasia, los venezolanos nunca somos responsables de nada. Siempre hay un culpable y no somos nosotros. Alguien lo hizo y ese alguien no fui yo, fue otro. El yo no fui, en Venezuela, es una frase que debería estar al pie del escudo nacional.

Como se trata de una explicación de la tragedia, debemos entonces renunciar también a excluirnos de toda inocencia, pues formando parte de un conjunto, aquí culpables somos todos: los que votamos y los que dejamos de votar, los que militamos en partidos y los que nunca lo hicieron, los que creyeron en el camino electoral y los que dejamos de creer.

Los que fueron candidatos y los que se negaron a serlo.
Los que dispararon y los que se negaron a disparar.
Los que conspiraron y fracasaron y los que no conspiraron por miedo a fracasar.

De todos nosotros es la culpa. No podemos hacer otra cosa que sentirnos culpables después de veinticinco años de chavismo en el poder.
Ese muerto es de todos. De todos nosotros. Y nos toca cargarlo.

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