EL Rincón de Yanka: LIBRO "FIESTA CON PIÑATA": AJUSTE DE CUENTAS CON LA POLITIQUERÍA VENEZOLANA por DANIEL LARA FARIAS 👿💀🎉🎈

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martes, 22 de noviembre de 2022

LIBRO "FIESTA CON PIÑATA": AJUSTE DE CUENTAS CON LA POLITIQUERÍA VENEZOLANA por DANIEL LARA FARIAS 👿💀🎉🎈

 
FIESTA CON PIÑATA
AJUSTE DE CUENTAS 
CON LA POLITIQUERÍA VENEZOLANA

"Fiesta con piñata", ajuste de cuentas con la politiquería venezolana podría ser un libro triste porque lo que se relata en sus páginas es una crónica funeraria. Escrito en pasado, a veces con historias y a ratos con anécdotas, el primer libro del autor muestra la manera en que una clase política se entregó a la sordidez y permitió que el chavismo avanzara y capturara a la Nación. Más que un epitafio, esta podría ser una crónica roja, como la sangre derramada de tantos venezolanos.

Entre las crónicas reales de alcance histórico y las Crónicas terrícolas del personaje ficticio Eduardo Lorenzo, la obra hace que el lector descienda a los infiernos de la politiquería venezolana, ayudando a comprender por qué el chavismo logró dominar a Venezuela por más de dos décadas.
Satisfacer a los puristas de las letras ameritaría encasillar esta obra en el género de la crónica de no ficción. Sin embargo, la ausencia de ficción o el exceso de historia fabulada, no indica necesariamente faltas a la verdad ni realidad tergiversada. El lector podrá identificar entre la bruma de los personajes ficticios, la anatomía de la politiquería venezolana.

Con su primer libro, Daniel Lara Farías no solo deja desnuda a la peor generación de dirigentes de la historia de Venezuela. También demuestra que un libro con estos niveles de honestidad brutal, solo él podía escribirlo.

¡Oh sociedad rebelde y corrompida! 
Perseguirás la libertad en vano, 
que cuando un pueblo la virtud olvida, 
lleva en sus propios vicios su tirano. 
Gaspar Núñez de Arce

AJUSTE DE CUENTAS

La señora que entregó al marido a las fuerzas del régimen cuando se enteró de la otra mujer y los otros hijos que tenía.
El politiquero que pactó con el régimen para hacerse del control de su partido solo para vengarse de aquellos que lo hu­millaron por años.
El joven que para llegar a la más alta po­sición que podía dentro de la política en ese momento, aceptó dinero sucio y amantes aún más sucios.
Ese jefe del régimen que con fama de peligroso y señalado con orden de busca y captura internacional por narcotráfico y terrorismo, pernocta en el elegante hotel de su ciudad con aquel ministro depor­tista con fama de macho vernáculo.

El extraño personaje que, sin ser estu­diante ni profesor, dirige la política estu­diantil en aquella importante universi­dad en la cual connotados amantes del susodicho alcanzan siempre importan­tes posiciones para ellos o sus relacionados.
El dueño del canal aquel, repartiendo di­nero, celulares y organizando fiestas con putas para dirigentes juveniles.
El periodista caído en desgracia por darle pantalla y palestra a muchachos a los que acosaba sexualmente, hasta que llegó donde no debía y pasaron cosas malas.

El dirigente del régimen que fue a com­prar drogas y terminó asaltado y asesinado, pero convertido en víctima por el aparato de propaganda que ocultó los hechos e inventó otra historia.
El narco preso que sabe la historia real de las muertes de esos dirigentes chavistas convertidos en mártires, porque com­parte prisión con los asesinos, a los que protege y pone a su servicio y les saca las historias.
El llanto del Comandante en sus días fi­nales, en la hamaca y sufriendo, señalando con el dedo al vacío diciendo entre lágrimas: Ellos, todos ellos me hicieron esto. Ellos me están matando.

La amargura de los caídos en desgracia en el régimen y en el bando contrario, hoy dispuestos en sus postrimerías vita­les a contar lo que saben, lo que no saben y lo que se imaginan.

El maldito parné

¿Dónde está el dinero que quedó de la campaña? Es una pregunta que fue incó­moda en 1978, pero que a nadie preo­cupó en 1983. Ni hablar de 1988. ¿Y en 1993? Todos esos bancos que quebraron pusieron dinero en la campaña, para que los dejaran caer igual.
En 1988 cuando se veía claro que el can­didato perdería, o al menos cuando los más avezados estaban claros en las difi­cultades que había, hubo una propuesta clara.

Mira, tú eres un gran candidato y te hiciste ya con el control del par­tido pase lo que pase. Además, de­rrotaste al fundador del partido. En­tonces es sencillo, tu camino no se acaba aquí. Pero como hay que ser previsivo, tenemos diez millones de dólares guardados para que tengas tranquilidad en los años que vienen, pase lo que pase.
Eso hay que tenerlo en cuenta cada vez que vemos a esos dirigentes que no co­bran pensión ni trabajan ni tienen bienes de fortuna heredados, pero andan por ahí tan campantes.

CAP murió en la pobreza. Su familia, a ambas orillas del Caribe, no atesora bie­nes de fortuna alguno. Luis Herrera mu­rió en hospital público y viviendo en su casa de siempre en la modestia que le caracterizó siempre. Lusinchi murió en casa de sus hijas, sin mayor aspaviento.
Pero se les acusó y se les señaló de ser los corruptos más grandes de la historia na­cional, como si Guzmán Blanco o Crespo o Pérez Jiménez hubiesen sido de otro país distinto al nuestro.

¿Entonces para qué gobernaron? Dejaron a todos esos amigos y relacionados a ellos meterse en grandes negocios. Se repartieron concesiones, contratos, licencias, privilegios. Ellos no agarraron ni medio. Ni su familia. Entonces se mueren en la pobreza y ninguno de esos aprovechadores fue al velorio o le dio el pé­same a la familia. Por eso es que te digo, si se llega al gobierno algo hay que guardar. Después nadie se va a acordar de uno.
Esas palabras la escuchaban el presi­dente de la FCU del momento y otros dirigentes estudiantiles, de boca del exmi­nistro que llegó limpio al gobierno, sin bienes de fortuna que le permitieran, dos décadas después, ser dueño del em­porio mediático que acumulaba y que le permitía dirigir además la política del país en la sombra, solo con sus medios.

Esos muchachos escuchaban y pregun­taban. Esas intimidades del poder. ¿Por qué le interesaba tanto a ese bribón que saltó de la dirigencia estudiantil al parla­mento, saber tanto de CAP? Tan intere­ sado estaba, que le regalaron una corbata del expresidente. Le decía a esos allega­ dos al presidente que él era su admira­ dor, y lo que en realidad quería saber era cuál había sido el error, por qué perdió el poder y quedó en la pobreza.
Eso se convirtió en señal en esa genera­ción de nuevos politiqueros. Los emer­gentes, llamados al relevo, no aprendie­ron de los fundadores de la democracia sino de sus sepultureros. De los corrup­tos, de los que se aterraron a la llegada de Chávez cuando vieron como quedaban arrasados y fuera de la jugada y en riesgo de morirse de mengua o, peor aún, verse obligados a abandonar la política y tra­bajar por primera vez en su vida.

Esos fueron los que se transaron con el chavismo por una alcaldía, por una go­bernación, por un puesto menor desde el cual se les permitiera enriquecerse y mantenerse ahí, medrando. Preparando a sus hijos para el relevo o a sus parejas de ocasión. Esposas, amantes, segundos y terceros frentes. Protegidos y protegi­das. Testaferros, interpuestos. Negocian­tes. Comisionistas, intermediarios.

Todos en la misma. Todos metidos en la jugada.

Es evidente que esa gente merece lo peor. Merecen que se sepa lo que hacen y lo que han hecho. Lo que nos han hecho. Hipotecaron el futuro del país transán­dose con un régimen capaz de acabarnos a todos. Todo por dinero. Porque de eso es de lo que estamos hablando aquí. Del dinero que han hecho todos estos años. Para no ser pobres nunca más.
En cada actor de la politiquería nacional, hay un aspirante al ascenso social. El arribismo como guía de la acción polí­tica, no importa lo que haya que hacer y con quien haya que pactar. Lo impor­tante es que, en la próxima vuelta de tuerca de la historia, no les pase como a CAP, como a Luis Herrera, como a Lusin­chi. Que mueran pobres otros, que sean las familias de otros las que queden desamparadas.

Ellos no.

A ellos no les tendrán que hacer una co­lecta el día de su muerte. No será a ellos a quienes olviden los otrora beneficiados cuando estuvieron con el poder en la mano. No serán rehenes de la limosna del futuro. En todo caso, serán ellos los que den limosnas, si quieren.
No sentirán sus hijos la amargura de la humillación. Ninguno de los beneficia­dos principales de los dos gobiernos de CAP fue capaz de ir a darle el pésame a la familia, o de financiar los actos por su centenario. Se esconden de la familia o ignoran al personaje histórico del cual se beneficiaron. Al enterarse de eso, los bri­bones de hoy se repiten el mantra: a mí no me va a pasar esa vaina.

Mula amarrada, carga segura. Pájaro en mano.

Que la vida no nos sorprenda.

El calvario que merecen.

¿Qué merecen los traidores? Muchas co­sas. Sus motivaciones los retratan. Trai­cionar para beneficiarse ellos de forma personal, por mezquindades o por unas cuantas monedas. No por motivos mayo­res. Siempre por menudencias.

He soñado con verlos en un paredón. Así como los Ceaușescu, disminuidos con las manos atadas y gritando llenos de impotencia, a sabiendas del destino que les espera. Recordando quienes son ellos, amenazando en vano frente a unos hom­bres armados que se ríen de ellos y solo cumplen con la formalidad de hacer un juicio que no es tal, porque según las normas hechas por los mismos sumaria­dos, ya la sentencia esta lista antes si­ quiera de arrancar el juicio.

O como aquel dictador africano, que cap­turado por quienes lo derrocan, se niega a responder las preguntas que se le ha­cen haciéndose el que no escucha. Le cortaron las orejas y las pusieron sobre el escritorio y su verdugo e interrogador empezó a hablar a las orejas lanzadas so­bre el escritorio. Le preguntaba una y otra vez ¿Ahora si me oyes, ¿verdad?
O colgados en una viga de concreto, con una guaya de grúa de esas bien gruesas, irrompibles para evitar que se salven por error. En una gran plaza, con la cabeza tapada y viendo con expectación el mo­mento en que se abre la compuerta bajo sus pies. Escuchar el momento en que suenan sus huesos al ser desnucado. Y los vítores de los espectadores.

No sería justicia, dirán algunos. Sería venganza.

Si, claro. Es que a estas alturas ya uno no espera justicia sino lo que llaman en el periodismo de sucesos un ajuste de cuentas. Ese eufemismo de redacción de periódico para referirse a los asesinatos de los que son victima los delincuentes a manos de otros delincuentes. O no nece­sariamente. Muertes indeterminadas o convertidas por los ejecutores, normalmente policías, en casos de venganza en­tre delincuentes.
El problema es que nosotros no somos delincuentes. O al menos, yo no. No se ustedes, porque al final no se quien esté leyendo este libro. Quizás mucha gente de bien, agradada por lo que a continua­ción podrán leer. Pero seguro también más de un aludido, o temeroso de ser aludido. Algún delincuente, algún politi­quero temeroso de lo que se pueda decir de él. Quizás. Quien sabe.

Pero en todo caso, es importante saber y entender que el término correcto sería ajusticiamiento. Porque a la politiquería nacional no se le puede tratar de otra manera que, con la humillación, con el hostigamiento y con la vergüenza. Con el desprecio y el castigo social. Contra ellos, contra sus parejas, sus hijos. Que sus fa­miliares quieran cambiarse el apellido. Que no puedan entrar a ninguna parte sin que los desprecien. Que no los atien­dan en ningún comercio, ni los acepten en ningún colegio. Que sus vecinos los hostiguen y se tengan que ir a algún rin­cón recóndito a pasarla mal.

Que por cualquier calle por donde ca­mine un delincuente de estos, un venezolano los encuentre y los insulte, los castigue frente a todos gritándole ladro­nes, traidores, vendidos, colaboracionis­tas. Que se les trate como a las lacras que son.
Que donde camine un chavista pode­roso, haya un venezolano dispuesto a insultarlo no más al verlo por la calle.
Que tengan miedo de caminar en cual­ quier calle del mundo. Que el desprecio sea la norma para tratarlos donde quiera que estén.

Ese es el ajusticiamiento. El ajuste de cuentas o como lo quieran llamar.

Como es difícil el paredón o el cadalso, que la palabra sea el arma que los fulmine. Ahí les dejo esto.
NOTA DE YANKA:

NO SÓLO NOS HAN ROBADO O PERDIDO NUESTRO PAÍS, VENEZUELA, TAMBIÉN, NOS ROBARON NUESTRA VENEZOLANIDAD DE ANTAÑO, NUESTRA IDENTIDAD, NUESTRA FORMA DE SER, NUESTRO BUEN TALANTE Y GENEROSIDAD. 
EL CHAVISMO NOS HA ROBADO ESO, QUE ERA LO QUE NOS IDENTIFICABA Y POR EL QUE NOS APRECIABA TODO EL MUNDO...
EN MI BLOG, HE HECHO CIENTOS DE RESEÑAS DE LIBROS, RESEÑAS SOBRE TODO DE LO QUE ACONTECE EN NUESTROS PUEBLOS OPRIMIDOS HISPANOAMERICANOS. CUANDO CONSEGUÍA A SUS AUTORES EN LAS REDES SOCIALES, LES REMITÍA EL LINK DEL POST DEL LIBRO RESEÑADO, PIDIÉNDOLES PERMISO, LES NOTIFICABA QUE HACÍA REFERENCIA DE SU LIBRO EN MI HUMILDE BLOG. TODOS ME LO AGRADECÍAN POR MI DEFERENCIA, Y POR LA PUBLICIADAD (GRATUITA) PARA QUE SE CONOCIERA LA OBRA. 
SÓLO HA HABIDO DOS EXCEPCIONES, DOS VENEZOLANOS DE LA GENERACIÓN PERDIDA,  ANTICHAVISTAS, PERO SÍ, CONTAMINADOS DEL SISTEMA EMBRUTECEDOR DE REINGENIERÍA SOCIAL CASTROCHAVISTA: 
JOVEL ÁLVAREZ, AUTOR DEL LIBRO "RELATOS DE UN PAÍS PERDIDO" Y, DANIEL LARA FARÍAS EN SU LIBRO RESEÑADO EN ESTA ENTRADA. INCOMPRENSIBLEMENTE ME CONTESTARON QUE NO ME HABÍAN DADO NINGUNA AUTORIZACIÓN. 
EL QUE SE PASÓ DE PATÁN, DE PALURDO Y DE SOEZ FUE DANIEL LARA FARÍAS, "EL ENEMIGO DE TODOS" -COMO ÉL MISMO SE PRESENTA EN SU CANAL DE YOUTUBE- ME LLEGÓ A AMENAZAR A QUE RETIRARA MI RESEÑA, BAJO DENUNCIA JURÍDICA. 
Y LES CONTESTÉ QUE EL CHAVISMO LES HABÍA INFESTASO, CORROMPIDO LA MENTE Y EL ALMA. QUE ERAN UNOS EGOCÉNTRICOS EGOTISTAS Y EGÓLATRAS. QUE SÓLO PENSABAN EN SÍ MISMOS Y NO EN EL SUFRIMIENTO DE NUESTROS PUEBLOS, PARA QUE TODO EL MUNDO LO SUPIERA. ESTO ES TAN OBVIO, QUE LA GENTE CON DOS DEDOS DE FRENTE NO NECESITAN QUE SE LES EXPLIQUE.
EL COMUNISMO AUMENTA EL SUBDESARROLLO MENTAL Y PERSONAL. HA SEMBRADO EN ELLOS EL ODIO, LA DIVISIÓN, LA ESTUPIDEZ, LA MEZQUINDAD Y LA OBTUSIDAD. 
COMO DICE UN REFRÁN MARABINO: "NO HAY PEOR ENFERMEDAD QUE LA DE SER BRUTO".
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