EL Rincón de Yanka: "TRADICIÓN Y MAGISTERIO VIVO DE LA IGLESIA" Y "LOS CINCO MINISTERIOS DEL ESPÍRITU SANTO" 🔥

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domingo, 22 de agosto de 2021

"TRADICIÓN Y MAGISTERIO VIVO DE LA IGLESIA" Y "LOS CINCO MINISTERIOS DEL ESPÍRITU SANTO" 🔥



MONSEÑOR FERNANDO ARÊAS RIFAN

LA IGLESIA NO ES NI PROGRESISTA NI TRADICIONALISTA: 
ES CRISTOCÉNTRICA CON MARÍA Y CON EL MAGISTERIO

La Iglesia va a destruirse a sí misma por vía de la obediencia.

La palabra tradición (griego paradosis, en sentido eclesiástico, que es el único en que se utiliza aquí, a veces se refiere a la cosa (doctrina, narración o costumbre) transmitida de una generación a la otra, otras veces al órgano o modo de transmisión (kerigma ekklesiastikon, predicatio ecclesiastica). En el primer sentido, es una vieja tradición que Jesucristo nació un 25 de diciembre, en el segundo sentido la tradición relata que en el camino al Calvario una piadosa mujer enjugó el rostro de Jesús. En lenguaje teológico, que en muchas circunstancias se ha vuelto común, hay aún más precisión, y ésta en muchas direcciones. Al principio sólo se trataba de tradiciones que reclamaban un origen divino, pero subsecuentemente emergieron cuestiones de tradición oral como distintas de la tradición escrita, en el sentido de que una doctrina o institución no depende directamente de la Sagrada Escritura como fuente sino sólo de la enseñanza oral de Cristo o de los apóstoles. Finalmente, respecto al órgano de la tradición, debe ser uno oficial, un magisterium o autoridad docente.

Ahora bien, en ese aspecto hay varios puntos de controversia entre los católicos y cada cuerpo de protestantes. ¿Está toda la verdad revelada depositada en la Sagrada Escritura? ¿O puede, o debe, admitirse que Cristo dio a sus apóstoles instrucciones divinas para ser trasmitidas a su Iglesia, que ellos las recibieron ya sea de los mismos labios de Jesús o de la inspiración o de la revelación, y que luego las transmitieron a la Iglesia y las cuales no están incluidas en los escritos inspirados? ¿Debe admitirse que Cristo instituyó su Iglesia como el órgano oficial y auténtico para transmitir y explicar, en virtud de la autoridad divina, la revelación hecha a los hombres? El principio protestante es: la Biblia y solamente la Biblia. Según ellos, la Biblia es la única fuente teológica; no hay verdades reveladas excepto las que aparecen en la Biblia. Según ellos, la Biblia es la única regla de fe: por ella sólo por ella se deben resolver todas las cuestiones dogmáticas; es la única autoridad vinculante.

Por otro lado, los católicos sostienen que puede haber, que de hecho hay y debe haber por necesidad ciertas verdades reveladas aparte de aquellas que aparecen en la Biblia. Sostienen además que Jesucristo ha establecido de hecho -y para adecuar los medios al fin debió haber establecido- un órgano vivo tanto para transmitir la Escritura y la revelación escrita como para poner la verdad revelada al alcance de todos y en todas partes. Tales son en ese sentido los dos puntos principales de la controversia entre los católicos y los así llamados protestantes ortodoxos (diferentes de los protestantes liberales que no admiten ni la revelación sobrenatural ni la autoridad de la Biblia). Las otras diferencias están relacionadas con éstos o surgen de ellos, como también las diferencias entre las diferentes sectas protestantes -en la medida en que son más o menos fieles al principio protestante, se alejan o se acercan a la posición católica.

No existen las mismas diferencias fundamentales entre los católicos y las sectas cristianas orientales, ya que ambas partes admiten la institución divina y la autoridad divina de la Iglesia, con un sentido más o menos vivo y explícito de su infalibilidad e indefectibilidad, y de sus otras prerrogativas docentes; pero hay controversias respecto a los portadores de la autoridad, a la unidad orgánica del cuerpo docente, a la infalibilidad del Papa y a la existencia y naturaleza del desarrollo dogmático en la transmisión de la verdad revelada. Sin embargo, la teología de la tradición no consiste solamente en controversias y discusiones con adversarios. Surgen muchas preguntas a este respecto para todo católico que desee dar razón exacta de su creencia y de los principios que profesa: ¿Cuál es la relación precisa entre la tradición oral y las verdades reveladas en la Biblia, y la relación entre el magisterio vivo y las Escrituras inspiradas? ¿Pueden nuevas verdades entrar a la corriente de la tradición, y qué papel juega el magisterio en relación con las revelaciones que Dios pueda hacer aún? ¿Cómo está organizado este magisterio oficial y cómo ha de reconocer una tradición divina o una verdad revelada? ¿Cuál es su papel adecuado respecto a la tradición? ¿Cuándo y cómo se preservan y se transmiten las verdades reveladas? ¿Qué le acontece al depósito de la tradición en su transmisión a través de las épocas? Estas y otras preguntas semejantes se tratan en otras partes de la ENCICLOPEDIA CATÓLICA, pero aquí debemos separar y agrupar todas las que hacen referencia a la tradición y al magisterio vivo en la medida en que éste es el órgano de preservación y transmisión de la tradición y de la verdad revelada.

Los siguientes son los puntos a tratarse:
I. La existencia tradiciones divinas que no están contenidas en la Sagrada Escritura, y la institución divina del magisterio vivo para defender y transmitir la verdad revelada y la prerrogativa de ese magisterio.
II. La relación de la Escritura con el magisterio vivo, y de éste con la Escritura.
III. El modo correcto de existencia de la verdad revelada en la mente de la Iglesia y la manera de reconocer esa verdad.
IV. La organización y el ejercicio del magisterio vivo, su papel preciso en la defensa y transmisión de la verdad revelada; sus límites y modos de acción.
V. La identidad de la verdad revelada en la multitud de fórmulas, sistematización y desarrollo dogmático; la identidad de la fe en la Iglesia y a través de las variaciones de la teología.

Un tratamiento completo de esas cuestiones requeriría un desarrollo muy largo; aquí sólo se puede dar una breve descripción. El lector deberá referirse a obras especiales para una explicación más completa (N. del T.: En especial al capítulo segundo de la 1ª. Parte del Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica y al documento Dei Verbum, del Concilio Vaticano II).

Tradiciones divinas no contenidas en la Escritura. Institución del magisterio vivo. Sus prerrogativas

Los ataques de Lutero a la Iglesia se dirigieron al principio solamente a detalles doctrinales, pero la misma autoridad de la Iglesia se involucró en la disputa, y esto pronto se volvió evidente para ambas partes. Sin embargo, la controversia continuó por muchos años para versar sobre puntos particulares de la enseñanza tradicional más que sobre la autoridad docente y las armas principales fueron los textos bíblicos. El Concilio de Trento, incluso mientras implicaba en sus decisiones y anatemas la autoridad del magisterio vivo (que los mismos protestantes no osaban negar explícitamente), mientras apelaba a la tradición eclesiástica y al sentido de la Iglesia ya fuese para la determinación del canon o para la interpretación de algunos pasajes de la Sagrada Escritura, incluso mientras establecía una regla para interpretar los asuntos bíblicos, nunca se pronunció explícitamente en lo relativo a la autoridad docente; se contentó con decir que la verdad revelada se encuentra en los libros sagrados y en la tradición no escrita que viene de Dios a través de los apóstoles; esas eran las fuentes de las que podía sacar. Como es evidente, el Concilio sostenía que hay tradiciones divinas no contenidas en la Sagrada Escritura, revelaciones hechas a los apóstoles ya sea oralmente por Jesucristo, ya por inspiración del Espíritu Santo y transmitida por los apóstoles a la Iglesia.

La Sagrada Escritura no es por tanto la única fuente teológica de la revelación hecha por Dios a su Iglesia. Lado a lado con la Escritura está la tradición; lado a lado con la revelación escrita está la revelación oral. Dando esto por sentado, es imposible quedar satisfecho con sólo la Biblia para solucionar todas las cuestiones dogmáticas. Ese fue el primer campo de controversia entre los teólogos católicos y los reformadores. A la designación de la tradición divina no escrita no siempre se le dio toda la claridad deseable, especialmente en los primeros tiempos. Sin embargo, los controversistas católicos pronto les probaron a los protestantes que para ser lógicos y consistentes debían admitir como reveladas las tradiciones no escritas. De otro modo, ¿por qué derecho descansaban en domingo y no en sábado? ¿Cómo podían considerar válido el bautismo de niños, o el bautismo por infusión? ¿Cómo podían permitir la toma de juramento si Cristo nos mandó que no juráramos por nada en absoluto? Los cuáqueros eran más lógicos al rechazar todos los juramentos; los anabaptistas al rebautizar a los adultos; los sabatarios al descansar el sábado. Pero ninguno era tan consistente como para no estar abierto a la crítica en algún punto. ¿Dónde dice en la Biblia que la Biblia es la única fuente de fe? Yendo más lejos, los controversistas católicos les mostraron a sus oponentes que de esta misma Biblia, a la que sólo deseaban referirse, no podían tener el canon auténtico ni siquiera una garantía suficiente sin una autoridad distinta de la Biblia.

Calvino esquivó el golpe al recurrir a un cierto sabor por el que la palabra divina se manifiesta a sí misma como tal, en forma parecida a como el paladar reconoce la miel. Y esta de hecho fue la única escapatoria, pues Calvino reconoció que ninguna autoridad humana era aceptable en ese asunto. Pero ese era un criterio muy subjetivo y uno que demandaba precaución. Los protestantes no se atrevieron a adherirse a él. Después de rechazar la tradición divina recibida de los apóstoles por la Iglesia infalible, eventualmente vinieron a apoyar su fe únicamente en la Biblia como una autoridad humana, que además era especialmente insuficiente dadas las circunstancias, ya que abría toda clase de dudas y preparaba el camino para el racionalismo bíblico. De hecho, no hay ninguna garantía suficiente para el canon de las Escrituras, para la total inspiración o inerrancia de la Biblia, excepto en un testimonio divino que, al no estar amplia y claramente contenido en los Libros Sagrados, ni al ser fácilmente discernible en el escrutinio de los académicos, que son sólo académicos, no nos llega con la garantía necesaria que aportaría si fuese transmitido por una autoridad asistida divinamente como lo es, según los católicos, la autoridad del magisterio vivo de la Iglesia. Tal es la forma como los católicos les demuestran a los protestantes que debe haber y de hecho hay tradiciones divinas no contenidas en la Sagrada Escritura.

Igualmente les demuestran que no pueden prescindir de una autoridad docente, un magisterio vivo autorizado divinamente para solucionar controversias que surgen entre ellos y de las que a menudo la Biblia misma es la ocasión. De hecho la experiencia probó que cada hombre encontró en la Biblia sus propias ideas, como lo dijo uno de los primeros sectaríos reformadores: "Hic liber est in quo quaerit sua dogmata quisque, invenit et pariter dogmata quisque sua." Un hombre encontró la Presencia Divina, otro una presencia puramente simbólica, otro una cierta forma de presencia eficaz. El ejercicio de la libre indagación respecto a los textos bíblicos llevó a disputas interminables, a la anarquía doctrinal y, finalmente, a la negación de todo dogma. Estas disputas, anarquía y negación no podían estar de acuerdo con la intención divina. De ahí la necesidad de una autoridad competente para resolver controversias e interpretar la Biblia. Afirmar que la Biblia es perfectamente clara y suficiente para todos fue obviamente una réplica nacida de la desesperación, un desafío a la experiencia y el sentido común. Los católicos la refutaron sin dificultad y su posición quedó justificada con creces cuando los protestantes comenzaron a involucrarse con el poder civil, rechazando la autoridad doctrinal del magisterio eclesiástico solo para caer bajo la de los príncipes

Además bastaba mirar la Biblia, leerla sin prejuicios, para ver que la economía de la predicación cristiana era sobre todo una de enseñanza oral. Cristo predicó, no escribió. En su predicación apeló a la Biblia, pero no se conformaba con su mera lectura; la explicaba y la interpretaba, la utilizó en su enseñanza, pero no la sustituyó con su enseñanza. Existe el ejemplo del misterioso viajero que les explicó a los discípulos de Emaús lo que hacía referencia a Él mismo en las Escrituras para convencerlos de que Cristo debía sufrir y entrar así en su gloria. Y tal como Él mismo predicó, así envió a sus apóstoles a predicar; no los envió a escribir sino a enseñar, y fue a través de la predicación y la enseñanza oral que ellos instruyeron a las naciones y las trajeron a la fe. Si alguno de ellos escribió y lo hizo bajo la inspiración divina, es manifiesto que esto fue, por decirlo así, incidentalmente. No escribieron en aras de la escritura, sino para complementar su enseñanza oral cuando no podían ir personalmente a recordarla o explicarla, para resolver problemas prácticos, etc. San Pablo, entre todos los apóstoles el que más escribió, nunca soñó con escribir todo, ni en substituir su enseñanza oral con sus escritos.

Por último, los mismos textos que nos muestran a Cristo instituyendo su Iglesia y a los apóstoles fundando comunidades y difundiendo la doctrina de Cristo a través del mundo nos muestran al mismo tiempo la Iglesia instituida como una autoridad docente; los mismos apóstoles reclamaban para sí mismos dicha autoridad, y enviaban a otros del mismo modo que ellos habían sido enviados por Cristo, y como Cristo había sido enviado por Dios, siempre con el poder de enseñar y para imponer doctrina así como para gobernar la Iglesia y bautizar. Quien creyera en ellos se salvaría; quien los rechazara se condenaría. San Pablo nos señala a la Iglesia viva, y no a la Escritura, como el pilar y el terreno firme de la verdad. Y la inferencia de los textos y hechos es sólo lo que se obtiene por la naturaleza de las cosas. Ningún libro, así sea inspirado y divino, no está destinado a apoyarse a sí mismo. Si es obscuro (y ¿qué persona sin prejuicios negaría que hay oscuridades en la Biblia?) debe ser interpretado. E incluso si es claro, no lleva la garantía de su divinidad, su autenticidad o de su valor. Alguien debe ponerlo al alcance, y no importa lo que se haga, el creyente no puede creer en la Biblia ni encontrar en ella el objeto de su fe hasta que no haya hecho previamente un acto de fe en las autoridades intermedias entre la Palabra de Dios y su lectura. Ahora bien, autoridad por autoridad, ¿no es mejor recurrir a la de la Iglesia que a la del primer advenedizo? Los protestantes liberales, como M. Auguste Sabatier, han sido los primeros en reconocer que, si hubiese una religión de autoridad, el sistema católico con la maravillosa organización de su magisterio vivo es muy superior al sistema protestante, que basa todo en la autoridad de un libro.


Las prerrogativas de esta autoridad docente están suficientemente claras en los textos, los cuales hasta cierto punto están implícitos en la institución misma. Según la Epístola de San Pablo a Timoteo, la Iglesia es el pilar y la base de la verdad; los apóstoles y, en consecuencia, sus sucesores, tienen el derecho de imponer su doctrina; quienes se nieguen a creerles, se condenarán, cualquiera que rechace cualquier cosa es náufrago en la fe. La autoridad es, por tanto, infalible. Y tal infalibilidad está garantizada implícita pero directamente por la promesa del Salvador: "Miren, estoy con ustedes todos los días hasta la consumación de los siglos". Brevemente, la Iglesia continúa la misión de Cristo de enseñar, así como la misión de santificar. Su poder es el mismo que Él recibió de su Padre, y así como Él vino lleno de verdad no menos que de gracia, la Iglesia es asimismo una institución de verdad así como una institución de gracia. Esta ||Doctrina Cristiana |doctrina]] fue destinada a ser extendida por todo el mundo a pesar de tantos obstáculos de toda clase, y el cumplimiento de la tarea requirió milagros. Así que Cristo les dio a sus apóstoles el poder milagroso que garantizaba su enseñanza. Según Él mismo confirmó sus palabras con sus obras, Él deseó que ellos también presentasen su doctrina con motivos excepcionales para su credibilidad. Sus milagros eran los sellos divinos de su misión y de su apostolado. El sello divino siempre ha estado estampado sobre la autoridad docente. No es necesario que todo misionero haga milagros, la Iglesia misma es un milagro siempre vivo que lleva siempre en su frente el testigo excepcional de que Dios está con ella.
(...)

Tradición y Magisterio vivo... by María Cecilia PeTri


Los cinco Ministerios del Espíritu Santo

“...edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, siendo la piedra angular Cristo mismo, ... hasta ser morada de Dios en el Espíritu”. Ef 2,20-22

«La tradición pervive por la fe del pueblo» Federico Rico, ABAD
Canon 212 § 3: Tienen el derecho, y a veces incluso el deber, en razón de su propio conocimiento, competencia y prestigio, de manifestar a los Pastores sagrados su opinión sobre aquello que pertenece al bien de la Iglesia y de manifestar a los demás fieles, salvando siempre la integridad de la fe y de las costumbres, la reverencia hacia los Pastores, y habida cuenta de la utilidad común y de la dignidad de las personas. Los derechos y deberes de los fieles (Derecho Canónico)
“Efesios 4:11 Y El dio a algunos el ser apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y maestros,
4:12 a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo;
4:13 hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo;
4:14 para que ya no seamos niños, sacudidos por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de doctrina, por la astucia de los hombres, por las artimañas engañosas del error;
4:15 sino que hablando la verdad en amor, crezcamos en todos los aspectos en aquel que es la cabeza, es decir, Cristo,
4:16 de quien todo el cuerpo (estando bien ajustado y unido por la cohesión que las coyunturas proveen), conforme al funcionamiento adecuado de cada miembro, produce el crecimiento del cuerpo para su propia edificación en amor."
Los cinco ministerios que el Señor Jesucristo ha establecido en la Iglesia son: Apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros.
“Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo,
hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”.

Puntos importantes:
1.- Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios.
La palabra griega utilizada para traducir “hasta” es méjri μέχρι o mejrís μεχρίς; que significa hasta el punto de, por ejemplo, hasta cierto punto; se refiere especialmente al espacio de tiempo o lugar que los separa.
Esto muestra que el tiempo de vigencia de los cinco ministerios será concluido “hasta” que la Iglesia alcance la unidad de la fe y también la unidad del conocimiento del Hijo de Dios; cosas que aún no se han alcanzado. Basta este tema como ejemplo de que aún no hemos alcanzado la unidad del conocimiento del Hijo de Dios.
2.- A un Varón Perfecto
“Al estado de un varón perfecto”. Nuevamente vemos que hoy en día la cristiandad, y aún nosotros mismos, estamos en el proceso de perfección, pero no hemos alcanzado la estatura del varón perfecto.
3.- A la medida de la estatura de la plenitud de Cristo
Si vemos nuevamente a nuestro alrededor, encontramos la realidad que, si ciertamente el Espíritu Santo nos está llevando a la imagen de Cristo (Romanos 8:29; 2ª Corintios 3:18), aún nos queda mucho por recorrer para alcanzar “la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”.

Los tres puntos anteriores son la evidencia bíblica que muestra aún están vigentes los cinco ministerios y, por lo tanto, el ministerio apostólico y profético.

El propósito de los cinco ministerios,
Efesios 4:12, 14

En los textos de Efesios 4:12 y 14, encontramos por lo menos tres propósitos básicos de la actividad de los cinco ministerios en la Iglesia:
1.- a. Perfeccionar a los santos para la obra del ministerio 
b. Edificación del cuerpo de Cristo.
2.- Que no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina.

Los apóstoles
La palabra “apóstol” se traduce del griego “apostolos”, que significa: Uno que es enviado y mensajero. (Strong 652) y de “apostello” que quiere decir: Enviar para un servicio o una comisión (Strong 649). Este vocablo describe la relación que existe entre el ministro y Cristo (Diccionario Vine), que si fuera necesario no le importa morir para cumplir con su llamamiento (Hechos 20:24).1
Hablando de la etimología de la palabra “apóstol”, la concordancia Strong indica que se traduce del griego apóstolos ἀπόστολος que también significa: Delegado, apóstol, enviado, enviar y mensajero.2 Esta palabra se deriva de apostélo ἀποστέλλω; que significa:
Poner aparte, enviar, devolver, mandar, meter y poner.3
Debemos tener presente que la Biblia muestra que Dios se ha manifestado en tres grandes tiempos que podemos verlo según los libros de la Biblia, por medio del Padre en el Antiguo Testamento, por el Hijo en los Evangelios y por medio del Espíritu Santo desde pentecostés hasta nuestros días.

a. Apóstoles del Padre, Hebreos 3:1
Jesucristo fue enviado por el Padre para realizar la obra que le había establecido; Él fue el único apóstol enviado por el Padre.
b. Apóstoles del Hijo o apóstoles del Cordero, Mateo 10:1-4; Hechos 1: 15-26; Apocalipsis21:14
En el Evangelio de Mateo leemos que el Señor Jesús llamó de entre sus discípulos a los doce apóstoles; de éstos después de la muerte de Judas, Matías ocupó el lugar número doce. Estos doce apóstoles en Apocalipsis son llamados “Apóstoles del Cordero”. Con toda certeza podemos afirmar que éste tipo de apostolado concluyó con los doce quedó cerrado con Matías, pues los requisitos para optar a ello eran haber estado junto con los apóstoles todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía con ellos, comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que fue recibido arriba, siendo testigo de su resurrección.
c. Apóstoles del Espíritu Santo, Hechos 13:1-4
Estos son los llamados y enviados por el Espíritu Santo para hacer la obra del ministerio; el más destacado de ellos fue el apóstol Pablo.
De los que inicialmente ejercieron este tipo de apostolado podemos mencionar a: Bernabé (Hechos 14:14), Pablo, Andrónico, Junias (Romanos 16:7), Santiago el hermano del Señor (Gálatas 1:19), Silvano, Timoteo (1ª Tesalonicenses 1:1; 2:4, 6), Sóstenes (1ª Corintios 1:1; 4:9) y Epafrodito (Filemon 2:25)
Ahora bien, en base a Efesios 4:11-16 podemos afirmar que éste es el tipo de apóstolado que aún está vigente en la Iglesia.
¿El ministerio apostólico es mayor a los otros cuatro ministerios? No, pues los cinco ministerios son de igual importancia para la edificación del Cuerpo de Cristo.
Lamentablemente, hay movimientos que enseñan que el ministerio apostólico y el profético son los más importantes para la Iglesia, y menosprecian a los pastores, evangelístas y maestros. Esto ha provocado que ahora todos quieran ser o se digan ser apóstoles, o cuando menos, profetas, por lo que se deben probar para verificar su autenticidad (Apocalipsis 2:2).

Los falsos apóstoles, 2 Corintios 11:1-14; Apocalipsis 2:2
Como lo indicamos al principio de este ensayo, la Biblia nos advierte de los peligros de los últimos días, entre los que debemos mencionar a los falsos ministros y, específicamente, a los falsos apóstoles, por quienes se puede cometer el error de rechazar o desechar a los verdaderos apóstoles.
En 2 Corintios 11:1 al 14, encontramos el ejemplo de algunos falsos apóstoles que se introdujeron en la iglesia de Corinto para dañarla; su mensaje se caracterizaba por extraviar los sentidos de la sincera fidelidad a Cristo, predicar a otro Jesús, ministrar o ser movidos por otro espíritu y enseñar otro evangelio.
Luego en Apocalipsis 2:2, vemos que la Iglesia de Éfeso también se enfrentó a personas que decían ser apóstoles, pero cuando los sometieron a prueba, hallaron que no lo eran.
Ahora, igual que en aquellos tiempos, están surgiendo pseudo y falsos apóstoles que cómo se indica en 2 Corintios, apartarán a muchos de la sincera fidelidad a Jesucristo para ir en pos de otros cristos y a la apostasía irreversible.
1. Strong G3360, 
2. Strong G652, 
3. Strong G649

FUNCIONES APOSTÓLICAS

a) Establecer doctrina, Hechos 2:41-42; Efesios 2:20 Los apóstoles establecen la sana doctrina como fundamento para crecer hasta ser un templo santo en el Señor.
b) Cubrir, Mateo 28:18-20 Cuando el Señor Jesús resucitó, le fue dada toda potestad en el cielo y en la tierra, y prometió que estará cubriendo a los suyos todos los días hasta el fin del mundo. Ese poder fue delegado a los cinco ministerios. (Mateo 23:37-39; Efesios 2:20-22).
c) Enviar, Hechos 7:35, 9:5-18; Mateo 10:6-8 Así como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo enviaron a sus mensajeros con comisiones específicas, así el apóstol, guiado por el Espíritu Santo, tiene la facultad de enviar a ministros para realizar la obra de Dios.

LAS CONSECUENCIAS DESASTROSAS DE NO ENSEÑAR 
LA SANA DOCTRINA, Y EL EJEMPLO DE LOS SANTOS

Charla con el periodista Alex Holgado buscando
una visión más justa y equilibrada de la Iglesia



En la Fe católica hay en torno a los acontecimientos una sola certidumbre: la creación y el correr del mundo discurren bajo la divina Providencia y tienen por fin la gloria divina. Pero el sentido de la evolución del mundo no aparece manifiesto en las articulaciones singulares de la historia. Se capta solamente en la totalidad de su devenir, y de este modo, mientras el devenir esté en acto y no haya concluído escatológicamente, puede ser solamente vislumbrado. Pero arriesguémonos con las conjeturas. 
La primera conjetura es que el proceso de disolución de la religión católica en la sustancia mundana continnúe, y el género humano camine hacia una igualación total de las formas políticas, de las creencias religiosas, de las estructuras económicas, de las instituciones jurídicas, y de los géneros culturales. Esto ocurriría bajo el imperio de la técnica al servicio del desarrollo del hombre en cuanto hombre y solamente mediante los elementos del mundo. La instauración del regnum hominis con la baconiana prolatio terminorum humani imperii ad omne possibile  constituir´ıa esa novedad catastrófica anunciada tanto por la nueva teología como por la filosofía marxista. Las coloraciones religiosas con las cuales la teología de la liberación todavía se presenta están destinadas a desvanecerse y dejar desnuda la esencia humana de la teoría. Esta primera conjetura supone la absoluta historícidad del Cristianismo, la caída de la Revelación divina a ser un momento del deviniente espíritu humano, y la eliminación de todo Absoluto de la razón y de la religión. Puede considerarse al comunismo ateo como principio activo de la desreligionización, pero también cooperan con él las doctrinas que lo han dado a luz históricamente.

La segunda conjetura acerca del futuro de la Iglesia es la expresada por Montini como obispo y confirmada despu´es como Papa... La Iglesia continuará abriéndose y conform´andose al mundo (es decir, desnaturalizándose), pero su sustancia sobrenatural será preservada restringiéndose a un residuo mínimo, y su fin sobrenatural continuará siendo perseguido fielmente por una avanzadilla del mundo. A la engañosa expansión de una Iglesia diluída en el mundo corresponde una progresiva contracción y disminución en un pequeño número de hombres, una minoría en apariencia insignificante y moribunda pero que contiene la concentración de los elegidos, el testimonio indefectible de la Fe. La Iglesia será un puñado de vencidos, como preanunció Pablo VI en el discurso del 18 de febrero de 1976. Tal inanición y anulación de la Iglesia no invalida, más bien verifica, lo expresado por 1 Juan 5, 4: haec est victoria, quae vincit mundum, Fides nostra (y ésta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe).

        

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