EL Rincón de Yanka: LA COLINA DE (LAS CRUCES) EN LITUANIA Y LA CRUZ PESADA, POEMA DE RAFAEL POMBO

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martes, 26 de enero de 2016

LA COLINA DE (LAS CRUCES) EN LITUANIA Y LA CRUZ PESADA, POEMA DE RAFAEL POMBO



Se trata de una pequeña elevación completamente cubierta de crucifijos. Según cálculos aproximados, hay más de 100.000 en total, aunque la cifra nunca deja de crecer. Hay cruces de todos los colores, tamaños y modelos; pero siempre queda espacio para alguna más. Los visitantes y curiosos que se acercan a visitar la colina suelen añadir sus propias piezas a esta colección, unas veces trayéndolas expresamente para este fin y otras fabricándolas allí mismo con lo que pueden encontrar en la zona.

Pero, ¿de dónde procede la tradición? ¿Por qué se empezaron a plantar crucifijos en esta prominencia? Parece que los primeros datan del siglo XIV, alrededor de cien años después de la fundación de la localidad más cercana. Los habitantes de la misma reclamaban de este modo su independencia ante la ocupación de los caballeros de la Orden Teutónica. La cantidad de cruces siguió creciendo durante la Edad Medieval y se multiplicó en torno a 1831, después de un levantamiento de los campesinos locales contra las autoridades rusas que controlaban el área.

Aunque si en algún momento esta colina demostró ser un símbolo de resistencia fue en el siglo XX, concretamente entre 1944 y 1991. Tres veces intentaron los soviéticos acabar con el improvisado santuario... y tres veces fue reconstruido por la gente de Siauliai y los peregrinos. Quizá por eso el Papa Juan Pablo II decidió visitar personalmente este lugar en 1993, pronunciando unas palabras que hoy están grabadas sobre piedra: «Gracias, lituanos, por esta colina de cruces que atestigua ante las naciones de Europa y ante el mundo entero la fe de la gente de esta tierra».




Lamentábase un hombre amargamente
Del peso de su cruz (pues no hay viviente
Que no cargue la suya),
Y el Cielo, de escucharlo al íin cansado,
Díjole : «Deja pues la que te he dado,
Y escoge otra por tuya».

Y al pie de la montaña el triste vino,
A la estación do cada peregrino
Su cruz y rumbo coge;
Y allí dejó la suya; y encontrando
Muchas donde elegir, las fue probando
Para ver cual escoge.

Una entre todas, su atención sedujo
Por ser de oro macizo: cruz de lujo,
Pero cruz tan pesada
Que no la pudo alzar. Probó en seguida
Una con ramas de laurel ceñida,
Mas la halló ensangrentada.

Otra, que orlaban rosas peregrinas,
Hirió con agudísimas espinas
Sus hombros no muy sanos.
La cuarta, que adornaba áurea corona.
Castigó levemente su intentona
Quemándole las manos.

Otra pesaba poco; estaba hueca,
Y él exclamó regocijado «¡Eureka!»
Más su seno escondía
Una víbora atroz que el diente fiero
Sacaba a cada paso del carguero,
Y a hurtadas lo mordía.

Otra necesitaba de ayudante.
Que era su peso enorme, exorbitante.
De aterrar a cualquiera.
Áspera, negra, dura como hierro.
Un lazarillo iba al costado; un perro
A la punta trasera.

Y así las fue excluyendo una por una;
Y cuando ya pensó no hallar ninguna
Que no fuese un gran duelo.
Dio al fin con ella, y dijo: «¡Hágote mía!»...
Y era su antigua cruz, la que le había
Predestinado el Cielo.



CAMINO DE CRUZ - CRISTOBAL FONES

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