Explorando nuestro cerebro
CEREBROCENTRISMO O NEUROCENTRISMO
Entrevista a José Ramón Amor Pan sobre su libro:
"BIOÉTICA Y NEUROCIENCIAS".
VINO VIEJO EN ODRES NUEVOS
No cabe duda, el cerebro está de moda. Es un tema radical. Que obliga a repensar muchas cuestiones:
- ¿Somos realmente libres?
- ¿Dios es un invento de nuestro cerebro?
- ¿Pueden utilizarse las neuroimágenes ante los tribunales?
- ¿Qué podemos decir del Neuromarketing, esto es, de la utilización de técnicas neurocientíficas para incitar al consumo de un determinado producto?
- ¿Es aceptable caminar hacia el posthumanismo, esto es, hacia un nuevo estadio evolutivo del ser humano gracias a la Nanotecnología, la Robótica y las Neurociencias que incluye implementar un cerebro humano en un soporte no biológico?
- ¿Debemos mejorar el rendimiento intelectual de nuestros niños a través del uso de psicofármacos?
- ¿Qué valor tienen aquellos seres humanos cuyo cerebro se ha averiado?
La primera mitad del siglo XX fue el momento de la Física, que lo iba a explicar todo y a todos. De la misma manera, podemos decir que la segunda mitad de ese siglo fue la época dorada de la Biología molecular y de la Genética. Está claro que, cuando llevamos 14 años de este siglo XXI, el estudio interdisciplinar del cerebro y de la mente está siendo el centro principal de atención de la comunidad científica y, también, de la opinión pública. El libro pretende ser un resumen lo más completo y riguroso posible del estado de la cuestión, teniendo en cuenta que una gran parte de los principales textos sobre esta materia no están traducidos al español.
Sorprende y fascina. También provoca escalofríos. Habla de técnicas que permiten escanear el cerebro para pulsar resortes que ni conocemos: saber si está averiado y por eso cometemos un delito, si mentimos, dónde está laempatía o por qué consumimos un producto y no otro: «Se trata de detectar por neuroimágenes qué es lo que experimenta el consumidor cuando adquiere un producto... Ya se está investigando cómo determinados olores entran directamente en ciertas zonas neuronales para incitar al consumo». De esta revolución neurocientífica escribe José Ramón Amor Pan (A Coruña, 1966) en su nuevo libro Bioética y Neurociencias. El volumen, de casi 800 páginas y cuyos subtítulo es Vino viejo en odres nuevos, es fruto de cuatro años de trabajo.
-¿Por qué ese subtítulo?
-Los grandes temas que están detrás son los de siempre, los de la filosofía y la ética, solo que están con un nuevo ropaje, con nueva presentación, con algunos elementos novedosos.
-¿Como cuáles?
-La libertad, si somos o no somos realmente libres. Hay experimentos que parecen indicar que no lo somos, pero eso no es cierto. De ahí el subtítulo: la manía de reducir el ser humano a sus neuronas ya estaba en el materialismo del siglo XIX. Hago una crítica contra este neurocentrismo o el neuroexistencialismo.
-¿Cómo valora las actuales técnicas de neuroimagen?
-Se quieren llevar más allá del ámbito estrictamente médico y esto puede generar no pocos problemas éticos y legales. Se habla ya de un neuroderecho, es decir, podemos admitir como prueba en un juicio un escáner cerebral en el que se demuestre que ese cerebro tiene dañada una parte concreta y eso ha hecho que cometiera el delito. ¿Qué demuestra ese escáner? Hay gente que con la misma zona cerebral dañada no han cometido delitos. En Estados Unidos ya se hace para detectar si estás mintiendo en un interrogatorio o, con esta obsesión por la seguridad, plantean si en los aeropuertos podríamos utilizar un escáner cerebral para el control de la inmigración...
-¿Escanear el cerebro?
-Sí, y si se activa determinada zona estaría diciendo la verdad y si activa otra mintiendo... Seríamos de cristal, transparente y bien limpito, y eso daría mucha información sobre nosotros, pero al mismo tiempo seríamos altamente manipulables que es lo que me preocupa. La neurociencia ha dado en los últimos 15 años unos avances espectaculares y tenemos que estar muy satisfechos. Los enfermos de alzhéimer con los implantes cerebrales han vuelto a tener una gran calidad de vida. Ahora bien, usar fármacos para mejorar y potenciar nuestras facultades cognitivas, la memoria, la capacidad de alerta, de concentración es muy peligroso. Este consumo se está extendiendo masivamente, muchas veces con un control nimio o inexistente. Según datos de varios comités nacionales de ética el 34 % de los fármacos que se están usando como neuromejoradores se compran en Internet.
-Parece ciencia ficción...
-Todo lo que hayas visto en películas de ciencia ficción en este momento tiene ya visos de realidad. La bioética tiene que propiciar un debate informado y sereno sobre estos temas y de ahí este libro que, aunque es un tocho de 784 páginas, he intentado hacerlo de tal manera que sirva para ese debate informal de la ciudadanía.
José ramón Amor Pan Autor del libro «Bioética y Neurociencia» «Me preocupa que intereses militares o económicos guíen las investigaciones neurocientíficas»
«En Galicia la bioética sigue sin tomarse en serio; somos la única comunidad autónoma histórica que no tiene un centro de bioética, cuando en el mundo ya hay centros de neuroética, algo que yo critico, porque creo que no tiene entidad propia. En Galicia llevo clamando 15 años y seguimos sin tener centro superior». Esto sostiene Amor Pan.
-¿Hay gente para ese centro?
-Habría una masa crítica, pero para que surja un centro tiene que haber alguien que ponga dinero, si bien ni las instituciones públicas ni las privadas parecen tener interés en la bioética. En cambio el centro de neuroética de Oxford lo paga una fundación japonesa. Las grandes universidades del mundo tienen todas un centro bioética y, a mayores, se están creando unidades sobre estos temas, sobre el pos humanismo, sobre la neuroética... Se dan cuenta de que hay que reflexionar sobre esto. En Estados Unidos el poshumanismo tiene una presencia mediática y en las universidades muy potente.
-¿La financiación condiciona esas investigaciones?
-Me preocupa que sean los intereses económicos, militares o nacionales los que puedan guiar las investigaciones neurocientíficas. En este sentido, el discurso de Obama hace un par de años al presentar el proyecto Brain es de antología: «No podemos permitirnos perder estas oportunidades mientras que el resto de las razas del mundo van por delante. Tenemos que aprovecharlas. No quiero que los próximos descubrimientos de nuevos puestos de trabajo sucedan en China, India o Alemania. Quiero que sucedan aquí, en los Estados Unidos de América».
Un último problema ético relacionado con la información que aportan las neurociencias en relación con la identidad humana es el del reconocimiento mismo de lo humano. Actualmente uno de los criterios médicos para definir el momento de la muerte de una persona son los criterios neurofisiológicos. Pero entonces, ¿se está reconociendo implícitamente que el ser humano es su cerebro?. Este neuroesencialismo implica admitir que es la consciencia lo que realmente identifica a una persona. Sin embargo, esta afirmación ha de enfrentarse a una objeción evidente. De la misma forma quel ambiente es decisivo para la expresión de los genes, y por ello podemos rechazar la hipótesis de James Watson de que el “alma” esté en el ADN, por la misma regla de tres, se puede afirmar que el medo externo es crucial para el desarrollo neuronal y psicológico de la persona y, por ello, tampoco se sostendría la tesis de querer localizarla en el cerebro. ¿Entonces que es lo que define al ser humano? Experimentos de la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford, lograron sustituir el sistema inmune de un ratón por el sistema inmune humano. Ahora proyectan crear un ratón que posea un centro neuronal humano con el fin de realizar experimentaciones in vivo. La dificultad está en que bajo una propuesta neuroesencialista surge el conflicto de saber si se está trabajando con un hombre con cuerpo de ratón o con un ratón con cerebro humano. Las repercusiones éticas según la respuesta dada serían importantes para valorar, no sólo este tipo de investigaciones, cuya proyección pueda todavía parecer lejana, sino de otras mucho más actuales relacionadas con el “límite de la vida”. ¿Tiene identidad humana un embrión cuyas células todavía no se han especializado en neuronas? ¿Qué sucede con un paciente que ha sufrido un grave daño neuronal y que por ello se encuentra en estado vegetativo? El estudio del alma humana no es fácil ni parece que sea suficiente una respuesta que incluya meramente cuestiones fisiológicas o sociales.
La neuroética se presenta como un puzzle con numerosas piezas por encajar. La valoración sobre el usote la información y tecnología ofrecida por las neurociencias no es un problema pequeño que admita respuestas fáciles. Sobre todo, porque en las consecuencias de dicha respuesta está puesta en juego la dignidad y la vida humana. Las investigaciones en neuroética requieren amplitud y profundidad. Un estudio responsable en el que se perciba la magnitud del dilema tratado y las repercusiones de las soluciones aportadas. El beneficio o el daño que causan las publicaciones neuroéticas quizá justificaría que se desarrollara una ética propia para los intelectuales que quisieran dedicarse a esta disciplina. Sin duda, la primera norma sería el humilde consejo: “de lo que no se puede hablar hay que callar”
"La evolución biológica dejó al ser humano en la playa de la historia. Entonces comenzó la gran evolución cultural, la ardua humanización del hombre mismo y de la realidad, cuyo destino es aún incierto. Nietzsche lo dijo con su envidiable contundencia: Somos un animal no fijado. Una especie indecisa a la búsqueda de su definición. Aún no sabemos si triunfará la sabiduría o la estupidez.
Seré optimista una vez más. La inteligencia es un caudal poderoso y, contra viento y marea, triunfará, a menos que la especie humana se degrade, abandonándose a una felicidad de cerdo o de lobo, a una claudicación que le acompaña siempre como una posibilidad tentadora. Confío en una inteligencia resuelta, inventiva, cuidadosa, poética, ingeniosa, intensa y estimulante". Extraído de “La inteligencia fracasada” de José Antonio Marina. Editorial Anagrama.
ENFRIAMIENTO DEL ESPÍRITU HUMANO
VER+:
EL CEREBROCENTRISMO Y NEUROCIENCIA CIENTIFICISTA
La neurociencia se quiere convertir en la madre y en el padre de las ciencias matando a la filosofía
VER+:
La aparición de los primeros homínidos se remonta a tres o cuatro millones; el Homo sapiens sapiens, única especie que ocupa la tierra actualmente, apenas tiene cincuenta mil años de existencia, tiempo ínfimo en la escala del universo. El cerebro humano es el resultado de una evolución que va desde el reptil hasta el Homo sapiens, y su estructura escalonada lleva la huella de esta evolución.
¿Dónde se origina nuestra disfrazada intolerancia?
Una historia muy larga prueba que la ciencia jamás es inocente. Todo lleva a pensar que el complejo cultural es una proyección externa del cerebro; sin embargo, escribe el profesor Changeux (1983), se está creando una profunda desarmonía entre el cerebro del hombre y el mundo que lo rodea.
Médicos, psicólogos, y psiquiatras están en diferentes países al servicio de los verdugos. El científico trabaja para el Estado que le paga. El Premio Nobel, prestigiosa consagración científica, ha sido a veces otorgado a notorios racistas. El científico también es un hombre, dotado de un cerebro imperfecto legado por la evolución: tiene prejuicios.
La idea del racismo y el darwinismo social encontraron en el pasado, y todavía tienen, ardientes defensores entre ilustres científicos. En nuestros días trata de imponerse una tecnocracia biológica. Muchos científicos dicen al respecto más de lo que deben, dada la limitación y la fragmentación de su saber.
Algunas teorías supuestamente científicas están llenas de presupuestos ideológicos y, hasta no hace mucho, casi toda la antropología física sostenía explícita o implícitamente la idea de raza.
La ideología del darwinismo que justifica la eliminación de los grupos humanos más débiles por los más fuertes y de la carencia de los recursos naturales, están trabados en una fuerte competencia donde los mejor dotados triunfan y los demás desaparecen. Darwin no hace más que proyectar al campo biológico la situación sociológica y política que prevalece en su época, (1874). Es la época del triunfante colonialismo europeo.
Para terminar, citamos a F. Lorenz, otro Premio Nobel, quien en 1940, cuando triunfa el nazismo en Alemania, defiende "científicamente" las ideas racistas. Los herederos contemporáneos de los pensadores del racismo se reconocen en la sociobiología y en sus émulos de las ciencias sociales.
Es poca la distancia que separa la imposible objetividad y los extravíos ideológicos: la elaboración de la ciencia está muy lejos de tener la pureza que se quiere atribuir, siendo casi natural la recuperación política desemejantes ideas.
Es poca la distancia que separa la imposible objetividad y los extravíos ideológicos: la elaboración de la ciencia está muy lejos de tener la pureza que se quiere atribuir, siendo casi natural la recuperación política desemejantes ideas.
La idea de una ciencia completamente inductiva es un mito peligroso. Los expertos en todos los terrenos sólo tienen conocimientos muy relativos, muy parcelados, y además no están de acuerdo entre ellos mismos. Una investigación efectiva, la elección de un tema, los métodos empleados,la interpretación de los resultados, todo, a cada nivel, se apoya siempre en opciones metacientíficas.
La magnitud de los recientes adelantos científicos debería conducirnos a una mayor sensatez y modestia, y también a una mayor tolerancia. El hombre sospecha de la inmensidad del universo, se ha vuelto capaz de manipular los genes y pronto podrá actuar, cada vez más sutilmente, sobre el cerebro.
¿Qué superhombre vamos a tener la tentación de crear?. ¿De qué nuevos medios van a disponer los poderes?.
Ya estamos en capacidad de autodestruirnos. Todo nos demuestra que la gracia que nos permite existir está ligada a condiciones frágiles y pasajeras. Sabemos que la supresión de las barreras entre pequeños grupos elimina la posibilidad de experiencias evolutivas susceptibles de asegurar a la especie la oportunidad de un nuevo comienzo, de sobrevivir a un cataclismo de gran envergadura.
Ya estamos en capacidad de autodestruirnos. Todo nos demuestra que la gracia que nos permite existir está ligada a condiciones frágiles y pasajeras. Sabemos que la supresión de las barreras entre pequeños grupos elimina la posibilidad de experiencias evolutivas susceptibles de asegurar a la especie la oportunidad de un nuevo comienzo, de sobrevivir a un cataclismo de gran envergadura.
¿Acaso debemos desaprovecharla?. Tenemos que proteger la diversidad biológica y cultural y convencernos de que en nuestro mundo cruel, cualquier forma y cualquier manifestación de la vida, es decir, todas las formas culturales, deben poder perpetuarse porque ameritan respeto y protección. Se trata de nuestro propio interés, no podemos negar nada de lo que existe.
(Extracto de la introducción de la monografía Nº 35)
Fundación La Salle de Ciencias Naturales
Instituto Caribe de Antropología y Sociología Monte Ávila Editores, CA.Caracas, Venezuela, 1988
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