CONSEJO MUNDIAL DE IGLESIAS
Una comunidad mundial de Iglesias
que buscan la unidad,
el testimonio común y el servicio
De los presidentes del CMI
en Pentecostés de 2015
Estimados hermanos y hermanas en la fe:
En esta época del año, recordamos estas palabras de la Biblia hebrea:
Pidamos por la paz de Jerusalén, y porque prosperen los que te aman. Que haya paz dentro de tus murallas, y se respire tranquilidad en tus palacios. Por mis hermanos y mis compañeros, ruego a Dios que haya paz en ti. (Salmos 122:6-8)
Y del Nuevo Testamento:
Cuando llegó el día de Pentecostés, todos ellos estaban juntos y en el mismo lugar. (Hechos 2:1)
“Dios de vida, condúcenos a la justicia y la paz” fue el tema de la X Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias (Busan, República de Corea, del 30 de octubre al 8 de noviembre de 2013). En dicha ocasión, el CMI nos instó a unirnos a todas las personas de buena voluntad en una peregrinación de justicia y paz.
Al decir “‘¡Paz, paz!’ ¡Pero no hay paz!” (Jeremías 6:14), el mundo solo puede ofrecer una paz que se reduce a palabras vacías. Sin paz, ¿puede haber justicia? Sin justicia, ¿puede haber paz? Demasiado a menudo, buscamos la justicia a expensas de la paz, y la paz a expensas de la justicia. Shalom (שָׁלוֹם) es más que una simple expresión utilizada para saludarse. Cuando nos decimos “Que la paz del Señor sea con usted”, realmente nos deseamos mutuamente felicidad, integridad, plenitud, bienestar, salud, bonanza, seguridad, estabilidad, tranquilidad, prosperidad, excelencia, abundancia, descanso, armonía, así como la ausencia de agitación o discordia. Nuestra paz –nuestro shalom– fue pagada con creces por nuestro Señor Jesucristo en la cruz del Calvario.
Ello hace libres a todos aquellos que creen en Cristo para alzar la voz cuando se intenta conseguir la paz dejando de lado la justicia, o cuando la búsqueda de la justicia queda atrapada en una espiral de violencia. Tal como atestiguan las antiguas palabras del salmista, el estatuto de Jerusalén sigue siendo la cuestión más difícil en las negociaciones entre los israelíes y los palestinos. Mientras la ocupación continúe, no habrá paz en Jerusalén. Los lugares sagrados de los judíos, los cristianos y los musulmanes están aún muy lejos de convertirse en símbolos de paz y reconciliación entre las diversas comunidades.
Los Hechos de los Apóstoles nos dicen: “Cuando llegó el día de Pentecostés [ten hemeran tes pentekostes], todos ellos estaban juntos y en el mismo lugar” (Hechos 2:1). ‘Pentecostés’ viene de la palabra griega pentekostos, que significa ‘quincuagésimo’ y hace referencia a la ‘Fiesta de las Semanas’, cincuenta días después de la Pascua Judía y la Pascua de Resurrección. Los seguidores de Jesús estaban todos en un mismo lugar… No solo los apóstoles, sino los ciento veinte discípulos, hombres y mujeres, estaban juntos, rezando y esperando al Cristo resucitado. La palabra griega significa que todos estaban de acuerdo. Entonces, de repente, un estruendo (en griego, pneuma) llenó toda la casa. El viento era una manifestación física de la presencia del Espíritu Santo. Todos los que estaban presentes se llenaron del Espíritu Santo y hablaron en las lenguas de todas las naciones de las que procedían los judíos piadosos que habían venido en gran número para el día de Pentecostés.
El Espíritu Santo es dado por Dios como un don de fe a todos aquellos que creen en el Cristo resucitado. A través de todas las épocas, los cristianos siguen participando en la transformación interna que simboliza Pentecostés. En la mañana de ese día, Pedro salió del Cenáculo, donde se habían reunido los discípulos, para declarar públicamente que Dios había resucitado a Jesús y que todos ellos eran testigos de ello.¡Cristo ha resucitado, verdaderamente ha resucitado! Nuestro Salvador venció al pecado, a la muerte y a la tumba. Pedro proclamó al mundo el don de salvación de Jesucristo (Hechos 2:1-41). Se dirigió al público para anunciar que Jesús es, efectivamente, el Príncipe de Paz (Sar shalom).
Durante dos milenios, los cristianos han celebrado el “nacimiento de la iglesia” –que es como se suele denominar a la fiesta de Pentecostés– y han participado en la esfera pública proclamando a Jesús como el Señor de todos. Somos conscientes de que en el pasado esta proclamación, a menudo, iba acompañada de un espíritu de superioridad que no respetaba la dignidad de todos los seres humanos independientemente de su religión, raza, género o pertenencia étnica. Pero el Espíritu Santo que se manifestó en Pentecostés, el Espíritu de Cristo que supera los muros divisorios de la hostilidad y afirma la rica diversidad de toda la vida, carecía de esta arrogancia. El Espíritu de Pentecostés nos insta a emprender el camino de la justicia y la paz como discípulos que siguen a Cristo y se unen a otros peregrinos.
Y por ello confiamos en que:
Ante la perspectiva de la muerte y del mundo del futuro, el Dios trino nos concederá la paz; paz en medio de las tormentas y tempestades de la vida. Amados hermanos y hermanas, oremos por la paz, la prosperidad y la bendición de Dios no solo para Israel o solo para Jerusalén, sino por la paz en todo el mundo; no solo por nuestra iglesia, denominación, vecindario o país, sino por la paz en Israel y Palestina, por la paz en la República Centroafricana, la República Democrática del Congo, Egipto, Libia, Mali, Nigeria, Somalia, Sudán y Sudán del Sur, Afganistán, Birmania-Myanmar, Pakistán, Filipinas, Tailandia, Ucrania, Iraq, Siria, Yemen , Colombia y México. Cada año, más de 10.000 personas pierden la vida en conflictos armados que tienen lugar en diversas partes del mundo. Oremos por la paz en nuestro mundo. Para quienes la anhelan, la paz es una cuestión de vida o muerte. Oremos por la paz del mundo. El Príncipe de Paz nos envía para que demos testimonio de lo que hemos visto y escuchado en el Cenáculo, para que nos convirtamos en lo que escuchamos y vivimos durante Pentecostés, para que seamos una bendición para el amado y fragmentado mundo de Dios.
Que la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos nosotros.
Los presidentes del Consejo Mundial de Iglesias:
Rev. Dra. Mary-Anne Plaatjies van Huffel, Iglesia Reformada Unida en África Austral (Sudáfrica)
Rev. Prof. Dra. Sang Chang, Iglesia Presbiteriana en la República de Corea
Arzobispo Anders Wejryd, Iglesia de Suecia
Rev. Gloria Nohemy Ulloa Alvarado, Iglesia Presbiteriana de Colombia
Obispo Mark MacDonald, Iglesia Anglicana del Canadá
Rev. Dra. Mele'ana Puloka, Iglesia Wesleyana Libre de Tonga
S.B. Juan X, Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Griega de Antioquía y todo Oriente
S.S. Karekin II, Patriarca Supremo y Catholicos de todos los Armenios
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