Denario, una moneda romana que llevaba la imagen del César
y la inscripción “Divino César”
“Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Mt 22,15-21
¿Cómo debe ser el cristiano en política?
Aquí Jesús nos da los criterios
Hay dos tentaciones: la de un cristianismo apolítico, una fe limitada a la devoción y al culto, y la de un cristianismo político identificado con un sistema de gobierno
Los cristianos creemos que la práctica histórica de Jesús es el criterio de discernimiento para comprender nuestra relación con la política, la economía y la religión. Él nos muestra cómo la vida de cada persona es sagrada, y nos enseña que toda relación debe buscar nuestra humanización en el marco de una libertad corresponsable que nos haga sujetos o ciudadanos, y no objetos o súbditos.
Cuando olvidamos, o desconocemos, la praxis histórica de Jesús, aparecen dos grandes tentaciones. Por una parte, creer en un cristianismo apolítico, es decir, en una fe sin relación con los procesos de humanización social, limitada a la devoción y al culto. Por otra, vivir un cristianismo político identificado con un sistema de gobierno que se propone como la presencia del Reino de Dios en este mundo. Ambos casos niegan al Dios de Jesús.
Podemos estar viviendo una fe vacía, que se quedó en el culto y la devoción, como si estos fueran actos mágicos que sustituyen la relación personal con Dios y con el hermano (St 2,15-17). O tal vez hemos caído en la tentación de la idolatría, mediante la promoción de adhesiones absolutas a sujetos o sistemas políticos, económicos y religiosos, que se proclaman salvadores y exigen culto. Nos hemos acostumbrado a ceder el espacio de Dios a otros (Dt 6,4-6).
Es preciso, pues, recordar que la condición política del cristiano no puede ser idolátrica, como tampoco ideológica. No es excluyente porque se sostiene en la fraternidad solidaria y no violenta de Jesús, donde todos somos hijos de Dios y hermanos unos de otros, antes que hijos de la patria o camaradas del proceso (Col 3,11). Ciertamente, esto pasa por un compromiso personal con el desarrollo de todo el sujeto humano y de todos los sujetos, independientemente de su posición ideológica, económica o religiosa (Lc 6,27-28.35). Es la auténtica apuesta por la causa fraterna de Jesús (1Jn 2,4).
No podemos dejarnos encantar solo por el fin último y las metas de un determinado sistema de gobierno, así sea el más noble que pueda existir. Hay que discernir la validez ética y la verdad moral de los medios que se utilicen.
Podemos reconocer la veracidad de una determinada acción política, si acierta respecto a los problemas reales de la sociedad o no. Incluso, es posible formular un juicio sobre su eficiencia o no. Sin embargo, desde el seguimiento a Jesús estamos llamados a preguntarnos por la verdad de dichas prácticas y la validez de los medios que se adoptan.
Una práctica política no es moralmente verdadera cuando promueve discursos y actitudes de desintegración social, exclusión de grupos y manipulación de conciencias, generando cultos idolátricos a sus líderes y proclamándoles adhesión eterna. Es aquí donde una sociedad mide su verdadero talante humano, así como su fe. Como enseñó Jesús: “uno es vuestro Maestro y todos vosotros sois hermanos” (Mt 23,8). No hay dos Señores.
rlteologiahoy@gmail.com
@rafluciani
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Los cristianos que andan repitiendo como un loro, "no debes mezclar la fe con la política" y usan pasajes bíblicos descontextualizados como "dad al César las cosas que son del César y a Dios las cosas que son de Dios" (Mateo 22:20-22), son los mismos que se quejan constantemente de la calidad del sistema de escuelas públicas de sus hijos, que los políticos no están haciendo lo suficiente por ellos, que el gobierno está sumido en la corrupción y son los primeros en apoyar y votar por candidatos que prometen falsos paraísos en la tierra con su políticas estatistas destructivas.
Pero nunca me han respondido cuando les pregunto: ¿y qué es lo que le pertenece a César?
Les diré qué NO le pertenece al César:
1. Nuestro trabajo.
2. Nuestras familias.
3. La educación de nuestros niños.
4. Nuestra propiedad.
5. Nuestra conciencia.
6. Nuestra libertad.
7. Nuestra vida.
Pero, ¡entonces qué le pertenece al César! me responderán indignados los cristianos idólatras del Estado.
Sencillo: la moneda que imprime con su semejanza deificada en un intento de expropiarse de nuestra riqueza y nuestras vidas vía el monopolio tributario. Que César se quede con su moneda, y nosotros con nuestra riqueza. Pues nuestra Vida entera, desde nuestro intelecto hasta nuestra capacidad creativa para transformar el mundo material que nos rodea según con nuestros diseños y deseos, lleva impreso la clara imagen de nuestro verdadero Señor: "Imago Dei", la imagen de DIOS. Nuestra vida y su labor pertenece a DIOS, no a César.
En palabras del célebre economista francés, Frédéric Bastiat:
“Gozamos el obsequio de DIOS que incluye a todos los demás. Este obsequio es la Vida—la vida física, intelectual y moral.
Pero la vida no se puede mantener por sí sola. El Creador de la vida nos ha entregado la responsabilidad de preservarla, desarrollarla, y perfeccionarla. Para que podamos lograr esto, Él nos ha otorgado muchas facultades maravillosas. Él nos ha puesto en medio de una variedad de recursos naturales. Al aplicar nuestras facultades a estos recursos naturales, los convertimos en productos, y los usamos. Este proceso es necesario para que la vida pueda desarrollar su curso designado.
La Vida, las facultades, la producción—en otras palabras, la individualidad, la libertad, la propiedad—esto es el hombre. Y a pesar de la astucia de los líderes políticos diestros, estos tres obsequios de DIOS preceden toda la legislación humana, y son superiores a ella”. (La Ley, 1850)
¿Qué le pertenece al César? En suma: nada. ¿Qué le pertenece a DIOS? Absolutamente todo, pues aún el César es un instrumento de juicio en Sus manos para castigar a aquellas poblaciones que se olvidan de ÉL, y ponen su confianza en el hombre.
Entienda quien pueda …
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