EL Rincón de Yanka

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martes, 3 de enero de 2023

FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA Y SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA MADRE DE DIOS

Himno: 
ERA POBRE Y SILENCIOSA

Era pobre y silenciosa,
pero con rayos de luz;
olor a jazmín y a rosa
y el Niño que la alboroza:
es la casa de Jesús.

Un taller de carpintero
y un gran misterio de fe;
manos callosas de obrero,
justas manos de hombre entero:
es la casa de José.

Había júbilo y canto;
ella lavaba y barría,
y el arcángel saludando
repetía noche y día:
«Casa del Ave María.»

Familia pobre y divina,
pobre mesa, pobre casa,
mucha unión, ninguna espina
y el ejemplo que culmina
en un amor que no pasa.

Concede, Padre, Señor,
una mesa y un hogar,
amor para trabajar,
padres a quienes querer
y una sonrisa que dar. Amén.


LA FECHA DE MI BAUTISMO FUE EL DOMINGO 1 DE ENERO DE 1961, FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA Y SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS.

Oración a la Sagrada Familia

Jesús, María y José, en ustedes contemplamos el esplendor del verdadero amor, a ustedes, confiados, nos dirigimos. Santa Familia de Nazaret, haz también de nuestras familias lugar de comunión y cenáculo de oración, auténticas escuelas del Evangelio y pequeñas Iglesias domésticas.
Santa Familia de Nazaret, que nunca más haya en las familias episodios de violencia, de cerrazón y división; que quien haya sido herido o escandalizado sea pronto consolado y curado.
Santa Familia de Nazaret, que el próximo Sínodo de los Obispos haga tomar conciencia a todos del carácter sagrado e inviolable de la familia, de su belleza en el proyecto de Dios.
Jesús, María y José, escuchen, acogan nuestra súplica.
Amén

ORACIÓN

Sagrada Familia de Nazaret: enséñanos el recogimiento, la interioridad; danos la disposición de escuchar las buenas inspiraciones y las palabras de los verdaderos maestros. Enséñanos la necesidad del trabajo de reparación, del estudio, de la vida interior personal, de la oración, que sólo Dios ve en lo secreto;enséñanos lo que es la familia, su comunión de amor, su belleza simple y austera, su carácter sagrado e inviolable. Amén.

CONSAGRACIÓN A LA SAGRADA FAMILIA

Oh Jesús, Redentor nuestro amabilísimo, que habiendo venido a iluminar al mundo con la doctrina y con el ejemplo, has querido pasar la mayor parte de Tú vida, humilde y sujeto a María y a José en la pobre casa de Nazaret, santificando a aquella Familia que había de ser el modelo de todas las familias cristianas; acoge benigno la nuestra, que ahora se dedica y consagra a Ti. Dígnate de protegerla, guardarla y establecer en ella Tu santo temor, con la paz y concordia de la caridad cristiana, para que imitando el ejemplo divino de tu Familia, pueda alcanzarla toda entera, sin faltar uno solo, la eterna bienaventuranza.
María, Madre de Jesús y Madre nuestra, con tu piadosa intercesión haz que sea aceptable a Jesús esta humilde ofrenda, y así obtener su su gracia y bendición.
Oh san José, custodio santísimo de Jesús y de María, socorrernos con tus plegarias en todas las necesidades espirituales y temporales, a fin de que en unión con María y contigo, podamos bendecir eternamente a nuestro divino Redentor Jesús. Así sea.

Madre del Silencio | Música Católica | Canción a la Virgen María


lunes, 2 de enero de 2023

LIBRO "LA CONTRAHISTORIA DE ESPAÑA" por FERNANDO DÍAZ VILLANUEVA

LA CONTRAHISTORIA DE ESPAÑA

Auge, caída y vuelta a empezar 
de un país en 28 episodios históricos.


La historia de España es larga y generosa en episodios dignos de ser contados y recordados. Momentos sublimes y miserables, grandes gestas, guerras por doquier y mucha perseverancia llevada a veces a extremos quijotescos.
Desde la Edad Media, las generaciones que nos precedieron expulsaron a un invasor de la península ibérica, forjaron un reino muy poderoso, cruzaron los océanos y se extendieron por todo el mundo llevando consigo su lengua, su religión y su manera de entender el mundo.
Fernando Díaz Villanueva, creador del exitoso programa radiofónico La ContraHistoria, guía al lector a través de 28 episodios fundamentales de nuestros últimos 500 años para entender que nuestros antepasados no pasaron de puntillas por la historia, sino que dejaron un surco profundo que nos ha traído hasta el momento presente.
Y es que nunca está de más echar un vistazo hacia atrás para saber cómo hemos llegado hasta aquí.

Prólogo,
por Alberto Garín

No nos llamemos a engaño. Que este libro se llame La ContraHistoria de España no implica que el lector se vaya a encontrar un texto contrario a la historia de España. Sencillamente, el término «Contra» se ha vuelto en una marca propia del trabajo de Fernando Díaz Villanueva, quien a principios de 2016 puso en marcha un programa de radio en internet llamado La ContraCrónica, al que pocos meses después le surgió un hermano de más enjundia llamado La ContraHistoria (y luego muchos más vástagos que no vamos a enumerar aquí). 

La ContraHistoria es un programa de divulgación histórica, que casa a la vez el rigor en los datos con la amenidad en la forma de contarlos. No hay un derroche de erudición (aunque sí hay una buena bibliografía en las notas de cada programa), pero tampoco se cae en el anacronismo, ni en el abuso de la simplificación o el trazo grueso. Díaz Villanueva, que ejerce de periodista desde hace muchos años, se licenció de historiador y en aquellos tiempos adquirió, para bien, el buen método de investigación: plantéate una pregunta, busca los elementos que te ayuden a dar una posible respuesta, personas, la geografía, la cronología, el contexto social, el económico, las instituciones políticas, culturales…, y llega entonces a una hipótesis que sea una explicación a tu pregunta, pero no como dogma de fe, sino como propuesta a debatir. 

Con estos mimbres, Fernando ha escrito esta Contrahistoria de España. No es una historia ideológica que trate de defender ningún postulado político, de modo que quien busque reforzar ese sesgo ideológico se podrá llevar un chasco. Pero tampoco es un manual de miles de páginas donde se aborden todos los aspectos del pasado de España. A propósito, Fernando ha seleccionado una serie de capítulos que considera representativos de cada época. ¿Era la mejor selección posible, la que iba a dar todas las respuestas de las vicisitudes de los siglos pasados? Posiblemente no. Pero sí hay suficiente información para que el que tenga pocos datos sobre la historia de España se haga una buena base, y para que el que ya conoce esa historia, entienda cuánto más sabemos hoy sobre ciertos episodios del pasado. En este sentido, el libro comienza en los Reyes Católicos. 

¿Existía España antes de finales del siglo XV? Como término geográfico, sin duda. Como concepto político no equiparable al Estado-nación contemporáneo, también. Entonces, ¿por qué no rastrear más atrás (que se hace, a modo de una rápida introducción)? Porque Díaz Villanueva tiene claro que el punto de no retorno de la España del siglo xxi está ahí. Por ejemplo, las coronas de León (con Castilla) y Aragón, ya se unieron por la cabeza a comienzos del siglo xii a través de la reina Urraca de León y Alfonso I de Aragón. Pero aquello no cuajó y hubo que esperar casi cuatro siglos para que aquella unión se consolidase. Igualmente, Fernando cierra su libro en la Transición a la democracia. ¿Hacía falta historiar los últimos cuarenta años? Sí. Posiblemente, cuando hayan transcurrido otros cuarenta y desde la distancia podamos, como historiadores, quedarnos con los elementos clave de la historia quitando la hojarasca de la anécdota. Qué se va a encontrar el lector, entonces. Pues una selección de eventos históricos que el autor considera importantes para entender la evolución de España desde finales del siglo xv a finales del siglo xx. Sin defensas ultramontanas. Sin leyendas negras o rosas. Sencillamente, lo que Díaz Villanueva, como divulgador de historia, considera que le permitirá al lector tener un conocimiento breve, pero bien fundamentado de esos eventos de la historia de España.

Vegas de Matute
Sexmo de San Martín,
Comunidad de Villa y Tierra de Segovia 5 de junio de 2021

Léase antes de empezar

Abordar una historia de España puede parecer una tarea fácil, pero no lo es en absoluto. El país que me vio nacer y en el que he vivido casi toda mi vida tiene una historia muy larga, de aproximadamente 2.600 años desde que los antiguos griegos metieron en la historia a mis antepasados. Arrancar ahí es tentador porque permite conocer de dónde viene España y los españoles desde el pasado remoto, pero, a cambio, complica sobremanera la redacción y obliga al redactor, es decir, a mí mismo, a aligerar mucha carga, demasiada quizá. Por eso las historias integrales de países tan antiguos como el mío tienen ese aire apresurado en el que apenas queda espacio para ir atando los cabos. No me queda, por lo tanto, otra elección que replantearme la cronología, pero eso implica saber antes cuándo podemos empezar a hablar de España. 

Si lo miramos de una manera amplia identificando España con la península en la que mayoritariamente se asienta, la vieja Iberia de los griegos, habría que irse al año 600 a.C. para empezar a contar. Si nos ponemos restrictivos no podríamos empezar a narrar hasta principios del siglo xix, que es cuando nace el Estado nación moderno coincidiendo con la invasión napoleónica y las Cortes de Cádiz. Esto último nos dejaría una historia muy corta, de apenas dos siglos que, aunque ha dado para mucho, no es posible entenderla sino se conoce bien antes todo lo que sucedió desde finales del siglo xv, cuando Isabel de Castilla y Fernando de Aragón contrajeron matrimonio uniendo ambas coronas. Fue una unión dinástica, personal, encarnada en la figura del monarca, pero ahí dio comienzo un proceso que desembocaría trescientos años más tarde en el surgimiento de la España moderna. 

Es por ello por lo que he escogido arrancar esta historia en los siglos previos a que ambas coronas se uniesen por arriba. Espero que el lector lo entienda. Algunos me recriminarán no haber empezado antes, quizá no en los viajes de los antiguos griegos, en el trajín de los fenicios por las costas de Levante y Andalucía o en el esplendor de la mítica Tartessos, pero sí al menos en la Hispania romana. Créame que eso complicaría mucho el relato porque, especialmente la Hispania prerromana y la medieval, fueron un mosaico político tal que ponen muy difícil trazar un hilo conductor. Lo último que querría es que el lector se me extraviase en algún punto del camino. Otros, más puntillosos con el significado de las palabras, pensarán que lo que hubo antes de 1812 no era propiamente España. No, no lo era en el sentido contemporáneo del término, pero tanto nuestros antepasados como quienes les gobernaban sí se sentían en cierta medida incluidos en una categoría superior a la que primero llamaron Hispania y luego España. 

En tiempos de la antigua Roma los procedentes de Hispania se hacían llamar hispanos sin importar la provincia de la que procediesen y ojo, que hubo unas cuantas. La cosa empezó por dos: la Hispania Citerior y la Ulterior en función de su cercanía a la ciudad eterna. Luego crearon tres: la Tarraconense, la Bética y la Lusitania y, por último, tras las reformas del emperador Diocleciano, cinco añadiendo la Cartaginense y la Gallaecia a las tres anteriores. Séneca, Lucano o Marcial se consideraban hispanos, aunque, en rigor, en aquella época ser hispano era una de las muchas maneras de ser romano. En la Edad Media sucedía algo similar. Los reyes godos se sabían monarcas de un reino poblado por hispanos que hablaban latín y, aunque no se intitulaban como reyes de Hispania, sus dominios coincidían con lo que había sido la Hispania de tiempos del imperio. 

Posteriormente, con la invasión musulmana y el contraataque cristiano la península se dividió en un crisol de principados que fueron evolucionando con el tiempo, aliándose y chocando entre ellos, pero con una conciencia muy clara, al menos desde el punto de vista cristiano, de que aquel suelo que pisaban había sido alguna vez llamado Hispania. Por eso el término no desapareció, simplemente se fue transformando hasta convertirse en la actual palabra España que hoy algunos necios pronuncian con reparo como si se hubiese inventado ayer. Durante siglos España (o Hispania) fue una simple referencia geográfica sin contenido político alguno, aunque sí cultural y religioso. Culturalmente los hispanos medievales se parecían mucho, de ahí que nuestras lenguas actuales sean tan similares. En cuanto a la religión, Hispania empezó a cristianizarse entre los siglos ii y iii, en el iv el proceso se aceleró y en el v el paganismo clásico había prácticamente desaparecido. 

Como resultado se habló durante siglos de una primacía episcopal en Hispania que se han disputado desde entonces las diócesis de Tarragona, Toledo y Braga, en Portugal. A finales del siglo xi el papa Urbano II tuvo que intervenir y, mediante la bula Inter Primas Hispaniarum, concedió la primatura a Toledo. Eso no acabó con una querella que aún perdura y que lo hará durante muchos siglos porque si hay algo que a los españoles nos gusta por encima de cualquier otra cosa es discutir entre nosotros. No es ese el objetivo del presente libro que se dispone a leer. 

La historia de España está llena de trifulcas, pero también de grandes empresas comunes que nos han traído hasta el momento presente. El mío no es el mejor país del mundo, pero tampoco el peor y, además, tiene una historia la mar de entretenida. Le invito a que la recorra de mi mano en las siguientes páginas que nacen en las lejanas brumas de la Edad Media y van a morir en la última Constitución que los españoles se dieron a sí mismos hace ya casi medio siglo. 
No me echen cuentas por no seguir hasta ayer por la tarde porque, como Juan de Mariana cuando escribió su Historia general de España a principios del siglo XVII, yo tampoco «me atreví a pasar más adelante y relatar las cosas más modernas, por no lastimar a algunos si se decía la verdad, ni faltar al deber si la disimulaba».

Fernando Díaz Villanueva: "Los españoles no somos un Estado; somos una nación"

domingo, 1 de enero de 2023

MI TIEMPO ES EL TIEMPO DE LOS HOBBITS, QUE ES, SIN DUDA, LA NAVIDAD 🎄



Apoteosis hobbit
🎄
Mi tiempo es el tiempo de los hobbits, 
que es, sin duda, la Navidad


Como quizá ya me habrán leído alguna vez, me parece muy provechoso comparar a las familias de la derecha española con los diversos hombres y las distintas razas antropomorfas de El señor de los anillos. Salvo excepciones personales, entre ellos se llevan regular, sostienen querellas seculares, se entienden poco y desconfían esquinadamente unos de otros. Algunos se han especializado en meterse con los demás, olvidándose de la izquierda, profesionalizando el fuego amigo. Pero sólo se puede vencer a Sauron uniendo fuerzas en una compañía del anillo donde cada cual aporte lo suyo y admire o, al menos, respete lo ajeno.

Las analogías lúdicas resultan luminosas. Los elfos son los reaccionarios, añorando un mundo ideal, elevados y fascinantes, terribles como los ángeles de Rilke, cuidando el tesoro de sus lenguas sagradas. Los liberales son los enanos, dale que te pego al pico y a la pala buscando el oro, sin descansar ni los domingos, tozudos e irritables, deslenguados, noblotes en el fondo, presumiendo de genealogías. Los jinetes de Rohan son la España rural, los curritos que madrugan, sencillos y sacrificados, los autónomos. Los hombres de Gondor son los urbanitas de derechas de toda la vida de los barrios buenos, elegantes y desdeñosos, capaces de un hermoso heroísmo cuando suena el cuerno del último momento. Gandalf representa lo sacro, claramente. Aragorn a los monárquicos legitimistas, si me perdonan la redundancia. Los ents y su cuidado por los bosques serían los conservacionistas, que miman la naturaleza en sus viejos modos. Etcétera.

Los hobbits somos los conservadores. Amantes de las pequeñas costumbres, arraigados en la Comarca, cantando y brindando a la primera ocasión, hasta escribiendo poemas, pendientes de parientes y amigos, con una curiosidad inagotable por las grandes historias, pero sin ningún ansia por protagonizarlas, resignados a que el mundo gire por fuera y deseando que nos deje en casa, quietos, tranquilos, asomados, si acaso, a la ventana. Si hay que ir a partirse la cara con los orcos, se irá, qué remedio, pero lo mejor sería no tener que largarse a ningún sitio, quedarse, disfrutando de la compañía, no la del anillo, sino de la familia. Menos mal que lo mejor de los viajes será la vuelta.
Yo, ya lo he dicho, soy un hobbit por carácter, elección, gusto y destino. Mi comarca es el Marco de Jerez y Cádiz, sus caldos y sus cosas. Y mi tiempo es el tiempo de los hobbits, que es, sin duda, la Navidad. Todo nos invita a meternos en nuestras madrigueras con los nuestros a vivir a nuestro modo y a recordar a los nuestros, encendiendo nuestras chimeneas. Digamos que estos días son la apoteosis hobbit.



Y todavía más, porque el nacimiento del Niño Jesús es el mito verdadero del que todos los mitos, como explica J. R. R. Tolkien, son un reflejo autónomo. Cada Navidad celebramos que ser un hobbit tiene sentido y que puede ser, incluso, algo paradójicamente grande, porque los tamaños espirituales no se miden ni en centímetros de altura ni en kilómetros de distancia ni en minas de oro ni en idiomas élficos ni en maravillosas ciudades amuralladas, sino en el amor. También tiene muchísimo sentido ser un elfo y un enano y Aragorn, por supuesto, aunque ellos lo tienen más claro sin ayuda sobrenatural. Un amor que es un Niño que nace, un Dios que se encarna, una historia más apasionante que todas las aventuras trepidantes tiene que emocionar a la fuerza el candoroso corazoncito de los hobbits. Estas noches, alrededor del fuego del hogar, volveremos a contarla, a cantarla, a celebrarla.

EL SEÑOR DEL LIBRE MERCADO
¿Harto del expolio del Estado?

Nos prometieron justicia y trajeron control. Nos prometieron igualdad y sembraron miseria”. Pero aún queda un fuego que no han podido apagar: «El Señor del Libre Mercado: La Comunidad del Contrato» Una rebelión visual contra el colectivismo.

Christmas in a Hobbit Hole 🎄 Lord of the Rings inspired Ambience & Music | Cozy Fireplace