EL Rincón de Yanka

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miércoles, 3 de marzo de 2021

ME ATERRAN LOS POLÍTICAMENTE CORRECTOS (LOS HABLAPAJES DE MIERDA) 👿💥


ME ATERRAN LOS POLÍTICAMENTE CORRECTOS 


Pocas veces había leído un libro tan serio como “La broma” de Milán Kundera. Busqué la sombra en la escalinata de la universidad de La Habana, y empecé a leer. Un chiste arruina la vida de Ludvik, protagonista de “La broma”. Estudiante universitario en una Checoslovaquia estalinista – detalle que hice personal –, Ludvik envía una postal a su enamorada Marketa donde ironiza sobre la situación del país y termina así: “¡El optimismo es el opio del pueblo!”. La nota llega a manos de las autoridades de la universidad y, de ser un compañero confiable, Ludvik termina en un campo minero. Una vida arruinada por un sistema demasiado solemne y rígido para permitirse una broma. Así como de rígida y solemne llega a ser la corrección política hoy.
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En Cuba, o en la ya desaparecida Checoslovaquia, el debate y la razón mueren cuando el sistema es un conjunto de valores morales representados por el progreso, la patria, el pueblo. ¿Cómo estar en contra del pueblo? Disentir es, entonces, moralmente sancionable. No hay debate si eres gusano, apátrida y contrarrevolucionario, falacias ad hominem que son reflejo de una falacia aún mayor, y es que “la tiranía es una en sus varias formas, aunque se vista en algunas de ellas de nombres hermosos y de hechos grandes”, como dijera José Martí. Si el comunismo es la opresión de la mayoría en supuesta defensa de esa mayoría, la corrección política puede llegar a, en nombre de las minorías, oprimir al individuo, minoría donde las haya. Ambos engañan porque apelan a lo mejor del ser humano – contrario a otros enemigos de la libertad como el fascismo y el extremismo islámico – y ahí se agazapa el peligro de que, en nombre de altos principios morales, al igual que el comunismo, la corrección política se convierta en un sistema asfixiante y severo que termine castigándonos como a Ludvik en “La broma”. No hay razón ni debate si eres islamofóbico. ¿Cómo estar en contra de la tolerancia y la inclusión?
Entre sueños de utopías, la corrección política viene de la mano con un rechazo al capitalismo y un guiño coqueto a las ideas probadamente fallidas del socialismo. ¡Qué peligro! Se confunde al colonialismo, las vergonzantes leyes Jim Crow, y el «crony capitalism» con los valores que representan las democracias liberales y se ignoran los logros de sus instituciones en los últimos 200 años
De promesas de justicia, igualdad y progreso, todas buenas intenciones, se empedró el camino al infierno en Cuba. Quizás por todo esto, Cuba me es una vacuna contra el verbo fácil de los demagogos y ese virus de lo impoluto y correcto que actualmente enferma al debate en la política, las redes sociales, y los medios, sobre todo, del mundo desarrollado. Es un problema que lastra la discusión sobre casi todo lo debatible aquí en Estados Unidos y Europa y que poco a poco se cuela en América Latina. Aunque no creo que, en los suburbios de Buenos Aires, en Chiapas o Petare estén muy ocupados con la apropiación cultural y la micro-agresión. Será por aquello de la pirámide de necesidades de Maslow, me atrevo a decir. La progresiva satisfacción de las necesidades en las sociedades occidentales desarrolladas ha devenido en un relajamiento de la razón en favor de cierto puritanismo donde las buenas intenciones son lo que importa. No es casualidad que el vocabulario actual del universo políticamente correcto provenga, en su mayoría, del inglés: safe space, trigger warnings, microagression, inclusive language, gender-neutral language, jazz hands, white privilege, identity politics, o cultural appropiation.

Sí resulta casual e irónico que el término “políticamente correcto” tenga su origen en los años treinta del siglo pasado para referirse, dentro de los círculos comunistas, a los camaradas que verdaderamente se ajustaban o no al canon del marxismo-leninismo. Ser políticamente incorrecto podía representar un viaje de ida sin vuelta al gulag. La expresión no reaparece hasta los años 60 en los Estados Unidos a raíz de los movimientos contra la guerra de Vietnam y los derechos de las minorías que clamaban que su causa contra el establishment era políticamente incorrecta. En menor medida, hasta fines de los 90, el término fue utilizado en Estados Unidos a antojo de conservadores y progresistas para satirizar al contrario. Luego de caer en desuso, hace unos años gran parte de la izquierda progresista la adoptó sin complejos como estandarte y los bolcheviques de hoy tiñen la censura de justicia social y la corrección política es epitafio del debate.

Discutir sin prejuicios sobre raza, género, inmigración, religión, medio ambiente, y políticas públicas es danzar sobre un techo de cristal. El arte no escapa. La petición de remover del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York la pintura de Balthus “Teresa Soñando” o la censura de Facebook sobre “El origen del mundo” de Gustave Courbet son síntomas inquietantes. Es una candidez, acaso hipocresía, que arraiga en los campus universitarios. Enseñar sobre derecho penal referente a violencia de género y violación se ha convertido en tabú para profesores de universidades norteamericanas. Al mejor estilo soviético, estudiantes denuncian anónimamente al claustro y otros alumnos si perciben alguna discusión como ofensiva. Y un ridículo altercado sobre apropiación cultural y Halloween fuerza a una profesora de Yale a renunciar. “La metamorfosis” de Ovidio es rechazada por estudiantes de la Universidad de Columbia por contener pasajes sexuales sensibles y potencialmente ofensivos. La lista continúa y las consecuencias llegan a ser trágicas cuando, por temor a ser llamados racistas, las autoridades locales de Rotherham, un pequeño pueblo al norte de Inglaterra, ignoraron los casos de violación de 1510 niñas entre 1997 y 2013 por parte de individuos de origen paquistaní.

Hoy hacer comedia es difícil producto de la escalofriante corrección política, tal como comenta Jerry Seinfeld. El humor ya no va detrás de los hombres como látigo con cascabeles en la punta, como decía José Martí, sino como pañuelo de seda procurando no ofender. Las dictaduras son serias, chatas, sin gracia, eso ya lo sabemos, ¿será una señal? Además, ¿quiénes censuran con base en parámetros morales? La inquisición, la Alemania nazi contra el arte “degenerado”, la teocracia iraní, la monarquía saudí, y así en la lista, la Cuba de las Umap y el Quinquenio Gris.
Rehuir y censurar el libre intercambio de ideas empobrece a los directamente involucrados y a la sociedad toda. Es, en términos económicos, una externalidad negativa. El régimen cubano puede formar médicos, matemáticos e ingenieros, pero no forma librepensadores y me preocupa que, entre tantas similitudes, la corrección política llevada a los extremos termine siendo así. Sería “un mundo feliz”, pero más cerca de la novela distópica de Aldous Huxley que de la “utopía” de Tomás Moro.
Entre sueños de utopías, la corrección política viene de la mano con un rechazo al capitalismo y un guiño coqueto a las ideas probadamente fallidas del socialismo. ¡Qué peligro! Se confunde al colonialismo, las vergonzantes leyes Jim Crow, y el crony capitalism con los valores que representan las democracias liberales y se ignoran los logros de sus instituciones en los últimos 200 años. Igualmente se salta a la garrocha la historia cuando vemos la hoz y el martillo y la imagen del Ché ondear junto con la bandera del orgullo gay. Las causas de las minorías se confunden con la idealización de regímenes totalitarios, y si no siempre es el caso – sería injusto achacar el sambenito de estalinista a todos –, en esta mezcla a ratos indefinida de corrección política en temas económicos, medioambientales, sociales y otros, un denominador común es la exaltación al estado como hacedor de milagros. Ejemplo de este cóctel en los Estados Unidos es el Green New Deal, un ambicioso plan que no es sobre medio ambiente, sino sobre un rediseño social que nadie sabe cómo pagar y que desconoce – una vez más – que la planificación estatal solo supera al mercado cuando de polución se trata. No sorprende entonces que los entusiastas del Green New Deal y la corrección política en universidades y redes sociales vean con simpatía al socialismo. Creen algunos que los países nórdicos son un modelo socialista a imitar – falacia bien extendida – y votan por Bernie Sanders, el eterno candidato presidencial que alaga a Castro y Ortega, que piensa que el sueño americano está en la Argentina kirchnerista, el Ecuador de Correa y la Venezuela de Chávez, y que repetidamente niega reconocer que hay una dictadura en Venezuela. Si vamos a medir con la misma vara, posiciones nada correctas.

La hemiplejia moral en la política es tan antigua como la política misma y Bernie Sanders no es la excepción. Pero sugerir que el señor Sanders – le sigo tomando de ejemplo – tiene madera para enviar al gulag al que disienta de su Medicare for All sería ridículo y supondría endilgarle las cualidades más bajas de la condición humana. Las mismas que dejan entrever las etiquetas de racista, homofóbico, misógino, o islamofóbico y que tan alegremente pueden caer como hoja de guillotina sobre alguien catalogado hoy de políticamente incorrecto. Lo cual me recuerda las descalificaciones de gusano, apátrida y contrarrevolucionario en la Cuba socialista.

Me aterra pensar que la corrección política sea un entresijo de buenas intenciones que termine empedrando al infierno el camino del debate y que sus límites sean estrechos: dentro de la corrección política todo, fuera de lo políticamente correcto nada. En 1961, al concluir Fidel Castro aquello de “dentro de la Revolución, todo, contra la Revolución, nada”, en la Biblioteca Nacional se escuchó al escritor Virgilio Piñera decir: “yo no sé ustedes pero yo tengo miedo, tengo mucho miedo”. Como Piñera, yo también tengo miedo. La corrección política es algo tan serio como “La broma” de Milán Kundera.

Orestes R Betancourt, Máster en Administración Pública por el Middlebury Institute of International Studies


YA LO DECÍAN EN LA PELÍCULA "EL LADRÓN DE BAGDAG": 
MANIPULACIÓN POR MEDIO DEL MIEDO Y LA TIRANÍA

Patria y Vida - Yotuel , @Gente De Zona​ , @Descemer Bueno​ , Maykel Osorbo , El Funky


martes, 2 de marzo de 2021

💕 ESPÍRITU DE DIOS Y SATURADO DE TU AMOR: ERES TÚ, JESÚS, MI ESPERANZA Y MI CONSUELO: CÓMO EXPRESAR TODO EL AMOR QUE TÚ ME HACES RESPIRAR 💕


ERES TÚ, JESÚS, MI ESPERANZA Y MI CONSUELO:
CÓMO EXPRESAR TODO EL AMOR QUE TÚ ME HACES RESPIRAR

Saturado de Amor Erik Cuevas González

lunes, 1 de marzo de 2021

EL GRAN LIBRO DE LA COCINA DE MI MADRE: AROMAS Y SABORES DE AMOR DE HOGAR 👵👪💕🍲🍛🍝


EL LIBRO DE COCINA DE MI MADRE PILAR,
"El Gran Libro De La Cocina" 1º Edición 1953 / Marta Beines

COCINA DE MADRE

Vuelve a tu casa en paz, cúbrela de cuidados,
pule tus ollas para que sean soles,
y piensa que nunca acabarás aunque te mueras.
Manuel Díaz Martínez

Hay humos de azafrán en la cocina
donde mi buena madre aún trajina,

a pesar de los años y las penas.
Disimula las lágrimas serenas

de unos ojos que vieron arder Troya,
en el efecto de picar cebolla.

Y aún dice su oración, agradecida
por el milagro incierto de la vida.


Prefacio
ROSA DE LOS MANJARES

La imaginación -hermosa de ángeles- abrió y cerró los ojos frente al fuego. La tentación de usar su potencia para liberar al ser humano de una de las formas más espantosas del tedio. "¡Ganarás el sustento con el sudor de tu fren­te!" La sentencia sería una sonrisa si no hubiera querido decir: "¡Ganarás el tedio con el sudor de tu frente!", por­ que comer por comer, por sustentarse, es repetir tres o cuatro veces al día el castigo del tedio que significa llevar­se a los labios, mascar y deglutir alimentos siempre iguales.

Pero el hombre sólo empezaba a ser rebelde cuando aceptó la manzana, fórmula frutal de la primera receta de cocina, del primer secreto, ya que después de gustar aque­lla poma, al oír que lo sentenciaban a ganarse el sustento, se dijo: ''¡Está bien, me lo ganaré, pero lo aderezaré a mi antojo!".  En  el Edén, los alimentos se tomaban como los condimentaba la mano divina en un todo igual a la forma como ahora los produce la tierra. La manzana se la había aderezado el demonio y ahora él tendría que ingeniárselas para seguir dando alas a su imaginación -·hermosa de ángeles- frente al fuego.

La salivación escasa o abundante le indicaba, mientras imaginaba, la bondad y delicia de cada manjar, y, tras saborearlo in mente, decidía llevar a la práctica su aventura. El gusto infinito que le proporcionaron los primeros hallazgos, siglos han pasado, es el mismo que experi­mentan los que huyendo del comer la misma cosa todos los días, buscan la variante, la sazón distinta, la tentadora sabrosura de la novedad que tanto se parece a la gloria.

Es hijo de la imaginación este arte de aderezar los alimentos a sabor y antojo con ayuda del fuego, arte diabólico hasta el momento de la redención del hombre por las especias del pan y del vino, instante en que la furia infer­nal que soplaba sobre las sustancias aplaca su tempestad de alimentar gigantes, convertida en soplo terrenal para alimentar seres pacíficos. En el banquete del hombre redimido del primer alimento carnal, interviene un elemento que pertenece a otro mundo, a otro soplo, al mundo de lo soplos divinos.

Pero la fuerza oculta del mal no se aviene a batirse en retirada con sus alimentos primarios, sustituidos por los que la imaginación adereza, ya en función de espíritu her­moso, y surge la alquimia, no sólo para buscar el oro, sino para producir la miel con que la araña de la vida teje el puente donde se va a Dios, alimento supremo. Se trituran en los morteros las materias más duras, la retortas con formas de estómagos de cristal digieren lentamente los cambiantes caldos y aparece como alcanzable realidad la quimera del almíbar de manzana convertido en juventud.

Los mares son manteles azules con encajes de espumas y por ellos van y vienen, en naos que son como bandejas, las especias.  ¿De qué islas las extraen? ¿En qué mundo de sueño y fábula cultivan plantas que flagelan la lengua de los Inapetentes, para despertarles el deseo del convivio? ¿Por dónde comenzar en la enumeración de las especias, por las raíces fragantes, secas como cuerdas en que sonaron los espacios y el tiempo, por las semillas terriblemente ciegas por fuera, y por dentro con ojos para verlo todo, por las hojas, por los tallos, por el zarcillo? Sabor que es más olor y aroma, que es más sabor. Lo demás se adivina. Desde que aparecen las especias, el cocinar se torna arte de adivinación. De la nariz a la lengua se descubren las cavidades sensitivas, adivinadoras de tos dones de las islas lejanas.

Ningún indicio todavía de lo que siglos más tarde reunirá en tablillas y papiros la gran ambición humana de permanecer en la sagrada ciencia de saber preparar los alimentos para la vida y más allá, para los muertos. Pero, en tanto esta ciencia pertenece sólo a los iniciados, hay otra más ingenua que pulula entre la gente del pueblo y se hace pueblo (piel de estómago es la patria), frágil y perdurable como el carbón de que se vale y complicada hasta donde necesitan serlo condumios que cuentan con la salsa del apetito. Y de este saber comer del pueblo, no de los banquetes para ahítos, nace el arte de la cocina en que la imaginación -hermosa de ángeles- recrea el milagro de combinar sabores para arrancar a la vida su aburridora imagen de ser cotidiana en las comidas.

Surge el mundo del manjar, y así como su presencia se acomoda a lo pictórico, habría que acomodarlo a la literatura, con la misma inocencia con que nació y perdura, incluyéndolo en las categorías poéticas del júbilo. No por menos celebran las mitologías el feliz encuentro de las virtudes del sustento sazonado a la medida del hombre, porque el sustento a la medida de los dioses es la palabra. Júbilo de la palabra y júbilo del comer gustoso al paladar. El hombre quedóse con los dos y es así como se nutre de hablar y oír hablar y de comer y ver comer cuando la compañía es la salsa más grata o más dulce de la mesa.

Y por eso, por la presencia de la palabra coronando el convivio, a cada plato convendría una conversación aparte, con lo cual llegaría a crearse la necesidad de agregar a los condimentos que lo forman y manera de servirlo, una bre­ve sugerencia de la parla que debe acompañarlo. Hay man­jares que necesitan la charla picaresca, aguda, otros el re­ cuerdo de anécdotas y otros el memorar viajes que traigan a cuento manjares degustados en lejanas latitudes.

De esos secretos, comidas de lejanas latitudes, está condimentado el libro que ahora nos entrega Marta Beines. La rosa de los vientos convertida en la rosa de los manjares, brújula para todos los gustos donde la imaginación se mue­ve de uno a otro de los puntos cardinales, entre los signos del zodíaco que son balanzas de pesar ingredientes culina­rios, raspadores de queso con lomos de escorpiones, vírge­nes con frutos en las manos, cabezas de joven y de niño en el cuerpo del hombre -ajo rodeado de leñadores, caza­dores, viñateros, pescadores, y el mundo de Aldafarín, mi cocinero, que es el de los placeres y banquetes, sin faltar Abril convertido en toro, los cangrejos suculentos (¿a que signo zodiacal corresponde el cangrejo?), los peces y las cornucopias...

Mis abuelos comían en los templos, mis padres en casa y yo donde el manjar sea bueno, porque voy de camino.
MIGUEL ÁNGEL ASTURlAS
Premio Nobel

Justificación

En materia de gastronomía ya hay mucho dicho y escri­to; una larga tradición oral y una vasta literatura constitu­yen el variado acervo de la cocina clásica.
Por ello es muy difícil someter al Juicio público un libro absolutamente original. Ante un planteo sincero de este aspecto, un tratadista veraz debe reconocer que no es más que un celoso recopilador de estos conocimientos. Su tarea consiste en seleccionar, de entre todas las experien­cias culinarias, aquellas que mejor se adapten al gusto ac­tual y también a los nuevos conceptos dietéticos, teniendo en cuenta las posibilidades económicas y prácticas del sec­tor humano a quien se dirija.

Aunque la sombra de Lúculo vague aún sobre la tierra y en las aspiraciones de todo "gourmet" sobrevivan deleito­sas apetencias, el fasto de las grandes mesas de otrora y de sus pantagruélicos menús pertenecen irremisiblemente al pasado.
Es necesario ajustar a la hora presente el amplio panorama de la cocina del mundo. Sería inútil proporcionar rece­tas de refinadas exquisiteces en las cuales se combinaran elementos desconocidos o inaccesibles para nosotros.
Con tal criterio, he procurado ofrecer, Junto a algunas creaciones inéditas. las especialidades consagradas interna­cionalmente y las expresiones más típicas de la cocina autóctona.

Simplifiqué al máximo las técnicas respectivas, tratando de que la exposición fuera clara y sencilla, y séame perdo­nado el tono imperativo empleado en la redacción de las recetas, en homenaje a una mayor concisión didáctica.
En esta edición se han incorporada, en busca de solu­ciones actualizadas, recetas económicas y nuevas secciones para agasajar en forma práctica y amable a los comen.sa­ les amigos.

M. B.

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