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domingo, 9 de febrero de 2025

LIBRO "VIAJE A LA CIUDAD ETERNA": EN LA BÚSQUEDA DEL SENTIDO DE LA VIDA por DR. ANDREAS MAY 🔁

VIAJE A LA CIUDAD ETERNA
En la búsqueda del sentido de la vida

Viaje a la ciudad eterna es un ensayo que invita al lector a un viaje de pensamiento, en el que se buscan y se encuentran respuestas viables a las siguientes preguntas fundamentales de sentido: «¿De dónde vengo?», «¿cuál es el sentido de mi vida?», «¿qué viene después de la muerte?» y «¿cuál es el objetivo de la humanidad?».
El motor de este viaje de pensamiento es la búsqueda de la verdad objetiva y unívoca. El viaje comienza con preguntas filosóficas, continúa con una parte de ciencias naturales, que trata de la evolución, y conduce al cristianismo. 
Las observaciones recogidas en el libro, muestran que podemos encontrar las respuestas a nuestras preguntas existenciales en el cristianismo. Por lo tanto, se toma una nueva y fresca mirada al cristianismo. 
El libro muestra que el conocimiento científico y la revelación cristiana no se contradicen entre sí, sino que se complementan. La sinopsis de los resultados de las ciencias naturales con las verdades de la fe cristiana crea un cuadro impresionante, en el que la libertad humana juega un papel central.
INTRODUCCIÓN

Este libro es probablemente diferente a cualquier otro que haya leído hasta ahora. Quizás lo haya intuido al hojear el índice, ya que junto a preguntas filosóficas y temas científicos, aborda una temática religiosa amplia. Se preguntará si no habrá que hacer encaje de bolillos para conjugar cosas tan dispares. Antes que nada, tengo que confesar que lo he escrito pensando especialmente en todos los buscadores del sentido de la vida y de la verdad. Para mí, estos buscadores de sentido de la vida son personas que buscan responder a las tres preguntas más fundamentales del hombre: «¿De dónde vengo?», «¿Cuál es el sentido de mi vida?» y «¿Qué hay después de la muerte?».

A mi entender, buscadores de la verdad son todos los seres humanos que no quieren conformarse con lo que la sociedad actual les ofrece, todo un abanico de posibles diversas «verdades» bajo una clara premisa: 
«Elige las verdades que te plazcan; construye tu concepto privado del mundo como te guste; pero no te atrevas jamás a postular, ¡que tu verdad es válida también para los demás!». 
Los buscadores de la verdad son personas, que no han abandonado la esperanza de que existe una verdad única, realmente verdadera entre todas las múltiples «verdades» inconexas o incluso contradictorias que, hoy en día, se ofrecen en cualquier mercado. Anhelan una verdad que sea igualmente válida para todos los seres humanos y que dé sentido a todo. 
Los buscadores de la verdad son personas que se atreven a creer que, esa verdad objetiva y absoluta nonos está completamente oculta, sino que podemos aproximarnos a ella y reconocerla progresivamente desde nuestras limitaciones.

Este libro quiere ayudar al lector a acercarse a esta verdad objetiva y absoluta para conocerla cada vez más. Aquí se entiende por conocer, no solo un conocimiento puramente intelectual, sino un conocimiento que puede abarcar y llenar toda la vida, y darle un sentido profundo e indestructible. Sí, se trata de una verdad que puede y quiere dar un sentido colmado a cada vida humana, al sufrimiento y a la muerte y una esperanza sostenible para la eternidad. Ese camino es el que quiero recorrer con el lector en este libro. 

La búsqueda de la verdad siempre ha sido un leitmotiv, un tema principal de mi vida. Puede que también haya sido el suyo. 
En mi investigación científica como geólogo y paleontólogo, así como en mi vida espiritual y en mis relaciones interpersonales, siempre le he dado mucha importancia a la verdad. De modo metódico, pongo en cuestión absolutamente todo y trato de comprobarlo lo mejor posible antes de creerlo. 

Con esta búsqueda de la verdad también comienza la historia de este libro, hace ya cuarenta años. Mi entusiasmo por la paleontología y por el cristianismo siempre despertó, y sigue haciéndolo,controversias con la gente con la que me encuentro. Una y otra vez tuve y tengo que justificar cómo puedo creer en Dios como un científico razonable o cómo puedo estar convencido de la evolución siendo un buen cristiano. Más que en otros asuntos científicos, es en el campo de la evolución donde se libra una batalla mucho más cruenta por el dominio de las mentes. Probablemente sea porque el tema de la evolución siempre incluye la pregunta sobre el origen del ser humano, la cuestión «de dónde venimos». Y eso nos afecta más que cualquier otra cosa; porque la respuesta a la pregunta de dónde venimos incide directamente sobre las respuestas a las cuestiones de «quiénes somos» y «cuál es nuestra meta». 

He lidiado intensamente con todos estos interrogantes a lo largo de mi vida; porque para mí, como para muchas otras personas, es importante vivir una vida verdadera y auténtica. En mi opinión, esforzarse por la veracidad y la autenticidad es una condición necesaria e imprescindible para vivir una vida plena y verdaderamente feliz.

Sin embargo, pasó mucho tiempo y sucedieron muchas cosas en mi vida antes de que por primera vez intentara plasmar en papel mis pensamientos sobre estos temas: me doctoré en ciencias naturales en una universidad alemana, escribí numerosas publicaciones geológicas y paleontológicas1, empecé una nueva carrera profesional como informático, me mudé a Madrid para casarme con una encantadora española y ser profesor en una universidad americana, y regresé a Alemania después de casi diez años con mi esposa española y mis cuatro hijas. Mientras tanto, mi vida espiritual se hacía cada vez más profunda y la Iglesia Católica Romana se volvía cada vez más importante para mí. 

Aquí abordaré temas que me preocupan desde hace mucho tiempo y puede que a usted también, aunque tenga otra experiencia de vida totalmente distinta a la mía. Soy un paleontólogo entusiasta y un cristiano comprometido. Conozco a cristianos de muy diversas denominaciones y grupos, así como a ateos y agnósticos. 
Gracias a este contexto tengo la ocasión de conocer de un modo estrecho las muy diferentes opiniones sobre el tema de la evolución y el cristianismo. Sin embargo, yo no experimento que mi fe cristiana y la paleontología se opongan en lo más mínimo. 
El libro presenta una síntesis que orienta mi vida y que tal vez pueda dar luz a preguntas que se mantienen abiertas en su mente. 

El resultado de este recorrido intelectual y espiritual da lugar a este libro cuyas pretensiones resumo así: 

—Está dirigido a personas que busquen la verdad, que posean la voluntad de entrar sin prejuicios en este territorio. Es por esto que puede ser leído con independencia del nivel de conocimiento que se posea. Es adecuado tanto para personas con amplios conocimientos de ciencia o religión como para las que desconocen ambos ámbitos.
—El libro apunta a aquellos que buscan el sentido y la meta de su vida. En particular, a personas con una visión del mundo formada o influenciada por las ciencias naturales y que no se contentan con cualquier respuesta a su búsqueda del sentido y/o sus anhelos espirituales, sino que demandan una respuesta que se tome en serio sus conocimientos científicos.
—Se ofrecen al lector respuestas viables a las preguntas más fundamentales del hombre: 
«¿De dónde vengo?», «¿Cuál es el sentido de mi vida?», «¿Qué hay después de la muerte?»y «¿Cuál es la meta de la humanidad?». 
He puesto especial cuidado en presentar el estado actual de la investigación científica sobre la evolución humana, como parte de la respuesta a la cuestión: «¿De dónde vengo?».
—Partiendo de la visión científica del mundo que prevalece en la actualidad, apunto a una ruta hacia una vida plena. 
El libro ofrece una vista nueva y fresca del cristianismo que penetra en las verdades fundamentales de la fe. Descubrimos que el cristianismo no es una polvorienta reliquia del pasado, sino un camino hacia la verdad objetiva y el sentido de la vida. Este camino es factible para muchas personas.
—Se presenta una síntesis del conocimiento científico y de la revelación cristiana, que toma en serio ambas formas de percibir el mundo y no las mutila, sino que las pone en fructífera conversación entre sí. Lejos del reduccionismo, el libro esboza las líneas maestras de una cosmovisión integral en laque las ciencias naturales y la fe se complementan de forma armoniosa y constructiva2. El objetivo es ofrecer a la persona del siglo XXI una base intelectual sostenible para su vida. 

Lo que estoy formulando aquí son metas muy altas. Estoy seguro de que a usted también se lo parecen. Además, hay un gran número de ensayos y libros que tratan aspectos individuales de los temas abordados aquí. He consultado más de 1.300 publicaciones,de las cuales sólo he citado en el libro las 701 más recientes e importantes. Si se quiere llegar a las fuentes actuales de investigación, a menudo es mejor leer muchos artículos de revistas que unas pocas monografías. Sin embargo, estos 1.300 publicaciones son solo una pequeña parte del número total. Lo que falta es una sinopsis completa. Todos estos artículos y libros solo presentan aspectos puntuales. Además, a menudo están escritos desde perspectivas tan diferentes que no es fácil unirlos. Para un no especialista, a menudo es muy difícil saber qué publicaciones hay que tomar enserio y cuáles no tanto. En resumen, usted, como lector, tiene entre sus manos un libro fruto de ese arduo trabajo en el que se ha separado ya el trigo de la paja, ofreciéndole ahora un pan fácil de diger ira la par que nutritivo. 

Para abordar la escritura de este libro, me siento respaldado por mi doctorado en paleontología y los cuarenta años que he dedicado a la investigación en este campo, estoy familiarizado con los modelos que tienen las ciencias naturales para explicar el mundo. Como cristiano, soy miembro de una religión mundial, que existe desde hace 2000 años y que quiere abarcar y dar sentido a la vida. Me gano la vida como informático. Soy esposo, padre de cuatro hijas y vivo la vida de un empleado muy normal del siglo XXI en Alemania. 

Paleontólogo, informático y cristiano, esos son tres modos muy diferentes de percibir y explicar el mundo. Exactamente por eso he tenido siempre el afán de encontrar la verdad más profunda,poner en diálogo ópticas diferentes y enlazar distintos puntos de vista para alcanzar a vivir una vida auténtica e integrada. Les hablaré un poco más sobre mí y mi vida en el capítulo Retrospectiva al viaje, que concluye este libro. No tengo un título universitario en filosofía o teología, sin embargo, todos los lectores que quieran profundizar en las discusiones filosóficas o teológicas actuales encontrarán referencias a literatura moderna en los lugares apropiados del libro. Para quien todavía tenga dudas sobre mi cualificación en cuestiones teológicas, he publicado cinco artículos (May 2021a, 2021b, 2022, 2023a, 2023b) en revistas internacionales de teología en lengua inglesa revisadas por pares en los últimos años. Además,este libro forma parte del proyecto de investigación «Understanding Reality (Theology and Nature)», dirigido por el Prof. Dr. Johan Buitendag, Departamento de Teología Sistemática e Histórica de la Facultad de Teología y Religión de la Universidad de Pretoria (Sudáfrica). Pertenezco al grupo de investigación del profesor Buitendag.

Tras años de formación y trabajo personal, en este momento,me siento suficientemente preparado para abordar la escritura del libro que tiene en sus manos. Sin embargo, eso no me bastaría si yo fuera el lector de este libro; porque yo mismo he leído cosas espeluznantes en demasiadas publicaciones de expertos generalmente reconocidos o autoproclamados. Y aquí se trata de lo más importante, del sentido de la vida, respectivamente, su vida.

Para que usted pueda entender y comprobar que mis líneas de pensamiento están basadas en datos reales doy numerosas referencias bibliográficas y documento con la mayor precisión posible mis fuentes de información. Lo hago como se hace en muchas revistas científicas: 
escribo el autor y el año de publicación en el texto normal, y con eso se puede encontrar el trabajo en la bibliografía. Utilizo las notas a pie de página solo para las notas marginales y los comentarios complementarios que puedan distraer dela línea de pensamiento del texto principal. Soy consciente de quelas referencias a veces pueden ralentizar un poco la fluidez de la lectura, y que sería más cómodo prescindir de las citas. Pero no quiero contarle una historia fácil de consumir, sino que quiero ir con usted a la búsqueda de la verdad objetiva, la búsqueda del sentido de la vida y la búsqueda de la trascendencia. Por eso quiero y necesito ser lo más honesto y preciso posible.

He escrito este libro para los buscadores de sentido y de la verdad, porque yo mismo me considero uno de ellos. Tengo la valentía de afirmar que he encontrado un camino para aproximarme a esa verdad objetiva y absoluta. Esa verdad da un sentido profundo e indestructible a mi vida y a cada vida humana. No he descubierto el camino solamente por mí mismo o por inteligencia propia, sino que en mi vida he recibido muchísima ayuda. Con este libro me gustaría compartir este camino con usted. Sé que hoy en día estas palabras resultan escandalosas por dos motivos. Por un lado, afirmo que existe una verdad objetiva, válida no solo para mí, sino también para todos los seres humanos. Por otro lado —y eso es lo decisivo— en este libro propongo un camino para aproximarse a esa verdad objetiva. Le invito a comprobar por sí mismo, si considera válido lo que escribo. 

Este libro quiere invitarle de todo corazón a plantearse nuevamente las preguntas existenciales. Leerlo puede ofrecerle un acercamiento novedoso a estas cuestiones y quizás abrir horizontes desconocidos para su vida. También esta obra puede serle muy valiosa si tiene interés por los seres vivos. Quizás se haya preguntado, cómo puede compatibilizarse la teoría científica de la evolución con la enseñanza religiosa de la creación. Y espero que disfrute leyendo un resumen breve de lo que se sabe hoy sobre la evolución del hombre. 

Con todo —independientemente, de cuán diferente sea su punto de partida o su motivación—, quisiera hacer un viaje, en el cual nos expondremos a preguntas existenciales, buscaremos respuestas y nos enfrentaremos a las consecuencias. ¡No se preocupe!No va a necesitar una capacidad intelectual especial. Solamente necesita desear conocer la verdad y estar en disposición de buscarla honradamente, no tener miedo a cuestionarse, hacer observaciones desde distintos ángulos e ir razonando de una forma sistemática los hallazgos. No tema abandonar clichés infundados por amor a la verdad y la honestidad. Le prometo que este libro, en su totalidad, lo he escrito desde el anhelo profundo por conocerla verdad y desde la honestidad, y por eso voy a ser tan veraz y honesto como pueda. 

El contenido de este libro está enfocado a mostrar un camino para encontrar la verdad objetiva y el sentido de la vida. No postulo que sea el único camino posible, pero estoy convencido que es un sendero transitable para muchas personas. Si admito que existe una verdad objetiva y absoluta, entonces lógicamente, esta verdad tiene que afectar, no solo a la esfera material sino también, en el sentido más amplio, a la religiosa. Aspectos diferentes de la misma verdad pueden complementarse entre sí sin llegar jamás a contradecirse. Esto debe constituir una característica axial de esa verdad objetiva, que da a todo un sentido profundo y que todo lo relaciona satisfactoriamente entre sí. Claro está, que no puedo escribir sobre«todo», ya que soy un ser humano limitado. Tanto en la elección de los temas como en la profundidad con que la que los trato, me he ceñido a lo que, en mi opinión, es necesario para comprender y seguir mis razonamientos. 

Para empezar, el libro aborda las cuestiones fundamentales de si hay alguna verdad y por qué existe el universo, adentrándose rápidamente en el campo de las observaciones científicas. Aquí seda una importancia central al tema de la evolución y se presenta el estado actual de los conocimientos sobre la evolución del hombre.En este contexto, dedicaré un espacio relativamente amplio al área conflictiva entre creación y evolución, ya que sé por experiencia propia que las personas que buscan en este difícil terreno pueden perderse con demasiada facilidad. A partir de los resultados de los capítulos puramente científicos, se sucede el capítulo final, Creación y evolución, en el que se destilan algunos rasgos importantes del Creador. Tener en cuenta los hallazgos de las ciencias naturales modernas, nos ayuda a conocer mejor al Creador del universo,sin tener que recurrir (incluso ahora) a las tradiciones religiosas.

El libro afronta entonces la cuestión de cómo un Ser superior puede comunicarse con nosotros. A partir de ahí, se elabora un catálogo de criterios que se utilizan para averiguar qué cosmovisión o religión se corresponde más con la verdad. Las observaciones recogidas en el transcurso del viaje del pensamiento muestran que podemos encontrar las respuestas a nuestras preguntas de sentido en el cristianismo. Por ello, el último capítulo de la primera parte, ofrece una breve visión sobre los contenidos básicos de lafe cristiana y responde a las siguientes preguntas fundamentales:

¿De dónde vengo?», «¿Cuál es el sentido de mi vida?», «¿Qué hay después de la muerte?» y «¿Cuál es la meta de la humanidad?». 

Quiero revelarle ya desde ahora, que la meta de este viaje es la«Ciudad Eterna», en donde los seres humanos de todos los tiempos y todas las razas van a vivir juntos eternamente felices. Después de haberle conducido hasta allí en la primera parte de este libro,la segunda parte tratará de la vida para y en la «Ciudad Eterna». 
Este paseo por la «Ciudad Eterna» intenta mostrar una vista nueva y fresca del cristianismo. En el caso de que ahora comience a fruncir el ceño y piense que el cristianismo no puede decirle nada más, quisiera rogarle, más insistentemente si cabe aún, que no abandone la lectura. Estoy convencido, de que va a descubrir novedades importantes que van a ayudarle a revisar su opinión sobre el cristianismo. 

En la segunda parte del libro —titulada La Ciudad Eterna—presento en primer lugar importantes puntos comunes que tienen todos los cristianos. Después, se examina lo que el cristianismo tiene que decir sobre el sufrimiento. A continuación, se aborda el tema del pecado, seguido de un capítulo sobre la muerte, la resurrección y la vida eterna. Después examino Los relatos de creación del libro Génesis y constituyo así el puente hacia el capítulo Cristianismo y evolución: una síntesis, que es el punto culminante del libro. En dicho capítulo encontrará una importante combinación de los resultados científicos de la primera parte del libro con las verdades cristianas de la fe en la segunda parte del libro. Se demuestra que el conocimiento científico y la revelación cristiana no se contradicen, sino que se complementan. Esto es especialmente cierto para el tema de la evolución y la creación. Surge un cuadro impresionante en el que la libertad humana juega un papel central. El libro concluye con el capítulo Retrospectiva al viaje. Aquí no me limito a un resumen con comentarios, sino que lo complemento con acontecimientos de mi experiencia personal. 

Como podrá ver, el libro tiene una estructura muy clara, una argumentación muy trabajada de modo que cada capítulo se apoya en el anterior siendo todos premisas de la conclusión. En puntos clave de la primera parte del libro, plantearé cuestiones fundamentales. Para cada una de estas preguntas hay varias respuestas posibles y cada una de ellas conllevará consecuencias para la continuación del viaje. Por eso, usted verá dónde se separan los caminos y podrá decidir, honestamente, qué dirección quiere tomar. Debido a que estas preguntas encierran aspectos válidos para todos los hombres y otros quizás no tanto, habrá en el camino tramos que recorreremos juntos y otros que quizás recorrerá en solitario. 

Como puede ya atisbar, en algunos casos, ni las preguntas ni las respuestas serán en absoluto nuevas. Sin embargo, le prometo que el viaje le resultará muy enriquecedor, interesante y en algunos puntos seguramente sorprendente. Esta es mi apuesta. 

Y ahora, por favor, tome asiento y ajústese el cinturón porque el viaje que comienza aquí no será en absoluto tranquilo. 

Mientras se abrocha, quiero comentarle que este libro está basado en un manuscrito que había preparado para mis compatriotas alemanes. Estoy muy agradecido a mi esposa, Ana Mª Contento, por su apoyo incansable. Además, doy muchas gracias a la Sra. María Dolores Toves (Madrid) y al Sr. Javier Menárguez MD PhD (Madrid) porque han revisado el español de mi traducción. También quiero expresar mi agradecimiento a todas las otras personasen Alemania y España que ayudaron a mejorar el manuscrito.
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1 Por si acaso usted se preguntase ahora qué he hecho como geólogo y paleontólogo, puede bajar mis publicaciones de las siguientes páginas de internet: https://www.researchgate.net/profile/Andreas-May-2https://independent.academia.edu/AndreasMay
2 Golshani (2020: p. 447) sostiene que la investigación científica necesita como base una cosmovisión integral, en la que la ciencia y la fe se complementen. Por lo tanto, me gustaría invitar a los lectores que son científicos naturales a que consideren hasta qué punto la cosmovisión presentada en este libro podría serles útil.

lunes, 8 de abril de 2024

ORIOL JARA: "SI DIOS EXISTE, TODO CAMBIA RADICALMENTE PORQUE CRISTO ES LA CLAVE PARA ENTENDER TODO"


Oriol Jara: 
“Si Dios existe, 
todo cambia radicalmente”

Para Oriol, ser cristiano significó aceptar a Cristo como Señor, permitiéndole que fuera Él quien gobernara su vida. A diferencia de otros que hayan crecido en entornos cristianos, Oriol no tuvo la tradición familiar de la fe. Procedía de un entorno no cristiano, incluso, se podría decir que ateo y con mucha inquietud intelectual. Su búsqueda de Dios comenzó después del instituto, sin prejuicios hacia la verdad cristiana, pero con un corazón abierto a cualquier revelación divina.

Este pecador redimido descubrió la perfección de la revelación de Dios, una verdad que trasciende lo espiritual y mágico para respaldarse en la ciencia y la historia. Oriol nos invita a reflexionar sobre la evidencia histórica destacando, por ejemplo, que hay más infinitamente más material escrito sobre Jesús que sobre Julio César. La impactante figura de un carpintero galileo que cambió el curso de la historia con un mensaje de amor y transformación; Cristo, el único capaz de cambiar el mundo de manera sobrenatural, contrastado con otras figuras históricas y religiosas.

El relato de Oriol nos lleva a explorar la naturaleza del mal y nos alerta sobre la importancia de no olvidar la palabra de Dios, su santidad, y el peligro de dudar en un mundo que, a menudo, rechaza la verdad que compartimos como cristianos. La lucha diaria como católicos espiritualmente comprometidos nos lleva a estudiar nuestra fe, a comprender la verdad que compartimos y a ser testigos valientes de ella.

En medio de la batalla espiritual, Oriol nos recuerda que somos transmisores de esa verdad preciosa que requiere defensa, incluso si eso conlleva luchar en un terreno complicado. La vida cristiana, lejos de empeorar nuestras vidas, nos invita a confiar en la provisión divina, recordándonos que ya se nos ha dado todo a través del sacrificio de Jesús.
Somos llamados a ser buenos, no por ingenuidad, sino por la comprensión de que ninguno merecemos estar en la presencia de Dios. La fe en Cristo nos impulsa a amar y entregarnos, cumpliendo con lo que Él nos pide. En un mundo donde la ideología no puede unir a la gente, Oriol destaca que lo que verdaderamente une es Cristo.

En conclusión, la historia de Oriol Jara es una poderosa invitación a abrazar la vida cristiana sin vergüenza, con la convicción de que Cristo es el camino, la verdad y la vida. Muchas gracias Oriol por tu testimonio, ojalá podamos llegar a ser unos auténticos Héroes en nuestra vida, igual que Cristo lo fue entregando la suya por nuestra salvación.
***

Descubrir la existencia de Dios llevó a este guionista de radio y tv a compartir su experiencia en un libro que recoge, como él mismo define “el fruto de un cambio de perspectiva vital. De una conversión progresiva y renovadora”.


Lleva toda su vida en el mundo de la televisión y la radio. Ha ejercido como guionista de programas, entre los que se cuentan Buenafuente, los Goya o Pólonia, de TV3, pero llevaba aún más tiempo en una búsqueda de Dios sin matices. Y lo encontró. Primero “racionalmente” y después, de manera completa por el don de la Fe.
Hoy, Oriol Jara vive una vida “radicalmente diferente”. Porque esa radix, esa raíz, se asienta en la certeza de que su vida es una vida “creada por Dios para la eternidad, para ser su familia”.

La conversación con Omnes es impetuosa, franca, desnuda de embellecimientos formales, la palabra que no olvida la Palabra y la siembra a fuego por el mundo. Descubrir la existencia de Dios le llevó a compartir su experiencia en Diez razones para creer en Dios, publicado por Albada y que recoge, como él mismo define “el fruto de un cambio de perspectiva vital. De una conversión progresiva y renovadora”.

¿Cómo llegas a afirmar que Dios existe a través de la razón?

– Desde el instituto o un poco antes quizás, yo tengo un interés genuino y auténtico en saber si Dios existe. Es un interés que creo que debería tener cualquiera porque, si Dios existe, cambia radicalmente todo lo que pensamos que es el mundo. Nuestra vida pasa de ser una casualidad temporal a lo que es de verdad, una vida creada por Dios para la eternidad, para ser su familia.
Ese interés hizo que empezara a investigar y a leer. Empecé a leer textos filosóficos, textos que hablan de Dios y de Cristo, que hablan de la Biblia, la Biblia en sí misma.
Al final, ese interés me lleva desde intentar saber quién es Dios y si existe, a descubrir de manera evidente que Dios existe y que se ha revelado en la Biblia y se ha hecho hombre en la historia.
Dios no es un mito, Dios es una operación en la historia de algo sobrenatural.

Tú puedes llegar a la verdad de manera razonada porque hay pruebas evidentes de que Dios existe. Hay pruebas de que hay un problema humano que es el mal, el pecado, hay una necesidad de solucionar ese mal y, como el ser humano es incapaz, lo hace Dios por nosotros.
Cuando ves que es Dios operando en la historia y que es un Dios que ha dejado pruebas en la historia de su existencia, el último paso es asumir que hay cosas que tú no has visto pero crees que han sido así porque Dios las ha hecho por ti, como la Muerte y Resurrección de Jesús.

A esto la gente puede responder que, si es tan evidente, ¿por qué no cree todo el mundo?

– La Biblia dice “nadie viene a Mí si no lo atrae el Padre”. Es algo que se escapa a nuestro control. Es la misma razón por la cual los fariseos no eran capaces de ver que se estaba cumpliendo el Antiguo Testamento en Jesús. No es algo que dependa de nosotros; al final es algo que bíblicamente se escapa a nuestro control. El ser humano, desde el primer momento, ha querido su autonomía y su libertad para no obedecer a Dios. Poca cosa podemos hacer, más allá de explicarle a la gente que tengamos alrededor que Dios es verdad y lo que significa vivir cristianamente.

¿Qué te llevó a escribir “10 razones para creer en Dios”?

– Fueron dos cosas las que me llevaron a hacerlo. La primera, que hay mucha gente creyente, humilde, servicial y fiel, que se avergüenza de comunicar abiertamente que creen en Dios porque la sociedad les ha empujado a pensar que creer en Dios es una actitud idiota. En realidad, lo que está falto de razón es no creer en Dios. El 90 % de ateos que nos encontramos en la vida no han leído la Biblia. La mayoría de ateos desconocen la precisión, la coherencia y la finura de los escritos bíblicos.
Eso me lleva a la segunda razón. Lo comunico porque hay una batalla en marcha. Es una guerra entre Dios y los enemigos de Dios, que tenemos que luchar y tenemos que ganar. Esta guerra se gana convenciendo a la gente de que Dios quiere que seamos su familia.
Hay una fuerza maligna en contra de esto que nos está arrastrando a una sociedad que nadie quiere. El mal ha conseguido ensuciar incluso uno de los regalos más bonitos de Dios, que es el sexo. Ha conseguido convertirlo en algo tan feo que parece que es pecado todo lo del sexo, cuando no es verdad.
El mal opera así. Intoxica a la gente con ideas, con productos, idolatrías, egoísmos, avaricias y ambiciones. El mal nos arrastra a estar en contra de Dios y a ser más tristes.

Hablas del mal…, hoy, ¿nos cuesta hablar claramente del demonio?

– Cuando la gente habla del demonio, la imagen que nos ha quedado es la del dios griego Pan, un hombre con patas de cabra y cuernos, pero no. Satanás es aquello que queremos, de la manera más bella posible. Satanás es un seductor, no un monstruo. Su gran placer es la desobediencia a Dios.
El otro día hablaba con una sexóloga no creyente que me decía exactamente lo que dice la Biblia sobre la pornografía. Hablaba de los estudios que dicen que la pornografía afecta a las relaciones y yo me acordaba del Salmo 101 que dice “Pórtate en tu casa con rectitud de corazón y no pongas cosas perversas ante tus ojos”.
Hace falta que el Espíritu nos guíe y nos enseñe a vivir de manera recta, en acuerdo con lo que Dios nos pide y fructificando para que nuestro entorno sea feliz. Dios exige felicidad y Satanás nos pide otras cosas.
Hay dos amores, el “eros” y el “caritas”. El “eros” quiere algo, el “caritas” da. Ese es el resumen. Entonces si es uno u otro, sabes quién te está poniendo eso en el corazón.

La Iglesia hoy ¿sigue teniendo la fuerza de los doce apóstoles que se lanzaron al mundo? ¿O se ha acomodado?

– Yo no soy nadie, pero en Romanos 12 san Pablo dice: “No os amoldéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto”. Yo creo que la Iglesia debe ser radical y extremista, porque así es el mensaje de Jesús.
El mensaje de Jesús no es “vivid como hasta ahora y congregaos los domingos”. Su mensaje es una vida nueva, nacer de nuevo y renovar la mente. La Biblia nos lo dice, que no nos adaptemos. Yo veo mucha “adaptación” y lo que la gente quiere es radicalidad.
Hemos suavizado el mensaje, de manera que a la gente le da igual creer o no porque no cambia nada en su vida, pero la Iglesia es lo contrario. La Iglesia es gente que sabía que lo iba a pasar mal pero que es urgente que las personas cambien.

La Biblia es radical, porque va al fundamento del corazón humano y pide cambios extremos. Dios en el Antiguo y en el Nuevo Testamento amenaza con grandes catástrofes si sigue la rebelión. Estamos viviendo cosas hoy en día que, hasta cierto punto, están recogidas en la carta a los Romanos o en Isaías.
Tenemos una verdad preciosa, importantísima, radical y urgente, que deberíamos tratar como tal. Es un cambio de vida y no podemos tener miedo a asustar a nadie. Al contrario, la gente quiere respuestas. En las homilías debe haber fuego para mover a la gente.
Esa radicalidad se pierde si nos adaptamos al mundo. El cristianismo no es un medio camino. Eso pasó conmigo, yo creía intelectualmente en la verdad pero eso no fructificaba en mi vida. Cuando el Espíritu cambió mi vida, fructificó.

Desde el principio has dicho que todo cambia cuando uno dice que Dios existe, ¿Cómo cambia tu vida desde que te das cuenta de que Dios existe y recibes el don de la fe?

– Yo hace años entendí que Dios existe, que se ha revelado en la Biblia y que se ha hecho hombre para salvarnos, pero el Espíritu sopla allá donde quiere y, hasta que el Espíritu no me permitió entender esta verdad, no pude creer.
El gran cambio está escrito en el Salmo 1, el cual dice que Dios promete una cosa a los creyentes: que si tú meditas la Palabra día y noche, si sigues la voluntad de Dios, serás un árbol que crece a la vera de un río, que fructifica abundantemente. La gracia de esta imagen es que el árbol nunca fructifica para comer el fruto, porque sería absurdo, sino que el árbol fructifica para que otros coman el fruto. Eso es lo que yo he experimentado en mi vida conversa. Tú fructificas para que otros vivan mejor. Bíblicamente eso debería ser una prueba personal de tu conversión, si estás fructificando para los otros, si estás de corazón viviendo para los otros. Y no estoy hablando de que seamos intachables, sino que de corazón amemos, y eso se transforme en una vida mejor para las personas que tenemos alrededor. Que la gente pueda decir, incluso sin ser creyente, “Gloria a Dios”, porque tú eres cristiano y eso es mejor para ellos.

¿La reacción de tu entorno fue ese “Gloria a Dios” del que hablas?

– Creo que sí, pero me es difícil hablar por los otros. Sí que es verdad que Aitana, mi mujer, lo dice. Ella cree sinceramente que ha cambiado la vida. Creo que mis hijos pueden decirlo también y mis compañeros de trabajo son mejores y más afortunados por el hecho de que yo sea cristiano. Así es como debe ser.
Hay una cosa objetiva. Las charlas, los libros, etcétera hacen que perciba que mi conversión toca a mucha gente. Incluso hay personas que han leído el libro y se han bautizado. Son cosas muy bonitas y al final es Dios quien está operando a través de sus herramientas, por lo que no es ningún mérito mío. El mérito es dejar que el Espíritu fluya y ser conducto de gracia y bendiciones.

En tu núcleo familiar, con tu mujer y tus hijos, ¿vivís la fe? ¿Tu mujer era ya creyente?

– Sí, ella me ha enseñado cosas muy bonitas sobre la bondad y ha sido la compañera perfecta para este proceso. Me ha acompañado con compresión, entusiasmo y paciencia.

Aparte de la Biblia, ¿qué lecturas te han ayudado?

– Nos falta mucho conocer la Biblia. Si no conocemos bien la Biblia nos van a hacer daño a los cristianos. La Biblia no es un libro canalizado, no es que el autor se quedara en trance y al despertar tuviera el texto escrito. Dios ha utilizado autores, con su cultura, sus lecturas y conocimientos para comunicar su mensaje. La Biblia no es solo un relato histórico, es una lectura teológica de los hechos.
Entonces yo como lectura recomiendo una que son seis volúmenes, con la que yo di un salto cualitativo extremo en mi camino de conversión, que es “Un judío marginal” de John P. Meier. Meier, que ya falleció, es un teólogo y sacerdote norteamericano. El libro habla del Jesús histórico y está muy bien documentado.
Otro libro, que quizá es intelectualmente más complejo, es “Dios existe” de Antony Flew. Era un filósofo ateo muy famoso que se convirtió porque la ciencia y la filosofía le estaban demostrando que Dios existe. Luego, para la gente muy interesada en la ciencia hay un libro que se llama “Disparando contra Dios”.

Además, tener una Biblia de estudio es fantástico. O ya en un nivel más elevado las “Confesiones” de san Agustín o “La Ciudad de Dios”.


«Él, arrojando su manto, dio un salto y se acercó a Jesús.
Jesúsle preguntó:
-¿Qué quieres que te haga?»
(Mc 10, 50-5 1)

DIOS TE CAMBIA LA VIDA. No se trata de un resorte mágico o esotérico que da inme­ diatamente un vuelco a tu existencia y a tu pensamiento gracias a una especie de conjuro de cuatro palabras secretas recitadas ante una estrella hecha con velas de IKEA. Tampoco es ninguna estrategia de control mental que surge en el seno de una organización americana sectaria capaz de aislarte de tu entorno y hacer apa­ recer misteriosamente una falsa iluminación mística en tu mirada. Hablo de un cambio real, difícil, progresivo y sutil que mi entorno familiar y profesional de­ tectó antes que yo mismo. Dios nos acompaña. Dios nos busca, pero no se impone. Dios permite que vivamos una vida plena sin creer en Él, pero llama con re­ gularidad a nuestra puerta por si queremos conocerle.

Dios nos busca y, si Él quiere, nos permite entender por qué nos pide que siga­ mos su camino. Y, ¿sabéis qué ha implicado para mí seguir el camino del Señor? Mejorar la vida de todos los que tengo cerca. De todos aquellos que comparten mi existencia unas horas a la semana o cada dia del año. Porque conocer a Dios, creer en Dios, seguir sus caminos, significa amar de manera más eficiente y, sobre todo, imponer su voluntad a nuestros miedos cotidianos. Lo resumía Tomás Moro en una carta a su hija Margarita antes de ser ejecutado: «Nada puede pasarme que Dios no quiera, y todo lo que Él quiere, por muy malo que nos parezca, es en reali­dad lo mejor». Creer en Dios, conocer a Dios, buscar a Dios, es una experiencia tan reveladora y hermosa que me sentiría culpable si no la compartiera con vosotros.

Seguramente el camino empezó mucho antes de lo que recuerdo, pero sí que puedo señalar un primer momento en el que comencé a interesarme por la tras­ cendencia. Fue durante los años de la universidad, cuando, por un interés instintivo, me acerqué a Dios a través de la filosofía y, sobre todo, de libros judíos por cuestiones familiares. De esa época tengo mi primera Torá (el Antiguo Testa­ mento), un sid ur (libro de oraciones judías), una recopilación de aforismos del Talmud y tratadosde Maimónides y Mosé ben Nahmán (Rambán).

Mi primera experiencia religiosa participativa y litúrgica fue con el judaísmo y, desde el primer momento, me fascinó cómo el Antiguo Testamento era capaz de conjugar el relato histórico y la búsqueda implacable y bien argumentada de la trascendencia. Además, el judaísmo rabínico tiene un complejo y bello tejido filosófico para explicar qué es Dios y qué espera de los hombres y las mujeres. Trata­ dos como el Tania de Schneur Zalman de Liadí, el Talmud, el Likutey Moharán de Najmán de Breslev o el Midrash son enormemente enriquecedores y han contri­ buido a formar mi pensamiento teológico, por llamarlo de alguna manera.

Paralelamente, la lectura de filósofos como Platón o Aristóteles fundamentaba la idea de que la existencia de Dios es una necesidad lógica. Es decir, la razón demuestra que ha de existir el Creador. Sin hablar del Dios de la Biblia, la filosofía griega incidía en la necesidad de un ser omnipotente, omnisciente, perfecta­ mente bueno y bello, eterno, creador de todo y no creado por nada. Paradigma, por cierto, que la propia ciencia apunta en teorías como el bigbang (planteada por un sacerdote, como explicaré más adelante).

La constatación filosófica del Dios necesario crecía en mí, en paralelo a la lectura del Evangelio de Marcos, Mateo, Lucas y Juan y, evidentemente, de las riquísimas cartas de Pablo. Así es como se ilumina de manera innegociable la figura de Cristo como concreción efectiva del Antiguo Testamento: la conclusión de las profecías, el Dios verdadero encamado para ofrecerse finalmente a todos. Tanta grandeza y tanta proximidad me interpelaron mucho más de lo que entendí durante aque­ llos años. Afortunadamente, el impacto fue profundo y resonó dentro de mí poco a poco, pero de una forma avasalladora y rotunda.

Este proceso de conocimiento intelectual fue el armazón que me preparaba para la experiencia personal y emocional con la presencia de Dios, que tuve posteriormente. Rezando en una iglesia vienesa sentí la existencia absoluta, real y tangible de Dios. El Señor venía para sentarse en el trono que la razón había preparado. Como si las lecturas fuesen una silla donde solo faltaba el Señor. No era el final, sino el principio de un camino de vida cristiana largo, continuado, lleno de tro­ piezos y que recorro intensamente desde hace años. Poco a poco y equivocán­dome muchísimo, he intentado aprender qué significa seguír al Cristo. Qué im­ plicaciones tiene obedecer a Dios.

Este libro no está escrito desde la teología, porque no soy teólogo, ni desde la filosofía porque no pretendo dar lecciones de vida. Este libro está escrito desde el amor a Dios. Desde el agradecirníento porque se nos ha revelado permitiendo que nos acerquemos a Él. Este libro solo quiere explicar por qué Dios es una verdad innegable y presente en mi vida. Y por qué mi vída ha cambiado a raíz de vivir esta certeza. Estos son mis diez motivos para creer en Dios.

Oriol Jara: "Cristo es la clave para entender todo: Cristo y nada más".

"Cristo es la llave hermenéutica de todo, lo que nos permite saber si la promesa es cierta" son palabras de la conferencia "Cristo y nada más" del escritor, guionista e influencer católico Oriol Jara, en el marco de las Jornadas Católicos y Vida Pública.

domingo, 31 de marzo de 2024

LOS HOMBRES HUECOS por ALONSO PINTO


Los  hombres  huecos

Somos los hombres huecos.
Los hombres rellenos de aserrín.
T.S. Eliot

Caminan como quienes lo han perdido todo sin haber tenido nunca nada, arrastrando los pies y las palabras, cansados a flor de llanto. Los vemos cada día: pasan a nuestro lado con una mirada de rencor que ha olvidado su motivo, con una tristeza sin historia, irritados por no poder explicarse a sí mismos el origen de su desgracia. Sólo ellos pueden sentir esa angustia, esa oquedad existencial que no deja ni el alivio del eco. Porque aquellos que han perdido lo que una vez tuvieron, que vieron cómo se fue, al menos tienen el consuelo de la melancolía, esa dama que nos consuela del llanto que nos provoca; al menos pueden invocar aquellos días previos a la pérdida, y compensar con sus recuerdos la desolación de su estado actual. Pero ellos, los hombres huecos, que nunca han tenido lo que se les quitó, ni siquiera pueden distraer su tristeza recordando lo que vino a destruir. Tienen el sentimiento de la pérdida sin el consuelo de su memoria.

Quienes se dedicaron a demoler nuestra civilización, a expulsar de ella a Dios, a sacar las cruces de las escuelas, no pudieron sentir ese vacío; estaban ocupados creándolo. La agitación del momento absorbía toda su atención, la excitación destructora les impedía notar otra cosa que no fuera su propio poder. Todavía ellos tenían un objetivo, aunque fuera despreciable; todavía se apoyaban sobre un propósito, aunque lo hicieran como el caballo de Atila se apoyaba sobre la hierba: evitando que volviera a crecer a su paso. No tenían ni el tiempo ni la sobriedad necesarios para plantearse siquiera qué sentirían las siguientes generaciones, para preguntarse qué colocarían sus descendientes en el lugar que ellos estaban arrasando. No eran constructores, sino simples operarios de una demolición. Echar abajo lo que estaba en pie, arrancar lo que estaba sembrado, ensuciar lo que estaba limpio; esa era toda su tarea. Las ruinas no eran el preámbulo de un proyecto, sino el proyecto mismo, y eso legaron a sus hijos.

Son esos hijos los que hoy pasan a nuestro lado añorando algo que nunca conocieron, algo que les robaron antes de nacer. No sabrían decir qué es exactamente, pero saben que el hueco que notan en sus almas tuvo que estar ocupado por algo infinito alguna vez, ya que es infinita la sensación de pérdida que les ha dejado. Buscando desesperadamente algo que alivie aunque sea fugazmente ese dolor, algo que parezca rellenar por un instante el socavón inmenso que les ha acompañado toda su vida, acaban mendigando emociones y adrenalina a cualquier sórdido pasatiempo. Creen que las experiencias intensas podrán colmar su vacío, o que les aturdirán lo suficiente para no sentirlo, y con esa falsa esperanza se entregan a las sensaciones que les ofrece el mundo: fiestas, espectáculos, pornografía, drogas, promiscuidad; cualquier cosa que les enajene por un momento, que atiborre sus sentidos, les parece útil.

Pero tras cada experiencia el vacío reaparece, o mejor, muestra que nunca se ha ido, que siempre permaneció en el mismo lugar, como la noche tras los fuegos artificiales. Aquellas imágenes, aquel ruido, aquellas emociones, todo lo que parecía que había colmado para siempre su ser desaparece, dejando tras de sí, intacto, lo mismo que encontró. Y el pobre Sísifo moderno vuelve nuevamente al principio, al pie de la montaña, para empujar una y otra vez la enorme masa de experiencias.

Y es que el alma del hombre, hecha para el heroísmo, para la santidad, para la gloria, para Dios, no puede ser colmada con menos, no puede conformarse con algo inferior a su capacidad. Se subestima si se cree hecha para algo inferior al Altísimo. Ningún éxito terrenal o placer puede hacerle insensible a la conciencia de que ha sido creada para algo muy superior, algo que no está simplemente unos peldaños por encima de su satisfacción actual, sino en un plano completamente diferente. Así, por muy intensas, por muy variadas que sean las emociones que el hombre se procura, nunca podrán saciar un alma capaz de Dios.

Sólo hay, pues, un lugar que pueda poner fin a ese bucle de tedio que asfixia al hombre hueco, pero ¿cómo podrá encontrarlo? El problema no es que esté oculto, es que siempre ha estado a la vista. No es fácil asumir que aquello que le robaron, aquello que anhela sin saberlo, la pérdida que le consume continuamente, ha estado siempre delante de sus ojos. ¿Cómo podrá aceptar que se ha topado mil veces con lo que siempre ha buscado? ¿Cómo podrá creer que en el interior de lo que él tomaba por ruinas, o por monumentos diseminados en el paisaje, se ofrece cada día, en un pequeño trozo de pan, lo único que puede saciar su hambre infinita? Mientras él buscaba en el estrépito de la muchedumbre un consuelo que nunca llegaba, a su alrededor, en el interior de esos edificios de piedra, y tras unas simples palabras casi susurradas, Dios se hacía corporalmente presente.

Cada mañana y cada tarde de su vida se había producido ese milagro tan cotidiano como ignorado. Con una tozudez divina, a prueba de desprecios y ofensas, el Eterno en persona había acudido a su rescate y se había rebajado a las especies del pan y del vino sólo para salvarle, para acudir a una llamada que el propio interesado desatendía una y otra vez. Y, por una increíble ceguedad, mientras buscaba en los lugares más recónditos, más oscuros, más intrincados, una limosna para paliar su indigencia, en lo alto, perceptibles desde casi cualquier punto, las grandes cruces de aquellos edificios habían estado señalando siempre el lugar del tesoro, el único que ni se agota ni se divide al ser compartido.

Pero el hombre hueco ha sido educado en el desprecio a la Iglesia católica, y es en el último lugar donde se le ocurriría ir a buscar su felicidad. Las burlas e insultos contra la Iglesia rodearon su cuna, sobrevolaron sus primeros pasos y se infiltraron en su vocabulario antes de que la razón pudiera dar su consentimiento. Como hay amores, así hay también odios hereditarios. Ahora, ya adulto, nadie le va a impedir explícitamente entrar con intenciones serias en una iglesia, pero su propia vergüenza es más eficaz para impedírselo que cualquier imperativo ajeno. La idea de defraudar a su familia, de convertirse en el hazmerreír de sus amigos, de ser objeto de cuchicheos y miradas de incomprensión, son coacciones mucho más profundas que cualquier prohibición expresa. Así, el hombre que parecía tener la valentía para probarlo todo, para sumergirse en lo más hediondo y pútrido de esta ciénaga que llaman mundo moderno, se acobarda ante el olor a sacristía.

En la mayoría de los casos –hay que confesarlo con pesar– el hombre hueco persiste en su odio ancestral, aun al precio de su infelicidad, y a veces prefiriendo el suicidio antes que reconocer su error. Pero a veces, a cuentagotas, uno de ellos acaba llegando a las puertas de una iglesia cualquiera. Desengañado del mundo, que le prometía siempre para mañana lo que nunca podía cumplir hoy, ha conseguido superar la vergüenza y los respetos humanos, y preguntarse si no será allí, donde siempre le han intentado disuadir que se acercara, donde se encuentra todo lo que le falta. Todavía, indeciso, permanece en el exterior. Observa la casa de la que le desahuciaron antes de nacer, y cierto instinto primitivo, como el que provoca la visión de una hoguera, se apodera de él. De repente suenan las campanas. Mil veces había oído sus repiques con indiferencia, pero ahora parecen sonar personalmente, como recibiéndole. Cada «talán» resquebraja un muro más de su hombre viejo, a la vez que hace vibrar en su interior recovecos que desconocía. Otras personas han acudido a la llamada, y ninguna le mira como un intruso. El escalofrío de la valentía recorre su cuerpo. Es la hora. El hombre hueco se arma de valor. Enjuga sus lágrimas. Entra. Saldrá rebosante de Dios.

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jueves, 3 de marzo de 2022

LIBRO "NO CREO, PERO BUSCO LA VERDAD": Tras las huellas de Teresa de Jesús 💕


NO CREO,
PERO BUSCO LA VERDAD
Tras las huellas de Teresa de Jesús


Yo, con tantas dudas y recelos, ¿tendría el valor de dejar mis miedos y prejuicios y me arriesgaría a salir a buscar la verdad, la verdad de mí mismo y la verdad del Dios que se revela en Jesucristo?

Teresa de Jesús, en su “tratadillo” de los cuatro grados de oración, marca el sendero que nos conduce a un encuentro de amistad con el Amigo, en el que se hallan respuestas a todas las inquietudes y bálsamo para todas las heridas. Y este libro trata de ofrecer una guía práctica para seguir las huellas de Teresa por ese camino de plenitud personal y adentrarnos en el ámbito de amor y amistad que da sentido a nuestra vida. 

Está dirigido a:

Los que no creen en el Dios que se revela en Jesucristo.
Los que buscan la verdad de Dios.
Los que creen en Jesucristo, pero sin pertenencia a una religión.
Los que tienen frío en el corazón.
Los cristianos alejados de la fe.
Los cristianos que recitan el Credo con más dudas que certidumbres

Introducción
Teresa de Jesús, una luz para nuestro tiempo

El oscurecimiento de Dios

Actualmente, en nuestro mundo, hay millones de personas creyentes, pero la cultura oficial y la organización de la sociedad se mueven al margen de Dios. Los avances en la técnica y la tupida red de comunicaciones que conecta prácticamente todos los rincones del planeta han creado una conciencia de autosuficiencia en el hombre1.
Este se siente con total señorío sobre su entorno y capaz de alcanzar cada día mayores cotas de control y poder. Como consecuencia de esta mentalidad, los canales de difusión del pensamiento están impregnados de un rechazo a la idea de trascendencia. El hombre se considera el centro, la medida, el artífice y el dueño de todas las cosas. El ser humano es tan inmensamente poderoso que no solo no necesita a Dios, sino que hasta lo siente como una rémora para su libertad de extender hasta el infinito todas sus potenciales posibilidades de dominio.

Pero la cruda realidad es que la “ley del eterno progreso” (saber más para poder más; poder más para tener más; tener más para ser más feliz)2 se ha revelado como un rotundo fracaso. Si bien el saber se ha democratizado (el acceso a la escuela y a las universidades se ha generalizado, y hoy día se puede obtener fácilmente todo tipo de información sobre cualquier tema o acontecimiento, incluso a veces en tiempo real por muy lejos que esté del receptor), el poder sobre personas y pueblos lo ostentan unos pocos (dictadores, partidos políticos, grupos de presión –los llamados lobbies–...) en detrimento de muchos. Para que unos tengan más, la injusticia, la miseria y la destrucción afecta a algunas capas de la sociedad y hasta a poblaciones enteras en extensas zonas del planeta. Lejos de encontrar la felicidad, el hombre de hoy se encuentra literalmente perdido, alienado en esta alocada carrera sin rumbo, intentando inútilmente encontrar la solución a las carencias y las desigualdades, con más desarrollo tecnológico y más exaltación de los sentidos, hedonismo y consumismo desenfrenados. 

En este ambiente positivista y de ejercicio de un poder absoluto sobre todas las realidades de la tierra por parte del ser humano, sin otro referente ético que las leyes que él mismo se dicta, hasta el punto que, incluso, se ha erigido a sí mismo en juez capaz de decidir sobre la vida y la muerte de los más débiles, la religión se interpreta como enemiga del progreso, un ámbito oscuro y tenebroso de prohibiciones, un freno al deseo “natural” de disfrutar de los placeres, una traba a la libertad sin restricciones. El pensamiento líquido que impera en nuestra sociedad provoca una actitud de indiferencia ante la idea de Dios, cuando no de rechazo o animosidad. El hombre de hoy es más agnóstico que ateo. Ser ateo implica pensar en Dios aunque sea para negarlo, mientras que el agnosticismo prescinde totalmente, ni se detiene a reflexionar en él, no le interesa en absoluto. 

Rechazo de Dios y nostalgia de trascendencia 

Sin embargo, la realidad siempre acaba por imponerse: la vieja tentación del endiosamiento del ser humano (“Seréis como dioses”, Gn 3,5)3, rechazar a Dios para ocupar él mismo su lugar, no es capaz de colmar las inquietudes e insatisfacciones que laten en lo más profundo de sí. Desencajado de su propia realidad de ser creado por un Ser superior que lo ama con la ternura de un padre, no consigue encontrar la respuesta a las grandes preguntas que, antes o después, acaba planteándose: ¿Cuál es el sentido de la vida?, ¿hasta dónde llegan las ilusiones y las esperanzas del hombre?, ¿dónde termina el amor? o, más bien, ¿puede tener fin el verdadero amor?, ¿el final de la vida es el vacío y la nada?, ¿la muerte es la destrucción total de lo que un hombre fue, de lo que amó, de lo que soñó? 

El ser humano necesita encontrar la solución a sus interrogantes, sentido a su vida, al amor, al sufrimiento y a la muerte. Aunque, tal vez, no sea consciente de ello, necesita ser salvado.
El hombre sufre el drama de saberse finito, limitado, ineludiblemente sometido al dolor, la enfermedad, el deterioro y la muerte, y, al mismo tiempo, se experimenta como un ser carente de límites, in-finito.
Considerar que no existe nada ni nadie que trascienda al ser humano supone cercenar de raíz su natural tendencia a proyectarse al infinito y privarle de toda esperanza. En el dintel de una puerta del infierno de Dante está escrito: “Lasciate ogni speranza, voi ch’intrate” 4. Este triste anuncio es la realidad de quien se niega la posibilidad de salir de sí mismo y abrirse a la trascendencia: queda condenado al vacío existencial. No es Dios quien lo condena (muy al contrario, el Hijo de Dios fue a la cruz por salvarlo), es el mismo hombre el que se arroja al insondable abismo de la soledad absoluta.

A menudo, quien rechaza totalmente la fe experimenta una contradicción entre la idea del hombre tan reducida que se ha forjado y su propia experiencia de sentirse como un ser abierto al infinito. Esto le produce una gran angustia y una terrible desazón, que suele pretender resolver, no con reflexión y búsqueda de la verdad, sino con una fuerte dosis de hostilidad hacia todas las personas y realidades que viven su compromiso de fe. Esa animadversión no siempre tiene un componente agresivo, aunque sí acostumbra a ir teñida de un aire de superioridad moral e intelectual absolutamente injustificado y absurdo. Para no cuestionarse el sinsentido de su cerrazón y su empecinamiento en mantener una actitud incoherente con las evidencias, descalifica a quienes viven la gozosa tensión de sentirse vinculados al Creador. 

Superar esa actitud materialista desalentada y desesperanzada y abrirse al Ser que confiere el sentido último a la existencia del hombre, al conjunto de la realidad y al curso de la historia parece hoy una tarea imposible. Por otra parte, como el Papa Francisco nos advierte, “a menudo sucede que la Iglesia es un recuerdo frío para el hombre de hoy, si no una ardiente decepción”5. Una advertencia que conviene tener en cuenta aunque no sea más que para no seguir cayendo en los mismos errores. 

Los muros de incomunicación son muy altos y resulta, pues, muy difícil conseguir que ese hombre de nuestro tiempo dirija su mirada hacia Jesucristo. Y sin embargo, por naturaleza, el ser humano es religioso, es decir, de algún modo, aunque sea difusamente, no puede por menos de reconocer que hay algo más allá de sí mismo, de su propia vida, una realidad superior al hombre y a su mundo, un Absoluto que procura el bien total y definitivo.
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1. A lo largo del trabajo, utilizamos hombre con el significado de su étimo latino hominem, ‘ser humano’, que incluye al varón y a la mujer.
2. Cf. López Quintás, A., “La degradación del espíritu europeo y la eclosión del conflicto”, en El espíritu de Europa. Claves para una reevangelización, Unión Editorial, Madrid, 2000, p. 31-36.
3. Respecto de la actitud del hombre que intenta, inútilmente, eliminar la verdad de sí mismo y erigirse en Dios, es muy interesante Creación y pecado, Cardenal Joseph Ratzinger, EUNSA, Pamplona, 2005.
4. “¡Oh vosotros, los que entráis, abandonad toda esperanza!”.
5. Cf. Discurso a los participantes en un encuentro internacional sobre nueva evangelización, 21 de septiembre de 2019.


Mª Ángeles Almacellas: 
Para hablar de fe con criterio hay que buscar la verdad de forma experiencial.

Mª Angeles estaba profundizando en el 'Libro de la Vida' y el "tratadillo" de los grados de oración escritos por Teresa de Ávila, cuando se vio metida de lleno en la oración experiencial que propone en esos textos. "Me di cuenta de que no era una lectura intelectual sin más -dice la escritora-, sino que me sumergí en la dinámica que la propia Teresa definía como oración mental, que 'no es otra cosa sino tratar de amistad con quien sabemos nos ama' dice citando a la Santa. "Es proponer la oración como un encuentro íntimo y personal entre dos amigos: tú y Jesucristo", explica Almacellas, y de esa forma llegar a conocer la Revelación. Para ella significó "salir de teorías y consejos. Fue una bocanada de aire fresco" dice Mª Ángeles. "Y sentí una gran necesidad de ponerlo por escrito y de compartirlo, porque es bueno, porque esponja el alma", afirma con el entusiasmo y la determinación de quien ha descubierto, al fin, la verdad.