EL Rincón de Yanka: LIBRO "NO TENDRÁS NADA Y (NO) SERÁS FELIZ" por JAVIER BENEGAS 👥💥💀

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Si no tratas de conocer a tu prójimo, ¿cómo crees que vas a amarlo? Y si no lo amas como te crees que vas a amar a Dios.



CALENDARIO CUARESMAL 2025

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lunes, 17 de marzo de 2025

LIBRO "NO TENDRÁS NADA Y (NO) SERÁS FELIZ" por JAVIER BENEGAS 👥💥💀

 
NO TENDRÁS NADA
Y (NO) SERÁS FELIZ

“La frase que mejor define la peligrosa deriva de Europa es «No tendrás nada y serás feliz». Hay razones suficientes para sospechar que esta frase no es en absoluto inocente, pues con ella se bendice un sistema en el que todo será accesible mediante servicios controlados. Este sistema podrá ser utilizado para restringir la libertad. Si la propiedad privada desaparece y todo son bienes y servicios compartidos, será muy fácil para las élites controlar a los ciudadanos: les bastará amenazarles con cortarles el acceso a bienes o servicios para que sean buenos chicos”.
Con una prosa ágil y amena, Javier Benegas analiza las potentes señales de un empobrecimiento planificado y dirigido contra los ciudadanos. Especialmente reveladores son los capítulos dedicados al desmantelamiento de la industria europea, a la promoción del decrecentismo, una doctrina económica con la que se promueve el decrecimiento económico, o a la alargada sombra de China, que se proyecta sobre las instituciones europeas. A primera vista puede parecer que este proceso de empobrecimiento es sólo fruto de la incompetencia, pero no es así. La imposición de la ruinosa transición energética no es simple incompetencia. Ni siquiera los políticos y tecnócratas europeos pueden ser tan estúpidos. Detrás de sus políticas hay algo más siniestro que la simple incompetencia. Hay ideología, injerencias externas, traiciones y corrupción.
No tendrás nada y (no) serás feliz, es más que un libro. Es una guía estratégica imprescindible. En sus páginas el lector encontrará revelaciones, descubrimientos y herramientas para hacer frente a una amenaza real: el plan para desproveerle de cualquier posesión. Para, finalmente, privarle de su más preciado bien: la libertad.
PRÓLOGO

LA LUCIDEZ ESTRATÉGICA

«Un fantasma recorre Europa»; pero ya no es, como sostenía Marx en el mejor panfleto -en términos literarios-jamás escrito, el fantasma del comunismo, sino seguramente el fantasma de la propia Europa.

Aunque la grandilocuencia es una tentación que hay que regatear a toda costa, son tantos los signos que pocos dudan hoy que presenciamos un cambio de época. No es solo que Occidente esté dejando de ser el centro del mundo, por la pujanza de Asia en general y del gigante chino en concreto; es que Europa, alma del cuerpo occidental, vive una crisis de identidad sin precedentes. Se le han amontonado unas pocas enfermedades del crecimiento; a fuerza de prospe­ridad ha envejecido velozmente, y solo hace falta aguzar un poco la vista para ver las goteras y desconchones que caracterizan a este edificio decrépito.

En tiempos así hacen falta buenos arquitectos, personas cabales que diagnostiquen primero y pongan a funcionar después a los obreros para evitar la ruina. Mientras los intelectuales sistémicos están a sus cosas -haciendo caja mientras nos convencen de que la cuestión es si son galgos o son podencos-, Javier Benegas ha decidido acercarse una vez más a ese edificio que ama y hacer recuento de pérdidas para tratar de salvarlo del colapso con un nuevo informe de desperfec­tos y un catálogo de medidas. Tras La ideología invisible y Vindicación, y con una precisión pasmosa que es fruto de su progresivo ajuste de lentes (mejora, como los buenos vinos, año tras año), pone a nuestra disposición su lucidez estratégica.

El nuestro ha sido siempre un país más dado a la táctica que a la estrategia; muy de liarse la manta a la cabeza y poco de desplegar planos sobre una amplia mesa y arremangarse a pensar, que es lo que corresponde cuando la batalla es compleja. Es una lástima, porque la historia es prueba de lo que somos capaces cuando a nuestro ímpetu, forjado por una singular biografía -virtuoso caldero de culturas antiguas-, le unimos cierta previsión, cierta capacidad de juzgar en grande. Ese es, me parece, el gran valor de este texto: el modo que tiene de elevarse sobre el tráfago de la actualidad para avizorar lo que los anglosajones deno­ minan the big picture y nosotros solemos llamar, acaso futbolísticamente, «la jugada».

¿Qué va a encontrar el lector en estas páginas? Una inteligencia fina que abre puertas y ventanas para orear la confusa polarización que nos acogota; un cho­rro de luz dirigido a nuestras tinieblas. Hace falta combinar una honda cultura con una experiencia práctica para trazar esta descripción precisa de los nuevos señores, la ciudadela (¿cómo es que ya no se habla de la casta?), y de la senda equivocada que hemos tomado y estamos a tiempo de desandar si nos ponemos a ello. 
«Hace tiempo que Occidente transitó de la sociedad capitalista competi­tiva hacia la sociedad tecnocrática dirigida», sostiene Benegas; cuanto antes aceptemos esto antes podremos conjurar fuerzas para darle la vuelta a la tortilla. Contiene este texto, entre muchas otras cosas, muy interesantes reflexiones sobre la conexión entre la prosperidad y la ética. Paralelamente a la relación en­tre capitalismo y democracia, hemos de considerar cuánto deben nuestros pro­gresos morales -pacata y habitualmente denominados «Sociales»- a una economía que los hace posibles. A la altura de nuestro siglo hay demasiada gente que desprecia el dinero, como sinos pervirtiera de suyo; la mueca que componen se parece a la de ciertos hijos de familia pudiente que se travisten de bohemios. Siempre recuerdo, a este respecto, lo que decía sobre el buen samaritano Marga­ret Thatcher: que nadie se acordaría de él si solo hubiese tenido buenas intenciones; también tenía dinero.

En este marco, creo, hay que evaluar las menciones de Benegas al «liberalismo instintivo». Sabemos de la complicada relación de nuestro país con los liberales; en estas páginas tendrá el lector una oportunidad de reconciliarse con ellos. Es absurdo sostener que hay un solo conjunto, el «neoliberal», en esta inclinación por la libertad que puede ser tan meritoria; la clave está en ir más allá de la liber­tad negativa para dar con lo que hay en el adjetivo «liberal» de virtuoso. Conside­rar que aquella es la libertad toda es un mal de raíces románticas y culminación posmodema; es denunciando la supresión de toda autoridad y responsabilidad como el autor nos reconduce a la libertad completa, cimiento del honor ético.

Decía Nietzsche que a las verdades desagradables había que exponerse como a una ineludible ducha fría:entrar con determinación y salir rapidito. El autor nos prepara esa ducha con una prosa cristalina y directa, que acompaña de la electricidad que genera amontonar verdades. Desfilan por delante nuestro la decrepi­tud europea y su elefantiasis burocrática, las agendas impuestas, el anticapita­lismo disfrazado de ecologismo, las apelaciones a la Mittiga para suspender la democracia con el supuesto fin de abordar el cambio climático, la incompetencia sepultada en el ideal democrático, el invierno demográfico, etcétera. No es un ca­tálogo de horrores, sino un manual de avisos al que el autor tiene el buen gusto de adjuntar algunas soluciones.

Si tuviera que destacar en este prólogo dos de estas puestas en guardia serían las de la paternidad y la sobrelegislación. En el primer caso, porque, en tanto pa­dre y sabedor de que quien firma las reflexiones es un excelente padre, me duele ver cómo se intoxica a las generaciones con las dificultades que la paternidad se dice que entraña. Hay demasiada gente interesada en que no se funden familias, por tener legiones de individuos autocentrados a quienes venderles cosas que no necesitan y súbditos de voto fácil (valga la redundancia). Mientras esto sucede, la ola de la soledad se sigue encrespando. Además, como en este texto tan bien se explica, el desplome de la natalidad lleva a que mucha creatividad se pierda, y es tan complejo y convulso el mundo actual que necesitamos cuantiosas y valiosas innovaciones. Dos, la sobrelegislación, fruto sobre todo del eclipse de la moral, que lleva al poder a intentar patrimonializar esta, con el añadido pospandemia de tantos ciudadanos que jalean esta diarrea de leyes. En lo opuesto está el espí­ritu de No tendrás nada: seres humanos valerosos, capaces y exigentes con sus gobernantes es lo que promueve.

Como Benegas sabe que tenemos un deber de esperanza, incorpora a su texto las herramientas para que podamos honrar esa exigencia. Nos muestra las oscuridades y las espanta con luz, como hacen los pensadores honrados; sabe que de distopías estamos servidos. Le consta que lo que narra no es un videojuego, que hay personas sufriendo por estas cosas. Como sabe todo aquel que lo conozca, hay un corazón que bombea fuerte tras su semblante de castellano viejo. Sus palabras son un hito del sentimiento -que no del sentimentalismo-, y no solo del intelecto. Es que al autor le importe nuestra desazón lo que marca la diferencia. Más que un llamado a la racionalidad, es la suya una apelación a la cordura (del latín cor, corazón), a abandonar la actitud en la que «lo imposible deviene moralmente irrenunciable» y abrazar una vida recia sin dejar de ser ambiciosa. Hom­ bre de la Tierra Media, como un valeroso hobbit nos conmina a una épica de nuestra talla, porque la sociedad civil es en definitiva una suma de personas que deciden reunirse para hacer lo debido.

Este es un libro atravesado por un amor natural a las personas. No a la abstracción del ser humano, ni a la vulgarizada «la gente»: amor al prójimo. Lo muestra sumando al proyecto común del bien sus profundas capacidades para entender qué nos pasa. Porque, si es importante que nos quieran, importa más que nos quieran lúcidamente, esto es, con una capacidad para la verdad que nos ilumine. 

Su ensayo es también una carta de amor al pueblo; de nuevo, no a ese pueblo-espantajo del que se sirven los tiranos, sino al pueblo de proximidad, de barrio, de rostro y conversación cálida. Tras la catástrofe de la dana en el levante español, volvimos a oír que «el pueblo salva al pueblo»; este libro que va usted a leer, querido lector, hace justamente eso, porque Javier es pueblo y con su inci­ siva palabra nos salva.
David Cerdá, Tomares, 
2 de enero de 2025

El conformismo puede resultar costoso 
en un mundo de incertidumbre". 
Douglass C. North

INTRODUCCIÓN

NO TENDRÁS NADA

Una de las frases que mejor sintetiza la actual deriva de Europa es «No tendrás nada y serás feliz». Para desdramatizarla, algunos argumentan que la falta de contexto y su interpretación en redes sociales como una amenaza a la propiedad privada y una imposición de valores distópicos, la han convertido en un símbolo de controversia y teorías conspirativas que nada tienen que ver con el sentido e intención originales. Sin embargo, creo que hay razones y hechos suficientes como para sospechar que esta frase no es inocente.

La expresión "No tendrás nada y serás feliz» tiene su origen el Foro Econó­mico Mundial (World Economic Forum, WEF), concretamente en un artículo pu­blicado en 2016, y republicado por la revista Forbes, titulado «Welcome to 2030: I Own Nothíng, Have No Prívacy, and Lije Has Never Been Better» (Bienvenido a 2030: No poseo nada, no tengo privacidad y la vida nunca ha sido mejor), cuya autora es Ida Auken, exministra de Medio Ambiente de Dinamarca. Auken, en este artículo, hace una proyección imaginaria del futuro desde el punto de vista de una ciudadana que vive en un mundo hiperconectado y sostenible. En este hi­potético futuro, la propiedad privada se sustituye por servicios compartidos, y los recursos se optimizan para minimizar el impacto del ser humano en el planeta.

Antes de entrar en el fondo del asunto, es importante señalar que Ida Auken es miembro del consejo asesor de tres compañías, dos danesas y una holandesa. Las danesas son Viggaus, una empresa basada en la economía circular, que produce ropa infantil orgánica que se puede alquilar y reutilizar, y Old Brick, que se dedica a reciclar ladrillos. 
La empresa holandesa es EMG, una consultora internacional de Responsabilidad Social Empresarial (RSE), que asesora en el desarro­llo sostenible y la producción de productos «Cradle-to-cradle design». Traducido literalmente del inglés: «diseño de la cuna a la cuna». Un tipo de diseño industrial que imitalos ciclos naturales, donde los materiales se reutilizan indefinida­ mente sin generar residuos.

Señalar la relación de Auken con estas tres empresas es más que pertinente. Las ideas que ella defiende en su artículo y en otras iniciativas, supuestamente sociales y desinteresadas, están relacionadas con los intereses comerciales de las compañías a las que asesora y de las que, a cambio, Auken a buen seguro obtiene una respetable remuneración. La exministra danesa nos anima a avanzar hacia un mundo radicalmente sostenible, pero no lo hace de forma desinteresada, sino que determinados sectores empresariales le pagan generosamente por hacerlo. Sólo por esta confluencia de intereses estaría sobradamente justificada la sospe­ cha. Cuando menos sería razonable preguntarse si Auken promueve estas ideas porque son realmente beneficiosas para los ciudadanos europeos, o si lo hace porque son rentables para ella y susrepresentados.

Pero vayamos al fondo del asunto. Las críticas mejor fundamentadas a la idea original que expresaba Ida Auken en su artículo y a la frase ampliamente difun­dida «No tendrás nada y serás feliz», se centran en cuestiones éticas, económi­cas, políticas y filosóficas. Estas críticas cuestionan tanto la viabilidad de las ideas defendidas por Auken como sus posibles e inquietantes consecuencias. 
La idea de que todo se base en servicios compartidos supone una dependencia ex­trema de infraestructuras tecnológicas y corporaciones o gobiernos que controlen estos servicios. Esta dependencia reduce la autonomía individual, ya que los ciudadanos no tendrían el control sobre sus necesidades básicas al depender de gestores para acceder a bienes y servicios esenciales. Por ejemplo, la promoción del transporte compartido, muy especialmente el transporte colectivo o público, en detrimento del automóvil privado, conlleva la dependencia de un tipo de mo­vilidad cuya prestación, incluso, llegado el caso, su interrupción (por ejemplo, durante una pandemia, donde se decreta que los ciudadanos permanezcan en sus casas) no obedecerá a las necesidades y decisiones del individuo, sino a la vo­luntad de los gestores.

Un sistema en el que todo es accesible mediante servicios controlados podría ser explotado por gobiernos autoritarios para restringir la libertad de los ciuda­danos. Si la propiedad privada desaparece, y todo son bienes y servicios colecti­vos, será muy fácil para los estados o corporaciones controlar a los ciudadanos e impedir que manifiesten críticas o discrepancias porque bastará amenazarles con impedirles el acceso a esos bienes o servicios para que sean buenos chicos.

La idea de "ser feliz" sin poseer nada obvia la relación entre la propiedad, el bienestar y la felicidad. La felicidad es una combinación muy compleja de facto­res sociales, emocionales y materiales. Ser propietario no sólo cosiste en poseer cosas materiales. Equivale en buena medida a ser dueño de tu destino. La propiedad privada tiene un valor psicológico y simbólico. Poseer una vivienda, un au­tomóvil, o cualquier bien, no sólo los esenciales, es una forma de expresar la identidad personal. Una sociedad donde no hay propiedad privada, sino que todo es compartido, colectivo y público, es alienante y antinatural. Además, las personas necesitan seguridad y certidumbre. Y esto psicológicamente no es posible si se depende de la administración y voluntad de terceros. La privación de propiedad, en vez de felicidad y despreocupación, genera inseguridad y estrés.

Por último, la propiedad privada es uno de los motores principales de la acumulación de riqueza y el desarrollo económico. Si las personas no pueden poseer bienes, es decir, sino pueden enriquecerse, el incentivo para innovar o acumular capital desaparece, limitando el crecimiento económico... pero, precisamente, aquí es donde la idea distópica de no tener nada y ser feliz se relaciona muy estrechamente con otra tendencia que está poniendo en grave riesgo la prosperidad y el bienestar de los europeos: el decrecentismo.

Existe una evidente relación conceptual entre las ideas sintetizadas en la frase «no tendrás nada y serás feliz» y aspectos clave del decrecentismo como alterna­tiva económica, pues ambos promueven una crítica al modelo económico ba­sado en el crecimiento económico. El decrecentismo aboga por un sistema eco­nómico que priorice el acceso a bienes y servicios esenciales de manera equita­tiva y compartida, en lugar de la posesión individual, lo que significa «poseer menos». Del mismo modo, el modelo asociado a «no tendrás nada» se basa en la economía compartida, en detrimento de la acumulación de bienes. Ambos coin­ciden en la búsqueda de un modelo más sostenible, donde la prioridad absoluta es controlar el impacto ambiental. Lo que implica reducir la producción de bie­ nes materiales y compartir recursos para mantener los ecosistemas intactos.

Sin embargo, en comparación con el decrecentismo, las ideas relacionadas con "no tendrás nada y serás feliz" resultan hasta ingenuas. El decrecentismo, por el contrario, tiene una profundidad filosófica (aun equivocada) y, sobre todo, una penetración académica y política que lo diferencia claramente de la visión más tecnocrática, especulativa e incluso frívola asociada a la famosa frase. Mien­tras que "no tendrás nada" es una ocurrencia para el control social impulsada por élites económicas, el decrecentismo no es una teoría económica sino una ideología perfectamente estructurada promovida por élites académicas, activis­tas y políticos, con la que las élites económicas cooperan seducidas por sus oportunidades de negocio (la transición energética, por ejemplo, es sin duda un gran negocio) y por la posibilidad de capturar a los ideologizados reguladores decrecentistas para maximizar sus beneficios.

Europa afronta cuatro desafíos enormes: el envejecimiento, el desplome de la natalidad, la inmigración masiva... y el decrecimiento económico. Pero de estos cuatro inquietantes desafíos, es el último, el decrecimiento económico, el que puede resultar más peligroso porque agravará considerablemente los otros tres. Si existe alguna posibilidad de compatibilizar el envejecimiento y el desplome de la natalidad con el sostenimiento del bienestar es una economía pujante, mucho más productiva y sofisticada basada en el uso masivo de los recursos disponibles.

En cuanto a la inmigración, aunque Europa cerrara sus fronteras, el problema no desaparecerá porque millones de inmigrantes ya están dentro y sus tasas de natalidad son mayores que las de la población nativa. En este contexto, el decrecimiento económico agravará las diferencias y tensiones existentes entre nati­ vos e inmigrantes debido a la mayor competencia para la subsistencia en una economía en contracción. Así que no, si no tienes nada no serás feliz. Al contra­rio, muy probablemente tu vida será un infierno.

Atención La Coruña!

Un honor poder acompañar, junto a Fabián C. Barrio, a nuestro admirado y querido JAVIER BENEGAS en la presentación de su último libro: No tendrás nada y (no) serás feliz: Claves sobre el empobrecimiento promovido por las élites.
Con la generosa colaboración de Librería Arenas que nos abre sus puertas, un clásico de Coruña.
El miércoles 19 a las 20:00 los esperamos en Calle Cantón pequeño 26.
Tras la presentación, se abrirá un turno de preguntas y habrá una sesión de firma de ejemplares por parte del autor.
NO SE LO PIERDAN.
Entrada libre, aforo limitado.

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Una hora en Libertad; NO TENDRÁS NADA Y (NO) SERÁS FELIZ