EL Rincón de Yanka: "LA AGENDA 2030 DE HOY ES UNA CONTINUACIÓN DEL NAZISMO" por MAGDALENA DEL AMO 👿👥💥💀

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¿No tienes enemigos? Es que jamás dijiste la verdad o jamás amaste la justicia.



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sábado, 15 de marzo de 2025

"LA AGENDA 2030 DE HOY ES UNA CONTINUACIÓN DEL NAZISMO" por MAGDALENA DEL AMO 👿👥💥💀


La Agenda 2030 de hoy 
es una continuación del nazismo 
Los escritos del arzobispo Viganò son comparables, de alguna manera, a las arengas del obispo de Münster, Clemens August von Galen, durante el exterminio nazi.
La Iglesia permanece muda ante la injusta y antinatural Agenda 2030. No solo calla, sino que manifiesta estar de acuerdo con los actuales genocidios legales que se están perpetrando, de los que nadie parece ser responsable. Todo apunta a que las profecías sobre el solio de Pedro se están cumpliendo y que asistimos a los momentos finales de nuestra Iglesia milenaria. 
¿Quién es realmente el papa Francisco y qué papel juega en esta ecuación diabólica? Según sus propias palabras, inocularse las sustancias nocivas que prescriben las autoridades sanitarias –mejor decir políticas— es un acto de amor. ¡Qué frase tan cursi y trágica a la vez! 
¿A quién sirve el "papa"? Es muy significativa su complicidad con las élites globalistas: esas cuya intención es diezmar la población y transhumanizar a los supervivientes. Los católicos podemos decir alto y claro que la Iglesia no está a la altura de las circunstancias. El que fuera nuncio de Su Santidad en Estados Unidos y arzobispo, Carlo María Viganò, es de los pocos que, aparte de haber pedido la renuncia del papa Francisco y su “equipo” por encubrir los abusos sexuales en la Iglesia –en concreto, referente al caso del cardenal estadounidense Theodore McCarrick—, alzan su voz contra el Mal, defendiendo la verdad y la justicia, en estos tiempos de mentira institucional y corrupción al por mayor en las altas esferas del Poder. Con el fin de que las víctimas sacrificadas en nombre de la covid y las del genocidio de la vacunación no queden en el olvido, sus palabras a propósito de la Primera Jornada Médica de Conmemoración del Holocausto son más que oportunas:

“La presión para la aprobación del Tratado de Pandemias de la OMS y para el pasaporte sanitario –acompañado de la activación de la billetera digital— demuestra que los autores de este golpe no van a renunciar a sus intenciones criminales a menos que se enfrenten a una persona firme y decidida, una oposición por parte de la población y de sus pocos representantes no vendidos al Foro Económico Mundial, que valientemente no incumplen su deber. […]

Hemos visto a médicos y paramédicos matar a personas frágiles y ancianas en cuidados intensivos mediante el uso de anestésicos. Hemos visto a gobernantes, magistrados y fuerzas policiales desatar una criminalización sin precedentes de quienes no se dejaron “marcar”. Sabemos quién está de detrás de estas personas, quién les paga, quién las chantajea: sus nombres son bien conocidos. Estos asesinos pronto se encontrarán respondiendo de sus crímenes, si no ante el tribunal del mundo, sí, ciertamente ante Dios, a quien odian y a quien querrían remplazar, en un loco delirio de omnipotencia que es un preludio inexorable de la derrota eterna. […] Miren su trabajo: solo mentiras, engaños, horror, pecado, vicio, violencia, monstruosidad. Y siempre por un precio, porque todo lo que hacen es objeto de intercambio de comercio: pagan por tener hijos, pagan por matarlos, pagan por vender sus órganos, pagan por abusar de ellos, pagan por imponer terapias letales, pagan por vivir y morir, pagan por las mentiras de los médicos y las obscenidades de internet, pagan por el simulacro de amor y amistad. […] Se denuncia con razón el holocausto sanitario: con este término pone de relieve, por un lado la magnitud del crimen cometido por los servidores de la OMD y por otro el deseo de sacrificar millones de víctimas al Moloch globalista.

No perdamos de vista este elemento fundamental: el exterminio –en formas no muy diferentes a las que provocaron los regímenes totalitarios del siglo pasado nos muestra el aspecto ritual de el gran reinicio y revela la cultura de la muerte de quienes lo promueven. Muerte de bebés en el útero de la madre, muerte de enfermos y ancianos en hospitales, muerte de jóvenes arrancados de la vida por las drogas, muerte de la familia en nombre de perversiones y traiciones” [1].

Los escritos del arzobispo Viganò son comparables, de alguna manera, a las arengas del obispo de Münster, Clemens August von Galen, durante el exterminio nazi.

Lo que ocurría en Alemania no era secreto. Era la implementación de una Agenda gestada Más allá de las bufonadas y psicosis de Hitler y demás ideólogos racistas, era la implementación de una Agenda gestada por los antecesores de la cacareada y colorista 2030. Y, aunque las universidades, los medios de comunicación y los intelectuales guardaban absoluto silencio, las homilías del entonces obispo de Münster, Clemens August von Galen tenían difusión mundial y en ellas denunciaba el genocidio que se estaba perpetrando.

El 3 de agosto de 1941 se dirigió al mundo con estas palabras:

“Desde hace algunos meses vemos que, por disposición de Berlín, las personas enfermas y los aquejados de trastornos mentales están siendo sacadas a la fuerza de los sanatorios y manicomios. Al poco tiempo, los familiares son informados de que los restos mortales han sido incinerados y que se les enviarán las cenizas. Se tiene la sospecha, casi la certeza, de que estos numerosos casos de inesperados fallecimientos no se producen espontáneamente, sino que son causados intencionalmente; que se sigue en estos casos la doctrina que afirma que se pueden destruir las llamadas ‘vidas inútiles’, es decir, matar seres inocentes, si se juzga que su vida no posee valor alguno para el pueblo ni para el Estado. Doctrina horrible que quiere justificar el asesinato de inocentes y permite, por principio, la muerte violenta de inválidos para el trabajo, de mutilados, de enfermos incurables, de personas decrépitas.

Sabemos, de fuentes fiables, que en los centros de salud de la provincia de Westfalia están redactando listas de esos enfermos; que los llamados ‘compatriotas improductivos’ en breve plazo deben ser recogidos y eliminados. Esta semana se realizó el primer transporte desde la residencia de Marienthal cerca de Münster.

¡Hombres y mujeres alemanes! Hasta este momento sigue en vigor el artículo 211 del Código Penal del Reich, que reza: 
‘Quien mata premeditadamente a una persona, será por ese asesinato castigado con la muerte’. Ciertamente, para evitar el justo castigo a quienes matan premeditadamente a estos pobres seres, miembros de nuestras familias, estos enfermos elegidos para la muerte, son conducidos fuera de su tierra a un instituto lejano. Después, como causa de su muerte se indica cualquier enfermedad. Debido a que los restos mortales son incinerados enseguida, ni los familiares ni la policía criminal están en condiciones de verificar si ha sido una enfermedad la verdadera causa de la muerte. Pero se me ha asegurado desde el Ministerio de Asuntos Internos del Reich, en concreto, de la oficina del jefe de los médicos del Reich, doctor Conti, que esto no es ningún misterio; que, en realidad, se ha matado ya premeditadamente un gran número de enfermos en Alemania y que lo mismo sucederá en el futuro. […]

Así, debemos tener en cuenta el hecho de que los pobres e indefensos enfermos antes o después serán asesinados. ¿Por qué? No porque sean culpables de un crimen que merezca la muerte, no porque quizá han agredido a su enfermera o guardián, de modo que este, para salvar la propia vida, no haya tenido más elección que afrontar por la fuerza, por legítima defensa, al agresor. […] No, no es por estos motivos que estos infelices enfermos deben morir, sino porque, según el juicio de un órgano administrativo, según el parecer de una comisión cualquiera, se han hecho ‘indignos de vivir’, por el hecho de que, de acuerdo con ese diagnóstico, son parte de los ‘connacionales improductivos’. 
Se juzga que ya no pueden producir, que son como una máquina vieja que ya no funciona, como un viejo caballo que se ha quedado cojo sin curación posible, como una vaca que ya no da leche. […] ¡Si se admite el principio, ahora aplicado, de que se puede matar al hombre ‘improductivo’, entonces la desgracia caerá sobre todos nosotros cuando seamos viejos y decrépitos! […]

Según esto es suficiente que cualquier decreto secreto ordene que se aplique también a los tísicos incurables, los decrépitos, los inválidos de trabajo, los soldados gravemente mutilados. Entonces ya nadie está seguro de la propia vida. Una comisión cualquiera le puede incluir en una lista de ‘improductivos’ que, de acuerdo con su parecer, se han convertido en ‘vidas inútiles’. Ninguna policía les protegerá, ningún tribunal castigará su asesinato y castigará al asesino a la pena que se merece. 
¿Quién podrá tener confianza en el propio médico? Puede darse que declare al enfermo como ‘improductivo’ y se le ordene matarlo. Resulta inimaginable la barbarie de costumbres y la desconfianza general que se introducirá dentro de las familias si esta doctrina es tolerada, aceptada y seguida. ¡Qué desgracia para los hombres”! [2].

Sí, ¡qué desgracia para los hombres! ¡Qué desgracia para la sociedad!

Finalizada la Segunda Guerra Mundial, el escándalo nazi se desbordó. Tras celebrarse los juicios de Nuremberg, en la sociedad se extendió la idea de que los responsables de tan atroces crímenes habían sido condenados. Sin embargo, no fue así. Gran parte de los médicos y científicos que habían trabajado voluntariamente para el Reich en los programas de exterminio, así como los ideólogos que los habían inspirado, ni siquiera fueron imputados.

Durante un par de décadas nadie se atrevió a hablar de eugenesia y eutanasia. No era ni política ni socialmente correcto porque se corría el riesgo de sacar del archivo el asunto nazi. Pero se seguía trabajando en la Cultura de la Muerte de manera velada, sin publicidad. Y a finales de los años sesenta, una nueva dinámica de cambio se extendió por el mundo. Las élites sacaron a la luz sus objetivos, y los grupos mal llamados progresistas pusieron en marcha el agitprop para reivindicar la eugenesia, el aborto y la eutanasia, todo lo que “supuestamente” había sido condenado en Núremberg. Era el renacer del nazismo –que nunca se había erradicado ideológicamente—y que empezaba a pisar fuerte, en esta ocasión con el apoyo de los Estados, bajo denominaciones políticamente correctas como planificación familiar, control de la población, control de la natalidad, biología social o genética terapéutica.

Aunque es cierto que fueron un simple lavado de cara, de celebrarse hoy los juicios de Nuremberg, los médicos asesinos y amorales condenados, seguro que saldrían absueltos, en virtud de la pérdida de sacralidad de la vida humana y la ambigüedad de nuestros códigos de justicia proclives a servir a la Cultura de la Muerte.

NOTAS:




VER+:

Más que a los hombres, el obispo de Münster temía a Dios, que le inculcó el coraje de hacer y de decir aquello que otros no se atrevieron, en el seno del régimen nazi.