EL Rincón de Yanka: LIBRO "EL PODER DE LAS PALABRAS": CÓMO CAMBIAR TU CEREBRO (Y TU VIDA) CONVERSANDO por MARIANO SIGMAN 💬

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sábado, 28 de septiembre de 2024

LIBRO "EL PODER DE LAS PALABRAS": CÓMO CAMBIAR TU CEREBRO (Y TU VIDA) CONVERSANDO por MARIANO SIGMAN 💬


EL   PODER 
  DE   LAS   
PALABRAS:
Cómo cambiar tu cerebro 
(y tu vida) conversando


Háblate bien. Gestiona tus emociones y mejora tu vida a través del poder de las palabras.
Aprende con Mariano Sigman, uno de los neurocientíficos más destacados del mundo, cómo la conversación es la fábrica de ideas más extraordinaria para tu desarrollo personal.
Nuestra mente es mucho más maleable de lo que pensamos. Aunque nos resulte sorprendente, conservamos durante toda la vida la misma capacidad de aprender que teníamos cuando éramos niños. Lo que sí perdemos con el paso del tiempo es la necesidad y la motivación para aprender, de modo que vamos construyendo sentencias sobre lo que no podemos ser: el que está convencido de que las matemáticas no son lo suyo, la que siente que no nació para la música, la que cree que no puede manejar su enfado y el que no puede superar sus miedos. Demoler estas creencias es el punto de partida para mejorar cualquier cosa, en cualquier momento de la vida.

Esta es la buena noticia: se pueden cambiar ideas y sentimientos, aun aquellos que están profundamente arraigados. La mala noticia es que para transformarlos no basta con proponérselo. Así como concluimos a la velocidad de un rayo si una persona nos parece confiable, inteligente o divertida, también los juicios sobre nosotros mismos son precipitados e imprecisos. Ese es el hábito que tenemos que aprender: el de hablar con uno mismo.
Por suerte, la mala noticia no es tan mala. Disponemos de una herramienta simple y potente: las buenas conversaciones. Mezclando neurociencia, historias de vida y mucho humor, este libro explica cómo y por qué estas buenas conversaciones mejoran la toma de decisiones, las ideas, la memoria y la vida emocional y, así, pueden cambiar tu vida.
Después del éxito mundial de La vida secreta de la mente, Mariano Sigman reúne los avances más recientes de la neurociencia y los combina con historias de vida y una dosis importante de humor para explicar cómo y por qué las buenas conversaciones mejoran nuestras decisiones, ideas, memoria y emociones. He aquí un poder que está a nuestro alcance y podemos emplear para cambiar nuestra mente y tener una vida mejor: el poder de las palabras.

MAPA DEL LIBRO

Nuestra mente es mucho más maleable de lo que pensamos. Aunque nos resulte sorprendente, conservamos durante toda la vida la misma capacidad de aprender que teníamos cuando éramos niños. Lo que sí perdemos con el paso del tiempo es la motivación para aprender, y así vamos construyendo creencias sobre lo que no podemos ser: el que está convencido de que las matemáticas no son lo suyo, la que siente que no nació para la música, una que cree que no puede manejar su enfado y otro que no puede superar el miedo. Demoler estas sentencias es el punto de partida para mejorar cualquier cosa, en cualquier momento de la vida. 

Esta es la buena noticia: podemos cambiar nuestra vida mental y emocional, aun en lugares que parecen profundamente arraigados. La mala noticia es que para transformarla no basta con proponérselo. 
Hay que aprender a tomar buenas decisiones en dominios donde nos hemos acostumbrado a resolver las cosas en piloto automático. Así como concluimos a la velocidad de un rayo si una persona nos parece confiable, inteligente o divertida, también los juicios sobre nosotros mismos son precipitados e imprecisos. Ese es el hábito que tenemos que cambiar. Por suerte, la mala noticia no es tan mala. 
Disponemos de una herramienta simple y potente: las buenas conversaciones. 
La idea no es nueva, más bien se encuentra en los cimientos de nuestra cultura: casi toda la filosofía griega se construyó intercambiando ideas en simposios, paseos y banquetes. 

El gran pensador francés Michel de Montaigne llevó esta idea a la práctica: en una época de brutales enfrentamientos y matanzas, se salvó de sendos asaltos respondiendo con comilonas y conversaciones a quienes lo atacaban a sablazos. Hoy la conversación está más presente que nunca en todo tipo de medios y formatos, y podemos hablar con personas que se encuentran en los lugares más remotos del mundo. Pero al mismo tiempo parece haber perdido su poder, la desdeñamos como si fuese chatarra y nos hemos vuelto escépticos de su capacidad para ayudarnos a pensar mejor. 

Mostraré a lo largo del libro que esta intuición es infundada; que la buena conversación es la fábrica de ideas más extraordinaria que tenemos a nuestro alcance, la herramienta más poderosa para transformarnos, llevar una vida emocional más plena y ser mejores personas. 

En los últimos años, la ciencia de la conversación ha florecido y sus conclusiones pueden llenarnos de optimismo. Nos ha enseñado que dialogando se mejoran sustancialmente las decisiones y el razonamiento y, en general, se aclaran las ideas, tanto aquellas que se refieren al mundo como a nuestra forma de sentir. 
La razón es simple: en el intercambio de ideas se vuelven visibles procesos mentales que de otra manera pasarían inadvertidos. Funciona como una torre de control para detectar errores y vislumbrar alternativas posibles. Este efecto es tan general que irradia a todos los dominios de la cognición. Este libro se compone de un dispositivo y un horizonte. 

El dispositivo es la buena conversación; el horizonte, las emociones. 

En cada capítulo iremos descubriendo el poder privilegiado de las palabras para cambiar aspectos distintos de nuestra mente: el razonamiento, las decisiones y creencias, la memoria, las ideas y, finalmente, las emociones.

EPÍLOGO

Richard Feynman obtuvo el Premio Nobel en 1965 por haber maridado la física del siglo XIX con la del siglo XX, el electromagnetismo con la mecánica cuántica. Este salto conceptual, que lo catapultó como uno de los más extraordinarios pensadores de la ciencia, fue consecuencia de unos diagramas simples, de unas caricaturas casi infantiles. Los diagramas de Feynman siguen siendo hoy la mejor manera de entender la interacción de las partículas en el universo cuántico.


Esta historia no es casual. Feynman tenía una virtud asombrosa. Podía pensar cualquier problema con sencillez y claridad, y expresar con un lenguaje accesible cada eslabón lógico sin un ápice de ambigüedad. De ahí sus diagramas. Concibió una forma simple de representar visual y mentalmente las interacciones más complejas de la materia. Simple y a la vez profundo. En el mundo de Feynman, estos dos conceptos, en vez de ser opuestos, como solemos pensar, resultan casi redundantes.

Por esto mismo Feynman era un extraordinario profesor. Quienes tuvieron el lujo de asistir a sus clases, aseguran que eran el summum de la experiencia educativa. La sensación corporal de que el conocimiento expresado tan claro, como la mejor música, eleva. Feynman sostenía que la causalidad era inversa: no es que enseñase bien porque pensase con claridad. Al contrario: pensaba con claridad porque enseñaba bien. 

Este era su fórmula para convertirse en un buen científico y, más generalmente, en un buen pensador. Enseñar de la manera más clara y sencilla posible cualquier problema que nos cueste entender. 
El método de Feynman consta de un bucle que se repite. Elegir y definir bien un problema de estudio. Pensarlo. Explicárselo a otra persona, idealmente a un niño. 

Encontrar todos los lugares donde la explicación no fluye. Suelen detectarse estos puntos porque ahí balbuceamos o usamos palabras sofisticadas para disimular la confusión. Una vez identificados, volvemos a estudiarlos y repetimos la explicación hasta que fluya de manera impecable. Solo cuando eso sucede, hemos entendido el problema. La idea de Feynman no es nueva. 

Se construye sobre la máxima de Séneca «docendo discimus», es decir: enseñando se aprende. Su virtud fue reconocer y resaltar su importancia. Este libro hereda esa impronta. A lo largo de cada uno de los capítulos flota la idea de que conversar con los otros es la mejor manera de aprender a pensar. Esto no sucede en la mayoría de las conversaciones. Requiere algo que Feynman daba por sentado: que no se conviertan en un enfrentamiento ni en una batalla, sino en un proceso mutuo de descubrimiento. 

Hablar para aprender, no para convencer. Tomé prestada esta herramienta, pensada originalmente para explicar hechos de la ciencia y de la naturaleza, para llevarla al descubrimiento de nuestra experiencia mental. Podemos emular el procedimiento de Feynman. 
Explicar lo que sentimos, o por qué creemos lo que creemos, o por qué hemos tomado tal decisión. 

Narrarlo con palabras simples, como si se las dirigiésemos a un niño, y, mientras lo contamos, prestar atención a los puntos en nuestro relato que hacen agua. Luego volver a examinarnos para revisar las razones que nos han llevado a sentir una emoción o a tomar una decisión. 
Intentar, con este ejercicio introspectivo y narrativo, llegar a lugares profundos de nuestros sentimientos. En cierta manera, he hecho aquí mi propio ejercicio de Feynman. 

En el proceso de ordenar estas ideas, de cuestionar críticamente cuándo y por qué son relevantes, y cómo ponerlas en práctica, he encontrado una mejor versión de mí mismo. Una que a mí me parece más bella. Vuelvo al principio, en este viaje indefectiblemente circular de todo libro: ojalá que estas ideas les hayan sido útiles, o curiosas, o entretenidas o estimulantes en el ejercicio permanente de investigar esos rincones tan caprichosos y entrañables de nuestra vida.

Richard Feynman - El espejo (Fun to imagine 6, subtitulado)