✅Vieron "Los Juegos del Hambre" y aclamaron a la resistencia.
✅Vieron "La guerra de las galaxias" y aclamaron a la resistencia.
✅Vieron "Terminator" y aclamaron a la resistencia.
✅Vieron "Matrix" y aclamaron a la resistencia.
✅Vieron "Divergente" y aclamaron a la resistencia.
✅Vieron "V de Vendetta" y aclamaron a la resistencia.
Cuando se trata de cine y ficción, aclaman a la resistencia.
Cuando se trata de la realidad, todos son COBARDES,
ESTÚPIDOS y esclavos de los amos.
Y se ríen de los que se resisten.
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El gran mal social actual:
la disonancia cognitiva (cognoscitiva)
y su impacto en la manipulación política
El Desafío de la razón en la era de la polarización:la disonancia cognitiva, un concepto acuñado por el psicólogo social Leon Festinger en 1950, nos permite adentrarnos en el terreno de lo inexplicable en cuanto a nuestros comportamientos. En el ámbito político, esta disonancia se convierte en un fenómeno intrigante: las personas que sienten una fuerte conexión emocional con un partido político, líder, ideología o creencia tienden a dejar que esa lealtad piense por ellas, e incluso llegan al extremo de ignorar o distorsionar cualquier evidencia real que desafíe o cuestione esas lealtades arraigadas.
“Así como hoy te digo una cosa, mañana te digo otra…”; “sí, pensaba eso pero cambié de parecer…”; “es que no había interpretado bien el texto y encontré un texto escondido, hay que saber leer entre líneas…”; “en realidad me están interpretando mal, yo no quería decir eso, hay mucho amarillismo y mala prensa…”; “el contexto ha cambiado y hay que acomodarse a las nuevas realidades…”; “ahora sí, todo será diferente…”.
Seguro que muchos hemos escuchado este tipo de frases o hemos sido testigos de este tipo de contradicciones en los discursos de la clase política, pero más que fallas semánticas o cambios de pareceres como mecanismo de autodefensa es posible que estemos frente a casos de “disonancia cognitiva”.
La caracterización de este fenómeno fue descrita en 1957 por el psicólogo estadounidense Leon Festinger, en su obra: “A Theory of Cognitive Dissonance” (TEORÍA DE LA DISONANCIA COGNOSCITIVA).
El planteamiento de Festinger establece que, al producirse esa incongruencia o disonancia de manera muy apreciable, la persona se ve automáticamente motivada para esforzarse en generar ideas y creencias nuevas para reducir la tensión hasta conseguir que el conjunto de sus ideas y actitudes encajen entre sí, constituyendo una cierta coherencia interna, nos permite comprender lo inexplicable de algunos de nuestros comportamientos. Por ejemplo, en política, cuando las personas sienten una fuerte conexión emocional con un partido político, líder, ideología o creencia es más probable que dejen que esa lealtad piense por ellas. Hasta el extremo de que pueda ignorar o distorsionar cualquier evidencia real que desafíe o cuestione esas lealtades. Es decir, justificamos nuestras decisiones —que se convierten en prejuicios— aunque existan datos que confirmen el error de nuestras convicciones.
La disonancia cognitiva impide razonar sobre la realidad, evaluar nuestras ideas y corregir, consecuentemente, nuestros comportamientos. La teoría de Festinger explica cómo las personas se esfuerzan por dar sentido a ideas contradictorias y llevar vidas coherentes en sus mentes, aunque la realidad demuestre que están equivocadas.
Tal como señala Jonathan García-Allen: La relación entre la mentira y la disonancia cognitiva es uno de los temas que más ha llamado la atención de los investigadores. El propio Leon Festinger, junto a su colega James Merrill Carlsmith, realizaron un estudio que demostró que la mente de quienes se autoengañan resuelve la disonancia cognitiva “aceptando la mentira como una verdad”.
La disonancia cognitiva, además de ser una trampa psicológica para justificar nuestros errores, es el primer escalón de una peligrosa escalera descendiente hacia el odio. Se empieza con el prejuicio que lleva a la polarización, para seguir descendiendo por el sectarismo que deviene fanatismo, instalándose virulentamente en el odio. Esta deriva, en un contexto digital, adquiere tintes de linchamiento, por parte de turbas digitales capaces de justificarse agrediendo al distinto por su pensamiento autónomo o disidente.
El experimento de Festinger y Carlsmith sobre motivaciones extrínsecas y disonancia cognitiva (Stanford, 1954) comprobó que cuando los individuos son persuadidos a mentir sin darles suficiente justificación, llevarán a cabo la tarea de convencerse a sí mismos de la falsedad, en lugar de decir una mentira. Además, cada individuo tiene su propia manera de evaluarse a sí mismo. Generalmente, esto se hace mediante la comparación de uno mismo con los demás.
En síntesis, la disonancia cognitiva implica cierta falta de coherencia entre actitud y acción, y es una experiencia muy común. Cada vez que decimos cosas que realmente no creemos o que tomamos una decisión difícil equivocada experimentamos disonancia. En todas estas situaciones, hay un salto entre nuestras acciones y nuestra forma de pensar que tiende a hacernos sentir bastante incómodos. Teniendo presente que nuestra actitud característica está constituida tanto por componentes afectivos como cognitivos, puede decirse que la falta de coherencia que experimentamos en la disonancia se debe a la falta de coincidencia entre nuestro querer y nuestro pensar.
Inclusive podemos experimentar una clásica lucha interna entre razón y emoción; los antiguos dirían entre carne (sarx) y espíritu (pneuma); sé que no debo hacer esto, pero lo hago. Quizá está a la base este principio perplejo: «El comportamiento humano consiste en escapar del dolor e ir tras el placer…» (Richard Sackler, Painkiller Netflix 2023).
Varios manifiestos recientes han alertado del deterioro de nuestra convivencia democrática por el incremento de la intolerancia prejuiciosa, que convierte al adversario en enemigo, al discrepante en un peligro, al disidente en un traidor. Hay una atmósfera polarizada peligrosa y perversa que debemos, entre todos los y las demócratas, desactivar urgentemente con dosis incrementales de mayor respeto al otro y dudas cautelares sobre nuestras convicciones.
La política es una de las áreas en las que la evidencia parece tener poco efecto en la opinión y las creencias de las personas. A pesar de la abundancia de información disponible sobre los problemas políticos y sociales, la mayoría de la gente tiende a aferrarse a sus puntos de vista preexistentes. Este fenómeno puede atribuirse a la teoría de la disonancia cognitiva, la cual sostiene que las personas tienen una tendencia natural a proteger sus creencias y valores, incluso cuando se enfrentan a información que las contradice incluyendo la evidencia.
Desde una visión política, la disonancia cognitiva puede ser utilizada como una herramienta por el Estado para reforzar su poder y control sobre la ciudadanía. En su libro «1984», Orwell describe un mundo en el que el Estado utiliza la disonancia cognitiva para controlar las percepciones de la ciudadanía y mantener su poder. En este mundo, el Estado domina todos los medios de comunicación y produce discursos oficiales que son coherentes con su visión del mundo. Cualquier información que desafíe esta visión del mundo se elimina o se presenta de una manera que justifique la perspectiva del Estado. De esta manera, el Estado puede generar disonancia cognitiva en la ciudadanía que puede llevar a la sumisión y la aceptación acrítica de su autoridad.
Desde una aproximación sociológica, la disonancia cognitiva puede ser vista como un proceso de negociación de la identidad social. La identidad social se refiere a la parte de la identidad de una persona que está basada en su pertenencia a un grupo social. En situaciones donde las creencias o posturas políticas de una persona entran en conflicto con las normas y valores de su grupo social, la disonancia cognitiva puede ser especialmente intensa. En este caso, la persona puede sentir que su pertenencia al grupo está en riesgo, lo que puede generar una fuerte resistencia a cambiar sus creencias o posturas políticas.
La disonancia cognitiva, un fenómeno psicológico bien documentado, tiene un impacto significativo en la política de América. A medida que los líderes políticos y estrategas buscan influir en la opinión pública y en las decisiones de voto, comprenden y explotan esta tendencia humana para promover sus agendas. Esto se cruza con la manipulación política en el contexto americano de varias maneras, desde sesgos de confirmación en las redes sociales hasta la polarización y la identificación partidaria.
Otros factores que hacen que pese la evidencia no cambiamos de posición política
Además de la disonancia cognitiva, hay otros factores que explican por qué la evidencia no cambia lo que pensamos en política. Uno de ellos es la polarización política, que ha alcanzado las últimas décadas en muchos países y no estamos exento a ello como país latinoamericano. La polarización política hace que las personas se adhieran más robustamente a sus posiciones y se identifiquen con su grupo político, lo que hace más difícil cambiar de opinión y aceptar información que contradice sus ideas.
Otro factor es la selección de información, que es la tendencia a buscar y aceptar información que confirma nuestras creencias preexistentes y rechazar información que las contradice. Esto puede ser especialmente problemático en la era de las redes sociales, donde las personas pueden personalizar sus fuentes de noticias y consumir información que está en línea acorde a su posición política. Cabe destacar que varias redes sociales presentan algoritmos para presentarnos información similar a la que hemos dedicado más tiempo, esta repetición continua y espaciada robustece en nuestra memoria las ideas a fines, radicalizando más las posturas.
La evidencia puede tener poco efecto en lo que pensamos en política debido a la disonancia cognitiva, la polarización y la selección de información.
Aunque es importante buscar información objetiva y tener un enfoque basado en la evidencia al abordar los problemas políticos y sociales, también es importante reconocer que nuestras creencias y puntos de vista pueden ser resistentes al cambio. Es necesario abrir nuestra mente y encontrar las mejores soluciones basadas en las evidencias y no en nuestras creencias.
Anatole France, en su novela Los dioses tienen sed nos advertía de la pendiente acelerada de la intolerancia. Cada vez más rápida, cada vez más descendiente: «Profeso el culto de la razón sin dejarme fanatizar por ella. La razón guía y alumbra, pero si la divinizáis, acaso ciegue y sea instigadora de crímenes…».
La disonancia cognitiva no puede justificar ni la ignorancia ni la intolerancia. Comprender cómo funciona nuestra mente no nos exime de nuestros errores.
La única forma de evolucionar es desarrollar el pensamiento crítico y poder revisar nuestros propios sesgos emocionales. Entender que muchos miedos sociales son impulsados por la manipulación. Solo la constante revisión individual y social del poder y de la administración del estado pueden contribuir a una sociedad más justa, libre, próspera, con paz y orden.
TEORÍA DE LA DISONANCIA COG... by Yanka
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