EL Rincón de Yanka: EL NIHILISMO COMO PECADO MORTAL Y ENFERMEDAD: RECHAZO DE DIOS Y DE SENTIDO 👥👿 9

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sábado, 14 de mayo de 2022

EL NIHILISMO COMO PECADO MORTAL Y ENFERMEDAD: RECHAZO DE DIOS Y DE SENTIDO 👥👿 9

 Pecado mortal, 
rechazo de Dios y nihilismo
Todo pecado mortal —sobre todo si es sistematizado en vicio o en estructura de pecado—, contiene una pretension nihilista.
Todo pecado mortal supone la pérdida del estado de gracia, y si atenta contra la fe, significa su abandono.
Todo estado obstinado de pecado mortal, en el fondo, implica una pretensión deicida.
Los nihilistas, con Friedrich Nietzsche (1844- 1900) a la cabeza, gustan de hablar de la muerte de Dios. Pero como Dios no puede morir, cuando se habla de la muerte de Dios no se habla de la muerte de Dios, sino, propiamente, del deseo que tiene el nihilista de “matar” (si pudiese) a Dios.

Lúcidamente explica Gustave Thibon:

«Me propongo evocar el problema de la muerte de Dios. Evidentemente, cuando se habla de la muerte de Dios no se habla de Dios mismo (…) Por consiguiente, de lo que yo quiero hablar es del eclipse de Dios en el espíritu de los hombres. Esto es infinitamente grave (Gustave THIBON, «¿Ha muerto Dios?» (Verbo, 189-190: Serie XIX, p.1159-1160)
Dado que nadie puede matar a Dios, habría que hablar, más bien, del deseo nihilista, moderno y revolucionario de matar a Dios. Del anhelo, latente en todo sistema de pecado, de que Dios no exista ni en la vida de las personas, ni en las leyes que la rigen, ni en la cultura que la anima.
El nihilista es deicida, sobre todo en su vida personal, y de varias maneras:

1) rechazando obstinadamente, por el pecado mortal, el estado de gracia, es decir: eliminando la cualidad sobrenatural por la cual su alma participa de la naturaleza de Dios.

Recordemos a este propósito la definición de gracia santificante:

«cualidad sobrenatural inherente a nuestra alma que nos da una participación física y formal —aunque análoga y accidental— de la naturaleza misma de Dios bajo su propia razón de Deidad» (Antonio ROYO MARÍN O.P., Teología de la perfección cristiana, BAC, Madrid 1958, p. 84)


2) impidiendo sistemáticamente la inhabitación de la Santísima Trinidad en su alma.
Recordemos en qué consiste tal presencia de Dios en el alma del justo:

«La Santísima Trinidad, inhabitando en nuestras almas, nos hace participar de su vida íntima divina»
«Por la gracia de la inhabitación, el Espíritu Santo se une al alma como motor y regla de nuestros actos»
«Por la inhabitación en nuestras almas, la Santísima Trinidad se constituye en objeto fruitivo de experiencias inefables»
En definitiva, «Dios habita dentro del alma en gracia» (Ibid., p. 163-169)

Y 3) abandonando la virtud por la cual se cree sobrenaturalmente en Dios y en su doctrina, mediante pecados que atenten contra ella.

Recordemos qué cosa es la fe:

«virtud teologal infundida por Dios en el entendimiento por la cual asentimos firmemente a las verdades divinamente reveladas por la autoridad o testimonio del mismo Dios que revela» (Ibid, p. 434)

Y recordemos también cuáles son los principales y terribles pecados contra la fe:

Infidelidad, «o paganismo, que cuando es voluntario es el mayor de los pecados después del odio a Dios», herejía, «que niega algún dogma revelado en particular o duda voluntariamente de él», apostasía, «que es el abandono total de la fe cristiana recibida en el bautismo», blasfemia, «sobre todo la que va contra el Espíritu Santo» y la ceguera del corazón o embotamiento de los sentidos, «que se oponen al don de entendimiento y proceden sobre todo de los pecados de la carne» (Ibid., p. 437)

El eclipse de Dios en personas y sociedades tiene mucho que ver con estas formas de deicidio personal. La difusión de pecados contra la fe mediante la anticultura, la antiteología y la antifilosofía, o por medio de leyes injustas y cristofóbicas, significa la masificación del deseo de dar muerte a Dios, y la propagación del nihilismo.
El eclipse de Dios en personas y sociedades no es más que la apertura de un inmenso Maelstrom devorador, en cuyas fauces es imposible dar fruto.

Como sigue explicando Thibon:

«Por consiguiente, de lo que yo quiero hablar es del eclipse de Dios en el espiritu de los hombres. Esto es infinitamente grave, pero Dios sigue siendo el que era. Como decía Víctor Hugo: “la sombra del eclipse no cae sobre el sol”. El no lo decía hablando de Dios, sino hablando de sí mismo, durante el Segundo Imperio, cuando estaba exilado y había perdido una gran parte de su audiencia en Francia.

Si esto es verdad respecto a Víctor Hugo, lo es mucho más respecto a Dios. Pero si este eclipse se prolonga, amenaza con hundir a la humanidad en una noche terrible, en un frío mortal.
Y bien lo sintió Nietzsche, que fue el anunciador, el profeta de la muerte de Dios. “Dios ha muerto”. E innumerables son los textos de Nietzsche que hablan de desesperación, de agonía, del apocalipsis que espera a la humanidad privada de ese rumbo eterno, de ese supremo punto de referencia.» (Ibid. p.1160)
Desesperación y agonía son los signos de las sociedades cuyos miembros quieren renunciar a la gracia, desligarse de la ley de Dios, y abandonar la fe.
Quien quiere matar a Dios en su vida y en la vida de las sociedades, aunque quiera matarlo democrática o consensualmente, fomenta una cultura de muerte, en la que los justos y los inocentes son las primeras víctimas.

David Glez Alonso Gracián

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El nihilismo como enfermedad || Nietzsche lector de Dostoievski