EL Rincón de Yanka: 👉 LIBRO "ABAJO LA MODERNIDAD": UN ALEGATO DEMOLEDOR CONTRA EL MUNDO ACTUAL 👇

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jueves, 2 de diciembre de 2021

👉 LIBRO "ABAJO LA MODERNIDAD": UN ALEGATO DEMOLEDOR CONTRA EL MUNDO ACTUAL 👇

ABAJO LA 
MODERNIDAD
👇
UN ALEGATO DEMOLEDOR CONTRA
EL MUNDO ACTUAL


Este libro es una enmienda a la totalidad contra eso que se viene llamando mundo moderno y que no es más que la debacle de occidente programada y dirigido por las élites mundiales. Vivimos el final de un ciclo, no ya económico, sino civilizatorio; una decadencia moral, social y estructural de todo el orbe desarrollado, el fin de la clase media como sustento de las democracias liberales y un proceso de sustitución poblacional que va a modificar irremediablemente la faz de la tierra sobre la que habitamos. Este libro trata de verter luz sobre una serie de procesos que están relacionados entre sí e impuestos deliberadamente desde los grupos de poder como el multiculturalismo, el feminismo, la diversidad de género, el ecologismo, la implantación de las ONGs o la corrección política. David Pasarin-Gegunde (Bilbao, 1977) es licenciado en LADE por la Universidad del País Vasco y ha cursado estudios de Protocolo en la Universidad de Salamanca. Vivió su infancia y juventud en la localidad vizcaína de Galdácano de la que fue concejal (2011-2015), primero como portavoz del Partido Popular hasta el estallido del Caso Bárcenas y posteriormente en el grupo mixto. Tras su paso por Ciudadanos, formación con la que fue candidato a la alcaldía de Bilbao (2015), fundó su propio partido, Bilbaínos-Iniciativa por Bilbao, con el que volvió a ser candidato en 2019. En la actualidad es presidente del partido Liga Foralista-Foruzaleak con el que fue candidato a lehendakari en los comicios autonómicos de 2020. Es colaborador habitual de varios medios digitales y compagina la actividad política y literaria con su trabajo en la empresa privada.

Prólogo

Complicada tarea escribir un libro como este; dificil empeño componer un relato en el que se cuestionan la mayoría de los principios vigentes en una sociedad y un tiempo concretos. Estos valores, si es que se puede denominar asi a la acumulación de medias verdades, ausencia de ética y exceso de manipulación que nos rigen actualmente, han llegado a un punto de corrupción pocas veces observado anteriormente en nuestra historia.
Estamos tan inmersos en este informe y frívolo sistema de pensa­miento moderno que cualquier crítica, por encontrarse la realidad tan distante de la ficción en la que habitamos, requiere de altas dosis de valentía. Sin embargo, posiblemente, esa sea la obligación moral y la fina­lidad última de toda verdadera obra literaria, el cuestionamiento del pensamiento contemporáneo en que nos ha tocado vivir. Esta necesidad de crítica se hace imperiosa en un tiempo como el nuestro en el que los pilares de la civilización se resquebrajan a una velocidad pocas veces antes vista.

La palabra modernidad es uno de esos vocablos que, en nuestro tiempo, siempre ha tenido connotaciones positivas. Define la Real Acade­mia de la Lengua Espaliola (RAE) el adjetivo moderno como "lo relativo al tiempo de quien habla o a una época reciente". En este sentido, todos los hombres y mujeres que han existido a lo largo de nuestra Historia han vivido inmersos en la modernidad. Todos, ineludiblemente, habitamos en el momento presente que discurre desde nuestro nacimiento hasta nuestro fin. La diferencia está en la percepción que tenemos en cada una de las épocas de Ia civilización con respecto al pasado y a quienes lo han habita­do. Históricamente siempre se nan tenido en cuenta las épocas pretéritas para tomar ejemplo o bien para oponerse a ellas, pero nunca como hoy se ha dejado de mirar al pasado. Ninguna generación ha mirado con tanto desdén hacia otras etapas de nuestro desarrollo y, desde luego, ninguna ha despreciado tanto las lecciones que podemos recibir de nuestroe antepasados. El pensamiento moderno actual está convencido de que todos los que nos precedieron no supieron hacer las cosas de acuerdo a los actuales parámetros de calidad, ética o equidad social. El hombre de nuestro tiempo mira a sus antecesores con los ojos de un "supremacismo histórico" que dice muy paco de los valores que rigen el tiempo que nos ha tocado vivir. Nos hemos acostumbra a juzgar a los humanos que nos precedieron con criterios actuales, y claro, nos parecen todos retrasados, bárbaros o incultos. 

Serían dignos de ver viviendo hace cien años todos esos jóvenes que hoy en ella siente insoportable la perdida de una maleta o la ausencia de leche de soja en el desayuno de su hotel. Sería Curioso ver cómo se las hubiesen ingeniado para dar la vuelta al mundo en tiempos de Magallanes o para realizar un simple viaje por Europa en plena Edad Media. ¿Se imaginan a los hombres de hoy sigu.ienclo a Alejandro Magno a los confines del mundo? ¿Se imaginan a los adolescentes europeos camino de América en tres pequeñas embarcaciones de madera? ¿Se imaginan a los actuales es­pañoles conquistando la Amazonia comidos por los mosquitos y las enfermedades? Quienes nos precedieron hlcieron cosas tan grandes con tan pocos medios que deberíamos ''lavamos la boca" antes de juzgar la mayoría de sus actuaciones.

Para hacer una crítica de nuestro tiempo, ese es el objeto de este libro, debemos tener en cuenta algunos conceptos imprescindibles para entender el pensamiento predomina nte en este inicio del tercer mileno que nos ha tocado vivir. Todos los momentos históricos son susceptibles de crítica y discusión pero especialmente nuestra época, su pensamiento pre­dominante en concreto, excede los parámetros de cualquier lógica. Por supuesto que han existido otros periodos humanos mucho peores que el nuestro, pero sin duda, los hombres que los protagonizaron nunca fueron tan mediocres ni tan ridículos como nosotros. Vivimos rodeados de una ramplonería y una simplicidad buenista que parece increíble que podamos sobrevivir a nuestra propia estupidez. Es sorprenderte que la gente no ne­cesite de vez en cuando salir del mar de mentira en el que bucean para coger una bocanada de aire de verdadero. Quienes nos precedieron fueron, sin lugar a duda, bastante más inteligentes que nosotros ya que florecieron bajo unas condiciones de vida inmensamente peores que las nuestras. No solo eso, además tuvieron tiempo para crear unas obras de arte cuya perfección, grandeza y belleza están vetadas a los creadores de un mundo me­diocre y vulgar como el nuestro. Aun hoy podemos ver puentes, acueductos, palacios o templos que desafían el paso de los milenios mientras las construcciones modernas no soportan el menor embate de una meteorología adversa. Frescos, lienzos o cerámicas producidas hace siglos siguen pujando por ser las más bellas de la Historia mientras la estética moderna desbarra hacia un mundo absurdo e ininteligible por el público. Repasaremos en este libro también las claves de la producción artística de nuestro tiempo.

En cualquier caso, el objetivo de este libro no es tanto criticar los valores que estos últimos años se nos han inculcado desde el poder, es más bien, fomentar la reflexión sobre el mundo que nos ha tocado vivir. Estamos siendo bombardeados con una serie ele mensajes de manera tan sistemática desde los medios de comunicación, las redes sociales, las declaraciones de los políticos o la pllblicidad que es difícil volver a las coordenaclas mentales que nos regían antes de este "lavado de cerebro colectivo". En este contexto, la publicación de este volumen trata más de reformular preguntas ocultas bajo el ruido mediático en el que vivimos que de dar respuestas. De hecho, una de las caracteristicas de nuestro tiempo consiste en la sustitución de la deliberación personal por una serie de respuestas absolutas y dogmaticas suministradas por el poder. La modernidad trata de dar réplica a todas las preguntas posibles, en esto tiene mu­cho de religión, y extingue el sentido crítico de los ciudadanos sustituyéndolo por una serie de verdades concretas y definitivas que no dejan sitio a la discrepancia.

La modernidad es una ceremonia de la confusión en la que la apariencia ha desplazado a la realidad, la ha apartado de nuestros ojos o directamente la ha asesinado. La contemporaneidad es la ausencia de contenido, eso si, trasmitida en directo y con la mejor de las calidades de imagen posibles. Una sucesión de eslóganes y frases fáciles repetidas hasta la saciedad que enturbian deliberadamente nuestro sentido crítico. De hecho, a diferencia de lo que nos quieren hacer creer, las tecnologías que disfru­tamos actualmente no nos hacen más inteligentes, todo lo contrario, limitan nuestra capacidad mental focalizando nuestra atención hacia lo que quieren que veamos, compremos, pensemos o votemos.

Vivimos un momento histórico en el que la brecha de concordancia entre la realidad y la representación que nos quieren hacer pasar por real está en niveles máximos. Esta falta de cercanía entre los valores que han dirigido nuestra civilización durante milenios y los nuevos principios que nos rigen actualmente está en el origen de la gran parte de las angustias vitales que acucian al hombre actual. No es normal que en Occidente suframos indices de enfermedades mentales y cifras de suicidios como nunca se han visto en la cronología de la humanidad en un momento en el que gozamos de los mayores niveles de bienestar de nuestra historia. Y lo peor de todo es que nos han hecho creer que este estado de cosas es el correcto, que vivir en la modernidad implica desenvolverse en este nivel de estrés existencial. Muchos de los que miramos a la modernidad con cierto recelo intuimos que detrás de las luces que la iluminan no hay más que un escenario de cartón piedra vacío de contenido y fabricado en China. El problema es que en este mundo de corrección política bajo el que vivimos no se puede decir algo tan revolucionario como la verdad. No se puede decir que la comida moderna es una basura, que las relaciones personales están degradadas, que internet tiene cada vez más influencia negativa en nuestra existencia o que los productos fabricados hace treinta años tenían unos niveles de calidad inalcanzables hoy en día. Este tipo de contradicciones y puntos muertos de nuestro sistema son los que vamos a repasar en este libro abordándolos desde diferentes puntos de vista. En ocasiones plantearemos incluso visiones contradictorias del mismo argumento o nos referire­mos a un asunto concreto en sucesivos capítulos.

Lo importante es la conclusión que el lector saque por sí mismo de los diferentes temas y no la posible respuesta (coherente o no) que se dé a los mismos en esta obra. Analizaremos desde ideas abstractas que condiclonan nuestros pensamientos y conductas más intimas hasta cuestiones cotidianas que han alterado profundamente nuestra manera de desenvolvernos en este mundo. Trataremos de poner ejemplos de cómo se ha modificado de forma radical nuestra manera de razonar y actuar y como nos hemos acomodado a esas correcciones. En estos últimos veinticinco años, diez años, cinco años... no solo se aceleran los cambios... también nuestra capacidad de adaptación. El hombre no es solo capaz de aptarse al cambio; también a su aceleración.

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Pensamiento único

Empecemos por diseccionar los conceptos básicos que rigen el intelecto moderno y la manera de desenvolvernos en este primer cuarto del siglo XXI. Vamos a desgranar los criterios comúnmente aceptados por la gente que viven en un mismo momento histórico y en una misma área geográfica. Sin lugar a dudas el pensamiento único es uno de los pilares básicos que explican el tiempo que nos ha tocado vivir. Hay innumerables definiciones para esta idea pero esencialmente viene a ser la concreción ideológica, una manera de pensar colectiva, de los intereses del gran capital internacional. Básicamente hace referencia a uno estructura coherente y cerrado de valores, una serie de "lugares comunes" que las clases dirigentes quieren que asimilemos. Otra de sus características determinantes es el absoluto convenchniento por parte de quienes lo practican de su superioridad moral sobre quienes piensan de otra manera.

Hoy en día esa difusa ideología que impregna ámbitos tan dispares como el feminismo, la estructura de las familias, la posición ante la inmigración, la eutanasia o el aborto ha conseguido convencer a la opinión pública de la inexistencia de alternativas factibles.
El poder mediático ha triunfado de tal manera en la difusión del pensamiento único que todos lo hemos aceptado como nuestro e incluso se ha producido la apropiación del mismo por parte de amplios sectores de la izquierda. El verdadero problema para la clase media occidental de la implantación de este nuevo dogma sociológico es una de sus derivadas más perjudiciales: el globalismo. 
Definiremos a lo largo de este libro desde di­versos puntos de vista este concepto y sus implicaciones para la forma de vida que hemos conocido hasta estos últimos diez años los ciudadanos europeos.
Con la apropiación y defensa a ultranza por parte de la derecha tradicional, y de la mayoría de la izquierda, de los conceptos derivados del pensamiento único, este, deja de ser una ideología para convertirse en una forma de ver el mundo. De facto, gracias al control que el poder ejerce sobre los medios de comunicación y las redes sociales, en la única forma posible.

La progresía internacional "ha comprado" este nuevo posicionamiento doctrinal a sus antiguos enemigos liberales arrastrando a millones de ciudadanos bienintencionados a esta nueva fe. El silencio de sindicatos y socialdemócratas con respecto a la degradación de las condiciones labo­rales en Occidente o la falta de barreras arancelarias a los productos chinos son claros ejemplos de ello. Bien es verdad que las élites dirigentes hace tiempo que se encargaron de que las cúpulas de los partidos politicos "obreros" estuvieran formadas por personas que no han tenido en la vida una llave inglesa entre sus manos. No hay más que observar la apariencia y el nivel de vida de los dirigentes de estas organizaciones para constarlo. Por si fuera poco, estos líderes mantienen conexiones nada disimuladas con grandes capitalistas como Bill Gates o despiadados especuladores como George Soros. La izquierda sistémica no solo lo ha comprado la nueva doc­trina, la ha interiorizado de tal manera que incluso se la tira a la cara a la propia derecha que se hace la ofendida mientras sonríe entre dientes.

La unanimidad entre todo el espectro ideológico tradicional es evidente desde el momento en que no se produce la derogación masiva de leyes cuando sobreviene una alternancia en el gobierno. Ni la derecha suprime las normas que promulgó la izquierda cuando se sentó en el consejo de ministros ni viceversa. Esta sospechosa connivencia entre fuerzas aparentemente adversarias ha acuñado un nuevo concepto deno­minado "muerte de las ideologías" repetido hasta la saciedad en la mayoría de los discursos políticos de uno u otro signo. Evidentemente, no es que las bases teóricas defendidas por los partidos hayan perdido su vigencia, es que los dirigentes de esas formaciones sirven a los mismos intereses internacionales. No hay más que ver la unanimidad, en ocasiones convenientemente disimulada, en temas oomo la inmigración, las políticas de género, la economía o los recortes en material laboral para darse cuenta de que existe una posición común entre estos partidos. Si ya no hay ni izquierda ni derecha solo nos queda el pensamiento único, han vencido.

Están abriendo la Caja de Pandora, es decir, nosotros (EL PODER) cambiamos las leyes, cambiamos conceptos porque una vez que tú cambias el concepto, automáticamente tú estás haciendo un cambio completo en la Norma, que es lo que no terminan de entender. No se trata simplemente, de dejar que dos personas del mismo sexo se casen, no se trata simplemente, de decir, Bueno, vamos a cambiar los pronombres, sino que se trata un cambio completo: y es una ideología.

El problema es que ellos dicen y, ellos mantienen que no es una ideología, sin embargo, una ideología que busca modificar, buscan modelar y. busca condicionar. Así es, modificar, condicionar y modelar. Eso es lo que busca una ideología.

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