Avatar 2045:
Atrapados en la granja tecnotrónica
Por José Antonio Bielsa Arbiol
En febrero de 2011, el multimillonario ruso Dmitry Itskov fundaba 2045 Initiative, organización centrada en el campo de la «extensión de la vida». Una década después, la Iniciativa sigue paso a paso la hoja de ruta establecida (ya por la segunda de sus cuatro fases), al tiempo que la humanidad se abisma en un ELE (Evento de Nivel de Extinción) desencadenado por el dispositivo biológico Covid-19 y sus apéndices geopolíticos. Avatar 2045: Atrapados en la granja tecnotrónica no es una mera guía para zambullirse en los arcanos de este proyecto de filiación gnóstico-iluminista, sino una réplica a toda enmienda transhumanista contra la especie humana.
La Tribuna del País Vasco ofrece a sus lectores un extracto del prólogo firmado por Luys Coleto para el nuevo ensayo de José Antonio Bielsa Arbiol titulado Avatar 2045: Atrapados en la granja tecnotrónica y publicado por la editorial Letras Inquietas.
El aspecto perturbador de lo salvaje no es su salvajismo, sino un cruel mutismo que rechaza todo sentido. Tal Avatar 2045, cuatro etapas de lunática y perturbada iniciativa del desuellacaras Dmitry Itskov. De El hombre bicentenario a Matrix, grosso modo. Hórridas y babosas promesas de inmortalidad, el punto de no retorno de las plurales y disímiles aberraciones antropológicas padecidas durante los últimos decenios. Peregrinando del transhumanismo a la posthumanidad.
E, ineludiblemente vinculadas, dos protervas demencias más: “evolución” de la especie sapiens sapiens y viaje a las estrellas. Unos cuantos iluminados, nunca mejor dicho, iluminatti pues, ociosos e indolentes hípermillonarios, dotados de desaforado e irreal tecno-optimismo, que se han lanzado al delirante lance de aplicarlo en humanos como si de maleables objetos se tratase. Gran Salto Adelante, tan Mao, genocida tan admirado por uno de los grandes patriarcas de nuestros horrores presentes, el difunto David Rockefeller. Transhumanos, posthumanos, ciborgs, avatares... o lo que salga de su enfermo –enfermísimo- caletre.
Y siempre lo mismo tras los cortinones, bambalinas, decorados, en nuestro amargo theatrum mundi: los mismos poderes en la sombra que pugnan por establecer desde hace décadas un satánico nuevo orden mundial, acabar con la benemérita familia, la cultura tradicional occidental y el humanismo de raíz greco latina, a fuer judeo cristiana. Sobre todo, católica. Hogaño se afanan en deconstruir a la especie sapiens sapiens. Revoloteando siempre el mismo maligno e inmarcesible propósito, como lo vemos en la actual plandemia: embustero relato e inverosímil historia preñada de sádicos implacables, desconcertantes incautos e ingenuas víctimas inocentes. Lo tienen fácil con la inmensa mayoría de la población planetaria: embrujo, catatonia, idiocia, amnesia.
Hacia el genocidio y el fin de la especie humana
Y, mientras, acelerándose, precipitándose, despeñándose agendas, sustituyendo (cambiar las hormiguitas negras por las blancas, ninguna culpable de semejante vaivén demográfico) y reduciendo población planetaria (genocidio) y, nítida diana, mutando la naturaleza humana. Unos cuantos entes post-humanos, desmedidos y desaforados orates, que si consumaran sus diabólicos anhelos de acaecer inmortales, súper-inteligentes y huérfanos de ligazones psicológicas –emotividad incluida-, solo cristalizaría en objetivo único: esclavizar al resto de los humanos. Otra vez la Piedra Rosetta del hoy: esclavitud. Instauración de castas que abrirían infranqueable quebradura entre los humanos natu-rales (esclavos) y los posthumanos (faraones).
Henos hozando (hociqueando la tierra como el cerdo), salvo que lo evitemos, en odiosa "granja tecnotrónica". Otra utopía histórica más transformada en escalofriante distopía. Un paraíso cibernético convertido en indecible infierno en la tierra (paulatinamente despoblada). Con el burdo y ridículo pretexto del bio-mejoramiento, la especie humana se halla en trance de difuminarse para siempre jamás. De "evolucionar", dirían los genocidas. Salto evolutivo, combinando psicótica-mente las repulsivas nuevas tecnologías NBIC (nanotecnología, biotecnología, ciencias de la información y las ciencias del conocimiento o neurociencia). Experimentaron durante larga –larguísima- data con flora y fauna. Ahora van a por nosotros. Y existe, salvo insurrección en toda regla, escasa escapatoria. No parece que Logan esté fugando. Y, enésima reiteración, no nos hallamos ante un relato de ciencia-ficción. Real como la vida misma.
José Antonio Bielsa:
“La agenda Avatar 2045 tiene como objetivo
liquidar a Dios para ser dioses”.
Este proyecto Avatar 2045 supone muchas cosas, a cual más peligrosa. Pero en un plano de comprensión superficial, se trataría de transferir la personalidad de alguien próximo a la muerte a un nuevo portador artificial. Propiamente hablando, estamos ante una ideología futurista, gnóstico-iluminista y luciferina, que aspiraría así a alcanzar la inmortalidad de las conciencias personales gracias a un soporte cibernético, recurriendo para ello a humanoides y avatares holográficos, al tiempo que por otra parte implica la mayor aberración antropológica conocida desde los tiempos de la Comisión para la Inmortalización de los soviéticos o, más recientemente, los desvaríos de la criogenización. Sobre la pertinencia del libro, puede decirse que sí hacía falta éste como complemento al previo Agenda 2030: Las trampas de la Nueva Normalidad, publicado por la misma editorial, y por cierto con muy similar diseño de portada. Creemos haber llenado una parcela ausente hasta hoy en lengua española; con mayor o menor acierto, ésa es otra cuestión.
¿Quién o quiénes están detrás de este proyecto? ¿Qué instituciones públicas o empresas privadas lo financian?
De dar algún nombre tendremos forzosamente que mencionar el de Dmitry Itskov, un multimillonario ruso que pasa por ser el padre del invento, y que en pocas palabras puede definirse como el rostro humano del capital privado que labora para el Gran capital, subyacente a esta empresa como a otras de parecido tenor y todavía menos conocidas. Es difícil aventurar con precisión la lista de los inversores privados (pese a que se han ido filtrando varios nombres), aunque se sabe que una copiosa relación de las grandes fortunas del planeta (los de la lista Forbes, para entendernos), andan interesados en este asunto. Más preocupante es el vínculo del proyecto con las instituciones públicas, pero es un hecho que los grandes contubernios de poder discreto no le hacen asco a este tipo de maquinaciones: no olvidemos tampoco que el pasado 16 de febrero de 2017, el Parlamento europeo recomendó la creación de un estatuto jurídico específico para los robots, lo cual ya es bastante indicador de “algo”, no precisamente tranquilizador.
Señala que actualmente nos encontramos en la fase B del proyecto. ¿Cuántas fases son?
Son cuatro fases, a lustro por fase, y a culminarse todo en 2045, con las ceremonias orgiásticas del culminado Nuevo Orden Mundial celebrándose por todo lo alto. Como bien dices, estamos en la segunda fase, que es realmente crucial, pues ésta tratará de alcanzar el éxito (y nunca mejor dicho) trasplantando un cerebro humano vivo e insertándolo en un ente robótico que lo mantendría con vida más allá de su propio cuerpo... Es de presuponer que los candidatos para tal operación sean ancianos millonarios en sus últimos momentos con ambiciones de perpetuarse más allá. Se espera que hacia 2025 o así está operación crucial de la segunda fase sea finiquitada con éxito.
¿Es viable a medio plazo la creación del primer transhumano?
¿Debería serlo? Lo que realmente me produce escalofríos es imaginar hasta qué punto de no retorno podría llegar esta élite siniestra si nada ni nadie pone freno a sus descabelladas ocurrencias. No estamos hablando de una película de ciencia-ficción al uso, ni siquiera de una utopía buenista-y-resiliente teñida de verde y morado, como gustan al Nuevo Orden y sus sinarcas estas cosas: estamos hablando realmente de la destrucción de una concepción antropológica que comienza a tambalearse desde hace cinco o seis décadas.
¿Existe alguna relación entre el proyecto Avatar 2045 y otros proyectos globalistas como la famosa Agenda 2030?
Indudablemente sí, hasta el punto de que el uno no se puede concebir sin la otra, mera extensión de aquél. Vamos camino del mismísimo infierno en la Tierra. Lo que se haga ahora tendrá repercusiones traumáticas para las futuras generaciones, si es que se les permite llegar a existir...
¿Qué implicaciones religiosas, morales y filosóficas presenta el transhumanismo?
Esas implicaciones son muchas, aunque también resulten obvias, empezando por la consabida deificación del hombre-dios –el famoso “Homo Deus”– de la biotecnociencia terminal, que se está cociendo en los fogones de la Élite del conocimiento. Y es que conforme los humanoides del abismo se vayan abriendo camino en la carrera por la vida resiliente, sostenible, ecofeminista y virtual, los oligarcas creadores de significado irán proyectando los virajes que sacudirán nuestra estructura antropológica hasta hacerla añicos… Y todo ello en nombre de un falso consenso, “por bien de la democracia”, como acostumbran decir sus voceros.
¿Supone este proyecto la creación de un nuevo credo radicalmente cientifista y pseudoteológico?
Así es: comporta una nueva definición del Ser, estrictamente teológica, y bien podría describirse como una “nueva” tecno-seudo-religión que funda sus principios en las tesis del pensamiento condorcetiano (s. XVIII) y su idea de la “humanidad infinitamente perfeccionable”; de aquí que su presunta “novedad” no sea tal. A todo esto, el 22 de febrero de 2011 se puso en circulación su “catecismo-manifiesto”, donde aparece expuesto su credo salvífico y su consiguiente declaración de intenciones: “Creemos que el mundo necesita un paradigma ideológico diferente”, afirman.
¿Es, en definitiva, la liquidación de Dios el gran objetivo por el que fue concebido el proyecto Avatar 2045?
Puesto que “liquidar” a Dios es pretensión que está fuera del alcance de esta siniestra organización, no olvidaremos sin embargo su blasfema prepotencia y terquedad; no me cabe la menor duda de que en su fuero interno ésa sería su ambición última (!): “liquidar” a Dios para ser “dioses” (?). Algo de humildad no les iría mal a estos sofísticos chatarreros de la alta tecnología. Tiempo al tiempo, la propia obsolescencia de su sofisticada cacharrería delatará su patética condición de hijos del nefasto siglo que nos tocó sufrir.
(Giulia Bovassi, investigadora y experta en bioética, en Il Timone)-Actualmente la IA es presentada como una ayuda y un apoyo útil. Pero, impulsada por los intereses económicos y la robótica, la opción transhumanista -por la que algunos abogan- corre el riesgo de sustituir algún día a los humanos. El reto ya está lanzado
La inteligencia artificial (IA) determina y da forma a la realidad. Aunque esta tecnología ofrece grandes ventajas y simplificaciones, también conlleva enormes riesgos debido al poder que se le confía. No todos los usos de la IA son “transhumanistas» y el transhumanismo no es únicamente lo que determina las herramientas de la IA. Pero, al igual que otras tecnologías, también puede conducir al hombre nuevo, híbrido y empoderado (cy-borg), a la transición hacia lo posthumano y a un futuro marcado por la singularidad tecnológica, ese punto de no retorno de la innovación que escapa al control y la predicción. Existen innumerables usos posibles de la IA, con problemas éticos similares y al mismo tiempo, muy diferentes. Como siempre en el eterno problema hombre-tecnología, esta última sigue siendo el único actor responsable, teniendo en cuenta que si la inteligencia humana (IH) ha sido comparada con la inteligencia artificial, es lógico suponer que se desarrollará en analogía con ella, y no al revés. De hecho, el discernimiento ético sobre el beneficio o el riesgo/perjuicio se ve obligado, por la propia naturaleza del instrumento a entrar en las cuestiones centrales; ¿quién es “el humano” hoy en día? ¿Debemos razonar sobre otras formas de subjetividad futuras que sean identificadas como «personas»? ¿Qué relación habrá entre condición artificial, autonomía y responsabilidad? ¿Podemos seguir hablando de libre albedrío y conciencia? ¿Cómo podemos formar a la IA en los valores correctos si no existe una ética compartida?
Negación del alma
Debemos reflexionar sobre este cambio crucial: el hecho de razonar sobre la posibilidad de “construir” una máquina consciente, una nueva especie dotada de conciencia, no se debe al tecnoutopismo, sino a una visión del hombre que tiende a negar su alma, toda metafísica y a reducir la conciencia a una función orgánica del individuo o del cerebro, a menudo llamada por muchos transhumanistas como “saco de carne”.
Las aspiraciones vertidas sobre la condición artificial de la IA responden a una visión precisa del hombre como “máquina” y como tal, replicable. La IH, la comprensión total del ser humano, incluso desde el reduccionismo impropio de su verdad a solo el funcionamiento cerebral y los procesos cognitivos, es la fuerza atractiva para los desarrolladores de la IA, ya que esta no es más que el proyecto declarado de simular y reproducir la inteligencia humana desvinculada de la experiencia emocional, sensorial y corporal. El efecto paradójico de la introducción de estas tecnologías es que nacen con la intención de imitar la inteligencia humana y acaban convirtiéndose en la mayor provocación actual para que la humanidad se conozca a sí misma. La progresiva sofisticación, sin embargo, ha hecho que la IA sea capaz de realizar funciones y razonamientos normalmente exclusivos de la IH hasta el punto de poder hablar de autonomía, poniendo en cuestión la libertad de decisión y el sentido de la moral. Esta es la razón por la que el debate en los foros institucionales, académicos y políticos se centra en el concepto de Artificial moral agent: el intento de instalar una moralidad informatizada y con ella, funciones emocionales como la compasión y la empatía, o funciones relacionales como la socialidad, el cuidado, la afectividad y la escucha.
La abolición de la vulnerabilidad
Un futuro simbiótico de coexistencia entre humanos y “máquinas morales”, tal y como autorizó Hiroshi Ishiguro, uno de los pioneros más influyentes de la IA humanoide en la Universidad de Osaka (autor de los Geminold, androides a su semejanza), con el proyecto Inorganic intelligent life (vida inteligente inorgánica): una humanidad hibridada con máquinas e inmortal gracias a la sustitución de carne y órganos humanos por material inorgánico mediante la transferencia de cerebros a dispositivos no biológicos (mind uploading). Ishiguro afirma tener como objetivo la comprensión de lo humano, que para él es opaco y similar a una compleja máquina por explorar, desgraciadamente frágil. El principal enemigo transhumanista es la caducidad: “La humanidad”, leemos en el Manifiesto transhumanista, “será transformada radicalmente por la tecnología del futuro. Prevemos la posibilidad de rediseñar la condición humana para evitar la inevitabilidad del proceso de envejecimiento, las limitaciones del intelecto humano (y artificial) […] y el sufrimiento en general”. El hombre sintético no sufre, no envejece, no muere y puede autodirigir su propia evolución potenciando indefinidamente sus capacidades.
Abolir la vulnerabilidad por un principio de bienestar y autorrealización, en la visión radical del transhumanismo, es un imperativo moral global.
El abandono del cuerpo
Günther Anders anticipó proféticamente el advenimiento de esta nueva fase de la humanidad cuando habló de la “vergüenza prometeica”, ese sentimiento que experimentaría la humanidad al enfrentarse al potencial, a la perfección y a la reproducibilidad de sus productos. La incomodidad del hombre posmoderno por estar sometido a la precariedad (la muerte involuntaria, la enfermedad, el déficit, la vejez, la discapacidad, etc.) y la singularidad (la “aleatoriedad” de sus propios orígenes no planificados), a las que tiene que responder y dar un sentido metafísico, espiritual, existencial. Viceversa, sus artefactos gozan de un estatus incorruptible y constantemente mejorable. Si reducimos al hombre a un conjunto de genes, conexiones neuronales, datos, órganos y funcionalidades, a algo determinado sin alma, ¿qué impide que sea reproducido, programado, mejorado (enhancement) o quede obsoleto? El objetivo es abandonar el cuerpo, el origen de todo lo que obstaculiza la evolución autodirigida, sustituyéndola por una envoltura biomecánica inmune a los límites humanos, manipulada y organizada según criterios de perfección para alcanzar la inmortalidad cibernética (digitalización de la mente, separada del cuerpo biológico) que deberá atravesar necesariamente una fase problemática de discriminación social entre humanos y post o trans-humanos, ¿Tendremos que pasar por una serie de nuevas “batallas civilizadoras” para el reconocimiento del estatus transhumano? La respuesta es sí. Definido como “la idea más peligrosa del mundo” (Francis Fukuyama) el transhumanismo, entrando en el dominio de la religión y el humanismo, lanza a la humanidad a un desafío antropológico sin precedentes.
Publicado por Giulia Bovassi, investigadora y experta en bioética, en Il Timone
Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana
José Antonio Bielsa Arbiol presenta Avatar 2045
EL FIN DEL SER HUMANO ESTÁ CERCA: NUEVA (SUB)NORMALIDAD AGENDA 2023 - 2030
TRANSHUMANISMO CONTROL DICTADURA ALIENACIÓN GLOBALISMO GENOCIDIO HUMANICIDIO
LA REALIDAD DE LA HUMANIDAD EN 3 MINUTOS
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