EL INDEPENDENTISMO O SECESIONISMO
CATALÁN NAZIONALISTA ES RACISTA,
EXCLUYENTE, DELICTIVO, ENDOFÓBICO, DESTRUCTIVO Y AUTODESTRUCTIVO
Con el vídeo denuncian cuestiones como que el vicepresidente de la Generalitat, Oriol Junqueras, cree en las diferencias genéticas "entre españoles y catalanes". O cómo el Govern "disparó un 173% las multas a comercios por no usar el catalán". Además, incide en el discurso nacionalista de "España nos roba" para desmontarlo.Las imágenes recogen afirmaciones de personalidades como Jordi Pujol, quien escribió que "el hombre andaluz no es un hombre coherente, es un hombre anárquico y destruido" o que podría "destruir Cataluña" si creciese la población. El ex-director de TV3, Joan Oliver, quien afirma que los "españoles son chorizos por el hecho de ser españoles".
Obsesionados con romper el país que sustenta sus calamitosas cuentas públicas, tras la farsa ilegal del 1 de octubre, ahora se dedican a perseguir a los no catalanes casi como se perseguía a las personas negras en la década de los 60 en Sudáfrica. Decía Nelson Mandela, el hombre que más luchó por derribar el apartheid, que “el racismo es algo barbárico, ya sea que venga de un hombre negro o de un hombre blanco”. El independentismo catalán contiene en su ADN ideológico un componente de xenofobia más que latente. Como cualquier movimiento que entierra sus raíces en el nacionalismo romántico y decimonónico, no sólo tratan de imponer su voluntad de manera coercitiva a la mayoría ciudadana, también persiguen a los diferentes por mucho que compartan la misma comunidad de individuos. Para ellos, los objetivos de su cacería incívica son “los españoles”, como dicen con ánimo discriminatorio.
La última mecha la ha prendido el president golpista Carles Puigdemont cuando este lunes ha exigido la expulsión de Cataluña de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Después, los cachorros violentos de la CUP y Arran han tomado las calles para tratar de intimidar a los agentes que, en ausencia física, ética y moral de los Mossos, no hacen otra cosa que asegurar la paz social al otro lado del Ebro. Insultos como “perros” o provocaciones como “sacar la pistola” han sido sólo una mínima parte del repertorio dialéctico que los agentes han tenido que aguantar estoicos. Un reguero de violencia verbal —ya está deviniendo en física— que recorre la región de manera incesante. Así, los hosteleros de Calella han echado a Policía y Guardia Civil de sus establecimientos tras las coacciones de los separatistas. Esos son los cimientos de odio, acoso y persecución sobre los que Puigdemont y sus cómplices pretenden edificar su república ilegal.
Lo peor es que todo esto no ha hecho más que comenzar. Si son capaces de actuar así contra los policías y guardias civiles, qué no serán capaces de hacer contra la población civil no independentista. Tanto el Gobierno como las fuerzas constitucionalistas no deben permitir que semejante recua totalitaria secuestre de ese modo el presente y el futuro de la región catalana. Todo lo que no sea una pronta actuación dará alas a los que no sólo quieren romper España, sino que son herederos directos de todos aquellos regímenes que se basaban en el principio abyecto de que unas personas son mejores que otras por una mera cuestión de raza, ideas o lugar de nacimiento.
"España es un país raro. Nos repele el vecino y nos molesta la idea de compartir solar patrio con él; habla mal el valenciano del catalán y el catalán del valenciano, habla mal el vizcaíno del riojano y el riojano del navarro, habla mal el berciano del gallego y el gallego del maragato, llama el asturiano cazurro al leonés y éste tiene al de Oviedo por súbdito de su gloriosa corona, aborrece el granadino al sevillano y el sevillano considera la Alhambra un remedo provinciano de la gloria hispalense; y todos hablan mal del castellano, quien aguanta la afrenta y mira con rencor a esos todos.
Pero si alguno levanta la mano contra la suma de cuanto no apreciamos, eso que llaman España, entonces hierve no sé qué instinto sepultado en el moho de los siglos, no sé qué furor atávico, no sé qué derecho de la sangre y ley de los pretéritos, no sé qué grito de la tierra sagrada...
Y lo fulminamos". Jose Vicente Pascual
Antonio García-Trevijano y el parricido catalanista
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