El Misterio y el Mundo
Pasión por Dios en tiempos de incredulidad
Se enfrenta en tres niveles. Comienza, en reflexión amplia, con la cuestión cultural de la modernidad tardía en que se produce la cultura secular y la crisis de la religión. A continuación, se centra específicamente en la experiencia religiosa o mística para escrutarla en las historias místicas biográficas, ejemplificadas en dos mujeres - Dorothy Day, Etty Hillesum - y un jesuita belga, Egide van Broeckhoeven.
En el primer paso, trazó un amplio marco de la situación presente. Ella la llama de modernidad prematura o tardía. La enmienda como una interpelación ante la presencia de mística cristiana no vinculada a la Iglesia, pero vivida por hombres y mujeres en sintonía con la fe cristiana y el Evangelio. La investigación pretende redimensionar el concepto de mística que ha "decaído de su noble significación original", en la expresión de H. Vaz.
Al acercarse a la modernidad del siglo XX, Bungemer apunta, desde el principio, punto central, al afirmar que "ya no es más la razón iluminista que aparece como criterio fundante y nuclear de la vida humana, sino un estímulo a un desenfrenado consumo que hace al ser humano creer que en eso se encuentra la felicidad "(p.29).
Comienza a tejer el cuadro del contexto cultural, constatando la caída de las utopías. Como la utopía que dominó hasta recientemente el mundo político se vistió de rasgos socialistas, con la caída de ese sistema, quedaba únicamente el modelo capitalista, ahora en la forma neoliberal. Este hecho afectó también al cristianismo histórico que participaba de rasgos de la utopía socialista. Hay una crisis general de las utopías, fragmentadas y privatizadas. Otros creen todavía en la utopía crítica frente al individualismo exasperado.
Marca el mundo actual el fin de las certezas. La metáfora del líquido en el lenguaje de Bauman o la del final de las grandes narrativas de Lyotard o del simulacro de Baudrillard traducen tal situación. "Todo es pasajero, nada es cierto".
En este momento "en que tenemos abundancia de medios y escasez de fines" y en que "todo se consume, desde las ideas a la cultura, pasando por la religión", María Clara Bingemer analiza la crisis de la religión.
Vivimos el fin de las hegemonías y el predominio de la pluralidad. Se constata el desplazamiento de lo social a lo cultural, fragmentando el concepto de cultura. La designan como cultura de la pasividad, del espectáculo, del consumo, de instrumento de poder, de la pluralización de valores, no raramente anárquica. Lipovetsky habla de "individualismo hipermoderno". Paradoja de la soberanía del individuo y de la pérdida de la posesión del individuo sobre su persona.
Está en curso una nueva geografía en términos económicos, políticos y religiosos a establecer el actual contexto mundial. El impacto de la globalización, de las migraciones de masa influye en la configuración. Surgen graves problemas éticos.
En el análisis apunta una serie de factores que merecen consideración: la abundancia de medios y la escasez de fines, la crisis de la memoria y de las tradiciones, la crisis de la ética y la volatilidad de la moral, la crisis de las instituciones y la nueva subjetividad y, finalmente, la nebulosidad de la Trascendencia y la deconstrucción de la fe.
Tenemos así un penetrante análisis de la sociedad actual. Cada elemento designado lleva en sí abundantes elementos para comprender lo que se verá adelante en los capítulos siguientes.
Como problema fundamental, que afecta la temática central del libro, nos enfrentamos con la tan estudiada y propagada secularización y la consiguiente crisis de la religión. Sólo después de penetrarle el fondo de la cuestión, entenderemos el brote religioso, místico actual y en él las biografías místicas, la narrativa teológica y los tres testigos elegidos para estudio detallado.
La religión sufre en el mundo actual de intrigante paradoja. De un lado, sigue vigorosa a afectar los anhelos, las subjetividades de las personas. De otro lado, ya no puede configurar la sociedad, como lo hicieron en tiempos de Cristiandad. Se analiza tal tensión interna de fuerza y debilidad, de impacto y receso.
La religión se constituye en el más omnipresente y universal de los rasgos constitutivos de la humanidad. Todas las culturas, excepto la moderna, nacieron en contexto religioso. Incluso en el momento presente, a pesar de la fuerza corrosiva de la secularización, la religión continúa ocupando espacio en la vida del cotidiano personal y en la academia. La secularización sustituye al mito por el discurso racional, desencantándolo. En la base está un humanismo que desbanca lo Sagrado, lo Divino, Dios. Cita el padre Vaz que hace retroceder los albores de la modernidad a Platón, para llamar a la actual modernidad de moderna o de post-cristiana. En este largo proceso, el texto subraya algunas tendencias de la modernidad: del teocentrismo para el antropocentrismo, de la ciencia tutelada a la emancipada y autónoma, de la religión como explicación del mundo a la concepción del mundo como autoexplicativa; de la teología como reina de las ciencias para las actuales ciencias, de concepción teocéntrica del mundo para la racional.
Tales transformaciones chocan con el cristianismo histórico, imponiéndole modificaciones profundas en la concepción de creación, de historia, del culto a Dios, del misterio de la Encarnación. A continuación se establece el diálogo entre ambos: Cristianismo y modernidad secularizante.
En esa línea, se profundiza temas como el antropocentrismo y la autonomía de lo humano; la hegemonía de la razón, el poder de la ciencia y el desmante de la técnica; la pluralidad y el fin de las unicidades; la profanidad del mundo y el silencio de Dios; el ateísmo teórico y práctico; el vacío del sentido; la atrofia de la libertad; la sed de Absoluto; el primado de la experiencia y la crisis de instituciones y dogmas.
La simple enumeración de los elementos trabajados muestra la relevancia de la reflexión y nos despierta la curiosidad de penetrarla. Vale realmente seguir en camino, que la breve rectitud no pueda hacer.
Los siguientes capítulos constituyen el corazón de la investigación. Fueron preparados por los análisis de los anteriores. Al principio, la categoría de experiencia ocupa un lugar privilegiado para ser adjetivada con los términos religiosos, místicos, diseñando así nuevo momento, nueva configuración y nuevos desafíos.
El surgimiento reactivo de la experiencia se debe, sin duda, a las provocaciones secularizantes, objetivantes, pragmáticas de la modernidad avanzada. Interesa detenerse en el concepto de experiencia en la perspectiva de la filosofía y la teología. Ella permite entender mejor la dimensión religiosa del ser humano que delimita, de modo especial, cuatro tipos de experiencia: Religiosa, mística, de Dios, cristiana de Dios.
La constatación conceptual busca que se profundice en la experiencia narrativa de Dios y así acceder al Misterio de Dios en un contexto movedizo y perturbador de tal percepción. Para elaborar el concepto de experiencia frecuentó el campo de la etimología, compulsó diccionarios y enciclopedias, además de aludir a los sentidos comunes y vulgares del término y de aludir al frenesí de todo experimentar por fuerza de provocaciones externas y asediantes.
El libro avanza al aducir la necesaria distinción entre experiencias, emociones y sensaciones que se confunden frecuentemente en el lenguaje común y en la falta de claridad de los matices y cercanías de los términos. Hay vinculación, pero no identidad entre emoción y experiencia. La experiencia va más profunda que la emoción, incluso cuando ésta acompaña aquella. Ni la emoción ni la sensación se identifican con la experiencia. Limitarles el alcance.
Avanzando en la comprensión de la experiencia, el libro aborda el uso hecho por la filosofía y la teología, incluyendo la dimensión de trascendencia del sujeto que experimenta. Retoma la definición de H. Vaz de que la experiencia es la cara del pensamiento que se vuelve hacia la presencia del objeto. Acentúa la interacción objeto-sujeto. Apunta cuatro niveles de experiencia: empírico, antropológico, metafísico y teológico.
Continuando la reflexión, explicando la experiencia religiosa en los pasos de Rudolf Otto, que define de la categoría dual clásico de la seducción [Fascinas] y el miedo [tremendum]. Se encuentra en el orden de la "totalmente otro" [der ganz Andere]. Otros autores trabajan características diferentes como inefabilidad, noética, pasividad, transitoriedad e integración. Se ofrecen criterios para discernir las auténticas experiencias religiosas como no depender de fenómenos extraordinarios, la conciencia de certeza de su realidad, repercusiones afectivas como paz, goce, fruición, alegría y, finalmente, la presencia del amor.
La oración se presenta como lugar privilegiado de tal experiencia, pero no único. Ella cae bajo el hecho de la interpretación personal y cultural. Cabe aprovechar las contribuciones que la psicología ofrece para interpretarla y salvarla de riesgos de la anulación de sí mismo. Apunta también factores modernos de rechazo de la religión por razones tanto de límites de la religión y también de actitudes personales equivocadas.
En la intelección de la experiencia mística, hay mucha diversidad, ya sea por la naturaleza del enfoque psicológico, filosófico o teológico, ya sea a causa de los percances del lenguaje que la expresa. En ella están implicadas realidades teológicas fundamentales como el misterio y la gracia, la encarnación y la vulnerabilidad y el hecho de tantos testigos que narran.
En los dos últimos capítulos, se refiere al aspecto narrativo de las experiencias místicas, tanto de manera amplia como en el caso de tres místicos concretos. Las narraciones de los místicos nos permiten comprender el fenómeno y la experiencia mística como un todo. Interpelan la teología y la llevan a pensar. El testimonio se refiere a lo que alguien vio, oyó, experimentó, memorizó y jurídicamente vale como prueba de validez de lo sucedido. Experiencia subjetiva expuesta al público. En la posmodernidad, la teología hecha a partir de testimonios recibe más audiencia. De ahí la importancia de los testimonios de personas que se consume en el amor de Dios, los místicos.
Tras este análisis de la realidad, la autora proclama la tesis principal de su obra: "Sigue habiendo experiencias místicas y sed de espiritualidad". O dicho de otra forma, "la gente no quiere religión, pero sí espiritualidad" y, en este contesto, "el cristianismo tiene algo que ofrecer".Es lo que la profesora de la Pontificia universidad Católica de Río de Janeiro llama "la mística de la contemporaneidad", que hunde sus raíces en "el doctor místico del siglo XX, el teólogo jesuita Karl Rahner" y que describe así: "Hoy, hay místicos que no están en los espacios religiosos sagrados y hacen una síntesis nueva, que no separa mística de ética o vida activa de contemplativa".
La mística mantiene alianza íntima con la ética, a saber, con la acción transformadora en el mundo, marcado por el conflicto y sufrimiento, con el compromiso político, con el diálogo respecto a las otras experiencias religiosas. Por lo tanto, no se trata de realidad en que la persona se ensimisma y se prende a su propia interioridad, pero se abre a la praxis transformadora de la realidad. Esta afirmación contundente encuentra apoyo en autores de renombre como G. Gutiérrez, A. Schweitzer, M. Blondel, de Certeau, K. Rahner, JB Metz. De este último, cita la bella frase de "ser místico de ojos abiertos al mundo para percibir sus desafíos, sentir sus sufrimientos y conflictos".
Al proseguir la lectura narrativa de los místicos, dice Bingemer, ellos se definen como personas de ojos y oídos abiertos a lo divino, apasionados por Dios. La mística mantiene frente a las instituciones, incluso eclesiásticas, actitud de tensión crítica, sobre todo en el momento actual posmoderno y puede ayudarlas en el proceso de encontrar en la fe y la experiencia de Dios su sentido último. Interesante percibir cómo los místicos viven la experiencia paradójica. Por un lado, escriben, anotan, relatan en cartas las propias experiencias místicas y, por otro, no raramente, sienten cierta resistencia en poner por escrito esas experiencias íntimas. Cabe señalar que en la tradición cristiana se atribuye importancia al escrito, al libro, a los relatos. Es una religión del libro. Hoy se cultiva la teología narrativa, se procesa el redescubrimiento de la biografía como recurso teológico. A lo largo de toda la historia de la teología, nos encontramos con maravillosas biografías teológicas. Se han visto las famosas confesiones de San Agustín.
Para cerrar este libro profundo, bien detallado, que nos relata tres historias de vida con títulos significativos. Dorothy Day, la revolución del corazón; Etty Hillesum, la Shoá transfigurada; Egide Broeckhoeven, la intimidad con Dios y con los pobres. Lindas lecturas espirituales para animar al cristiano en la vivencia de la vida de seguimiento del Señor.
Más que un libro para lectura cursiva, se trata de fuente de estudio para grupos que desean penetrar la intrigante vuelta de la mística en el momento de tanto materialismo, consumismo e idolatría del individuo. Tanto los análisis del contexto cultural de los primeros capítulos, como el estudio de la experiencia, del lenguaje y del ejemplo de místicos, ofrecen luz para iluminar la compleja y casi contradictoria experiencia religiosa de la posmodernidad. - Vale la pena.
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