EL Rincón de Yanka: ODIO LAS FRONTERAS -Y LOS NAZIONALISMOS-

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martes, 26 de septiembre de 2017

ODIO LAS FRONTERAS -Y LOS NAZIONALISMOS-



Odio las fronteras 
-y los nazionalismos-

Frontera es la línea que separa y divide una nación de otra, un país de otro y, con frecuencia, también una cultura de otra. Por eso, las fronteras nos separan, quizá nos dividen y con frecuencia nos alejan a unos de otros. De ahí que, tantas veces, las fronteras nos enfrentan a los unos con los otros. Es inevitable.
Me dirán que estoy exagerando lo negativo. Es posible. Pero nadie me puede negar que la historia está repleta de peripecias y desgracias relacionadas con lo que acabo de apuntar.

Dicho esto, por formación (o deformación) profesional, cuando veo un problema o una situación, como la que estamos viviendo ahora mismo, en España, en Europa y en el mundo, echo mano del Evangelio y me pregunto: ¿me enseña Jesús de Nazaret algo que me sirva para orientarme en lo que está pasando?

Jesús dio señales de nacionalista. Cuando envió a sus apóstoles a anunciar la llegada del reino de Dios, lo primero que les dijo es que no fueran a los paganos, ni a ciudades de samaritanos (Mt 10, 5, par). Y a la mujer cananea, que le pedía la salud para su hija enferma, le dijo que él había venido sólo para las ovejas descarriadas de Israel (Mt 15, 24 par). Los estudiosos de estos relatos les buscan explicaciones a estos episodios extraños. Porque, entre otras cosas, sabemos de sobra que Jesús apreció en extremo a los samaritanos (Lc 9, 51-56; 10, 30-35; 17, 11-19; Jn 4). Y es que, según parece, en la mentalidad de Jesús, las “ovejas descarriadas” estaban precisamente en su pueblo, en Israel. De ahí, su insistencia en que los apóstoles atendieran, ante todo, a quienes vivían extraviados y perdidos. Lo de Jesús, no era una mentalidad nacionalista. Nada de eso. Era una mentalidad humanitaria.

Por eso, llama la atención que la primera vez que, según el evangelio de Lucas, Jesús fue a su pueblo (Nazaret), le pidieron que hiciera la lectura en la sinagoga. Y no se le ocurrió otra cosa que, al leer un texto del profeta Isaías (61, 1-2), hizo mención sólo del “año de la gracia” y se saltó lo del “día del desquite”. Lo que produjo el enfrentamiento (según la traducción más correcta. J. Jeremias) de la gente (Lc 4, 22). Y lo peor fue que, en vez de tranquilizar a sus conciudadanos, les vino a decir que Dios prefiere a los extranjeros (una viuda de Sarepta y un político de Siria) (Lc 4, 24-27), antes que a los vecinos de Nazaret. Esto puso furiosa a la gente y no lo despeñaron por un tajo, de verdadero milagro (Lc 4, 28-30). Jesús odiaba las fronteras hasta el punto de jugarse la vida, por dejar claro que no soporta fronteras que nos separan y nos dividen.

Pero no es esto lo más llamativo. Una de las cosas que más sorprenden, en los evangelios, es que los tres elogios más notables, que hizo Jesús sobre la fe, no se los hizo ni a sus apóstoles, ni a sus compatriotas, ni a sus amigos. Se los hizo: a un centurión romano (Mt 8, 10 par), a una mujer cananea (Mt 15, 28 par) y a un leproso samaritano, que vino a dar las gracias a Jesús, frente a los nueve leprosos judíos que se dieron por satisfechos con el cumplimiento de “su ley” (Lc 17, 11-19).

Jesús, al morir, “entregó el espíritu” (Jn 19, 30). ¿Se fue de esta vida? Eso, por supuesto. Pero algo mucho más profundo: “entregó” (“paradídomi”) el “Espíritu”. Para el IV evangelio, Pascua, Ascensión, Pentecostés, todo aconteció en aquel instante (H. U. Weidemann). Y desde aquel instante, que cambió la Historia, se acabó el mito de la Torre de Babel, las muchas lenguas, las divisiones e incapacidades para entendernos y convivir unidos y en paz. Es la cumbre del Evangelio. Y si es que lo de Dios sirve para algo, ¿de qué nos sirve a nosotros, si cada día que pasa, se nos hace más insoportable convivir unidos? 
¿Es que España o Catalunya son más importantes que el Evangelio de Jesús? Por lo que estamos viendo, para muchos cristianos y no pocos curas, así es. O ésa es la impresión que dan.
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No es ni cristiano, ni evangélico ni políticamente democrático, ni legal, el delito de sedición, el delito de rebelión, ni mucho menos el estúpido derecho de decisión.

"LA PATRIA NO SE HACE, LA DEMOCRACIA, SÍ. 
¿Derecho a Decidir? 
Sin Poder de Decidir.

Una Nación es algo dado, que no depende de la voluntad. 
Igual que no podemos decidir quién es nuestro padre". 
Antonio García-Trevijano"

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"No hablen del Pueblo de Dios (que es el que la Iglesia nos confió), sino sólo del pueblo de Cataluña (el medio pueblo de Cataluña que tiene el poder y por el que parecen apostar) elevándolo así a categoría teológica; me duele que no se nombre en ningún momento ni a Cristo ni a su Iglesia y se prescinda del anticristianismo radical de ese "pueblo de Cataluña" que ha profanado ya los símbolos más sagrados de nuestra fe.

¿Debemos entonces aceptar que se abra el camino a todos los sacerdotes, religiosos y religiosas de sus diócesis para que se pongan al servicio incondicional del nuevo Estado inmoral y tiránico que se quiere refrendar contra la mitad del pueblo catalán y contra el resto de España?.

La realidad nacional de Cataluña no es un concepto pastoral, sino políticamente un "DELITO DE SEDICIÓN Y DE REBELIÓN" y que hayan legitimado las aspiraciones de menos de la mitad de los catalanes. Califica de "elucubración hegeliana" el "pueblo catalán" al que se refieren los obispos y cuestiona la receta del diálogo: "Insisten en que se ha de dialogar con ellos. ¿Sobre qué? ¿Sobre el calendario de imposición de la corrupción moral?". Sacerdote Custodio Ballester, titular de la parroquia de la Inmaculada en el barrio de Sanfeliu de Hospitalet de Llobregat


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